Ok, antes que nada una disculpa enorme por casi un mes sin traer capítulo nuevo. Pero al menos pasé todas mis materias y tendré suficientes vacaciones para escribir c: a modo de disculpa –porque no crean que estuve holgazaneando todo este tiempo –les traigo un capitulo hoy y mañana les traeré el siguiente porque al fin las cosas están tomando rumbos de los que no se podrá volver.

Siendo así, los dejo con el nuevo capítulo x3

AAAAACCIÓN

CAPITULO 9: RUMBO AL OESTE

Cayó a los pies del rey con moretones, golpes y heridas por toda la piel visible de su cuerpo –si hubiera visto todo su cuerpo estaba segura que tampoco se hubiera inmutado –Apenas pudo elevar la mirada hacia él llena de rencor, su pómulo hinchado no era atenuante de la fiereza de su mirada.

-Todo eso te lo has ganado tú, por intentar escapar –

-Si tus guerreros no fueran tan cobardes te habrían dicho que estas heridas no son por intentar escapar sino porque quisieron aprovechar mi cuerpo como si fuera algo mundano –orgullosa como era se levantó tambaleándose un poco sintiendo sus rodillas protestar, y sin ceder a pesar de todo.

-Falacias no te van a salvar querida hija –

-No puedes ver en lo que te has convertido, no sé si me alegro o no de que mi madre esté muerta, así no vería lo que has hecho –el rey se levantó del trono mirando a su hija con desdén, ella no bajó la mirada.

-Yo sé que tú sabes algo, mis nietos no han aparecido ni los dos traidores; no sé si quiera si los acompañaron más pero vas a hablar –

-Aunque lo supiera no diría nada, así que pierdes tu tiempo –el silencio se extendió en el salón del trono, con solo una batalla de miradas entre el rey y su hija; ambos recios a ceder.

-Te creo hija… pero necesitas modales, y pagarás por tu insolencia –miró a sus guerreros a los costados asintiendo como una orden –azótenla en la plaza, que sirva de ejemplo para los demás-.

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Muy apenas cruzaron el bosque negro, el ambiente se había vuelto muy pesado; al menos desde que los más viejos de la compañía lo recordaban. Aunque su hogar fueran las montañas se sentían a las plantas enfermas, escasos animales y alimañas asquerosas se paseaban libremente por los troncos ennegrecidos.

Pasaron algunos días escondidos dentro del bosque en los que Gandalf iba y venía sin decirles más; los príncipes no objetaron, e incluso Balin que era el que más porte de líder tenía estaba demasiado débil aún debido a que casi moría por inanición; todos estuvieron temerosos sin conciliar el sueño sintiendo pesadas miradas rojizas en el follaje; los arboles ocultaban la luz del sol por lo que era difícil saber si era de día o de noche.

Pero después de lo que para ellos fue una eternidad, consiguieron salir de ahí llenando sus pulmones de aire fresco. Sus energías se renovaron luego de la primera calada de aire con sabor a hierba y humedad.

-Aún nos falta camino por recorrer, si queremos salvar la montaña debemos apresurarnos. No más retrasos –dijo Gandalf montándose al caballo siendo seguido por los ponis que cargaban con los enanos. Balin se encontraba mejor, jugueteando ahora con la navaja que los príncipes le habían lanzado durante su rescate.

-Príncipe Fili –llamó captando la atención del enano rubio –esto le pertenece –aun cabalgando, el rubio miró aquella afilada cuchilla con relieves en el metal y un rubí en el mango. Ciertamente era un arma digna solo de la realeza.

-Fue un regalo, nos alegra mucho que estés bien –dijo el enano.

-No puedo aceptarlo su alteza –

-Tendrás que hacer un esfuerzo –una media sonrisa se dibujó en los labios del más joven contagiándola al mayor quien envainó la cuchilla y la guardó en su cinto.

-Me enteré de lo de la princesa… lo lamento mucho –

-Mamá estará bien, es fuerte… yo… solo espero que regresemos a tiempo –dijo apretando las riendas del caballo, lanzó una mirada de reojo a la montaña que ahora se veía tan lejana, ahí estaba su madre peleando por su pueblo y ahora ellos irían para pelear por su pueblo también.

-Haremos una parada breve para descansar, que los ponys recobren fuerzas y obtengamos más comida –

-¿Es un lugar seguro? –

-Es de un buen amigo mío, la cosa es que… tendrán que ser precavidos… no le gustan los enanos –los integrantes de aquel grupo de exploradores retuvieron la respiración como si les hubieran dicho que Melkior había vuelto a la Tierra Media. La cosa se pondría algo recia si lo que decía Gandalf era cierto.

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Guardó solo lo indispensable en una mochila lo suficientemente ligera para que pudiera correr por el camino, aunque seguramente tendría que conseguir un caballo, un reno o un venado; eso ya lo vería después. Lo que le preocupaba era la manera en que le explicaría a su padre lo que pasaba.

Hace apenas unas noches había conseguido audiencia con Mithrandir desde la última vez, no le era ajeno que un grupo de enanos marchaba al oeste con destino incierto para él.

-Supongo que no me dirás entonces lo que sucede –

-Conoces muy bien lo que pasa en las orillas de tu reino, HojaVerde –el elfo solo asintió, aunque quería más detalles del plan que tenía el mago para los enanos –pasaremos por el bosque, y quisiéramos que tu padre no se enterase –

-Mi padre no se entera si la guardia no lo hace; y como la guardia es mi labor no tendrás razones para inquietarte –sonrió soberbio correspondido con una sonrisa amena por parte del mago.

-Thráin ha perdido la cordura, ha encarcelado a su hija, exiliado a su hijo, encarcelado a sus amigos y esclavizado a su pueblo; esa es la explicación más exacta que te puedo dar, el reinado de los descendientes de Durin se debilita con cada orden que da este ambicioso rey; la gente cada vez está más desesperada y sé… que harían cualquier cosa por obtener un trozo de pan… el oro y las gemas preciosas les han dejado de importar al pueblo que habita bajo la montaña –el ceño de Legolas se frunció levemente ante esa afirmación; sabía que las cosas estaban mal pero eso era demasiado.

-Eso explicaría algunas cosas. Cuando me dijiste que fuera a Gundabad no esperaba encontrar una legión de orcos, trolls y fuerzas malignas llenar toda una llanura; se levantan como preparados para la guerra; espero verlos pronto en Rivendel porque las cosas empeorarán con rapidez y no habrá tiempo para fallas –

-Eso es de mi conocimiento –

-Entonces que así sea… Solo una cosa más –dijo a punto de irse -¿Qué están buscando al oeste? –

-Una esperanza, esperanza de que algo pueda mejorar, que encontremos algo que nos salve de la desgracia que seguramente sucederá –Legolas miró hacia el fangoso suelo del bosque.

-Cinco meses, es lo máximo que tardaré en llegar al reino de Elrond medio Elfo, no tarden en llegar –

-Te esperaremos ahí –sin más se retiró.

Un suspiro cargado de frustración le hizo fruncir el rostro con cansancio; escuchaba llorar a los árboles, y el viento gemir entre su cabello como una advertencia: algo terrible estaba por pasar, y tendría que detenerlo.

Salió de la habitación encontrándose un par de pasillos después a Tauriel con una mochila similar en tamaño a la suya.

-¿Ha hablado con su padre, mi señor? –

-No… pero lo haré, le avisaré que nos iremos un tiempo. No le estoy pidiendo permiso, después de todo ya tengo una edad adecuada para valerme por mi mismo siendo elfo –

-Quizá le moleste lo que diré pero tiene que decirle que se irá no como el que guía a sus soldados sino como su hijo. Ambos ya han perdido mucho como para que decidan perderse el uno al otro –Legolas dio media vuelta mirando a la pelirroja quien se sintió un momento intimidada, aunque en la mirada del príncipe elfo se percibía una calidez que tendría cualquier persona enamorada; porque si, sentía algo más que admiración o respeto como capitana por ella. La había querido desde que la vio pelear con veinte elfos a la vez en un entrenamiento.

Tomó su mano y le dio un delicado beso en el dorso de está provocando un ligero estremecimiento por parte de la pelirroja.

-Es mi padre pase lo que pase; solo que ahora no hay tiempo de rodeos… las cosas serán duras y no puedo mostrarme sumiso ahora.

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Beorn, cambia pieles, veía a la peculiar compañía sentada en su comedor con el ritmo cardiaco agitado debido a la inquisitiva mirada del más alto. Gandalf no dejaba del lado esa sonrisa afable como quien se encuentra en un día de campo.

-Déjame ver si entendí: quieres que les dé asilo… a ti, y a un grupo de enanos –

-Eso es correcto, mi buen amigo –

-¿Qué ganaría yo a cambio? –dijo con una voz sombría cruzando sus velludos brazos sobre su pecho.

-Dinos qué es lo que deseas, te lo darémos –dijo Gandalf –podría pagarte de la forma que más te guste, por ejemplo, conozco sobre tu fanatismo por las historias –

-No creo que tengan alguna historia que pueda interesarme –

-¿Qué te parece cuando luchamos en Moria? –dijo el enano más viejo presente.

-¿Moria? ¿Ustedes? –

-Algunos, los más viejos si lo hicimos peleando contra Azog, el trasgo –dijo Balin sentándose en una silla frente a él siendo el que se encontraba más relajado de todos y con las energías renovadas.

-Azog… -dijo con algo de sorpresa y rabia impresa en su voz, tenía recuerdos de ese asqueroso orco tomando a su gente, a tantos cambia-pieles incluyéndolo a él –Ahora estoy claramente interesado –

-Fue el día en que llegó la desdicha a nuestro pueblo; las minas de Moria estaban abarrotadas de orcos y trasgos buscando el tesoro de nuestra gente, ahí la sangre se derramó, nuestros guerreros debilitados a poco de perder la esperanza. Se perdió aún más cuando algo sucedió… Escuchamos un grito de agonía expandirse por las rocas, por el viento. El príncipe Thorin gritó al ver rodar la cabeza de su abuelo por los declives. Como si una fuerza se hubiera apoderado de él, una nueva energía, no dudó en lanzarse al orco quien se mostró arrogante con una grotesca sonrisa en su desfigurado rostro… -las pupilas de Balin se llenaron de aquellos recuerdos mirando a un punto fijo en una esquina de la habitación.

-Me contarán el resto, y me dirán acerca de ese enano Thorin… Tendrá un lugar en mi hogar si tuvo la fuerza de enfrentar a ese malnacido de Azog –de esa manera los invitó a su mesa para preparar un almuerzo para ellos.

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Algo se estrujaba dentro de su pecho; había tenido una acalorada discusión a modo de despedida con su padre, el rey Thranduil. Se había mostrado recio a dejarlo salir pero ya debería entender que tenía más de un siglo vivo, no podía retenerlo como si fuera apenas un infante; menos si era por una buena causa como esa.

Los guerreros que custodiaban la entrada del palacio dentro del bosque negro les proveyeron de víveres y un par de corceles, uno con la crin negra azabache y otro marmoleado con el pelaje tan brillante como lo eran todas las criaturas benignas de ese reino; su semblante estaba ensombrecido y molesto, de eso se dio cuenta su acompañante pelirroja.

-Mi señor… -

-Tauriel, cuantas veces tengo que decirlo –dijo con un tono más tosco del que le hubiera gustado.

-Legolas –pronunció finalmente –si quieres podemos volver, aún hay tiempo para que vayamos a Rivendel, no tiene que ser ahora. Puedes volver y arreglar las cosas con el rey –

-No. Ya no soy un niño ¿Cómo espera que me gane el respeto de nuestro pueblo si no me deja salir del bosque? –

-Se preocupa, y no lo justifico pero… la reina… -

-Pasó hace mucho, casi al final de la segunda era –detuvo el caballo y contempló el boscoso camino que sería el trayecto que deberían tomar por varios meses –no siempre estaré ahí, falta mucho para que tome la corona y no quiero que mi pueblo piense que no soy capaz de defenderlos. Pero si no quieres venir, eres libre de volver –aunque pareciera un reproche, la sonrisa cálida que le dirigió aligeró cualquier frase que dijera –está bien –

-No. No voy a dejarte solo. Vamos, los enanos ya deben estar alejándose al oeste, hay que librar lo más posible su camino. Con orcos y mercenarios de Thráin en el camino procuremos que lleguen a salvo –Ella le respondió la sonrisa y siguieron cabalgando ahora con más velocidad, que casi podría compararse con el caballo más rápido de Rohan.

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Pasaron un par de semanas con Beorn dejando que se recuperaran los enanos del viaje y de su estadía en la montaña desde la llegada del rey; ahora que habían alimentado adecuadamente a los ponis decidieron que era momento de partir, aunque su anfitrión les ofreció llevar borregos cimarrones hasta que cruzaran las montañas mientras él se quedaba con los ponis hasta que ellos volvieran. Se despidieron animosamente del cambia pieles prometiendo volver con Thorin para que fuese él mismo el que le contara las historias.

El viaje se volvió más ameno incluso para el mago que se encontraba renovado al conseguir algo de hierva para su pipa que le ofreció Beorn, entre bromas y anécdotas que terminaban en carcajadas hasta que se escuchó un aullido a lo lejos, un aullido que les caló en los huesos. Detuvieron su andar cuando de una colina salieron tres enormes huargos cargando a sus jinetes en el lomo: orcos.

Todos desenvainaron sus armas preparados para pelear. Pero a la cabeza había un orco especial, uno que algunos d elos más viejos identificaron: Bolgo.

-¡Cabalguen! –

-¿Qué? ¡Pero Gandalf…! –iba a replicar Bofur pero el mago le negó la palabra y a cambio lo reprendió.

-No podemos pelear con Bolgo, si él está aquí significa que trae a más de los que podemos ver –la persecución empezó cuando se escuchó un rugido del capitán orco en su asqueroso idioma. Kili decidió no perder más tiempo, así que tensó el arco hasta su mejilla buscando el momento en que hubiera al menos un lapso en que el cabrito que montaba se detuviera un poco. Las montañas estaban a un paso. Una gran roca se interpuso en el camino del cabrito escalando con un par de brincos dándole a su jinete una mejor visión para disparar dando en el pecho de tres de los jinetes orcos.

Bolgo gruñó sin importarle en absoluto las bajas de su compañía. Ori haciendo un intento por imitar al príncipe moreno utilizó su resortera, pero lo único que consiguió fue dar en la cabeza de un huargo lo suficientemente fuerte para hacerlo rabiar tanto como para que acelerara a punto de alcanzarlo, lo hubiera conseguido de no ser porque Dwalin usó su pesado mazo para derribar al atacante del menor.

Las orillas de la montaña eran resbaladizas y puntiagudas, sin embargo las patas de los cabritos fueron suficiente para mantenerlos lejos de los huargos que en vanos intentos quisieron alcanzarlos logrando solo provocarse heridas tanto ellos como a los orcos.

Gandalf dio una última mirada hacia atrás notando la mirada afilada que le lanzaba Bolgo; algo no estaba bien si él ya se había enterado de que ellos iban al oeste.

La compañía no le tomó tanta importancia, al menos no la mayoría pues Balin y Dwalin se notaron visiblemente preocupados por la presencia del segundo al mando de Azog. Siguieron su camino por las montañas hasta que la zona turbulenta les daba tregua dejando ver solamente nieve.

-Sé que sabes que algo pasa, algo más grande –dijo Dwalin al costado de Gandalf quienes se encontraban a la vanguardia de la compañía.

-Esperarán, Thorin es el primero que debe saberlo –

-Nos escondes cosas, un cuervo fue el que le dijo a Fili, ¿Cómo sabemos que es verdad? –

-Solo podemos tener fe, Dwalin –

-¿Fe? ¿En qué? ¿En no morir decapitados por el rey? ¿En que nos atrapen primero los orcos? ¿Qué hacía Bolgo aquí? –Comenzó a subir un poco la voz llamando de a ratos la atención de los demás.

-Dwalin –reprendió por lo bajo el mago.

-Un ave dijo que mi mejor amigo está vivo, ¿en serio? ¿Quieres que crea eso? No creo en las patéticas historias de los elfos donde Eru les concede sus caprichos –

-Dwalin… -

-¡Ya tuve suficientes esperanzas en que volviera! ¡No quiero pensar que está vivo para darme cuenta de que no es verdad! –la compañía dejó de reir tras ellos creando un silencio incómodo; Fili y Kili se sintieron heridos y enfurecidos a partes iguales ante tal afirmación, ellos lo sabían, ellos estaban seguros de que estaba vivo.

-C-Creo que hay un buen lugar por allá, es buen momento para comer algo ¿no creen? –dijo Bombur queriendo aligerar la situación.

-¡Iré encendiendo una fogata para cocinar algo! –se ofreció Bofur y Bifur lo siguió junto con todos los demás. A excepción del mago, de Balin y los dos príncipes.

-Está vivo, lo sé –dijo Fili con seriedad bajando del cabrito.

-¿Cómo sabes? ¿Lo aseguras porque un cuervo te lo dijo? –refutó Dwalin con agresividad.

-No, solo lo sabemos –dijo Kili apretando en su puño las cuentas de su tío, sintiendo en ellas la esperanza de que estuviera bien. Lo sentía, esa esperanza poco a poco se volvía seguridad.

-Ha pasado más de un año desde que Thorin se fue, solo no quiero que se ilusionen demasiado –indirectamente les dijo que no quería que salieran heridos al percatarse de que no lo estuviera; eso lo notó Balin y Gandalf, pero los menores se mostraron recios a dejar ir esa pequeña chispa de anhelo.

-No lo hacemos, estamos seguros de que lo encontraremos –ambos jóvenes se acercaron al campamento improvisado que ya habían levantado sus compañeros.

-Fili y Kili son tan testarudos como cualquiera de la línea de Durin, así que lo mejor que puedes hacer es apoyarlos –dijo el mago colocando una mano sobre el enano de ruda mirada –no necesitan que alguien les repita lo que su abuelo les ha repetido por meses, simplemente necesitan apoyo –le dijo con voz calma.

Dwalin suspiró mirando a su hermano quien le respondía con una mirada comprensiva, él también extrañaba a Thorin, tanto como extrañó a Frerin al momento de su deceso. Por ello quería confiar en Fili y Kili, no soportaría otra perdida así.

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Estaban agotados del trayecto, estaban a pocas millas de Rivendel pero un enfrentamiento con un grupo de orcos los retrasó más de lo que esperaban. Legolas se encontraba agotado más mentalmente que físicamente, pues en aquel enfrentamiento habían sido casi diez orcos montados en sus respectivos huargos –algunos estaban heridos pero aun así dieron pelea -, y entre ellos se le lanzó uno en especial, su rostro tenía una larga cicatriz desde el ojo hasta la barbilla surcando su labio. Le dijo algo incomprensible muy cerca cuando sus espadas chocaron después de que el príncipe Hoja Verde decapitó a un par de orcos de su compañía.

Alcanzó a entender apenas un par de palabras "elfo" y "muerte", supuso que habría sido una amenaza pero en los ojos del orco pudo percibir más la burla y el desdén por su gente. Estaba tan cansado que no quería pensar en nada en ese instante más que en la hospital con que seguro serían recibidos en Rivendel.

-¡Alto! Digan en voz alta quienes son y que esperan encontrar aquí –tan sumidos en sus pensamientos estaban tanto Legolas como Tauriel que no se dieron cuenta que habían llegado a un campamento de elfos.

-¿Quién eres y como osas hablarme de esa forma? –dijo Legolas de forma soberbia bajando del caballo en un grácil brinco -¿no sabes quién soy? –

-No creo que conociera antes su rostro, así que nuevamente le pido que se identifique –

-¿Legolas? –el soldado escuchó tras de sí a su capitán -¿Legolas, mellon nîn? –dijo un azabache tras la barrera de guerreros.

-¿Elrohir? –el elfo rubio olvidó la anterior disputa y se acercó para estrechar al azabache –Por los Valar, décadas que no te veo –

-Que sorpresa es tenerte aquí, junto con tan bella acompañante –la pelirroja no bajó su porte y apenas le obsequió una sonrisa al elfo que estrechaba al príncipe del Bosque Negro.

-Ella es Tauriel, capitana de la guardia de mi reino –

-Un gusto mi señora –dijo besando el dorso de su mano.

-Lo mismo digo, mi señor –dijo lo más profesional que pudo pero sentía la mirada del azabache clavada en ella junto con una sonrisa coqueta. Legolas rompió el momento tragando los celos que se le acumularon en la garganta con la bilis de ver a su amigo coquetear con ella. Carraspeó la garganta para llamar la atención de su amigo.

-Bueno, a todo esto ¿Qué haces aquí? Creí que estarían en Rivendel –

-Vamos de regreso, hemos ido a Gondor persiguiendo unos mercenarios, parece que algunos se asentaron en Bree hace poco e hicieron estropicios. Atacaron a unos hobbits y un enano, al menos lo que nos dijeron. Cuando se llevaron los cuerpos de esos hombres se encontraron esto en su ropa –Elrohir le entregó a Legolas un pedazo de cuero con garabatos incomprensibles para muchos en él, pero sabía quién podría leerlo.

-Crees que tu padre pueda interpretar estos símbolos –

-Supongo que si, por eso los llevamos. Parece que se estuvieron divirtiendo pues no es lo único que encontramos, esto también –le entregó un pequeño saco de lo que intuyó eran monedas, al abrirlo no le sorprendió encontrar el símbolo de Durin en ellas –no te ves sorprendido –

-No lo estoy; necesitamos donde pasar la noche, en cuanto lleguemos a Rivendel pediré una audiencia con Elrond y les explicaré todo –

-Muero de ganas –dijo con cierto sarcasmo, pues toda esa situación no le hacía nada de gracia.

-¿Legolas? –

-Has llegado justo a tiempo para el reencuentro, mi hermano –dijo Elrohir mirando a su mellizo con los ojos brillando de emoción por ver a su viejo amigo.

-Solo falta Arwen, pero a ella la verás cuando lleguemos a casa –dijo con emoción Elladan invitando a ambos forasteros a pasar a las casas de campaña. Una última mirada cargada de sorna fue dirigida a aquel joven soldado quien se sintió cohibido ante Legolas.

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El ceño del señor de Rivendel estaba levemente fruncido –a pesar de la grácil sonrisa que adornaba su rostro –, aunque no podía decir que fuera por disgusto sino por extrañeza; debía admitir que no era raro recibir cartas de su hijo Estel, incluso que llegara sin avisar porque eso era muy usual. Pero en esta ocasión le enviaba carta anunciándole su llegada, eso si era raro; pero un calor en el pecho lo inundaba, estaba feliz de verlo de nuevo.

La última vez que se habían visto había dicho que andaría con los montaraces hacia tierras salvajes por simple gusto ganándose una reprimenda del medio-elfo quien se mostró preocupado por su nueva empresa a la que decidió encaminarse. Pero después de que le deseó buenaventura en su viaje, Estel le prometió que volvería para ver a sus hermanos.

Un par de golpes en la puerta lo obligaron a salir de sus recuerdos.

-Adelante –

-Mi señor, los jóvenes Elrohir y Elladan han vuelto de su viaje –el medio-elfo ocultó bien su entusiasmo por la "reunión familiar" que tendrían próximamente.

-Ahora voy, preparen una cena digna para su llegada. Seguro estarán hambrientos –

-Sí, mi señor Elrond –dio una leída entre letras algo deformes de la carta que le había enviado Elessar, seguro la había escrito con mucha premura –por cierto, tiene un par de visitas más –

-¿A si? –cuestionó visiblemente extrañado.

-Legolas, príncipe del reino del Bosque Verde ha venido a verlo –

-¡Vaya! Eso sí es una sorpresa –se encaminó por los pasillos al encuentro con sus hijos y la grata visita del príncipe del bosque.

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Pasaron quizás un par de meses para que llegaran a los prados del oeste, olía a tranquilidad y el peligro se sentía lejano para todos. La música del viento chocando con la hierba ayudaba aún más a ese ambiente relajante; habían cruzado Bree con éxito sin mayores complicaciones. Pasaron la noche cerca de una llanura que les pareció idónea para descansar, pero su viaje paso a ser turbulento a poco de llegar a la posada de la que les había hablado Gandalf, solo esperaban que no fuera otro cambia-pieles o alguien que quisiera arrancarles las extremidades.

Al alba los cabritos se mostraron recios a calmarse, se les veía nerviosos y comenzaron a brincar tratando de soltarse de las ataduras.

-¿Qué les sucede? –preguntó Ori, aunque Dori fue el único que respondió todos pensaban lo mismo.

-No lo sé –Gandalf quiso calmar al cabrito más grande, ciertamente un espécimen muy diferente a los demás, pues podía alcanzar casi el tamaño de un caballo. Al cabo de un par de saltos más, sin poder ser controlados se soltaron de sus cuerdas y huyeron por un sendero completamente diferente al que era su camino.

-¿Pero qué les pasó? –se preguntó Nori.

-¿Soy el único que piensa que Beorn nos va a matar por perder a sus animales? –dijo Bofur rascando su nuca sobre el sombrero debido al estrés.

-¿Qué es eso? –preguntó Glóin mirando una nebulosa negra a lo lejos en el cielo, una persona normal pensaría que se trata de algún tipo de nube de lluvia pero conforme se acercaban se escuchaba con mayor nitidez los aleteos de extrañas criaturas negras.

No hubo si quiera que decir, todos comenzaron a correr, esa parvada de aves rompió la perfecta atmosfera del lugar, haciéndola sentir fría, oscura y enferma, como cuando se internaron en el Bosque Negro.

-¡Corran hacia el Bosque Viejo! –dijo Gandalf. Ninguno replicó. Todos huyeron al interior de los arboles esperando esconderse entre el follaje de estos –Los confundirá unos minutos, pero no lo suficiente. Cruzaremos el Baranduin y por lo que más quieran no dejen de correr –dijo Gandalf llegando hasta un puente viejo de madera por el cual todos pasaron apenas tocando el suelo.

No se detuvieron a mirar si los habían dejado de seguir, el mago bien sabía a donde pertenecían esas criaturas "malos augurios, no dejan de venir ni aunque Melkior este lejos" pensó Gandalf buscando aliento de donde pudiera. En cuanto encontraran a Thorin le daría un buen golpe por meterlos a todos en este lío. Pero primero descansarían en una buena posada, seguro que a Bilbo no le importaría en lo absoluto que llegaran doce enanos a dormir a su casa. Al menos eso esperaba, si no tendría que buscar algún buen método de persuasión.

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Ya sé, parece puro relleno pero les juro que esto es importante para lo que viene después. Por ahora los dejo y los leo mañana :3 Aunque no saliera nuestro amado Thilbo el siguiente capítulo vendrá con lo mejor ¿vale?

Nos leemos mañana; espero les haya gustado este capítulo 3

CaocHatsune