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Disclaimer:

LAS TORTUGAS NINJA

no me pertenecen, más bien mi corazón le pertenece a Leo.

GÁRGOLAS, HÉROES GÓTICOS

tampoco me pertenecen;

mucho menos obtengo algún beneficio lucrativo aprovechándome de la fama de estas dos magnificas series animadas.

Yo escribo por puro gusto y para hacer pasar un rato agradable a todo aquel que pase a leer. Lo único que espero ganar son tus apreciados reviews.

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GUERREROS DE LA NOCHE

Estaban cuatro pequeñitos en una tina chapoteando felizmente con el agua tibia.

Era la hora del baño.

Con una esponja suave, Splinter frotaba con cuidado el caparazón del pequeñito cuya piel era color verde mar… o al menos lo intentaba; siendo tan inquieto, era imposible que permaneciera inmóvil el tiempo suficiente como para bañarlo adecuadamente. Después continuó con su pequeñito cuya piel era verde olivo; enseguida con su pequeñito de piel verde esmeralda. Con estos dos también era complicado.

Splinter terminaba exhausto. Esos tres eran auténticos tsunamis. Él siempre quedaba todo mojado al finalizar el baño.

El último turno le tocaba al pequeñito cuya piel era color verde bosque. Éste también le encantaba chapotear, pero cuando era su turno con la esponja, permanecía dócilmente quieto.

Splinter miraba a su pequeñín; éste le miraba a su vez.

- Leonardo. – el padre parecía triste.

- Papá. – en cambio, el pequeño dijo esto con una enorme sonrisa.

Splinter abre los ojos.

Le toma algunos segundos darse cuenta que está sentado en el sillón de la sala. Se quedó dormido en el sillón.

Estuvo despierto toda la noche hasta muy avanzada la mañana del día siguiente esperando a que regresaran sus cuatro hijos. Sólo tres volvieron.

Splinter levanta la mirada y frente a él están sentados durmiendo en el sofá sus tres hijos: Miguel Ángel apoyado en Donatelo y Donatelo apoyado en Rafael.

Ya que ellos habían estado buscando a su hermano, apenas regresaron en la mañana, y en vez de ir a sus respectivas habitaciones a descansar, se sentaron en el sofá a esperar, para que en cuanto ese hermano decidiera aparecer, entre los tres le darían una buena reprimenda por haberse ido apenas terminó el combate. Salvo que, apenas sus cabezas se apoyaron en el respaldo del sofá, se quedaron dormidos.

Es entonces, que Rafael abre los ojos.

- Sensei. –

- Hijo, buenas tardes. –

- ¿Tardes? – pregunta porque para él han transcurrido sólo unos minutos; mira de reojo a un lado suyo – Nos quedamos dormidos. – vuelve la vista hacia su Maestro - ¿Qué hora es? -

- Está por anochecer. –

- Siento que apenas acabamos de llegar. – restriega su cara con ambas manos para despertarse del todo.

- Necesitaban descanso, hijo, por eso no despertaron cuando llegó tu hermano. –

- ¿Qué dice? – se pone de pie prácticamente de un salto (sin apoyo, Donatelo se desliza hasta que su cabeza queda sobre el asiento, y la cabeza de Miguel Ángel queda apoyada sobre la cadera de Donatelo).

- Tu hermano Leonardo, como ya les había dicho, me llamó en la madrugada explicándome que no le sería posible regresar a casa sino hasta hoy por la mañana. Después de su llamada, le marqué a Donatelo para pedirle que no lo buscaran porque me prometió que vendría; pero ustedes no obedecieron. -

- Pues… porque nos preocupó que actuara raro, como ya pasó una vez; pero entonces, ¿Leo ya vino? –

- Sí, sólo que decidió irse nuevamente. –

- Quelonios… y no me di cuenta, pero usted dejó que se fuera. –

- Vino casi siendo medio día. Se disculpó conmigo por tenerme preocupado, pero que debía retirarse porque tiene un asunto que atender. –

- ¿Qué asunto? –

Splinter recuerda el momento en que llegó Leonardo: Estaba en ese mismo sillón esperando, cuando escuchó que el elevador se accionaba, y en unos instantes, de éste descendió Leonardo, pero no descendió solo.

- Leonardo, - prosigue Splinter – no me explicó qué es ese asunto, sino que se empecinaba en disculparse por no poder revelarme sus intenciones, pero que hoy en la noche va a regresar. –

- ¿Y usted cómo lo vio? ¿Parecía cuerdo? –

- Si me remonto a esa ocasión en la que tu hermano estaba perdido en la oscuridad de la rabia… no hijo, no debemos preocuparnos. –

- ¿Seguro, Sensei? –

Splinter saca un objeto semicircular, parecido a una diadema, de su manga izquierda.

- Leonardo me entregó esto. – se lo da a Rafael.

- Debe ser con lo que controlaban su mente, pero Leo consiguió que no lo dominaran. -

- Me parece que la voluntad de Leonardo no estuvo del todo sometida. Yo creo que fue una distracción más, porque él me dijo que, en cuanto el invasor se fue, se sintió liberado. –

- Lo que no es una distracción es el hecho de que el Clan del Pie tendrá nuevos juguetitos en poco tiempo. –

- Será un tema que deberemos tratar con las gárgolas. –

- Yo preferiría hablarlo con la Fuerza Armada de los United States… -

En eso, suena un celular.

Rafael voltea para ubicar de dónde viene el tono de llamada, porque no es el suyo. Proviene del celular de Donatelo; lo toma del cinturón de su hermano y responde.

- Hola Abril. –

- Rafa. – Abril reconoce la voz de su amigo - ¿Y Doni? – debido a los acontecimientos de la noche anterior, la chica se preocupa por su otro amigo.

- Durmiendo. ¿Qué pasó? –

- Leo vino a mi tienda. –

- "Vino", o sea, que ya se fue. –

- . –

- ¿Tiene mucho? –

- Hace cinco minutos. -

- ¿Te dijo algo? -

- Él… -

Abril estaba atendiendo a una persona: ella estaba envolviendo el precioso jarrón que se llevaba esa persona; cuando en ese momento, entraron dos chicos cuya capucha de la sudadera les cubría la cara (vestían pantalón de mezclilla azul y sudadera gris).

Abril desconfió de esos dos chicos. Más de una ocasión ha sucedido que hay personas que entran y buscan llevarse algo a escondidas; sin embargo, gracias a las cámaras que están a la vista, en cuanto los presuntos ladrones se dan cuenta que son vigilados, desisten del robo y se marchan.

Sin embargo, en estos dos chicos parecía que era real su intención de comprar algo. Buscaban con auténtica curiosidad entre los muchos objetos que están a la venta.

Abril dejó de escudriñar lo que hacían los chicos para hacer el cobro del jarrón.

No mucho después, entró otro posible cliente: una mujer.

Abril consultó el reloj de la pared. Debía cerrar en diez minutos, así que se acercó a los chicos para preguntarles si estaban buscando algo en particular. Fue cuando se dio cuenta que uno de esos chicos era…

- Leo. – Abril le sorprendió que Leonardo usara una bandana color negro.

- Nos llevamos esto. – él señaló algo del estante.

Abril miró la etiqueta adherible del objeto.

- Son diez dólares. –

Leonardo tomó el objeto y su acompañante fue quien pagó.

- Gracias Abril. – Leonardo le sonrió.

- Leo… -

- Por favor, no le digas a nadie que nos viste. –

Pero antes de que Abril pudiera preguntarle lo que estaba sucediendo, Leonardo y su acompañante salieron de prisa de la tienda.

Abril se quedó pensando sobre lo que debía hacer. Cuando la mujer también salió con prisa, optó por cerrar su tienda y enseguida llamó a Donatelo.

- Él… - Abril pasa saliva – me dijo que estaba bien, que no teníamos de qué preocuparnos. –

- Vamos para allá. Tal vez lo que se llevó nos diga en qué malos pasos anda. –

- Ok. Los espero. – Abril finaliza la llamada e inmediatamente se siente avergonzada por haber mentido, pero quiere confiar en Leonardo.

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- Así que – dice Donatelo – podemos deducir, con la poca información que hemos podido recopilar, que Leo está planeando hacer algo sin nosotros. Al haber bloqueado la señal de rastreo de su Tortucel, definitivamente es un asunto que a él no le interesa que nosotros nos involucremos. –

Rafael, Donatelo y Miguel Ángel van en el Acorazado rumbo a la tienda de Abril.

- ¿Crees que – Rafael le pregunta a Donatelo – planea infiltrarse en el edifico del Clan de Pie para recuperar la información? –

- Sería algo extremadamente arriesgado; posible su actúa solo, pero es muy arriesgado. –

- Quieres decir – aclara Miguel Ángel – que si Leo va solo al Clan del Pie, puede ser que pueda entrar, pero es peligroso porque pueden atraparlo porque va solo. –

- Algo así, Mikey. Aunque, el haber comprado algo en la tienda de Abril, ese algo puede proporcionarnos una pista. –

- Pero pudiera ser – dice Mikey – que fuera algo que le gustó. –

- Tal vez. – dice Donatelo.

- Sea lo que sea que esté planeando el Intrépido – dice Rafael – está actuando solo. Está haciendo lo mismo otra vez. – comienza a enojarse – Cree que él tiene la culpa de todo y va a resolverlo solo. –

- ¿Y Sensei va a enviarlo lejos, otra vez? – Miguel Ángel se angustia.

- Posiblemente… - dice Donatelo también preocupado, pero calla porque suena su celular, y ya que él va conduciendo, lo pone en modo de manos libres y el altavoz – Hola Goliath. –

- Donatelo, – Goliath va al grano – Leonardo acaba de venir. -

Donatelo frena con cierta brusquedad.

- ¡Epa! – exclama Rafael.

- ¿Hace cuánto tiempo, Goliath? –

- Menos de un minuto. -

- Estamos lejos de la Torre del Reloj. No le damos alcance. ¿Mencionó algo? –

- Quería cerciorarse que yo estuviese bien. Le mostré mi mano para que se diera cuenta de que ha sanado completamente. -

– Recuerdo que mencionaste que, gracias a tu proceso de petrificación, cualquier herida que te hayan infringido se cura durante el día; por la noche estás completamente curado, ni siquiera te quedan cicatrices. –

- Es la explicación que le dije a él; se sintió aliviado. También se disculpó por haberse ido tan repentinamente, pero tiene un asunto que resolver. –

- Asunto no le concierne a nadie. Ni siquiera nosotros sabemos qué está sucediendo. –

- Creí que Leonardo estaba de vuelta con ustedes. –

- No lo hemos visto desde anoche. Estamos preocupados. –

Goliath piensa en lo ocurrido hace unos minutos.

Efectivamente. Leonardo fue a disculparse por haberle herido la mano, sin embargo, no iba solo.

Goliath creía que él ya había regresado con su familia aunque sin mencionarles lo que se trae entre manos; pero no es sólo eso, tampoco saben que lo acompaña alguien. Se pregunta si debería decirles quién acompaña a Leonardo.

Pero Leonardo le suplicó que no dijera nada.

- Leonardo es un chico que sabe cuidarse solo. No me dio la impresión que estuviese en un gran dilema. -

- Eso espero. – habla Rafael – Ya hubo una vez que estuvo actuando raro, y las cosas fueron de mal en peor. –

- Supongo que su cambio de actitud sucedió tras el desgarre en su caparazón. –

- No se te va ni una, Grandote. – le felicita Miguel Ángel.

- Si en algo podemos ayudar… -

- Leo – habla Donatelo – es un extraordinario ninja. Será imposible localizarlo. –

- Pero gracias a que ustedes lo conocen bien, puesto que es su hermano, seguramente saben que irá con quien le hace falta ofrecerle disculpas.-

- ¡Cierto! – Donatelo enciende el vehículo.

- Bendito Bushido. – dice Rafael – Leo es tan endemoniadamente cortés, que su conciencia no le dejará en paz hasta que no se disculpe con todo mundo. –

- Sí. - dice Miguel Ángel, decaído – Se disculpa con todos, menos con nosotros. –

- Porque 'aguantamos vara' – dice Rafael.

- Gracias Goliath. – se despide Donatelo – Estamos en contacto. –

- Por nada. – finaliza la llamada.

- Creo que podremos interceptarlo. – dice Donatelo.

- Pero – dice Miguel Ángel – me imagino que tenemos que ir 'volando'. –

- ¿Qué comes que adivinas'? – Donatelo pisa el acelerador hasta el fondo.

- ¡Pizza! – exclama Miguel Ángel aferrándose fuertemente a su asiento.

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Después de un viaje ajetreado (de nueva cuenta), Rafael, Donatelo y Miguel Ángel vuelan con sus planeadores y aterrizan en el castillo Wyvern.

Enseguida sale Owen.

- Leonardo ya ha partido. –

- Todas mis nauseas - dice Miguel Ángel, notablemente mareado – no sirvieron de nada. –

- Déjame adivinar: – dice Rafael – Leo vino a disculparse con el amo del castillo por el pésimo trabajo que hizo, pero como tiene prisa, porque tiene un pendiente que debe atender, se fue enseguida. –

- Haz acertado Rafael. –

- Sería mejor – dice Donatelo – que dijeras que lo tienen recluido por no haber cumplido su palabra. –

- Ese tema lo discutirán mi Señor y Leonardo en otra ocasión, y no, Leonardo no está prisionero. Si gustan mirar hacia su derecha... -

- Mirar a la derecha… - refunfuña Rafael, pero aun así lo hace.

Los otros dos también.

A lo lejos, ven un planeador.

Donatelo reconoce de inmediato que es su diseño.

- Es Leo. –

- Maldito. – Rafael voltea hacia Owen – Leo no se acababa de ir, apenas se está yendo. –

- Yo sólo hice lo que mi Señor me ordenó. –

- Distraernos – dice Donatelo – mientras Leo se da a la fuga. –

Sin esperar que el hombre rubio con gafas le responda, Donatelo y Miguel Ángel echan a correr; enseguida se dan cuenta de que Rafael no los sigue.

- ¡Vamos Rafa! – Donatelo le exige.

- Si Leo prefiere actuar solo, allá él. – dice Rafael con resentimiento.

Donatelo y Miguel Ángel se detienen y miran a Rafael.

- Ya está grandecito para saber lo que hace. Nosotros también tenemos asuntos que resolver. –

- Por ejemplo… – dice Miguel Ángel.

- Los nuevos juguetes que va a sacar el Clan del Pie. –

- Le tomará cierto tiempo, – dice Donatelo – y durante ese tiempo, yo no seré capaz de diseñar algo ni remotamente acertado para repeler su ataque. –

- Hay una manera. –

- ¿Cuál? –

- Que cierto ricachón nos dé acceso a su tecnología. –

- No lo creo factible. –

- Lo es Doni, porque nuestras cabezas no serán las únicas que van a rodar. –

Las tres tortugas mutantes miran al humano.

- Tendría que consultarlo primero con mi Señor… -

- No finjas demencia, Owen. – dice Rafael – Seguro que tu Señor ya lo ha pensado: con su tecnología y con ayuda de mi hermano el 'Cerebrito', no habrá imposibles. –

Pareciera que los ojos de Donatelo echaran chispas por la emoción de tener todo ese conocimiento en sus manos.

- Les puedo agendar una cita. –

- Claro. Estaría bien para ahora mismo. –

Rafael se encamina hacia el interior del castillo; lo siguen sus hermanos.

- Fraternizar con el enemigo... – dice Miguel Ángel algo asombrado.

- No sería la primera vez, Mikey. – le dice Donatelo con una sonrisa.

- Pero este enemigo me va a caer bien si nos invita a comer. Llevamos veinticuatro horas de ayuno. –

- Esta vez Mikey, tengo que darte toda la razón. –

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Una figura merodea desde el techo de uno de tantos edificios.

Esa figura observa detenidamente a dos individuos que se encuentran en el techo del edificio contiguo.

Los ha estado siguiendo por varias horas y no se han percatado de su presencia. Ahora es el momento perfecto para…

¡La figura salta sobre los dos individuos derribándolos!

- ¡Ah! -

- Gggrrrr – la figura gruñe con fiereza a la vez que aplasta con todo su peso a sus presas; acerca su rostro hacia una de sus víctimas, como si la olfateara para poder decidir si debe devorarla primero.

Esa víctima es Leonardo.

Leonardo mira con asombro los ojos rojos de la creatura al tiempo que siente que sus enormes garras de pies y manos se clavan en su piel y le amenazan con descuartizarlo si hace el menor movimiento.

La creatura alada tiene una piel color azul cielo y cabello rojo.

Puede deberse al shock inicial, pero Leonardo no logra recordar que Goliath les haya hablado de esa gárgola.

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