—Es mi imaginación o esa joven es la señorita Candy —comentó George.
—¿También crees que es ella?
—Sólo por el velo es que no lo aseguro.
Candy se estaba retirando y la pianista fue atrás de ella— Espera, tenemos que seguir con el show.
—Lo siento, creí que podría, pero lo cierto es que me ganan los nervios, no puedo continuar. Además… —Candy miró hacia la mesa donde estaban Albert y George, notó que ambos caballeros estaban pendientes de sus acciones. —¿Será que me reconocieron? —se preguntaba.
—¿Qué pasa con ustedes dos? ¡sigan con la intervención musical!
—Señor, siento mucho decirle que ya no puedo seguir.
—Usted me pidió que la contratara, si no se hubiese entrometido yo hubiera cubierto de otra forma este espacio.
—Lo siento —se disculpaba
Albert se dio cuenta que algo estaba mal y fue hacia Candy— Disculpe ¿Hay algún problema? —preguntó
—Señor Andrew, que pena con usted, es esta joven que insistió en que la contratara para este espacio musical y ahora no quiere cumplir, solo lo hizo para no pagar su pasaje, ¡pero en la siguiente estación la bajaré!
—Señor yo pagaré el boleto de la señorita.
—No se trata de eso Señor Andrew, ella tiene que cantar, todos nuestros comensales esperan música en vivo.
—Yo puedo tocar en el piano algo de Bix Beiderbecke.
—Pianista ya tengo, necesito alguien que cante o que baile de perdida.
—Entonces la señorita y yo bailaremos jazz —Albert miró sonriente a Candy, ella comprendió que él ya sabía quién era.
—No soy muy buena bailando Jazz
—Lo dudo, tu eres buena en cualquier cosa que te propongas.
—Dijiste que mi voz se escuchaba nasal.
—Al parecer ese comentario siempre vendrá a tu memoria.
—Si, tú sabes que ciertas cosas no puedo olvidarlas.
La pianista tomó su lugar, Albert tomó a Candy por la cintura, algunos lo reconocieron. George observaba contento a la pareja que se divertía delante de las miradas curiosas. Mientras bailaban dialogaron—:
—Se puede saber ¿Por qué no te fuiste al hogar de pony?
—Si no me regañas te prometo que no te diré tío abuelo en este viaje.
—Está bien, es un trato.
Después que bailaron tres piezas, se inclinaron y se sentaron para almorzar.
—Ya terminé de almorzar señor Andrew así que me retiro, señorita Candy es un gusto saludarla.
—George no es necesario que te vayas, puedes quedarte —trató de retenerlo Albert.
—Quisiera descansar, espero que no haya inconveniente.
—Ve con cuidado George, yo acompañaré a Albert.
Llevaron el menú a la mesa de los rubios, el ordenó por los dos. Se acercó el encargado para cobrar el pasaje de Candy.
—Señor Andrew, ¿siempre si pagará el boleto de la señorita?
—Si
—¿En primera clase o en segunda?
—Obvio que en primera.
—Le daremos a la señorita el último compartimento.
—Que se quede en el mío.
—¿Está seguro? La dama no tiene quien la acompañe —Se lo quedó mirando el hombre perplejo —Señor Andrew, usted es soltero, no se verá bien que usted…
—Esta señorita es miembro de la familia Andrew, yo soy su acompañante, la verdad es que es muy traviesa y se me escondió, pero ya que la encontré no quiero que se me escape de nuevo ¿Si me entiende?
—Aún así, Señor Andrew, usted es muy conocido y pues…
—Está bien, pero dele el compartimento disponible más cercano al mío.
—Ahora mismo llevaré las pertenencias de la señorita al compartimento, en seguida le traigo la llave.
Albert echó una ojeada a su alrededor y vio que todos los miraban. —Candy, creo que esto será un escándalo, algunos saben quién soy.
—Ay Albert tendrás que reparar tu falta casándote conmigo —dijo Candy al mismo tiempo que le hacía un guiño, este sonrió, era lo que más deseaba, casarse con ella, pero no por salvar su honor sino porque la amaba con intensidad.
Después de almorzar guiaron a Candy a su compartimento, Albert se fijó bien en cual le tocó; a la hora Candy asomó la cabeza por el pasillo para mirar si no había nadie, y fue rápidamente donde estaba Albert, al abrir la puerta, vio que no tenía camisa.
—Perdón, no creí encontrarte así.
—Me pondré algo más cómodo, ya sabes, mi playera preferida, además así creo que pasaré desapercibido, la gente no se fija en alguien mal vestido.
—Tú nunca podrías pasar desapercibido aunque quisieras, eres rubio, alto, buen mozo y esos ojos cautivantes…
—Lo sé, soy demasiado guapo ¿Verdad? —Albert la miró de reojo para ver su expresión.
—Te estás volviendo engreído, claro, de seguro ya te diste cuenta que tienes varias admiradoras.
—Dime, crees que debo dejarme nuevamente la barba.
—Sería mejor, digo si no tienes planes de conquista a corto plazo.
—¿A ti como te gusto con barba o sin barba?
Albert la miró atento a lo que respondería, a Candy le faltó un poco el aire —Te acuerdas cuando me salvaste en la cascada, pensé que eras un oso, luego creí que eras un pirata, pero lo cierto es que me gustan todos tus looks.
Hicieron escala en una estación antes de llegar a Nueva York, dieron un espacio de dos horas por si los viajeros querían comprar regalos o querían comer algo, Albert y Candy bajaron para ir a un restaurante a cenar.
—Pensé que cenaríamos en el tren.
—Está horrible la comida, además me recomendaron este lugar.
—Y George ¿por qué no vino con nosotros?
—A él le gusta cenar en el compartimento del tren. Cambiando de tema, no sé si ir a nuestra casa de Nueva York, de seguro los sirvientes le irán con el chisme a la tía Elroy.
—Podemos quedarnos en algún hotel, no sé, quizá si nos registramos con nombres falsos no nos descubrirían.
—Ja, ja, ja suena divertido, pero temo meterme en problemas por tus ocurrencias.
—Basta, eres el dueño de la casa en Nueva York, solo dile a tus sirvientes que sean discretos, y adviérteles que habrá sanción si te delatan con tú tía.
—Eso haré.
—¿Y cómo me presentarás ante ellos?
—Puedo decir que eres una invitada o decirles que eres mi novia secreta. ¿cómo quieres que te presente?
Hola chicas, quiero saludarlas, espero estén disfrutando de la Semana Santa, mañana es Domingo de resurrección. Espero sus review la verdad me desalenté un poco porque en la última actualización que hice no me mandaron saludos y pues uno tiene su corazoncito (es broma). deseo que Dios les proteja y a sus familias.
