Un nuevo capitulo, ¡yuju!

Primero que nada, me disculpo de antemano por mi falta de tecnisismos a la hora de explicar cosas, soy...bastante tonta a decir verdad y no es la mejor excusa que tengo pero, es la verdad.

Sin mas, espero que lo disfruten y no olviden dejar un review ;)


Errar es humano. Es por ello que en aquel castillo, donde el ojo crítico de su amo y señor era la última palabra y la suprema Ley, no se aceptaban las equivocaciones; ellos no eran humanos, ellos, eran Digimons.

Fallar era inaceptable.

Bien lo sabía Klayndemon desde el instante en que sus datos fueron agrupados y creados de tal forma para llegar a ser lo que era hoy en día: un Caballero fiel y el General del Ejercito de las Pesadillas.

Se esperaba muchos meritos de él. El era un ser perfecto, de oscuridad pura y de poder indiscutible para quien se cruzara con su espada. Entonces, ¿Por qué se equivoco de objetivo? ¿Cómo podía haberse equivocado? No sabía responder a sus propias fallas y eso lo desconcertaba. Sin embargo, no era a si mismo quien debía rendirse cuentas, sino, al digimon quien le había concedido la vida con un solo propósito y que ahora, desde su trono en el salón mayor del Castillo, sede de la base de operaciones del Ejercito del Grupo de los Señores Demonios, lo observaba en un silencio más tenebroso que las palabras fervientes de un iracundo terrateniente que castiga a su siervo.

No se atrevía a levantar la cabeza y sus hombros se hundían más, continuaba con una rodilla hincada al suelo intentando que al menos su muestra de respeto por su Señor causara un cambio en este. Pero, Daemon no era alguien de complacer fácilmente. Tampoco lo era el convencer al pequeño grupo a sus espaldas, que tras las sombras parecían regocijarse con su infortunio.

—Es una vergüenza —dijo Barbamon con voz seca y firme, alzando la mirada hacia Daemon. El Señor demonio de la Codicia se había encontrado maravillado una vez que el Caballero, recién llegado de su última misión, relatase los hechos ocurridos, abriéndole un camino de grandes inquietudes que su vieja existencia encontraba casualmente refrescante. También, era cierto que deseaba ver como aquel sirviente inútil recibía un castigo digno de su equivocación, pero, su curiosidad podía más. De entre todos sus aliados, Barbamon era el que más disfrutaba de estas aberrantes y pequeñas sorpresas.

— ¡Deberíamos devorarnos su data, si! —a su lado, Beelzemon rugió con éxtasis de tan solo pensar el festín que podría darse con Klayndemon, después de todo, desde el primer día que esperaba por este momento. Podía sentir las comisuras de sus labios humedecerse de saliva. Klayndemon contuvo la respiración al oír la sugerencia pero no se movió de su lugar —. ¡Vamos, Daemon, acéptalo! ¡Tu niño prodigio solo es una peste inútil que debería volver del foso del que salió!

Sin pensar, Beelzemon dio unos pasos pero un latigazo de la cola de Leviamon pasar frente a él lo detuvo, se volvió a devolverle una mirada fiera que el susodicho supo retrucar con una sonrisa desafiante, decorada de la centena de dientes afilados en sus fauces.

Al otro lado de la comitiva, Lilithmon que aun se ceñía en silencio, se contuvo de chistar la lengua.

— ¿Con que quieres pelear, lagartija subdesarrollada? —instigo Beelzemon al extender su mano donde se materializo su pistola que luego apunto hacia el digimon bestia.

— ¿Pelear? —Chillo Leviamon antes de estallar en risas burlescas —. Ni en un millón de años perdería mi tiempo peleando con alguien tan poca cosa como tú, Beelzemon. Prefiero reservar mis energías para alguien más poderoso.

—…Canalla—

Beelzemon, que ya no podía contener la inminente llama de ira ante la provocación, estaba más que dispuesto a presionar el gatillo pero, un segundo antes, un lazo morado se enrosco en su muñeca y cuando el tiro salió, la trayectoria fue desviada por un simple tirón cortesía de Lilithmon.

— ¡Lilithmon…!—

—Guárdate tus excusas, Beelzemon —sentencio la Digimon demonio de la Lujuria —. Tenemos problemas entre manos y no necesitamos que tus caprichos nos retrasen más, así que si deseas pelear, ve al Mar Oscuro y diviértete con las almas perdidas de allí. Tal vez un poco de paz nos sirva para encontrar al sacrificio.

Frías y aplastantes fueron las palabras de Lilithmon que sorpresivamente, lograron que Beelzemon no dijese nada. Sin embargo, no evito que este le lanzara la peor de sus miradas, reservada para unos pocos.

Daemon observaba toda la confrontación en silencio y Klayndemon lo imitaba.

Entonces, el Señor del castillo dio un paso al frente que ahora invadido en total calma, parecía estallar como un relámpago en el cielo en medio de una espantosa tormenta. Mayor silencio continuo, ahora, todos a la expectativa de que sucedería después; algunos esperaban una sentencia de muerte, otros, clemencia. Y la última palabra era la más ansiada.

—Klayndemon, mi más fiel guerrero —dijo Daemon en algo parecido a un suspiro, tan calmo y sereno que sorprendió a más de uno, y se cruzo de manos tras su espalda. Su imagen se veía más alta y autoritaria, afilada contra las largas sombras del Salón —, has traído contigo una gran decepción este día. Y sabes las consecuencias que conlleva el haberme fallado. ¿O quieres que te recuerde el destino de tus hermanos y hermanas?

La sola mención de un pasado más allá de él, hizo que Klayndemon, finalmente, levantara la mirada que brillaba de terror, enmudeciéndolo e incluso, haciéndole olvidar que eran las palabras.

Los relatos sobre las creaciones anteriores de Daemon que habían seguido por igual un infortunito camino de fallas e insubordinación, calaba en los huesos de cualquiera que lo oyese. Muchos incluso, suponían que la razón por la cual él tuviese ojos tan espesos como la sangre se debía a que, en efecto, Klayndemon era una creación a base de esos desdichados digimons.

Todo era un plan mayor diseñado a partir de ensayo y error, de muerte y barbarie. No debía sorprenderse de aquello, pero, en momentos como este, conocer los detalles de su mera existencia causaba profunda inquietud, por no decir, repugnancia. A estas alturas, esperaba lo peor.

—…Pero, he de admitir que tus errores, trajeron oportunidad a nuestra causa.

La antes expectativa se torno en agravante sorpresa en cara de todos los presentes, tanto los Demon Lords como el General no comprendía el cambio de actitud en Daemon.

— ¿¡O sea, que le perdonaras la vida a este miserable?! —no tardo en protestar Beelzemon, dando varios pasos, tal vez con la idea de confrontar con puños a Daemon.

— ¿Y qué con que lo hiciera? Después de todo, él es mi sirviente y mi propiedad, yo tengo autoridad y hago lo que se me plazca con él —expuso el segundo más poderoso de la comitiva demoniaca con cierta irritación en su voz —. Y es por esa razón, que de ahora en mas, ambos trabajaran en conjunto.

— ¡Me niego!

Daemon afino la mirada —No tienes poder para decidir por ti mismo, Beelzemon. Ya hemos tenido esa conversación.

— ¡Pues al diablo tu y Lucemon…!—

Una vez más, desenfundo a Berenjena y en un arranque de ira, apunto hacia Daemon, prácticamente dejando la sala sin oxigeno. Pero, Klayndemon era más rápido, quien a pesar de encontrarse ante un inminente castigo (a pesar de los "halagos"), jamás dudaría en proteger a su Señor.

Así, en un segundo se puso de pie y tomo su espada, el filo rozaba peligrosamente la garganta del Demon Lord. Beelzemon parecía no estar sorprendido por su accionar e inclusive, lo miro de reojo, con pistola aun en mano.

—En verdad, eres un dolor en el trasero —mascullo entre dientes y reprimió una mueca al sentir la espada presionarse contra su piel, por lo que levanto la barbilla sin quitar la vista a Klayndemon.

—El sentimiento es mutuo.

Ambos se miraron intensamente.

—Baja el arma, Klayndemon, no necesitamos un motín ahora mismo —ordeno con calma Daemon y de inmediato el General obedeció —. Lo mismo te sugiero a ti Beelzemon, después de todo, tu decidiste unirte a nuestra causa y por voluntad propia seguiste los pasos de Lucemon en tiempos ancestrales ¿debo recordártelo?

—No, no debes. Se bien lo que hice y me hago cargo de ello —disparo el digimon de los tres ojos, bajando la pistola —. Pero, creo que Lucemon debería saber cuándo quedarse muerto. Además, al final, si todo esto sale como él prometió, terminara llevándose la gloria y ¡¿nosotros que seremos?! ¡Los idiotas que manipulo con promesas de riquezas! ¡Con poder y tierras! Debes recordar, Daemon, que ya una vez, él traiciono a quienes le había prometido aquellas cosas.

— ¿Cómo osas a compararnos con esos ingenuos Caballeros Reales? —Salto Lilithmon, indignada —, ellos solo obtuvieron lo que buscaban, muerte y perdición.

—Sin embargo —añadió Barbamon —, les dio una brillante idea a nuestro amigo ángel.

— ¡La posibilidad de conquistar otros mundos, otras dimensiones! —bramo Leviamon con ánimo.

—Y es por eso, mi querido Beelzemon, que nosotros los Demon Lords ¡iremos tras La Puerta que abre a mundos más poderosos que el nuestro y al Mundo real, más misterioso que esta nefasta Área Oscura donde los poderes de esos mundos aguardan por alguien que los amaestre! ¡Nosotros seremos invencibles! —El discurso de Daemon no terminaba por convencerlo, pero Beelzemon decidió oír que tenía por decir —. Y por eso, te lo repetiré de nuevo: necesitamos al sacrificio y detener a esos Guardianes en el camino.

—Aun sigo sin comprender porque un humano.

—Esa fue la petición de Lucemon y nosotros, la respetaremos.

"…Solo los siete, seremos capaces de abrir la Puerta y tal como dicta la profecía, cantada el día en que el ángel de luz fue aprisionado y su oscuridad fue revertida:

…Un inocente morirá, por culpa del amor. El sacrificio cerrara el círculo y yo, regresaré."

[…]

—Ten y no olvides, no puedes fallar.

Dictamino Daemon y Barbamon a su lado, extendió su bastón, una espesa bruma oscura se reunió en torno a la esfera incrustada en la boca de la calavera y de a poco, pixel por pixel, un pequeño frasco de cristal con simbolos tallados sobre el mismo e irreconocibles para el General, se formo. Pero, este frunció el ceño al notar que estaba vacío.

— ¿Para qué es esto, Señor? —pregunto al tomar el objeto en su mano.

—Ya lo veras.

Y dicho esto, Daemon llevo una mano al pecho y de él broto una pequeña esfera con pinchos, oscura. Guiándola en la palma de su mano la acerco hacia el frasco y esta atravesó el cristal y se recluyo dentro. Klayndemon no tuvo que pensar mucho para suponer de qué se trataba aquello, aun para su sorpresa.

—Esta es…—

—Así es. Es la Semilla de la Oscuridad. Úsala en el Sacrifico, ¡pero solo en él! Es demasiado peligrosa para caer en manos equivocadas, tuve que hacer mucho para recuperarla de manos de ese tonto Emperador.

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Apenas era marzo pero el calor agobiaba la vida normal en Washington, las tomas de agua derrochaban liquido para entretención y satisfacción de niños y adultos, estos primeros jugando a carreras o guerras de agua. El verano se anunciaba a ser más terrible que de costumbre, pero eso no preocupaba a Takashi.

-Gracias al cielo nos iremos pronto.

Soltó un comentario al aire, pensaría cualquiera, pero, en realidad, iba dirigido a cierto ser, oculto a la vista pública dentro de un pequeño aparato verde y gris sobre la mesa del comedor, mientras el adolescente se esmeraba en poner toda su atención al jardín de afuera, procrastinando sobre sus deberes. Mirar por la ventana era más tentador que leer sobre historia europea del siglo XIV.

-¿No deberías estar estudiando? -Dijo su aparentemente invisible acompañante.

-¿Con que propósito? Nos iremos a Japón, estoy seguro que ellos no leen sobre historia europea.

-Aun así. El conocimiento jamás está de más.

Takashi ignoro las palabras de su nuevo y misterioso "amigo" Mercurymon, que se auto proclamaba "digimon", una criatura digital proveniente de un lugar llamado Digimundo, con la misión de venir aquí a encontrar a un chico que fuese su compañero y así poder detener al mal que había cruzado el lumbral entre los mundos; historia que aun hallaba hilarante y absurda, pero viéndose en una posición de que este año su estadía en Japón se visualizaba como tortuosa, sin mencionar al ataque de hacia un par de días atrás, decidió seguirle el juego a Mercurymon, al menos por ahora.

Especialmente, porque, además de este ser extraño, él también tenía una misión en dicho país asiático.

-Solo es cuestión de tiempo. Finalmente, sabré la verdad.

La tarde se mantuvo calma y silenciosa, no había otra alma además de las suyas paseándose por la casa, sorprendiendo a Mercurymon lo solitario que era Takashi. No era que el no apreciase la soledad pues, tras convivir mucho tiempo con compañeros tan bulliciosos y llenos de energía como lo eran los suyos, un poco de silencio y paz era más que bienvenido. Sin embargo, había un límite para todo.

-Veo que no te agradan mucho las personas.

Recordó la conversación que tuvo con Takashi al cuarto día de comenzar a compartir su vida con la del muchacho. Para este punto, había aprendido muchas cosas de su compañero humano.

-No es que no me agraden, es difícil encontrar alguien con quien amoldarte y acostumbrarte, sin perder quien eres.

-Pues, eso será un problema.

--Takashi frunció los labios antes de hablar-, ¿Por qué sería un problema?

-Para el equipo. ¿Acaso ya te olvidaste lo que te dije?

-La verdad aun no sé si creerte del todo y hasta eso, lo que digas no es de mi importancia.

-Vaya que eres un dolor de cabeza andante; me recuerdas a alguien, sin embargo.

-¿Igual a mí? Deberías presentármelo algún día; una persona parecida a mi seria una bendición entre tanta gente insulsa.

-Más bien, él te disgustaría. Pero, ese es el chiste ¿no? Después de todo, ustedes son iguales y tan diferentes a la vez.

Estas ciertas palabras no dejaron de darle vueltas en la cabeza pero Takashi sabia por experiencia propia que darle importancia a comentarios ligeros solo era perdida de energía. Aunque eso alimentara con ferviente irracionalismo a sus pesadillas.

"No hay nada que puedas hacer, él ya se ha ido. Y es tu culpa"

Necesitaba refrescar su cabeza.

Tomo las llaves de la camioneta "extra" del consulado, el digivice y dinero, con una sola idea en mente: Malteadas heladas.

-Charlie, ¿estás ocupada? -Dijo con su teléfono en la oreja a la vez que maniobraba la reversa para evitar matar algún niño en la calle-, si, te veo en Rusttie´s en 15 minutos; no, no pagare yo, es tu turno…Bien, adiós.

-Olvide a la dulce Charlotte -comento Mercurymon, con picardía, digivice descansando en la guantera-, ¿Qué sucederá cuando finalmente sepa lo que quieres saber?

-Nada, ¿Por qué tendría que suceder algo? -Respondió a la defensiva el conductor del vehículo, y añadió-, eres un tipo obstinado, y perturbador a veces.

-Y eso porque aun no conoces a Arbormon.

Con la idea de que definitivamente no quería conocer a este tal "Arbormon", condujo en silencio hasta el centro de la ciudad, agradecido de que el tráfico estuviese calmado a esas horas del día entre semana.

[…]

-Así que, ¿emocionado por tu viaje? Porque yo lo estoy más que tu y eso es irónico porque eres tu el que ira, no yo y… ¡ya sabes!

-Se que debería sentir al menos jubilo pero…meh, ¿Quién necesita emociones? -Declaro lo más parecido a una blasfemia por la reacción de ofensa de Charlotte, antes de sorber su batido de arándanos.

-¡Dios, que eres raro! Lo que yo daría de irme de aquí, aunque fuese una semana-Charlotte dibujo círculos imaginarios sobre la madera de la mesa, sonando desanimada-, y ¿sabes? Te extrañare.

Sorprendido por el comentario (más bien, confundido), solo mantuvo el silencio y bebió de su bebida oyendo en su cabeza los pesados comentarios próximos de Mercurymon sobre ellos dos.

No podía negarse que extrañaría a Charlotte y sus interminables conversaciones sobre torneos o tardes enteras de sábado ayudándola a elegir la combinación perfecta para su próximo traje de competencia. Ella era parte indispensable en su vida y muy dentro de él temía que si encontraba el origen de las piezas sueltas de su vida, él cambiaria y en ese cambio, dejaría de lado a Charlotte Jones. Al final de cuentas, ella era la única amiga que realmente tenía en ese lugar y tiempo.

Sin embargo, la risa se acabo cuando gritos y el estallar de pisadas asustadas contra el pavimento llamo su atención, pero antes de que pudieran seguir a las masas, una explosión sacudió el suelo bajo sus pies y gritos escaparon de sus bocas. Takashi podía sentir el vidrio de las ventanas estallar y golpear su espalda, nada serio pero la ceguera de la reacción primero del susto lo abatió por unos segundos escasos. Lo siguiente que supo, es que estaba en el suelo.

-¡Con que aquí estas guerrero del metal!

No hubo tiempo para que siguiera viera a su atacante debido a que algo obstruyo su visión, que era borrosa a estas alturas, por lo que se valió de sus otros sentidos.

-Un Gargomon, interesante -oyó decir al digimon de los espejos-. ¿Cómo es que me encontraste?

La siguiente voz resulto un tanto infantil para Takashi, casi "descolocada" para la situación:

-Las sombras saben hacer su trabajo, incluso las puedes oír murmurar si guardas silencio.

-Esas son puras habladurías.

Las figuras se movían rápido, primero estaban a solo pasos de Takashi, luego aquí y luego mas allá. Parecieran saltar de un lado al otro cual conejos, acompañados de disparos y el sonido de metal siendo golpeado. Todo era confuso y la cabeza le palpitaba de dolor. Gemidos humanos llegaban a sus oídos, miro no lejos de él y vio la figura de Charlotte en el suelo intentando moverse, poco a poco su vista volvió a centrarse y el zumbido impertinente comenzaba a desaparecer.

-¿Charlotte…? -Takashi podía sentir el polvillo pegado en su garganta y la rasposa sensación de ahogamiento lo hizo encogerse y en definitiva la cabeza estaba por estallarle de dolor-, de-debemos irnos.

Aun así, lucho para alcanzar a su amiga, más confundida y abatida que él y levantarse, intentado encontrar un lugar donde esconderse entre tanto desastre alrededor.

La calle estaba desierta, sirenas de patrullas y ambulancias eran los canticos de esa tarde y las luces parpadeantes de la policía eran el oasis en el desierto en ese momento. Pero, no podía dejar atrás a Mercurymon. Sin embargo, ya recuperada su vista pudo presenciar la pelea que pronto descubrió que el no podría llevar, sin contar que Charlotte se encontraba herida y débil.

-Confió en ti, Mercurymon, lo siento.

Su misión era alejar lo más lejos posible a Gargomon del ojo público, nadie debía salir herido en esa guerra a la que no pertenecían y mucho menos era su intención involucrar a Takashi quien aun no comprendía la magnitud de la situación. Mercurymon engañaba al gran digimon con sus movimientos rápidos, de vez en cuando devolviéndole sus ataques y sin embargo, nada podía hacerlo desaparecer. Poco a poco, se vio acorralado a la orillas de un canal y vio una chance para ganar.

-¡Por aquí, pequeño conejito!

-¡Oye, ¿a quién llamas conejito, pedazo de espejo?!

Con un Gargomon enfadado y concentrado en el, Mercurymon avanzo hacia el canal agradecido de no ver presencias humanas cercanas y se dirigió al centro, sus pies apenas tocando la superficie liquida y aguardo por su atacante.

-Eso no es justo -se quejo Gargomon al notar al digimon de metal flotando sobre el agua y el a orillas del canal-, ¡ven y pelea conmigo, así tendré el gusto de tomar tus datos yo mismo!

-¿A qué has venido y como me encontraste?

-Primero pelea y posiblemente te responda -devolvió el cazador, cargando sus cañones-, claro, solo si sobrevives.

Disparo tras disparo salió de sus armas en cuestión de segundos, pero Mercurymon era más rápido; desplego uno de sus espejos que absorbieron los ataques llegando a sorprender a Gargomon. Entonces, cuatro espejos rodearon a dicho digimon y de ellos, los mismos disparos salieron con la misma potencia, dando de lleno al atacante.

Gargomon grito de dolor y no paso mucho para que el anillo de datos alrededor de su cuerpo apareciera y Mercurymon hiciera desaparecer los espejos con un simple chasquido de sus dedos. Su agresor cayó de rodillas al suelo, cubierto de heridas y con la respiración agitada.

-Bien, ya no te queda mucho tiempo -dijo Mercurymon de brazos cruzados-, así que, habla; ¿Quién te envió y como lograste encontrarme?

Gargomon rio apenas -Ya te dije, las sombras susurran.

Viendo que las posibilidades de encontrar respuestas eran nulas, Mercurymon supo que ya era momento de acabar con su enemigo.

Volvió a repetir su ataque reflector y tomo los datos de Gargomon dentro de su espejo antes de que él mismo desapareciera de allí en búsqueda de Takashi.

Había demasiados heridos pero ninguna vida que lamentar por ahora, considerando el furioso ataque de ese extraño ser, que no le tomo mucho tiempo a Takashi suponer que se trataba de un digimon. Y solo entonces, tuvo que aceptar la realidad que lo rodeaba; todo lo que Mercurymon le había dicho era cierto y no podía darse el lujo de negarlo más.

-¿Quieres llamar a tus padres? -Pregunto una de los paramédicos tras revisarlo y corroborar que no había heridas graves en su cuerpo.

-Ya deben estar en camino, gracias -informo y la mujer se marcho, dejándolo solo en la parte trasera de la ambulancia, con una manta sobre sus hombros y una bebida caliente en sus manos, pensativo y con una decisión que tomar.

No paso mucho para que algo en su bolsillo sonara. No recordaba llevar su digivice consigo pero no podía ignorar el llamado de Mercurymon que le sorprendía luego de verlo frente a él, luchar contra esa criatura en forma de conejo con esteroides.

-¿Cómo demonios…?

-Eso no importa ¿estás bien? -Irrumpió el digimon, apurado.

-Si, solo tengo unos rasguños.

-Bien, ¿Qué hay de Charlotte?

-Sobrevivirá.

-…, nada de esto debía suceder. Jamás creí que me encontrarían aquí, procure borrar mis huellas -mascullo Mercurymon, enfadado.

-Por cierto, ¿Qué era esa cosa? -Pregunto Takashi, procurando no levantar la voz ni dejar que nadie lo viese hablar con el digimon dentro del aparato para que no creyeran que estaba loco.

-Era Gargomon, un digimon cazador, no pude sacarle mucha información, lo cual nos deja en la nada.

Mercurymon hablaba con cierto tono áspero, como si estuviese enfadado y Takashi podía percibir que era consigo mismo tras no poder interrogar a ese tal Gargomon y no podía culparlo, él mismo se sentía culpable de permitir que Charlotte quedara herida en esto y ni siquiera comprendía la mitad de las cosas que pasaban. Pero, una parte de él quería involucrarse y averiguarlo, quería evitar que más gente resultara lastimada.

-Mercurymon, te creo -dijo tras un breve silencio-, y todo lo que digas ahora es de mi importancia.

Sorprendido por el comentario, el digimon no evito soltar una risita. Sabia que iba a ser difícil convencer a Takashi de aceptar, desde el principio lo supo pero jamás creyó que lo hiciera con tal convicción, debía darle crédito por la confianza ciega, digna de un niño elegido.

-Esta bien, muchacho. Entonces, creo que será un buen momento para hablarte del equipo.

-¿Del grupo de escandalosos?

-Esos mismos y créeme, te caerán bien, luego de un tiempo.

Ahora, todo era un caos dentro de su cabeza.

¿Qué esperar de los relatos de Mercurymon? Ciertamente, nada bueno. Pero, ya no podía lamentarse, él mismo decidió involucrarse en todo este baile que conforme la música avanzaba, más extraño se tornaba.

Historias de Diez Antiguos guerreros nacidos de copias de seguridad de un mundo digital, a modo de defensa propia contra una entidad maligna que se reveló de sus tareas originales y había caído en un espiral de codicia y corrupción, eran cosas que podía comprender; ser hijo de un político tenía sus ventajas pero de allí, a intentar comprender como cinco niños humanos fueron llamados para controlar los espíritus digitales, producto del sacrificio de estos guerreros, y combatir a un gobernante corrompida por la misma fuerza que ya una vez había tratado de destruir todo, era otra.

Creía no llegar a confundirse más, hasta, que Mercurymon llego a la parte de los guerreros corruptos, allí, pudo despedirse de la lógica humana.

Sin embargo, para este punto, se veía atrapado en la historia y se había dedicado mucho de su tiempo en analizarla, en especial, un detalle que el digimon había mencionado y que era la razón por la que lo necesitaba.

—…Acá, es donde tu entras, muchacho. Nosotros no somos del todo digimons completos, somos fragmentos de los Guerreros Legendarios originales, espíritus digitales para ser más precisos o digi-spirits, si bien podemos materializarnos y vivir como cualquier otro ser digital, somos en verdad muy limitados en nuestros poderes. Corremos el peligro de sobrescribir con mayor facilidad nuestra escritura, lo que causaría un colapso y posterior, deceso. Una de las desventajas de convertirte en un digimon de cuarta generación, mientras más vidas vives, más errores pueden aparecer. Es por eso que, requerimos de un compañero de unión. Para mantener estable la digievolucion.

El concepto de digievolucion no fue complicado de entender pero, ¿compañero de unión? ¿Qué significaba del todo?

—… fusionar, esa es tu función. Mi código digital se fusiona con tu información biológica, con tu cuerpo humano y, prácticamente, te conviertes en mí. Pero, la primera vez es complicada, necesitas un motivo para activar la digievolucion, una vez que lo hagas, te explicare sobre el espíritu digital humano y bestia. Tal vez, después, de la doble digievolucion.

—Por dios santo, ¿en qué lío me metí?

Takashi estrello su cabeza contra la puerta de su casillero, abierta en este caso, interrumpiendo su tarea de guardar algunos libros que no necesitaba por el momento.

Era final de periodo y Takashi estaba más que listo de volver a casa, quería arrancarse de una vez ese incomodo uniforme que la escuela privada le obligaba a usar. Deseaba poder ir a una escuela pública, solo por este motivo. Sin embargo, lo recapacito al recordar que estando en una, sería una víctima segura de bullying indiscriminado. Eso no era tentador.

Suspiro cansado y continuo guardando sus libros, pero, no paso mucho para que Charlotte apareciera con su bolso de deportes colgando de su hombro, y se apoyara sobre el casillero a su lado.

—Luces demacrado —remarco la chica de cabello anaranjado, arrugando la nariz y ocultando las pechas que adornaban su piel tras observar los movimientos casi robóticos de Takashi, sin necesidad de agregar, las manchas negras bajo sus ojos.

—No he dormido bien —fue el único comentario que Takashi dio.

— ¿Es por lo ocurrido el otro día?

Aquel comentario lo hizo detenerse y pensar, con agravantes conclusiones de que no le gustaba ver a su mejor amiga con puntos de sutura en su frente. Cerró el casillero de un golpe y se colgó al hombro su bolso.

—Ha pasado mucho últimamente —dijo, las ojeras bajo sus ojos se hicieron más evidentes mientras se volteaba hacia Charlotte —, tal vez irme sea lo mejor, aunque no quiera admitirlo.

—Deberías relajarte —sonrió Charlotte, apretando su brazo con afecto —, tuviste un accidente no hace mucho y con el ataque del otro día, estoy sorprendida que no te hayas vuelto loco y matado a alguien.

—Yo también estoy un poco sorprendido —confeso él, mordiéndose el labio.

Miro hacia el suelo, con profunda incertidumbre en sus ojos. Charlotte se limito a observarlo, llegándose a preocupar por el persistente bajo ánimo que su mejor amigo cargaba en sus hombros, haciéndole ver más pequeño.

—Oye —Takashi salió de su línea de pensamientos al sentir el golpe en su hombro —, ¿tienes que hacer algo ahora? Tengo que volver como en dos horas y la verdad, estoy que muero del hambre. Abrieron un Burger King a cuantas calles de aquí, tal vez una doble whooper te levante el ánimo. ¡Yo invito!

Aseguro tras ver el atisbo de una protesta de Takashi, pero, este quedo al parecer, contentado.

—Bien —dijo resignado el chico —, creo que un poco de comida me levantara el ánimo, así que, agrega aros de cebolla a la lista, y tenemos un trato.

— ¡Así se habla!

Pocos minutos después, ambos salían del edificio con sus brazos entrelazados, inmersos en una conversación poco relevante y que de apoco, había aumentado el estado anímico del chico japoneses. Igual, seguía intacta la propuesta de Charlotte de conseguir algo que almorzar.

[…]

—Si, se están alejando, junto a Charlotte Jones…se lo ve bien, no creo que deba preocuparse por seguir pagando terapeutas, Shigeru Hoshino.

Dio una breve señal al conductor del vehículo para que subiera la ventanilla. El hombre al otro lado de esa línea telefónica, suspiro y su interlocutor no supo interpretarla en su complejidad, pero prefería darle el beneficio de la duda.

—Agente Thompson —hablo Shigeru Hoshino, con algo de torpeza —, espero que su gente sepa lo que está haciendo.

El hombre de traje y anteojos oscuros, miro hacia afuera un segundo, sonriendo con cierta diversión.

—Ese es mi trabajo, señor embajador —aseguro, con resolución —, no tiene de que preocuparse, lo que sea que sucede alrededor de su hijo, debe ser pura casualidad. Es solo una víctima infortunada, podría ocurrirle a cualquiera.

—Exacto, podría ocurrirle a cualquiera —rectifico el embajador japonés, con palabras tensas y seseantes —, ¿Por qué mi hijo?

—Preocúpese por pasar tiempo de calidad de vuelta en Japon, ya no necesitara atar su vida a una profesión. Nuestro Bureau se encargara de las anormalidades y ataques y mantendremos un ojo sobre su hijo.

—Eso espero, después de todo —Shigeru anticipo con desconfianza —, ustedes me aconsejaron volver a Japon.

—Las Naciones Unidas jamás rompen sus promesas.

Tras un breve silencio, Ethan Thompson dio por finalizada la llamada. Sostuvo su brazo contra la puerta del pasajero detrás del asiento del conductor, retorciendo el teléfono en su mano, sumiso en sus propios pensamientos.

Sabía que ese chico de apenas 15 años encerraba muchos misterios.

Tres días después:

Oficialmente, había pasado semana y media desde que Mercurymon apareció en su vida de una forma descabellada y la diera vuelta cual trompo, sino fuera porque ya mudarse a otro país era de locos y empacar caja tras cajas con sus pertenecías no era muy entretenido que digamos.

-Y esta es la ultima -dijo tras sellar la ultima caja con sus libros dentro, contento de que ya había acabado y examino su cuarto con paredes desnudas y falto de vida. Una inesperada sensación de nostalgia lo invadió ás creí que extrañaría este lugar, es raro.

-Se le llama añoranza y es normal, al menos que seas un insensible -comento Mercurymon, el digivice sobre una pila de cajas ya ocupadas-, ah no espera, olvide que lo eres.

-Que gracioso -respondió Takashi con sarcasmo.

-La verdad duele a veces.

-¿Quién es el insensible ahora, eh? -Retruco el chico.

Pero antes de que el digimon devolviera un comentario, la puerta de la habitación fue tocada y segundo después, una cabeza se asomo por allí, junto a una charola con sándwiches y un vaso de jugo. Takashi de inmediato creyó que su madre había oído su conversación con Mercurymon e intento actuar con normalidad.

-¡Mama, ¿Qué haces aquí?! -Se froto la nuca sin darse cuenta y dio zancadas hasta su madre-, creí que estarías en la embajada.

-Ah no, hoy regrese temprano, quería dejar todo listo para cuando llegasen los camiones de mudanza -respondió su madre, despreocupada a la vez que depositaba la charola sobre la pila de cajas, junto al digivice y a Takashi se le paro el corazón unos cuantos latidos hasta que ella regreso su atención a él-, y pensé en pasar a ver cómo te iba con tus cosas, veo que te está yendo bien.

Dio un vistazo a las cajas selladas y asintió complacida. Por su parte, Takashi se alegraba de ver a su madre fuera del trabajo temprano, aunque eso significara andar cuchicheando con Mercurymon con su presencia alrededor pero aun eso no quitaba su alegría.

-Entonces, ¿papa vendrá temprano? -Él se digno en preguntar, aun nervioso de ver rondando a su madre cerca del digivice, rogando a que Mercurymon no metiera la pata.

-Tardara un poco, pero si -sonrió la mujer de cabello rubio y pequeños pero resplandecientes ojos café-. Tal vez esta noche debamos salir a cenar, los tres ¿Qué dices?

-¿Los tres? S-si, si, eso sería genial -Takashi no podía ocultar su felicidad, pocas eran las veces que su familia cenaba junta en la misma habitación (las cenas vía skype no eran tan geniales en cierto punto).

[…]

La cena, en sí, había sido un fiasco.

Solo pedía una noche normal con su familia, solo una noche pero al parecer los incompetentes de los funcionarios que trabajaban con su padre no podían hacer nada por su cuenta sin la supervisión del mismo y no causar una crisis diplomática por accidente; Takashi permanecía en perpetuo silencio en la parte trasera del vehículo y a pesar de los chistes y decenas de disculpas que su padre daba, no podía dejar de estar enfadado. Sin mencionar, con el estomago prácticamente vacío.

-Al menos disfrutamos la entrada de canapés -dijo su padre al volante con intenciones de aminorar la tensa escena dentro del vehículo que su optimista carácter no podía soportar. Takashi no hizo más que levantar una ceja y mirar hacia la ventana. El embajador japonés, un hombre de personalidad simple y agradable cuyo cabello oscuro y ojos avellana hacían honor a su herencia asiática, intercambio una mirada rápida y preocupante con su esposa, comenzando a desarrollar cierto sentimiento de culpa por haber dejado que su trabajo arruinase una velada con su familia. Era por razones como estas que renunciaba a su cargo y regresaba a Japón.

-¿Los McDonalds abren las 24 horas no? -Inquirió su esposa en un intento de recuperar la situación-, podríamos ir a uno y pedir todas las alitas de pollo que tú quieras, cariño.

Un vistazo por el retrovisor no aliviano la preocupación de Nikki hacia su hijo. Este seguía igual, muy ausente de la realidad.

Más días pasaron con nada relevante que sobresaltar. Para el ese momento, Takashi volvía cansado de una práctica del equipo juvenil de gimnasias rítmicas al que Charlotte pertenecía y que ese día, había invitado a presenciar.

—Definitivamente, esto no extrañare.

Se desplomo en la cama sobre su estomago, intentando ignorar las paredes desnudas de su cuarto. Dejo que un poco de somnolencia lo invadiera antes de recordar que aun debía ducharse y cenar. La noche estaba pronta, bien podía observarse por la ventana no lejos de él, Takashi gruño al levantarse con pereza, quitándose los zapatos en el camino hacia el baño. Allí, se salpico el rostro y procedió a mirarse en el espejo, en busca de alguna casual erupción, que últimamente, eran muy recurrentes.

La adolescencia no era como la pintaban en las películas, que eran muy sobreexplotadas en este lado del mundo como una etapa de total rebeldía y locuras. Si, era cierto que había hecho una que otra cosa loca en estos años pero nada comparado a las abominaciones creadas en Hollywood.

Pronto dejo esos pensamientos de lado y predispuso que ahora lo más conveniente sería tomar una ducha.

Tiempo después y bajo el chorro de agua fría, Takashi tuvo momento para pensar en la ceremonia que ocurriría en dos días y que sería el cambio de fase en su vida, lento y seguro como las fases de la luna. Sería la Ceremonia de traspaso de poderes hacia el nuevo Embajador que ocuparía el lugar vacante de su padre, y en esa misma tarde, estarían partiendo hacia Japon en un vuelo privado. De vuelta en su país natal, su padre continuaría trabajando con el gobierno, como de otra forma no podía ser.

¿Qué me deparara el futuro ahí…? —se hizo esta pregunta, recibiendo el golpe del agua en su nuca.

Media hora más tarde, cerraba con llave la puerta de su habitación y se dirigió a su cama donde su laptop y el digivice lo aguardaban. Se cruzo de piernas frente a la computadora y conecto el aparato que le había otorgado Mercurymon a través de un cable usb al mismo. Takashi respiro hondo e intento calmar sus ansias.

— ¿Estás listo? —pregunto Mercurymon, notándose preocupado por el chico humano.

—Si, creo que sí.

—Entonces, hagámoslo, no podemos hacer esperar mucho más a los demás.