Caminaron hacia el auto para ir de compras, la señora Elroy ya se había comunicado a esa propiedad para saber el itinerario de Albert, por poco el ama de llaves le declara que estaba en compañía de una joven hermosa, tuvo que morderse la lengua para no contarle nada, siempre le informaba todo lo que acontecía en la mansión.

Albert abrió la puerta del auto para que Candy entrara, le sostuvo la mano y abordó, después de eso no le dirigió la palabra, estaba pensativo de cuál sería la reacción de Candy al tener frente a frente a Terry, ella se preocupó de nuevo, pensó que ya se le había pasado el enfado, pero no era así.

—¿Qué te ocurre Albert? Desde anoche que salimos de ese restaurante te noto raro, ¿te molestó algo que te dije?

Albert movió la cabeza para mirarla seriamente, pero no pudo resistir verla afligida y habló —No tiene que ver contigo mi actitud, solo me siento saturado por el trabajo.

—Entonces lo que necesitas es un masaje, ya ves, si me lo hubieses dicho antes ahorita estuviera frotándote con aceites aromáticos —ella le guiñó el ojo izquierdo, el mostró una leve sonrisa, le gustó esa insinuación, los ojos del chofer se cruzaron con los de él, por lo que Albert tuvo que cambiar el tema, no quería que pensara que Candy era ofrecida o algo similar —voltéate te masajearé los hombros —le ordenó Candy.

—Nena este no es un lugar adecuado.

—Lo sé, esto debiera ser en un cuarto privado.

Albert tragó saliva, miró al chofer y este tenía la boca abierta de la impresión.

—Es mejor que olvidemos el masaje, ya llegamos a la zona de los almacenes.

Entraron en un almacén exclusivo, Candy se sintió nerviosa, ella casi nunca salía de compras, todos los vestidos se los llevaban de parte de los Andrew, mejor dicho, de parte de Albert. Él echó un vistazo, la empleada lo reconoció enseguida, aunque quisiera esconderse no podría, había salido en la lista de los solteros más adinerados de Norteamérica, no había mujer que no quisiera toparse con él.

—Señor Andrew ¿desea ver los trajes para caballeros? —preguntó la empleada— ¿quiere que yo lo atienda o prefiere a uno de nuestros asesores?

—Quiero vestidos para ella —dijo Albert señalando a Candy con discreción.

—¿Pueden acompañarme? ¡Nos acaban de llegar unos vestidos hermosos!

Aquel almacén tenía una sala para clientes exclusivos, con suma rapidez armaron un desfile, Candy se enceló porque jóvenes hermosas mostraban aquellos vestidos, algunos ceñidos, la cara de Albert era un poco rara, Candy no podía descifrar lo que pasaba por su mente al ver a tantas chicas lindas, pero Albert, aunque trató de disimular se estaba imaginando a Candy en esos vestidos, pero su rostro embobado le disgustó.

—Ya me aburrí, quiero irme.

—Pensé que te gustaría comprar.

—Si, me imagino que las mujeres con las que sales están acostumbradas a esta rutina.

—Tú sabes que no salgo con ninguna —dijo Albert en voz quedita, no quería que los demás escucharan su "discusión".

—Eso me dijiste, pero algo me dice que no es la primera vez que haces esto —Candy lo miró acusadoramente.

Era cierto, no era la primera vez que desfilaban para él, tampoco que le compraba ropa a Candy, sabía sus medidas, sabía que colores eran los adecuados para ella, con una sola mirada sabía si le vendrían o no. Por eso tenía que verlos bien. Albert estaba a punto de ser descubierto que era él quien elegía la ropa para ella, desde Londres cuando fue al san Pablo, quizá antes, desde que la familia Andrew la adoptó.

Albert empezó a numerarle a la empleada las prendas que quería para Candy de la misma manera la talla, asimismo los accesorios, ignoró las recriminaciones de la rubia y no quiso seguir hablando de eso.

—Candy mídete los vestidos para ver si hay que hacerles algún ajuste.

Ella le obedeció a regañadientes, al probarse el primer vestido se asombró de que le quedara bien. Quizá era una casualidad pensó, pero al ponerse el segundo vestido, sintió algo indescriptible, se dio cuenta que Albert la conocía en todos los aspectos.

Al salir del vestíbulo le sonrió, estaba muy ruborizada, ella caminó hacia él y se agarró de su brazo. Salieron de ahí, el estomago de Candy hizo unos ruidos que le indicaron a Albert que tenía hambre.

—Vamos a almorzar —la invitó señalándole el restaurante.

—Prefiero comer en casa.

—¿Estás segura?

—Sí.

Regresaron a la propiedad, el almuerzo estuvo delicioso, Albert se fue a su recamara para elegir el traje que usaría para acompañar a Candy al teatro, de nuevo se llenó de celos al imaginarse las expresiones de Candy cuando viera de nuevo a Terry, se distrajo al escuchar que se abrió la puerta, vio a Candy con una bata y con un recipiente donde tenía aceite de almendras y de lavanda.

—He venido a darte un masaje, verás que se te quitará la tensión— dijo Candy al mismo tiempo que le guiñaba el ojo.

—No creo que sea correcto, quizá alguien te vio entrar.

—Nadie me escuchó, además por eso vine descalza y caminé quedito. Ya no lo pienses más y quédate con una toalla en la cintura.

Albert fue al baño, no quiso discutir con Candy, no quería contrariarla porque se pondría a llorar y todo el mundo sabría que estaba en su habitación.

—Acuéstate en la cama.

Candy se empapó las manos de aceite de almendras y lo mezcló un poco con el de lavanda y se enfocó en los hombros de Albert, «que fuerte es» pensó; le apretó los brazos, le pasó las uñas por la espalda de manera que le provocó cosquillas, ya no se sentía como masaje, ya era algo sensual. Albert sintió que su cuerpo estaba reaccionando de manera inadecuada, su respiración se escuchó entrecortada…

Hola chicas, aquí estoy de nuevo dando lata. Salí de vacaciones, no es por presumir, pero, igual que el semestre pasado saqué 9 de promedio, ya saben que estoy estudiando la licenciatura en idiomas, sí lo sé, en lugar de estudiar auditoria o algún posgrado en contabilidad que fue de lo que me titulé. Como siempre Dios fue el que me ayudó, Él es quien me dirige para hacer mis tareas (ese es el secreto para sacar buenas calificaciones) Vamos a ver cuantos fics logro actualizar en mis vacaciones, porque igual quiero repasar vocabulario de inglés y francés.

Bendiciones, saben que las aprecio y agradezco que sigan mis historias.