Notas Iniciales: Hacía rato que tenía esto escrito pero hasta ahora le presté atención y me animé a traerlo. ¿Alguien lo esperó? Me disculpo si fue así.


VII

La sorpresiva infiltración de la cría humana en la base se trató de una noticia difícil de disipar aún después de que este fuera presentado ante el Rey Asgore y le entregara su alma sin necesidad de que un ataque mágico o cuchilla perforara su pecho. El niño la había materializado a voluntad y dejado que la vida se escurriera por los poros de su cuerpo, antes de respirar su último aliento sin siquiera rehusarse a su inminente final, pues era consciente de que su alma les serviría mejor a los monstruos de lo que les ayudaría sus habilidades básicas con pistola de las que siempre estuvo orgulloso.

En vista de su acto, los monstruos no dudaron levantar un altar en honor a los dos niños que habían ofrecido sus almas a la causa tan desinteresadamente, pues la científica real había anunciado también que el alma verde no poseía ninguna clase de toxicidad que pudiese matar a quien lo absorbiera; su llamativo color era propio de una virtud excesivamente remarcada de su persona, al igual como lo fue la nueva alma amarilla que se conservaría cuidadosamente en su nuevo contenedor hasta nuevas ordenes del rey, quien además se permitió recitar una oración en honor a esos niños con verdadera sinceridad. Red, más que nadie, estaba impresionado por el curso de las circunstancias, a pesar de todo incrédulo con la voluntad de aquellos niños que se presentaron ante ellos.

Desde entonces los días habían avanzado mientras el comité decidía en qué circunstancias darle uso a las dos almas humanas que descansaban en un sitio seguro dentro de las instalaciones, al tiempo en que las fuerzas militares se retiraban de la batalla. Y mientras los debates abrían posibilidades inmensas de victoria tanto como desacuerdos debido a los monstruos que deseaban preservar los deseos de aquellos niños, cierto esqueleto se reconocía más cómodo con sus momentos en la actualidad a pesar de las constantes citas a las que él y Edge acudieron para ser estudiados en diversos ámbitos.

Haciendo uso de una serie de artefactos especiales, desarrollados ahí mismo a raíz de sus primeras visitas, Alphys analizaba los huesos de cada uno, extrayéndoles equilibradas raciones de magia para investigar más a fondo y encontrar la clave que les ayudaría cambiar sus realidades a como diera lugar. Las jeringas y bisturís rasgando sus huesos sin clemencia alguna, fueron una agonía para ambos y casi se sentía como la primera vez que las recibieron al entrar ahí, pero Red casi sentía que se estaba acostumbrando a ello porque -como recompensa- siempre caminaría de vuelta a su habitación en compañía de Edge, charlando sobre temas diversos o subjetivos que le ayudaban a relajarse sobre la posibilidad de no recibir noticias positivas de todo esto; principalmente porque aborrecía la idea que Edge no pudiese vivir con plenitud como bien se lo merecía. Esa noche quizás no fuera diferente a otras en la que Alphys había dejado en duda los resultados obtenidos, pero la intimidad que habían forjado durante esas horas hacía que valiera la pena a pesar de todo.

—Hacía tiempo que no recibía este tipo de atención —comentó Edge de pronto, mientras examinaba los cortes que ya estaban casi curados de los fémures componiendo sus brazos. Red lo miró de reojo e imitó su acción mirándose su propio hueso.

—Sin embargo, esto no es como en el Centro de Control —dijo Red pero al pensarlo mejor decidió asegurarse—. Oh, no te referías a eso ¿verdad?

—De hecho, hablaba precisamente de eso —replicó con una sonrisa cómoda. Antes hubiese renegado de que alguien siquiera lo mencionase pero en la actualidad no le importaba hablarlo con Red, ya que ambos compartían esta estigmática experiencia. Su acompañante le devolvió la sonrisa—. Se siente como una pesadilla, un mal sueño solamente... y es desagradable. No puedo decir que el laboratorio transmite la misma sensación.

—Podemos agradecérselo a Alphys. Ningún doctor nos había tratado con tanto nerviosismo. En mis recuerdos, ellos siempre tenían expresiones jodidas.

—¿Del tipo que tienen los monstruos con ganas de morir?

—Del tipo que dicen qué tan fuerte es el olor a mierda.

—Demonios, ahora me siento mal por ellos —bromeó Edge con un gesto condescendiente, Red dejó que la risa adornara su andar hasta que dieron vuelta en la esquina, encontrándose así con el pasillo que llevaba hasta sus habitaciones—. En cualquier caso, dar un seguimiento meticuloso a este tipo de tratamientos debe ser lo peor. Alphys se esfuerza, puedo decirlo, pero dudo que sirva de algo al final. —El comentario tensó a Red, haciéndolo detenerse de su camino sin apartar la mirada del otro esqueleto, quien también se detuvo para perder la vista en el panorama—. Desde que surgí positivo en la prueba, sólo he podido visualizarme muriendo repentinamente, del mismo modo en que lo han hecho los monstruos que me han tocado. He llegado a pensar que ese será mi final, no porque realmente lo quiera, sino porque la carga de magia en mi alma a veces hace que mi resistencia física se eleve tanto que no puedo conciliar el sueño por semanas. ¿No te ha pasado a ti?

— …Nunca —respondió Red perturbado—. En realidad, hay momentos en los que no puedo comer nada porque mi magia rechaza los nutrientes, y otras veces ingiero tanto alimento como para enfermar a un monstruo normal. Supongo que mis trastornos alimenticios y tus trastornos de sueño deben indicar que algo no está bien con nuestra magia.

—Si, yo llegué a esa conclusión también.

El acento de Edge fue distante, como si acabara de mencionar algo a lo que no sentía verdadero apego, lo cual no era más que otra de sus falacias. Red se llevó los falanges a la dentadura, reflexionando. A él no se le había ocurrido hablarle de esto a la científica real porque le parecía algo inútil, pero después de escuchar a Edge se daba cuenta que podría ser un dato importante para tratar su situación al cien por siento. Aún así, lo que realmente le llamó la atención fue que Edge lo dijera ahora, después de varias secciones ocurridas. ¿Significaba que volvía a quedarse despierto toda la noche sin percibir cansancio? Eso podría explicar porqué su ataques durante los entrenamientos se habían mostrado más violentos que de costumbre. ¿Podría indicar que estaba perdiendo el control? Red pretendió cuestionarlo pero Edge ya había empezado a caminar otra vez y esto le arrancó a Red la menor intención, optando por sólo acompañar sus pasos. Entonces estuvieron frente a sus respectivas puertas, donde Edge no tardó en despedirse y eso bastó para que la ansiedad carcomiera el interior de Red.

—¿Quieres... hablar un poco más? —inquirió el mayor, obteniendo un interés rápido por parte de Edge, reteniéndolo de cruzar la puerta—. Tengo una botella de vino tinto en la nevera y... creo que este es un buen momento para quitarle el corcho. ¿Qué dices?

Edge miró a Red profundamente, como si quisiera penetrar sus cuencas con sus rubíes pupilas, y aunque su mirada no lo estaba rompiendo, sin duda logró atravesar la confianza de Red, quien comenzó a sentir que su alma ardía con un sentimiento incomprensible que se forraba de nervios incontrolables, los cuales latieron contra su cráneo en secuencia. La respuesta de Edge vino patentada con un asentimiento perezoso, casi tímido, pero Red no quiso prestarle atención a eso último, más preocupado por mantener tranquilidad mientras abría la puerta y lo invitaba pasar. La habitación de Red estaba demasiado desordenada para el gusto de Edge pero no quiso comentar nada al respecto, se limitó tomar asiento en el sillón que le señaló Red mientras él corría al artefacto mencionado para sacar el recipiente de vidrio. El mediano esqueleto retornó al sillón con dos vasos entre los falanges, y aunque Edge reconocía que era en copas donde era servido el vino, no se preocupó por señalarle su error, simplemente recibió los artículos en silencio, pues tal vez esta no era una bebida común entre las preferencias de su compañero.

—Había bebido esto en una ocasión con alguien —comentó, Red le sonrió de forma felina, terminando de servir a su invitado antes de proceder consigo mismo.

—¿En serio? ¿Con quién?

—Otro esqueleto. Su nombre era Wine, creo que era un noble, visitó a Gaster y me ofreció un poco en una copa a escondidas. Debió parecerle divertido.

—Nunca había oído de un noble esqueleto, la nobleza es compuesta por la raza a la que pertenece Asgore, así que es extraño. —Red se dejó caer descuidadamente a lado de Edge, apenas notando que éste se había apartado un poco cuanto sus hombros impactaron.

—Intenté preguntarle a Gaster quién era pero no se dio la oportunidad.

—Se lo preguntaré a Asgore.

—¿Por qué lo harías?

—Por ti... —cuando Red consideró las sugerentes implicaciones en su respuesta, optó por cambiar su argumento—. Por el bien de tu curiosidad...

—No necesitas hacerlo, si me importase lo investigaría yo mismo.

—Oh, vamos. ¿Qué tiene de malo? ¿Te das cuenta que estás rechazando mi sincera muestra de compañerismo? Que jodido malagradecido.

—¿Ah, si? —Edge apartó la vista con fingido desinterés—. Creí que estarías estableciendo un lazo fraternal con esas acciones.

Red casi se ahogó ante esta declaración por lo que tosió un par de gotas que no había alcanzado a absorber, antes de limpiarse la parte inferior de su dentadura malhumoradamente con las mangas de su chaqueta negra, mirando a Edge de soslayo con expresión irritada, la cual ocultaba su previo -y aún presente- pánico.

—¿Por qué pensarías eso?

—Sans dijo que yo era tu candidato a hermano menor, supongo que se refería a tu anterior propuesta de convertirnos en hermanos de armas.

Red gruñó por lo bajo, acordando consigo mismo el tener una pacifica charla con el esqueleto aludido, después de todo dudaba que alguien extrañaría a un sujeto tan entrometido, pero pensarlo le hizo recordar a Papyrus y Stretch; obviamente habría monstruos que no tardarían en notar su ausencia, lo cual ponía bajo presión sus planes. Volvió a gruñir, desalentado con este hecho. Se acomodó en el sillón bebiendo con mayor ímpetu de su vaso antes de aparentar tranquilidad.

—No pensé que lo recordarías. Entonces, ¿si te interesa?

—No sé qué ventajas y desventajas conlleva semejante título así que no puedo decir que me siento cómodo aceptándolo. Disculpa que te lo diga, pero no eres un buen modelo de hermano. Sans sería un buen modelo, incluso Stretch o Papyrus, pero tú... tú no entras en la lista.

—¡Oh, vaya! ¡Pues agradezco infinitamente tu sutileza! —replicó Red enseguida con gesto irritado mientras golpeaba el baso contra el suelo. No quiso demostrarlo pero aquello realmente le había herido más que ofendido—. Ciertamente no me gustaría tener a un hermano pequeño tan creído y prepotente como tú en realidad, gracias —siseó con veneno.

—No podrías dominarme de todos modos —le retó Edge con altanería—. Te haría falta unos metros más de altura para siquiera intentar ponerte a mi nivel.

—Hijo de puta —espetó Red con las cuencas abiertas como platos. La capacidad de Edge para contraatacarlo se salía fuera de las gráficas y eso lo dejaba impresionado. Además, usar palabras de esa índole activaron algo en su alma que Red no pudo asimilar de inmediato.

—Lamentablemente no sé quién fue mi madre, pero es una posibilidad.

—¿Es que no te detienes nunca?

—Es fácil meterse contigo —se mofó Edge con una risa profunda, la cual hizo que las mejillas de Red ardieran a causa de sentimientos entremezclados.

—No te invité para que te divirtieras a costa de mi temperamento. Te aseguro que si fueras sólo un poco más insolente, te cortaría en pedacitos antes de que te convirtieras en polvo.

—Oh, puedo ser más insolente. ¿Quieres hacer la prueba?

—Vete a la mierda —declaró Red mostrándole el dedo medio, lo que provocó que Edge volviera a reírse para retirarse a beber de su vino más calmadamente.

Red pretendió que no le prestaba atención, que buscaba alejarse de este enfrentamiento inútil, pero en realidad perdió su atención en los movimientos que el cuerpo de Edge realizaba, luciendo para él como una escultura viviente. Tal vez era la rapidez con la que comenzó a beber, aún así acabó siendo hipnotizado por las expresiones de su acompañante cuando se retiraron a otra conversación, una tan corriente que Red no se molestó en darle seguimiento por demasiado tiempo.

De esa manera dejaron pasar las horas, sin que sintieran el menor cansancio o inquietud por alejarse de su comodidad, al menos hasta que Red fue consciente del reloj y un repentino mareo le volvió consciente del incontable número de copas que llevaba, razón por la que reposó el cráneo en el respaldo del sillón sin mayores novedades, encontrándose con un panorama deslizándose frente a sus pupilas antes de notar que su pómulo yacía recargado en el hombro de Edge. Gruñó y planeó acomodarse, disculparse por su atrevimiento, pero el toque de algo más contra sus falanges lo hizo bajar la mirada: sus manos y las de Edge se rozaban, incluso creyó sentir que uno de ellos intentaba apresar al más cercano. Sintió a su alma paralizarse, sólo entonces pudo apartarse de Edge para frotarse el rostro y buscar cualquier tema de conversación, quizás señalar las altas horas de la madrugada, pero su atención se vació en las pupilas rubíes de Edge. Su alma comenzó a latir.

—Edge...

—¿Qué? —Red se estremeció ante su tono tan agresivo, pues además de ello había desviado la mirada y creyó que el brillo de esas sangrientas pupilas se estaban adhiriendo a sus mejillas. Agitó el cráneo de izquierda a derecha para disipar las alucinaciones.

—Mierda, creo que estoy ebrio...

—Felicidades por descubrirlo, genio.

—Envidio tu resistencia, usualmente soy el último en emborracharse.

—Los borrachos no son conscientes de su ebriedad.

—¿No?

Edge lo miró de nuevo con una interrogante marcada en su expresión incrédula. Red no supo cuánto tiempo se estuvieron mirando pero pensó que era extraño ver el rostro de Edge cada vez más cerca. ¿Era él quien se estaba acercando demasiado o era Edge quien acortaba la distancia de sus rostros? La incógnita hizo que su alma latiera nuevamente, cada vez con más fuerza, ofreciendo una frecuencia alucinante a medida que los segundos se asesinaban unos a otros. Red no estaba seguro de que quisiera verlo más cerca pero no pudo hacerse hacia atrás por temor a perder el equilibrio. De todas maneras no tenía idea de lo que ocurriría una vez estuvieran lejos de gozar su estricto espacio personal.

En este punto su alma palpitaba enloquecida por la incertidumbre. Se preguntó entonces cuál era la intimidad que debían establecer dos hermanos que recién estaban conociéndose, fue en ese momento que todo se congeló: su recelo, su entendimiento y también su imaginaria respiración. Una sensación inconexa se concentró en la parte céntrica de su dentadura, generando una calidez fluida, seguramente creada por su magia, devolviéndole raciocinio sólo cuando Edge se alejó, mirándolo con un gesto inexpresivo, atractivo. Red no pudo soportarlo y lo atrajo nuevamente, ampliando el tiempo de su cercanía por unos minutos más mientras ambos cerraban las cuencas, receptivos al inusual contacto, siendo Red quien esta vez lo rompió bruscamente, intrigando a Edge por su reacción.

—¿Estás bien, Red?

—No... yo... —Red no tenía palabras para pronunciar la tormenta de pensamientos que lo estaban acosando, viéndose incapaz de atender a una sola idea que lo atravesaba. Sentía que el cráneo le estallaría ahí mismo sino se recostaba y dormía—. Necesito... necesito descansar... yo creo que... bien, fue un día largo... no, es sólo que... —Red se llevó los falanges de su brazo izquierdo al rostro, débil y mareado—. Joder. No sé qué me pasa.

—Eso está bien, yo también estoy cansado —se excusó Edge para enseguida ponerse de pie, finalmente percatándose de lo que acababa de suceder—. Te veo mañana.

— …Si. —Red carraspeó por inercia cuando notó que su voz se consumía, acto que al instante se reprochó al no poseer garganta como otros monstruos—. Que descanses, Edge.

El aludido avanzó hacia la puerta sin mirar atrás o responder a la despedida, enfocándose en abrirla y cerrarla en la menor cantidad de movimientos posibles. Sólo entonces Red comprendió lo que habían hecho. Para esqueletos como ellos, a diferencia de otros monstruos, no poseían labios que transmitiesen la calidez de otra boca creando fricción cuando se unían, pero lo que hicieron podría considerarse un beso. Red había besado a Edge o viceversa, realmente no importaba. Red se dejó caer en el sillón sin delicadeza ante el mero pensamiento, intentando averiguar porqué no estaba sintiendo asco. Se suponía que estaba investigando a Edge para verificar que se trataba de su hermano, y la simple idea de compartir esta clase de roces con un posible familiar, debería estarlo molestando. Pero no era así, Red no se sentía perturbado, simplemente curioso.

Debido a su condición, nunca tuvo la oportunidad de experimentar con su cuerpo como seguramente habían hecho otros monstruos en la edad adecuada, así que él no había conseguido ir más lejos de masturbarse o mirar cintas estimulantes. Se preguntó si sería el caso de Edge y por eso no había dudado tomar la oportunidad cuando bajó la guardia. Pero lo más extraño de todo era que Red estaba tentado a repetirlo otra vez, aún cuando este plan fue desechado al siguiente instante de formarse. No debería, no si Edge en verdad era su hermano.

—¿Habrá algo malo conmigo? —se cuestionó al darse cuenta que la imagen le excitaba.

Había escuchado que los fetiches de un monstruo solían abarcar ramas estrafalarias no del todo extrañas. Los monstruos caninos se relacionaban entre familiares y aquello no cambiaba nada de manera social, mientras que genéticamente continuaba siendo recomendable no procrear, para otras razas el tema se trataba de manera tabú; tal vez por eso a su cuerpo le parecía tan atractivo. Su parte racional aún quería asegurarse antes de intentar algo más, pero su parte sexual estaba fascinado con el prohibido sentimiento. ¿Qué debería hacer si Edge decidía que quería continuar haciendo cosas como esas? Red no estaba seguro de querer negarse si él se atrevía a proponérselo.

—No. Joder, Red, no. No comiences a divagar. Podría ser tu hermano —se dijo con exasperación—. Por muy frustrado que estés no puedes lanzarte sin más. Primero enfócate en tus verdaderos intereses, después hablamos de fantasías, maldito degenerado. Pero... —Red volvió a reflexionar con desilusión—, Edge desconoce mis verdaderas intenciones, podría confundir mi acercamiento con algo más, lo traté diferente desde que lo vi.

Con un pesado suspiro dejó que todo el peso de su cuerpo hundiera los cojines. Aquel era un desafortunado dilema y toda la culpa era suya. Creyó que con decirle a Edge sobre su intención de convertirlo en hermano de armas bastaría para alertarlo de las intenciones que saltaban a la vista. Su convivencia había sido agradable, no lo negaba, pero que estuvieran acercándose más de lo debido indicaba que algo había salido mal en su planeación; era eso o Edge estaba siendo influenciado por lo que veía en otros esqueletos.

—¿Será que algunos hermanos de armas tienen este tipo de cercanía? —sospechó. Hasta la actualidad, Red había visto que el circulo social más cercano a Edge era Rasp y Slim, entre otros más frecuentes resaltaba su abrupta convivencia con Papyrus y enseguida la compañía ocasional de Purple y Money, Sans y Stretch sólo eran agregados cortos sin más profundidad que unas cuantas charlas vanas—. ¿Será que estoy pensando demasiado? Quizá sólo necesite dormir.

El esqueleto pensó levantarse para desplazarse a su cama, dejar su mente en blanco y mejor rendirse al sueño por lo que quedaba de la madrugada. Sin embargo, aquello se quedó en un plan, ya que bastó que cerrara las cuencas unos momentos para quedarse dormido en la misma posición que había adoptado.

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Después de una noche tan confusa, lo único que hubiese logrado despertar a Red de su sueño fueron los potentes golpes de alguien llamando a su puerta, de otra manera no se habría permitido abrir las cuencas para darse cuenta que su cráneo dolía como el infierno. Sujetándose cada costado del mismo, se levantó lentamente de su dura postura, reencontrándose con su habitación y reconociendo el sonido que le taladraba. Sin muchos ánimos se puso de pie dispuesto en ir atender a quien poseía la amabilidad de despertarle con aquel cariño, así que no fue del todo una sorpresa ver que se trataba de Edge, pues lentamente había tomado la costumbre de ayudarle a salir de las sabanas sino estaba fuera de su habitación tres minutos después de la hora indicada.

—Mírate, eres un desastre —le espetó Edge en lugar de saludarlo, tal actitud apenas consiguió arrancar un bufido adolorido por parte de Red.

—La cruda y yo tenemos una estrecha relación. Del tipo que tienen los sadomasoquistas, sólo que, en este caso, el presunto masoquista no disfruta la tortura en absoluto.

—Ya me imaginaba que habías bebido demasiado —dijo Edge luego de un suspiro, golpeando las costillas del otro con un paquete pequeño con pastillas, gesto que Red no tuvo oportunidad de ignorar—. Trágate eso y mejórate lo más pronto posible. Undyne ha convocado una reunión con todo el escuadrón. Al parecer sucedió algo en nuestros dominios y es necesario tomar medidas antes de que ocurra algo más.

—¿Nuestros dominios?

—Si, no cerca de aquí. Hablo de la ciudad. —Red se reconoció consternado por el informe, su dolor de cráneo pasando a segundo plano tras escucharlo—. Así que date prisa.

El esqueleto mayor no necesitó que se lo dijeran de nuevo, apresurándose en abrir el paquete de pastillas para comenzar a masticar dos al mismo tiempo, antes de que los dos se movieran por el sitio en dirección a la asamblea de las instalaciones. Red no podía creer que estuviera sucediendo eso, no después de que todo el mes la tensión pareció haberse calmado entre ambas especies. Y temiendo lo peor, se sintió impaciente toda la caminata en silencio que acompañó el ritmo de Edge.

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Cuando llegaron al punto de reunión, Red notó los grandes planos de todo el territorio de los monstruos a espaldas de Undyne, quien -junto al resto de comandantes- señalaba cuáles serían los objetivos a cumplir en el devastador percance que sugería tratarse de una invasión humana a gran escala. Ambos recién llegados tomaron sus posiciones para escuchar con atención el resto del informe. Red no se habría impresionado cuando fueron señalados los sectores de mayor riesgo en el mapa, de no ser porque el rostro siempre tranquilo de Stretch se deformó en una expresión de pánico absoluto, sólo para que su gesto fuese secundado por Sans y Papyrus.

—No puede ser —gimió con horror.

—¿Qué ocurre? —cuestionó Red intrigado.

—Esa zona... es donde vive Blue...

—¿Qué?

—Pero la ciudad ha sido evacuada ¿cierto? Estoy seguro que Blue se encuentra bien, debe estar a salvo en el refugio en estos momentos —Papyrus intentó tranquilizar a su amigo.

—El aviso de evacuación no fue consumado a tiempo —intervino Sans con pesar—, es posible que no todos los monstruos hayan conseguido huir a los albergues.

Sin saber qué decir para contradecir aquella destructora posibilidad, Papyrus se volvió en dirección a su hermano antes de mirar nuevamente a Stretch, quien sólo pudo empuñar los falanges con impotencia después de bajar la mirada mientras era invadido por un sin fin de pensamientos. Por su parte, Red no intentó decir nada para mejorar la tensión que se había detenido en el ambiente, aunque no pudo evitar sentir compasión por la situación de Stretch, comprendía que su preocupación no bastaría para suavizar el estado que atravesaba aquel esqueleto amante de la miel, así que se ocupó tan sólo en prestar atención las palabras de su rey.

—Este es un momento decisivo para nosotros. No permitiremos que los humanos nos arrebaten a nuestras familias, no más. Saldremos al combate y venceremos, así sea lo último que hagamos. ¡Por los monstruos!

Respondiendo a su discurso, todos los soldados alzaron su puño, no necesitando nada más que una simple orden para romper filas y prepararse para viajar en los vehículos en compañía de todo el armamento pesado. Red observó el movimiento de todo el elenco, poniendo especial atención al grupo de esqueletos que se retiraban para conformar el escuadrón de exploración, pues junto a Doogami y Dogaresa tendrían un extenso recorrido hacia el interior de la ciudad para ir en busca de sobrevivientes. Red no se uniría a ellos pero les deseo la más sincera de las suertes en silencio; las necesitarían para encontrar ileso al hermano de Stretch. Fue en ese momento que el toque de su compañero en el hombro lo alertó. Con una mirada a las pupilas rubí de Edge, supo que él estaba pensando lo mismo.

—Me permitieron hacer uso de un vehículo especial para transportarnos más rápido. Por aquí —indicó y el esqueleto de mediana estatura no tuvo inconveniente en obedecerle.

Luego de unos minutos andando sin charlas que rellenaran la atmósfera, arribaron a una pequeña cochera ubicada en la parte más remota de las instalaciones, cuyas puertas de acero se abrieron después de que Edge ingresara el código en el aparato con pantalla táctil sobre el muro con sus afilados falanges. Red se impresionó bastante tras visualizar aquella motocicleta 4x4 ocupando el interior, cuyo diseño la hacía ver el triple de imponente de lo que ya presumía su tamaño únicamente.

—Interesante pero ¿no es un poco pesada?

—No te dejes engañar por su tosquedad —dijo Edge avanzando hacia el medio de transporte—, pues pese a su apariencia es un artefacto sumamente veloz además de ser todo terreno. Y ya que somos el elemento sorpresa en esta misión suicida, lo mejor será que nos tomemos la libertad de efectuar una presentación llamativa. ¿No estás de acuerdo?

—Maldito lunático —masculló Red entre colmillos con emoción—. ¡Hagámoslo, carajo!

—Eso es lo que quería escuchar —aprobó Edge con una sonrisa complacida.

Con los motores rugiendo cual bestia hambrienta, ambos esqueletos emprendieron marcha fuera de las instalaciones a máxima velocidad. Los rines de plata pura resplandecieron y las llantas quemaron el suelo de concreto por el que despegaron, antes de fijar curso a lo largo del terreno, rebasando a varios vehículos en su camino a cruzar las grandes puertas de la base. Al comienzo de cada misión, Red siempre había sentido cierta aprehensión por lo que podría depararle el futuro a toda su raza pero por primer vez no le angustió el resultado. Porque sin importar a cuántos humanos tuviese que asesinar o a cuántos semejantes pudiese ver morir, mientras sintiera la presencia de Edge cerca el mundo le daba igual.