VI
Las pequeñas aves silvestres habían comenzado a ofrecer sus armoniosos cantos apenas los rayos del amanecer tocaron la atmósfera del lugar, y aunque ninguno era especialmente amante de la naturaleza, los dos esqueletos que esperaban frente a la oficina del rey Asgore agradecieron el detalle mientras alimentaban su confidente silencio en medio de tal calma. Red sabía bien que la paciencia no era una de sus virtudes más ostensibles, aún así prefirió mantenerse compuesto mientras le dirigía miradas furtivas a su acompañante, quien en ningún momento tocó las sillas disponibles en el descanso. Por más que lo intentó la sensación de los firmes falanges de Edge entre los suyos todavía estaba presente, así que Red se descubrió frotando sus manos entre sí varias veces, incapaz de asimilarlo incluso después de que transcurrieran dos horas desde entonces, anhelando la misma cercanía a pesar de que continuamente agitaba el cráneo en busca de disipar el simple pensamiento que parecía crear un nido en su interior; todo era tan extraño. Con un gesto aburrido, se recargó en una mano que descansó sobre el borde de su fémur, perdiéndose en el movimiento del talón de Edge que había empezado a golpear el suelo con impaciencia; todo indicaba que no era tampoco el esqueleto más paciente del mundo.
—¿Cuánto más tenemos que esperar aquí? —inquirió con irritabilidad creciente. Red reprimió un bufido al tiempo que ahuyentaba la compasión que le provocó el momento.
—No lo sé, no creo que tarde mucho tiempo a partir de ahora. En mi experiencia sólo debo esperar quince minutos mientras él termina de asearse, claro que esta vez llegamos treinta minutos antes de lo que suelo estar acostumbrado esperar aquí.
—Quince minutos es demasiado tiempo para un monstruo responsable.
—Oye, no es fácil lavar todo ese pelo —comentó con diversión, pues parecía una buena idea mencionarlo para pasar el rato y con suerte distraer a Edge de su insistente atención sobre las manecillas del reloj—, nosotros somos esqueletos, tenemos muchas ventajas en esos aspectos, otros monstruos deben ocuparse de problemas como usar secadoras, no comer demasiado, cortar las uñas de sus ocho extremidades, entre otras cosas. Lo único en lo que podemos confiar es en su maestría, han sido lo que son desde que nacieron después de todo.
—Gracias por la información, Señor Obviedad —casi siseó Edge con tono sarcástico, arrancando de Red una breve pero acentuada risa gutural.
—Un placer —comentó apacible—. Sabes que podría sugerirte ir en busca de Alphys para agilizar el proceso pero, por lo que sé, es difícil encontrar su ubicación actual. Sé de parte de otro esqueleto que ella visita muchas divisiones del edificio durante la mañana cuando logra levantarse de la cama, además nunca he pisado los dormitorios femeninos así que representarán un laberinto para mi, y tú eres nuevo, eso nos deja con esta única alternativa hasta que el laboratorio sea abierto al público. Pero no estés nervioso —agregó con picardía—. El rey sólo es alto, te aseguro que no es nada terrorífico o intimidante una vez lo escuchas hablar, me darás la razón cuando entremos a su oficina y nos ofrezca té.
—No estoy nervioso —espetó con mal humor y desvió la mirada—, es sólo que jamás he estado ante alguien de la realeza. Supongo que sirve de algo estar acostumbrado a realizar visitas inesperadas sin ninguna clase de aviso, yo no lo interceptaría sin haber programado una cita previamente y sin importar qué tan urgente sea mi situación, era eso lo que estaba pensando.
—Oh. —A Red no se le ocurrió nada más para añadir a la conversación después de escuchar aquello, de pronto turbado con la confesión que Edge le había brindado sin más, tirando semejante detalle a la atmósfera igual que una mota de polvo que debe sacudir porque la ha encontrado manchando sus lustrosas ropas y arruinando su presentación. Aquel esqueleto era más respetuoso y recto de lo que esperaba, y ser consciente de ello le hizo cuestionar su propia conducta con el rey Asgore, ya que en ningún momento se puso a pensar la imagen que daría al presentarse cada mañana que se le daba la gana como si de algún privilegio gozara cuando no era más que otro integrante del elenco, tal pensamiento le incitó sentirse abochornado, quizás un tanto culpable por atreverse arrastrar a Edge junto a su buen comportamiento para imitarlo sin tomar en cuenta sus pensamientos al respecto. Decidió la próxima vez pedirle su opinión a como diera lugar, pues no le agradaba la idea de llenarle la vida de malos momentos o de su pésima actitud.
—¿Fell? —Finalmente la tensión reciente de Red fue disipada por la voz y presencia de un tercero, cuyo porte majestuoso de cuernos y pasos firmes distrajeron sus escandalizadas cavilaciones para prestarle absoluta atención a la figura que se aproximaba hasta ellos con expresión curiosa—. Y, joven Wing Ding, buenos días y bienvenido —Edge se apresuró en realizar una bien ejecutada reverencia antes de que Asgore cuestionara y Red se levantara de la silla con intriga—. ¿A qué se debe esta agradable sorpresa?
—Lamentamos mucho la súbita visita, su majestad. Mi compañero y yo tenemos un asunto urgente que tratar con usted, si nos permite.
Una vez más Red tuvo que obligarse cerrar la quijada que de manera inconsciente dejó caer ante el educado -y breve- discurso de Edge, pues de un momento a otro la fiereza propia del esqueleto a su lado que tan obstinadamente mantenía a lo largo de los días acababa de ser reemplazada por una fachada mucho más refinada y cortés, alejada de lo natural, por lo tanto impactante; no pudo evitar sentirse profundamente estupefacto. No se imaginaba a él mismo actuando de tal forma frente al soberano de los monstruos ni siquiera por tratarse de un subordinado de la clase más baja habitando aquellas instalaciones.
—Por supuesto, por favor pasen —correspondió Asgore sin dificultad, acercándose a la puerta que Red bloqueaba, haciéndole esquivarlo por instinto mientras se ocupaba de introducir la llave dentro de la cerradura para finalmente abrir la puerta e invitarles a pasar con un gesto de su brazo, indicación que ambos siguieron una vez el enorme e imponente monstruo peludo cruzó el umbral andando en dirección a la cafetera—. Permítanme ofrecerles una taza de té antes que nada, tomen asiento mientras lo preparo.
—Gracias. Con su permiso
Edge no dudó colocarse ante la mesa señalada, siendo imitado por su aturdido acompañante, quien entonces se estaba reconociendo torpe y mudo ante las circunstancias mientras seguía los movimientos del otro esqueleto por el terreno. Estaba actuando como si fuera nuevo para él ocupar esa oficina amueblada y decorada de manera sencilla, se sentía cómo si su superior se tratara de Edge y él no representara más que un lacayo bruto e inexperto, tal como alguna mascota de batalla o algo así. ¿Por qué lo hacía sentirse así de imbécil? Malditos fueran sus endemoniados modales que tan convenientemente poseía y hacía relucir en situaciones cruciales como aquella. Pero lo que más le sorprendía a Red era que él mismo no se estaba tomando el descaro de siempre, la sola idea de verse como un animal sin educación frente al otro esqueleto se lo estaba impidiendo. No pasó mucho tiempo para que Asgore se volviera hacia ellos y les hiciera entrega de una taza de té a cada uno, los cuales estaban relucientes en grabados florales. Red miró la delicada taza sobre el platillo con extrañeza y Edge se limitó asentir como agradecimiento para impulsarse probar la infusión con un primer y tentativo sorbo, acciones que Fell pretendió copiar, arrepintiéndose al siguiente instante, no porque el té del rey fuera malo sino porque no se sentía con ánimos para ello, nunca lo estuvo en el pasado.
—Muy bien, ¿de qué querían hablar? —les alentó mientras tomaba asiento en el otro extremo de la mesa, Edge absorbió la sustancia liquida dispuesto a exponer su situación pero Red no se permitió resistir más tiempo y entonces le robó la palabra bruscamente.
—Tú sabes que nunca me han gustado los rodeos—espetó bajando la taza que había levantado por inercia sin concretar beber el contenido, a pesar de mantener su vista perdida en su apetitoso color—. Acaba de ocurrir un suceso muy extraño entre nosotros dos —dijo sin atreverse a corresponder la mirada de Edge sobre su silueta—. Sabes de lo que me aqueja en el presente, pues resulta ser que él comparte mi condición.
El impacto de su revelación causó que un silencio se compartiera entre los presentes, logrando intrigar al rey Asgore y reanimar las inquietudes de Edge sobre el asunto, él no solía hablarlo después de todo, nadie más que Red estaba consciente de su situación y únicamente porque habían tenido un roce accidental la noche anterior, de no haberlo concretado, el esqueleto más alto estaba seguro que ni siquiera habría dejado salir a flote su postura pese al peligro que representaba para todos en el seno militar.
—¿Es eso cierto? —indagó el soberano al esqueleto más joven, quien asintió, tenso—. No tenía idea, no estaba especificado en los documentos que recibí de tu superior.
—Bueno... —Edge carraspeó para aclararse la voz—. Se perdieron fichas importantes durante la invasión, apenas conseguimos recuperar lo necesario para realizar una transferencia exitosa, fue un caos total... pero eso no lo justifica, ya que debí haberlo mencionado como fuese. Me disculpo profundamente por mi incompetencia —Edge agregó una ligera reverencia a su discurso, provocando la incomodidad de Red, quien inmediatamente se sintió culpable por haber revelado una verdad tan delicada de forma tan desconsiderada—. Como ha dicho mi compañero Fell, he sido alterado en un Centro de Control y eso ha provocado que mi aura decrete toxicidad y eso provoca que todo aquel que tenga contacto directo conmigo se transforme en polvo, debido a eso estoy desconcertado por no haber terminado con la vida de su soldado especial anoche.
—¿Qué quieres decir?
—Si... —Red se rascó el cráneo con gesto derrotado—, esa es la cuestión. El día que ayer descubrimos que somos inmunes al estado destructivo del otro y esta madrugada lo comprobamos, así que consideramos conveniente reportarlo lo antes posible. Por supuesto, recién ayer me enteré yo también que la magia de Edge es peligrosa así que aquí estamos.
—Ya veo.
Asgore tomó un respiro mientras procesaba dentro de su cerebro toda la información que le había sido entregada, considerando y clasificando las desventajas tanto como los beneficios sobre tener a dos monstruos con núcleos mágicos modificados bajo sus ordenes, sintiendo pena por ellos al instante y tratando de encontrar algún método para protegerlos de ellos mismos y a sus demás subordinados. Sabía que ambos debían estar acostumbrados a tratar con su problema pero no sería un buen gobernante si ignorara sus necesidades primordiales como monstruos especiales que eran. Necesitaba imponer un orden pacifico.
—¿Crees que aún sea posible revertir los daños? —se apresuró a cuestionar Red para sorpresa de los dos monstruos que le acompañaban en esta reunión—. Debería haber una forma de devolver todo a la normalidad, quiero decir, la magia de Edge no destruye almas humanas ni pudre lo que toca todavía, así que... al menos él aún podría...
—Es probable—admitió Asgore para alivio del esqueleto mayor—. Sin embargo, todo lo que podemos hacer por el momento es prevenir asesinatos accidentales. Joven Wing Ding, serás trasladado a una habitación apartada del resto, me parece que hay una vacía junto a la recamara de Fell, puedes continuar ejerciendo las rutinas de entrenamiento junto a tus compañeros pero deberás incrementar el cuidado que ya implantas ahora. Estoy seguro que eres consciente de todos los peligros que provoca tu estado pero necesito que me prometas cuidarás de tu entorno y vigilarás con cuidado cada cambio repentino en tu propia magia.
—Está bien —asintió Edge reprimiendo un suspiro exasperado.
—Informaré sobre esto a la comandante Undyne y les prepararé una sección de análisis en el laboratorio a cargo de la doctora Alphys. Mientras tanto, pueden iniciar la mudanza ahora mismo, quiero que puedan sentirse protegidos lo antes posible.
—Correcto —Edge fue el primero del grupo en levantarse y enseguida lo hizo Red—. Ha sido una charla liberadora, agradezco el interés, majestad. Con permiso.
Dándole la espalda, el esqueleto más alto se precipitó a la salida con disimulada prisa. Red pretendió alcanzarlo al instante pero decidió perder un momento más en su visita, su atención finalmente enfocada en Asgore, cuyo porte lucía devastado a pesar de la sonrisa que le había dedicado a Edge para corresponder a su despedida. El esqueleto suspiró y tomó su taza llena de la mesa para absorber el té de un par de tragos rápidos, el soberano de los monstruos le sonrió con agobio, previniéndose de sus inquietudes enseguida.
—¿Has conseguido disolver tus dudas respecto a él? —preguntó en acento entristecido.
—Estoy en eso —replicó Red soltando la taza sin delicadeza sobre la superficie de madera con un gesto grosero—. Igual no importa cuál sea el resultado, el chico está arruinado de todas formas, justo como yo —agregó con desaliento.
—No pierdas las esperanzas, estoy seguro que mientras permanezcan juntos algo bueno surgirá de todo esto. No es por nada pero se nota que él te estima.
—Preferiría mejor que no lo hiciera —espetó Red sin sutileza, abatido por las circunstancias.
—No digas eso, todos necesitamos un apoyo para mantenernos en pie, incluso si solamente es uno moral. Por eso es que existen los hermanos de armas, uno solo en batalla no es capaz de soportar la presión pero si son dos o más el peso que se carga es reducido considerablemente. En nuestra sociedad nos preocupamos por proteger a los nuestros, y pienso que esta es una excelente oportunidad para ti, aún si él resulta no ser tu hermano podrías estar obteniendo un amigo valioso con el cual pasar tus días en paz ya que comparte aspectos en su vida diaria que otros no podrían comprender al cien por ciento, aunque lo intentarán. —Red bufó sin gracia ante las palabras de su rey, más Asgore no se mostró menos entusiasmado con el asunto—. Deberías darte una oportunidad, Red. Te hará bien. No puedes seguir viviendo en el pasado. Ahora puedo decir con total seguridad que tienes al joven Wing Ding quien necesita de ti también.
El esqueleto se encogió en su sitio, incapaz de mirar a Asgore, sus ojos en esos instantes eran como flechas de salvamento que no le apetecía sujetar a pesar de cuánto su alma gritaba por un consuelo real. Para alguien como él era muy complicado mantener sus esperanzas firmes, pues constantemente se tambaleaban con la culpa acuchillándolo cada momento de quietud. Aún así se armó de valor para levantar el cráneo y realizar una descuidada reverencia antes de marcharse definitivamente, cerrando la puerta tras su espina dorsal y quedándose ahí unos segundos -reflexionando- antes de impulsarse de nuevo a caminar, sorprendiéndose de encontrar a Edge todavía de pie ahí, recargado en el muro y mirándolo con genuina suspicacia. Ante la idea de que hubiese podido escuchar todo, Red no tardó en entrar en pánico, sudando ectoplasma de manera aberrante mientras yacía paralizado mirando dentro de las cuencas oscuras del más alto.
—¿Lo escuchaste? —interrogó con miedo.
—¿Qué cosa? —quiso saber Edge arqueando una cuenca. Y ante esta respuesta, Red se relajó, reprimiendo un suspiro de alivio para entablar una conversación más cómoda.
—Oh, carajo. —Red se sobó el cráneo con una sonrisa apenada—. ¿Me estabas esperando?
—Eres quien conoce en qué dirección está tu habitación, no tengo mucho que llegué aquí después de todo —Edge se cruzó de brazos, mirando distraídamente a un costado suyo, como si evadiera la mirada nerviosa del otro; Red se convenció de que estaba imaginando cosas—, ya deberías saberlo.
—Culpa mía.
—Evidentemente. ¿Y bien? ¿Tengo que comenzar a suplicar por tu necesaria asistencia o debo volver con el rey para firmar documentación legal, senpai? —Edge pronunció aquel honorifico japones con obvio desdén, consiguiendo irritar un poco al mayor.
—No tenías que decirlo así, maldito malcriado.
—En ese caso te sugiero que dejes de perder el tiempo, imbécil.
—Vuelve a llamarme así una vez más y juro que te arrepentirás —amenazó repentinamente irritado por la libertades que aquel esqueleto se estaba tomando de la nada.
—¿Cómo, Imbécil?
—¡Lo haz vuelto hacer! —exclamó Red sonrojándose de la exasperación.
—Apresúrate, no tenemos todo el día —replicó Edge en cambio con gesto aburrido, ignorando olímpicamente la reacción del otro para encabezar la caminata.
Red se quedó en el mismo sitio con los falanges de sus manos haciendo fuerza, apenas conteniéndose de correr en dirección a Edge para sostener ese alargado cráneo suyo y romperlo sólo con sus fuerzas físicas. No recordaba cuándo había sido la última vez que se había sentido tan humillado y con esas ansias incorregibles de ventilar su furia contra quien se atrevía retarlo de aquella manera. Pero al darse cuenta lo natural que había sido aquel pensamiento todo sentimiento de furia se evaporó de su anatomía mientras mantenía la mirada fija en el esqueleto que se alejaba con pasos pausados, pues jamás se hubiese imaginado realizando una hazaña semejante sólo porque sí, ya que siempre estaba temiendo tener contacto alguno con el resto de los monstruos parecía mentira que en esos momentos estuviese fantaseando con golpearlo. Y esto lo hizo sonreír con terneza. Tal vez compartir sus momentos con Edge en verdad sería algo positivo.
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Cuál fue el lapso de tiempo transcurrido realizando el cambio de habitación, Red no se detuvo a calcularlo, porque toda su trayectoria de un edificio a otro transportando las pocas pertenencias de Edge fue de lo más divertido que había hecho en años. Entonces se dio cuenta que los insultos que compartían estaban siendo agradables también, nunca juguetearon -como alguna vez Red presenció hacían sus compañeros- pero volverse cada vez más creativos en su búsqueda de ofender al contrario mejoró considerablemente la comunicación y en esos instantes ambos fueron más receptivos en la personalidad y gustos del otro, pequeños detalles que nunca se les hubiese ocurrido; algo que Red nunca se imaginó logrando obtener de Edge tan pronto. Algunos monstruos que les vieron se animaron a preguntarles sobre lo que hacían, incluso Edge se había detenido a brindarle una corta explicación a Rasp quien pasaba por ahí cuando los visualizó cargando algunas herramientas de ejercitación que Edge solía usar cuando sus siestas decrecían. Y mantuvieron el mismo ritmo hasta que finalmente se llegó la hora del almuerzo, razón por la que Edge se había alejado asegurando lo vería más tarde. Red se había limitado a despedirle con un gesto de sus falanges, lamentando no tener el valor de sugerirle acompañarlo, después de todo habían estado desde el alba juntos, estaba convencido que incomodaría a Edge si permanecían del mismo modo todo el día. No menos animado, se retiró a la tranquilidad de las zonas plagadas de arboles junto con lo que logró obtener en el comedor, y ahí comió sin restricciones y sin pensar en nada innecesario conforme iba consumiendo los alimentos en su charola. Por ello ni siquiera le preocupó ser receptor de una repentina compañía, que aunque un tanto molesta no fue del todo inoportuna, no al ser Sans Comic, su acosador personal.
—¿Qué hay, amigo? —saludó pero Red no respondió—. Te ves feliz.
—¿En serio? —inquirió Red confundido, no se esperaba una observación de esa clase ya que en esos momentos no rescataba una emoción en especial proveniente de su alma, a diferencia de antes donde abundaba la decepción, el dolor y el odio hacia sí mismo; aunque tal vez si se reconocía bastante alineado con la paz del escenario que le rodeaba.
—Si, no miento. Sólo espero que esto no sea señal de un desastre colosal.
—Quisieras —replicó mordazmente. Sans liberó una risa ligera, demasiado suave para ser burlona y lo suficiente firme para reflejar la usual simpatía, esto llamó la atención de Red. Sans se estaba comportando más reclusivo de lo normal, se preguntó si tenía relación con lo que sucedió ayer con su hermano menor, después de todo no había visto a Papyrus en todo el tiempo que Red llevaba rondando las instalaciones y eso era raro en ese esqueleto.
—Disculpa mi atrevimiento —dijo, pero aunque lo puso en palabras Sans no se mostraba arrepentido para nada—, pero es por Edgelord, ¿cierto?
—¿Edgelord? —repitió con acento critico, reprobando el apodo con el que Sans acababa de clasificar a Edge, aún así no lo reprochó explícitamente—. ¿Qué tiene que ver él?
—He visto que finalmente te estás acercando a alguien por voluntad propia, pienso que es el mejor candidato que pudiste seleccionar de todo el repertorio para tu primera amistad, los dos son unos amargados aterradores y violentos.
—¿Si? Pues eso no te incumbe —espetó esta vez con fingido mal humor, después de todo las descripciones iban bien con ellos dos y eso hizo que su alma se calentara con un sentimiento de ternura, a pesar de que debería sentirse ofendido por ser reconocido entre los demás soldados de manera tan prejuiciosa.
—No me malinterpretes, de verdad me alegro por ti —agregó cerrando una cuenca.
—Lo que menos necesito es tu aprobación para nada así que deja de prestar atención a cada uno de mis movimientos, es espeluznante.
—Oh, eso si es noticia —se mofó Sans con diversión—. El espeluznante número uno del elenco llamándome a mi espeluznante, debo decírselo a todos, me volveré famoso.
—Deja de joder conmigo, no me aparté de la civilización a la sombra de este jardín de pinos para ser objeto de burla de un esqueleto huesos alegres sin nada mejor que hacer, así que lárgate antes de que convierta en realidad cada una de sus despreciables calumnias.
—Si, si. Sólo quería saludar, me lastima hasta la médula que me consideres un estorbo, creí que había algo especial entre nosotros —agrego falsamente herido, colocando una mano a la altura de sus costillas para dramatizar aún más el gesto, Red se irritó de verdad entonces—. ¿Ya te olvidaste de aquella vez que te ofrecí ketchup? Eres un desalmado.
—Entre nosotros, Sans. El único condimento que reina sobre todas las comidas es la mostaza, tu porquería de ketchup en vomito en comparación.
—Oh, bueno. En ese caso soy un orgulloso consumidor de vomito —Ante su respuesta, Red se encontró contrariado. ¿Es que nada se tomaba en serio ese esqueleto? Parecía mentira que se tratara de un monstruo tan tolerante e indulgente, en realidad Red no podía tragarse esa fachada por mucho que Sans se empeñara mantenerla a flote—. De todas formas, amigo, tienes todo mi apoyo ¿de acuerdo? Y bienvenido al club de los hermanos mayores.
Sans comenzó alejarse pero Red no pudo evitar levantarse en un impulso de cuestionar la razón de aquella última declaración, más al instante siguiente pudo sospechar que tal provenía de su patético descuido ante Stretch varios días atrás cuando la idea de no volver a ver a su hermano se estaba comiendo su neurocráneo y los recuerdos le escupían momentos que no cambiarían por mucho que los pensara. Una vez consiguió recomponerse de toda clase de injurias y deseos destructivos, decidió quedarse en su lugar y no intentar perseguir al esqueleto que comenzaba a perderse en la distancia, de todas maneras no obtendría nada de provecho, sólo más observaciones incomodas. Ahora que Sans y Stretch sabían su secreto no le quedaba de otra que resignarse, mientras esa información no llegara a Edge todo estaría en orden. Pensaba en eso cuando un sonido de hojas secas siendo pisoteadas ininterrumpidamente lo alertó, obligándolo mirar su retaguardia en busca del origen del ruido. Pudo pensar que se trataba de una animal silvestre pero la pesadez de los mismos lo hicieron sospechar lo contrario así que se permitió andar hasta el tronco más cercano, descubriendo que esos mismos pasos se alejaban de su posición de forma presurosa, ayudando que sospechara de un espía.
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No se molestó en alertar sobre esto a la base, pues perdería el rastro del ruido de regreso, así que prefirió moverse por cuenta propia a las profundidades del campo de entrenamiento No. 7. Red comprobó entonces que aquellos pasos estaban huyendo de él cuando se detuvo abruptamente un momento tan sólo para continuar su marcha con mayor velocidad y la idea de que se escapara con la posición exacta de la base oculta animó a Red mantenerse en movimiento por la zona boscosa. Consideró usar su magia para frenarle los pies a ese intruso de una vez por todas, pero después lo pensó mejor y se dio cuenta que esta sería una buena oportunidad para obtener un alma humana fuerte, con todo y contenedor, así que prefirió recordar la ubicación de las trampas que algunos soldados instalaron ahí por diversión. Se propuso empujarlo a estas, rodeando su andar con teletransportaciones y dejando que su silueta se reflejara para delatarle su posición, al tiempo que le impedía alcanzar la reja que lo enviaría de vuelta a la libertad. Su magia tóxica podría mantenerlo intacto el tiempo suficiente para volver con los otros monstruos y que estos lo capturaran y resguardaran a salvo antes de que encontrara su perdición a los pies de Asgore.
Finalmente, luego de una exhaustiva persecución que seguro logró su objetivo de entorpecer los reflejos del humano, el ambiente silencioso fue interrumpido por una serie de ruidos de impacto que indicaban el humano había caído en una de las trampas. Con una sonrisa cínica, Red procedió andar con calma en esta dirección, encontrando a un niño de cabeza con una cuerda enredada en su tobillo mientras intentaba desesperadamente elevarse al nivel de la cuerda para poder desatarla o al menos cortarla con la navaja que cargaba consigo; no se había percatado de la presencia de Red hasta que este habló, sólo entonces la expresión concentrada en el rostro del chiquillo cambio a una de completo terror por la que el esqueleto se regocijó.
—Tuviste agallas para venir hasta aquí tú solo, pequeño. Por desgracia para ti este es tu último día en el mundo de los vivos. —El chico vestido de baquero, que había perdido su sombrero en la activación de la trampa, reemplazó el miedo en sus ojos por el enojo y la creciente sed de justicia que lo hizo señalar a Red con el cañón de la pequeña pistola que liberó de su funda. A pesar de ese retador gesto, Fell no percibió odio alguno en aquellas pupilas, tan sólo la idea de darle un giro a la masacre que los monstruos habían causado con anterioridad. Tal vez ni siquiera tuviera algo que ver la cabaña que acababan de destrozar junto a todos sus científicos y experimentos—. ¿Oh? Pareces entusiasmado por ver mi polvo unirse a la atmósfera, lastima que quien verdaderamente está en peligro seas tú.
—No tenían que hacerlo —espetó repentinamente para desconcierto del monstruo esqueleto—. Sé que mi especie es injusta y que les han causado mucho daño pero, ¡no tenían que hacerlo!
—¿De qué estás hablando?
—De lo que hicieron, la manera como respondieron a su violencia. Eso sólo empeoró las cosas, fueron los causantes de que los humanos decidieran reforzar la llama de la intolerancia. En este punto, ¡no los hace diferentes de los humanos! Es momento de que ambas especies se detengan y escuchen. Aún podemos solucionar todo esto, debemos dialogar mientras aún es tiempo, evitar que más vidas sean cobradas en vano.
—Las palabras nunca nos han llevado a nada —Red terminó de acercarse al niño colgado, no temiendo a su arma y al contrario enfrentándola sin necesidad de sacar sus manos de los bolsillos—. Durante mucho tiempo los monstruos intentaron negarse a esta lucha pero ustedes humanos no parecen comprender otro idioma que no sea el de la fuerza. Por culpa de ustedes perdimos a muchos de los nuestros, familias enteras, estuvimos al borde de la extinción. ¿Cómo esperas que solucionemos esto sino es defendiéndonos? Matando a todo el humano que ose interponerse en nuestro camino a la paz que merecemos. —La mano del pequeño que empuñaba la pistola vaciló con incertidumbre—. ¿Qué puedes saber tú sobre lo que es mejor para nosotros? Un humano que sueña con un mundo en armonía que no existe y no es posible por más saliva que gastemos en convencer a tu especie. Y yo soy el resultado de todos esos años de inútil pasividad.
Extendiendo un falange hasta la mejilla del chiquillo, Red dejó que su aura contaminada le quemara la piel, provocandole una mueca adolorida a esas rosadas mejillas que se habían mantenido firmes hasta ese momento. Dejó que el niño pensara entre el daño que le infringía antes de dejarlo, registrandolo con la mirada para enseguida arrebatarle sus armas de encima con su magia de levitación y mejor darse la vuelta con el objetivo de traer a un monstruo que pudiera sostenerlo con normalidad y así cumplir su única ambición sobre esta persecución. Sin embargo, no esperó que esa cría de humano aún tuviera los ánimos de rebatir sus últimos e infalibles argumentos.
—Muchos humanos tampoco queríamos esto —confesó el niño de pronto, incitando que Red detuviera sus pasos y mirara por encima del hombro la expresión valerosa que revelaba la pena que el niño yacía cargando a escondidas de su actitud terca y justiciera—, pero nos vimos obligados a luchar a causa del miedo. También perdí personas importantes en el inicio de la guerra, a mi madre y a mi padre, mi hermana... ¡ninguno de nosotros quiso nada de esto! Porque del mismo modo que perdí a mi familia, lo hicieron los monstruos con los que convivíamos en nuestro rancho. ¿Acaso no existe una forma de cambiar este circulo de odio? ¡Todos somos iguales! No importa si son humanos o monstruos. Intento razonar con ustedes ya que no he podido hacerlo con mi especie. —Red se reconoció sorprendido entonces, dudando que lo que estaba ocurriendo fuera real, aún así el chico mantuvo a flote su convicción, porque acababa de tomar una decisión que marcaría el final de esta guerra sin sentido—. Si a pesar de todo no crees en mis palabras, te pido por favor que tomen mi alma y les muestren a todos que hay perdón para aquellos que son justos.
Ante semejante declaración, Red fue incapaz de dar credibilidad, abrumado con la decisión que conservaba ese niño a pesar de las abundantes implicaciones de entregar su alma a los monstruos. Y el recuerdo de aquella niña en el sótano se reflejó sobre la silueta de este otro infante, haciendo dudar al esqueleto una vez más de forma inconsciente. ¿Acaso era verdad que existían esa clase de seres? Libres de perjuicios, libres de rencores absurdos, sólo criaturas que aman y comprenden los motivos de aquellos que sólo buscan proteger a sus seres queridos, que lo único que quieren en hacer una realidad ese mundo ideal que sólo existe en fantasías de cuentos de hadas, una realidad que por un momento Red deseó fuera eventual.
