¡Muy buenas a todos! He regresado...no se si alguien sigue aqui, pero si lo hay, espero que lo esten pasando bien.
No hay mucho que agregar, este capitulo es un pelin mas y largo y si, prometo que esto acaba en el proximo capitulo y ¡se viene finalmente la comunicacion entre Mercurymon y los elegidos en Japon!
Se vienen cositas, me tiene muy emocionada y sin mas !espero disfruten y cuidense! Si tienen alguna sugerencia o duda, no duden en dejar un review.
Miyu jamás había sentido tal disgusto hacia ella misma como ahora. Era una inútil, una carga innecesaria y por sobre todo, la causante de todo este problema. No podía dejar de pensar en Chihiro. Sus ojos ardían de coraje en respuesta.
—Deja esa cara, una dama jamás debe llorar cuando las cosas se ponen feas.
Ranamon se veía muy concentrada en su tarea de intentar purificar con sus poderes las mentes infectadas de los pobres pasajeros que quedaron atrapados en la línea subterránea, ya inconscientes desde que Chihiro desapareció a la oscuridad, junto a los muchachos cuyo instinto fue seguirle los pasos; un pálido brillo iluminaba sus determinados ojos rubies. En su regazo descansaba la cabeza de un hombre y sobre su frente una esfera de brillante liquido similar a un pastel gota de agua muy popular danzaba y absorbía, por las hilachas de oscuro y espeso material en su interior, los malos sueños que los inquietaban. La joven muchacha de rodillas en el suelo quiso llorar con mayor razón.
Frunció los labios y su mandíbula le punzaba.
—…Lo siento.
Ranamon miro de reojo y murmuro—Aun puedes ayudarla, es tu amiga ¿no es así?
Miyu una vez más levanto la mirada y la sonrisa gratificante de la digimon logro arrancarle finalmente un par de pesadas y escurridizas lágrimas, un alarido lastimoso se abrió paso de su boca.
—Ya, ya, no es momento de llorar, aun debemos regresar a la normalidad a estas personas.
Miyu asintió, sus ojos se sellaron con determinación a pesar de estar aun cubiertos de lágrimas y tintes de humillación. Ranamon llevaba razón, este era su problema y ella lo resolvería a como dé lugar y traería a Chihiro de vuelta. Aquel era su plan y contaba con sus amigos para apoyarla y ayudarla.
Sus amigos.
Apenas registraba el gran peso que esas palabras llevaban con si o de la importancia que lo tendría en el futuro, pero la digimon ya tenía por sentado ese concepto, lo sabía al mirar por encima de las falencias de la joven, había potencial, Miyu era extraordinaria a pesar de que su propia alcahuetería la cegara y sus miedos propios de la edad pisaran fuerte por sobre sus propias ambiciones, llevaría tiempo y esfuerzo y sin embargo no sería imposible.
Estaba de más subrayar que tenía buen ojo por haber elegido a la muchacha como su compañera, pero ya tendría momento para alabarse después, cuando todo el asunto se resolviera con éxito. Ranamon se obligó a pensar en positivo, pues que otra opción les quedaba; una vez que miraba a su alrededor y se veía los centenares de personas en el suelo, inconscientes por el efecto de los poderes de Digitamamon, desfallecer y lloriquear no estaba en su código moral, pues qué pena de Guerrera Legendaria seria entonces.
Esto era nada comparado con la guerra.
La digimon sacudió la cabeza prefiriendo alejar cualquier pensamiento innecesario y se concentró en aliviar el mal del hombre frente a ella y puso toda su maestría en el elemento en práctica; poco a poco la esfera de cristalina agua se tornaba más y más turbia y la persona comenzaba a verse menos tensa en la realidad.
Cuando el agua se convirtió en espeso negro ascendió por sobre sus cabezas, siempre guiado por las manos de la digimon y entonces, esta explotaba liberándose, dejando rastro nulo de la maldad en el humano. Miyu miro asombrada la demostración y Ranamon no pudo evitar sonreír orgullosa de sí misma antes de jadear agotada de utilizar mucha de su energía en un simple individuo, aun había muchas víctimas y solo ella podía ayudarlos. De nuevo se obligó a pensar en positivo.
— Bien, ahora vamos por el próximo, no tenemos mucho tiempo —anuncio estoica mientras se ponía de pie. Extendió una mano hacia la joven humana, regalándole una sonrisa —. Andando muchacha, hay que demostrarles a esos tontos de que estamos hechas las guerreras del agua.
Sin saber que decir al instante la chica observo como la digimon ofrecía su mano y más la sonrisa de aliento que le brindaba, sabía que no había nada que temer.
Aun con las piernas temblándole acepto la ayuda de Ranamon y decidieron continuar con la tarea de asistencia, pero ellas no imaginaban el terror que se acercaba desde las sombras hasta que fue demasiado tarde.
En cuestión de segundos, Miyu fue lanzada a las vías a sus espaldas y Ranamon era arrastrada hacia el suelo con un firme agarre en su cuello. El impacto contra la gravilla le quito por completo el aire de los pulmones a la humana a la vez que un gran peso sobre ella la mantuvo contra el suelo, atino a agitar las manos en frente para protegerse de su atacante y cuando finalmente pudo abrir los ojos, todo movimiento se detuvo al ver a Chihiro, quien, aprovechando su confusión, le tomo de las muñecas y la inmovilizo con una mirada desorbitante y rostro agitado. Lo peor era la sonrisa casi desfigurada que traía. Miyu se removió bajo su atacante, intentando liberarse, pero Chihiro mantenía posición firme en su sitio con sus piernas. Estaba atrapada sin siquiera poder defenderse, dejo escapar un siseo cuando las uñas de la chica se clavaron en sus muñecas, sujetándolas por sobre su cabeza.
—¡Chihiro, debes escucharme, estas siendo controlada por ese digimon! —dijo Miyu, estresada. Podía sentir un punzante palpitar detrás de la cabeza debido a la caída de antes y temía que fuera a caer inconsciente en algún momento, quedarse a merced de ese monstruo que poseía a su amiga como si fuese un simple títere no era lo que esperaba.
En el rostro de la otra adolescente una furia descomunal transformo su antes mueca y un tinte carmesí brillo en sus ojos. De ella broto una voz entre robótica y demoníaca, no habiendo rastros de la dulce y tímida Chihiro de antes.
—¡Te equivocas, esta es mi verdadera yo y ya no te necesita, vil traidora! ¡Jamás supiste ser una buena amiga!
—¡Escucha lo que dices, no eres tú la que habla!
—¡Ya cállate!
Un fuerte apretón logro cerrarle la garganta a Miyu y respirar se volvió un desafío, Chihiro sostenía su delicado cuello con ambas manos como si se tratara de un juguete, sin cuidado alguno. La joven elegida quiso gritar y pedirle a Chihiro que parara, pero solo gorgoteos inútiles salían de su boca. Agito manos y pies, desesperada e incapaz de darle un golpe a su atacante siendo que poco a poco sus movimientos perdían claridad. Todo a su alrededor pesaba y la oscuridad sobre sus ojos se ceñía, amenazando por arrastrarla a sitios inimaginados de la inconciencia.
Un rostro que no reconocía se colaba por entre sus ojos y no quiso que ese fuera el ultimo recuerdo de su mejor amiga, pero ella estaba muy cansada para seguir despierta.
El cuerpo inmóvil de Miyu se recostó bajo Chihiro y el silencio las cubrió.
En cambio, Ranamon se maldecía por no haberse dado cuenta a tiempo, pero era ya demasiado tarde, el suelo la recibió con apabullante dolor y algo jalo de ella directo hacia las sombras.
—¡Estas equivocado si crees que te dejare hacer lo que quieras! —con un movimiento rápido de su brazo, un latigo de agua golpeo el brazo oscuro que la agarraba logrando que se retirara, chillando de pavor podría decirse. La digimon no dudo en intentar levantarse y respirar antes de intentar atacar de nuevo a las sombras que querían atraparla por segunda vez.
Una vez más un látigo de agua se materializo en su mano y arremetió con furia ante estas misteriosas garras que intentaban atacarla, protegiéndose a ella y a los aun inconscientes pasajeros del subterráneo en el proceso. Ranamon respiraba pesadamente para cuando los ataques cesaron, casi para su suerte, pues estaba al límite de su poder tras haber intentado purificar las mentes corrompida de esos humanos y ahora intentar defenderse era agotador. Necesitaba digievolucionar si es que quería ganar.
—Vamos, sal de ahí si tienes las agallas —desafío sin miramientos a la basta nada de la oscuridad del túnel, sin obtener respuesta alguna. Resoplo amargamente por los sentimientos mixtos que esto provocaba.
La breve quietud del momento gritaba con fuerzas el augurio de que algo sumamente malo pronto iba a suceder. La intuición de Ranamon muy rara vez fallaba, mucho menos en batalla y a pesar de que dar la espalda en un momento asi era una sentencia de muerte por lógica, su corazón estaba más afilado en recordarle en volver con Miyu.
Sin tomar en cuenta la posibilidad de un ataque a sus espaldas, Ranamon ignoro toda alerta obvia y corrió hacia las vías.
Nada la había preparado para lo que encontró, por sobre todo.
Inerte y sin un cálido atisbo de vida en su pálido cuerpo, en el suelo se encontraba Miyu. Ojos casi sin cerrar apuntaban al techo y sus manos descansaban a sus lados, las puntas de sus dedos se flexionaban en lo que parecía un fuerte puño no hace mucho. A simple vista uno diría que solo reposaba, pero eso sería mentirse a sí misma.
Las fantasías cubrían los duros golpes de la realidad.
Ranamon no era muy adepta a fingir la verdad...solo que ahora, lo deseaba con todo su ser. No medito mucho y salto a la gravilla, cayo de rodillas junto al cuerpo y sus manos dejaron de funcionar. Necesitaba inspeccionar que era lo que estaba mal y por más que mirara cada centímetro del cuerpo humano delante de ella, no se atrevía a tocarlo. Miyu se veía frágil y se respiraba helada, cualquier movimiento en falso que dará era sentencia segura de llegar a romperla. Ranamon no creía en que este era el fin, aun debía estar ahí, su compañera aún seguía con vida...debía estarlo.
Miyu no podía desaparecer, no podía hacerlo, era su responsabilidad protegerla, el Digimundo dependía de su pequeña existencia, no, no, no…no estaba muerta. Ranamon no lo permitiría.
—Miyu, cariño...ven, despierta —ignorando el leve temblor de sus manos, le sacudió los hombros a la muchacha. Nada, no hubo respuesta en absoluto. —¡Esto no es gracioso, despierta, Miyu!
Sacudió con más viveza el cuerpo y continuo sin recibir acción alguna por su parte, vaya dilema. La digimon maldijo sin medirse a la dichosa humana corrompida por sus propias inseguridades causante de todo esto.
La culpa recaía en Chihiro y no Miyu, entonces ¿Por qué su compañera debía pagar tanta tragedia?
—¡Si aun tienes valor, ven y aparece maldita humana! ¡Enfréntate a mí! ¡Anda, que esperas! —Ranamon era incapaz de contener su frustración, levantando la voz a ese túnel que abrazaba su cuerpo y retorcía en ecos sus sentimientos amargos. Estaba allí esa chica humana y se aseguraría de hacérselo saber.
Ahora todo era personal.
—Ella se lo merece...la traición se paga con sangre ¿no?
Chihiro a unos pies de distancia sobresalto a Ranamon y para sorpresa de esta percibía la misma estática que en Miyu. Casi sin vida o voluntad. En el fondo, presentía que el tiempo que les quedaba para poder rescatarla de cualquier encantamiento estuviera sometida se les agotaba.
—¿De qué traición hablas? ¡Eres tú la que está mal! —ladro la digimon. Chihiro soltó una risita chirriante.
—No lo entenderías, lo cual me deja pensar...jamás te traicionaron ¿verdad, guerrera del agua? Pues déjame decirte por experiencia... que es peor que la muerte.
—Que chiquilla tan dramática —carraspeo la digimon —, te queda mucho por aprender en esta vida.
Chihiro tras escuchar esto, chasqueo la lengua. —Tu eres una ingenua.
—La ingenua aquí eres tú, causando todo este alboroto y ¿Por qué? ¿Un muchacho que apenas conoces?
—¡Que dices! ¡Tú no sabes nada, mi corazón le pertenece a Kouji! —la chica cuya trenza descansaba sobre su hombro derecho se llevó una mano al pecho y recito con grandiosa pantomima. Su mirada perforaba con intensidad a la digimon, estaba a nada de perder realmente el control —. ¡ella siempre se llevó toda la atención y yo quedaba mirando, sin poder hacer nada, no es justo, yo también merezco una oportunidad, también quiero que me vean!
Tal vez era su imaginación, pero Ranamon entro en pánico al sentir el suelo temblar a sus pies, casi creyendo que todo se les derrumbaría encima, sin embargo, la realidad era que Chihiro, bajo los embriagadores efectos de la oscuridad y sus propios arrebatos, alteraba la estabilidad del lugar. No ayudaba que estuviera provocándole con palabras simples, solo ahora notaba su error.
Por su parte, Chihiro no tomaba ni un respiro, su respiración era errática cual bestia a nada de tirarse y clavar sus dientes en su presa, cuyas cuencas apenas podían contener sus ojos, infectados de carmesí y su rostro rasgándose en feroces muecas. En cualquier momento se convertiría en un monstruo real.
Había que detenerla.
La muchacha la cual rugía amenazadoramente dio un paso y todo volvió a retumbar con mayor potencia, pero al querer dar el segundo paso un haz de luz rozando sus pies la detuvo y volvió, jadeando ásperamente, hacia el origen del disparo y lo vio, de inmediato sus expresiones se torcieron en un monstruoso éxtasis. Lobomon aun apuntaba en dirección a ella, pero no parecía enterarse de aquello, solo le importaba verlo frente suyo y su retorcida mente interpreto a que volvía a buscarla. Solo a ella y por ella.
—Oh, Kouji, volviste por mi —chillo, ambas manos en sus mejillas que le ardían con emoción —, sabía que volverías.
Lobomon evito torcer la boca en desprecio y dio un paso en frente, con la mira de su laser apuntando a la frente de la joven. Solo por un segundo desvió la mirada y vio a Ranamon y lo que parecía ser...no, no era cierto. Ignoro la figura de Miyu tendida en el suelo y retomo su total atención a Chihiro que no podía dejar de retorcerse en inmensa alegría.
—Chihiro, no quiero hacerte daño, realmente no quiero —admitió el guerrero.
—¡Pero yo no te hare daño! Estaba esperando por ti, oh mi amor. ¡Son ellos los que nos quieren separar —lanzo una seña en dirección a Miyu y Ranamon, su enfado pintándose y desapareciendo en un instante en el rostro —. Los demás también pagaran por entrometerse.
—Estás demente.
—... ¿demente? No —Chihiro echo la cabeza atrás y la risa broto sin parar, el túnel entero volvió a temblar —¡Estoy loca de amor, Kouji! ¡Por ti y solo por ti!
—No, estas perdiendo la cordura, es culpa de un digimon ¡tienes que darte cuenta! ¡Nosotros podemos ayudarte! —grito Lobomon.
—Te equivocas, yo no necesito ayuda, necesito que te calles y escuches lo que digo, Kouji. Tú y yo estamos destinados a estar juntos ¿Por qué no puedes verlo?
Chihiro dio otro par de pasos y Lobomon se armó en doble guardia, la chica tenía intenciones de negociar, lo cual era retorcido, pensó el guerrero de la luz. Cada segundo que transcurría la asfixiante energía que emergía de ella lo mareaba y aplastaba el pecho, en cualquier momento estallaría y nada ni nadie podría detenerla. El recuerdo de Agunimon y Loewemon peleando en otro sitio para ganar tiempo lo apuro en querer arreglar este desastre.
—A veces los humanos somos más complicados que los digimons —se dio el lujo de reflexionar en torno a todas sus antiguos batallas en el Digimundo, tomando mucho ejemplo en como Kerpymon pudo engañar y manipular a Koichi tan fácilmente a su antojo. El espiritu humano era tormentoso al igual que indestructible, una combinación peligrosa si se tomaba en cuenta que de ahora en más este tipo de situaciones y tipo de personas quebradas como Chihiro se tornarían en más comunes.
La senda del futuro que les esperaba no se visualizaba fácil. Asi funcionaba la guerra, supuso.
—Lo siento mucho —fue lo único que pudo formular en tan poco tiempo en respuesta a lo que estaría por hacer, por más que era en contra de lo que creía. Lobomon contuvo la respiración e hizo el disparo, seguro de apuntar al centro de la frente de la chica.
Seria rápido aturdirla, ese disparo no la mataría, lo sabía pero seguía siendo un acto tan fuera de su persona. Sin embargo, se arriesgó, el haz de luz viajo en menos de un segundo hasta ella y una explosión la camuflo en humo. Por desgracia, Lobomon pronto noto que su plan era muy superficial y fácilmente truncable. Tras disiparse el humo vio con horror como un par de sombrías garras habían protegido a Chihiro del impacto y parecían extenderse desde algún rincón oscuro, al menos ahora sabia donde podía encontrar a Digitamamon.
—Al fin apareces —tanto Lobomon como Ranamon, relegada a observar, pensaron. Esta última se levantó de un salto.
—¡Lobomon, te encargo a Digitamamon! —comando con firmeza.
—¡De acuerdo!
—¡Que! ¡No dejare que-! —la muchacha humana grazno, pero se mordió las palabras cuando una fuerza constrictora la aprisiono, se trataba de ataduras hechos aparentemente por agua. Lanzo una mirada a la digimon y esta conjuraba movimientos raros con sus manos. Chihiro chillo cual fiera, sus ojos brillando con furia rojiza.
—¡Aléjate de la humana! —la voz penetrante de Digitamamon bramo justo cuando una garra oscura se lanzaba sin piedad a la digimon, no sin ser bloqueada por Lobomon y su espada en un movimiento veloz.
—Tu pelea es conmigo ¡sal y enfréntame!
La humana corrompida volvió a chillar, esta vez fastidiada por ver como sus planes no estaban encaminándose. Tal cual, como un niño encaprichado, gritando y lanzando golpes, desesperado por ser atendido e incapaz de razonar. Lamentable.
—Realmente eres lamentable, chiquilla.
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¿Qué sucedía?
¿En donde estaba? ¿Quién era?
¿Por qué sentía sus pulmones pesar como el plomo mismo? ¿Por qué había agua?
Asi es la muerte...si, tiene que serlo.
Nada por arriba ni por abajo. Basto espacio se abría a sus anchas y las ataduras del tiempo se escapaban por entre sus dedos. Este limbo sin duda era fascinante. Y frio, frio y aterrador. Una simple luz le quemaba las pupilas cada vez que le enfrentaba, ardía cada parte de su ser, pero anhelaba ver. Claridad era lo que más anhelaba. Claridad en sus pensamientos, en sus miedos, sus sueños, su vida porque ya nada tenía sentido.
El vacío era inmenso y extraño ¿Qué era ese lugar? Estaba atrapada sin poder escapar y sin poder gritar, algo entraba en su ser llegando a cada rincon y la ahogaba, ese limbo quería callarla por siempre y arrastrarla al olvido, el presentimiento de estar a nada de dejar de existir y el crudo pavor de la impotencia se lo dejaba en claro.
Qué manera horrible de morir.
La traición es peor que la muerte. ¿De dónde sacaba esto? ¿Quién lo dijo?
¡Jamás traicione a nadie! Mas agua se asentó en sus pulmones. Gritar no tenía sentido, ya no podía escapar de ese sitio y aceptar el amargo destino era un camino, por mucho, más sencillo y digno de como marcharse a la fría y eterna nada.
La traición se paga con sangre ¿no? Por lógica, sí. La traición era un pecado gravísimo. Lamentable y sucio. No existía ni cabía honor en tal penoso acto; ojo por ojo y diente por diente, esa era la ley justa y castigo para la fechoría, los hombres cavernícolas ya la pregonaban desde los tiempos antiquísimos en garabatos sobre paredes de piedra, plasmados en sangre como tinta.
Pero...yo ¿Qué traición cometí?
"Deja de luchar" grito el limbo, "los pecadores no tienen derecho a réplica. No tienen derecho a respirar el mismo aire que los inocentes o siquiera defenderse, solo son seres sucios incapaces de salvar al otro. Toman todo y destruyen, porque son cobardes y embusteros; quémenlos hasta los huesos, hasta que no haya nada más que cenizas que pronto el viento se llevara a los rincones del final de los tiempos. Asi todos recordaran y olvidaran a su vez que los pecadores deben pagar por sus pecados."
Las llamas de un dragón queman igual a las del infierno, después de todo.
¿De qué dragón...que tiene que ver conmigo?
Todo está conectado en esencia, los pecados de uno se transforman en los de otros, la traición siempre será traición sin importar el rostro de su pecador. El juicio divino no tiene un lugar reservado para estos en la posteridad.
Nadie por sobre nosotras, jamás.
Y nunca lo hubo...esa promesa jamás la quebranto, entonces... ¿de qué pecado la condenaban? Que desfachatez y egocentrismo declarar una sentencia desde la ignorancia, sin darle voz o lugar de explicarse o acaso la gran justicia divina era unilateral y elitista. Inaudito, no lo aceptaba asi en lo más mínimo. Donde quedaba la equidad, ante un dios todos son iguales...y aquí la ausencia de uno despertaba demasiadas sospechas.
Esto no es un juicio, era una trampa.
El basto vacío ya no parecía tan eterno, ahora que todo el escenario se presentaba en perspectiva, con más vueltas que le daba al asunto y con cuantas incongruencias que encontraba e iban en aumento, todo a su alrededor se reducía y respirar cada bocada costaba mucho menos. Los limites se materializaban con más cercanía a sus manos.
Las luces que antes no la dejaban ver con claridad por su inmenso resplandor ahora caían en tenues reflejos que marcaban su camino con mayor facilidad. Ante sus ojos el mundo se abría y la anterior confusión e ignorancia se disipaba y flotaba hacia el fondo a la vez que ella, en espíritu y convicción, ascendían hacia el único lugar en donde sabia encontraría justicia.
Las aguas cristalinas y la espuma salada moteaban en arcoíris bajo la luz del atardecer y, por lo bajo, el fondo se extendía en suma calma y silencio en donde aún presuntamente, el peligro acechaba. Pero eso ya no era su preocupación, la superficie era el paraíso que la aguardaba.
El final a todo estaba a nada de sus manos y con solo un poco más de esfuerzo lo alcanzaría, solo debía procurar de escapar de las ultimas sombras que le pisaban los talones, esas dudas no se rendirían hasta llevarla con ellos y amarrarla a terribles sueños, engañándola para que se derriba y decida quedarse, en perpetua soledad por la eternidad.
Las oía cantar a sus espaldas, pero sus ojos se esmeraban en ver al frente, donde estaba la salida y Miyu se plantó, decidida en avanzar y confiar en sí misma, en encontrar su verdad y limpiar asi su nombre.
Las dudas e inseguridades de Chihiro no la tragarían, esta vez no. Ya no más.
(Seria engañarse a sí misma si no admitía que esta decisión no le pesaba en el alma, pero el hacer lo que es correcto significa cuestionarse el corazón algunas veces)
A futuro, Miyu no estaba consciente de que sucedería (y muy para desgracia de todos, nadie estaba preparado para las desgracias que se avecinaban) y los recuerdos del ayer que la ataban irremediablemente a Chihiro servían un poco de chantaje. Un gran pesar casi la engaña. Ella era fuerte. Ella era ahora una Guerrera Legendaria, un titulo no poco menor del que no comprendía del todo que significaba, pero ahora estaría más que dispuesta a demostrar que lo valía, contra viento y marea.
Nada se había visto tan claro y fluido en su vida como ahora. El momento de atacar había llegado.
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Con un salto a un lado, Ranamon pudo esquivar un zarpazo proveniente del espíritu que brotaba por sobre Chihiro. Destilando inmundicia, un aura espesa ahora rodeaba la silueta de la muchacha humana, solo en apariencia porque ahora lo que quedaba de la mente estable de Chihiro estaba extinto; una fiera bestia atacaba con pura fuerza bruta y arrebatada sed de sangre sin parar a la digimon del agua que de a poco logro acorralarla al límite de sus habilidades. Ranamon planto una rodilla en la gravilla y jadeo buscando reponer energías, las posibilidades de quedarse corta de estamina en plena pelea aumentaba con cada esquivada de los feroces ataques que apuntaban sin equivocación a su cuello. Ya ningún tipo de restricción podía domar a la salvaje Chihiro y para peor, Lobomon no estaba pasándola muy bien tampoco.
En su pelea, el digimon de la luz estaba teniendo serios problemas para encontrar a Digitamamon que aun jugaba desde las sombras y solo enviaba bestias de sombras a enfrentarse a este, todas caían tras algunos cortes con su espada de luz, pero era en vano, estas continuaban en levantarse y volver a atacarlo. Lobomon lo pensó seriamente en cambiar a la forma bestia, sin embargo, considerando el escaso espacio del túnel y de la peligrosidad de provocar un derrumbamiento descarto aquel plan.
Hallar una manera de obligar a Digitamamon a salir de su escondite era la máxima prioridad, solo por debajo de cuidar su pellejo. En un segundo plano, no podía olvidarse de Miyu. Su estado letargico le preocupaba, necesitaba que despertara y tomara el control del Digi Spirit de Agua y se enfrentara a Chihiro como correspondía, solo ella podía darle fin a esta lucha.
—¡Ya sal de una vez, cobarde! —se quejó, ya frustrado de bloquear el ataque frontal de otra bestia de sombras, tras algo de resistencia lo empujo y dio un estacazo directo al pecho de esta. Desapareció tal cual como las demás, en una nube de polvillo.
—¿Desesperado, Guerrero de la Luz?—-una risa broto de entre las paredes, inclusive Ranamon le prestó atención —Este es solo el comienzo...—
Sin poder predecirlo y mucho menos esquivarlo, una masa de energía oscura golpeo de frente a Lobomon lanzándolo varios metros atrás. Su hombro recibió la mayor parte de su peso al chocar con el suelo y Lobomon se llevó una mano al lugar del dolor, apretando la mandíbula para evitar quejarse, este no era el lugar ni tiempo para eso. La gravilla realmente dolía a pesar del tamaño de esta.
—¿Estas bien? -por el rabillo del ojo vio a Ranamon caer de rodillas a su lado, a pesar de verse borrosa, su voz era reconocible.
—No te preocupes por mi... -gruño al intentar sentarse, pero una punzada de dolor recorriéndole la espalda lo mando de nuevo a recostarse —, vete...no descuides tu espalda—
—¡Eso una mierda, no seas un chiquillo terco tú también! —Ranamon le reto.
—Acaso te olvidas que estamos en medio de una pelea —grazno el guerrero de la luz.
—Lo sé, esa chica no podrá hacer nada por ahora, está atrapada.
Por sobre su hombro se veía a Chihiro, retorciéndose de nuevo por querer quitarse las lianas de agua que rodeaban su cuerpo. Escucharla chillar con desesperacion provocaba que el acrecentante dolor de cabeza empeorara.
—Digitamamon debe seguir escondido…—las palabras de Lobomon salieron en un tenue hilillo de voz. Ranamon mientras tanto invoco una esfera de cristalina agua y la acerco al hombro que recibió el mayor golpeo, brillando levemente. De inmediato un acogedor alivio le devolvió cierta tranquilidad al guerrero, sorprendiéndose del resultado —...gracias.
—No lo menciones, lo mejor será irnos de aquí, pero debo ir por Miyu primero…—
—Eso es una locura, no puedes hacerlo sola—
—¡Por eso estoy curándote, vas a ayudar! -de nuevo la digimon levanto la voz —, que molesto es cuando asumen cosas así de rápida.
—Intento ser racional, no tenemos tiempo. Ese digimon sigue ahí y debe estar observándonos, puede atacar en cualquier momento.
—Siempre tan observador, guerrero.
De entre las sombras, ambos digimons observaron aterrados la aparición del pequeño pero poderoso enemigo que contra todo pronóstico logro dominarlos en tan poco tiempo. La figura de Digitamamon se acercó con suma pomposidad hacia la aun desesperada Chihiro y lo siguiente que sucedió dejo sin lugar a dudas un helado pesar en Lobomon y Ranamon: del hueco del rostro una masa oscura emergió seguida de un par de garras que con un simple golpe quebraron las ataduras alrededor de la muchacha.
—Si esa cosa nos ataca, estaremos en serios problemas —dijo Ranamon, preocupada.
—Hay que detenerlo entonces —reacio a seguir siendo una molestia e ignorando el residuo de dolor aun sin curar, Lobomon intento levantarse.
—Aun no he acabado—
—Eso no importa, ya estoy mejor —dijo el, levantándose e invocando su espada de luz una vez más.
—¿Realmente quieren seguir intentándolo? Admiro su tenacidad —Digitamamon comento con cierta malicia —. Esta humana no desistirá en cumplir su cometido.
—No me importa que traumas tenga esta chica, vamos a detenerte y devolverte al Digimundo.
—Ya les dije, solo volveré allí en forma de huevo ¡dejen de fastidiar! ¡Enigma!
Una esfera de energía broto de la abertura de su cascaron, disparando directo a ambos guerreros y cuyos reflejos les sirvieron para evadir este ataque de un salto. Eso no detuvo a Digitamamon de continuar atacando de esta manera y una y otra vez, esquivando lo más que podían.
Al mismo tiempo, fuera de la vista de estos, Chihiro se acercaba de nuevo hacia donde se encontraba el cuerpo inconsciente de Miyu, sus pies casi arrastrándose se confundían con el alboroto de los ataques del digimon que la controlaba, asi que nadie podía notar realmente su ausencia. Estaba más en claro cuáles eran sus intenciones, la mirada oscura y perdida de ella lo aseguraba.
Las manos le temblaban de solo pensar en todo lo que Miyu le había provocado. Solo podía ver y sentir una inmensa colera.
Ese cuerpo no tenía manera de defenderse, y aun asi le molestaba, le hervía cada parte de su ser de solo verla...aún no había logrado satisfacer su impotencia longeva. Se dejo caer junto al cuerpo y lo observo con intenso ímpetu, su rostro era blanco y carente de expresión...será fácil, demasiado.
Similar a antes, solo un poco de presión en el área adecuada y este estado, seria permanente. Y todo quedaría para ella, todos la amarían, nunca más habría frio a su lado...nunca más estaría sola.
Alzo sus manos más que decidida a llevar su cometido, no faltaba mucho, pero en ese instante, un brillo descomunal la encegueció e intento cubrirse con sus manos, chillando de horror por el repentino escozor que ahora le quemaba la piel.
Fueron estos mismos gritos los que alertaron a los tres digimons que combatían a sus espaldas y observaron anonadados de donde provenía esa luz.
—Es el...digivice de Miyu —comento, asombrada Ranamon.
En efecto, el aparato de su compañera humana flotaba y brillaba incandescentemente.
—¡Qué demonios está pasando! —dijo Digitamamon.
Mas luz inundaba el túnel, engullendo cada centímetro, ganando terreno donde antes solo existía oscuras sombras y estas gemían de agonía en respuesta, al igual que Chihiro y en menos medida Digitamamon quien evitaba darles el placer de sucumbir tan fácilmente. Pero incluso para los guerreros legendarios esa luz era demasiada para sus ojos. Finalmente, tras un estallido final de luz que hizo desviar la mirada de todos, el túnel volvió a sumirse en tenue oscuridad y una nueva figura aparecía de pie, sosteniendo el antes brillante digivice cuyo brillo ahora se encontraba en sus ojos.
—¡Miyu!
—Parece que esto no durara mucho más —dijo Lobomon, sonriendo con confianza.
La muchacha humana observo a Chihiro que desde el suelo parecía sisearle por lo bajo, aun herida por el brillo del aparato.
—Esto tiene que parar, Chihiro. No puedes obligar a las personas a quedarse a tu lado. Debes aceptar que a veces...los demas pueden irse.
—¡Calla, mentirosa! ¡Todos me aman! ¡Todos me adoran! ¡Ellos me desean!
Miyu frunció los labios, un punzante dolor le cruzo por el pecho pues la verdad se alejaba mucho de estas afirmaciones. Ella conocía muy a la perfección porque habitaba tanta insistencia en Chihiro.
—No fue tu culpa que tu padre se marchara, los problemas entre él y tu madre no tienen nada que ver contigo.
El silencio que precedió sus palabras no era uno que esperaba, sin embargo, sirvió para ver como detrás de esos oscuros se hallaba una pequeña niña que veía la espalda de su padre por última vez en varias lunas anteriores, cuya soledad y dolor se cultivó a base de mentiras que esos recuerdos ahora cobraban sentido. La ausencia no era solo unilateral y el vacío materno de los años consecuentes solo termino por reafirmar las inseguridades y temores que una joven muchacha no merecía cargar en sus hombros.
Esa joven Chihiro seguía oculta detrás de esta locura y manipulación, Miyu lo sabía y no estaba dispuesta a quedarse de brazos cruzados viendo como este digimon terminaba por utilizarla para su provecho. También comprendido que, si esto le sucedía a su amiga, quien sabia cuántos más estaban allí afuera que podrían caer en las garras de otros digimons tan retorcidos.
Miyu estaba dispuesta a realizar una promesa nueva, esta vez con Ranamon y los Guerreros Legendarios.
—Ranamon, es tiempo.
Una sola mirada con la digimon fue necesaria para que esta comprendiera la nueva convicción de la humana y el pacto que le estaba cediendo a tomar.
—Hagámoslo —fueron las últimas palabras de Ranamon antes de que su cuerpo brillara en datos y se transportaran al aparato que Miyu ahora sostenía en alto.
—¡Maldita humana, no permitirte que...! —apenas pudo objetar Digitamamon porque un anillo de datos apareció en una mano de Miyu y lo pasara a través del lector del digivice.
—¡Hasta aquí llegas con tus sucios juegos, Digitamamon!
El digimon quiso lanzarse a atacar, pero la figura de Lobomon se atravesó, su espada entre ambos y a sus espaldas el resplandor de la transformación reafirmo su figura entre las sombras. Una nueva guerrera legendaria había nacido.
