FIC
de Historias de Albert y Candy
presenta
Nada Personal
Por Mayra Exitosa
Capítulo 3
El corcel en vez de esperar a que su dueña lo curara se deslizaba sentándose en sus dos patas traseras, imitando al resbalarse y llegando hasta el río, colmando de lodo a Candy y perdiendo así la oportunidad de ser vista por los guardias que ella estaba esperando. - ¡Oh Dios mío! ¡Príncipe!, debiste quedarte arriba, el caballo levantaba su pata herida y hacia un sonido con las trompas para que lo atendiera, después de haberle lanzado lodo a su dueña. - ¡Somos un desastre!, preocuparemos al abuelo, tenemos que caminar por la orilla del río. Albert al ver su dilema y no deseando reírse más se ofrecía a ayudarla, - Permítame, mi caballo se encuentra atado arriba, con gusto puedo dejar que se lo lleve y cuidare del suyo. Candy asustada por estar sola con un hombre, se ponía un poco tensa y respondía, - Lo siento, no puedo hablar con usted, no me lo han presentado señor. Al escuchar eso, William comprendía que era una dama y la frase era de una mujer, no de una niña, por lo que su educación era correcta, ella era la nieta inglesa del viejo Gordon y ya era una damisela, debían presentarla formalmente, más no la habían llevado a él y por lo que notaba no la llevarían.
Candy bajaba su rostro al verse en esa situación y su corcel lastimado. William meditaba que tenía que traer personal para poderla acompañar o dejarla sola hasta que el personal de ella se presentara y le hiciera una presentación necesaria u obligatoria hacia él. Si le decía quién era en realidad, tenía que forzarla a una explicación y comprometerla al estar a solas con él, pero si no había presentación formal, podía ser un trabajador, con todo el lodo que traía nadie lo reconocería, mucho menos si fueran personas del Clan Gordon. - Mi nombre es… Albert y trabajo para el Clan Andrew, permítame buscar ayuda apropiada para que le brinden auxilio a su corcel, madame.
Candy al ver que era un sirviente, sonreía radiante asentía repetidas ocasiones emocionada le daba las gracias, caminado por la orilla del río donde pudiera elevarse de nuevo hasta el camino al castillo Gordon, pero en ese período, él la acompañaba por el otro lado del riachuelo al ser un caballero y no poder dejarla sola, corriendo quizás grave peligro. El dilema y el lodo que los cubría les daba la oportunidad de continuar acompañados sin presentarse formalmente, y sin forzar la situación.
Candy veía como su corcel, se dolía de su pata, pero caminaba despacio. Albert al verlo notaba que podía haber metido la pata en un hoyuelo y solo era el golpe de una mínima caída, así el caballo no estaba herido de gravedad, pero continuaba acompañándola con distancia entre ambos. En el castillo todo el personal estaba preocupado, la señorita Candy no había regresado y estaba desaparecida, molesto el jefe del Clan gritaba a sus chalanes al regresar sin ella. Así todos los hombres del clan subían en caballos azotados con vehemencia y las damas de compañía de Candy subían en un carruaje juntas para ir en su búsqueda.
El largo camino del riachuelo, los hacia conversar de la caída, Candy reía mencionando la ardilla y la mofeta, pero el colmo fue ver caer las manzanas del árbol encima de su cabeza y él reía por como ella lo describía de una manera tan divertida, que él al estar dentro del lodo no había visto todo lo que estaba encima y el ángulo de percepción que ella tenía. - Fue lo más divertido que he visto en toda mi vida. Comentaba ella con un lenguaje de perfecto inglés y educación muy sofisticada. Recordándole a William a su hermosa madre, Katherine Andrew - Me alegro de que haya sido así, porque yo solo vi como su corcel la empujo y la hizo caer después de mí. Ambos soltaron las carcajadas porque en efecto el corcel, parecía haber cobrado venganza por reírse. Ella bajaba su rostro y procuraba no mirarlo, sin embargo, el no podía dejar de observarla, estaba en un transe notando no solo su mirada, sino su nariz, sus rizos y los guantes le cubrían las manos, las botas sus pies pequeños, era una mujer muy hermosa en todos los aspectos, pero escucharla reír con tal libertad era la maravilla de ella, su forma de hablar y el tono de su dulce voz, lo tenían atrapado.
Candy observaba al hombre que reía tan bien, se veía atractivo y hasta parecía un caballero y no un sirviente. Y él la miraba por lo hermosa que aun colmada de tierra húmeda en todo su cuerpo, era toda una mujer y parecía una ninfa de los bosques, una princesa pagana con su tez blanca y su mirada brillante, con sus rizos revueltos y su mirada verdosa como los paisajes escoceses.
Candy llegaba ya cerca al castillo y Albert se despedía con una caravana agradeciendo que aceptara su compañía a distancia. - Joven, es usted ante mis ojos realmente un caballero, muy amable por no dejarme sola, tenía miedo, no había caminado por la orilla de río, jamás sin compañía. - No tiene nada que agradecer madame, fue muy grata su presencia y su amable conversación. Ella se despedía formal y él también lo hacía, observado que ella llegara con bien, y al acercarse más a la espalda del castillo, pensando que él ya se había ido, giro para verlo de nuevo y él la estaba observando, logrando una sonrisa radiante, mientras que ella se ruborizaba por haber girado, cuando no debía haberlo hecho, para mirarlo de nuevo, mostrando interés por él.
El bajaba el rostro, aun con todo el lodo, ella había mostrado simpatía en él, sin saber siquiera su nombre realmente. Eso era muy agradable, todas las damas de Escocia que lo miraban a través de un interés palpable, mientras que ella solo lo creía un sirviente que estaba de paso, aun así, se arriesgaba a ser juzgada al haber mostrado su curiosidad y desear verlo de nuevo al girarse. Definitivamente era una dama genuina en todo su esplendor.
El abuelo al verla gritaba a todo el personal que quedaba dentro del castillo, su nieta se había caído y estaba llena de tierra húmeda, - ¡Llamen a un médico! ¡Corran! - ¡abuelo, estoy bien! Solo me caí por una ladera y mi caballo se lastimo una pata antes de caer.
William caminaba de regreso y recordaba que la joven traía guardias y damas en el carruaje, por lo que si enviaba una invitación personalizada al jefe del Clan, la ocultarían por orden de la familia inglesa, por lo que se le ocurría que todos se disfrazaran para el evento y que fueran sin ser reconocidos, como una petición formal personal, con la posibilidad de verla de nuevo, además así él también se podría confundir con sus jóvenes sobrinos, dándoles oportunidad de conocer a las damas de los clanes y que no todas estuvieran tras la idea de atraparlo.
- Johnson, la celebración del fin de semana, envía una nota a los invitados, que todos vengan con antifaz y disfraces, nadie será presentado, como una petición por mi festejo. - ¡Señor! Vienen a congraciarse con usted. - Si, pero todos saben que por ser el festejado recae en mi la atención de las damiselas y hay muchos varones disponibles en la familia, además te dije que elegiría a mi esposa, y que solo yo tendría esa decisión. - Todos desean que sea este año. - Lo sé. Pero ya todos los hombres de la familia también están listos y conquistando damas y eso podía ser una manera de igualar la situación - ¿Qué quiere decir? - Puede alguien confundir al joven Brown con el Laird Escoces. - ¡Señor! - Así no habrá preferencia entre las hijas de los jefes de los clanes, ¿No lo crees así?
Cuando la invitación y la nota extra de la petición de fiesta disfrazada llegaba a todo el Clan Gordon, las chicas se emocionaban, y muchas deseaban ir, el jefe reía por las hijas y las nietas de sus hermanas que estaban más que listas para el evento, su meta era conquistar al Patriarca de los clanes escoceses, la pregunta era ¿Cómo lo reconocerían? Y así saltaba las carcajadas, uno de sus cuñados comentaba - Creo que fue muy buen plan, vi como todos los socios del Patriarca llegaron con sus hijos, es la primera vez que tienen a todos reunidos, imagina una familia tan asediada con todos los varones disponibles, - O tal vez no se quiere casar, o no quiere que lo casen, sabemos lo listo que es, y disfrazado no se le echarían encima. Las risas eran generales entre todos los hombres cuñados del jefe del clan Gordon y sobrinos que ya pertenecían a la familia.
Candy ver feliz a su abuelo, la complacía, no llevaba vestuarios para salir a festejos, pues su abuela lo tenía prohibido, y el abuelo la observaba como todas sus sobinas le mencionaban declararse enamoradas del Patriarca de Escocia y que, si una de ellas era elegida por él, no había negación posible, ya que era la primera vez que directamente él podría escoger a su esposa. - En mi familia mis primas desean tener maridos y han estado saliendo por varias temporadas, hay muchas damiselas y pocos varones mientras que aquí en Escocia es lo contrario, hay más varones que damiselas según mencionó mi Tía Abuela Agnes. - ¡Si! Candy. Y además vinieron todos los socios de la familia Andrew, así que solo tendremos que fijarnos en… el disfraz más elaborado y costoso, ese es el que será el del Patriarca. - Que interesante deducción. Decía con refinamiento Candy.
La respuesta de Candy, al verla su abuelo, la identificaba con mucha educación como su abuela, estaba respondiendo como una dama inglesa, mientras que todas las sobrinas que corrían de un lado a otro, parecían niñas alborotadas sin competencia entre ellas, como estaba tan sola su nieta allá, con unas primas que solo la miraban con rivalidad, mientras que aquí, su familia deseaba lo mejor para ella, y hasta le compartían detalles de cómo encontrar al patriarca de Escocia. En ese momento se le ocurría una idea, nadie la identificaría si iba disfrazada, podía divertirse y el mentiría feliz asegurando que iría a una cita con el médico, y ella lo acompañaría… sería una muy buena forma de que su nieta se divirtiera solo sería que no mencionara a nadie su nombre. - Candy, hija, necesito hablar contigo. - Por supuesto, Abuelito, -con permiso, se separaba de sus primas y tías.
El plan que le contaba su abuelo la hacía sonreír, y al hacerlo, miraba la sonrisa traviesa de su hija, en su hermosa nieta, ella merecía tener un poco de felicidad, y si se divertía un rato, asegurando que iría al médico, y escondería el disfraz en el carruaje sin que nadie se diera cuenta de lo que tramaban, así podía llevarla y traerla. - Si lo hacemos, seré tu pareja y tendrás mi nombre en tu tarjeta, tus damas no se enterarán y solo iremos al médico, nos atrapo la lluvia y llegamos tarde. - Pero no beberás, abuelo - Solo un vasito o dos. - Podrían sospechar que fuimos a otro lugar. - Un amigo me encontró y me invito a su sala mientras regresaba el medico de… un parto -¡abuelo! Si se entera mi abuelita, se enojará mucho. - No tendrá como enterarse y no mencionaras tu nombre, te divertirás y… conocerás a hombres… como tu abuelo. - ¡Si!
Candy preparaba junto a su abuelo de manera secreta un disfraz, este lo escondía en un bolso de tela, lo llevaba con unas botellas de whiskey que le daría al médico. Realmente las llevaba como regalo para el festejado, él se buscaba los antifaces y se iba serio, anunciando a varios de sus familiares que pasaran bien el festejo, que el iría a su visita mensual al médico. Las hermanas y sobrinas se asombraban, nunca iba al matasano, por lo que ya para salir Gordon le guiñaba un ojo a una de sus hermanas, quien asentía asegurando lo que tramaba.
La fiesta era grandiosa, una reunión de todos los clanes como nunca, carruajes y mujeres llegaban en hermosos caballos y otras en compañía de sus familias, en costosos y lujosos carruajes. Todos portaban disfraces elaborados como lo esperaban, el detalle era que el rostro era completamente cubierto, incluso algunos escondían sus cabellos. La diversión era solo saber que distinguías el vestido o le traje de mujer o varón.
Para William desde los balcones podía ver llegar el carruaje de Gordon y el sello de su clan, pero lo que no esperaba sucedía en ese instante, fue reconocerlo en seguida al jefe del Clan Gordon, pensaba que venía con algunas nietas y sobrinas de sus hermanas, sin embargo no era así, la rubia de rizos ensortijados era quien le daba la mano y portaba ¡guantes blancos! como solo las inglesas los usaban, la vestimenta que como disfraz portaba era de escocesa completa y un antifaz que escondía todo su rostro, era seguro que se trataba de la joven que había visto en el riachuelo, posiblemente nadie la reconocería, no había sido presentada y Gordon estaba aprovechándose de eso, así no rompía las reglas del decoro ingles con la realeza de Inglaterra de su nieta.
Entraba tomada del brazo de su abuelo, pareciendo ser su esposa, por lo que muchos hombres no se acercaban, para luego, los sirvientes entraban por la caja de botellas del fino whiskey y Gordon daba indicaciones de llevarlas a la mesa principal, ahí ponía sus regalos y firmaba la tarjeta elegantemente. William lo miraba desde la orilla, el regalo eran galones de whiskey y el firmaba la tarjeta de dedicatoria, misma que los sirvientes recibían y posterior anotaban su regalo en el libro principal, pasaban por un costado y le mostraban discretamente la tarjeta a él, sabían quién era y como estaba vestido, solo asentía y miraba a la joven que había llegado tomada de su brazo, el vestido era tradicional antiguo, parecía una joven de las aldeas de tierras altas, al verla sola, se acercaba hasta ella, ofreciéndole su mano - ¿Desea bailar señorita? - Si, gracias.
El baile era un tradicional escoces, era seguro que no lo sabría, pero para su sorpresa ella levantaba las manos, en forma de asegurar que sabía cómo debía bailarlo, él se inclinaba y comenzaba el baile, pocas parejas podían hacerlo por la dificultad de los pasos y ella lo hacía continuamente con su abuelo.
Gordon giraba a buscarla y al observar al centro del salón, la miraba bailando con una radiante sonrisa, el hombre con quien bailaba sobre salía en altura, el cabello que salía bajo su antifaz era largo y rubio, miraba alrededor sospechando algo inesperado, casi imposible y Johnson estaba observándolo con un antifaz corto, definitivamente era el Patriarca. Sus sobrinas pelearían por él, si supieran quien era y su nieta lo hacía sin saber siquiera que estaba bailando con quienes todas deseaban hacerlo. Pero sabe más el diablo por viejo que por diablo. Sabía que Johnson tenía que asegurarse que el Patriarca estuviera seguro, y no quitaba la vista de su baile y de quien bailaba con él.
Gracias por su tiempo para leer historias, para comentarlas y sobre todo
por el animo que brindan para que pueda seguir escribiendo
en Historias de Albert y Candy
Un abrazo a la distancia
Mayra Exitosa
