Este fic participa del 'Mini-reto: La vida en colores'' del foro ¡Siéntate!


—Es un simple resfriado —le dijo Kagome a Sesshomaru. Apenas había llegado a la aldea con un nuevo obsequio para la niña, que ya estaba cada vez más lejos de ser una niña con sus doce años, se preocupó al no verla salir corriendo a recibirlo como siempre. Y tenía sus razones.

Al entrar a la casa, la vio postrada en el futon, con las mejillas rojas por la fiebre y con dificultad para respirar ¿qué tenía de simple aquello? Por poco no le decía que estaba bien.

Él entró y se sentó a su lado un momento. Rin no abrió los ojos ni siquiera con él cerca. Tuvo un mal recuerdo de ella y le punzó el pecho, aunque no lo demostró.

La honestidad no era el punto fuerte de Sesshomaru cuando se trataba de sus propias emociones.

Estoico como siempre, se fue de la aldea sin mostrar ni una emoción en su rostro. No dijo nada, realmente, con la que solía tener conversaciones era con Rin y tampoco eran demasiado largas, pero sí era quién más contacto con él siempre había tenido.

Volvió en la noche con un buen abrigo para Rin, entró a la vivienda y se la llevó sin hablar con ninguno de los presentes. Kagome lo intentó detener sin éxito alguno, la nieve había comenzado a caer de nuevo, volviendo blanco y limpio el paisaje mientras veía a la figura de Sesshomaru y Rin perderse en el cielo.

—Sánala —dijo entrando en la vivienda de una anciana con la niña en brazos.

La mujer no dijo nada, por el contrario, lo guio hasta donde había un futon en donde dejar a la paciente. Le tomó la temperatura y la revisó. Sesshomaru seguía los movimientos de la mujer con suma cautela. La llevó ahí por su reputación de ser una doctora capaz de curar cualquier problema que tuvieran las personas y aunque con Kagome podría haber mejorado, no se fiaba del todo. Rin estando con él jamás se había enfermado ¡ni una tos tenía! Era una niña muy sana y enérgica. Y ahora, se resfriaba.

Como siempre, él le daría lo mejor para que ella estuviera bien. Siempre era preciso y cauteloso con sus decisiones y la única razón por la que Rin se quedaba en aquella aldea donde su medio hermano vivía era porque quería que fuera capaz de elegir su vida cuando tuviera edad. Era una humana y debía estar entre los humanos. Y con todo eso, tenía cierto anhelo inexplicable de verla siempre, por lo que iba seguido a la aldea y la llenaba de regalos. Pero ahora, nada de eso servía si ella no tenía salud.

La anciana preparó algunas hierbas en un mortero y las machacó para luego, tomar a la niña y dárselo de beber y le pidió que la dejara descansar ahí esa noche.

Sesshomaru se quedó fuera, vigilando la vivienda.

Por la mañana, la anciana le dijo que Rin había despertado, que iba a mejorar en un par de días y le dio una bolsita con las hierbas que debía tomar para recuperarse del todo.

—¡Sesshomaru-sama! —gritó Rin que había visto al demonio llegar a la aldea dirigiéndose hacia la vivienda. Aun nevaba y eso dificultaba un poco el olfato del mismo, bajando al suelo y recibiendo el impacto de una bola de nieve que ella le lanzó directo a la cara.

Inuyasha y Kagome vieron la escena con desconcierto mientras que ella corría como podía en la nieve y le daba una bola de nieve a Sesshomaru.

Él la estudió y miró a la joven como preguntándole qué hacía con ello.

—Inténtelo. Es divertido —dijo ella con una gran sonrisa que marcaba sus hoyuelos.

El demonio apretó levemente la bola de nieve en sus dedos sintiendo el frío en su mano. La inocencia de la niña lo motivaba siempre a hacer cosas que jamás había pensado hacer, lanzando la bola hacia Inuyasha.

Satisfecho ante el grito que dio el hibrido, se dio la vuelta.

—Tienes razón —le dijo comenzando a caminar mientras ella lo seguía.

Desde que había enfermado, fue a diario a la aldea hasta que finalmente, la vio de pie y sonriendo, como siempre. No era capaz de mostrar aquellas emociones en su rostro, pero sus acciones valían mucho más: estaba feliz de que Rin estuviera con bien.

—Antes tus ojos, Sesshomaru-sama, soy una simple humana —dijo ella con la mirada gacha y una sonrisa poco confiada. Y había hecho tanto por ella, Kagome le había contado de las atenciones que él le dio mientras estaba mal. Y se sentía feliz, aunque pensaba a veces en su condición de humana… mucho más ahora que estaba más tiempo separada de él.

Sesshomaru cambió su expresión por una de sorpresa ¡menudas ideas que tenía! Era una de las pocas personas capaz de hacer que su rostro inexpresivo, que su personalidad estoica cambiase… y le venía con esas cosas.

—De simple no tienes nada —fue todo lo que dijo.

Rin brincó al mismo tiempo que su corazón. Estaba bailando de la emoción y aunque él ya se había dado la vuelta y empezaba a caminar impidiéndole ver su rostro y vislumbrar algo en su mirar, ella quiso pensar que no había llegado a ver su sonrisa. Si pecaba de optimista ¿Qué más le daba? Ella era feliz a su manera.

—¡Sesshomaru-sama! —corrió y se pegó a su brazo ¡era tan cálido! Y ella podía disfrutarlo esa dulce sensación cuando quisiera.

Él la miró, no dijo nada y siguió andando adecuándose al ritmo de la jovencita hasta que volvieron a la aldea. Con la nevada, era mejor que regresara.

—Cuídate —le dijo a Rin acariciando su mejilla, despidiéndose de ella con la promesa de volver pronto.

Ella explotó de felicidad, agitando su mano hasta que lo perdió de vista en el cielo. Su anhelo se volvía más grande con el pasar de los días. Ella no necesitaba más tiempo en la aldea, sabía que siempre, lo elegiría. Sin importar qué, a Sesshomaru sería al único que siempre esperaría.


¡Hola, hola! Esta es la primera vez que escribo algo sobre estos dos ¡fue todo un reto! No terminaba de hacer encajar la gama de colore que elegí, que fueron los blancos. Finalmente, fue haciéndolo por parte que tanto como Sesshomaru como Rin son capaces de potenciar bien esos matices, entre la sabiduría, pureza, perfección, entre otros, que tampoco me voy a poner a enumerar todos.

Creo que me costó más de lo que pensé en terminar el fic, pero me siento muy satisfecha con el resultado.

Espero lo disfruten.

¡Un abrazo!