V

Ensordecedora fue la quietud que abrazó a cada uno de los esqueletos una vez cruzaron las grandes puertas al interior de la base, pero solamente rompieron filas cuando Undyne les felicitó por su duro trabajo, enviándoles a dormir enseguida. Ella se marchó junto con Alphys para cumplir su deber con el alma humana que la reptil sostenía, así que pocos sintieron curiosidad por el destino de su pequeña adquisición habiendo compartido opiniones e información de camino a su tan merecido descanso. Purple y Money fueron los primeros en despedirse del escuadrón, alegando poseer un cansancio inmenso debido al viaje, así que cierto grupo no tardó en verse tentado por la misma idea al momento. Sans observó a sus compañeros alejarse, por ello se volvió a Stretch y su hermano con una tranquilidad propia de su personalidad para pedir opciones sobre qué hacer a continuación.

Por muy sorprendente que resultara, Papyrus bostezó sin poder evitarlo, asegurando necesitar dormir un poco ya que sus fuerzas se habían visto afectadas por el uso excesivo de energía mágica por ese día, en respuesta Sans no pudo evitar estar de acuerdo con ello, después de todo el movimiento y estrés fue constante. Aún si dudaba que su hermano lograse conciliar el sueño con la cama a su alcance debido a las nuevas vivencias, comprendió requeriría un momento en silencio para asimilar los escenarios a los que había sido expuesto, y ahí estaría él para apoyarle en caso de que esa situación se diera. Ignorando por un instante este hecho se dirigió a su amigo, preguntándole si se uniría y Stretch ni siquiera necesitó pensar en la respuesta. Sin embargo, la voz de otro monstruo llamándolo desde la distancia lo obligó guardar silencio antes de dar una respuesta, pues aparentemente estaba siendo solicitado por vía telefónica y nadie más que Blue podría estar tan entusiasmado de hablar con él altas horas de la noche, por tal no se lo iba a perder, así que no dudó rechazar la oferta de Sans antes de impulsarse ir en busca del teléfono fijo que todo el recinto compartía para realizar llamadas a sus familiares y parientes cercanos. Sans le restó importancia al suceso para despedirse también, entonces él y su hermano se retiraron deseándoles un buen descanso a sus demás compañeros quienes hasta ese momento consideraron la situación.

—Nosotros también deberíamos marcharnos —afirmó Rasp dirigiéndole una mirada a su hermano de armas y compañero de litera, Slim estuvo de acuerdo al instante por lo que ni siquiera fue necesario que hablara para dar su aprobación—. Edge, ¿no vienes?

—Gracias, pero no. Tengo algunos asuntos pendientes que atender.

—Como quieras —Con un gesto de sus falanges se despidió de su camarada y avanzó en compañía de Slim en completo silencio. Red pensó en seguirlos para ir en busca de su propia habitación pero terminó prestándole mayor atención al otro esqueleto, quien lo miró de soslayo con una pequeña sonrisa adornando su quijada, y en ese momento Red comprendió sería una elección errada el negarse tener un nuevo acercamiento con aquel sujeto.

—¿Tú no tomas siestas?

—No luego de una matanza, mi cráneo punza —argumentó Red y se alzó de hombros. Sus palabras le causaron gracia al esqueleto más alto, debido a su parecido a la explicación que él le había ofrecido la primera vez que conversaron, aunque en la boca de ese ventajoso monstruo sonara más como una terrible excusa, o burla.

—En ese caso, estás invitado acompañarme en mi entrenamiento nocturno si lo prefieres.

—Propuesta aceptada. ¿Cuál es el itinerario?

—Ven y hablaremos de eso después —replicó Edge iniciando con la caminata. Con una sonrisa divertida, el mediano esqueleto lo siguió, manteniendo sus manos dentro de los bolsillos de su chaqueta negra. Durante su trayecto al campo de tiro la atmósfera entre ellos fue silenciosa pero no incomoda, ciertamente el haber interactuado un poco entre ellos durante el día les ayudó acoplarse con facilidad a la serenidad contraria. Edge no era de muchas palabras a pesar de su fiera apariencia y Red usualmente era reservado cuando no era necesario exponer su punto de vista así que se encontraron compartiendo un nuevo aspecto que en todo este tiempo lograron percibir de su acompañante. Sin darse cuenta, ambos se habían estado observando y estaban convencidos de que el otro no debía enterarse de nada, aunque entre comentarios pudiesen revelar un poco de esta innegable realidad—. Aquí estamos —obvió Edge deteniendo sus pasos antes de señalar un blanco especifico entre el desorden de figuras talladas—. ¿Qué te parece el objeto de allá?

Acto seguido, conjuró un sólo hueso de punta afilada con ayuda de un simple chasquido de falanges, el cual no tardó lanzar contra la figura inerte a la mitad del terreno, acertando el centro sin demasiado esfuerzo. Red emitió un sonido similar a un chiflido, el cual aplaudía la puntería del otro sin disfrazar su asombro. Por supuesto, había estado al pendiente de su desempeño en batalla desde el momento que había llegado a la base pero ser el exclusivo invitado de honor cambiaba drásticamente la percepción que ya conocía, por ello no iba a negarse la oportunidad de expresar la admiración que sentía. Red nunca había sido un monstruo que se interesase en superar records o siquiera imponerse metas así que la dedicación de Edge representaba un ideal inalcanzable para alguien tan vago como él, que agradecía su condición un poco cuando de gastar magia en ataques se trataba.

—¿Este es tu propio método de relajación? —quiso saber. Edge lo miró, un poco confundido—. Creí que no te gustaba gastar magia de forma inútil.

—Esto no es una practica insulsa porque te estoy retando.

—¿Perdón? —Esta vez Red se reconoció contrariado por las palabras de Edge.

—Así es —confirmó—, la razón por la que quise que me acompañaras esta noche era para comparar nuestras capacidades mágicas. Hoy que te ví en acción no pude evitar preguntarme quién de entre nosotros dos saldría victorioso en una batalla real. No pretendo luchar a muerte con un integrante valioso de esta base pero puedo comprobar las estadísticas con un intenso combate de entrenamiento. ¿Qué te parece? ¿No es una idea maravillosa?

—No estoy seguro de querer luchar contra ti como lo sugieres —acotó Red con nerviosismo, el ectoplasma liquido sobre su cráneo haciéndose espeso ante la idea de perpetrar un contacto letal en el otro, cuya ejecución lo mataría indudablemente—. Puedo aceptar una prueba de tiro, pero una batalla que involucra contacto físico... me temo que ahí tendré que rehusarme.

—No te preocupes, miedoso. No planeaba un combate cuerpo a cuerpo —Edge desvió la mirada con incomodidad frente la simple sugerencia que Red había expuesto y tal gesto llamó la atención de Red mientras veía al otro tomar su posición tras la línea en el pasto que indicaba el punto de lanzamiento—. Comencemos con algo sencillo —reiteró—. El más rápido y preciso en acertar sobre el último blanco de la última hilera gana la primer ronda. Si no te importa, yo voy primero.

Edge formó un nuevo hueso y lo envió contra el objetivo indicado, la punta penetrando la firme madera hasta perforarla cual trozo de papel en menos de dos segundos, entonces le dedicó una sonrisa retadora a su acompañante, quien correspondió posicionándose a su lado, apenas sacando una de sus manos de los bolsillos cuando un hueso carmín salió disparado contra otro objetivo inmóvil, el cual casi pareció desintegrarse al contacto con la magia de Red. Edge se admiró mucho de esta reacción pero al siguiente instante decidió ignorarla, después de todo lo había visto antes en el cuerpo de aquella humana y tal situación fue mucho más impactante. No se consideró derrotado ni siquiera por el hecho de que Red había completado su objetivo por medio segundo menos a él así que se dispuso mejorar la estrategia. Alzó un brazo, creando una hilera de huesos punzocortantes para enviarlos hacia diversos puntos del campo de tiro, apuñalando a los objetivos al mismo tiempo sin demasiada complicación.

Motivado por esta maniobra, Red respondió extendiendo su brazo derecho, jugando con una mayor cantidad de conjuraciones que enseguida envió contra objetivos dobles para esta vez sonreír con pedantería al otro una vez finalizado su acto. Fue entonces cuando Edge gruñó, simplemente no aceptaba ser acorralado así, por ello optó en subir el nivel de dificultad formando duras columnas de hueso que rápidamente destrozó con una conjuración especial en su otra mano. Red se dejó reír, extrañamente divertido, estaba disfrutando esto, más de lo que le gustaría admitir, así que -a la quinta formación de columnas que realizó Edge- se interpuso, reclamando su derecho de crear conmoción en el arduo trabajo de su acompañante. Sorprendido por esto, Edge siguió formando muros de huesos blancos que Red se apresuró a derrumbar y triturar casi al instante siguiente de su levantamiento, cada uno más complicado de derribar que el anterior, razón por la cual Red se encontró riendo y haciendo comentarios espontáneos durante su apresurada jornada. Los trozos de magia esparcidos por la atmósfera se deslizaban igual a luciérnagas mientras más fragmentos de encantamiento eran aniquilados por los ataques de Red, quien no se evitó balancear sus brazos en el aire con armonía.

—Mi turno —espetó el esqueleto mayor, revirtiendo la actividad, razón por la que esta vez fue Edge quien se dedicó a destrozar muros de hueso con una sonrisa entusiasmada, no importándole tener que destrozar otros objetos propios del campo de entrenamiento para cumplir su cometido y esto a Red le gustó mucho, por eso creó columnas en los lugares más complicados para dar seguimiento a la actividad de Edge, finalmente teniendo una idea que cerraría con broche de oro tremenda demostración—. Oye, ¿no es bonito el cielo de esta noche? —cuestionó nada más para indicarle a Edge que su última prueba se ejecutaría a varios kilómetros sobre sus cráneos, aún así el joven esqueleto no retrocedió, generando un ataque mágico de tres Gasters Blasters que rápidamente se cargaron de energía rubí en su interior, disparando contra la cortina de huesos suspendidos en el cielo sin necesidad de inclinarlos hacia un nuevo ángulo. Satisfecho con el resultado Edge miró a Red, alzando la punta de su quijada en un gesto de superioridad, al cual este último respondió con una seña de absoluta rendición—. Oh, no puede ser, perdí, que desafortunado. ¿Qué le diré a mis superiores ahora? —inquirió con una pose melodramática.

—Por favor —recriminó Edge divertido—, si estuviéramos en un combate real ninguno de nuestros ataques se compararían a los que hemos realizado esta noche. Ambos nos desviamos del objetivo principal y rompimos las reglas.

—¿Lo apuntamos como un empate entonces?

—Esa me parece una decisión sensata, al menos por ahora —admitió Edge relajando sus articulaciones—. Odiaría dejar nuestro enfrentamiento inconcluso.

—En ese caso lo apuntaré en mi agenda de pendientes, ya que puede ocurrir mañana, pasado mañana... —Red guiñó una cuenca—, tal vez el próximo mes. ¿Sabes? No me gustan los combates amistosos, no es una buena manera de iniciar una relación, eso nunca funciona, ni siquiera en aquellas que tratan las situaciones amorosas.

—Yo no estaría tan seguro, he escuchado que las peleas mejoran la convivencia entre los individuos, por lo tanto puedo decir que las peleas son positivas.

—Sólo bajo especificas circunstancias, no siempre es buena idea iniciar una disputa, considerando lo cerca que estuviste de estampar mis huesos contra el suelo durante nuestro primer encuentro —se mofó Red, ridiculizando aquel momento de tensión, eso le serviría para enterrar la primera mala experiencia y mejorar el presente.

—¿Oh? Por lo visto eres un experto en el tema.

—No, tampoco es para tanto. —Luego de aquellas palabras, ambos se encontraron mirando hacia el campo de tiro para revisar su travesura, cuyos blancos habían recibido un trato terrible por su parte algunos minutos atrás, entonces a Red se le ocurrió algo en lo que no había pensado en medio de su deleite mientras derribaba los obstáculos mágicos—. ¿Crees que los Altos Mandos se molesten mañana cuando vean esto?

—El soldado especial aquí eres tú, tú tendrás que resolverlo, es evidente que lo causaste.

—... Que astuto —comentó Red con una sonrisa recriminatoria tras reflexionarlo—. Eso también explica el porqué no te contuviste en cuanto a magia cuando decidiste seguirme la corriente.

—No es mi culpa que seas un imbécil.

—Con que imbécil ¿uh? —lejos de ofenderse, Red se mostró complaciente con la grosería. La sonrisa de Edge le indicaba que no quería injuriarlo después de todo, y que en realidad le estaba demostrando entera confianza; no cabía duda que estaban teniendo avances. Si seguían esta ritmo, Red tenía la seguridad que dentro de un par de semanas más de convivencia podrían formar un vinculo de amistad más allá del frío compañerismo—. No recuerdo cuándo fue la última vez que alguien se atrevió a insultarme así pero, si algo es un hecho, es que ese individuo ahora mismo es polvo sobre graba.

—Encantador relato, será un buen pensamiento para dormir esta noche.

Edge se desplazó, dispuesto a retomar su camino a los dormitorios y Red estuvo dispuesto a seguirlo. No pretendió realizar un movimiento que afectara a su acompañante pero se encontraron rozándose un poco entre sí y -siquiera darse cuenta- los dos se hicieron hacia atrás con el terror de consecuencias irreversibles plasmadas en sus rostros deformados por la sorpresa. Red observó a Edge en espera de que comenzara a desintegrarse y volverse polvo en cualquier momento ante sus pupilas; pero no ocurrió nada, en ese momento la incredulidad azotó su entendimiento mientras seguía esperando una reacción negativa por parte del otro. Edge parecía estar esperando algo también pero Red no lo interrogó y se conformó con saber que el breve contacto que habían compartido de alguna manera no había sido grave, ambos estaban a salvo. En vista del silencio incomodo que los estaba abrazando, Red se frotó el hombro con el que había tocado el brazo de Edge, carraspeando un par de veces con ansiedad, todavía convenciéndose de que el otro esqueleto se mantendría intacto aún habiendo rozado un poco su chaqueta, los guantes rojos que siempre llevaba Edge debieron haber servido de protección para su aura contaminada. Todo estaba bien, al menos debía convencerse de ello antes de que el pánico inicial volviera y entonces acabara perdiendo la compostura y su agrietada cordura.

—Bueno, hum, ¿supongo que nos vemos mañana?

—¿Me lo estás preguntando? —Edge lucía confundido aún, pero mantuvo su facciones cadavéricas en un gesto severo. Red comprobó que algo no andaba bien con él tampoco.

—No sé si quieras... bueno, ya te habrás dado cuenta que no soy un as en las relaciones de ninguna clase, es decir, joder... no sé explicarlo.

—No fuimos hechos polvo hoy así que... ten por seguro que nos veremos mañana —reiteró Edge por inercia, como si él también estuviera teniendo dificultades para elegir palabras.

Red daría lo que fuera por quitarse ese nerviosismo que había roto el ambiente perfecto entre ellos para promover la sana convivencia. Ese simple roce los había afectado de tal modo que para los dos estaba siendo imposible volver a la normalidad dijeran lo que dijesen, así que Red optó por desearle un descanso optimo a Edge antes de desaparecer con un rápido teletransporte mágico que solamente usaba en momentos de extrema emergencia. El alma le seguía latiendo de forma desbocada dentro de sus costillas, casi sintiendo que en cualquier momento lograría romperlas y emerger a la superficie sino se controlaba a tiempo. El esqueleto se recargó en el muro de su recamara personal agitándose de forma anormal, era incapaz de recuperarse, pues casi mataba al único candidato que tenía por hermano, casi perdía su única oportunidad para recuperar lo que había perdido, y todo por un absurdo descuido. Se suponía que por estos problemas había establecido este régimen de distancia estricto sobre los demás monstruos, porque no quería lastimar a nadie de su especie involuntariamente; debía tenerlo presente siempre, aún así acababa de bajar la guardia ante Edge Wing Ding y había corrido el riesgo de convertirlo en polvo por un minúsculo accidente. Red cerró con fuerza ambas cuencas, sintiendo el impulso de volver a donde había dejado a ese reacio esqueleto y comprobar que todavía estaba en pie pero tenía miedo de averiguar lo contrario. Convencido de que su estado emocional actual era caótico, decidió debía esperar hasta mañana para verlo, quizás hasta ese momento tendría la fuerza mental suficiente para enfrentar cualquiera de las dos consecuencias. Sin embargo, por más que quiso y lo intentó, tampoco fue capaz de relajarse. Estaba asustado, después de tanto tiempo volvía a sentir un miedo real envolverle como una ventisca fría en un infierno de hielo. Quería llorar, quería golpear el muro hasta romperse los huesos, quería desaparecer, quería morir. Recargó la zona frontal de su cráneo contra la pared, cerrando los puños a cada costado, perdiendo las fuerzas con las que se sostenía así que se dejó deslizar por el muro hasta quedar de rodillas, envuelto en la ácida incertidumbre. Odiaba esto.

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Nunca fue su intención lastimar a nadie, jamás pretendió convertirse en el demonio que absorbe la vida de los seres vivos por simple placer pero el desgarrador grito que había roto la atmósfera lo hizo convencerse de lo contrario a pesar de encontrarse excesivamente asustado. El soldado que se atrevió retarlo no tardó en volverse polvo frente a la mirada de todos los interesados, quienes lucían igual de confusos que él. Escuchó a varios cadetes a sus espaldas gritar conmocionados por lo que acababan de ver mientras él se quedaba paralizado en el mismo sitio, incapaz de creer lo sucedido; Red sólo lo había tocado, estaba seguro que un simple empuje no debería ser suficiente para matar a nadie, mucho menos sin haber tenido la intención de realizar un mísero y mediocre ataque mágico. Entonces todos comenzaron alejarse a su alrededor, incluso los médicos que le aseguraron no habría ningún problema en que entrenase sus nuevas habilidades con un grupo grande, incluso el general quien mostraba en sus facciones una expresión horrorizada, tan ajeno al soldado agrio y estricto que había visto al llegar. Red se miró los falanges a cambio, descubriendo el polvo manchándole los huesos, el cual se había desprendido del monstruo con el que pretendió iniciar una disputa de opiniones, intentando comprender porqué murió al contacto con sus extremidades.

No debía ser verdad. No era su culpa. Aquello no podía ser posible. Tenía que ser una broma. Lo había matado. Red se llevó las manos al cráneo perdiendo la compostura ahora que por fin era consciente de lo ocurrido, fallando en negarse a la realidad, las evidencias de lo irrefutable. A partir de ese momento estaría condenado a los efectos secundarios de los experimentos en su cuerpo y alma, no volvería a gozar de los pequeños placeres terrenales que la vida les ofrecía, sería un monstruo entre monstruos. El estandarte de poderío y masacre para capricho de una sociedad que busca surgir victoriosa de una guerra sin sentido.

Sólo un contacto directo con él podría matar a cualquiera, un simple roce, quién sabe lo que provocaría su propia magia una vez esta fuera puesta en acción. A partir de ese momento y para siempre era el arma definitiva.

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La agonía que sufrió en aquel tiempo volvía con fuerza ahora que abría las cuencas y sus pupilas carmines se iluminaban dentro de la oscuridad vacía, inevitablemente recordando el instante en que casi lo echa todo a perder. Se preguntaba si Edge había logrado sobrevivir la noche, si aquel roce no había dejado efectos secundarios ya que no lo convirtió en polvo al instante. Halado por estos pensamientos fue que se impulsó alejarse de la cama y salir de aquellas cuatro paredes en busca del susodicho. Aún era demasiado temprano para que alguien que no fuera un esqueleto estuviera despierto, la oscuridad de la madrugada todavía no se dispersaba, quedaban indicios de la etapa nocturna en el cielo aunque pronto comenzaría a ponerse claro, quizás transcurridas tres horas más. Caminó por el pasillo y salió al amplió patio de las instalaciones, visualizando cada espacio determinado a distintas actividades militares.

Por una iniciativa casi involuntaria se dirigió al campo de tiro, paralizándose en la entrada al descubrir la silueta de Edge allá en las heladas bancas de metal que adornaban las orillas, vestía un conjunto de ropas negras casuales que no alcanzaban a opacar su peligroso porte mientras yacía inclinado como derrotado sobre el borde de sus fémures, parecía sumergido en sus pensamientos así que Red se acercó a él lentamente, aliviado por que nada malo le hubiese ocurrido en el transcurso de la noche a la madrugada, más el anonimato de sus pasos no duró por mucho tiempo ya que -al estar lo suficiente cerca- fue premiado por la intensidad de aquellas pupilas que se alzaron en su dirección, las cuales hicieron arder una sensación sin nombre en el centro de su alma por un instante. Edge no desvió su mirada de Red y lo dejó acercarse sin interrumpir el silencio, entonces el esqueleto de mediana estatura tomó asiento con él en el otro extremo del banco, la distancia segura para evitar cualquier clase de improvistos a esas alturas. Aunque no quería creerlo, las señales habían sido suficiente claras para Red en este tiempo que llevaba estudiándole, no tenía más dudas al respecto aún si todavía le carcomiera la confusión, era un hecho sólido al que debía responder, por eso no se negó ponerlo en palabras con aquella cómoda privacidad. Estaba dispuesto a ponerle punto final al misterio.

—¿Por cuánto tiempo lo has sufrido? —quiso saber. De no haber estado seguro que estaba hablando habría jurado que la voz llenando la quietud en ese momento no le pertenecía, jamás podría aceptar que ese tono que estaba usando para dirigirse a Edge fuera tan suave y comprensivo—. Me refiero a... esa capacidad de matar a otros con un roce...

— …Comenzó cuando tenía quince años —confesó el joven esqueleto, hundiendo las esperanzas de Red hasta las profundidades sin escape—, maté a mi tutor, desde ese momento he aprendido a mantener mi distancia con los otros por temor a repetirlo.

—Tu tutor era...

—Fue un inventor muy famoso entre los esqueletos de hecho, los blaster que conjuramos recibieron su nombre en honor a su descubrimiento después de todo, antes nuestra raza no habría imaginado que teníamos la capacidad mágica para crear más que huesos respectivamente —agregó con una sonrisa entristecida—. Estuve a su cargo en ese Centro de Control desde que tengo memoria, al principio no era más que una cría desamparada a la que parecía tenerle recelo por un error que había cometido antes, pero él nunca quiso decirme el motivo por el que me miraba de esa manera. —Red guardó silencio frente al relato de su compañero y pensó en el monstruo de quien hablaban, sospechando, pues había un alta posibilidad de que fuera el mismo monstruo al que trataron robar aquella ocasión, el momento justo en que sus vidas se fueron de cabeza al abismo, aquella mala decisión que provocó fueran separados para siempre, pues entonces Red estaba demasiado distraído con sobrevivir una temporada más junto a su hermano para siquiera ponerse a pensar en las crueles consecuencias que arrastrarían sus elecciones—. Es muy irónico que decidiera adoptarme después de que surgí positivo en las pruebas que realizaron en mi.

—¿Recuerdas algo... antes de todo eso? —indagó Red inquieto.

—Sólo sé lo que Gaster me decía —espetó con creciente incomodidad—, mis memorias se fueron evaporizando conforme recibía las mezclas mágicas, algo así como un sistema de defensa mental... tenía cuatro años, era obvio que no resistiría los experimentos, el propio Gaster estaba sorprendido por mi fortaleza. —Red se llevó un mano al rostro con impotencia, odiando la simple imagen de su pequeño hermano sufriendo a causa de las sustancias que eran inyectadas directo a sus almas, odiándose una vez más por haber permitido que lo arrastraran a un suceso tan terrible—. Después de anoche por fin comprendo porqué te dan ese trato tan especial. Eres igual a mi, o quizás un poco más dañado —agregó con amarga diversión.

—Heh, nuestros gobernadores no quieren que nadie lo sepa —admitió Red, reprimiendo lo mejor que podía su furia, más sabía era inútil ocultarla a Edge—, pero yo ya le he hablado a varios monstruos sobre mi condición porque, aunque a veces me siento tentado, no quiero exterminar a nuestra especie... estaría haciendo lo que los humanos quieren.

—Al menos no soy el único que lo ha pensado —comentó Edge con una sonrisa cansada, todavía sin atreverse a mirarlo de frente, y en esos momentos Red quiso drenar toda compostura y consolarlo como no pudo hacer en el pasado, pero resistió.

—Me sorprendió mucho que no murieras cuando te toqué —retomó Red, acomodándose sobre el banco para mirar a Edge quien correspondió girándose un poco hacia su dirección—, sólo basta un roce y entonces el individuo termina hecho polvo ante mis pupilas. Si tú y yo decretamos la misma toxicidad, ¿por qué? No lo entiendo.

—¿Tal vez nuestras condiciones repelen los efectos? —sugirió.

—Es absurdo —recriminó Red, pero una parte de él quiso creerlo—, aunque hayamos pasado por el mismo proceso de aberración no compartimos todas las características. Yo... comencé a sufrir los efectos secundarios cuando cumplí once años, incluso mi magia pudre lo que toca, todo mi núcleo es inestable, debimos tener suerte de no morir anoche, sólo eso... una posibilidad de una entre billones.

—¿Quieres comprobarlo?

Aquella pregunta había alcanzado superficie antes de que Edge siquiera lo pensara así que se encontraron compartiendo miradas turbadas. Las pupilas de Edge se desviaron, incapaces de sostener las de Red ahora que finalmente analizaba lo que acababa de sugerir. Sin embargo, ni aún con todo lo que tenían en contra se rindieron de pensar que era posible volver a tocar a otro sin temor a las letales consecuencias. No lo admitirían pero estaban desesperados por respuestas y no se consideraban capaces de esperar por una opinión profesional, incluso arriesgar la vida del único monstruo con el que sintieron alguna clase de conexión parecía un precio justo para volver a ser como antes; lo único que querían era verificar sus sospechas o morir en el intento. Como fuese no creían que hubiera marcha atrás ahora que estaban cerca de encontrar su razón para vivir. Finalmente, luego de unos largos minutos de introspección, Edge extendió un brazo en dirección a su acompañante y Red correspondió, las puntas de sus falanges índices quedando lo suficiente cerca para tocarse pero todavía dudando en concretar el rompimiento total de distancia entre ellos, dejando sus extremidades en el aire. Ambos tomaron un respiro, aterrados, pues si aquello no funcionaba se matarían entre sí y no estaban seguros si soportarían presenciarlo. Edge titubeó y el otro esqueleto reaccionó a su expresión retrocediendo sus huesos. Pero, en sus adentros, Red no se estaba arrepintiendo, en cambio se consoló con el pensamiento de que si este experimento lograba asesinarlo al menos moriría junto a su hermano, aunque fuera injusto y egoísta, después de todo ya estaban perdidos, nada los salvaría de su estado.

—Aún... aún podemos parar, Edge —dijo, como última medida preventiva—. Somos tóxicos para los humanos y para nuestra especie, probablemente para todo el mundo pero... podemos vivir con ello, aunque sea con limitaciones. No es como si a mi me importara seguir intentando. En cambio, tú tienes toda una vida por delante, tal vez incluso te espera una oportunidad de curarte, por eso... piensa bien si quieres hacerlo.

—¿Estás diciendo que a ti no te importa morir? —inquirió Edge con un gesto reflexivo, y a pesar de su tono no había reproche en sus palabras.

—Bueno... no es como si tuviera buenos recuerdos que atesorar dentro de esta mierda de existencia que he vivido ¿sabes? —confesó con una sonrisa resignada—. En ese sentido te envidio, sería más sencillo sino pudiese recordar. He cometido tantos errores, perdí a mi hermano por mi estupidez y por causa de eso soy... esto. Y ahora mismo estoy a punto de matarte a ti... lo único que me queda para redimir mi camino. No tengo perdón así que la muerte parece el mejor sitio para mi.

—Entonces también es el mio —declaró, rompiendo la distancia de un brusco movimiento donde sujetó fuertemente la mano de Red quien se sobresaltó y cerró ambas cuencas por instinto, en espera de lo peor, y en reacción Edge se inclinó contra la superficie del banco, intentando cubrirse inconscientemente de un golpe mortal.

El mundo alrededor perdió importancia, todos los sonidos silvestres y fenómenos naturales se eclipsaron dentro de una burbuja que los apartó de la realidad que atravesaban los esqueletos, ambos se sumergieron en un torbellino de sensaciones indescriptibles mientras se aferraban a los falanges del otro como si de un salvavidas se tratase. Por eternos instantes no pudieron pensar o razonar, ni siquiera sentir más que el latido de sus almas cubriendo sus siluetas y que estaba ahí para recordarles sobre la efímera llama que mantenía sus existencias a flote, temiendo por la llegada del único final al cual todos los seres vivos estaban destinados indudablemente. Pero pronto reconocieron la sensación de aquel otro cuerpo frotándose contra el suyo, obligándolos abrir las cuencas poco a poco para apreciar la incuestionable presencia de su acompañante todavía a su lado, en quien depositaron toda su atención por un nuevo lapso de tiempo donde pudieron descubrir signos en sus rostros que no habían tenido la oportunidad de contemplar con anterioridad. Era la primera vez en tantos años que tenían a alguien así de cerca, así que ninguno pudo evitar fascinarse por las facciones cadavéricas contrarias o por las pupilas brillantes de un color tan profundo como la magia que generaban en sus ataques, Red incluso se ruborizó cuando el pensamiento de que Edge era atractivo se le pegó dentro del cráneo sin intención de marcharse enseguida. Sólo entonces él pudo reaccionar, riendo como no lo hacía ya, aliviado, divertido, satisfecho y una vorágine de emociones más a las que no se molestó dar nombre. Frunciendo una cuenca con curiosidad, Edge dejó que Red se inclinase hacia él, evitando recargarse en sus costillas pero sin llegar a soltarlo de aquel tan cómodo contacto, temiendo que al apartarse de él estaría obligado a recoger su polvo del suelo.

—Funcionó... —murmuró Red al borde de las lagrimas—. Joder, no lo puedo creer...

—¿Y cómo te sientes? —quiso saber Edge, tratando de que el temblor de sus extremidades no se mezclara con su voz.

—No sé cómo sentirme, maldita sea.

—Si... yo tampoco sé qué hacer siquiera —asintió en voz baja, inseguro. Red volvió a levantarse para conectar miradas con Edge. No pasó mucho antes de que notara que el otro estaba temblando, así que miró en dirección a sus falanges entrelazados y luego de vuelta a esa expresión impasible que conservaba, por lo tanto engañosa, logrando provocarle pena más que tranquilidad—. ¿Qué deberíamos hacer? —cuestionó en busca de romper la tensión que empezaba a formarse sobre ellos, aunque eso no lo pondrían en palabras.

—Pienso que deberíamos soltarnos por ahora —sugirió Red, de pronto avergonzado.

—Estoy de acuerdo.

Los dos esqueletos no dudaron en apartar sus falanges, desviando la mirada en cuanto se sintieron liberados por aquel íntimo contacto. Y una vez más Red no tenía idea de qué decir, todo este trabajo de vigilar a Edge y acercarse a él estaba cruzando un camino irregular que escupía prueba sobre prueba, y cuyo ritmo no estaba seguro de poder seguir sin importar cuan preparado se creyó lo estaría en un principio. Se suponía que había iniciado todo para develar la verdad sobre su origen, comprobar que se trataba de su hermano pequeño, no debería estar sintiéndose atraído por él. El simple pensamiento lo incitó cubrir su dentadura con incertidumbre, temiendo que la situación agravara en el futuro, después de todo sus pómulos aún ardían al pensar en lo cerca que habían estado hace tan sólo un momento. Red carraspeó, llamando exitosamente la atención dispersa del otro monstruo.

—Creo que sería buena idea informarle sobre esto a Alphys —señaló Red apartándose de su asiento y ocultando sus manos dentro de los bolsillos de su chaqueta, reanimando su actitud normal—, tal vez ella pueda darnos una explicación concisa sobre lo que está sucediendo y, de paso, entrevistarnos con el rey Asgore. Lo que acaba de ocurrir es un suceso importante para todos nosotros así que comenzaremos desde ahí. Quien sabe —se alzó de hombros, manteniéndolos en ese mismo ángulo con expresión entusiasta, pretendiendo ignorar lo reciente—, podríamos hasta convertirnos en hermanos de armas a partir de ahora. Nunca he tenido un compañero de masacre antes, podría ser divertido para misiones futuras. ¿Qué dices, colega? ¿A que suena bien?

—Me pregunto —bufó Edge con arrogancia, poniéndose de pie también—, nunca nadie ha logrado seguirme el paso ni anticipar mis acciones. ¿Te crees capaz de hacer eso, Red Fell?

—Viste mi desempeño aquí mismo. Si yo no soy veloz mi magia lo será por mi.

—Más vale que no me decepciones.

—Reto aceptado —espetó Red con semblante relajado.

Edge se cruzó de brazos mientras le dedicaba una sonrisa maliciosa y sostenía su postura recta y orgullosa. Quien lo viese, seguramente pensaría que Edge Wing Ding era el equivalente a un monstruo perverso y sin escrúpulos, pero Red ya había visto por sí mismo que sólo se trataba de una fachada que había pulido por su cuenta para mantener alejados a todos aquellos que no deseaba lastimar, una coraza que protegía sus debilidades y mantenía a flote sus fortalezas como individuo sin demasiado esfuerzo, natural. Si Red tuviera la libertad de expresarlo, no dudaría en decir cuan orgulloso estaba de conocerlo más profundamente que todos los demás, se atrevería decir que era un deleite convivir con él, pero no lo diría a pesar de todo porque no le apetecía comenzar a ser espeluznante, aún si el constante latir de su alma -que literalmente saltaba por él- profetizara algo a lo que no debía aventurarse y que lo preocupaba mucho más que crearse una mala imagen social.