Disclaimer: Los personajes no son míos, son propiedad de Alan Ituriel y AI Animation Studios. Este fanfic no está hecho para lucrar, sino que por puro ocio.

Disclaimer 2: Este fic es antiguo y por lo tanto, está en etapa de redición. Se actualizarán todos los capítulos lo más rápido posible.


Capítulo 1: 5 de Noviembre

La alta reja de la mansión en Hatsville se abrió discretamente, de modo que ningún rechinido advirtiera su presencia. No quería activar ninguna alarma e interrumpir la poca calma que había dentro de su antigua casa; casa que no pisaba hace aproximadamente nueve años.

Tocó el timbre dorado, produciendo una tonada espectral muy parecida a la que se escuchó un día como hoy, 5 de noviembre.

5 de Noviembre del año 2000 en Hatsville, día normal en la mansión de Lord Black Hat.

– ¡¿ME PUEDES EXPLICAR QUE DEMONIOS SIGNIFICA ESTO?!

– ¡Justo como ves, Blacky! ¡Nuestra hija!

O tal vez… no tan normal…

El gran Señor de la Maldad y tirano Black Hat estaba completamente furioso, estupefacto y confundido, con esas emociones yendo en aumento a cada minuto, observando con desprecio a Lamia, la señora de los Súcubos, quien tenía una criatura en sus manos. Ese era el cuerpo del delito, las consecuencias de una aventura de hace unos meses, que en ese momento no significaba nada y ahora es su gran arrepentimiento.

– ¡Pero…! ¡PERO TÚ DIJISTE QUE NO OCURRIRÍA NADA!

– Bueno, mentí – dijo la mujer alada sin interés, encogiendo los hombros. – Será mejor que te la quedes, pues tengo una reputación que cuidar ¿Sabes qué dirían si vieran que la Reina de los Súcubos está cuidando a una niña? – cuestionó con dramatismo la retórica. – ¡Oh, por el diablo! ¡Sería un gran escándalo! Definitivamente no querrías verme en la purga, querido.

– ¡SOY EL SEÑOR DE LA MALDAD, EL AMO DE LAS PESADILLAS! ¡YO NO CUIDO BEBÉS! – le rugió, provocando llamas rojas de cólera detrás suyo.

– Vamos Blacky, no es el primer bebé del cual me deshago, ni tampoco el único que vas a cuidar, así que empieza a acostumbrarte. – le palmó coquetamente los hombros, en un intento de calmarlo. – Quien sabe, tal vez te sirva de algo.

Lamia le dejó el bebé en sus brazos y rápidamente se fue volando. Inmediatamente, el otro demonio se teletransportó a la puerta de la mansión, a ver si la alcanzaba para devolverle el "estorbo".

– ¡LAMIA! ¡VUELVE AQUÍ ENSEGUIDA! – gritó, agitando su puño en alto.

Muy tarde.

Miró un segundo a la bebé, un ser más o menos orgánico, de apariencia pequeña y débil, poniendo una cara de ternura que todos los bebés hacen. Un humano caería rendido a sus regordetes pies pero, como hablamos de Black Hat, él sólo se limitó a soltar un gesto de asco y tomar a la niña con los dedos tal como si fuera un animal piojoso.

– Agh… Tú ni siquiera deberías existir en este momento. – le habló con rechazo, mientras caminaba a su despacho. – Cuando le ponga las manos encima a esa mujer… – gruñó.

Claro, como si fuera a contestarle.

– Además, ¿cómo está tan segura de que soy…? – de solo intentar decir la palabra le daban ganas de vomitar. – ¿Tu… progenitor?

Volvió a analizarla. Cabello negro, piel de un extraño color morado pastel que obviamente sacó de su madre y a diferencia de él, tenía nariz, también un par de cuernitos. No obstante, tenía exactamente sus mismas pupilas, las mismas cejas que llegaban a salir de su cara y un colmillo de tiburón que la súcubo seguramente no posee, algo temprano para los pocos meses que tiene.

Sí, era su hija.

El demonio la miró con cara de disgusto y enarcó una ceja.

– Y… ¿Cómo dices que te llamas?

La bebé, en respuesta, estornudó.

– ¡PUAAJ! ¡Aleja tus gérmenes mortales de mí! – la alejó de sí e hizo un par arcadas.

Aunque, técnicamente es inmortal.

Dejó a la pequeña demonio sin nombre en el piso y comenzó a sacudirse desesperadamente el saco.

– ¡Eres un peligro sanitario para un ser malvado tan perfecto como yo! – le gritó, con la paciencia prácticamente en la coronilla. – Es mejor que le busque una caja para que quede aislada. – pensó en voz alta. – ¡NO TE MUEVAS! – le ordenó.

En un segundo se esfumó de la sala, al siguiente apareció con una vulgar caja y unas pinzas gigantes. Volvió a tomar a la criatura con estas y la soltó sobre la caja, luego la apartó a la esquina de la sala con el pie.

– ¡Perfecto! Así no estorbarás. – sonrió maliciosamente. – Pronto llamaré a mi asistente para que se deshaga de ti.

No obstante, a ella no le interesaba mucho la conversación. Pronto el gran amo Black Hat se daría cuenta que estuvo todo el tiempo hablando solo.

Pasaron las horas en donde tuvo que volver a sus labores como capitalista dueño del monopolio de la villanía. Esta vez, un cliente algo recurrente pedía desesperado la ayuda de Black Hat y al parecer, el heroísmo de su enemigo le estaba ganando la batalla.

– ¡Por favor, lord Black Hat! ¡Ya estoy harto de ese maldito guantecito que tiene! ¡Si no me deshago de él, no podré conquistar la ciudad!

– Bueno, yo le dije que debería conquistar el país, o su galaxia entera, así tendría un mejor equipo. – dijo bastante aburrido. No le cabía en la cabeza que el hombre fuera vencido por un niñito con un guantecito de lana.

– ¡Entiéndame que debo pagar la escuela de mi hijo, lord Black Hat!

– ¿De su hijo, dice? – se sobresaltó.

Perfecto, ahora todo el mundo le recuerda hoy su supuesta paternidad.

– Por favor, señor…

– Mire, se lo explicaré de una vez por todas, ya que parece entrar de su oreja y salir por la otra. – habló respirando profundamente. – ¡SI CONQUISTA TODA SU MALDITA GALAXIA VA A PODER DARLE AL MOCOSO TODA LA EDUCACIÓN QUE QUIERA SIN PAGARLA, GRANDÍSIMO IMBÉCIL! ¡¿CÓMO ES POSIBLE QUE NO SE DE CUENTA DE ALGO TAN SIMPLE?! ¡INÚTIL PEDAZO DE BASURA EN LA SOCIEDAD MALVADA! – explotó en una horrorosa y temible transformación. – ¡DEBERÍA MATARLO POR TAN SÓLO ROGAR POR MI AYUDA, ESTÚPIDO…!

– ¡Dah!

Sin embargo, el insulto fue interrumpido por un sonido de bebé.

– Eh… disculpe que lo pregunte, y si me lo permite… – habló el pobre con un hilo de voz. – ¿Qué es eso, lord Black Hat…?

– Nada, ahora lárguese. – respondió en seco.

– Pero…

– ¡QUE SE LARGUE! – le ordenó en tono furioso.

– ¡E-enseguida señor!

El hombre se levantó y corrió a la salida como nunca. Cuando sonó un gran portazo desde el vestíbulo, el ente maligno observó de manera asesina a la criatura, con ganas de matarla de un zarpazo.

– Fuiste capaz de interrumpirme ¿Eh? – le habló de manera tenebrosa.

– ¡Dah! – pareció afirmar ella.

– ¡Y no te retractas! ¡Deberías rogar por clemencia en este momento! – el demonio se levantó de su silla y se acercó a ella.

– ¡Dah, dah!

– ¡¿Me estás desafiando, niñita?!

– ¡Dah! – frunció el ceño.

– Eh… señor… – se hizo presente otro ser.

– ¡¿QUÉ?! – preguntó con una voz nada agradable.

– ¡AY! – chilló su ayudante de turno. – ¡U-usted me llamó hace u-un ratito, s-señor…!

– ¡Ah, cierto! – recordó con dicha, para cambiar enseguida a la seriedad. – Deshazte de esta cosa. – le señaló, mientras volvía a su asiento.

– ¿Qué me deshaga de ella, señor?

– Sí. Dile al inútil de recién que tenemos un producto para él y se la das.

– ¿Y le servirá de algo?

– No ¡Pero ya no me estorbará más! – dijo con una sonrisa triunfante.

– Eem… señor…

– ¿Alguna queja? – le preguntó espeluznantemente.

– ¡N-no, no, no! – se sobresaltó el muchacho. – Sólo qué… encontré esta nota en el vestíbulo y… – el demonio le gruñó, asustándolo. – ¡Y l-le sugiero que la lea, señor!

Le quitó violentamente la nota de las manos y la leyó, disgustándose.

"¡Hola Blacky, querido!

Sólo quería decirte que si intentas deshacerte de ella, se desatará un mal por todo el mundo y eso incluye que te quedarás sin empresa y sin dinero ¡Así que no lo intentes! ;)

PD: Olvidé decirte que es la portadora de la Caja de Pandora, y ese es su nombre también, pero ¡Adivina! ¡Si lo dices 3 veces el mundo se destruye! Así que, en tú lugar la llamaría de otra forma.

Con amor, Lamia."

– Agh… – bufó. – Debí haber rechazado ese Bloody Mary cuando pude. – arrugó el papel, molesto. Se volvió a levantar como por undécima vez. – Así que ¿Te llamas Pandora, niña?

– ¿Pando…?

– ¡Cállate o desatarás una desgracia! – lo silenció, agarrándole su boca. – Ahora ¿Dónde está esa maldita caja?

– ¿She refiere a eshta cosha colgante, sheñor? – gesticuló apenas el ayudante, con la mitad de la boca tapada. Sostenía una gran cadena dorada con una calavera que expulsaba un humo rojo, a punto de explotar, también.

– ¡Sí, esa! – afirmó el demonio, tomando la cadena y empujando al pobre hombre. – Hace mucho que no veía esta belleza. En otros tiempos la hubiera usado para tantos propósitos malvados… ¡MUAJAJAJAJA! – se descontroló en una risa diabólica, para luego detenerse en seco. – Pero ahora, sólo le sirve a esta… "bebé".

Le fulminó nuevamente con recelo y la aludida respondió con una mirada de confusión.

– ¿Cómo es que tal vil reliquia terminó en manos de este ser tan débil? – preguntó tomándola de un pie, dejándola de cabeza. A la mocosa le causó gracia ese juego.

– ¿Señor, qué procede?

– Bueno, ya que no podemos deshacernos de ella, tú vas a cuidarla.

– ¡¿Y-yo, señor?! – se alarmó, señalándose a sí mismo. – ¡Pero no sé cuidar bebés!

– ¡Nadie nace sabiendo! Solamente yo, claro. – rio por lo bajo. – ¡Y no debe ser tan complicado! Sólo déjale un plato con comida, la caja para que duerma y una hoja de diario para que haga sus… necesidades orgánicas.

– Señor, estoy seguro que así no se cuida un bebé.

– Pues, ese es tu problema. – le dijo, soltando la niña sobre los brazos del chico. – Ahora, largo.

– Pero, señor… – intentó advertirle.

– ¡LARGO! – le apuntó la puerta.

– ¡S-sí, señor! – obedeció el ayudante, asustado.

– ¡Y no olvides no decir la palabra con P!

Después de ese regaño, el chico se dirigió al laboratorio con la bebé, algo preocupado de lo que podría suceder en estos días… o el resto de su vida.

Todos sabemos que Black Hat odia todo tipo de vida orgánica, especialmente a los repugnantes humanos. Y lo segundo que odia más en el mundo son los bebés. Razón suficiente para esclavizarlo a esa niña por el resto de su vida.

La sentó sobre una mesa y luego volvió al trabajo.

– Bueno, nunca he cuidado bebés, aunque voy a hacerlo lo mejor posible, pequeña. – le habló con una sonrisa.

– ¿Dah? – señaló un gran tanque con una bestia de aspecto horripilante adentro.

– ¿Eso? Es un experimento que me encargó el amo Black Hat. Me pidió que hiciera el ser más malvado que se haya creado, y pues, eso estoy haciendo.- explicó orgulloso. – ¡Pero es mejor que no toques nada! Así estaremos a salvo.

La criatura se quedó sentada ahí un rato hasta aburrirse, ya que, admirar el paisaje no estaba dentro de las actividades de un nonato. Se escabulló gateando sigilosamente por el laboratorio, a ver si algo le llamaba la atención.

Pues, finalmente encontró su diversión; un botón rojo conectado al gran tanque con el monstruo en desarrollo. Estaba algo alto, sin embargo, no era problema para ella, porque transformó sus regordetes pies en un par de tentáculos que se alargaron hasta alcanzar la altura requerida.

Luego, apretó el botón y desató el caos.

– ¡AAAAAAAAAAAAAAAAH! – se escuchó un grito desesperado por toda la mansión. No faltó que llegara al despacho de Black Hat.

– ¡¿QUÉ PASA AQUÍ?! – vociferó, abriendo de golpe las puertas y molesto por la interrupción en su lectura del diario.

– ¡L-LA BESTIA HA SIDO LIBERADA! – respondió aterrado el asistente.

En instantes, el gran experimento había arrasado con el muro de acero de la entrada al laboratorio. Era una cosa que no se sabía si era un lobo gigante, cerdo o cocodrilo. Sea lo que sea, se volteó a verlos fijamente.

– ¡¿Cómo ocurrió esto?! – preguntó aún más enojado, mirando al chico y… dándose cuenta de que falta alguien. – ¡¿Dónde está la niña?!

– Yo... ¡LA DEJÉ EN EL LABORATORIO! – se alteró el otro, agarrándose los mechones de pelo.

– ¡PARÁSITO INSERVIBLE! ¡¿NO VES QUE ESO PUEDE COSTAR LA EXISTENCIA DEL UNIVERSO, Y DE MI FORTUNA?! – se enfureció, ahorcándolo.

De repente resonó el rugido de una pancita por toda la zona y ya no era de la bestia. La niña estaba al frente de esta, observándola al parecer… con hambre.

Comenzó a crecer y a crecer, adaptando una apariencia cada vez más espeluznante, más horrenda, tanto que el mismo monstruo se asustaba, retrocediendo cada vez más. Posteriormente, se escucharon alaridos y rugidos del mismo infierno (demasiada violencia para los niños) para después ceder, mientras la bebé volvía a su pequeño y adorable tamaño.

Ambos señores quedaron impactados al ver tal escena.

– Se la… comió – murmuraron.

– Mi obra maestra… es… – masculló el sirviente, angustiado por la pérdida.

– ¡FANTÁSTICA! – le interrumpió el demonio con orgullo. – ¡Es la maldad en forma pequeña! ¡Perfectamente aterradora! – agregó, entre tanto corría hacia ella y la tomaba en brazos.

– Espere… ¡¿De verdad?! – se sorprendió el muchacho.

– ¡Claro que sí! ¡Si lleva mi sangre! – siguió mientras la criatura estaba muerta de la risa. – Verás, a veces me pongo a pensar que pasaría si alguna vez pasa me algo y dejo Black Hat Organization ¿A quién se la encargaría? ¡Nadie sería tan malvado como yo! ¡Y he aquí, la he encontrado! – la alzó. – ¡A la heredera perfecta!

– ¡Pero señor, usted es la maldad pura, no puede morir!

– ¿Qué estás diciendo? ¡Claro que no! Aunque podría aburrirme un día de esta empresa, dejarla así nada más, y esa no es la idea ¿Verdad?

– Pero señor…

– Con todo ese poder. – seguía interrumpiendo al ayudante. – ¡Imagínate si aprende a usar la Caja de Pandora!

– Señor…

– Quiero una habitación para ella, con una cuna malvada, juguetes malvados ¡Hasta su propia guillotina!

– ¡Señor…!

– ¡Tenla lista para mañana! ¡Dormirá conmigo esta noche!

Y así, Black terminó adorando a esa bebé, mientras caminaba a su habitación e ignoraba a su asistente. Una criatura que, de alguna forma, terminó tocando el pequeño y casi inexistente… lo que sea que el ente tenga adentro. Ahora sólo nos queda preguntar ¿Qué les deparará el futuro?

– ¡Oye! ¡Aún no tienes un nombre!

– ¿Dah? – la niña le miró, extrañada.

– Mmm… – pensó por un segundo. – ¡Ya lo tengo! ¡Te llamarás Jill!... Sí, ¡Será Black Jill! ¿Te gusta?

La bebé rio en señal de aprobación. Así la conocería y le temería desde ahora la gente.

"Black Jill".

Claro que, desde ese suceso han pasado veintiún años. Ni siquiera recuerda el día que llegó a la mansión, sólo es consciente del preciado nombre que le pusieron.

Estaba ansiosa por pisar nuevamente las alfombras del vestíbulo, llegar a su habitación y lanzarse en su enorme cama con sábanas de seda. Le emocionaba volver a verlos a todos.

Le abrieron la puerta. Sus ojos se encontraron con los anteojos negros del científico de la bolsa de papel.

– Disculpe, señorita ¿Tiene cita? – le preguntó con una ceja enarcada.

– Vaya forma de recibirme después de tanto tiempo, Dr. Flug. – le dijo, divertida.

El muchacho abrió muy grandes los ojos, dándose cuenta de quién era la despampanante figura que tenía en frente.

– ¡Señorita Jill!