𝗔𝗗𝗩𝗘𝗥𝗧𝗘𝗡𝗖𝗜𝗔: 𝗗𝗶𝗳𝗲𝗿𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 𝗱𝗲 𝗲𝗱𝗮𝗱𝗲𝘀 𝗺𝘂𝘆 𝗺𝗮𝗿𝗰𝗮𝗱𝗮 𝗲𝗻𝘁𝗿𝗲 𝗹𝗼𝘀 𝗽𝗲𝗿𝘀𝗼𝗻𝗮𝗷𝗲𝘀, 𝗹𝗲𝗲𝗿 𝗯𝗮𝗷𝗼 𝗿𝗲𝘀𝗽𝗼𝗻𝘀𝗮𝗯𝗶𝗹𝗶𝗱𝗮d
Capítulo 1
Bella 16 años
Estaba sumamente nerviosa, cómo si tener que decir un discurso frente a extraños no fuera suficiente, había escuchado en el comedor que era una cena muy elegante, donde asistirá gente muy importante, desde empresarios locales, hasta el alcalde de la ciudad. Entre al lugar a la hora acordada, vestida simplemente con el uniforme de la escuela, sentí todas las miradas sobre mí, criticándome, inevitablemente me sonroje, mirando el piso me senté en mi lugar sin moverme, tratando de desaparecer.
Después de un largo rato, las conversaciones indistintas fueron interrumpidas, con el estridente sonido de la puerta abriéndose, alcé la mirada al notar el silencio y vi al hombre más hermoso del mundo entrar en el gimnasio de la escuela con paso petulante y arrogante, un ángel enfundado en un carísimo traje a medida había venido a salvarme, quedé embobada viéndolo desde la distancia hasta que una de mis compañeras me susurro.
—Hey Bella es tu turno— mire como ya todos estaban sentados en sus mesas con la mirada fija en el escenario, esperando.
Demonios había olvidado por completo el discurso viendo al ángel, cómo era la chica con el promedio más alto de toda la escuela tenía que dar el discurso de apertura y bienvenida a los benefactores. Me paré sintiendo mis piernas de gelatina y las mejillas aún más rojas que antes aunque fuera imposible, caminé lentamente hasta el podio rogando al cielo no caerme, ajuste el micrófono a mi altura produciendo un pitido en el proceso, avergonzándome más, abrí el folder donde esperaba mi discurso y comencé.
—Buuuuenas noch eess— tartamudee un poco, avergonzándome más. Los ceños de las personas se asentaron más al ver que el "prodigio" de la escuela no era más que una chica torpe que no podía ni pronunciar bien un simple saludo, tome una respiración profunda para no soltarme a llorar, cuadré los hombros, me programe automáticamente como un robot, había leído ese discurso una docena de veces antes frente a mis compañeros en las asambleas— para mí es un placer, estar hoy aquí con todos ustedes y tener la oportunidad de compartir…— dije mi discurso cómo autómata, rápidamente, desesperada por dejar de ser el centro de atención.
Dudo que alguien haya entendido a lo que me refería, pero no importaba, ya estaba hecho, al bajar la directora me vio con cara de creí que lo ibas a arruinar .
Con la mirada gacha, me volví a sentar, entre discursos pasaron las horas más largas y aburridas del mundo, trate de buscar con la mirada a mi ángel, pero de pronto había desaparecido, resignada volví a la posición inicial mirar el suelo cómo si fuera lo más interesante del mundo, que por el momento lo era. Cuando los discursos terminaron, esperaba que pudiera irme a mi habitación, pero la directora insistió en que me quedara y disfrutara de la cena, lo que significaba quedarme quieta en mi lugar y aparentar ser feliz, me sentía cómo animal en exhibición, de pronto se me acercaban algunas personas y me hacían preguntas del tipo:
—¿Cómo calificarías a tus maestros?
—¿Cómo describirías las aulas de la escuela?
—¿Te gusta la escuela?
—¿Los profesores están bien calificados?
En un momento de paz, por así decirlo donde no había nadie haciendo preguntas raras, sentí un aroma inundar mis fosas nasales hasta lo imposible, todos mis pensamientos dejaron de tener coherencia, alce la vista para ver de dónde provenía ese perfume y vi al ángel parado frente a mí.
Me paralice, ninguno de los dos dijo nada, sentí su mirada recorrerme de arriba a bajo, cuando nuestras miradas se cruzaron baje la mía, avergonzada, dios mío ¿Qué estoy haciendo?, ¿estaba siendo grosera al no decir nada?¿ debería decir algo?¿ debería quedarme callada y esperar a que él diga? Esa idea me agradaba más, comencé a rogar en mi fuer interno que el dijera algo antes de que yo dijera algo idiota y arruine este momento, por favor.
Después de mi monólogo interno decidí que era mejor que yo hablara o por lo menos lo intentará.
—Buennnas nochess— mierda seguía balbuceando— ¿le puedo ayudar en algo?— pregunte lo más amable que podía
—Buenas noches— dijo él ángel con la voz más hermosa que jamás había escuchado— me ayudarías, si me concedes esta pieza— dijo ofreciéndome su mano
No estaba segura si acababa de preguntarme o me había dado una orden, no lo sé, sólo sé que esperaba mi respuesta y lo único que pude hacer fue asentir. Tomó mi mano temblorosa entre las suyas firmemente, nos guío hasta la pista de baile al centro del gimnasio. Al notar la música sonando, mi cerebro decidió comenzar a pensar ¿qué estaba haciendo? yo no sabía bailar, iba a hacer el ridículo, mierda, tendría que usar toda mi concentración en no caerme con mis propios pies, ¿y si lo pisaba? Dios no, tierra trágame por favor.
De repente la idea de decirle que me torcí el pie y no podía bailar, resultaba demasiado atractiva, pero no me había caído recientemente, además era una pésima mentirosa, se daría cuenta al instante y quedaría cómo una grosera. Me obligue a mi misma a calmarme o sufriría una combustión espontánea y sería más vergonzoso.
Cuando la canción cambio, coloco mis manos en el lugar correcto y colocó las suyas alrededor de mi cintura, su toque se sentía maravillosamente y me producía pequeños escalofríos que no sabía cómo describir. Nos movió al compás de la música que reconocí al instante, era una de mis favoritas Moondance.
—Dígame señorita, ¿Que tal ha ido su noche?— espera ¿me estaba hablando?, estaba demasiado concentrada en no pisarlo cómo para contestar algo coherente— comprendo que este tipo de eventos pueden resultar engorrosos— comentó ante mi silencio
—Ha… sido una noche bastante agradable, gracias— me las arregle para contestar— ¿le ha gustado la cena?— pregunte queriendo darle conversación
—La cena estuvo bien, para este tipo de eventos, pero con su perdón el vino fue de lo más desagradable, ¿no cree?— me sonrojé, él me hablaba cómo su igual no cómo la estúpida niña que era, me sentía halagada
—Ammm no lo probé, por suerte, pero confío en su criterio
—Señorita..
—Bella— lo interrumpí— solo dígame Bella, por favor
—De acuerdo Bella, cuénteme algo sobre usted— pidió con genuino interés
—¿Algo sobre mi?— estaba acostumbrada a responder esa pregunta a la gente que venía a adoptar de una manera monótona resaltando las cualidades que había aprendido en el orfanato que me hacían una hija perfecta, pero no se sentía una respuesta adecuada para él— ¿Cómo qué?
—¿Que le gusta hacer en su tiempo libre?
—Me gusta escuchar música y leer, adoro leer
—¿Que tipo de libros?
—De todo un poco, pero en lo personal adoro los clásicos
—¿Ha leído la obra de Austen?¿que opina de ella?
—Es muy buena, adelantada a su época, muy crítica
Charlamos tranquilamente durante un par de canciones, mientras bailábamos, no podía creer que yo estuviera bailando, aunque con él era tan fácil hacerlo, incluso parecía cómo si supiera hacerlo, mis movimientos eran sutiles y tenían gracia.
Todo es gracias a él que me guiaba a la perfección y sin darme cuenta me había quedado completamente prendada de él.
—Excelente baile— me elogió al terminar una canción, sacándonos de la pista— es usted muy buena bailarina— estaba completamente perdida en esa maravillosa voz — me temo que debo marcharme— demonios ya se tenía que ir o ¿lo aburri?, con mi paloteo, era tan sosa— pero antes me gustaría saber su nombre completo
—Muchas gracias por guiarme en el baile, estoy segura que por mi cuenta hubiera sido un desastre— dije a modo de despedida y devolviéndole el halago— Mi nombre es Bella— no mierda no— digo Isabella Swan y ¿usted es?
Tenía que saber su nombre, mi ángel no podía quedar en el anonimato, quizás en 2 años cuando saliera de aquí, podría buscarlo y… ¿y que? él era un hombre hermoso y poderoso, en 2 años yo sería una huérfana en la calle, me estaba haciendo ilusiones en donde no había nada, el solo quería saber mi nombre por cortesía.
—Isabella— meditó en voz alta— un hermoso nombre, Edward Cullen, un placer. Hasta pronto señorita Isabella— su forma de pronunciar mi nombre era tan… tan… me provocó un cosquilleo extraño en todo mi cuerpo.
Cuando estaba lista para pronunciar una despedida decente, él ya se había ido y lo único que pude hacer fue verlo marcharse, resignándome a no verlo nunca más.
