Hola a todos, estoy muy feliz de continuar con esto. Perdonen la demora pero pues he tenido algunos asuntos con mi universidad, y problemas internos. Así que mejor empecemos con el capítulo, espero les guste.

¡ACCIÓN!

CAPITULO 15: FORMAMOS NUESTRO PROPIO DESTINO

Las catacumbas de la montaña eran un lugar poco visitado; los guardias no lo vigilaban pero las antorchas siempre estaban encendidas. Era el lugar perfecto para una reunión. Entre enanas y enanos se juntaron en el lugar, muchos en estado anémico, con los ojos hundidos y las barbas quebradizas que apenas podían sostener las cuentas que las adornaban.

Fuertes pisadas hicieron eco en el lugar, la multitud de unos ochenta enanos se movió buscando la procedencia de aquellos pasos, entonces la vieron. Contuvieron el aire al verla, no pudieron mantener la mirada fija en la princesa. Ahí estaba Dís, usando ropas de herrero, su largo cabello negro estaba amarrado en una coleta alta, y ella misma se había cortado la barba a ras de piel; cubriendo su herida en el ojo estaba un parche de cuero que solo hacía su mirada más brava de lo usual.

-Mi señora –dijo con preocupación Maïn hija de Mîn, esposa de Glóin, al ver cojear a su señora percatándose de que sus heridas no estaban del todo sanadas pero no detuvo su andar.

-¿Son todos los que pudieron venir? –preguntó Dís dando una mirada panorámica al lugar.

-Son todos los que aún tienen fe en los descendientes de Durin –dijo la enana con tristeza. La princesa siguió mirándolos a todos.

-Enanos de Erebor; he escuchado lo que se dice en las calles, de mí, de mis hijos y de mi hermano… No son cobardes, y no soy una usurpadora. El oro de nuestro pueblo ha sido tomado por mi sangre pero la que corre por mis venas no es de ladrones como mi padre, es de guerreros dignos, honorables y con amor a su pueblo. Soy una hija de Durin, soy hija de Erebor, de Mahal, hecha de piedra de la montaña igual que ustedes… esto… -dijo señalando su ojo perdido, cicatrices en sus brazos y arrancando la ropa de su torso mostrando sus heridas –me lo ha hecho la tiranía de mi padre, no estoy en su contra como muchos han dicho, no me baño en oro y plata ni disfruto festines frente al trono –muchos apartaron la mirada al ver las dolorosas cicatrices de la princesa.

-¿Pero qué podemos hacer? –dijo un anciano captando la atención de los presentes, Dís reacomodó su ropa –Los guerreros del rey tienen armas arrebatadas de nuestros hogares, la comida que nos nutría ahora surte sus bodegas… No tenemos nada con que combatir al rey ni a sus seguidores –

-Sí, lo tenemos. Doce enanos marcharon al oeste, entre ellos mis dos amados hijos, no huyeron como han corrido los rumores, han ido a buscar al treceavo enano… Thorin Escudo de Roble, mi hermano, aún vive –anunció expandiendo los murmullos inquietos en las catacumbas –fuimos un pueblo fuerte, nadie nos ayudó a ganar nuestras batallas. Nuestra arma será la unión, y solo el miedo será nuestra derrota. Peleen conmigo, tomemos lo que nos pertenece por derecho –El júbilo se expandió por cada enano presente, eran pocos pero con la fuerza de ellos harían que los demás se unieran a su lucha. Con el puño alzado en silencio mostraron su apoyo a la princesa a la que se le nubló el único ojo que le quedaba de lágrimas de emoción.

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Llegaron a un arco de ramas entretejidas. Bilbo sabía que en el interior se encontraba el reino del bosque pero… parecían tierras baldías desde el exterior; miró de reojo a sus compañeros quienes descargaban a los ponys y caballos pues no irían con ellos, no podrían transitar con libertad dentro del bosque, los enanos lo sabían bien pues ya lo habían cruzado.

-¿Qué tan lejos está tu reino Legolas? –preguntó el hobbit.

-¿Por qué pregunta? –

-Es que… este bosque se ve enfermo –dijo Bilbo con la mirada clavada en la espesura de los arboles -¿No será mejor rodearlo? –

-Son millas de distancia, tardaríamos semanas y no tenemos ese tiempo –dijo Thorin, él bien lo sabía pues no había cruzado el bosque cuando se fue de Erebor, sino que pasó por las faldas de las montañas grises, y luego cruzó las montañas nubladas, así que sabía lo largo que sería el rodear el bosque.

No muy convencido, el hobbit se resignó a cruzar la oscuridad de aquel bosque. Un golpe en la espalda le hizo tambalearse.

-Tranquilo Bilbo, ya lo cruzamos cuando íbamos al oeste. Con Gandalf al frente no habrá problema –dijo Bofur con una amplia sonrisa tratando de transmitirle calma al mediano.

-Oh… debí haberlo dicho de camino entonces –dijo Gandalf montándose en su corcel.

-¿Qué haces? –cuestionó Thorin mirando al mago dar vuelta a su caballo al lado contrario del sendero en el bosque.

-Tengo un asunto importante que atender, Legolas y Tauriel harán un buen trabajo guiándolos –pero incluso los elfos se veían confundidos.

-¿No vendrás entonces? –Bilbo hizo un puchero que le hizo sentir una pizca de remordimiento a Gandalf, pero no el suficiente para detenerlo.

-Los alcanzaré en la Ciudad de Valle, busquen al rey Bardo y los veré con él –

-Te esperaremos tres días en Valle, no más. Si no llegas nos iremos –dijo Thorin casi amenazando al mago, pero este solo soltó una carcajada, despidiéndose con la mirada de todos cabalgó a través de la pradera hasta que su figura fue diminuta a la vista. Se miraron entre todos tratando de concordar que iban a hacer ahora.

-Bueno, ya lo escucharon. Lo único que tenemos que hacer es seguir el sendero del bosque. Ese nos llevará al otro extremo y no tendremos que toparnos con nadie en el camino… o nada –dijo Legolas susurrando lo último, pero fue lo suficientemente perceptible para todos.

Se internaron a través de los pálidos troncos y las hojas negruzcas de su follaje, todos los enanos se sintieron enfermos como la última vez que habían entrado ahí; odiaban ese lugar además de la sensación constante de ser vigilados.

Caminaron por horas deteniéndose un par de veces a descansar y comer, encendían fuego solo porque les daba seguridad, no para mantener el calor. Bilbo creyó alucinar cuando más de una vez distinguió ojos rojizos entre la maleza que parpadeaban de forma desigual y los observaban.

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Los enanos pronto comenzaron a sentirse enfermos, a los más ancianos les sorprendió percatarse de que la primera vez que se inmiscuyeron ahí habían sentido el mismo agotamiento que ahora, la diferencia era que antes creían que era por sus heridas y desnutrición; ahora confirmaban que no había sido esa la única razón. No comprendían como los elfos se veían tan frescos cuando ellos a las dos horas sentían que morían de hambre.

La comida se agotó en dos días caminando por el bosque, el agua se acabó al tercer día. Estaban malhumorados, y las cortas horas de sueño no los reconfortaban en lo absoluto.

No distinguían si era de día o de noche, siempre era igual; estaba oscuro y el ambiente cargado de tensión dificultaba que respiraran libremente.

No se escuchaban bromas de los menores, o peleas de los mayores, ni risas de los elfos, todo era demasiado sombrío. Bilbo escuchó su estómago rugir pero lo cubrió queriendo insonorizarlo ya que todos tenían hambre, no se daría el lujo de quejarse ahora. Thorin por otro lado estaba al pendiente de toda su compañía, los veía cansados pero aún de pie, eso fue hasta que Ori se desvaneció al costado de Bombur quien apenas lo sostuvo.

-Necesitamos descansar, Ori no aguantará tanto caminando –dijo Balin.

-Lo que necesitamos es comida y agua, pero todo se ve igual en este maldito lugar –gruñó Dwalin.

Se sentaron unos segundos en círculo en medio del sendero. Tauriel se acercó a Ori sintiendo con su mano la temperatura en la frente del enano.

-Es cierto, necesita agua –dijo mirando a Legolas quien adoptó una pose pensativa analizando su situación.

-Denos sus cantimploras, conocemos perfectamente el bosque; traeremos agua y continuaremos el viaje –dijo Hoja Verde.

-¿Se supone que nos quedemos aquí a esperarlos? –dijo Thorin con fastidio.

-Los foráneos que caminan sin conocimiento de este lugar pueden perderse o peor. Lo mejor es que nos esperen aquí para que no enfermen más –dijo el rubio. Dándole a la pelirroja una orden con la mirada, ambos se internaron en el bosque con las cantimploras de todos los miembros de la compañía.

Kili vio la silueta de la pelirroja alejarse antes de caer dormido.

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No supieron cuánto tiempo pasó, solo que al despertar la oscuridad era más penetrante, y la bruma a su alrededor más densa. Bilbo se levantó sintiendo paranoia nuevamente.

-Chicos… chicos, despierten. Thorin, despierta –dijo acercándose al moreno, Thorin al despertar acarició la mano de Bilbo y la besó, no estaba en sus cinco sentidos.

-¿Qué sucede? –

-Legolas y Tauriel aún no regresan –el resto comenzó a despabilarse al escuchar la angustia en el mediano, principalmente los descendientes de Durin.

-¿Cuánto tiempo ha pasado? –dijo Glóin mirando a su alrededor.

-¿Horas? ¿Días? –dijo Bofur.

-¿Les habrá pasado algo? –preguntó Bifur en khúzdul.

-Si les ha pasado algo entonces no podemos perder el tiempo, hay que continuar –dijo Nori.

-¿Continuar? Debemos buscarlos –dijo Kili al borde de la desesperación -¡No me digan que he sido el único que ha visto esos ojos rojos en la oscuridad! Si les ha pasado algo debemos ayudarlos ¿Qué clase de enanos seríamos si abandonamos a los miembros de nuestra compañía? –dijo el moreno.

-Kili tiene razón, nos han salvado y ayudado desde que salimos de Rivendel –dijo Fili apoyando a su hermano.

-Entonces sigamos el sendero, puede que los encontremos por ahí –dijo Thorin. Todos asintieron y siguieron el sendero.

Lástima que no se dieron cuenta de que apenas habían pasado diez minutos.

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Se había propagado por toda la montaña ese deseo de cambio, de justicia y de esperanza como una pandemia. Dís se sintió orgullosa de que la mayoría estuviera apoyando a la liberación de esa monarquía. Sin embargo había algo que la mantenía intranquila: los guardias. Por lo que sus espías le habían dicho, ellos creían que ella estaba muerta o había huido igual que Thorin y por los sirvientes del rey que este creía que ella seguía en las mazmorras lo que le daba mucho que pensar, porque si no le habían dicho nada a su padre significaba que él no les había dado órdenes de hacerle lo que le hicieron.

Quizá aún le importaba a su padre. Quizá no estaba del todo perdido como se imaginaba.

Esos días se había mantenido escondida en el hogar de Maïn, mientras ella recopilaba información y divulgaba el plan de derrocar al rey bajo la montaña, ella se quedaba en su hogar sanando sus heridas y cuidando del pequeño Gimli anhelando que su familia esté bien y que no tarden en llegar.

Al escuchar cascos de hierro y cotas de malla chocar se asomó por una rendija de la puerta notando como se llevaban a varios enanos encadenados como criminales, pero ¿qué podían hacer? Se veían raquíticos, no pudieron haber hecho algo grave.

-¿Señora Dís? ¿Qué pasa? –preguntó el pequeño pelirrojo jalando de la ropa a la princesa. Ella cerró la puerta delicadamente sin hacer ruido.

-No es nada, solo creí escuchar algo –le obsequió una sonrisa conciliadora, pero esta se desvaneció al escuchar un gruñido proveniente del estómago del menor. Gimli se cubrió el estómago frunciendo levemente el ceño por el dolor que le causaba.

-Tengo hambre –dijo el infante con una voz rasposa que le revolvió el estómago a Dís. Su corazón se encogió de dolor al ver sufrir a su gente de esa manera.

Revisó los almacenes de despensa de la casa pero no había nada, ya no quedaba nada más que hierbas secas. Tomó un ramillete de hierbabuena que se encontró por ahí y se lo dio al niño.

-Mastica esto por mientras ¿sí? Volveré con comida. No salgas, no abras la puerta a desconocidos ¿bien? –Gimli tomó el ramillete de hojas comenzando a masticarlo pero sin tragar, se notaba el disgusto pero obedeció a la princesa. Dís se mostró conforme, así que tomando una capa que colgaba de la pared salió de la casa de incógnito escondiéndose de forma escurridiza de todos los soldados que pasaban.

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El aroma a putrefacción se extendía con cada paso que daban, caminaban sin parar sintiendo los estragos del hambre.

-¡Ya no puedo más! Justo ahora podría comerme un jabalí completo –expresó Bombur.

-Con puré de papas, y pan recién horneado –le siguió Bofur.

-Y una gran pinta de cerveza –dijo Nori de último provocando el gruñido masivo de todos sus estómagos.

-¿Quieren callarse? Tengo suficiente con este maldito bosque como para que ustedes ahora estén provocando a nuestros estómagos puñaladas de dolor –dijo Dwalin con fastidio -¡Así que cállense! –gritó, los tres mencionados bajaron la cabeza arrepentidos hasta que Dori llamó la atención de todos.

-Oigan… ¿y el sendero? –al bajar la mirada se percataron de que pisaban la tierra húmeda del bosque y no el sendero. Dieron vueltas sobre su eje buscando con la mirada.

-No puede ser –susurró Thorin angustiado -¡Sigan buscando! No podemos perder el maldito sendero –entonces la compañía se dispersó buscando el sendero, entre árboles, maleza y alimañas que aparecían.

Buscaron y buscaron pero no encontraban nada.

-No podemos perder el tiempo buscando el camino, seguiremos caminando hacia donde está el sol –dijo

-Pero ¿Dónde está el sol? –dijo Fili.

-No parece que si quiera sea de día –afirmó Kili mirando hacia arriba, el denso follaje no daba mucho que decir.

-Un segundo… ¿escuchan eso? –preguntó Bilbo a los demás, todos guardaron silencio captando una bella sinfonía que venía de lo profundo del bosque, Nori fue el que percibió además el aroma de comida, creyó que estaba alucinando hasta que encontraron una fiesta, con los elfos comiendo y disfrutando.

-¡Disculpen, por favor! –gritó Dori, pero cuando se acercaron más la fiesta desapareció, como si hubiera sido solo un espejismo.

-¿Fue una alucinación? –se preguntó Balin.

-Entonces todos tuvimos la misma. Algo está muy mal en este bosque –dijo Thorin mirando alrededor, sintiendo de nuevo aquellos ojos rojizos parpadeando pero sin quitarles la mirada de encima.

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Cuando regresaron al punto de encuentro no había nadie. Tauriel comenzó a buscar desesperadamente a sus compañeros mientras Legolas no paraba de culparse y enojarse con ellos por no poder acatar una simple orden.

-¿Qué tan difícil es quedarse unos minutos en un mismo lugar? –Susurró con fastidio trepando a uno de los árboles para tener mejor visión, pero seguían sin hallarlos –por favor, que los encontremos nosotros antes que alguien más –pidió a los Valar dando saltos por los árboles seguido por Tauriel.

-Están hambrientos y sedientos, no debieron ir muy lejos –

-Subestimas a su raza, es más su terquedad que su sed o hambre –La pelirroja se detuvo en seco.

-¿Crees que debimos decirles sobre el arroyo? –al príncipe le recorrió un escalofrío.

-Debemos encontrarlos rápido -

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Encontraron un arroyo en medio del camino, imposible de cruzar a pie. Y no parecía haber ningún puente o sendero alterno.

-¿Creen que esté muy profundo? –preguntó Fili hincándose frente al agua. Sabía que a los demás se les hacía agua la boca por beber un poco de esa agua pero algo no le parecía bien de ese lugar.

-El agua esta mohosa, tan negra como chapopote. No toquen el agua, tendremos que cruzar por otro lado –dijo Bilbo, se inclinó sobre el agua inhalando el olor putrefacto del agua comenzando a sentirse mareado.

-No hay otro camino, cruzaremos por aquí, podemos aferrarnos a las raíces gruesas que cruzan el arroyo –ordenó Thorin, tomo a Bilbo por la cintura –tu irás primero, eres el que menos pesa de nosotros –aunque ninguno estaba convencido, el hobbit se armó de valor y aferrándose a las raíces comenzó a saltar por ellas prendándose con las manos cuando sentía que iba a caer. Estando ahora más cerca del agua el mareo aumentó, el agua tenía algo muy malo.

Al cruzar el arroyo, a duras penas se levantó después de recomponerse arrodillado en el suelo dando grandes caladas de aire que no eran de mucha utilidad.

-Algo… no va bien ¡No crucen! –pero ¡oh sorpresa! Todos ya estaban en trayecto hacia su lado del bosque. Bufó con disgusto al verlos a todos aferrados a ramas y raíces no queriendo tocar el agua. Thorin llegó antes que los demás cargando su espada y el arco de Kili consigo, suspiró cansado pero su mirada se clavó en un siervo, albino y de pelaje reluciente. Bilbo siguió su mirada encontrándose con aquella bella criatura, sagradas en los bosques, su sonrisa al ver al venado se desvaneció cuando se percató de como Thorin tensaba el arco -¿Qué haces? –dijo con voz pasiva.

El venado se acercaba, pero en segundos el moreno terminó de tensar la flecha en el arco apuntando al animal, este salió huyendo consiente de lo que haría el enano. La flecha no le dio pero aun así Bilbo sostuvo la respiración.

-No debiste hacerlo, eso trae mala suerte –regaño a su amante, pero este parecía sumido en otro plano.

-No creo en eso Bilbo. Formamos nuestro propio destino –

Preso del mareo y el cansancio, Bombur se desvaneció cayendo al agua noqueado completamente. Al cruzar todos lo sacaron del agua con mucho esfuerzo, intentaron despertarlo pero no surtió efecto. Tuvieron que cargarlo mientras buscaban la salida del bosque.

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Dís se internó en las cocinas del rey buscando algo de comida, encontró muchas hierbas de olor, agua y algo de pan. Metió entre su ropa un par de hogazas de pan, buscando entre las mesas y alacenas encontró algo de queso y un tomate que también metió entre su ropa. Supuso que eso serpia suficiente para su amiga y su hijo, ella no necesitaba comer ahora.

Las puertas se abrieron obligándola a ocultarse en las sombras, viendo a dos sirvientas llevando los platos sucios de la última cena de los guerreros.

-Ya no puedo más, trabajar así es demasiado –dijo una de ellas.

-Odio a esos malditos, si quieren manosear a alguien que sea a ellos mismos. Nosotras estamos para servir comida no para satisfacerlos a ellos –dijo la segunda con asco.

-Pero ¿has oído? Se dice que derrocarán al rey –

-¡Ja! Claro, y a los guardias que los desaparezca Mahal –

-Yo creo que es cierto, al fin podríamos vivir en paz, como debemos. Sin miedo. Sin hambre. Sería todo como antes –dijo la joven sirvienta.

-Yo no me arriesgaría, escuché a los guardias de las mazmorras hablar. Tienen enanos encerrados por eso mismo, los llaman traidores y si lo ordena el rey no falta mucho para que les corten la cabeza. Deberíamos ser inteligentes y hacer lo mismo que los príncipes y huir; yo lo haría si me hubieran exhibido frente a todos mientras me azotaban al igual que ellos –dijo.

-Me conformo con recibir dos comidas al día –dijo la sirvienta estirándose para escuchar crujir su espalda.

Ambas sirvientas salieron dejando solamente a Dís en el lugar, escondida y aferrándose a la comida que robaba de sus propias cocinas.

Si los guardias se habían enterado eso significaba que había alguien que los vigilaba, alguien que se había infiltrado en sus filas. Decidida a averiguar quién era salió de ahí directo a la casa de Maïn para dejar la comida. Ya después se tomaría el tiempo de encontrar al traidor.

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Se sentaron a descansar unos minutos, pero al hacerlo su entorno parecía girar sobre ellos. Bilbo escuchó voces en la oscuridad del bosque. Bofur se inclinó para recoger algo del suelo.

-Hay más enanos en el bosque, esta bolsa es igual a mi bolsa de tabaco –dijo esperanzado.

-Esa es tu bolsa de tabaco ¿no lo ven? Caminamos en círculos –dijo Bilbo con fastidio.

-Nos perdimos –dijo Óin.

-No es cierto, vamos hacia el Este –dijo Dwalin.

-¿Pero dónde está el Este? –dijo Balin. Bilbo miró hacia arriba distinguiendo apenas un rayo de luz que se filtraba entre las hojas de colores de los árboles. Ignoró completamente la riña que se desataba entre los enanos quienes ya estaban cansados de todo eso.

No lo pensó más, comenzó a trepar los gruesos troncos aferrándose a las ramas alcanzables de los árboles. Siguiendo ese rayo de luz escuchando de fondo la pelea de los enanos. Consiguió enterrarse una rama en el pie y varios raspones en sus rodillas pero lo consiguió. El sofoco que estuvo sintiendo se fue cuando su cabeza sobresalió del follaje como si estuviera saliendo del agua, inhaló con gusto el aire fresco de otoño. Después de tanto pudo ver el atardecer rojo como sangre, hermoso sobresaliendo de las colinas y montañas.

-¡Veo un río! –Anunció –y también un lago… ¡Ahí está! ¡Es la montaña, ya estamos cerca! –Sonreía tanto que sus mejillas podrían romperse -¿Chicos? ¿Me oyen? –exclamó. Tomando una última calada de oxígeno descendió por las ramas, ya no escuchaba nada abajo, ni los gruñidos de Dwalin, ni quejidos de Kili, Fili o de Bofur. Ni si quiera los gritos de Thorin.

Al prenderse de una rama sintió algo pegajoso en su mano, creyó que era sabia pero se sentía como un conjunto de hilos pegajosos entremezclados. Al soltarse de la rama una vibración se expandió por el bosque pero no le tomó importancia, Dio otro paso en la siguiente rama resbalando del árbol, cayó un par de metros hasta que su brazo quedó atorado en esa misma sustancia pegajosa.

Aunque su visión no era tan buena ahí pudo distinguir cuatro pares de ojos que lo miraban insistentemente, conforme esos ojos avanzaban distinguió unas largas patas peludas, largos colmillos y un gran volumen detrás: Una araña. La araña chilló tan fuerte que lo habría dejado sordo, pero sorprendentemente lo que se escuchó más fue el grito de Bilbo.

El hobbit cayó de nuevo pero algo blando lo atrapó, intentó levantarse pero sus manos estaban pegadas a la telaraña que lo sostenía. Aquella araña lo interceptó envolviéndolo como capullo. Todo se volvió oscuridad.

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Parpadeó intentando desperezarse, sin embargo todo seguía siendo oscuridad; parpadeo incesantemente queriendo convencerse de que realmente estaba abriendo los ojos. Intentó mover sus extremidades en vano cuando un cosquilleo le recorrió el rostro, encima de la tela algo lo estaba tocando y ronroneaba como un gato hambriento; reunió toda la fuerza que tenía para desenvainar su espada atravesando a lo que sea que lo estuviese tocando. La criatura chilló de dolor escuchándose seguido solo su caída por varios metros. Se quitó la telaraña que le cubría todo el cuerpo torpemente pues su terror era mayor.

Observó a su alrededor encontrándose un gran nido de arañas rodeándolo. Se escondió tras un tronco buscando alguna forma de salir y encontrar a la compañía; entonces recordó su as bajo la manga, o mejor dicho, el anillo en su bolsillo. Al tomarlo en su mano lo apreció unos segundos con la mirada, era una joya simple pero el mediano la veía como algo hermoso, un tesoro precioso para él.

Lo colocó en su dedo anular –el que no ocupaba el anillo de cortejo –y aquellos chillidos provenientes de las arañas se volvieron voces agudas, rasposas, como el pasar de la tiza en un pizarrón.

Cómanlos, píquenlos, que no queden ni los huesos
cúbranlos, tómenlos, tomen su relleno.
Festín, festín, al fin lo tenemos.

Bilbo necesitaba una forma de distraerlas, algo que llamara su atención; así que usando su don para las rimas comenzó a entonar una canción burlona que definitivamente las hizo enojar.

¡Araña gorda y vieja que hilas en un árbol!
¡Araña gorda y vieja que no alcanzas a verme!
¡Venenosa! ¡Venenosa!
¿No pararás?

¿No pararás tu hilado y vendrás a buscarme?
Vieja Tontona, toda cuerpo grande,
¡Vieja Tontona, no puedes espiarme!
¡Venenosa! ¡Venenosa!
¡Déjate caer!
¡Nunca me atraparás en los árboles!

La Lob perezosa y la loca Cob
tejen telas para cazarme;
más dulce soy que muchas carnes,
¡pero no pueden encontrarme!

Aquí estoy yo, mosca traviesa;
y ahí vosotras, gordas y hurañas.
Jamás podréis atraparme
en vuestras locas telarañas.

Las arañas, furiosas por la burlona "mosca" que las retaba buscaron entre las redes y los arboles aledaños pero no encontraban a su presa.

-¿Dónde? ¿Dónde está? –exclamó una sintiendo una aguja invisible atravesarla, la araña se desangraba cayendo entre las redes tiesa como tronco.

-¡La mosca! ¡La mosca! -gritaron las demás -¿Dónde? ¿Dónde está? –exclamaban asustadas.

-Aquí –respondió Bilbo dándoles certeras estocadas con su espada al par de arañas chismosas que se mostraron estupefactas cuando el hobbit se quitó el anillo. Al ver distraídas a las demás arañas aun buscándolo, pudo encontrar a la compañía colgada de las ramas de los árboles envueltos en grandes capullos de telarañas, con poca destreza cortó los hilos que colgaban haciendo que cayeran al suelo húmedo despertándolos de su inconsciencia.

Todos los enanos fueron depositados en el suelo con delicadeza gracias a la manta de telaraña que se cernía bajo ellos; no perdieron el tiempo al quitarse las telarañas del cuerpo, fue Thorin el que al salir del capullo buscó entre todos al mediano.

-¿Y Bilbo? –dijo el moreno. Todos comenzaron a gritar el nombre del hobbit desesperados.

-¡Estoy aquí…! –su respuesta aunque escuchada, fue cortada cuando una araña se lanzó sobre él haciéndole caer del árbol, su anillo golpeo troncos y ramas al caer llenándolo de real desesperación y ansiedad.

-¡Bilbo! –exclamó Thorin al verlo caer donde ya no podía verlo. Impertérrito sacó su espada listo para atacar a aquella alimaña que se había atrevido a lastimar a su merlar, pero no llegó muy lejos; el resto del nido de arañas los rodeó y atacó sin miramientos.

Una gran y gorda araña se lanzó de un salto a Bombur cayendo sobre él, el enano pelirrojo apenas podía detener los colmillos del arácnido con sus manos, fue cuando todos rodearon a la criatura tomando cada uno alguna pata tirando de ella hasta que se las arrancaron.

Una gran multitud de alimañas arácnidas se hacinó alrededor de ellos, siéndoles casi imposible derrotarlas a todas si no fuera porque llovieron flechas sobre ellas; los enanos miraron a sus salvadores solo para percatarse de que eran otros enemigos. La guardia del bosque negro había llegado acabando con las arañas pero al hacerlo terminaron apuntándoles a ellos con sus flechas y espadas.

-¿Por qué siempre terminamos así? –dijo Óin con fastidio. Los elfos los miraban como si las arañas fuesen mejor compañía que ellos.

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Bilbo se levantó del suelo con un terrible dolor en la cabeza, la araña a su lado estaba muerta debido a la larga caída; el hobbit se sintió en deuda con ella pues lo había salvado de morir impactado contra las gruesas y duras raíces de los árboles.

Recordó su anillo caer, entonces la ansiedad lo atacó nuevamente como si de una droga se tratara. Buscó exasperado la joya de brillante oro ubicándola junto a una roca; se sintió aliviado por segundos, bajo esa roca emergió una figura más parecida a una larva que a una araña, era pálida y de esqueleto viscoso, con sus patas golpeó el anillo provocado una ira incontrolable en Bilbo.

Se lanzó sobre ella y la apuñalo repetidas veces sin estar satisfecho de la sangre pálida que salía de la criatura. Dejó de apuñalarla solo cuando notó que no movía más su cuerpo.

-Por los Valar… -se dijo retrocediendo, dejó la espada clavada en el cadáver de la criatura. Se arrastró de espaldas hasta chocar con la corteza podrida de un viejo árbol –No puede ser… -no podía creer que él había matado de esa forma a una criatura; no era lo mismo que cuando lanzó una piedra a aquel arquero en Bree, esto era diferente. Lo había hecho con saña, casi disfrutando los chillidos de la pequeña araña; hasta ese instante notó que había tomado el anillo después de matar a la araña, o tal vez antes, en realidad no recordaba.

La respiración se le aceleró e intentó silenciarla cubriendo sus labios con la mano, en ese instante no le importaba la sangre en sus manos ni el fango que se había pegado a su piel.

Gritos lejanos en élfico lo sacaron de su trance. Se levantó sacando la espada de la araña muerta, guardó su anillo y corrió buscando esos gritos que se percibían furiosos.

Llegó a un espacio abierto entre los árboles dándose cuenta que ahí estaban sus amigos, estaba Thorin; estaban siendo encadenados por un grupo de elfos de plateadas armaduras con un emblema de hoja que cubría gran parte de su pecho. Sintió lágrimas a punto de desbordarse al ver a Thorin gritándole a los elfos que lo soltaran, halando las cadenas y buscando a su alrededor. Sabía que lo buscaba a él, pero no les serviría de nada estando capturado al igual que ellos. Se puso el anillo y los siguió a donde los llevaban los elfos.

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En ese punto podría decirse que estaban histéricos; no encontraban a los enanos y el anochecer se aproximaba, calculaban unas cinco horas máximo. Solos no sobrevivirían al resto de criaturas oscuras que se infiltraban en el bosque a diario; así que balanceándose y trepando por los árboles solo se detuvieron al verse amenazados por flechas y lanzas.

-¡Príncipe! –Exclamó más de uno -Capitana Tauriel, es grato verlos de regreso –dijo el guerrero.

-Es bueno volver, pero no nos quedaremos mucho tiempo –dijo –buscamos a… -el soldado lo interrumpió, pero eso no molestó al príncipe, estaba más preocupado por la seguridad de los enanos que de una simple ofensa sin importancia.

-¿A los enanos? No tiene que preocuparse, los hemos capturado por usted –dijo con orgullo pero eso solo alteró más a Legolas, si los habían atrapado eso significaba que su padre ahora era conocedor de su travesía.

-Necesito que me lleves a ellos –

-Los han llevado a las mazmorras del palacio –dijo el guardia confundido por el miedo impreso en el rostro del rubio.

-Entonces llévame a hablar con mi padre, ahora –ordenó, los soldados no se negaron a su petición.

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-Ada –pronunció Hoja Verde cuando llegó con caminar altivo hasta el trono de su padre, decorado por bellas ramas que se enroscaban como enredaderas en dicho trono. Thranduil le miro como quien ve a una gema preciosa, algo que no pasó desapercibido por el príncipe. Tenía que admitir que también lo había extrañado.

-Mi pequeño Hoja Verde –una sutil sonrisa adornaba su rostro, sus brazos se tensaron queriendo abrazarlo pero se reprimió.

-He vuelto, pero no para quedarme… al menos no por ahora –dijo poniéndose de rodillas como cualquier súbdito haría, por lo que el rey elfo contuvo la respiración esperando a lo que su hijo tuviera que decir –me han informado que tomaste cautivos a varios enanos en el bosque –

-Mis hombres me informaron, sin embargo no tengo interés en averiguar de quien se trata. Lo que me intriga es ¿por qué a ti si? –Legolas inclinó la cabeza para evitar mirar a su padre, no quería pensar en lo confundida que estaba su mirada ahora y lo furica que se pondría en dos segundos cuando le dijera lo que pasaba.

-Tengo esa información para ti. Has capturado a Thorin hijo de Thráin, y a su compañía de la cual yo formo parte; he prometido a Lord Elrond que me aseguraría que llegaran a salvo a Erebor pero… en nuestro camino ellos se han sentido enfermos, el ambiente en el bosque los afectó y desorientó por lo que los perdimos de vista hasta que nuestros soldados los encontraron –hablaba rápidamente para evitar lo más posible el reproche que le daría su padre –te pido que los liberes –y el rey quedó mudo.

Se prolongaban los segundos en un silencio incómodo hasta que por fin el rey habló.

-¿Fuiste solo? –

-No, yo… le pedí a Tauriel que me acompañara –cayó en cuenta de lo que había dicho –ella solo siguió mis órdenes, yo le pedí que fuera conmigo –se levantó mirando a su padre escalones inferiores a donde estaba el trono.

-Ya veo –miró a los guardias en la entrada –Guardias, quiero que apresen a la capitana de la guardia Tauriel para ser juzgada por insubordinación –

-¡No! ¿Qué? No puedes hacer eso –rugió Legolas apenas conteniendo su ira.

-Soy el rey, ella es la capitana de la guardia y me sirve a mí. Despojen al príncipe de sus armas y que lo recluyan en su habitación –fue tan espontaneo que apenas notó cuando los guardias le arrebataban sus armas sintiéndose desnudo sin ellas, lo tomaron de los brazos arrastrándolo a la puerta –Es mejor que pienses en lo que has hecho –

-¿Me estás enviando a mi habitación? ¡Soy un elfo adulto, no puedes hacer esto! –

-Puedo y lo haré. Soy tu rey y soy tu padre. La entrada de sus aposentos serán vigiladas día y noche, nadie cruzará esa puerta sin mi permiso –ordenó dándole la espalda a su hijo.

-¡No lo entiendes! ¡Estas arriesgando a la Tierra Media! ¡Escudo de Roble tiene que regresar a la montaña! –

-Entonces mi charla será con él, tú no saldrás de esa habitación hasta que reflexiones sobre tus acciones –Las puertas se cerraron escuchándose a lo lejos los gritos de Legolas exigiendo a su padre su libertad.

Los guardias lo lanzaron sin delicadeza a su habitación haciendo que trastabillara casi cayendo al suelo. Cuando intentó salir las puertas se cerraron en su cara siendo esta la receptora de su cólera descargada en cada puñetazo y patada que le daba.

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Tauriel era arrastrada por los pasillos de las mazmorras sostenida de los brazos por sus compañeros de batalla. El más joven de nombre Aëndril le transmitía una muda disculpa con la mirada mientras el otro, Udwen parecía que se burlaba. La metieron a la celda donde casualmente se encontraba Kili, al verla sintió un torrente de sentimientos que iba de la felicidad de verla a salvo a la rabia contra aquellos que la habían metido ahí.

-Nosotros no debemos estar aquí, el príncipe Legolas nos dio órdenes –exigió la pelirroja.

-Pues entonces deberías saber que sirves a tu rey, no a su hijo –ambos guardias se retiraron revisando el resto de las celdas. Tauriel se deslizó por la pared hasta aterrizar en el frio suelo de piedra. Miró frente a ella a Kili dándole cierto alivio.

-Realmente son impredecibles –dijo con reproche la pelirroja, estaba molesta porque los enanos no habían seguido sus órdenes de quedarse ahí, pero le alegraba que estuvieran a salvo.

-No podemos quedarnos quietos si es lo que estas insinuando –Tauriel sonrió del lado como respuesta.

Cambiaron la dirección de sus miradas al exterior cuando escucharon una reja abrirse.

-El rey pide hablar con usted, Thorin Escudo de Roble –Thorin que estaba sentado en el suelo recargando un brazo en su rodilla apenas miró al elfo que le llamaba.

-No tengo nada de qué hablar con tu rey –pronunció con severidad. El elfo por un segundo no supo que hacer o decir.

-Mi rey lo solicita, le suplico que salga de la celda –Thorin no se levantó hasta pasados algunos segundos extendiendo los brazos para que le pusieran las cadenas. Caminó frente al elfo mirando a sus compañeros intentando calmarlos. Conocía a Thranduil desde hace siglos, aunque era petulante, y poco diplomático, no era de los que mandaba a matar a cualquiera que entre a su bosque.

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Thranduil miró fijamente al enano que llegaba encadenado ante él, no lo recordaba como un pordiosero; la última vez que se habían visto fue cuando su abuelo le había negado las gemas blancas de luz de estrella que pertenecían a su pueblo –según él –Thorin a pesar de esto no bajó la mirada en ningún momento.

-Me informaron que se inmiscuyeron abruptamente en un festín en el bosque –Thorin no respondió –Alteraron a los invitados –

-No buscábamos pelear, pedíamos ayuda porque nos moríamos de hambre –dijo orgulloso como siempre.

-Ya veo, no es sorpresa. No deberían ofenderse pues cualquiera los habría confundido con pordioseros –

-No vengo a pelear, pero si solo buscas ofender a mi gente entonces obtendrás más que simples insultos de mi parte –Thorin pensó en lo orgulloso que se sentiría Bilbo si lo viera actuar con tanta diplomacia; diplomacia claro, a su estilo. Thranduil esbozó una sonrisa lobuna.

-Y yo no busco ofenderlos en lo absoluto. Me han dicho que lo que buscan es llegar a Erebor, y ciertamente te ves más listo que cualquier otro de tu linaje; por lo que te ofrezco mi apoyo con dos condiciones –Thorin lo miró inseguro pero aun así aceptó escucharlo.

-Te escucho –

-Te ayudaré con comida, ropas y armas para ir a Erebor. A cambio quiero que alejes a mi hijo de esa compañía tuya –Thranduil estaba dando condiciones demasiado simples, por lo que supuso la segunda condición era la que realmente lo haría rabiar –y… quiero aquello que me pertenece por derecho: las gemas blancas de luz de estrella que resguarda la montaña –Thorin sonrió más con sarcasmo que con conformidad –un favor por un favor. Te doy mi palabra. De un rey a otro –

-Te atreves a pedirme favores. A querer robar patrimonio de mi gente… ¿Cómo puedes? Así que este es el gran rey Thranduil que enfrentó dragones en la segunda edad ¡Tú no tienes derecho! ¡Ningún derecho sobre lo que hay en la montaña! Sabes lo que pasa en la montaña y decides quedarte aquí sentado como un cobarde cuando no conoces el verdadero dolor, solo le das la espalda a tus amigos –su rostro se compungió de pura cólera -¡Tu careces de todo honor! Miserable elfo traicionero, venenosa serpiente. ¡Te puedes hundir en la miseria y toda tu gente contigo! –le gritó en khúzdul. Thranduil lo miró con ira mal contenida.

-No te atrevas a decir que no conozco lo que es el dolor. Tu eres el que no ha sentido el aliento de dragón quemando tu piel, se bien lo que es el dolor y la ruina. Si no escucharás entonces no me dejas más opción –le dio la espalda permitiendo que sus guardias lo sostuvieran encadenándolo de nuevo –tienes mucho parecido con tu padre, ambos testarudos y orgullosos. Entonces que tu destino sea el de él, muere solo en la oscuridad. Si cambias de opinión aquí estaré, ¡puedes quedarte cien años en esa celda, será solo un suspiro para mí! –

No hubo trato entre la realeza enana y la elfica esa tarde.

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Pasaron un par de días; para los enanos parecieron semanas. Pero Bilbo lo sabía bien mientras robaba comida de la cocina, y se escondía buscando a sus amigos. Era un reino enorme que difícilmente recorrería en esos días, tenía que pensar en un plan para no perder más tiempo del que ya estaban perdiendo. Entre los pasillos escuchó un grito iracundo dentro de una habitación junto con el crujido de algo que se rompía al estrellarse contra la puerta.

-¡Maldición! –exclamó aquella voz, era Legolas. Bilbo se quitó el anillo después de revisar que se encontraba solo en el pasillo.

-Legolas, ¿eres tú? –preguntó con precaución.

-¡Bilbo! ¿Cómo escapaste? –

-Yo no estaba con ellos cuando los capturaron, los seguí pero no los he encontrado, ¿Quién te ha encerrado como criminal? Es tu reino ¿no? –dijo Bilbo completamente indignado.

-Mi padre no está feliz de que esté aquí la compañía, ni que yo sea parte de ella. A ellos los llevaron a las mazmorras, yo sé dónde están. Mejor ve a buscar las llaves, siempre están en las bodegas inferiores por lo que tienes que ser discreto –

-Espera, te ayudaré a salir –dijo el mediano.

-¡No hay tiempo! Ve a buscar las llaves, te prometo que saldremos de aquí hoy, yo escaparé de aquí, tú ve a buscar las llaves y te veré en las mazmorras. Están bajando las escaleras centrales del reino dos niveles debajo de la corteza de este árbol.

-Bien –asintió Bilbo, caminando silenciosamente rumbo al lugar indicado por el príncipe rubio.

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Bilbo se escabulló invisible ante todos entre los pasillos del palacio buscando las llaves que sacarían a sus amigos del calabozo, buscó en cada habitación y mazmorra después de haber encontrado a Legolas recluido en su habitación. Agradecía al menos que los elfos fueran terribles como carceleros, pues no eran crueles, les llevaban suficiente comida cada día pero eso no evitaba que estuvieran perdiendo valiosos días capturados ahí.

Llegó a un cuarto oculto entre pasillos, no tenía una entrada ostentosa como las demás en el palacio, sino que al parecer si intención era pasar desapercibida. Escuchando la fuerte música a lo lejos de la festividad que se desarrollaba en el salón principal entró a aquella habitación más por curiosidad que por deber.

Estaba oscuro y solo era iluminado por el reflejo de las estrellas entrando por el tragaluz del techo que rebotaba del agua cristalina de una pequeña fuente en el centro. Se acercó cautelosamente quitándose el anillo inconscientemente, al estar al borde de la fuente se encontró con una inscripción en la circunferencia de esta en sindarin.

Varda, reina de Arda. Iluminadora de estrellas. Vairë la tejedora de destinos porque toda Arda se somete a sus palabras, pues nadie se salva del destino escrito.

Tradujo en su mente, tocó el borde de la fuente incrementando la luz que desprendía. Dentro de la fuente como si fuera un reflejo apareció una leyenda, o una profecía; Bilbo no podía discernir fácilmente.

"El linaje directo de Durin se extinguirá, la sangre del rey del trono de piedra tallada desaparecerá sin la intervención de los hombres, los mortales sin destino escrito. Y el mal se expandirá serpenteando entre la tierra escondido a la vista de todos en la tierra. Y el suelo retumbará, el cielo se teñirá de carmesí. El destino de la Tierra Media estará a disposición solo de un ser que porte la joya del sirviente incorpóreo de las sombras"

Bilbo estaba confundido, asustado y alterado a la vez. No entendía quién era aquel sirviente de la sombras, lo único que entendía es que debía salvar a Thorin, Fili y Kili. Si eso era cierto entonces él no lo permitiría, no le importaba eso del destino… Thorin ya lo había dicho: "Formamos nuestro propio destino", y que lo perdone Vairë, la tejedora, pero no permitiría que el amor de su vida muriera solo porque así lo ha escrito.

La puerta principal crujió, se alejó de la fuente y se ocultó en las sombras colocándose nuevamente el anillo. Vio el lento andar de un elfo de bellas y brillantes vestiduras, al ver aquella corona de ramas entrelazadas entre sí solo un pensamiento llegó a su mente: el padre de Legolas. Tras él iba su consejero pues no dejaba de discutir con él en su lengua natal.

-Si me permite, creo que el príncipe Hoja Verde al desacatar una orden del rey merece un castigo al igual que sus acompañantes

-Si vas a decir estupideces mejor no quiero oírlas –sentenció Thranduil con rudeza.

-Mi señor, sé que es difícil pero el príncipe nunca se había comportado así ¿No cree que sea obra de los enanos?

-Conozco a Thorin hijo de Thráin desde que era un infante, dudo que los enanos tengan al menos un mínimo conocimiento sobre magia como para manipular a mi hijo. Solo está confundido, su capricho le durará un rato y luego pasará. Ahora retírate –su siervo frunció los labios conteniéndose a decir algo más, resignado se inclinó con respeto retirándose del lugar.

Bilbo lo miró un rato más, y aquella mirada de guerrero que le había lanzado a su subordinado cambió en dos segundos para volverse cansada, triste y quizá hasta más anciana a pesar de que el rostro del elfo no mostraba signos de envejecimiento.

-Quiero verla –le pidió a la fuente tocando el agua, Bilbo se acercó nuevamente inclinándose un poco buscando no hacer contacto con el rededor de la fuente, Thranduil al contrario se sentó en el borde de esta haciendo ondas en el agua hasta que se distinguió una silueta y paulatinamente una imagen. Era una hermosa elfa de cabello como hebras de plata, y unos ojos esmeraldas que resplandecían como la primavera llegando al mundo, en todas era diferente. Bailaba, cantaba, reía, luchaba y en una… una que le permitió ver al mediano una suave sonrisa en el rostro del rey junto con un hilo de lágrimas deslizarse por su ojo izquierdo; aquella elfa cargaba con el rostro resplandeciente lleno de dicha a un bebé, que dormía plácidamente entre sus brazos –Meleth nîn… no sabes cómo te necesito… -

Bilbo lo odió cuando encerró a sus amigos, a su propio hijo entre ellos pero ahora… solo veía a una criatura destrozada por el tiempo, por la nostalgia y el dolor de la pérdida. Él sabía que si perdía a Thorin, su mundo se derrumbaría, cada día le costaría levantarse; fue así como cierto respeto surgió en su corazón por aquel elfo, pues soportar la pérdida del ser amado por tantos siglos es algo que él no toleraría.

Se quedó unos minutos tratando de transmitirle su empatía al elfo aunque este no pudiera verlo u oírlo. Solo estaba inmerso en la imagen de la bella elfa jugando con un pequeño Legolas y su reno.

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Cuando salió tras el rey aun con el anillo puesto para evitar que notara su presencia se desvió por más pasillos y corredores. Entre todo se encontró una gran fiesta, había comida con aromas deliciosos, la música de la orquesta daba lugar a bailes y danzas armoniosas. Todos los elfos bebían, comían y bailaban. No se detuvo suficiente a observar aunque realmente quería, descendió por muchas escaleras hasta llegar al almacén de vino del rey, donde había un trio de guardias aburridos, deseosos de subir a la fiesta. Observó cómo ponían barriles vacíos sobre una trampilla, y con el tirón de una palanca los lanzaban a un río que pasaba bajo el reino.

-Vamos, será solo un rato –dijo uno de ellos.

-Tengo la orden de cuidar a los enanos –dijo mostrándole las llaves que custodiaba, el hobbit sonrió al verlas.

-Están encerrados, ¿a dónde van a ir? –dijo arrebatándole las llaves y colgándolas en una esquina, sin más objeción tomaron del vino de las cavas, primero fue una copa, luego una botella… Bilbo ignoró completamente lo que hacían, tomó las llaves y se retiró silenciosamente a la salida.

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Legolas había encontrado sus antiguos cuchillos de cacería ocultos entre sus pertenencias, recordaba cuando su padre se los había obsequiado cuando era un niño mostrándole como lanzarlas a un blanco. Recordaba con nostalgia como había caído en una de las piernas de los sirvientes y su madre los había sermoneado a ambos. Pero ese no era momento de recordar, debía escapar de ahí.

Miró hacia debajo de aquella torre de tronco donde se encontraba su habitación preguntándose si quizás Húrin había sentido esa imperiosa necesidad de libertad al ser capturado por Morgoth. Clavó uno de los cuchillos en la ventana y se deslizó hacia abajo clavando y sacando sus cuchillos descendiendo por las paredes. Técnicamente no estaba rompiendo lo dicho por su padre, pensó en lo que hizo: no se arrepentía de sus acciones en lo absoluto. Y por otro lado no estaba incumpliendo con la orden dada a los guardias: no escapó por la puerta, sino por la ventana.

Lo que fue una verdadera odisea fue que evitara a los sirvientes, invitados y guardias tratando de quedarse lo más quieto posible para que lo confundieran con las ramas de los árboles o las blancas paredes de tronco en el árbol. Descendió hasta que tocó el piso. Pasó por la entrada principal que estaba bardeada por guardias, no podrían salir por ahí, tenían que buscar otra salida. Con sigilo pasó por corredores y escaleras rumbo a las mazmorras.

Vio a los guardias vigilando sin descanso cada celda del lugar, no sería fácil pasar inadvertidos. Mentalmente empezó a planear si debía noquearlos, distraerlos o engañarlos. Sumido en sus pensamientos le llegó un sobresalto cuando algo chocó contra sus piernas, giró sobre su propio eje viendo al hobbit con el pánico implícito en su mirada, aunque este se esfumó al ver con quien se había topado.

-Legolas, que bueno que escapaste. Encontré las llaves –dijo Bilbo mostrándole el conjunto de llaves.

-Distraeré a los soldados, mientras tú sácalos a todos –

-Correremos a la entrada principal –

-No, está lleno de guardias. Tenemos que buscar otro lugar. La fiesta se desarrolla arriba, así que bajaremos a las cavas –No le dio tiempo a Bilbo de objetar, abajo también había guardias, los había visto cuando tomó las llaves aunque no parecían del todo conformes con quedarse cuidando a los prisioneros.

Legolas se acercó a la entrada, con la soberbia que caracterizaba a cualquier adolescente se plantó frente a los guardias haciendo que estos quedaran congelados.

-Guardias, vayan a la fiesta, me quedaré cuidando a los prisioneros –dijo en sindarin, con el mentón hacia arriba buscaba someter a sus guerreros.

-Mi señor, Legolas. Recibimos ordenes, nos quedaremos vigilando a los prisioneros, no tiene por qué tomar el lugar de sus siervos –dijo uno de ellos.

-Debo insistir, deben estar cansados y hambrientos –

-Mi señor, el rey dio órdenes directas. También se nos informó que usted debía estar recluido en sus aposentos –Bilbo sudó frio ante esa afirmación, definitivamente no se irían de ahí.

-Realmente no quería hacer esto, pero espero me perdonen –Soltó un suspiro mostrándose tranquilo, pero en dos segundos lanzó un golpe directo al rostro del primer elfo y una patada al segundo en el mismo lugar. De un golpe los noqueo dejándolos inconscientes, miró a Bilbo incitándolo a caminar –Despejado –

Sacó la mitad de las llaves de aquel aro metálico y se las dio al rubio. Se dividieron entre las celdas de izquierda y derecha para ir más rápido.

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El joven príncipe enano jugueteaba con aquella piedra con runas grabadas en ella, su hermano se la había dado como amuleto recordando que había sido su madre la que se los diera después de la muerte de su padre. La lanzaba al aire una y otra vez atrapándola, girándola entre sus palmas.

-¿Qué es eso? –preguntó la elfa mirando perspicaz la roca en manos del enano.

-Es un talismán. Quien lea estas runas que no sea un enano, ¡Le caerá una maldición eterna! –dijo dramáticamente sobresaltando a la pelirroja, decidida a no decir nada más solo giró el rostro a otro lado sentados uno frente al otro recargados en sus respectivas paredes –o no, todo depende de tus convicciones; solo es una roca –dijo socarrón sacándole una sonrisa a la elfa. En uno de sus lanzamientos la roca se desvió de su destino para caer a los pies de Tauriel. Esta tomó la piedra observándola detenidamente –es solo el sello de una promesa –

-¿Qué promesa? –preguntó.

-Mi madre nos dio esto después de la muerte de mi padre. Es la promesa de que regresaremos siempre con ella –dijo encogiéndose de hombros, ella se levantó de su lugar para sentarse al lado del enano –se preocupa demasiado, cree que somos impudentes –

-¿Y no lo eres? –dijo con sarcasmo obteniendo una negativa nada convincente del moreno. Le devolvió la roca colocándola en medio de sus manos.

Kili podía escuchar risas y cantos a lo lejos, supuso que estarían haciendo una fiesta por su captura, él no veía mucho que celebrar en esos días.

-Es el Mereth-il Gilieth, el festival de la luz de estrella –dijo la pelirroja como si hubiera leído sus pensamientos. Ambos sentados uno al lado del otro, cerca pero no tanto como para que no pudieran mirarse directamente.

-Siempre he creído que su luz es fría. Tan lejana y remota –Tauriel le miró entre divertida y ofendida.

-Es la memoria... Preciosa y pura. Igual que tu promesa –dijo mirando la piedra con la que jugaba el enano pasándola entre sus dedos –He caminado allá un par de veces–dijo inmersa en sus recuerdos –Pasando el bosque acercándome a la noche –Kili la miró hipnotizado como si viera la piedra más preciosa de Erebor –He visto el mundo desvaneciéndose y la luz clara invade todo el aire –

-Una vez vi una luna de fuego –dijo captando la atención de la elfa –Se alzó sobre el camino de Dûnland ¡Enorme! Roja y dorada cubría el cielo. Ayudábamos escoltando mercaderes de Ered Luin que intercambiaban platería por pieles –dijo inmerso en su historia, contagiando su entusiasmo a la pelirroja, tomamos el camino sur por la montaña a la izquierda y se alzó en el cielo nocturno una gran luna de fuego iluminándolo… era hermosa –conectó miradas con Tauriel quien se veía como una niña ansiosa por escuchar la historia de sus ancestros. No se había dado cuenta lo cerca que estaban hasta ese instante, entonces desvió el rostro.

Conversaron de cosas banales un rato más uno al lado del otro que no escucharon el ajetreo que se desarrollaba afuera por parte de Legolas y Bilbo con los guardias.

-Espero que después de esto, si arreglamos todo puedas ir conmigo a verla –Kili sintió el calor en sus mejillas por lo que prefirió mantener la cabeza gacha para no exponer su vergüenza, sin embargo eso llenó de amor el corazón de la elfa.

-Eso me gustaría –dijo torciendo entre sus dedos un mechón de su cabello sintiendo el rostro ardiendo.

-Creo que no me siento del todo decepcionado de que nos capturaran. Aceptaría quedarme aquí toda la vida si la puedo pasar al lado de tan buena compañía –dijo Kili no sabiendo de donde salían todas esas palabras.

-La vida de un enano es un suspiro para los elfos –dijo ella con tristeza.

-Entonces con un beso yo moriría pero mi esencia se quedaría contigo para siempre –Tauriel se ruborizó aún más mirando al enano quien había cambiado su semblante, se veía serio, recio a rendirse.

-Entonces… -Bien pensó la pelirroja inclinándose poco a poco hacia el moreno, cerraban sus ojos conforme la cercanía aumentaba pero algo sucedió. Se escuchó un fuerte chirrido del hierro contra la piedra. Ambos presos miraron a la salida de la celda notando a Legolas mirándolos fijamente, específicamente al enano con rabia mal contenida.

-Levántense, nos vamos –dijo el elfo dando zancadas a las demás celdas para abrirlas. El enano y la elfa se miraron una última vez. Ella con las mejillas arreboladas salió casi corriendo de ahí, mientras Kili se quedó unos segundos golpeando su cabeza contra la pared.

-Maldito elfo –dijo en khúzdul. El príncipe del bosque tomó las armas que se encontraban resguardadas en una de las celdas repartiéndolas entre los enanos.

Por otro lado, Bilbo seguía abriendo cada reja hasta dar con la más aislada en donde se encontraba Thorin.

-¡Bilbo! –exclamó el moreno corriendo a la reja para ver a su merlar quien le sonrió conciliadoramente. Abrió con rapidez siendo recibido por desesperado abrazo del enano –por Mahal, estas bien… -dijo besando todo su rostro deteniendo sus labios largos segundos en sus labios.

El hobbit olvidó por completo donde estaban al sentir la calidez del beso. Esos días como había extrañado su calor. Se abrazaron más fuerte no queriendo separarse ni un segundo más, ya había sido suficiente tiempo lejos el uno del otro.

-Te dije que puedo cuidarme solo –dijo el mediano.

-Ya no lo dudaré más –dijo Thorin posando su frente en la contraria transmitiéndole lo mucho que había anhelado su cercanía.

-Hey, tortolos. No quisiera molestarlos pero tenemos que escapar de aquí –dijo Kili de mal humor llamando la atención de la pareja.

-Cierto, tenemos que bajar –dijo Bilbo.

-¿Bajar? La salida está arriba –dijo Glóin cruzado de brazos.

-No, no, no. La salida principal está bloqueada, tenemos que bajar –Todos se miraron indecisos –solo confíen en mi –solo bastó esa mirada de cachorro para que todos afirmaran, no muy seguros pero de acuerdo con Bilbo. La compañía descendió por una serie de escaleras hasta llegar a un almacén.

Se detuvieron al ver tres elfos dormidos en la mesa del lugar con botellas en las manos y algunas tiradas en el suelo.

-Estamos en una ratonera –dijo Nori con pánico disfrazado de molestia.

Tauriel miró los barriles, luego la trampilla bajo ellos. Miró de reojo al hobbit quien parecía ver lo mismo.

-Muy bien, métanse en los barriles –ordenó pero todos seguían quietos.

-Hagan lo que dice –regañó Thorin, entonces todos acataron lo que pidió el hobbit, incluso los elfos quienes tuvieron que pegar sus rodillas a su pecho para caber de forma más cómoda.

-¿Ahora qué? –preguntó Bofur.

-Respiren hondo –confundidos pero obedientes lo hicieron. Giraron conforme la trampilla se abría haciendo que cayeran al vacío, o eso parecía desde su perspectiva, comenzaron a flotar en la fuerte corriente del río que cruzaba el reino del bosque. Bilbo se mostró conforme pero algo iba mal… él seguía ahí, ellos no… ahora lo veía como una mala idea. Un cuerno se escuchó anunciando la fuga de los prisioneros, Bilbo se asustó al ver a los ebrios guardias comenzar a despertar; retrocedió su andar sintiendo como sus pies resbalaban por la madera encerada del suelo. Se cayó directo al río siendo levantado por Dwalin.

-Bien pensado, señor Bolsón –dijo Balin. Thorin se veía orgulloso de su merlar.

-Pero no tenemos mucho tiempo, ya han sonado la alarma –dijo Legolas. Al escuchar eso comenzaron a nadar aún más rápido a pesar de que la corriente ya era demasiado fuerte.

La tensión aumentó al ver la guardia de Thranduil seguirlos de cerca lanzando flechas para impedir su huida. Los elfos del rey les cerraron el paso en el río, quedaron atrapados en aquel embudo sin poder salir, fue Kili el que salió de su barril para llegar a la palanca que abría el camino. Se preparó para enfrentar a mano desnuda al elfo que la protegía, sin embargo el elfo cayó muerto al ser atravesado por una espada. Orcos.

-Creí que se habían largado a su agujero –gruñó Dwalin tomando uno de los cuchillos del cadáver del elfo para lanzarlo a la cabeza de uno de los orcos que se acercaban. En ese instante la pelea ya no era entre la guardia del rey contra la compañía de enanos, sino que era de orcos contra ellos.

Los elfos peleaban fieramente con los orcos al igual que los enanos quienes lanzaban cuchillos y rocas a las grotescas criaturas. Cuando Kili vio el camino libre llegó a la palanca listo para halarla pero un dolor le recorrió cada nervio del cuerpo, su pierna se sintió ardiendo como si se estuviera quemando; no pudo reprimir el grito de dolor que se ahogaba en su garganta.

-Kili –pensó más de uno, Thorin, Bilbo, Fili y Tauriel sudaron frio al escuchar aquel grito desgarrador. Pero el moreno no se detuvo, jaló la palanca liberando el flujo del río, sin ver se lanzó al agua cayendo de pura suerte en uno de los barriles, solo en aquel momento pudo ver la flecha rota que tenía clavada en la pierna.

Era una flecha, había recibido peores heridas ¿Entonces por qué dolía tanto?

La fuerza del río les daba ventaja sobre sus agresores, pero las flechas de los orcos no dejaban de llover. Como podían les regresaban sus armas directo a las extremidades o a la cabeza. Bombur incluso había rodado por vía terrestre girando y atacando a los orcos con sus hachas sin dar tregua a ninguno.

El elfo rubio vio un tronco que servía como puente del río, se prendó de él para atacar más fácil a los orcos. No quedándose atrás saltó sobre las cabezas de los enanos apuntando con su arco a los hijos de Morgoth sin fallar ningún tiro. Los enanos no muy conformes gritaron y gruñeron al elfo pero este no se detuvo. Le dio a cada uno de los orcos que se le atravesaban. Cambió de terreno yendo a tierra firme; a punto de perder la cabeza –literalmente –Thorin tomó el hacha de Glóin y la lanzó a la cabeza del orco que iba a atacar a Hoja Verde por la espalda.

Tauriel no se quedó atrás y saltó al ataque de sus enemigos sin piedad. Ambos miraron como ya estaban demasiado lejos para alcanzarlos.

-Príncipe Hoja Verde –dijo un elfo atando a Legolas. Otro par hizo lo mismo con Tauriel –El rey solicita su presencia y la de la capitana Tauriel –dijeron más por compromiso que por otra cosa. En sus miradas se veía como los juzgaban de traidores a ambos.

Los enanos y el hobbit los observaron expectantes, como si fuera solo una trampa y en cualquier momento fueran a escapar. No fue así. Los elfos les lanzaron una mirada de "todo está bien", sumisamente caminaron con los suyos esperando que la compañía pudiera aguantar hasta que se encontraran otra vez.

Kili miró a la pelirroja deseando que no se la llevaran, ella solo le correspondió obsequiándole una dulce sonrisa intentando tranquilizarlo.

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Gracias por leer, solo quisiera pedirles un favor: No recuerdo como se escribía la festividad de la que habla Tauriel, así que si me pueden escribir como es para que lo corrija se los agradeceré mucho.

Nos leemos pronto, los amo. Bais.

CaocHatsune.