Ok ok, sí, lo sé. Tardé más de un mes, pero realmente no se me ocurría absolutamente nada para este capítulo hasta que al fin me quedé sentada por tres horas cuando logré acabarlo xD Espero que les guste, amo todos los lindos comentarios que me han dejado.

Ahora sí, AAAAAACCIÓN.

CAPITULO 14: FANTASMAS ENCARNADOS

No perdieron ni un segundo alejándose a todo lo que sus piernas daban, los primeros en llegar fueron ambos elfos deteniéndose abruptamente al darse cuenta que ahí terminaba el camino en una cornisa que con un paso más los llevaría a una caída libre de varios kilómetros de altura, pensando rápido subieron al pino que se encontraba a orillas de la cornisa. Los enanos, el hobbit y el mago los imitaron ayudados por estos acomodándose en las ramas más altas y gruesas del gran pino. Los últimos en subir fueron los príncipes de Erebor, Fili y Kili siendo levantados con gran fuerza gracias a la pelirroja, mientras que Thorin fue levantado por Gandalf.

Los huargos los cazaban desde abajo intimidando con sus fieros colmillos rodeando el árbol en que estaban. Bilbo miraba hacia todos lados buscando una salida, algo que los ayudase. Arranco una piña del árbol y la arrojó a los lobos solo haciendo chillar a uno por el fuerte golpe.

Ante ese ataque los gruñidos aumentaron, pero esta vez las bestias comenzaron a rasgar con sus garras el tronco. Gandalf en ese instante utilizó la piedra mágica en su bastón para prender fuego a las piñas, entre todos las comenzaron a pasar y las lanzaron a sus agresores, algunos con más destreza que otros.

Los alejaron lo suficiente para crear un circulo de fuego alrededor de ellos, pero entre las llamas emergió una figura albina, el huargo de pelaje como nieve era montado por un fantasma, un demonio que creía extinto, al menos lo hacía Thorin.

-Es imposible… -dijo en un susurro siendo escuchado por todos, Bilbo lo miró confuso pero por la sonrisa satisfactoria del orco se notaba que tenía una deuda pendiente con Thorin –Azog –dijo con rabia fulminando al orco pálido con la mirada.

El tronco del árbol que los resguardaba, debido a las fracturas provocadas por los grandes lobos de los orcos se comenzó a inclinar hacia el vacío. Se aferraron con uñas al pino cuando este colapsó dejándolos suspendidos en el aire apenas aguantando su propio peso; pero eso no impidió que Escudo de Roble bajara la mirada ante su adversario quien lo miraba como si esperara algo del príncipe. Con esfuerzo subió al tronco, desenvainó su espada con claras intenciones de blandirla contra el orco pálido.

-¡Thorin! –gritaba Balin queriendo hacerlo reaccionar pero no lo consiguió, el enano azabache siguió su camino hasta que sus zancadas se convirtieron en trote y luego en carrera para darle alcance.

-¡Thorin, no! –gritó Bilbo resbalándose a ratos, tenía que subir o desollarían vivo a Thorin. Por otro lado el enano no tuvo tiempo de atacar si quiera cuando tenía al imponente huargo contra él, le clavó los colmillos en parte del torax y el estómago sin perforar completamente su piel debido a la condición anatómica de los enanos, era normal que tuvieran la piel más gruesa.

Aun así, un gemido de dolor escapó de los labios de Escudo de Roble al ser lanzado contra el pavimento después de estar entre las fauces de la criatura. El huargo bajó la cabeza anunciando su ataque burlándose al igual que su dueño de la suerte que tendría el enano.

Algunos enanos estaban bien sujetos de los elfos pues sus manos no aguantaron lo suficiente aferradas a la corteza, Legolas no aguantaría más en esa posición, Tauriel sostenía a Ori y a Bofur aferrándose con una mano al pino que se comenzaba a romper aún más. Pero una pequeña figura apareció frente a los ojos del mago, una blanca polilla se acercó a él ofreciéndole ayuda.

Thorin se arrastró hasta topar con una roca sin dejar de mirar obstinadamente al orco pero el ataque no llegó, una espada de resplandor azul se interpuso entre ambos, Bilbo se irguió frente al amenazante lacayo de Mordor con la espada lista para atacar.

-Bilbo… vete… -dijo Thorin con la voz temblorosa, la vista se le nubló perdiendo el conocimiento. Bilbo no se percató de ello, blandió su espada ante la atónita mirada de Azog cuando rasgó el ojo izquierdo de su huargo quien retrocedió adolorido y ciego a medias. Azog tomó su arma siendo detenida por la poca fuerza del mediano que le hizo desviar su gran garrote a un lado. Asestó un corte a las patas del huargo haciéndolo retroceder más. Una orden emitida en tan asqueroso idioma mandó al resto de la manada a atacar a Bilbo pero no lo alcanzaron pues los enanos llegaron con armas en mano repartiendo golpes a diestra y siniestra.

Los huargos estaban en posición de ataque cuando se escuchó el grito de las águilas llegando a socorrer a los viajeros. Legolas se soltó cayendo en el lomo de un águila de plumaje broncíneo al igual que Gandalf y Tauriel, de forma rápida las águilas recogieron a cada miembro de la compañía en sus lomos, alas y garras dejando ahora solo una manada de orcos hambrienta, furiosa y con una necesidad excesiva de caza.

Contemplaron la vista de las nubes y el cielo rojizo del alba, extasiados de tanta belleza después de un trago tan amargo como lo fue esa noche, pero para Bilbo el trago amargo aún no se iba, veía en las garras de una de las águilas el cuerpo de Thorin inerte, no podía percibir su respiración. Se sintió aterrado.

Ya lejos de las Montañas Nubladas bajaron a todos los miembros de la compañía dejando delicadamente a su príncipe heredero reposando inamovible en el suelo. Lo rodearon buscando indicio de vitalidad en su ser, solo fue hasta que abrió los ojos acostumbrándose entre parpadeos a la luz de la mañana que pudo distinguir a todos alrededor.

Fili y Kili le regalaban blancas sonrisas, aliviados de que estuviera vivo; Dwalin le sonrió con perspicacia como si supiera que él no moriría tan fácilmente, finalmente se enfocó en la mirada del mago quien se veía satisfecho y en la del hobbit quien parecía debatirse entre enfadarse o llorar, quizá ambos porque sus ojos estaban acuosos pero su seño estaba tan fruncido que podría romperse su blanca piel.

Bilbo se levantó de su lugar alejándose un poco de todos, limpió sus ojos bruscamente no queriendo mostrarse afectado pero ya era tarde, todos lo habían visto. Se serenó soltando un largo suspiro e inhalando la frescura del bosque nuevamente. Se giró para ver a Thorin siendo ayudado a levantar por sus compañeros no muy seguros si debían debido a las profundas heridas que tenía.

-Bilbo, no tenías que interponerte, pudiste salir herido… y aun así arriesgaste tu propia vida frente a Azog el trasgo para ayudarme, yo… dije cosas horribles allá, cosas que no tenían sentido y no te merecías –acortaba la distancia con cada palabra que decía hasta pararse frente al mediano quien no bajaba la mirada a pesar de que rompería a llorar si seguía escuchándolo –fueron cosas sin sentido que mi inseguro corazón ha guardado por miedo a perderte, sé que es mi culpa y te pido perdón, solo quiero que aceptes mis sinceras disculpas por rebajar tu honor y menospreciar tus sentimientos por mí –lo estrechó con fuerza siendo correspondido delicadamente por el mediano -¿me perdonarías? –Se separó un poco inclinándose para darle alcance a sus labios. Una mano en los suyos lo detuvo.

-No –dijo separándose del enano, lo alejó de él frunciendo el ceño. Se distanció de él dispuesto a bajar de aquella roca donde los habían dejado las águilas.

-¿Qué? –dijo Thorin completamente confundido.

-Dije que no. No te perdono por nada de lo que dijiste ni de lo que hiciste allá arriba –Legolas se veía realmente orgulloso del mediano, Fili y Kili tragaron grueso al ver la mirada escéptica de su tío esperando que no destruyera el mundo o que dijera algo estúpido de nuevo, el resto de la compañía se sumió en un silencio incómodo.

Ese silencio solo fue escuchado por un extraño rugido que hizo eco en todo el valle, claramente era una advertencia de que ahí habitaban osos.

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El camino, contrario a lo que se esperaba, era ameno a pesar de lo que acababa de pasar. Kili y Tauriel conversaban animadamente, era de sorprender pues el corazón del joven enano estaba latiendo a mil por segundo debido a la cercanía con la elfa pelirroja.

Los únicos que no hablaban eran Thorin y Bilbo, el primero aun en shock mientras el segundo esperaba algún movimiento, esperaba que el enano se esforzara más pero no lo hacía, solo se mantenía en silencio.

En su camino se escuchó el sacudir de arbustos y árboles; no era el viento. La tierra vibró bajo sus pies como si una nueva emboscada los asechara, entonces un rugido se expandió en el aire. Estaban cansados, heridos; pero no les impidió correr más rápido que en cualquier otra ocasión. Entre las ramas ubicaron un gran oso pardo que no se veía renuente a atacarlos.

Sorprendentemente el oso estaba muy atrás aún como para alcanzarlos. Todos hubiesen exclamado de asombro cuando Bombur llegó corriendo a la par de los elfos, si no fuera porque estaban a punto de ser devorados. Los elfos no atacarían a un animal que solo estaba defendiendo su territorio y los enanos no estaban con fuerza suficiente para pelear.

-¡Es la casa de Beorn! –exclamó Dori, Thorin no pregunto y Bilbo no quería pensar en nada más que escapar completo de esa nueva persecución. Llegaron a la puerta intentando abrirla hacia afuera casi suplicando a Beorn que les abriera sintiendo cada vez más cerca al gran oso. Thorin pateo la puerta abriéndola de golpe, todos se internaron en la cabaña cerrando la puerta con sus cuerpos hasta que Legolas colocó una tabla de madera para sellarla escuchándose los gruñidos del animal por verse impedido a entrar.

-Eso no era un oso, era mucho más grande –dijo Tauriel respirando agitad.

-Eso mi estimada elfa, es nuestro anfitrión –dijo dándole la espalda a la confundida compañía.

-¿Se ha vuelto loco? –cuestionó Ori.

-No… claramente ha sido hechizado por magia negra –dijo suspicaz Dori mirando mal al mago.

-¡No sean tontos! Visitamos a Beorn, supuse que era obvio que era un cambia pieles –

-¡¿Cómo iba a ser eso obvio?! –Exclamó Fili antes de caer en cuenta de algo -¿Qué es un cambia pieles? –

-Creí que estaban extintos –dijo Legolas sumamente sorprendido –son metmorfos, muy raros en estos tiempos; hace décadas eran muy comunes en las zonas cercanas a Bosque Verde pero… de un momento a otro desaparecieron. Gandalf frunció los labios con tristeza recordando aquellos tiempos donde la oscuridad se comenzó a cernir de nuevo por la tierra. Bilbo se percató de su desasosiego decidiendo cambiar de tema.

-Será mejor descansar para recibir a nuestro anfitrión cuando se haya calmado –dijo el hobbit recibiendo una afirmativa de todos los presentes. Se desprendieron de los cinturones y arneses que sostenían sus armas, se quitaron lo más pesado de su ropa y se sentaron por toda la estancia.

Descansaron el resto de la mañana y parte de la tarde en la acogedora cabaña hasta que se escucharon tres fuertes golpes en la puerta de madera. Nadie se animaba a abrirla, fue Gandalf quien conociendo el temperamento explosivo del cambia pieles decidió permitirle el paso a su propia casa. Se internó el gran hombre de revuelta cabellera mirándolos fijamente a todos.

-Mis cabras de montaña no volvieron, ¿Dónde las dejaron? –dijo con su gruesa voz.

-Les dije que iba a matarnos por perder sus cabras –dijo Glóin mirando de reojo a sus compañeros; entre la compañía Beorn ubicó cuatro desconocidos, dos elfos, un enano y… ¿Qué era eso?

Se acercó imponente al hobbit levantándolo de su ropa con varios agujeros, Thorin tenía una mano en el mango de su espada listo por si intentaba lastimar al mediano.

-¿Tu qué eres? Pareces un conejo –dijo el mayor.

-¡No soy un conejo! Soy un hobbit –dijo altanero como si no estuviera frente a un gigante que lo sostenía fuertemente de su saco como si cargara a un cachorro.

-¿Hobbit? ¿Qué es un hobbit? Son como conejos, supongo –Bilbo iba a replicar pero se abstuvo al pensar que en cierta forma tenía razón. Vivía en un agujero en el suelo, comía muchos vegetales pero en general comía demasiado, sin mencionar todo lo que hacían él y Thorin en su agujero hobbit. Creyó ruborizarse unos segundos antes de regresar su atención al dueño de la cabaña.

-Más o menos, soy un hobbit de la Comarca. Bilbo Bolsón de Bolsón Cerrado –dijo saludando con la mano –a su servicio –Beorn cambió su osca expresión esbozando una ligera sonrisa al ver tan adorable criatura.

-Beorn, Cambia Pieles. A tu servicio pequeño hobbit –dijo colocándolo nuevamente en el suelo junto a Thorin quien lo revisó palpando sobre su ropa para ver si tenía algún moretón extra, Bilbo lo alejó de él delicadamente provocando un intenso dolor en el pecho del enano –Ahora quisiera saber qué pasó con mis cabras –

-Es una historia digna de contar, mi buen amigo –dijo Gandalf con una afable sonrisa –pero antes quisiera presentarte al enano del que escuchaste tanto en nuestra última visita: Thorin Escudo de Roble –dijo el mago señalando con su mano al enano moreno de mirada orgullosa. Se acercó un par de pasos hasta encontrarse lo suficientemente cerca para verlo sin que le diera torticolis.

-A su servicio –dijo Thorin con voz solemne.

-Así que eres tú. Te imaginaba diferente –

-Pues esto es lo que soy aunque no le satisfaga –dijo sin un pisque de decencia.

-Me han contado que estabas en el Oeste ¿por qué? –Thorin frunció el ceño indignado por su entrometido comentario, pero la mirada de Gandalf le dio a entender que debía responder.

-No había nada para mí en la montaña –dijo con recelo.

-¿Un príncipe puede abandonar a su pueblo? –El moreno se tensó no queriendo decirle más al gigante metamorfo, esto lo notó el interrogador rindiéndose por ese día –si no han comido nada pueden abastecerse con lo que quieran de mis reservas, han tenido un viaje muy largo. Me iré a dormir, pueden hacer lo propio en la estancia –dijo encaminándose a una habitación en la esquina dejando a sus invitados con libertad en la cabaña.

-Eso fue muy raro –dijo Oin buscando en los lugares contiguos algo de comida.

-Creí que no saldríamos vivos de aquí –dijo Dori haciendo lo mismo que los demás.

-Es un hombre amable y bondadoso aunque su exterior se muestre diferente –dijo Gandalf –¿no lo demostró por la delicadeza con que trató a Bilbo? –

-Es imposible no hacer eso con Bilbo, no cuenta –dijo Kili burlándose recibiendo una afirmación de todos los presentes.

-¡Encontré carne! –dijo Glóin siendo casi derribado por la multitud de enanos que se le lanzó encima para conseguir un poco de ella también.

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Su estancia se estaba prolongando hasta que llegó el tercer día; estaban tan cómodos que no se querían ir de ahí. En ese tiempo Thorin consiguió abrirse un poco más con su anfitrión; le explicó la situación en la montaña, lo que habían pasado desde que llegó a Bree hace casi dos años hasta su caída en la guarida de los trasgos hace unos días. Beorn se encontraba satisfecho por todas las historias que el heredero al trono de Erebor le había contado. Claro que Thorin omitió los celos provocados por Camelia, la borrachera de Bilbo, todas las noches de amor con su hobbit y la fuerte pelea que había tenido con él.

-Así que Azog los viene siguiendo –dijo pensativo el Cambia Pieles –rodeará esta zona, no se acerca a las colindancias con el Bosque Negro, hay algo ahí que lo mantiene lejos, y mejor así; si estuviera cerca no dudaría en romperle el maldito cuello –su voz se ensombreció –cuando me dijeron que Azog había muerto me llenó de alivio, pero llegaron rumores con el viento –

-Lo sabemos, se están preparando –dijo Legolas.

-Vienen de Gundabad, están listos para pelear –dijo Thorin. Miraba con intensidad al Cambia Pieles dándole a entender lo que quería.

-Bien, pero no me inmiscuiré en esa batalla. Perdí a todos los que amaba por culpa de Azog; él tenía una fascinación por capturar y esclavizar a los de mi especie; le gustaba torturarlos hasta la muerte, él… -miró las fuertes esposas que nunca pudo arrancar de su cuerpo –no me acercaré más a ese orco –

-Entendemos –dijo Bilbo dándole consuelo posando su pequeña mano sobre la contraria que era descomunal en comparación con la del mediano.

-Entonces eres un cobarde –hablaron los celos de Thorin mirando fijamente al Cambia Pieles. Beorn se levantó de su asiento acercándose al enano.

-No me agradan los enanos. Son orgullosos, volubles, siempre creyendo ser mejores que otras criaturas –se hincó frente a Escudo de Roble encarándolo con ira impresa en sus pupilas –pero a los orcos los odio mucho más –concluyó –les daré lo que necesiten para su viaje.

Confirmaron que se irían la mañana del día siguiente, por lo que disfrutaron aún más su estadía. Bilbo curioseaba por la pequeña granja de Beorn acariciando a las cabras y borregos en su corral si temor a las gigantescas abejas que zumbaban a su alrededor. A pesar de su sonrisa su mirada se percibía cargada de tristeza.

-¿Qué lo aqueja, maese Bilbo? –dijo Beorn hincándose a la altura del mediano.

-No es nada, solo cosas sin importancia –

-Tiene que ver con Escudo de Roble –afirmó sobresaltando al hobbit quien detuvo sus caricias haciendo protestar a la oveja –su compañía habla de ustedes cuando no están, se notan preocupados –suspiró Bilbo.

-Solo es una pelea. No sé cómo arreglarlo, me alejo de Thorin y él parece estar bien con ello, no me busca, no intenta nada, solo se queda al margen –frunció los labios con dolor.

-Si está con usted debe ser una buena persona, Escudo de Roble se dará cuenta –

-¿lo cree así? –dijo Bilbo esperanzado.

-Se lo aseguro –

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La noche llegó, todos terminaban de cenar al interior de la cabaña, menos Legolas que aprovechaba para dormir lo más posible, lo consiguió a pesar de lo ruidosos que podían ser los enanos. Por otro lado Kili se mostraba inquieto al no encontrar a Tauriel, supuso que estaría afuera, por lo tanto se disculpó con la compañía para poder levantarse y salir a buscar a la pelirroja. Después de dar un par de vueltas a la cabaña la ubicó mirando las estrellas, si no fuera porque sabía que era una elfa la podría confundir con la mismísima Yavanna.

Le comenzaron a sudar las manos y la respiración se agitó haciendo que su pecho subiera y bajara con rapidez. Al fin se decidió a avanzar hacia la elfa que estaba recostada en un árbol a lo alto junto a la casa de Beorn, el cambia pieles; nunca le gustó trepar árboles, él y su hermano se mofaban de niños diciendo que eran cosas de elfos pero justo ahora se arrepentía de no haber aprendido a hacerlo al menos.

Tan concentrada estaba viendo las estrellas que apenas y escuchó una rama a sus espaldas romperse, vio tras de sí al príncipe moreno aferrarse con las uñas a la corteza del tronco mirando hacia abajo con pánico sembrado en sus ojos; la pelirroja no pudo evitar soltar una risita llamando la atención del enano.

-Vives en una montaña ¿y te da miedo la altura de un roble? –

-E-Es diferente, en la montaña tenemos escaleras –la pelirroja rió más por el comentario haciendo que un ligero rubor se apoderara de sus mejillas –yo… gracias por lo que pasó con los trasgos, y por habernos ayudado a mí y a mi hermano a subir al árbol cuando llegaron los huargos –se sentó en la rama junto a ella solo separados por el grueso tronco.

-Es nuestro trabajo, prometimos a Lord Elrond llevarlos a salvo –

-Claro… trabajo –se sintió decepcionado por su respuesta.

-Aunque… tampoco quería que algo te pasara, fuiste el único de la compañía que nos trató con decencia cuando llegamos; contigo no me sentí sola –Kili se ruborizó completamente rascando su nuca con nerviosismo.

-Es que mi madre dice que a una dama siempre se le trata con cortesía –dijo mirándola de reojo para alcanzar a ver la ligera sonrisa de la elfa, una sonrisa cargada de ternura hacia el enano.

-Me agrada conocer a un príncipe tan considerado, Príncipe Kili –La elfa estiró los brazos con cansancio por aquellos agotadores días peleando y escapando–es una pena que no haya un río o lago cerca de aquí, creo que todos necesitamos un baño luego de todo esto –

-Creo que hay un río que cruza por aquí, no recuerdo su nombre; podríamos ir a tomar un baño –dos segundos pasaron para que Kili se diera cuenta de lo que había dicho -¡Puedes! Quiero decir que puedes ir, sola, por ti misma; no es que quiera que vayas sola sino que si pero… yo no veré nada… ¡Quiero decir…! –Tauriel soltó una carcajada haciendo que el rostro del enano se volviera completamente rojo de vergüenza.

-Quizá mañana podríamos ir, toda la compañía; conmigo a parte por supuesto –dijo Tauriel no queriendo que el joven príncipe se sintiera más abochornado –por ahora es necesario que durmamos –la pelirroja bajó de un salto al césped, sin embargo Kili se alteró de nuevo ante la idea de bajar, así que sin pensarlo saltó pero no llegó a tocar el suelo pues la elfa lo sostuvo en sus brazos atrapándolo en el aire.

-Esto es vergonzoso –una sonrisa victoriosa adornó el rostro de la elfa Silvana quien bajó al suelo al príncipe y se retiró no sin antes darle un beso en la mejilla de buenas noches.

-Que descanses, Kili –se alejó al interior de la casa contoneando sus caderas junto con su cabello, y el enano solo la observó irse siendo portador de una estúpida sonrisa y un suspiro que se llevó el viento.

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Thorin no conciliaba el sueño, y no era por los ronquidos de Bombur, o gruñidos entre sueños de Dwalin, o las patadas que daba Ori a Glóin haciéndolo refunfuñar a pesar de estar dormido. Estaba acostumbrado a ello pero el frio en su cuerpo no le permitía descansar, tenía la necesidad de abrazar a cierto hobbit compartiendo su calidez, sintiendo sus pequeñas manos aferrarse a su pecho. Harto de todo se levantó dispuesto a despejar su mente un rato caminando por los alrededores de la cabaña.

Se sentía terrible por todo lo que le había dicho a su merlar, por todos los Valar ¡es su merlar! ¿Cómo es que sus palabras salieron con tanta facilidad a pesar del veneno que las recorría? Era un enano indigno para un hobbit tan dulce como Bilbo. Creyó ver un espejismo o alucinación al encontrarse con Bilbo recargado en una de las paredes de la casa jugueteando con una bellota, no se debatió mucho, se acercó lo suficiente para ser notado por Bilbo quien solo lo miró un par de segundos y seguido regresó la mirada a su tan "interesante" semilla.

-¿Por qué no estás descansando? Saldremos mañana a primera hora –

-No puedo dormir, y por lo que veo tampoco tú –dijo Bilbo haciendo sonreír a Thorin.

-Sí, no me siento cómodo durmiendo con tanto frio –

Se quedaron en silencio, un silencio realmente incómodo que ninguno se dignaba a romper.

-Lamento lo que dije al salir de la cueva de los trasgos. No era cierto, llegaste cuando mi histeria cambio a rabia al no encontrarte, escuché tu conversación con Bofur y creí que… no era suficiente para ti –Bilbo lo miró atento sin ninguna expresión.

-Thorin, no fueron solo tus palabras. Dices que me amas pero… no lo demuestras como deberías, no ahora; desde que nos embarcamos en esta misión hemos discutido demasiado en poco tiempo, no puedo sentirme protegido o confiado cuando eres tú el que me subestima, quiero que seas el primero en creer en mí, quiero que creas más en mi de lo que yo creo en mí mismo. Dices que me amas pero no puedes creer que yo lo hago ¿Cómo crees que me hace sentir? –Dijo Bilbo con pesar –daría mi vida por ti, ten confianza en eso al menos –Thorin soltó un suspiro queriendo desvanecer el nudo en su garganta.

-Yo no quiero que mueras por mí, me aterra la idea. Desde que apareciste en mi vida a pesar de estar rodeado de gente, si estás tú no me siento solo. Tengo miedo Bilbo –Bilbo lo miró sorprendido –no quiero que te alejes de mí, aunque no te merezco, lo que me haría más feliz que nada sería tu perdón, aunque decidas que ya no quieres verme… –

-Siempre lo tuviste, además, después de todo lo que pasó en este año y medio, terminar lo nuestro por una tontería como esa no vale la pena –el hobbit sonrió del lado –si no quieres que otros me enseñen a pelear está bien, pero tendrás que hacerlo tú –Thorin sonrió.

-Dwalin lo está haciendo bien pero me haría sentir mejor el ser yo quien te ayude. Serás mi compañero en batalla, en mi lecho y en mi vida si aún lo deseas –Como respuesta inmediata el mediano descansó su cabeza en el hombro del contrario.

-Sabes que sí, pero tendrás que seguir haciendo méritos. En lo que concierne a la compañía yo aun no te perdono –Thorin soltó una risa sutil correspondiendo el gesto recargando su cabeza en la de su pareja.

-Me esforzaré, no lo dudes –

-No lo hago –

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El primero en despertar fue Fili, bostezó en alto desperezando sus brazos escuchándolos crujir. Se frotó los ojos con pereza divisando en la puerta al príncipe Hoja Verde viendo divertido por una rendija al patio, Fili se acercó a él buscando que era tan interesante, su sonrisa se mostró aún más grande que la del elfo.

-Sinceramente creí que tardarían más en arreglarlo –dijo Legolas al enano rubio quien asintió.

Al exterior se encontraba Bilbo con la espada en alto, detrás de él Thorin lo guiaba abrazándolo mientras sostenía sus manos entre las suyas. El mediano hacía sus movimientos guiado por Thorin quien no dejaba ni un centímetro de su cuerpo lejos del mediano.

-Es su merlar, no podrían estar peleados mucho tiempo –

-Merlar, ¿ah? He escuchado mucho esa palabra en todo el viaje, ¿Qué significa? –

-Los enanos solo tenemos una pareja toda nuestra vida, es nuestro único, como almas gemelas o algo así. Simplemente solo amarás a una persona por el resto de tu vida. Es muy extraño ver a enanos que se enamoren dos veces –dijo Fili, dejando intrigado a Legolas –cuando perdemos a nuestro merlar pueden pasar varias cosas, nos deprimimos, entramos en cólera, muchas situaciones… eso le pasó a mi abuelo –dijo Fili obteniendo la atención del elfo –consiguió resguardo en el oro y gemas de la montaña, supongo que lo hacen sentir menos solo –Fili se veía afligido, por lo que Legolas puso su mano en el hombro del contrario queriendo transmitirle confort.

-Vamos a arreglar esto –Fili asintió con media sonrisa. Después de eso no dijeron nada, se limitaron a ver la práctica de Thorin y Bilbo justo cuando Bilbo había pisado a Thorin y este soltó un aullido de dolor haciendo que el mediando se abrazara a él pidiéndole perdón queriendo revisar su pie desesperadamente; claramente fue un engaño de Escudo de Roble pues al tenerlo tan cerca lo estrechó entre sus brazos besándole el rostro con ternura, los mofletes de Bilbo se inflaron haciendo un puchero fingiendo molestia haciendo reír al enano frente a él, y al par de chismosos del otro lado de la puerta.

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Esa misma mañana luego de desayunar se dispusieron a irse.

-Les he preparado semillas y algo de carne para su viaje, miel y algo de leche de cabra –dijo Beorn.

-Se lo agradecemos mucho, hemos abusado de su hospitalidad –dijo Tauriel acercándose al Cambia Pieles estrechando su mano.

-Los dejo ir con una condición –dijo Beorn mirando directamente a Thorin –quiero muerto al maldito de Azog –Thorin asintió decidido montándose en el poni que le había prestado Beorn. Todos fueron directo a sus caballos y ponys respectivos despidiéndose por última vez de Beorn antes de partir.

Con estómagos llenos, bien descansados y llenos de comida para varias semanas se sintieron plenos después de tantos contratiempos; Escudo de Roble cabalgó hasta llegar a la altura del mediano quien le sonrió en respuesta, no hubo necesidad de hablar cuando Thorin colocó entre sus manos su segundo obsequio de cortejo: una cuenta. Era una de las cuentas para cabello que usaban todos, muy parecida a las dos que colgaban de dos trenzas en el cabello del moreno. No le dijo que era una de las cuentas que cayeron al ser cortada su barba; representaban mucho para él, ahora se la daría a la persona que representaba su mundo entero.

Bilbo entendió a la perfección tocando el relieve del pequeño aro metálico, entrelazó sus dedos con los de Thorin y guardo esa bella cuenta en el mismo bolsillo donde había guardado el anillo de oro que encontró en las montañas. Un estremecimiento le recorrió cuando al guardar la cuenta tocó superficialmente el anillo. Pero no le tomó importancia.

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Diganme si les gusto, si no les gustó, que sí, que no. Soy feliz con lo que me digan ¡Nos leemos pronto en el siguiente capítulo!

CaocHatsune