¡Buenas noches mis preciosas criaturas! Lamento la demora, he tenido mucho qué hacer útlimamente. Quiero agradecer mucho sus comentarios, no saben lo lindo y hermoso que es, en especial cuando tienes a una lectora fiel que te sigue desde hace años, (yo sé que sabes que me refiero a ti Anakashi) De verdad muchísimas gracias, me sanan mi corazón.
Bien, esta semana me iré de vacaciones a la playa y no llevaré nada de valor así que mi note, con todos mis fics se quedarán en casa, pues la última vez que lo llevé conmigo, me robaron todo, estaré unas dos semanas fuera, por lo que actualizaré después del diez de Febrero. Por favor, espero tengan paciencia.
Perdonen todos mis errores!
Disfruten de su lectura!
No, no sabía qué pensar, él amaba a Makoto, realmente lo amaba, pero aquí había gato encerrado y eso era obvio. Entonces comenzó a preguntarse, ¿Makoto sería capaz de hacerle daño a alguien? No, por supuesto que no, el chico era extremadamente gentil con las personas, lo que le llevaba a otra conclusión. Su novio tenía la nula habilidad de decir "NO", por lo que le podían amarrar a varios problemas, quizás… Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el sonido de las sábanas, el muchacho de orbes esmeralda se removió entre ellas y refregándose los ojos, los abrió lentamente, había inocencia en ellos, no cómo los que había observado hace un rato atrás. El ruido de la lluvia se hizo más fuerte, el temporal estaba empeorando.
—¿Haru? —Le costó unos minutos adaptarse a la vista nocturna— Lo siento, me dormí.
—Está bien, calentaré la comida, te llamaré cuando esté listo —Dijo levantándose y dirigiéndose a la cocina.
Makoto se quedó mirando el techo, el sonido de un trueno le hizo estremecer, las calles deben estar desiertas, se preguntaba si Azuma estaba aprovechando la oportunidad y depredar como digno asesino. Recordó la camisa, debía esconderla antes de que Haruka la viera; si la quemaba, no quedaría rastro de ella, entonces Ryuuji, aunque lo inculpara, no podrían confirmar si lo que decía fuera verdad, y mientras su novio se encontrara a su lado, no correría peligro alguno, quizás si había una forma de quitarse las cadenas que lo amarraban a Azuma, pero primero, debía deshacerse de aquella prenda.
—¡La cena está lista! —Dijo Haruka alzando la voz, mientras colocaba los platos en la mesa, a los pocos minutos apareció el chico de orbes esmeralda con su dulce sonrisa. Ambos se sentaron uno frente al otro, el ambiente era frío y el ruido de la lluvia era la mejor música que podría acompañar ese día. El pelinegro se iba a llevar un bocado de caballa cuando el más alto se levantó.
—Recordé que tengo la ropa en la lavadora… —No pudo evitar tensarse al escuchar esas palabras, lo siguió con la mirada, expectante, su corazón se aceleró, pero se mantuvo tranquilo.
Makoto sacó la ropa, estaba tal cual la había dejado, situación que le alivio, realmente pensó que fue un descuido el haberse dormido, pero agradecía que Haruka no descubriera nada. Lo lamentable es que el pelinegro ya lo sabía, y no era estúpido, dejó todo en su lugar antes de que lo llamara a cenar, como vio que su novio no se dio cuenta, pudo suspirar. Realmente había mucha tensión en el ambiente, eso no le gustaba. Sin embargo, debía actuar prudente.
—¿Mañana irás a trabajar? —Preguntó al chico que se volvió a sentar para cenar.
—Sí, espero que el clima mejore para que los niños puedan ir —Sintió un pesar en su estómago, pensar en los niños no le hacía mucha gracia.
—Ya veo…
La cena fue normal, un poco más silenciosa que de costumbre. Haruka tomó una ducha antes de irse a dormir, sus pensamientos oscilaban en cómo poder ayudar a Makoto, hacer que le diga la verdad, tal vez debía darle tiempo, al menos hasta que esté actuando más calmado. Con su pijama puesto y una toalla sobre su cabeza, se dirigió a la habitación del más alto, Makoto se encontraba mirando por el ventanal de su balcón, no sabría decir si realmente estaba mirando algo o simplemente estaba pensando. Se tumbó en la cama que compartían, cerrando los ojos por un momento, sintió un peso extra en el colchón y unas suaves manos acariciar su cabello, era relajante.
—¿Listo para dormir? —El lindo chico de orbes esmeralda le sonrió de forma dulce. Haruka pensó que era empalagoso, pero no le desagradaba para nada, nunca le desagradó. El muchacho se acostó a su lado y apagó la lamparita de noche que tenía en un mueble al lado de la cama, el mayor esperó a que estuviera cómodo, para apoyar la cabeza en su pecho y rodear su cintura con sus brazos, Makoto le dio un casto beso en la frente y continuó acariciando su cabello, minutos después, Haruka ya estaba dormido.
El muchacho de hebras olivas abrió los ojos asustado, después del fuerte sonido de un trueno, estaba sudando frío, al aparecer estaba teniendo una pesadilla que ahora no recordaba. Instintivamente miró a su novio que aun dormía, pero ahora le daba la espalda, dirigió su mirada al reloj, eran las tres de la madrugada, ahogó un suspiro y se levantó dirigiéndose al baño, su cuerpo temblaba y no tenía idea del por qué. Se mojó el rostro para calmarse, su conciencia no lo dejaba en paz, observó su rostro en el espejo y se preguntó cuándo fue la última vez que se vio tan mal. Suspiró y cerró los ojos para volver a sentir el agua, cuando los abrió sólo pudo verse completamente manchado de sangre, no sólo él, todo el baño estaba salpicado de aquel color carmesí. Se sostuvo fuertemente del lavamanos, tratando de calmar su respiración, quería vomitar, cerró los ojos diciéndose que nada de eso era real, que sólo eran los efectos de su imaginación culpándolo de encubrir un horrible crimen. Al abrirlos nuevamente, todo había vuelto a la normalidad, ya no había manchas de sangre, sólo estaba él, temblando por completo. Regresó a la habitación, sentándose en el piso y apoyando su cabeza en el colchón, mirando la espalda del pelinegro, la única que forma en que justificaba todo esto, era por el amor que le tenía a Haruka, sólo por él.
—¿Me odiarías si supieras qué hice? —Susurró sintiendo sus ojos arder y llenárseles de lágrimas — Porque yo me estoy odiando en este momento.
Makoto no volvió a dormir hasta el amanecer, Haruka lo sabía, pero no dijo nada.
Se bajó del bus y caminó hacia su trabajo, se había despedido del de orbes oceánicos antes de que entrara a la estación, saludó como de costumbre al guardia, había llegado temprano para preparar su mejor sonrisa y tener la amabilidad suficiente para ayudar a los niños, la lluvia había parado durante la noche, ahora sólo quedaba el clima frío. Se dispuso a ordenar los equipos de natación para distraerse y pensar más claramente, quizás lo mejor sería mudarse, inscribirse en otra universidad con Haruka, podrían desenvolver sus vidas tranquilamente, pensó en Kyoto como una posibilidad, tenía unos paisajes agradables.
—Entrenador… —Makoto miró al muchacho parado frente suyo— ¿Cómo está?
—Misaki-kun, siempre llegas antes que el resto —Le sonrió antes de volver a su tarea.
—No hay nadie en casa, así que prefiero estar aquí —El niño dejó su bolso en una esquina y comenzó a ordenar junto al mayor— Ah… ¿No molesto? —Preguntó dándose cuenta que quizás su actitud no era prudente.
—Para nada, es mejor que estés acompañado, a mí tampoco me gusta estar solo.
—Ya veo, entonces trataré de acompañarlo todo el tiempo que pueda —Le sonrió entusiasta.
—Está bien —Le revolvió las oscuras hebras en muestra de cariño, de alguna forma se sentía tranquilo con Misaki, tal vez se debía a que su inocencia opacaba totalmente toda culpa que pudiera sentir.
El día pasó lento, pero fue mucho menos tenso que los dos últimos, todos los niños se encontraban entrenando y divirtiéndose en la piscina, le gustaba eso, ver a los pequeños alegres y jugando, como debería ser, no pensó que su día de trabajo sería tan sanador, fue un distractor perfecto, se alegraba de que la lluvia acabara. Sin embargo, fue muy fácil arruinar todo ese ambiente de paz, con un simple mensaje de su novio.
"¿Se puede usar la piscina después de las actividades? Azuma-san quiere que recupere el entrenamiento de ayer"
No podía negarse, así que sólo aceptó resignado, la sensación de que estaba en control de Ryuuji volvió, así como el pesar. Al menos los niños ya se estaban yendo a sus casas, no habría peligro para ellos, eso era un alivio.
—Entrenador Tachibana —Una pequeña niña de unos seis años se le acercó con su mochila en la mano— Mi padre aún no llega.
—Si quieres puedo llevarte a casa Suzume-chan —Dijo Misaki, acercándose a la pequeña de cabello castaño amarrado en dos coletas y un flequillo, eran los únicos niños que quedaban en el recinto.
—No puedo regresar a casa sola, mi padre dice que es peligroso —Protestó la muchacha.
—Está bien, Yo siempre me voy solo y no pasa nada.
—Misaki-kun, el padre de Suzume-chan tiene razón, es peligroso que anden solos —Interrumpió el de hebras olivas, ahora que lo pensaba, el padre de la niña era policía, por lo que debía tener serias razones para no dejar a su hija sola— Esperémoslo juntos, ¿De acuerdo?
—De acuerdo —Refunfuñó el azabache, Makoto sólo sonrió.
—Creo que están vendiendo Dangos en la tienda de enfrente, ¿Quieren algunos? —Ambos pequeños asintieron felices— Bien, vamos…
El chico de orbes esmeralda realmente quería que el padre de la chica llegara pronto, así no se toparían al asesino de Azuma, pero la vida no tenía piedad con él, pues al salir de la tienda, pudo reconocer perfectamente el auto del entrenador de Haruka. Está bien, debía mantener la compostura.
—Los dangos están muy ricos, gracias entrenador Tachibana —Decía la muchacha mientras comía del palillo en el que estaban insertado los dulces. Estaba tan concentrada que no miró y chocó con quien Makoto llamaría el mismísimo diablo— Lo siento… —Se disculpó tímidamente.
—Debes estar atenta por donde caminas, puedes toparte con una horrible persona —Ryuuji se agachó a la altura de la chica y le sonrió, sin embargo, la pequeña se sintió algo intimidada.
—¡Nanase-san! —Misaki se acercó alegre al nadador— ¿Quiere un dango? —Haruka se negó y dirigió su mirada a Makoto quien sostenía a la niña de la mano y miraba seriamente a Azuma, casi como si estuviera a la defensiva.
—Suzume-chan, vamos a llamar a tu padre para saber dónde viene —Pasó al lado del de orbes oceánicos y le palmeó el hombro— Pueden usar la piscina —Dijo algo áspero, un tono que le llamó bastante la atención al nadador.
—¿Puedo ver su entrenamiento? —Preguntó energético el chico de hebras azabache.
—Misaki-kun, acompáñanos —Makoto siempre era dulce, pero estaba siendo un poco severo.
—Ah, pero me gustaría ver…
—Dijimos que esperaríamos juntos, además, Haru se concentra mejor solo, ¿Verdad? —Dirigió su esmeralda mirada a su novio, no había que ser un genio para saber que Makoto realmente no quería que los niños estuvieran cerca, ¿El motivo? Eso lo desconocía.
—Es verdad, ve con Makoto —Misaki hizo un puchero resignado.
—Descuida, tendrás más oportunidades de ver el entrenamiento —Ryuuji le revolvió el cabello y caminó junto a Haruka dentro del recinto. Makoto se sintió enfermo.
Pasaron unos veinte minutos para que la larga espera se acabara, el padre de Suzume por fin había llegado en auto, se disculpó con el de hebras olivas por el retraso, quien estaba muy aliviado por su llegada.
—Misaki-kun, ¿No quieres que te llevemos? —Decía la chica antes de subir al auto.
—Estoy bien, me iré a casa caminando.
—Pero ya se hizo tarde… Te dejaremos en la puerta de tu casa —Insistió ante la negativa de su compañero.
—No…
—Misaki-kun, deja que Suzume-chan y su padre te lleven a casa, es lo mejor —Le dijo Makoto un poco más autoritario.
—¿Eh? Entrenador Tachibana, hoy ha estado muy mandón —Se quejó el chico de hebras azabache.
—Lo siento, sólo estoy pensando en lo mejor para ti —Le sonrió dulcemente, Misaki sólo suspiró, no podía negarse ante eso. Por lo que se subió al auto algo desanimado— Nos vemos mañana —Se despidió de ambos muchachos y el adulto. Bien podía respirar tranquilo por el momento.
Ya había anochecido cuando el entrenamiento de Haruka terminó, Makoto estaba estudiando en su oficina cuando el nadador se le acercó, antes de que cualquier palabra saliera de su boca, sus labios fueron atrapados en un beso.
—¿Ter-terminaste? —El de orbes esmeralda siempre quedaba sin aire cuando era Haruka el de la iniciativa.
—Sí… ¿Te quedarás hoy? —Preguntó viendo cómo ordenaba sus cosas para irse.
—No lo creo, debo estudiar, ¿Te parece si el fin de semana visitamos algún lugar? —Haruka asintió y caminaron juntos hasta la salida, donde estaba Azuma, esperando apoyado en el auto.
—Supongo que no es necesario ir a dejarte a casa, después de todo, vives a sólo unas cuadras —Dijo el mayor al nadador— ¿Qué hay de ti, Tachibana-kun? ¿Te doy un aventón?
—Yo… —Volvió a estar tenso, se dio cuenta que Haruka lo miraba atentamente, lo mejor era no levantar sospechas— Está bien, nos vemos Haru, ten buena noche —Se despidió subiéndose y sentándose en el asiento del copiloto, el olor en él era extraño y pesado. Vio a su novio caminar a su departamento, "Me hubiera quedado con él", pensó arrepintiéndose.
El auto marchaba por las transitadas calles de Tokio, tímidamente, Makoto bajó la ventana para respirar un poco mejor, el olor estaba siendo muy pesado. Sus sentidos de alerta despertaron totalmente cuando Azuma dobló por una calle totalmente desconocida, se estaba alejando de la ciudad.
—¿D-Dónde vamos? —Estaba nervioso, ¿Lo mataría ahora? Respiró hondo, mantuvo la mano sobre el cinturón de seguridad todo el tiempo, listo para huir, porque sí, en estos momentos era un cobarde.
—Quiero que me ayudes con algo —Dijo conduciendo más veloz, estaban en la entrada de una carretera, dobló saliéndose del pavimento y continuo en el camino de tierra, hasta llegar a un punto del sitio eriazo en el que se encontraban.
—¿Qué haremos acá? —Makoto se bajó y miró por todos lados, había una especie de bosque a unos metros de donde estaban. Ryuuji sacó un gran bolso del asiento de atrás del auto y se dirigió hacia la maleta, el precioso chico de hebras olivas estaba aterrado, era un lugar solitario y alejado de la ciudad, no podría pedir ayuda si algo intentara hacer el pelinegro.
—Ven aquí —Ryuuji abrió la maleta del auto, el chico de orbes esmeraldas se cubrió la nariz y boca por el fuerte hedor que se esparcía por el aire, era nauseabundo. Con mucho temor, se acercó hasta donde estaba el mayor sólo para presenciar una obra demasiado grotesca para su estómago. Se cayó de espaldas por la impresión y no pudo evitar vomitar.
En la maleta, estaba el cuerpo del niño perdido, aquel que su hermana buscaba con tanta angustia, amarrado de pies y manos, con el cuello degollado de una manera tan profunda que podía verse un poco la tráquea. Todo esto era una pesadilla, no podía con esto, esa imagen nunca se le quitaría de la mente.
—Vamos a deshacernos del cuerpo… —Sentenció el pelinegro, dando inicio a una de las más turbulentas y horribles pesadillas que en su vida pudo tener.
Lo peor es que era tan culpable como el asesino junto a él y eso le quemaba por dentro.
Eso es todo! Les gustó? Espero que sí.
Ya saben, en dos semanas volveré a actualizar.
Hasta entonces, se despide su servidora.
Aiiri.
¡Muchos kissus llenos de amor virtual!
