IV
Reprimiendo un gruñido de aburrimiento, Fell se permitió mirar a su alrededor para asegurarse de que realmente estaban a salvo en el escondite que había elegido para Alphys y él, por eso no tardó en percatarse de la insistente inspección nerviosa que la hembra le había estado dedicando, evadiendo sus pupilas con la misma tensión inicial cuando estuvieron a punto de conectar miradas, pretendiendo estar interesada en los insectos rastreros que se desplazaban por la tierra suelta bajo sus patas. Red no tenía que ser un genio para saber que ella estaba enterada de su condición, de otra manera no se explicaba que se hubiese sentado lejos tan bruscamente cuando se detuvieron, aún si aquellas no habían sido sus intenciones, el gesto definitivamente era en exceso precavido. Prefiriendo ignorar este hecho elevó el cráneo por encima de los arbustos para observar el siguiente movimiento del escuadrón. No hacía más de cinco minutos que la radio de Undyne había recibido el último informe de Sans sobre una neutralización exitosa, así que la tritón y Edge sólo se estaban preparando para entrar en acción, después de todo Stretch debería quedarse a vigilar cuando la comandante y el segundo al mando entraran a la cabaña, se podría decir que solo estaban esperándolo a él para ponerse en marcha. Red estaba interesado en ver las habilidades de Edge en combate, pues él mismo le había dicho sobre su aversión a gastar ataques mágicos innecesariamente. Estaba convencido de que sería todo un espectáculo si la misma Undyne no había dudado trabajar hombro a hombro con él durante una misión.
—Dime algo, nerd —Red se dirigió a su acompañante, logrando hacerla saltar con espanto -aún sino la estaba mirando- ante el tono brusco y connotativo denigrante—. ¿Has trabajado antes con la magia de los monstruos? ¿Sabes de qué manera mezclarla hasta que alcance la propiedad de una solución destructora que sea capaz de dañar incluso a su portador?
—Y-Y-Yo... ¿P-Por qué quieres saberlo? —inquirió la hembra, insegura.
—Aunque no lo parezca, me interesa mucho la ciencia —señaló Red con una sonrisa cretina—, daría lo que fuera por pasar el resto de mis días trabajando tranquilamente dentro de un laboratorio, en lugar de pelear en el campo de batalla y ver continuamente el interminable ciclo de muerte. La sangre de los humanos es asquerosa.
—B-Bueno... h-he asistido e-en a-algunos proyectos pero...
—¿Crees que sea posible revertir los daños del huésped? —insistió.
—C-Como dije, yo no...
—Hace tiempo, hicieron ciertos experimentos conmigo —Alphys se tensó visiblemente con aquella información pero Red no se detuvo, quería empujar la compostura de la científica un poco más, prepararla para extraer la información que necesitaba. El esqueleto no podía desaprovechar la oportunidad al tener a un experto a su alcance—. Mezclaron diversos tipos de magia de ataque dentro de mi alma y gracias a ello incrementaron mis capacidades, se podría decir que yo estoy hecho para matar a un humano tras otro sin descanso porque mi energía mágica es infinita, pero mi cuerpo es diferente. Si usara demasiada Retribución Karmica mi alma se haría añicos y por consecuencia mis huesos polvo, por eso debo cuidar mi propia salud sin sobre esforzarme. ¿Sabes? Eso es una jodida molestia, así que me preguntaba si era posible cambiar mi estado o ¿hasta qué punto es posible revertirlo?
—V-Verás, Red... sucede que... —Alphys se reconocía cada vez más nerviosa, las preguntas de Red eran demasiado controversiales para simplemente responderlas. Comenzó a temblar, presa del pánico, después de todo estaba enterada sobre lo que habían hecho con él, aún sino participó, tenía acceso a esos documentos marcados con tinta roja.
—Dime la verdad, colega —Red se inclinó hacia ella, no lo suficiente para correr el riesgo de lastimarla pero la bastante para intimidarla, su sonrisa de engañosa amabilidad se mantuvo presente en su rostro cadavérico—. ¿Cuál es la dosis que genera que un cuerpo de monstruo se convierta en una fuente de toxicidad letal? Por favor, dímelo. De compañera a compañero. Te aseguro que sólo es curiosidad, una sana e inocente curiosidad de un monstruo que ya está letalmente jodido al respecto.
—L-La cantidad e-exacta para obtener esa adulteración m-mágica es de 7 decilitros aproximadamente.
—¿Y cuál es la cantidad inicial que es administrada en una cría de, digamos, cuatro años? —interrogó, rememorando la edad de su hermano cuando fueron separados, recién los había cumplido entonces y estar consiente de ello le hizo sentir culpable.
—B-Bueno, d-de acuerdo a los registros, se comienza por 1.36 mililitros y así consecutivamente hasta cubrir la dosis de 1.99 centilitros.
—Ya veo —La sonrisa de Red se acentuó, lentamente estaba progresando en su investigación—, ¿y cuánto debe administrarse para alterar totalmente su núcleo mágico? Considerando las medidas de reposo y los riesgos de decretar toxicidad en su figura.
—Eso... o-ocurre justo cuando se supera la d-dosis de 5 decilitros.
—Sólo 2 decilitros menos —reflexionó Red, considerándolo seriamente al mirar en dirección a Edge. Con esta información lo único que le quedaba era comprobarlo cuando fuera testigo de la fuerza de su magia. Pues la soledad, la recelosa distancia, el escaso entusiasmo a convivir, la indiferencia y la amenaza constante de su porte eran síntomas de que estaba cruzando un proceso que Red ya había experimentado tiempo atrás. No quería creer que fuese posible que Edge compartiera su condición pero tenía que aferrarse a las menores posibilidades sino quería ser tomado por sorpresa. Edge miró tras su espina dorsal, descubriendo el escondite de Red y la científica, prestando mayor atención al pequeño, ese esqueleto que se regodeaba en su titulo de soldado especial le intrigaba, compartían demasiados aspectos de su actitud con los demás para ignorarlo; Edge no podía evitar sentir curiosidad por su fuerza mágica. ¿En verdad era tan poderoso como decían en la base? ¿Sería cierto que él solo era capaz de destruir todo un batallón, incluso más?
—¿Listo, Edge? —la voz de su comandante lo devolvió al presente.
—Por supuesto —confirmó con una sonrisa malévola y Undyne la correspondió mostrando sus afilada dentadura, le encantaba cuando sus soldados compartían su entusiasmo por el combate. La tritón no estaba segura en qué punto comenzó a disfrutarlo, tal vez el haber participado en tantas batallas -sin importar cuán ácidas o injustas hubiesen concluido- provocaron esta personalidad temeraria en ella. No era un secreto para nadie que ella sintiera una profunda repulsión por los humanos y el superarlos en el campo de guerra representaba una inmensa satisfacción para ella, una luz de superioridad que esperaba inspirar a los monstruos que constantemente temían por esas criaturas, así que siempre elegía soldados audaces, tan adeptos a la victoria como ella, para estar a su lado al pie de lucha. Miró a un costado entonces, percatándose de la presencia de Stretch quien hizo una seña de aceptación, y en respuesta ella asintió, dispuesta a cumplir con lo acordado.
—Adelante —señaló a su compañero.
Los dos emergieron de su escondite con nada más que sus trajes de batalla, después de todo era bien reconocido que Undyne era una de los pocos soldados del elenco que prefería luchar por su gente con ayuda de su magia, así que Edge también avanzó a su costado listo para enviar filosos encantamientos contra objetivos en movimiento sin dar paso a la vacilación. Undyne aprovechó que corrían para conjurar una lanza color verde, al igual que Edge quien creó una espada de hueso extremadamente afilada.
Los guardias en el interior de la cabaña no tardaron en notar sus presencias pero antes de que siquiera levantaran sus armas para disparar, o al menos se colocaran en formación, tanto Undyne como Edge lanzaron sus ataques en secuencia para derribarles, atravesando sus gargantas y dejándolos sin vida tras una serie de conjuraciones consecutivas. Los humanos solamente emitieron un sonido estrangulado antes de caer dolorosamente contra el suelo rocoso. Un soldado humano se asomó por una pequeña fortaleza al darse cuenta de la situación y pretendió neutralizarles silenciosamente pero Edge ya lo había estado esperando con sus huesos mágicos rubí para atravesarlo en diversos puntos formando una estrella de ocho puntas sobre su carnoso cuerpo. Undyne por igual descubrió a un militar humano que trataba de huir, lanzando un hechizo de magia verde sobre su alma para enseguida asestarle de lanzas por todo su cuerpo. Así fue como en menos de quince segundos, la zona había sido despejada de potenciales peligros.
La tritón liberó un suspiro satisfecho acompañado de una sonrisa que compartió con Edge, antes de impulsarse a recoger su trofeo. Sin embargo, cuando ella estuvo a punto de sostener el alma más cercana su posición un extraño fenómeno palpitante de luz la hizo detener la trayectoria de su mano sobre el alma humana para ser testigo de la desintegración de esta misma delante de sus ojos. Sorprendidos, ambos miraron en todos los puntos donde se habían hecho cargo de los militares, descubriendo que cada una de esas esencias estaban desapareciendo sin dejar rastro, apenas emitiendo un breve destello para desaparecer en su totalidad. Las manos de Undyne se volvieron puños y avanzó al interior de la cabaña, encontrando la escena de los científicos humanos tratando de huir por la puerta trasera, debido a ello la tritón reaccionó lanzando con furia un gran número de lanzas mágicas verdes para bloquearles la puerta atascándola con la energía latente de su propio núcleo. Edge procedió en acorralar a los humanos, reduciéndoles su libertad de movimiento con cadenas de hueso nacientes del piso, también del mismo color rubí. Undyne gruñó y tomó la radio que ocupaba un espacio en el cinturón de su cadera, encendiéndolo para comunicarles al resto los resultados.
—Zona asegurada, muchachos. —dijo, sin disimular un poco el acento irritado de su tono natural—. Vengan inmediatamente a cubierta, ha sucedido un desagradable improvisto. Y Red, trae a Alphys ante mi, ahora.
Dicho aquello volvió a guardar el aparato en su respectiva funda, revisando distraídamente las mesas y maquinaria que resguardaban todos aquellos líquidos de misteriosa procedencia, aborreciendo haber llegado tan lejos sin cosechar los frutos que esperaba fervientemente por fin obtendría para el rey Asgore, y para su especie. Las milésimas de segundos pasaron para que poco a poco se fueran reuniendo los demás esqueletos en el interior de la cabaña, y quienes no dudaron revisar sus alrededores con curiosidad mientras le daban un vistazo a sus aterrorizados prisioneros, que sollozaban y se retorcían sobre el suelo en un intento inútil por escapar de esta inesperada captura.
—Miren esos rostros llenos de miedo —Purple se inclinó frente a una mujer, cuyas lagrimas empapaban su rostro sin clemencia alguna, absolutamente fuera de si, por ello las pupilas triangulares del corto esqueleto se mantuvieron condolecientes—. Patético.
—¿Deberíamos comenzar a ejecutar científicos, comandante? —quiso saber Money con una sonrisa maniática que hizo retroceder a varios prisioneros en respuesta.
—No, manténganlos ahí hasta que Alphys llegue —ordenó Undyne, obteniendo una mirada confundida por parte de Stretch, Rasp y Slim. La mencionada se presentó junto con Red y los dos hermanos faltantes después de unos instantes.
—¿Q-Qué sucede, Undyne? —se apresuró a cuestionar.
—Eso es precisamente lo que yo quiero saber. Las almas de los soldados que Edge y yo ejecutamos se desintegraron frente a nosotros. ¿Por qué? ¿No se supone que solo los monstruos con magia pura pueden absorber almas humanas? No utilizamos a Red para esto.
—Sobre eso... —intervino Slim, atrayendo la mirada del tritón hembra en su dirección al instante—, comandante, tenemos algo que decirle al respecto también.
—Slim y yo fuimos a buscar las almas siquiera terminamos nuestro trabajo de francotiradores como lo ordenó —aclaró Rasp—, pero al llegar a la zona no encontramos una sola alma, era como si se hubiesen evaporado, ya que ni siquiera se mantuvieron manifestadas por mucho tiempo sobre la atmósfera.
—¿Es eso cierto? —inquirió Undyne, incrédula, era incapaz de asimilarlo a pesar de ella haberlo presenciado también. La tritón miró a Sans y Papyrus quienes se habían mantenido callados desde su llegada—. ¿A ustedes les sucedió lo mismo?
—Nosotros... —Papyrus estuvo a punto de explicar su situación antes de que fuera interrumpido abruptamente por su hermano.
—Si —mintió Sans para sorpresa de su compañero—. Lo notamos desde el comienzo ya que nos pareció una reacción muy extraña, por eso dudamos en continuar disparando, pero supusimos se trataba de una ilusión óptica, por eso no lo reportamos, desafortunadamente comprobamos la desaparición de las almas en cuanto fuimos a recogerlas.
Undyne gruñó llevándose una mano a la frente, frotando sus brillantes escamas azules con irritabilidad creciente mientras se encaminaba a la entrada, arrastrando los pies. Sans miró a Papyrus, quien se mostró contrariado por sus palabras, sin comprender del todo el motivo por el que estaba mintiendo tan descaradamente, con tal de cubrir su considerable error en batalla. Ambos sabían que mentir a un superior en plena misión era una situación grave con severas consecuencias, por eso no se atrevió a revelar la verdad ni exigir explicaciones delante de los otros, decidiendo resolver sus dudas una vez estuvieran a solas, pues algo le decía que Sans tenía algo más importante en mente. Sin embargo, para infortunio de los hermanos, Edge había notado estas miradas de complicidad debido a la habilidad que había desarrollado para leer gestos mientras antiguas imágenes distorsionadas de dos crías de esqueleto dentro de un callejón mugriento golpeaban su neurocráneo y zona frontal con insistencia, razón por la que se llevó los falanges al rostro de forma adolorida.
—¿Estás bien, colega? —la pregunta venía cargada de genuina curiosidad, por ello Edge no se negó mirar dentro de las pupilas de Red, cuya expresión en el rostro pretendía mantenerse neutral sin serlo al cien por ciento. Ese sujeto tenía algo en su aura que incitaba a Edge relajarse con él a pesar de no conocerse especialmente.
—Todo en orden, te lo aseguro. —Red pareció satisfecho con aquella respuesta.
—Espera, Undyne —la reptil amarilla se apresuró en detener los pasos de la comandante antes de que emergiera fuera de la cabaña—, t-tal vez el rompimiento repentino d-de las almas tenga algo que ver con lo que se ha estado desarrollando aquí. A-Aún tenemos a los científicos humanos, p-podríamos interrogarlos y resolver nuestras conjeturas.
—Correcto —asintió Undyne tras una profunda respiración.
—Ustedes creen que pueden tenerlo todo —una voz femenina desconocida para todo el escuadrón se alzó temblorosa al ambiente, conservando un tono de furia reprimida. Los esqueletos siguieron la pista hasta la figura sometida de una mujer joven con cabello rizado que parecía reacia a mostrar debilidad a pesar del corte en su frente obtenida en su intento de escape, la cual chorreaba sangre a montones, manchando gran parte de su rostro y bata con un color rojo espeso—, pero se equivocan —ella levantó la mirada, retando con esta a cada uno de los monstruos presentes—. Nos aseguramos de que ninguno de los que están aquí sean herramientas de guerra fáciles para criaturas como ustedes.
—¿Q-Qué hicieron? —interrogó Alphys cohibida.
—Eso no importa, porque una vez muéramos nuestras almas también. Con el fin de mantener a salvo a nuestra raza de sus poderes atroces, las hemos vuelto débiles —agregó con una sonrisa, aunque agotada, complacida—. ¡Los monstruos nunca nos vencerán! —exclamó inspirada por el gozo y determinación de una mujer que ha sobrevivido a terribles escenarios con la cabeza en alto—. ¡La humanidad prevalecerá y ustedes fenómenos serán exterminados y nunca más formarán parte de este mundo tan maravilloso!
De pronto un hueso mágico atravesó el estomago de la mujer furiosamente, sorprendiendo incluso a los esqueletos más compuestos que habían estado reprimiendo su enojo contra aquella humana por mera inercia. Red emergió de entre el resto, acercándose a la figura enferma de aquella humana con su ojo amarillo activado y una mano extendida hacia ella, la boca de la mujer no había tardado en escupir sangre, dejándola sufrir el dolor de esto antes de conjurar otra serie de huesos afilados para atravesar sus brazos y piernas, obligándola retorcerse en medio de su agonía para finalmente atravesar su cabeza con un último hueso mágico puntiagudo, obteniendo el terror del resto de humanos confinados y la respuesta de la comandante que hasta ese momento no había conseguido asimilar las acciones de su soldado especial.
—¡Red! —le reprendió con fiereza.
—¿Qué? —el aludido enfrentó a Undyne con la mirada mientras la carne de la fallecida humana se pudría al contacto con sus ataques mágicos—. De todos modos no seremos capaces de obtener sus almas y, por suerte para nosotros, tampoco ellos tendrán la oportunidad de distribuir sus logros a los demás humanos.
Los científicos no tardaron en mostrarse consternados por la observación de aquel monstruo, por quien se agitaron presas del pánico de un momento a otro, algunos gritaron, otros se limitaron a llorar en silencio, ganándose la atención de Papyrus quien se reconocía cada vez más asustado, pues nunca imaginó cómo sería estar en presencia de los humanos en un momento de vida o muerte. Undyne respiró, expulsando con un suspiro su aceptación, de todas maneras su misión había sido un fracaso. ¿Qué más daba permitir que Red Fell cumpliera su voluntad? Ciertamente a ella ya no le importaba lo que ocurriera con sus rehenes, no obtendrían nada valioso de ellos sin importar que se tratasen de científicos.
—Tienes razón. Acaben con ellos —ordenó sin culpa.
Acto seguido se dirigió a Alphys, impulsándola caminar en su compañía al exterior para impedir que presenciara el trabajo final de sus subordinados, después de todo era consciente de lo débil que era mentalmente y no quería arruinarla más de lo que ya estaba. La sonrisa de Red creció, sofocada por el gozo, mientras se dirigía al frente de otro humano, entonces cada uno de los esqueletos se posicionaron delante de cada científico con los cañones de sus armas apuñalándoles la frente, y Edge se colocó a un costado de Red, inspirado por su extravagante ejemplo, y manteniéndose tranquilo mientras admiraba el miedo abrazador en los ojos del hombre de abundante barba que sólo podía mirarle de vuelta sin poder hacer más que sólo temblar y balbucear por misericordia.
—Me agradan los sujetos con agallas —se permitió musitar con suavidad, sin reales intenciones, solamente como un secreto compartido con Red, al cual respondió con una sonrisa vacilante, en cierta forma halagado, aunque todos los monstruos sabían esto no era algo de lo que enorgullecerse. Red no había conseguido resistir la necesidad de aliviar su ira con aquella mujer por haber hablado de más, después de todo había elegido culpar a los humanos por todo lo que había sido obligado vivir a raíz de la guerra; aquello parecía lo más accesible que condenar las decisiones de su gente para sobrevivir.
—Paps, espera afuera —indicó Sans a su hermano dispuesto a unirse a sus compañeros de escuadrón en este enfermizo ritual de ejecución.
—Pero, Sans... —Papyrus avanzó lo más que pudo hacia su hermano, apenas resistiendo al impulso desesperado que lo hacía querer detener este sin sentido antes de que germinara.
—Por favor... —casi suplicó el mayor, las pupilas brillantes ocultas tras la cortina de oscuridad de sus grandes cuencas. Papyrus tembló—. No quiero que veas esto.
Después de un instante de duda, el joven esqueleto decidió obedecer así que asintió y se dirigió a la salida sin mirar atrás o preocuparse por la vista curiosa que le dirigió la tritón al verlo salir. Afuera las nubes ya comenzaban a generar lluvia, los rayos recorriendo el cielo fueron en aumento, al igual que los truenos que parecían censurar la masacre que los monstruos efectuaron en el interior del laboratorio una vez estuvieron todos alineados para comenzar. El sonido de los huesos crujiendo superaron los gemidos acribillados de los hombres y mujeres que obtuvieron avances científicos trabajando en el corazón del bosque. Ningún esqueleto se permitió retractarse de sus movimientos. No hubo alabos cuando los monstruos terminaron, no hubo celebraciones, sólo un silencio sepulcral que era perturbado de momentos por el sonido de los pasos del resto. Stretch había sacado un cilindro de tabaco de sus bolsillos para liberar tensiones, compartiendo uno con su amigo Sans quien parecía más ansioso que nunca por culpa de aquello. Rasp se retiró a una silla para disipar del estrés y Slim acompañó su silencio recargándose en el muro cercano. Money inhaló un poco de cocaína por su orificio nasal y Purple se unió a su hermano de armas cuando se dio cuenta que la sangre manchando su rostro le estaba provocando nauseas. Red y Edge se limitaron a salir de la cabaña para respirar el aire húmedo, compartiendo miradas sorprendidas por el hecho de que habían pensado exactamente lo mismo, aún así no comentaron nada, dejándose descansar del ruido que generaron sus acciones como maquinas de matanza una vez se acomodaron por fuera de la humilde construcción de madera.
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Transcurrió una hora y media antes de que la actividad del escuadrón volviera animarse, pues mientras algunos participaban en el escrudiño de archivos importantes y el manejo de las sustancias sobre las mesas de la cabaña con indicaciones exclusivas de Alphys, otros recibieron las ordenes de merodear el terreno en búsqueda de las crías humanas que se habían reportado en un principio, después de todo no habían visto a un sólo niño desde su infiltración al laboratorio y este hecho no tardó en resultarles confuso. Red, Slim y Money fueron algunos de los que fueron enviados a buscar pistas alrededor de la construcción, Edge se había separado de ellos para ir junto a Undyne rumbo a una pequeña bodega instalada a unos pasos de la cabaña, así que Red se resignó a la idea de hacer equipo con los otros dos. La lluvia también se había calmado, razón por la cual la comandante había decidido aquel era el momento oportuno para realizar su último movimiento del día antes de marchar de regreso a la base. Luego de un par de minutos caminando sin un orden, Slim informó a sus compañeros sobre cuatro extraños bultos sobresalientes en la tierra, también Red había señalado un sótano con puerta de madera justo en la parte trasera de la morada. Y optando por revisar primero los bultos de lodo, Money tomó de mala gana una pala para comenzar a cavar, Slim le apoyó por otro lado y fue así como descubrieron que los cuatro bultos eran en realidad las tumbas de cuatro cadáveres infantiles luciendo condiciones deplorables, la impresión de esto no fue tanta como pudieron llegar a considerarlo, ni siquiera al ser conscientes de que no había almas por tomar ahí aunque quisieran. Aún así, Money se inclinó sobre uno de los cuerpos y acarició su fría mejilla con curiosidad, jamás había visto a una cría humana muerta así que le interesó su extrema palidez y reseco semblante.
—No hay duda, están muertos —evidenció—. Seis días, eso supongo.
—¿Los cuatro? —cuestionó Red un poco sorprendido por este dato.
—No todos, este aún es suave —indicó Slim apuntando con la punta de su pala el cuerpo que él había desenterrado personalmente—. Diría que murió anoche.
—Así que no resistieron los experimentos —comprendió Red, provocando que la sola idea lo mandara estremecerse con desagrado en recuento a su propia experiencia.
Esos sucesos no eran más que un circulo vicioso de tormentos interminables. La única diferencia era que ellos se convertían en polvo al morir, no dejaban más que unos gramos de ceniza como indicio de su deceso, en cambio los humanos abandonaban un cuerpo frío que causaba repudio a cualquiera en atreverse a observar ese lento y tedioso proceso de putrefacción. Un repentino crujido alertó los pensamientos dispersos de los tres esqueletos para mirar justo hacia el sótano que Red había encontrado. Se miraron entre sí y se apresuraron averiguar la causa, pues tal vez aún había niños vivos en aquel escondite. Slim abrió la puerta sin mucho esfuerzo y los otros dos se adentraron sin tomar más precauciones mientras descendían por las rechinantes escaleras de roble viejo. Red encabezó el recorrido, siendo el primero en ser testigo de un espacio despejado que sólo daba lugar a una cama oxidada con un colchón sucio, donde reposaba una pequeña de aspecto moribundo, la cual estaba atada por las muñecas y los tobillos. Esta no parecía consciente de su entorno pero un paso demasiado fuerte por parte de los esqueletos le hizo buscar la fuente del ruido, por lo que sonrió al verlos con una energía tambaleante, iluminando un poco sus facciones sucias y maltratadas. Se veía en extremo distanciada de la realidad, sus iris y pupilas estaban cubiertos por una bruma blanca, pero Money y Slim comprendieron que la resolución en sus mirada expulsaba alivio por sus presencias, a pesar de ser los enemigos de la humanidad.
—Los mataron ¿cierto? —quiso saber aquella niña, su voz afónica, probablemente por no parar de gritar debido a la tortura a la que debió ser sometida por sus iguales.
—Si —respondió Red con simpleza, asumió había escuchado el ruido que se efectuaba encima de su cuarto de reposo.
—Ya veo... quizás sea lo mejor —los ojos de la pequeña humana comenzaron a empaparse en lagrimas pero en ningún instante dejó de sonreír—. Por favor, ellos estaban desesperados. Hay hombres malos entre nosotros y ellos presionaron mucho a las personas de allá arriba... en mi orfanato conversé con muchos monstruos, por eso sé que no son malos, sólo necesitan un poco de comprensión.
—¿Por qué te tienen aquí? —interrogó Slim curioso, después de todo la radiación que sobresalía del cuerpo de aquella niña entre su aura era diferente de todo lo que había visto.
—Creo que es por mi alma —realizando unos cuantos movimientos adoloridos con sus manos, la niña logró que su alma se materializara a la vista de los tres esqueletos, quienes estaban impresionados por su llamativo color. Sabían que las almas de los humanos poseían un color relativo al de los monstruos, ya que resaltaban gracias a su aspecto aperlado y brillante en comparación. Sin embargo, el color de alma de aquella niña era verde como la armonía de aquel bosque, compartida por los animales y especies de plantas que lo habitaban—. Por favor llévensela, no puedo permitir que los eliminen de la fas de la tierra. Mi tutora era un monstruo muy gentil —las lagrimas se desbordaron por las mejillas de la pequeña humana ante el recuerdo de la tímida pero preciosa Syren que durante mucho tiempo la apoyó en sus momentos más duros—, aún así esos hombres de verde la asesinaron. Quiero ayudarles a solucionar esta guerra, yo estoy de su parte, mi especie no hizo más que darme sufrimiento, por eso tomen mi alma y enséñenlos a ser amables.
Extendiendo los brazos con dificultad hacia los esqueletos, la pequeña humana envió su propia alma en manos de Money quien ya había preparado un contenedor especial, este artefacto lo habían recibido de Alphys previamente para depositar posibles almas contaminadas y no pensaba arriesgarse a sostenerla entre sus falanges si significaba un extremo incremento de poder e infección en su propia alma. Con una última sonrisa, la niña desfalleció, indicándole a los presentes que había muerto al separarse de su alma. Ni Red, Slim o Money dijeron nada al respecto, sorprendidos por la accesibilidad de la niña humana, y aunque aún sospechaban de sus razones para ayudarles a su causa, optaron por informar de esto a su superior cuanto antes así que partieron fuera del sótano sin mirar atrás, lejos de la radiación que cubría el cadáver de la apesadumbrada chiquilla castaña.
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Lo tres esqueletos emergieron del sótano con expresiones serias, encaminando sus pasos rumbo a la entrada de la cabaña sin formular más nada después de lo que habían vivido hace unos instantes. Una vez expuestos al ambiente frío que comenzaba a pesar sobre el lugar, Slim le hizo una seña a Money para que mirara a su compañero más bajo que caminaba por delante de ellos, al cual este se dirigió mostrándole el contenedor de alma lleno, Red no comprendió al principio el motivo de aquel gesto silencioso hasta que compartió miradas con ambos, pues todo indicaba que les parecía lo más correcto que él llevara el alma como soldado especial que era. Fell no se negó a esto, no lo consideró necesario ya que los otros dos lo habían decidido, así que tomó el contenedor con un breve asentimiento para volverse y continuar su camino. Para su fortuna, Undyne y Edge ya estaban de regreso con los demás esqueletos, quienes ya se encontraban reunidos con la información necesaria entre sus falanges, incapaces de reprimir la sorpresa que les causó ver que Red sostenía un contenedor con el alma verde brillando en su interior. Slim y Money se retiraron a unirse a sus respectivos hermanos de armas mientras Red tenía su esperada platica con Undyne, cuya curiosidad en el suceso era visiblemente indiscreta al igual que la científica real.
—Aquí tiene, comandante —le dijo Red sin mucho entusiasmo. La tritón aceptó la entrega sin dejar de admirar el extravagante color de aquella esencia humana—. Encontramos un sótano en la parte trasera —explicó—. Ahí yacía la última cría sobreviviente del laboratorio, los otros cuatro niños ya estaban enterrados cerca. Por voluntad propia nos la entregó, así que probablemente se trate de una trampa, aún así no podemos negarnos a su poder.
—Tendré una reunión con el rey Asgore cuando estemos en la base, entonces decidiremos cómo proceder con este evento—aseguró con una sonrisa complacida—. Buen trabajo ustedes tres—agregó mirando a los involucrados en el incidente, Red hizo una corta y burlesca reverencia por costumbre, los otros dos simplemente asintieron. La tritón se volvió a todos los presentes—. Soy consciente de que esta misión ha puesto a prueba nuestra fuerza como especie pero debemos mantenernos firmes, al menos esta vez no nos iremos con las manos vacías. Todavía hay esperanza. Los humanos no nos harán retroceder. ¡Nosotros sobreviviremos ahora y por siempre! ¡Por los monstruos!
—¡Por los monstruos! —respondieron todos al unísono.
Entonces los cuatro esqueletos señalados por Alphys se retiraron a una distancia prudente de la cabaña mientras Papyrus, Sans, Rasp, Purple y Stretch, liderados por Undyne, se hacían cargo de crear ataques mágicos lo suficiente destructores para tirar abajo la cabaña al instante junto a todas las pruebas de su existencia. Los colores de los huesos mágicos de Purple, Rasp y Papyrus oscilaron con armonía entre las lanzas de Undyne y los rayos de los Gasters Blasters de Sans y Stretch, que además redujeron en añicos los trozos más pequeños de escombros que los huesos de sus compañeros demolieron. El resto observó el espectáculo con absoluta tranquilidad, con Slim y Money presumiendo de vez en cuando la potencia mágica de sus respectivos hermanos de armas entre sí. Alphys aprovechó el intervalo para aproximarse a Red con la intención de entrevistarlo brevemente, interesada.
—¿E-En verdad esa cría h-humana les entregó su a-alma sin más?
—Nos dijo que su especie sólo le había causado sufrimiento, y con justa razón, se veía fatal en esa cama, amarrada como un vil rehén —rememoró, sintiéndose forzado a identificarse un poco con el suceso—. Dijo que ayudaría con nuestra causa, que le enseñáramos a su especie ser amables. Es un ideal muy tierno ¿no crees? No dejó de ser una cría hasta el final.
—Con lo que dices, no cabe duda de que sus palabras fueron sinceras —intervino Edge quien estaba de brazos cruzados a un costado de Red mirando de forma distraída el trabajo de sus compañeros, el esqueleto de mediana estatura simplemente lo miró—. En realidad, yo lo consideraría una prueba de pureza el que mantuviera su amabilidad a flote aún en esas condiciones, de haber sido cualquier otro humano hubiese maldecido a su especie hasta sus últimos momentos, no de alguna manera pedir por su redención. Dudo que haya muchos humanos con esas características allá afuera en el campo de batalla.
—Me pregunto eso... —concluyó Red un poco incrédulo, después de todo los pocos humanos que había conocido a lo largo de su vida eran criaturas consumidas por la demencia y la sed de poder, dudaba que existiera alguno con la voluntad suficiente para oponerse a su propia especie sin sentir real odio por las acciones contrarias, pero estaba convencido de que la suave mirada de aquella niña estaría pegada a su cráneo una larga temporada, sofocando sus sueños con sentimientos de empatía, al menos hasta que otro suceso más chocante tomase lugar en su cambiante realidad.
