No quería recordar, ver ni oír esas palabras, pero estas venían por sí solas a su cabeza cuando cerraba los ojos.
"Recuerda nuestra promesa: ningún chico por sobre nosotras"
Miyu no pudo evitar chistar la lengua.
Kouji la miro por el rabillo del ojo, había sido curioso al principio y ahora, tras casi media hora de viaje, ese sentimiento se transformó en preocupación y no era la única razón; al otro lado de la muchacha Takuya y Koichi iban sumidos en un silencio compartido. Sin embargo, podía notar la inquietud en la pierna de Koichi que no dejaba de mover, ese habito se lo esperaría más del cabeza de zepelín de Takuya que carecía de paciencia, no del siempre centrado y zen de su hermano.
Por lo visto, sería el quien debería mantenerse con la mente en positivo, pero se hacía difícil luego de oír las palabras de Mercurymon y a pesar de ser una ventana de tiempo amplia, tres horas podían pasar rápido especialmente en una ciudad tan grande como Tokio.
Ya tenía suficiente con el barullo y ajetreo de Shibuya.
—Tengo un mal presentimiento —comunico Takuya con la mirada perdida en el suelo y los puños sobre sus piernas.
—No podrías haber dicho algo más trillado —contesto Kouji, áspero.
—Ahora no, por favor. —dijo Koichi. Fue más una súplica.
Ambos adolescentes se dedicaron una fugaz mirada y se hundieron, cada uno, más en sus asientos, dándole el gusto a Koichi de preservar la calma. El ánimo entre ellos se hizo peor pero el silencio tal vez serviría para dejando que el paisaje urbano pasara velozmente por la ventana. Nadie agrego una palabra de más el resto del viaje.
[…]
Las puertas del tren se abrieron y el intercambio entre pasajeros que dejaban el vagón y los otros que lo abordaban fue escandaloso; la meta de conseguir sitio antes de que las puertas volvieran a cerrarse y la cercanía de tantos cuerpos humanos invadiendo tan pequeño espacio despertaba un pánico antinatural, las voces y ruidos del mundo alrededor parecían ir en aumento a cada segundo.
— ¿Alguien sabe cómo llegamos al parque? —pregunto Takuya dirigiéndose a un mapa de ese barrio no lejos del andén. Se froto el cabello con exasperación.
Miyu señalo un lugar —Estamos aquí y el parque aquí…—con el dedo marco una línea y lo siguió a través del cartel —, no está muy lejos por lo visto.
—Avisare al resto que ya estamos llegando.
Koichi volvió a tomar su digivice, empecinado en llamar al resto y entre eso los cuatro comenzaron a caminar por la estación en busca de la salida, evadiendo contacto alguno con meros pasajeros y evitar generar mayores retrasos solo para no seguir lanzando leña al fuego del disgusto aun palpable entre ellos. La picazón de la desesperación en ese pequeño punto entre los pulmones y en el trazo de las venas en sus muñecas era incómodo y por eso querían terminar con esta situación cuanto antes, en especial Takuya que, como ya menciono antes, tenía un mal presentimiento quemándole la boca del estómago.
Sin embargo, no era lo único que sentía quemarse en él. En uno de sus bolsillos, su digivice desprendía cierto ardor que comenzaba a impacientarlo más.
—Creo que no soy el único sugestionado.
Para su desgracia, las luces de la estación subterránea se apagaron en ese instante y un alarido de sorpresa se oyó en el aire, los guardas estaban intentando calmar la situación.
—No debe ser nada —se animó a decir Kouji, entre dudas —, debemos movernos, no tenemos tiempo que perder.
Continuaron su camino hacia la salida, ignorando al público en la oscuridad absoluta de la estación Afortunadamente la luz retorno un par de segundos más tarde y todo parecía volver a la normalidad.
Sin embargo, notaron que las maquinas a todo el alrededor comenzaron a pitar en un molesto chillido, brillando escandalizadas, los cajeros automáticos escupieron billetes y monedas, en cada pantalla del lugar se mostraba símbolos extraños mientras contaba números y letras aleatorias. La multitud no supo cómo responder más que quedarse congelados en sus sitios, incapaces de comprender que estaba sucediendo.
Todo era un caos.
— ¡Vamos, avancen con calma! ¡Avancen con calma, no hay de qué preocuparse! —un policía levanto la voz en medio del silencio comunal, comenzando a dar órdenes para que la gente siguiera la marcha. Estos actuaron con calma, pero la ansiedad logro que todo el operativo se retrasara.
—Jamás saldremos de aquí —señalo Koichi, viéndose incomodo entre tanta gente.
—Si saldremos, solo debe ser una falla —dijo Miyu, tropezando con su lengua.
—Fallas, creo que deberíamos llamarlos asi —resoplo Takuya con ironía. Una astuta mirada de su parte sacudió los huesos a Miyu.
— ¿A qué…te refieres?
Un breve silencio la precedió y en un chasquido, las pantallas antes inundadas en una monocromática lluvia se tornaron en un impecable fondo blanco y las luces las acompañaron en oscuridad, una vez más. El brillo de las pantallas bañaba rostros asustados e inmóviles e hizo sucumbir la atención de todos a la imagen que ahora se mostraba en estas.
Un pequeño huevo de aspecto pixelado se veía y dilataba, como un corazón latiendo con vida en su interior. Miyu no supo cuando quedó atrapada en un trance hipnótico por ese huevo, pero supo que cuando despertó se volvió hacia el chico de cabello castaño, de pie detrás suyo y el encandilo de sus ojos superaba a cualquier oscuridad adversa dentro de ese túnel.
Fuego. Un temple de acero y fuego ardiente brillaba despampanantemente los ojos de Takuya logrando que Miyu se sacudiera en intimidación.
Los ojos son las ventanas al alma, recordó en ese momento y ahora podía entender lo cuan verdadero podía significar aquello. Adicionalmente, recordó aquel día en la azotea y lo impactada que estaba al ver por primera vez a Agunimon: las llamas que salieron de él y la intensidad del fuego en sus ojos las veía ahora mismo en Takuya. Las similitudes entre estos dos eran innegables y ahora comprendía porque había heredado dicho elemento y porque se había ganado el título de líder.
Sus pensamientos fueron cortados por un sonido muy particular: el repique de pasos solitarios se oyó entre la bruma de sombras y silencio, en ademan de que alguien se acercaba.
Un pesado respirar llego a oídos de todos y el aliento se le quedó atrapado en la garganta. A excepción de tres estudiantes con los sentidos bien alertas y un amplio historial de batallas con seres digitales llamados digimons que les avisaba una cosa: ahora aparecería uno.
—Está cerca —espeto Kouji en un hilo monótono de voz. Su postura era igual a la de un perro guardián ladrándole a la oscuridad y con su pelaje levantado sobre el lomo. Una analogía de pensamiento curiosa, pensó Miyu.
— ¿Quién será esta vez? —Lobomon siguió la misma línea de respuesta que el humano, quien ya tenía su aparato listo en mano para una inminente pelea.
—Vamos a averiguarlo —Takuya dio un paso adelante y se abrió paso entre la multitud con total libertad, reclamando sitio como un derecho natural propio.
Entre tanto, los pasos se acercaban y la respiración pesada parecía no desaparecer y nadie reparaba en ello.
—Deben estar en un estado hipnótico —el menor de los gemelos paso su mano frente a un hombre que no reacciono ni parpadeo, Koichi probaba de igual forma obteniendo resultados similares en un par de personas más —, pero, ¿Quién sería capaz de algo semejante? Solo se me ocurre alguien y—
—Me temo que no es quien tú sospechas —aclaro Lowemon una vez que Koichi se apropió de su aparato —, este es diferente, es más oscuro.
Koichi sacudió la cabeza y se volvió a Takuya, quien parecía no despegar los ojos de la oscuridad proveniente de uno de los túneles, a la fuente del origen de aquellos pasos que ya ahora resonaban a una estampida de elefantes. Los gemelos se apresuraron a su lado, aguardando por lo que sea que emergiera de allí advirtiendo a Miyu que mantuviera distancia puesto que ella aun no podía digievolucionar.
—Vaya inútil soy.
La muchacha se mordía los labios de la incertidumbre de solo mirar como los tres jóvenes saltaban hacia las vías y observaban atentamente a la entrada del túnel de donde provenían aquellos pasos.
— ¿Qué demonios fue eso? —pregunto Takuya con la respiración entrecortada.
La respuesta vino sola cuando otro sonido los sobresalto, todos miraron hacia las pantallas y el huevo en la misma estaba partido. De vuelta se volvieron hacia el túnel y vio a aquellos brazos retorcerse en sigilosos movimientos de espera.
— ¡Vamos, sal de una vez! —demando este en contra de las advertencias de Kouji.
—Otra vez lanzándote antes de pensar —renegó.
Takuya no le respondió y solo castañeo grave, similar al de una bestia a punto de saltar sobre su presa, permitió a Kouji saber por qué. Una figura se levantaba sobre el límite entre las sombras y la leve luz de las pantallas de televisión, era pequeña y redonda con rechonchas patas verdes, de rectilíneo aspecto.
— ¿Qué es eso?
—No es que, sino quien —su hermano a su lado, le remarco. Kouji no comprendió hasta notar la mirada de Koichi que iba más allá de esa figura e intento hacer lo mismo. Su sorpresa fue grande y escondida al ver con sus propios ojos lo que significaba.
Por detrás de ese digimon (no había otra explicación a la extraña apariencia) se encontraba algo más, un humano de rostro muy familiar para alguien de ellos. Fue así que Miyu se encontró desorientada y falta de aire. El mundo a su alrededor perdió sentido y todo, comenzó a dar vueltas.
—E-espera…espera, ¿Por qué…?
Titubeantes pensamientos se alojaron en su cabeza y en el exterior, silencio la precedió. Los muchachos no dejaron pasar aquello por alto, siendo Kouji el primero en comprender a que se debía ese breve momento de corto circuito entre la chica y la realidad que los atormentaba con promesas de malos resultados a su integridad. Un flash de luz ilumino el cristal de los lentes de la persona que ahora, de pie y claramente visible bajo la luz, revelaba su rostro, ostentando una sonrisa que rayaba con…
Miyu no se lo podía creer. Dejo que el peso de la bruma en ella la doblegara e hiciera caer de rodillas al suelo, lagrimas ardientes le quemaban el contorno de sus ojos.
Traición. Alta, alta traición.
—No, no puede ser…no puede ser— no importara cuantas veces se lo repitiera, era tan palpable como el concreto bajo sus pies. La figura de Chihiro y de sus ojos oscuros era real, de eso no cabía duda, aunque Miyu se hallaba en completa negación.
No hubo tiempo para que reaccionara ante el inminente ataque que se disparaba sobre ella y por mera suerte, Koichi logro lanzarse a tiempo y quitarla del camino, tirándola al suelo. Ella no parecía afectada, su expresión seguía siendo indescifrable, el gemelo, en cambio, lanzo una mirada por sobre el hombro y se le seco la boca al ver un tentáculo tan ponzoñoso como una espada, incrustado en el suelo. El destrozo era intimidante, no quiso pensar que daño hubiese causado en carne humana por lo que sacudió los pensamientos lúgubres y saco su digivice, su mandíbula se cerraba con arrebato cuando se volvió al notar como aquel tentáculo se retractaba hacia las sombras, de vuelta al lado de la joven chica humana dueña de una turbia atmosfera a su alrededor.
—Oh, pero que lastima, creí que con eso te despedazaría — un chispazo de su lengua se extendió en eco, sonaba realmente apenada —, tendré que intentarlo de nuevo.
Takuya se adelantó con su digivice listo.
—Me temo que no tendrás oportunidad.
Otro paso firme cayó sobre el suelo, haciendo que temblara con su determinación, la argolla de datos hizo acto de aparición en su mano y no dudo en deslizarlo, bajando en un amplio arco, sobre el aparato engulléndolo en luces y datos.
Allá en el Digimundo, cuando tenía diez años, se había convertido en un digimon y no en cualquiera, sino, en nada más y nada menos que un guerrero legendario, no sabía que significaba en ese tiempo y, sin embargo, sonaba asombroso. Era algo grande, casi salido de un manga shonen ¡y le pasaba a él!
No obstante, su primera vez había sido extraña. No lo recordaba con lujo de detalles y lo testimoniado por sus compañeros no hicieron más que confundirlo y él, sobre sus rodillas y manos en el suelo, simplemente no pudo dejar de pensar en esa extraña sensación que hormigueaba en su cuerpo luego de su "digievolucion"; si, estuvo exhausto luego de la pelea, pero a la vez, lleno de energía. Quiso asumirlo como parte de su elemento, viniéndole a mano como un anillo hecho a la medida (y no tenía nada que ver con su constante habilidad de meterse en problemas).
Pensar en esos recuerdos fue algo inevitable porque, en ese momento, cuando volvía a retomar las riendas de un destino que debía seguir, la nostalgia y la emoción de volver a intentarlo una vez más fueron apagadas por un extraño sentimiento que golpeo su pecho y lo dejo sin aire.
Miedo.
Vio cosas que no comprendió. No tenían nada que ver con él o con alguno de sus amigos o su familia. Fue algo más, como si estuviese mirando una película biográfica. Tambaleo un poco y sus movimientos fueron vacilantes. Quería salir corriendo, desaparecer…quería sobrevivir.
Es eso lo que todos quieren, ¿no?
— ¿Por qué pienso en esto ahora…? —el alboroto de la transformación desapareció, pero no sus dudas. Miro a sus manos y no las sintió suyas, ese cuerpo que en más de una ocasión había sido posesión suya era, ahora, ajeno.
— ¡Takuya!
La advertencia de Koichi lo succiono de vuelta a la realidad y por instinto, se apartó del camino antes de que otro ataque lo atravesara por el pecho. Takuya se quejó al sentir el cuerpo del digimon legendario más pesado que en el pasado (no quiso asumir que era rechazo en vez de falta de costumbre) y decidió enfocarse en el problema presente y en una pronta solución.
Un par de resplandores brillaron a su lado y al instante los gemelos, con armas en mano, dieron un paso adelante. Los tres guerreros se irguieron orgullosos, como en los tiempos ancestrales, preparados para la batalla. La joven chica lo observaba maravillada y perdida, se sentía una intrusa, indigna de presenciar a esas altas figuras majestuosas de espaldas a ella, olvidándose casi por completo que ella también (sin creérselo) poseía ese mismo espíritu de hacer volver a la vida a una de los Antiguos Diez.
El trio no se vio desfallecer cuando una nueva y extensa sonrisa escalofriante decoro el rostro de Chihiro, desfigurado por la locura.
—Oh, vaya, ¿Quién lo hubiese imaginado? Oh, Kouji, eres…eres realmente una caja de sorpresas —chillo y un escalofrió de éxtasis la recorrió de pies a cabeza, se rodeó en sus propios brazos en un acto reflejo —. Eres sin duda, el hombre perfecto.
Una mueca de asco torció la boca de Lobomon, disgustado de oír dichas declaraciones casi sucias de boca de una chica, intentaba no culparla, después de todo, debía estar poseída por alguna fuerza oscura relacionada con ese digimon que los había atacado el otro día, no había otra explicación. Solo existía una opción, debían salvarla e ignorar las insinuaciones.
— ¿Puedo matarlos ya? —otra voz se hizo oír. Provino de las sombras, desde el mismo lugar donde los ataques anteriores fueron perpetrados. Chihiro, aun envuelta en sí misma, rio quedamente y dirigió una mirada rápida hacia sus espaldas.
—Aun no, Digitamamon. Primero quiero hablar con Kouji, quizás pueda hacerlo entrar en razón —dijo, mirando de vuelta al grupo de guerreros, con la cabeza ligeramente ladeada y con los ojos puestos en el susodicho.
Kouji no pudo evitar sudar frio en respuesta a esa mirada. Se sentía demasiado expuesto, aun en compañía de sus amigos.
—Dios, de donde salió esta chiflada —murmuro Takuya y levanto los puños.
Esas palabras fueron un grave error, Chihiro al oírlas dejo caer su antes sonrisa "encantadora" y una nula expresión fue dada al joven chico con el elemento del fuego. Su rostro no daba entender nada, pero sus ojos, se oscurecían en desprecio.
De verdad, molestar a una chica eran negocios peligrosos.
—Digitamamon, ¡Acábalos! —bramo la orden que el pequeño digimon, no quiso desobedecer.
—Sera un placer.
Un rugido de sonidos y relampagueos se oyeron, voces penantes y llorosas emergieron una vez más de esos tenáculos oscuros que se retorcían en agonía. La batalla estaba por comenzar y ellos, estaban listos para luchar hasta la muerte.
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Había pasado un cuarto de hora desde la hora estipulada del arribo del tren, pero ninguno había aparecido por el túnel y Jp miro impaciente hacia el agujero, casi pisando la línea amarilla de seguridad del andén. En cualquier momento algún guardia vendría y lo regañaría.
—Es raro, debería haber llegado —dijo Katsuharu, igual de impaciente que este.
—No es raro, es anormal —devolvió Jp y por como palpaba la comisura de sus labios, se podía decir que estaba irritado —. Algo debió suceder, algo malo me temo.
Katsuharu y Zoe lo observaron, inciertos de si creerle a pesar de que las pruebas lo respaldaran. Si tren llegaba tarde era por cuestiones de vida o muerte, Japón jamás permitiría dañar el orgullo que tanto presumía al mundo sobre su sistema de transporte subterráneo y ellos debían considerar, respectos a las circunstancias en las que se hallaban, de que algo había sucedido en Ueno. No podía ser coincidencia, el destino los tenía marcados, ya no gozaban del libre albedrió al igual que el resto, eso lo sabían a la perfección.
—Entonces —dijo Zoe tras el minuto de silencio —, debemos encontrar otra forma de llegar hasta Ueno y ver con nuestros propios ojos si lo que dices es cierto o no.
—Tu no tendrías problema alguno, podrías transformarte en Kazemon e ir volando hacia ahí —reflexiono Jp —, sería lo mejor hasta que Katsuharu y yo encontremos otra vía.
—Tú también podrías transformarte e ir —señalo Katsuharu —, no tienen por qué preocuparse por mí, encontrare una forma.
Las opciones eran pocas y Katsuharu lo sabía, sus amigos podían transformarse e ir, algo que el aun no dominaba: La digievolucion. Le había dado demasiadas vueltas al asunto y siempre llegaba a la misma conclusión: ¿Por qué él? ¿Se merecía ser llamado un niño elegido, un heredero de los Antiguos Diez? ¿Qué tenía él de especial? Solo era un chico de 16 años con graves inseguridades sobre sí mismo y con traumas, secretos y un pasado vergonzoso con esas mismas personas que le demostraron lo que era realmente ser una mejor versión de él. No, no era especial y, sin embargo, allí estaba en esa estación de tren, sujetando con impotencia un aparato electrónico entregado a él con esperanza de poder salvar a quienes no tenían poder alguno para defenderse.
Era un guerrero legendario. No. Era, en verdad, una vergüenza.
No se merecía tal título. No se merecía nada, solo era un fenómeno. Solo—
—Katsuharu —la voz de Zoe hizo que sus pensamientos se detuvieran y noto como sus manos habían tomado las suyas, para el desconcierto de Jp. No pudo apartar sus ojos de ese par de piedras esmeraldas que lo observaban y cautivaban —, lo que sea que estés pensando, déjame decirte que no tienes de que preocuparte. Somos un equipo, eres uno de los nuestros; llegara el momento en que podrás demostrar lo que vales. No quiero que seas tan duro contigo mismo ¿sí?
Su cara no estaba sonrojada, ardía. Jp en cambio había perdido cualquier rastro de color en el suyo, hasta podría decirse que estaba al borde del desmayo.
—Aww, Zoe realmente sigue tus pasos —Beetlemon comento, ignorando la desdicha de su compañero.
—Genial, ahora tenemos dos mamas —bromeo Grumblemon, en pos de seguir el juego.
—Esto no es divertido —dijo Katsuharu, su voz temblante y su cara aun teñida a lo que Zoe encontró de lo más graciosa que en un caso ajeno, seria todo lo contrario. Tal vez era porque estimaba demasiado a sus muchachos y a veces olvidaba que como una chica (y una hermosa y atrayente, agregaba ella) lograba crear estas reacciones en los chicos, claro, todo en plan inocente.
Soltó las manos de su compañero y se aferró su bolso al hombro, la sonrisa de antes no la abandono en ningún momento —Bien, demos nuestro mejor esfuerzo ¿sí?
Y eso basto para que ambos permanecieran quietos y en silencio con sus mejillas al rojo vivo por los próximos minutos.
—…Jp—
—Dime.
Katsuharu titubeo —Ahora entiendo porque te obsesiono por años.
— ¡Como que obsesionó, acaso soy una clase de acosador, de pervertido, eh! —fue así que comenzaron a discutir, barriendo por completo el anterior animo incomodo, Zoe sonrió aliviada de haber podido lograr que Katsuharu dejara sus dudas, al menos por el momento. Pero, la suerte no le duraría por mucho.
"Lamentamos informarles que hubo un cambio de ruta debido a fallas técnicas, el tren de la Linea express con ida a la estación Ueno será abordado en andenes…. "
Un corto mensaje de servicio público se escuchó en toda la estación y rápidamente, por las pantallas, un canal de noticias comenzó a transmitirse bajo la leyenda de "Último momento". Los tres jóvenes vieron las pantallas y sus corazones latieron con horror al ver las imágenes de las afueras de la estación de trenes de Ueno acordonada con líneas de policía y efectivos policiales custodiando lo que parecía ser una situación de bloqueo. Todas las entradas estaban cerradas por pesadas puertas de metal y nadie sabía exactamente que estaba sucediendo a pesar de haberse soltado una alarma de emergencia.
Algunos hacían caso a las noticias mientras que otros preferían ignorarlas, no parecía ser cosa importante, inclusive los reporteros del canal bromeaban sobre el asunto. Era…indignante.
—A la mierda esto —dijo Jp, bufando de la irritación y avanzo con prisa hacia la salida —, Zoe nos transformemos, llevare a Katsuharu en mi espalda.
— ¡Bien! —ella respondió y le siguió los pasos, pero Katsuharu se clavó en su sitio, quedando en dudas.
—E-espera…—
—Muchacho —la voz de Grumblemon, corta y recta lo hizo callar —, haz lo que ellos dicen. Saben mejor que deben hacer, tal vez puedas aprender una o dos cosas.
—…Pero—
— ¡Sin peros! ¡Mueve tu perezoso trasero!, nuestros amigos podrían estar en serios problemas.
Katsuharu pensó en ello y era verdad. No era momento de asustarse y no hacer algo aun si no pudiese luchar. Dar el primer paso hacia Jp y Zoe, que lo esperaban con miradas decisivas en sus ojos, le fue difícil.
Que estres la pagina, por dios, mas de media hora queriendo subir esto jaja. En fin, volvi, perdon (?), espero disfruten esto, los veo en la proxima, y cuidense que estos tiempos son locos!
