FIC
de Historias de Albert y Candy
presenta
Nada Personal
Por Mayra Exitosa
Capítulo 16
En Escocia, la abuela se divertía en una fiesta popular del clan, el baile era de giros y a ella le enseñaban a bailar como lo hacían ellos. Sonreía como niña, jugaba como todas las mujeres de ahí, parecía haber vuelto a la vida, estaba tan feliz aun con el frío que ya comenzaba a cubrir la nieve y el hielo los caminos dejando así muchos completamente cerrados, ella no salía de los salones con los niños y aprendía algunas nuevas palabras, porque solo hablaba inglés y francés, muchos ahí, no lo dominaban, pero ella con toda amabilidad, aprendía con los niños, ayudaba a las mujeres con sus bebes y se sentía la abuela de todos ahí, la tomaban en cuenta desde el amanecer hasta el anochecer, estaba siempre ocupada, poco a poco se fue sintiendo mejor, extrañaba a su marido y se preocupaba de que estuviera pasando frío, a su cuñada le comentaba que prefería que no volviera hasta que pasara la nieve, para evitar un accidente en los carruajes. Y eso, la hacía sentir bien a la exigente hermana del jefe del Clan. Una tarde la abuela comenzaba a sentirse muy mal y la encontraron tirada en el salón, los niños lloraban asustados y corrían a llamar a sus madres, para luego, se mandaba llamar a la curandera del Clan.
La hermana que le tenía cierta reserva, notaba que ella no cocinaba, ni hacía nada por dar órdenes, les dejaba a todas hacer lo que desearan y les pedía que le dijeran que tenía que hacer ella ahí, porque donde vivía eran muy distintas las costumbres, lo que si le encantaba era tener a los niños, y como su idioma lo permitía, les enseñaba el ingles y el francés, para que cuando crecieran supieran como pronunciarlo.
La curandera la dejaba en cama, y ahora todos iban agradecidos a visitarla llevando canastas y dándoles regalos para que mejorara, ahí en su gran habitación continuaba deseando cuidar de los menores. La curandera llegaba y aseguraba en su idioma que la esposa del jefe estaba preñada y por su edad de cuarenta y ocho años, lo mejor era exceder cuidados y dejarla con los niños que ella quisiera, que la consintieran, debido a que ella no creía estar en embarazo, sino en que dejaría de tener sus períodos prolongándose más tiempo.
Candy por su parte, estaba avergonzada, amaba a su marido y no lo dejaba levantarse temprano, ya hacía frío y lo cuidaba, lo ayudaba a vestirse, pero ambos más que hacerlo, terminaban por deshacerlo y continuar amándose nuevamente. Muchas ocasiones comieron en la habitación, era penoso para ella, pero él le aseguraba que todo estaba bien, porque si por él fuera se la hubiera llevado de viaje y no lo había hecho, para que su abuelo terminara los negocios que estaba realizando.
El abuelo Gordon deseaba regresar, pero al igual que muchas ocasiones que el invierno llegaba antes quedándose con su nieta en Escocia, hoy él se quedaba atrapado en Inglaterra, en el castillo de su nieta, quien estaba feliz porque se habían casado de manera privada y ahora el jefe estaba renovado con ella a su lado. Le había comprado muchos vestidos y detalles para su boda, a lo que se preparaban para volver en cuanto la nieve lo permitiera.
La boda de su sobrino Alistar ya estaba en puerta, los que faltaban ya estaban con damas de mejor nivel. Archivald ahora pretendía a una duquesa y Niel visitaba cortésmente a una condesa, que lo traía vuelto loco por presentarlo con todos los conocidos de su familia. La boda más rebumbaste de Inglaterra era la del Duque de Grandchester, traía a la reina con los detalles junto a los padres de Terrance y a la familia de Elizabeth, emocionados por como se manejaba la boda tan distinta y un poco frívola, comparada con la de los Clanes escoceses.
Mientras que, en Escocia. George planeaba la boda más hermosa para su Lady y su Laird, a quienes protegería y cuidaría, había conseguido lo mejor para el evento y anhelaba saber quien era, ahora que su jefe había confiado los preparativos de su matrimonio formal con todas las tradiciones escocesas, a él exclusivamente. Presumía ante el personal, el solitario y perfeccionista administrador, - Mi Lady es una descendiente de alto nivel, ustedes la vieron, sabe bailar piezas musicales elaboradas, es una dama fina y muy elegante. Sabía que mi Laird no escogería a cualquier dama, escogería a la mejor. Así que deseo lo mejor para este evento. El whisky más importante y de mejor calidad, la comida sería avisada con una semana de anticipación, una tarta de pastel elaborada en esos tiempos, con detalles y la habitación de ellos mejorada con paquetes de obsequios elegantes que llegaban de todos los rumbos cercanos y lejanos con regalos de los clanes que esperaban en cualquier momento el evento principal.
Lejos de ahí Anthony por fin se le concedía yacer con su mujer, ella estaba anhelando ser para él la mejor esposa, ya que no se daba cuenta que ella excedía las expectativas, había salido ganando en una mujer virtuosa, en su primer baile dedicado solo a él y que ella jamás había dado a nadie más una pieza para baile a ningún hombre, su dote era tal que multiplicaba la que el conocía por mucho y sin esperarlo ni llegar a negociar, pero el amor que en la mirada de ella encontraba hizo que él la amara con todo cuidado y se entregara a ella, con una pasión, una ternura y un deseo que jamás se hubiera imaginado. - ¿Te hice daño, mi vida? - No, estoy bien. Muy feliz. - Me alegro mucho, espero hacerte feliz toda mi vida. Ella lo abrazaba y se daba valor para acariciarlo, al sentirse valiente con él por primera vez, durante semanas se había hecho amigos, se daban caricias y regalos que fomentaban la unión entre ambos, se daban palabras que poco a poco abrieron confianza entre ambos. Y por fin ya sin poder postergar su pasión Anthony la tomaba con el mayor d ellos cuidados, porque para él era lo mejor que había obtenido y que por tonto, e ingenuo, casi estuvo a punto de perder. - Anthony, amor. Crees que pronto seré madre. - No llevamos prisa, pero si deseas serlo, haremos todo cuanto este en nuestro alcance ¿quieres? - ¡Quiero un hijo como tú!
Para Alistar robarse a su prometida con la complicidad de su dama de compañía era darle alegrías antes de culminar ese matrimonio tan alargado, pero ambos ya se trataban con mayor confianza y ella lo consideraba su amado. Sus escapes y constantes huidas hacían que esa pareja se diera caricias bastante candentes y besos que prolongaban una pareja que ansiaba amarse y a escondidas lograban darse, lo que nadie sabía que hacían, los más seriecitos suelen tener su música escondida, decían los ancianos.
Nuestro Laird, parecía haber encontrado energías en el invierno, noche a noche, deseaba no tener citas, ni negocios y si los había, le solicitaba no solo a sus administradores, sino al abuelo de su mujer que lo cubriera, porque su luna de miel había sido no solo de una semana inagotable de pasión desmedida, madrugadas de agradable insomnio y relajante despertar casi a la hora de que apuntaba el sol al medio día, en muchas ocasiones amaneceres que anunciaban un día de placer continuo, entre besos y caricias una pasión que tomaba fuerza, en los brazos de su duquesa, quien aprendía el placer más viejo de todos los tiempos, al saber satisfacer al hombre que le mostraba como hacerlo, se había vuelto una prioridad, entre besos que su piel y su cuerpo reclamaban, esas caricias que jamás se imaginaba, ahora ella las correspondía, al besar, probar y degustar ampliamente a su marido, tal y como él le había enseñado en horas imprevistas, ahora comprendía que ella también podía brindarle a su esposo, placeres que lo torturaban y lo enloquecían dejándolo absorto de que la alumna superara a su maestro, con caricias y besos húmedos que jamás se consideraban propios de una dama, ella simplemente deseaba recompensar los días tan eternos que el reclamaba al no haberla robado el día que la conocía, tener tal paciencia para esperar a que ella obtuviera la bendición del Papá en la catedral y así poder ofrecer un matrimonio bendecido con la ley de lo divino, le daba premios por la larga agonía, ahora que en ciertas noches ella ya los conocía. - ¡Por favor! - ¡oh si! Como ordene mi duquesa. Se acoplaba a su cuerpo de manera contundente sin armonía ni treguas decentes, alardeando de su potencial deseo, se introducía como rayo y se agitaba como tormenta, desatando huracanes de pasión agitados en la habitación de los Duques que ya cumplían tres semanas que solo salían a dar un paseo para comer, ingerir algunas bebidas, saludar a las visitas que parecían no existir entre tantas desapariciones de la pareja que no daban tregua al personal para apenas realizar las limpiezas debidas en las habitaciones y ellos se dedicaban a alborotar de nuevo las sabanas en el suelo, las cobijas en un sillón y es que las poses que le mostraban ya excedían de su salón de recepción a las paredes y en la alfombra, por las noches en los ventanales y en los baños matutinos, todavía no era permitido el servicio de atender a su duquesa, cuando él podía ayudarla con mucho mejor detalle, para tallarla y darle a su vez, un poco más de él. Procurándola satisfacer y enseñarle otro tanto de lo mucho que había que conocer para mantenerse aprendiendo de lo bueno que el placer les podía brindar grandes momentos.
- Parece que la nieve ya esta dando paso al camino de Escocia, - y usted debe llevarme a nuestra boda, mi Señor. - Prométame que retomaremos nuestra luna de miel, - Todos los días y cada noche, - También se puede en el día, al amanecer y después del té, ayer se lo demostré. - para usted no hay cita, soy su esposa, estoy más que dispuesta a tener a mi marido otras veinticuatro horas, si su administrador, no toca esa puerta en unos minutos, puede que le seda el tiempo que usted quiera. - No me tiente, que por mí me quedaría dentro de su cuerpo. - Trabaja para los Andrew, tengo entendido, que el titulo les da trabajo a muchos. El soltaba una carcajada, ella recordaba aun como el le había justificado al no presentarse y esa boca, esa mirada eran su perdición, porque solo tocarla, le daba tal deseo, que lo mejor que podía era salir antes que llegara de nuevo a tocar por quinta ocasión el administrador.
La boda de Alistar se adelantaba un mes, asegurando que la pareja estaba tomándose demasiadas libertades, O´Brien confirmaba que no era admisible darles más tiempo. A lo que Cornwall sonriente aceptaba, antes de que su Laird se fuera a Escocia, le llegaba la invitación y estuvo junto a su esposa en la celebración. La reina asistía y fue un evento que, de importante paso a ser aun más, se reunieron grandes personalidades, industriales y la crema y nata de todo el reino.
La llegada a Escocia, tenía a un George asombrado, entraba su dama cubierta con el tartán de su esposo desde la cabeza hasta los pies, el frío aun no cedía, más solo la nieve se derretía, el evento fue anunciado a una semana de su llegada, la pareja ya su habitación unidos estrenaban y por fin la vio por primera vez, Johnson estaba enamorado, la dama de compañía llamada Artemisa de su lady, era una doncella preciosa, era escocesa y era quien no permitía a nadie acercarse, pues había tenido un agitado camino, su Laird venía a parte y ella había llegado antes, sus mareos eran repentinos, la boda estaba dispuesta, pero Johnson continuaba muy atraído por la dama de su Lady. Sin embargo, cuando se descubría de la capa de su cabeza, fue asombro lo que vio en tal belleza que, al verla salir a tomar el sol, lo dejaba sin moverse, era hermosa y se parecía a aquella dama madre de Anthony y esposa de Brown, su mirada verde sus cabellos rubios y su manera de caminar en los prados, con sus brazos extendidos y dando algunos giros, la hacía una Andrew por naturaleza.
La preciosa dama Artemisa no la soltaba, había estado un poco enferma en el camino a Escocia y ella cuidadosa, la vigilaba. - Señor Johnson, mi señora necesita hablar con usted, casi pierde el habla cuando escuchaba un tono agradable escoces de la dama, - Por supuesto, ya avisaron que llega en unas horas mi Laird. - Pase por aquí. Señor Administrador. Candy lo miraba con una radiante sonrisa y así hablaba a ambos que la escuchaban - Artemisa, él es el Señor Johnson, quien estará a cargo de nuestra seguridad, presentarle a todo nuestro personal y si él da indicaciones de que alguno sea cambiado, por favor no dudes en hacerlo y enviarlo a casa de mi abuelo en le Clan Gordon será aceptado. Tendremos que estar adaptados a las reglas que nuestro administrador principal tiene, para que nadie nos de ningún problema. -¿Cierto, Señor Johnson? - Como usted ordene, mi señora. Candy notaba como de reojo no le quitaba la visa a su fina dama, y ella continuaba, - Artemisa, por favor, no dudes en confiar en este hombre, es por mucho la mano derecha de nuestro Laird, en sus manos estarás bien, él te asignará tu habitación, al final eres una descendiente del Clan Gordon y te tratará como se debe. - Gracias mi Lady. Señor Johnson estoy a sus órdenes para lo que guste. La mirada de Johnson le dio mucho a pensar a Candy al ver como miraba a Artemisa desde que llegó, y la buena nueva que le contaría a su marido, si le asignaba tareas juntos, posiblemente no los interrumpirían.
Gracias por todo su apoyo, sus comentarios y el animo que enviaron en cuanto a esta historia continua y que primero Dios se hizo de forma diaria
Próximo capítulo final
en Historias de Albert y Candy continuamos escribiendo para ti
Un abrazo a la distancia
Mayra Exitosa
