FIC
de Historias de Albert y Candy
presenta
Nada Personal
Por Mayra Exitosa
Capítulo 4
La melodía era hermosa tenía en sus pasos algunos saltos y giros daban una similitud de unión de manos, pero no alcanzaban a darse un toque entre ellas, unían sus rostros, pero no se rosaban, sin embargo, las miradas si se enlazaban y ella veía el color azul de su mirada, mientras que el confirmaba sus ojos color verdes como los prados de las colinas.
Una sonrisa natural aseguraba a Johnson que estaba satisfecho con la dama y este erguía el pecho, mientras Gordon se tomaba una copa de un solo tiro, observando a Johnson y luego a la pareja de su nieta, notando claramente que se encontraba en graves problemas, el Patriarca ya le había echado el ojo a su nieta Candy. Bien le había advertido su nieta que no tomara, mejor sería ya no beber, tenía que buscar sacarla del salón lo antes posible y regresarse temprano, antes de meterse en problemas con su adorada abuelita inglesa, la Duquesa de Sutherland.
La melodía terminaba y el Patriarca le solicitaba la siguiente pieza, a lo que ella sonriente buscaba a su abuelo y no lo encontraba en los alrededores, así que asentía para seguir bailando y no exponerse a hablar con las personas del lugar, con el temor de ser descubierta.
La siguiente música era muy diferente, el baile se enfilaba como en los grandes y elegantes salones ingleses. Candy sabía dominar y efectuar completamente ese baile, era natural para ella ya que pronto sería presentada, tenía que conocerlo y memorizarlo, solo el sonido de la melodía y el acomodo de las parejas era perfecto, al dar los pasos, se daba cuenta que muy pocas damas lo bailaban, así que bajaba la mirada meditando, se estaría delatando de ser parte inglesa, o cual sería la razón por la que no muchas damas bailaban esa pieza. En efecto, esa pieza no era tan conocida en Escocia, por lo que, al bailarla, debía conocerla y pocas damas lo hacían, era una muy buena artimaña de Johnson para saber si era una dama de altos estándares y conocimientos o solo una joven escocesa de un clan sin conocimiento de etiqueta.
Se levantaban ambas manos y se tocaban las palmas unidas, ella era la única que llevaba guantes con un traje tradicional escoces, eso no era así, los trajes escoceses no llevaban guantes, pero las damas inglesas los portaban para no tocar la piel a nadie y evitar darle una idea equivocada, a los varones que las invitaban a bailar. Sin embargo, no se le podía tomar de mala propiedad, puesto que estaba disfrazada y eso podía ser parte de su estrategia al elegir su atuendo.
Candy se mordía el labio inferior, pensando que no debía haber bailado, la pieza llevaba algunos pasos entre lazados que permitían acercarse mucho al hombre casi tocar su cuerpo, unirse a su rostro y a su cuello con las parejas en el centro y el domino de dichos pasos al llevar los pies un poco descubiertos mostrando parte de sus medias finas y sus zapatillas costosas, que no eran para nada a juego con el traje tradicional que portaba, era ahora otra evidencia, todo el salón observaba a las damas y los caballeros que bailaban la pieza con cierto asombro, era difícil ahí se encontraba el joven Niel bailando con la hija del renombrado Clan Macintosh, el mismismo Archivald Cornwall con la escocesa descendiente de los Mc Colude, la pieza era para conocedores, que por muy disfrazados, la dama parecía llevar su vestimenta más sencilla, comparad con las costosas prendas de las otras damas quienes concentradas en su seriedad y a la vez en los pasos mayormente complicados.
El último paso quedaba frente a la pareja tan cerca que casi podía sentir su aliento, sus miradas insistentes, la atracción de un hombre en la belleza de una dama y finalizaba acercando sus rostros sin tocarse mirándose uno al otro. Para él, era tan atrevido, que se juraba no olvidar jamás su boca carnosa y deseable o su mirada hipnotizadora. Para ella, el tono de azul y los labios le eran bastante familiares, pero no sabía como su corazón no solo se aceleraba por el baile, sino cada que estaba el tan cerca de ella.
Candy lo observaba detalladamente, sus labios casi sonriendo, su mirada tan decidida y sin parpadeos y ella tratando de no cometer una impropiedad o imprudencia, pero él inesperadamente le tomaba ambas manos y aun sobre sus delicados guantes las besaba, haciendo una reverencia pronunciada, que jamás hacía un Patriarca con facilidad. Su abuelo estaba en la orilla del salón con las cejas levantadas, se le había detenido la respiración al ver lo que estaba pasando, un instante y ni un solo ruido se sentía en el lugar, como si todo el mundo estuviera haciendo exactamente lo mismo, observando la maravillosa escena que tenía frente a sus ojos, todos ahora reconocían al jefe de los clanes escoceses, sobre todo los jefes de cada clan que lo conocían desde niño, y que estaban muy atentos a él, se encontraban la mayoría de ellos demasiado atentos y para su bendita suerte él identificaba a muchos por sus características como el volumen de la barba, o de la barriga o de alguna forma en la que caminaban. Esa reverencia que había realizado el Patriarca, el beso en ambas manos era la tan anhelada señal de que había elegido a su dama. Y muchos de esos jefes lo estaban presionando para que lo hiciera lo antes posible desde hacía dos años.
El abuelo tragaba seco para luego sacaba un pañuelo y limpiaba su frente, si la abuela duquesa de Sutherland se enteraba que aun sin ser presentada había sido elegida, no se lo creerían, jamás. El Patriarca al hablar, su tono de voz grave era conocido y le preguntaba, - ¿Desea algo de beber? mi Lady. Nerviosa al escuchar esa referencia, temblaba un poco y respondía con tranquilidad simulada, - Que amable, disculpe usted, debo buscar a mi… familia. - Comprendo, permítame acompañarla… mi Lady.
Candy apenada sentía temblar con solo el toque de su mano para llevarla fuera de la pista, veía como muchas personas la observaban, ella al ver a su abuelo, soltaba el aliento retenido, se tomaba de su brazo fuertemente y este asentía. Mirando fijamente a los ojos del Patriarca, y él hacía lo mismo al entregarle a su nieta con media sonrisa, una leve satisfacción en su rostro casi una sonrisa cómplice para luego se alejaba ante las miradas atónitas del salón.
-Creo que no fue buena idea venir, hija. - Si abuelo, al parecer aquí tienen otra forma de bailar que desconozco. - Una escocesa no usa guantes de seda, Candy. Ella se miraba las manos, y al girar notaba que ninguna llegaba guantes elegantes y distinguidos, solo algunos de malla y tejidos, - ¡Lo siento abuelo! No lo hice intencional - Nos han descubierto hija, no te muevas, finge querer beber algo y en la primera oportunidad nos salimos de aquí. - Si abuelito, como usted ordene. Candy temblaba y en más de tres ocasiones giraba a buscar al hombre con el que había bailado, para su sorpresa, en todas esas veces la miraba intensamente a través del antifaz coincidiendo en mirarse mutuamente, sonriéndole al saberla conocida ante él ahora, haciendo algo inapropiado al darle su completo interés y demostrándole cuanto le atraía al buscar verlo en más de dos ocasiones. Meditaba que sentía su mirada, y le agitaba el corazón cada que lo hacía.
Candy se sentía perseguida a cada paso que daba, aun con antifaz, se pensaba casi desnuda ante tantas personas y sus miradas. William se reía por lo bajo, había dejado a Johnson una tarea muy difícil, la joven no portaba alhaja alguna, no traía insignias de su clan, joyas reconocibles o costosos adornos adquiridos en algún comercio, nada que le facilitara la identificación en su vestuario y el traje era de una aldea de tierras altas, con el telar de los Andrew, sería divertido que lograra saber quién era y que la encontrara. Así que tomaba una copa, sonriendo satisfecho, había cumplido con la petición de elección de su Lady lo cual todos deseaban y que a la fecha era una presión constante de los jefes de los Clanes escoceses, que eligiera a una joven, y ya lo había hecho, ahora era su turno de saber quién era y presentarla ante él durante la velada o darles una incógnita inesperada, muy rebuscada referencia para encontrar a la futura Lady de su Laird escoces.
En la primera que pudieron, salían por la parte de los balcones, una mantilla que colocaban normalmente en los asientos de su carruaje, era la colocaba con rapidez y torpeza en las puertas del mismo cubriendo el escudo familiar para que no lo identificaran, su nieta se subía girando para todos lados, buscando que nadie la hubiese visto o los hubiera seguido. Mientras su abuelo le decía al cochero - Pase lo que pase, no te detengas hasta entrar a tierras del Clan Gordon, - Si señor. - Una cosa más, recuerda que solo fuimos a casa del médico. - Por supuesto señor. Eso me dijo usted. - Eso es lo que todos deben saber. El hombre asustado asentía y daba azote a los caballos. Nervioso al sentir la presión del jefe del Clan ante su orden y que era la primera vez que venía completamente solo, sin guardias ni ayudantes, trayendo no solo al jefe del Clan Gordon, sino a la heredera con él.
En la fiesta, todos buscaban a la dama de los guantes de seda y no daban con ella. William, se relajaba y brindaba con algunos hombres que ya lo identificaban plenamente aun con su antifaz y él se prestaba tranquilamente a seguir con la fiesta, la joven no se veía por ningún lado, y si no se equivocaba, la tarjeta y la firma del regalo que le había llevado era su as bajo la manga, era del Clan Gordon su vecino de tierras del noreste, por lo que todos pelearían por estar en su lugar, menos él, quien tenía una nieta a la que no había presentado aun para que le diera su venia y que dichosamente se encontraba enlazada con la realeza inglesa, por lo que ahora todos esperarían saber quién era la joven. - Señor, usted sabe quién es la dama. - Por supuesto, una hermosa mirada, no la confundiría con ninguna otra jamás. Chocaba su copa con la de uno de los jefes de otro de los Clanes y este hacía señas para que continuaran buscando a la hermosa dama elegida, nervioso al escuchar esa referencia que no le indicaba quien era la distinguida joven que sabía bailar perfectamente las danzas de Escocia además había bailado un laborioso baile inglés. Tenían que saber a qué Clan pertenecía.
Llegar al castillo Gordon, fue un descanso, Candy vestía ahora sencilla y su abuelo, la acompañaba hasta su habitación, - Gracias hija, el medico dijo que ya salí completamente del resfriado. Confirmaba el abuelito, frente a las damiselas que fungían en el cuidado de su dama, - Si abuelo, me alegro por ti, giraba para ver a las jóvenes que la esperaban, una de ellas para ayudar a cambiarla y las otras se retiraban a sus aposentos, al no ser requeridas ni pedirle te o algún aperitivo a esas horas.
En el estudio, Gordon se sentaba con una copa y soltaba el aliento, si su hija hubiera sido elegida por un hombre así, como podía anunciar que era su nieta, sin meterse en problemas con la Duquesa y la realeza inglesa. Lo mejor era dormir, no iba a poder arreglar nada, ya mañana le contarían como estuvo el baile, así sabrían todo lo que él ya sospechaba, por haber deseado hacer feliz, aunque fuera un poco a su pequeña nieta, podía haber sido elegida, como la Lady Escocesa y aunque no había sido presentada ante el salón, ni ante nadie, era una desconocida para todos ahí.
Por la mañana, todos estaban agotados ante el evidente desvelo de muchos de los que asistieron al gran evento, algunos de los familiares en el castillo del Clan Gordon, pedían su desayuno en sus habitaciones, Candy salía fresca, mostrando lo que su abuelita siempre le había inculcado, no demostrar ninguna expresión de asombro, ni nada que delatara actividad alguna que ella no debía asumir o respaldar. Miraba a su abuelito en la cabecera, quien la observaba detalladamente, su cabello recogido, su movimiento de manos elegante y su rostro erguido tal y como lo hacía la abuelita inglesa que tenía, toda una dama en su máxima expresión. Las jóvenes del clan ya estaban sentadas y ahora servían los alimentos, las conversaciones iniciaron después del almuerzo, donde algunas parejas de padres de algunas de ellas iban apareciendo para acompañar la charla en el gran salón posterior a finalizar la degustación en los comedores principales.
- ¡Oh Candy! Que emoción, escuchar su voz, "mi Lady" fue tan hermoso y romántico. Candy sin hacer expresión alguna recordaba que así la había llamado el hombre con el que había bailado, se preguntaba así misma ¿a qué se refería su prima? - Coméntale desde el principio Alina, inició el baile después de algunas piezas en las que todas habíamos bailado, cambiando constantemente de parejas para ver si veíamos su hermosa mirada, por fin la pieza tradicional escocesa y ahí estaba él, con su altura, su porte, su mirada penetrante, su rostro inmaculado, y solo tenía ojos para su… Lady. -¿Su lady? Preguntaba Candy desconociendo porque era suya, a lo que otra de ellas respondía, - Es el título principal solo para la futura esposa del Patriarca escoces, Candy. ¿Qué no lo sabías? Candy levantaba su vista hacía su abuelo que la observaba fijamente y con el enlace de ambas miradas, su rostro sin una sola sonrisa, le confirmaba lo que estaba escuchando, ¿ella había bailado con el jefe de los clanes escoceses? ¿Había sido elegida? ¡solo por haber aceptado bailar!
La madre de una de sus primas comentaba, - Todo fue una alegría general, después de que nuestro Patriarca por fin había elegido a su Lady, los hombres y mujeres pudieron bailar y muchos se presentaban sin el temor de equivocarse y declararse a la que… ¡portaba guantes de seda! - ¡Yo quería ser la Lady de Escocia, Mamá! Las primas reían burlándose de una de ella, porque todas ellas soñaban con ser elegidas por el Patriarca, no solo era un Laird escoces, era el Duque de Edimburgo, su madre era mitad inglesa, una de las mujeres más amadas de Escocia y favorita de la reina de Inglaterra.
Candy tomaba su tacita de té, con toda aparente calma y buscaba de nuevo la mirada de su abuelo, como si fuera aquel hombre con el que había bailado. Ahora su abuelo tenía fija su mirada cada que lo buscaba, le hacía exactamente lo mismo. Pero esta vez en su verde mirada había una súplica y él al notarlo le comentaba, - Hija, cuando termines de hablar con tus tías y primas, hazme el honor de darme unos minutos en el estudio, buscaré un poco de paz, de todo este estruendo porque nuestro Patriarca ya ha elegido a su futura esposa. En ese instante Candy se quedaba como estatua, mirándolo y respondía, tratando de que su taza no cayera de sus manos, - Por… supuesto, abuelito.
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Un abrazo a la distancia
Mayra Exitosa
