III
Después de su primer acercamiento, Red optó por darle tiempo a Edge de cobrar confianza así que no consiguió cruzar palabra con él el resto de la semana, y debido a ello se reconoció bastante ansioso dentro de su soledad usual. Aún así Red mantuvo su distancia, tan sólo observando. En ese tiempo había notado que los pocos militares que intentaron entablar conversación con él fueron rechazados sutilmente y con pocos ánimos de volver a intentarlo otra vez, así que Edge permaneció como un monstruo solitario la mayoría del tiempo, siendo siquiera acompañado por otros esqueletos que Red había evadido la idea de interrogar ya que lo invadía el pensamiento de que podría verse sospechoso si insistía con acosarlo.
En la actualidad, Red estaba recostado en la hierva bajo la sombra de un árbol, admirando una vez más el avance de las nubes sobre el cielo que promovían una cercana tormenta; entregado al momento. Fuera de pensamientos innecesarios fue como se percató del sonido de pasos aproximándose, los cuales le obligaron levantarse de donde estaba para descubrir la presencia de Undyne, quien le dedicó una mirada plagada de severidad, la cual Red correspondió con aburrimiento. Desde el primer momento que tuvieron la oportunidad de intercambiar palabras, ambos se dieron cuenta de que sus personalidades no eran compatibles, Red detestaba la actitud de Undyne, así como ella aborrecía su comportamiento burlón. Sin embargo, pese a su desagrado mutuo, procuraron no demostrarlo profesionalmente y continuar neutrales -más que por la armonía en su zona de trabajo- por mera cortesía; sería muy imprudente de parte de ambos emprender absurdas discusiones cada ocasión y que no les beneficiarían en lo más mínimo. Teniendo en cuenta este acuerdo silencioso, la tritón conservó su pasividad mientras le dictaba ordenes.
—Levántate y ven conmigo. Tenemos una misión que cumplir.
Gruñendo, Red se puso de pie, siguiendo el andar de la comandante tritón que poca atención le prestó a su compañía mientras dirigían sus pasos al edificio principal de la base, incluso después de que entraron en la habitación correspondiente donde llevarían a cabo la planificación, y donde Red estaba seguro le brindaría el informe necesario para ponerse en marcha. Sin embargo, se sorprendió al ver que no sería el único esqueleto en recibir mandatos extraoficiales, de hecho muchos de los monstruos esqueletos que conformaban el elenco estaban presentes; inclusive el novato hermano de Sans quien parecía nervioso por participar por primera vez en un grupo cuidadosamente seleccionado. Y Edge, quien esperaba en el espacio más apartado de los presentes, conservando esa actitud estoica a la que Red se había acostumbrado visualizar en él. Luego de revisar a cada uno, dejó que una sonrisa se extendiera en su dentadura.
—Wow —se permitió emitir con cierta burla—. ¿Qué está pasando aquí?
—S-Su raza, al contrario de las otras, e-es la más resistente en m-muchos aspectos así que son requeridos para aumentar l-las posibilidades de éxito —explicó una monstruo hembra con escamas amarillas entre tartamudeos; vestía bata blanca, en la cual resaltaba un símbolo de la nobleza, y usaba lentes, esas características lo hicieron suponer que se trataba de un científico real, alguien con quien Red no estaba familiarizado en lo absoluto—. D-De todos m-modos no necesitaremos u-un grupo grande para esta misión, c-con ustedes nos basta, pues necesitarán desplazarse rápidamente.
—¿Si? —inquirió Red con acento desdeñoso por simple costumbre, quizás si esa hembra se sintiera escuchada no tartamudearía tanto—. ¿Y qué tenemos?
—Con todos reunidos puedo comenzar con la explicación —dijo Undyne dirigiéndose a la única mesa disponible en el espacio para desplegar los planos que había obtenido de una caja arrinconada en la parte posterior del sitio cuando llegó, por inercia, la mayoría de los esqueletos se acercaron para observar los trazos que mostraban una extensión de territorio más allá del bosque que ocultaba convenientemente aquellas instalaciones—. Hace poco uno de nuestros centinelas más agudos vislumbró a un grupo pequeño de humanos que se adentraban a la zona más profunda del bosque, no venían acompañados más que con dos soldados de bajo rango, sin mencionar que el resto de ellos parecían simples médicos. El rey Asgore envió espías a este lugar a descubrir el motivo de su visita, y encontraron una cabaña donde aseguran escucharon llantos de crías humanas provenir del interior. —Undyne se tomó un respiro al ver las expresiones incrédulas en los rostros de sus subordinados, pero no expandió demasiado su pausa condescendiente—. Sé que hasta ahora pareciera una completa locura alarmarse por un suceso tan insignificante, pero entenderán la importancia de esta misión cuando se enteren que los humanos han estado experimentando con los huérfanos de su especie para crear un arma que contrarreste nuestros recientes avances en combate.
Esta información causó un gran impacto en los esqueletos enseguida, pero quienes lucieron más perturbados con las implicaciones fueron Edge y Red, este último sintiéndose sudar ectoplasma de un momento a otro, presa de los ácidos recuerdos que siempre había mantenido en su presente por obvias razones. Tenía sentido que los humanos quisieran encontrar desesperadamente un método para ganar esta guerra, pues durante las intervenciones de Red en batalla -como carta de triunfo que era- no había arma o proyectil que lograse alcanzarlo para darle un rayo de esperanza al bando enemigo; los humanos murieron entre sus huesos mágicos irremediablemente sin conseguir oponer resistencia pese a la determinación que los había hecho empujarles a corromperse. Se veía venir que los humanos no se someterían a la derrota con tanta facilidad, no sin antes hacer uso de todos sus recursos; y si combatir fuego contra fuego era la clave para su victoria lo harían a pesar de todo. Era injusto, Red no pudo evitar pensarlo.
Los humanos tuvieron el poder para casi extinguirlos durante el primer ataque en su absurda declaración de guerra, y cuando ellos habían adquirido un poco de ventaja, los humanos estaban incrementando sus posibilidades de nuevo. Apretó sus falanges en puños, haciendo crujir sus metacarpianos en el proceso, reconociendo un odio creciente por la humanidad. Los monstruos no habían querido esto, sólo se estaban defendiendo. ¿Qué esperaban que hicieran? Al comienzo de todo esto prefirieron mantener docilidad para demostrarles su negación a pelear pero los humanos no dudaron matar familias enteras de monstruos sin sentir culpa alguna para obligarlos a responder y verles convertirse en polvo sin más remedio en los primeros combates, después de todo las palabras no parecían funcionar con los humanos. Red había comprendido que toda su raza no tuvo más opciones, por tal motivo no intentó cobrar venganza a pesar de todo el daño que le causaron durante su estadía en el Centro de Control. Y en respuesta a las sensaciones, comenzó a recordar las tantas veces que vio dolor en los ojos de los científicos que los inyectaban por perder a uno de los suyos cuando algo en sus proyectos salía mal, sus razones tal vez no justificaban esa masacre, pero Red se dio cuenta entonces -como lo hacía ahora- que no tenían alternativa si querían sostener la supervivencia de toda una civilización cuando los humanos atacaran de nuevo. Y al parecer este sería su nuevo contraataque, le quedaba claro que debían impedirlo como fuera. Relajó su anatomía y levantó la mirada hacia su comandante con decisión.
—¿Por qué usar a su propia gente para algo así? —cuestionó Papyrus, incapaz de creerlo. Pero antes de que dijera más, su hermano mayor lo llamó por su nombre, indicándole con un gesto que guardara silencio, sugerencia que el otro acató. Red sintió pena por ese chico, no cabía duda de que esta era su primera misión y sin duda alguna la pasaría fatal, pues probablemente tendrían que asesinar niños para evitar contingencias.
—¿Qué posibilidades hay de que esa cabaña albergue un laboratorio secreto? —quiso saber cierto esqueleto de personalidad severa que Red ya había identificado desde la distancia, era uno de los pocos monstruos que se atrevían acompañar a Edge y, sino mal recordaba, su nombre era Rasp, y el esqueleto a su lado era su hermano de armas, Slim, el cual permanecía extremadamente callado en su sitio, vigilante.
—Las probabilidades son altas porque los recursos que han estado transportando a su interior son anormales —declaró Undyne—. Además, Doogami y Dogaressa han identificado aromas de extremas propiedades químicas emergiendo de aquel sitio, no hay manera de que puedan engañar a sus olfatos.
—T-Todas las sustancias que son utilizadas en esa cabaña aluden a una alteración de composiciones bioquímicas. S-Seguramente los humanos están tratando de mejorar el m-metabolismo celular de esos niños p-para que su resistencia a la magia sea infinita —explicó Alphys en su intento de disipar las dudas de los presentes de la forma más resumida que le fue posible, después de todo no pretendía enredar el entendimiento de aquellos que no eran adeptos a la ciencia como ocurría con la tritón—. Mi hipótesis es que q-quieren crear a una criatura con p-poderes sobrehumanos, de esa manera no tendrían que preocuparse por nuestras habilidades de alma. Es decir, t-temen que alguno de nosotros los absorba.
Sans y varios de los esqueletos asintieron con comprensión. Red suspiró al recordar aquel detalle, era verdad, ningún monstruo había tomado una sola alma humana desde que inició la guerra, pues gran parte de los escuadrones estaban más preocupados por mantenerse convida que en obtener ese poder corrosivo. El rey Asgore tampoco había señalado aquel método de batalla como mandato infalible, aún cuando podría serles de ayuda, pues muy en su interior aún confiaba que los humanos entendieran que este enfrentamiento no tenía significado. Los monstruos no solían durar mucho en batalla y todo este tiempo creyeron que la intervención de Red bastaría para hacerles ver que no querían continuar esta lucha, considerando que cuando la magia de Red tenía contacto con las almas humanas terminaba desintegrandolas junto con los cuerpos que atravesaba así que la estrategia era inútil de concretar en su postura, sólo un monstruo con magia pura podía tomar un alma humana. Se podría decir que también en esa cara de la moneda seguían siendo indefensos.
—En vista de ello he estructurado un plan que debería bastar para hundirles de sus ambiciones. La cabaña se encuentra justo aquí —Undyne señaló un punto en los planos—, es donde nos dirigimos. Dividiré este grupo en parejas y cada una se posicionara en diferentes puntos alrededor de la cabaña; una pareja se encargará de revisar el perímetro, dos parejas se harán cargo de derribar a los guardias externos, una vez hecho, la pareja siguiente entrará al laboratorio y eliminará a todos los guardias internos. Entonces todos entraremos para deshacernos de sus investigaciones, incluyendo científicos. Si tenemos suerte conseguiremos más de un alma el día de hoy. ¿Queda todo claro? Hablen ahora —exigió.
—Todo muy lindo y colorido, en serio, pero ¿dónde entro yo? —quiso saber Red curioso, después de todo había estado acostumbrado entrar en escena para realizar masacres sin tregua desde que comenzó a trabajar, y dudaba estuviera incluido en la tarea de eliminar guardias una vez expuesto el tema de la absorción de almas.
—Tú te asegurarás de que ninguno de nuestros compañeros sea hecho polvo en caso de que el plan A sea un fracaso.
—¿Haré el trabajo de niñera? ¿Es en serio? —inquirió, incrédulo.
—Partiremos en media hora —agregó la comandante ignorando la queja de su soldado especial con indiferencia, Red rodó las pupilas debido a esto—, hasta entonces quiero que se preparen. Los veré en la puerta trasera de la base.
—Será un placer, comandante —respondió otro de los esqueletos, cuya vestimenta resaltaba entre los demás debido a sus colores morados, este se dio la vuelta manteniendo una sonrisa entusiasmada en el rostro mientras era seguido por otro esqueleto que también vestía colores purpuras y que estaba llevando un parche ocultando su cuenca izquierda. Red había escuchado que los llamaban Purple y Money, y tenía el presentimiento de que ellos serían quienes se pasearían por la zona antes de que los demás entraran en acción.
Red gruñó y sólo se hizo a un lado para que todos partieran fuera del cuarto, optando por quedarse hasta el último ya que no le apetecía huir de cualquier contacto. Purple y Money emergieron en secuencia, luego le siguió Slim y Rasp, enseguida cruzaron Papyrus y Sans; este último dedicándole una sonrisa traviesa, seguramente burlándose por lo recién ocurrido, Red se limitó mostrarle el falange medio con desdén en respuesta. Stretch salió junto con Alphys, conversando amenamente sobre los proyectos científicos que irían en desarrollo para adaptar el nuevo armamento a los monstruos, pues Undyne pareció hacerle un par de aclaraciones a Edge cuando no había nadie más alrededor. Cuando eso ocurrió, Red no pudo evitar esperar y presenciarlo, curioso con lo que se decían, más estuvo obligado disimular que se marchaba cuando la tritón lo dejó ir, pero los pasos de Edge eran largos así que no tardó en alcanzarle. Ambos esqueletos se encontraron en las escaleras compartiendo una mirada intensa, de hecho Edge no dudó cabecear como un gesto de saludo mientras continuaba avanzando y Red respondió de la misma forma, sonriendo mientras lo veía partir, sintió que la tensión inicial bajaba de sus omóplatos por que su figura no pasara desapercibida para él. Su breve charla de antes había brindado sus frutos al menos y estaba contento por ello.
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Como fue establecido, en media hora el grupo se reunió al pie de las grandes puertas traseras del recinto, que regularmente sólo eran usadas para los vehículos de infantería. El último integrante en presentarse fue Alphys, quien se disculpó una y otra vez cuando por fin llegó ante ellos, cinco minutos tarde. Y por lo que Stretch les había contado, ella asistiría a aquel escuadrón una vez tuvieran acceso al laboratorio, por lo que se mantendría fuera del peligro al cuidado de Red quien no se mostró nada feliz con la situación. Enfilados con su compañero correspondiente, se adentraron al bosque. Undyne y Edge se mantenían en el encabezado mientras que Purple y Money caminaban justo detrás, armados y listos para disparar ya que ellos serían los encargados en iniciar con el trabajo. El camino fue extenso, los senderos de arboles y enredaderas expandiéndose ante sus insignificantes figuras como meros puntos de polvo en una gran boca repleta de peligros, y abrazadores sonidos desconocidos. Esto aumentó la sensación de inquietud que hacía temblar los huesos de Papyrus, quien desde el momento que Undyne lo había elegido por sus habilidades como francotirador -a pesar de no ser un soldado experimentado- se sintió inseguro más que ansioso, de tal modo que su estado fue visible incluso para los demás que varias veces lo reprendieron por hacer demasiado ruido al caminar. Cuando estuvo seguro que no conseguiría controlarse por sí mismo, Sans extendió un brazo hacia él para llamar su atención. Papyrus lo miró con sorpresa, tensando sus falanges sobre la cinta del estuche que cargaba en su espalda antes de tomar una fuerte respiración e indicarle con un movimiento de cráneo que lo escuchaba.
—Lo harás bien, Paps —le aseguró el pequeño esqueleto con suavidad, fallando en utilizar un acento más seco para dirigirse a su hermano menor en presencia de los demás—. Sólo tienes que disparar, espera el momento indicado y jala el gatillo. No te preocupes, yo estaré ahí para guiarte.
—Lo sé —confirmó Papyrus—. El mejor lugar para terminar el trabajo es apuntar a la cabeza... Haré mi mejor esfuerzo, es decir, debo hacerlo.
—Si te hace sentir mejor... no pienses de ello como un asesinato ¿está bien? —agregó, simpatizando con la preocupación que estaba atormentando el alma de su hermano. Papyrus lo meditó profundamente unos segundos antes de romper esta fachada vacilante, reemplazada por una más segura de postura recta, cráneo elevado y costillas sobresalientes.
—No lo es, solo estamos cumpliendo con nuestro deber —dijo, aunque fuera mentira y tratara inútilmente mostrarse convencido respecto a ello. Aún así, Sans correspondió a su actitud riendo y diciéndole lo genial que era. Red, desde su posición en la retaguardia, una vez más no estuvo de acuerdo con que Sans hiciera eso pero cerró las cuencas resignado y miró en dirección a Edge quien en ningún momento reaccionó a las charlas espontaneas de los otros. Le parecía increíble que hubiese sido seleccionado por Undyne como su segundo al mando, ningún monstruo había logrado convencerla de ello por muy hábil que fuera.
Los truenos en el cielo indicaron lluvia cercana pero entonces el grupo había conseguido entrar a suficiente profundidad en el bosque, Undyne dio aviso de ello después de comprobar los planos, y también hizo unas rápidas ceñas a los dos esqueletos de magia purpura tras ella para comenzar la operación. Purple y Money se adelantaron a sus pasos con sus trajes de camuflaje, al igual que Stretch una vez recibió la indicación de su superior, pues serviría de apoyo en esta primer fase como auxiliar de vigilancia, y los demás comenzaron a preparar su armamento a excepción de los francotiradores, quienes sólo descargarían sus rifles hasta tener una ubicación adecuada para dar seguimiento al plan de acción. Luego de veinte minutos explorando la zona en busca de centinelas, Purple y Money hablaron por medio de la radio para anunciar que el sitio estaba despejado, un par de minutos después Stretch lo confirmó. Siquiera recibir el informe del tercer esqueleto la comandante envió al resto para tomar sus posiciones alrededor de la cabaña y finalmente comenzar con la fase dos. Sans y Papyrus se dirigieron al norte mientras que Rasp y Slim se instalaron en el sur. Guiados por Undyne, los soldados restantes se apresuraron moverse por el sendero empinado antes de que la comandante y Edge se separaran con la intención de acercarse lo más posible a la entrada, mientras que Red vigilaba que Alphys no se retrasara en su marcha a un escondite seguro entre los arbustos, todo esto sin romper la distancia adecuada entre ellos; Red no quería terminar matando a la científica accidentalmente por tocarla.
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La sensación de incomodidad que estuvo acribillando sus huesos al inicio de la travesía, pareció incrementar en el instante que Sans y él encontraron el sitio perfecto para llevar a cabo su misión. Sans se apresuró elevar los binoculares para descubrir la ubicación de los guardias enemigos, un proceso que no se complicó, pues no tardó en encontrar a los seis humanos colocados estratégicamente por el territorio. Mientras tanto, Papyrus abrió el estuche que contenía su rifle francotirador por lo que verlo hizo que la sensación en su alma fuera cada vez peor, aún así movió sus falanges para armarla y posicionarse, escuchando el informe de su hermano sobre cada pasillo de vigilancia oculto entre la vegetación cercana, al tiempo que recibía consejos sobre cuál humano derribar primero. No pasaron más de siete minutos cuando en la radio de Sans logró escucharse la voz rasposa y semi-distorsionada de Slim informando tanto a Undyne como a sus compañeros sobre los objetivos exitosamente neutralizados, y al escuchar eso Papyrus no pudo evitar sentirse intimidado. Rasp era rápido cumpliendo ordenes, más de lo que lograba asimilar, tan veloz que la culpa saltando en su alma se profundizó mientras miraba a través de la lupa de su arma.
—¿Los tienes? —quiso saber Sans, el hueso distal de Papyrus sobre el gatillo tembló.
—Lo tengo, sólo... necesito esperar el momento indicado. —Un segundo más Papyrus se encontró considerando su postura, acomodándose un par de veces antes de volver a colocar su cuenca sobre el tubo de acercamiento. Veía al humano moviéndose al otro lado del cristal, su cabeza carecía de protección y esto exasperó sin razón aparente al joven esqueleto; era demasiado descuidado, por ello Papyrus volvió a sentirse mal.
—¿Paps? —insistió Sans.
—Está bien, Sans. Ya casi encuentro el ángulo correcto —mintió, pues desde el inicio había encontrado el ángulo perfecto, sólo hacia falta tirar del gatillo para asesinar al humano y proceder con el siguiente; la idea volvió hacerle estremecer, aterrado. Bajó el rifle, tomó una lenta respiración y volvió a posicionarse para disparar.
—Papyrus... —le llamó Sans otra vez, pues no parecía que su hermano menor tuviera la intención de apretar el gatillo. La pausa se extendía y eso no le traía buenas vibraciones.
—Estoy bien, Sans. Por favor no me distraigas.
—Sabes que con gusto lo haría, pero no hay tiempo para dudas, tienes que disparar. Hay seis de ellos y todavía no hemos neutralizado ninguno. Es nuestro deber, sólo piensa en eso.
—Ya lo sé, sólo... es que... necesito un momento. —Papyrus volvió a romper la postura, frotándose la zona frontal del cráneo. Sans se impacientó.
—Papyrus, estamos en guerra —aseveró, cortante—. Los humanos no dudarán dispararnos a traición si nos distraemos. Debemos dispararles antes de que ellos nos disparen a nosotros. Dispara antes de que nos descubran, no podemos arruinar el esfuerzo de nuestros compañeros, si tú fallas todos fallaremos, y fallar en nuestra situación significa morir. —No hubo respuesta por parte de Papyrus y esto tensó los huesos de Sans de pies a cráneo; debía hacerle ver la realidad a su hermano antes de que fuera demasiado tarde, no quería hacerlo pero no tenía opción—. No olvides que eres un soldado, para esto has estado entrenando, para esto fuiste aceptado en la academia. Es hora de que comiences a comportarte como tal.
Papyrus comenzó a sudar ectoplasma mientras volvía a elevar la mira contra su cuenca derecha, persiguiendo el blanco que le precedía a su entera disposición. Su objetivo estaba frente a él, sólo necesitaba jalar el gatillo y acabaría con todo, obtendría respeto por su destreza, los militares a su alrededor no volverían a tratarlo como una cría, estaba hecho para romper estándares de disparo, tenía un record que lo respaldaba. Debía disparar, ponerle fin al ardor inflamando su alma pero por primera vez estaba dudando. La voz de Udyne en la radio de Sans había comenzado a exigir explicaciones sobre la innecesaria tardanza, pero Sans no correspondió, incrédulo, desesperado. Papyrus trató de ver al humano como un pedazo de madera en movimiento, como un circulo de tiro, un simple objeto de entrenamiento, mas fue imposible. Su consciencia lo tenía acorralado. Aquel humano estaba vivo, estaba haciendo su trabajo también, tenía amigos, familia, alguien que esperaba por él en casa. No podía arrebatarles lo que más querían solamente porque poseía el poder de hacerlo. No tenía el derecho de imponer su justicia, no así. Esto no era honorable, los instructores mentían.
—Sans... —su voz tembló al pronunciar el nombre de su hermano. Esto era demasiado para alguien tan cobarde como él—. No puedo... —declaró, y bajó el rifle.
Las pupilas de Sans se habían perdido entre la oscuridad de sus cuencas, entonces su ojo azul se activó abruptamente antes de impulsarse arrebatar el rifle de las manos de Papyrus, quien se sorprendió inmensamente por aquella reacción y aún así retrocedió para darle espacio al otro de terminarlo. Sans siquiera adquirió la posición adecuada comenzó a disparar consecutivamente y sin pausas contra cada guardia humano bajo su mira, dominado por la furia, la cólera insoluble, pero no contra su hermano pequeño, no contra sus principios y su envidiable compasión. Sans comprendía que nunca en la vida podría juzgar a su hermano. En este punto de la jornada no le importó que su magia azul hiciera estallar las almas de los soldados dentro de sus cuerpos de carne, decidiendo ocuparse de darle explicaciones a Undyne cuando le reprendieran por su intervención, en esos momentos sólo quería acabar con esto, liberar a Papyrus del sufrimiento que había cruzado al saber que estuvo a punto de quitar una vida. Y al tenerlo hecho, tomó su radio para informar de esto a la comandante y dejar al silencio gobernarles después de que respondieran del otro lado de la línea. Papyrus estaba inconsolable, triste, más no arrepentido aunque sabía bien que acababa de cometer un error irreparable.
—Lo lamento, Sans... —dijo, aunque fuera en vano e hipócrita.
—Por esto no quería que te unieras a la milicia —espetó Sans irritable. Papyrus se sobresaltó inconscientemente con aquella confesión, reconociendo a la furia de su hermano mayor en cada articulación componiendo su cuerpo. Por eso no se atrevió a decir nada más y obedeció sin objetar cuando Sans le ordenó volver con los demás dentro de un recorrido tenso e incomodo.
