¡Buenas tardes mis preciosas criaturas! Lamento la demora, pero he aquí la actualización. Muchas gracias por sus comentarios y también a los lectores que no comentan, sé que leen porque la plataforma me lo muestra.

Bien, reconozco que no he sido constante, y me desagrada, es totalmente mi culpa. Ahora estoy empezando un nuevo semestre en la universidad y no tengo nada de tiempo, así que actualizaré sólo los domingos. Haré mi mejor esfuerzo para que en el poco tiempo que tengo, mis fics no bajen de calidad.

Perdonen todos mis errores!

Disfruten de su lectura!


Makoto miró curioso a la niña frente a él, dirigió nuevamente su mirada al papel firmado, ciertamente la firma era exactamente a la de su padre.

—¿Sucede algo? —Preguntó Suzume ocultando su nerviosismo de ser sorprendida.

—No… Sólo me preguntaba cómo hiciste para convencer a tu padre, él es un hombre muy firme en sus decisiones —Le sonrió amablemente.

—Supongo que se debe a que soy su hija —Dijo animadamente la chica.

—Tienes razón, te quiere mucho —Makoto dirigió su mirada a los otros niños— Bien, voy a pasar lista antes de irnos, estén atentos —Decía en voz alta para que todos lo escuchasen, no era fácil cuidar de tantos pequeños a la vez.

—No sé cómo tienes tanta paciencia —Haruka quien decidió acompañar al de hebras olivas miraba ya cansado, todo el revuelo de los infantes. Supuso que era porque desde que era niño tuvo que cuidar de sus hermanos menores. Makoto sólo le sonrió.

—Está bien, recuerden caminar uno al lado del otro, no pueden separarse, si pasa algo deben decírmelo, ¿De acuerdo?

—¡Sí entrenador! —Dijeron todos los niños al unísono.

—Tengan un buen viaje —Les decía el guardia despidiéndose.

Todos caminaban en orden sin mayor problema, conversando animados. Makoto iba detrás de ellos sin despegar su vista de sus pequeños nadadores. Haruka iba delante, para evitar que alguno se adelantara o se desviara. El acuario no quedaba tan lejos de la piscina, pero aun así estaba en un lugar céntrico y para Makoto lo más seguro era ir caminando a tomar bus o el tren que ni siquiera quería pensar en ir a la estación. Se demoraron alrededor de unos treinta minutos para llegar al gran acuario, muchas personas lo estaban visitando ese día. Sabía que no podría disfrutar mucho ya que tenía que estar pendiente de todos los niños, esperaba poder visitar aquel lugar nuevamente en la compañía de Haruka.

—Realmente es muy grande —Misaki miraba la especie de túnel hecho completamente de vidrio, donde podía ver varios peces nadar justo arriba de él, dando la impresión de que estuviese bajo el agua. Sacó de su mochila la cámara que su madre le había prestado, y dedicó a tomar varias fotos al lugar y a sus compañeros.

—De alguna forma es algo intimidante —Al más alto no le gustaba la sensación de estar en el fondo del mar. Haruka tomó su mano brevemente para darle un apretón.

—Sólo es un acuario —Esbozó una pequeña sonrisa a su novio para calmarlo.

—Sí —Volvió su vista a los niños que miraban entretenidos los distintos tipos de peces, algunos que jamás habían pensado que existían.

El recorrido fue lento, pues se detenían a cada segundo para apreciar a los animales marinos. Misaki miraba junto a sus compañeros el sector que se encontraba repleto de medusas, algunas con colores fluorescentes que las hacían una belleza a la vista. Desvió su mirada a la chica que estaba a su lado, quien miraba fascinada y con una gran sonrisa a las medusas, era la primera vez que la veía sonreír así, por lo que aprovechó para tomarle una foto desprevenida. La muchacha al darse cuenta lo miró totalmente sonrojada.

—No me saques fotos, Misaki-kun —Alegaba avergonzada.

—No te preocupes, sales bien —Le sonrió el chico a la niña que hacía un puchero.

—Entonces, déjame sacarte una foto —Decía tratando de tomar la cámara del más alto, pero éste la alzó lo más que pudo para que no la alcanzara.

—No puedes, yo soy el fotógrafo —Se excusaba esquivando a la chica, pero su cámara fue arrebatada por Haruka quien les sonrió.

—Yo puedo ser el fotógrafo, ahora pónganse uno al lado del otro, les tomaré una foto a los dos —Dijo con su seriedad, sin embargo, dejando escuchar un tono amable. Los dos pequeños se avergonzaron ante esto, y ambos con un sonrojo se mantuvieron quietos ante la cámara— Ahora los dos salen en una foto, pueden dejar de pelear —Le devolvió la cámara al menor. Misaki miró la foto y de cierta forma le gustaba ver aquella foto.

—Gracias Nanase-san —Agradeció y continuó con el recorrido junto a sus compañeros. Makoto miró sonriente aquella escena, Haruka si quería podía ser aún más lindo de lo que ya era.

—¿De qué te ríes? —Preguntó el pelinegro al regresar con su novio.

—De nada —Contestó entregándole una mirada cálida, provocando que Haruka se sonrojara un poco.

Caminaron viendo todos los lugares, ahora se encontraban viendo a los peces más grandes. Los niños hacían varios comentarios, entretenidos por lo que veían.

—Misaki-kun —Llamó la muchacha a su amigo— Iré al baño, por si el entrenador pregunta.

—De acuerdo —Dijo el chico de orbes ámbar, volviendo su atención a los peces.

La chica dio unas vueltas hasta encontrar el baño, la visita al acuario estaba resultando muy divertida, le gustaba interactuar con otros niños, el hecho de pensar que se quedaría sola en casa en vez de estar disfrutado con todos, le hacía deprimirse un poco, aún estaba molesta con su padre, era egoísta, no quería ser una persona solitaria como él, aunque tenía la sensación de que ya lo era. Cuando salió del baño, miró para ambos lados, no sabiendo muy bien por cuál pasillo había llegado.

Misaki le tomó una foto a los caballitos de mar que se encontraban emparejados, leyendo también la información de ellos.

—Muy bien, ¿Qué tal si vamos a ver a las focas? Pueden alimentarlas —Decía Makoto leyendo el folleto que tenía en su mano. Escuchando la reacción inmediata de alegría por parte de los menores.

—Genial, ¿Verdad? Suzu… —Misaki al voltearse para ver a la chica se dio cuenta que aún no había vuelto, lo que le llamó la atención.

—¿Dónde está Suzume-chan? —El de hebras olivas también se dio cuenta de la ausencia de la pequeña.

—Ah, dijo que iba al baño y volvía —Explicaba Misaki, pensando en que habían pasado varios minutos desde que se había ido— Puedo ir a buscarla.

—No, espera, iremos todos —Al decir esto, recibió muchas quejas de los demás niños, pues ellos querían ir a alimentar a las focas. Makoto trató de calmarlos diciendo que igual irían, pero aun así insistían. Mientras el de orbes esmeraldas estaba siendo distraído por ellos, Misaki decidió ir a buscar a su amiga, con el pensamiento de que quizás se había perdido.

—Hey, espera Misaki —Haruka vio al chico irse— Makoto —Dirigió su oceánica mirada al más alto que trataba de convencer a los demás niños, iba ir tras el chico, pero ya lo había perdido de vista, la situación se estaba descontrolando un poco, por lo que trato de ayudar a Makoto con los niños para que cooperaran y así poder ir a buscar a los dos pequeños.

Suzume miraba por todos lados, tratando de encontrar el camino directo, pasó al lado de los tiburones, lo que le aterrorizó, caminó más rápido esperando encontrarse con alguno de sus compañeros.

Misaki corrió por los pasillos hasta dar con los baños, no podía entrar al de niñas, así que decidió por preguntarle a las mujeres que entraban si habían visto a su amiga. Al ver la respuesta negativa, decidió seguir recorriendo el lugar en busca de ella. Corría lo más rápido que podía, Suzume no podía estar tan lejos.

La muchacha caminó hasta el final del pasillo, encontrándose con la salida que daba al estacionamiento, al darse cuenta que había tomado el camino equivocado se dio la vuelta, sólo para chocar y caer al suelo.

—Lo siento —Dijo la chica mientras se sobaba la espalda.

—No esperaba encontrarme con el pequeño gorrión distraído de nuevo —Decía Ryuuji agachándose hasta quedar a su altura, la niña se sintió intimidada al instante— Creo haberte dicho que estuvieras atenta por donde caminabas, no sabes con quién te puedes encontrar.

—S-Sí, lo siento mucho —Se levantó para hacer una leve reverencia y salir de ahí rápidamente, pero Azuma la tomo del brazo, lo que le provocó más miedo de lo que sentía.

—Con un "lo siento" no es suficiente…

Misaki se detuvo frente al estanque de los tiburones, había corrido por todos lados buscando a la muchacha, miró el final del pasillo, ese era el último lugar al que no había ido. Cansado de correr, caminó rápidamente hacia el final, haciendo que sus pasos se ralentizaran al no creer lo que sus ojos estaban presenciando en ese momento. Había encontrado a Suzume, pero esta estaba siendo inmovilizada por el entrenador de Haruka, no entendía, no entendía en lo absoluto lo que estaba pasando.

Suzume trataba de zafarse del agarre del mayor, pero le era imposible, iba a gritar por ayuda, pero Ryuuji puso una mano sobre su boca para silenciarla. El pelinegro tuvo que usar más fuerza para que la chica se dejara de mover, fracturándole así, una de sus muñecas. Lo que provocó un grito de dolor por parte de ella, que fue callado. Misaki se puso detrás de unos de los autos, mirando horrorizado la escena, debía pedir ayuda, debía ayudarla, pero su cuerpo no reaccionaba del terror que sentía en ese momento.

—Te dije que te quedaras tranquila —Le decía el asesino a la pequeña quien lloraba desconsolada. Manteniendo la mano sobre su boca, con la otra buscó algo en el bolsillo interno de su chaqueta— Realmente, me molestan los niños como tú.

Suzume dejó de forcejear al sentir el gran y desgarrador dolor de una apuñalada en su abdomen, cerró los ojos fuertemente, con lágrimas eternas cayendo por sus mejillas. A su mente vino la imagen de su padre, ¿Por qué lo desobedeció? ¿Por qué se había enojado con él? ¿Por qué no lo abrazó como lo hacía siempre antes de que se fuera al trabajo? Otra apuñalada la hizo retorcerse, sintiendo cómo el cuchillo cortaba su piel tan profundamente, ¿Fue una niña mala? Otra puñalada vino con fuerza, "Yo también te amo mucho, Papá", pensó ya perdiendo fuerzas, miraba por todos lados, pero no había nadie, nada. El cuchillo la atravesó nuevamente, y pudo notarlo, aquellos orbes ámbar que escondidos miraban horrorizado la escena.

Misaki se tapó la boca tratando de no hacer ruido alguno, se dio cuenta que Suzume lo miraba, y que, con aquella mirada, le decía que huyera, que escapara de ahí lo más pronto posible, que ya no podía ayudarla. Su amiga estaba siendo asesinada y él no podía hacer nada porque sólo era un niño, vio la cara del entrenador de Haruka, en sus ojos no había ninguna emoción. Presa del pánico no pudo hacer nada más que mantenerse escondido, esperando a que no lo encontraran. Suzume cerró los ojos sintiendo por última vez, el dolor de aquellas puñaladas, su fuerza se desvaneció, y sus últimos pensamientos antes de perder la consciencia fue rogarle a Dios, que el asesino no encontrara a Misaki y que su padre la perdonara por ser una mala hija.

El muchacho vio como el cuerpo de la chica era tomado entre los brazos del asesino, y dejado en la maletera de su auto. El hombre no estaba mirando a ningún lugar, sólo estaba observando el cuchillo con el que había matado a la niña. Quizás fue su instinto de huida, que le dio el impulso de aprovechar ese momento para correr, correr lejos de esa oscura pesadilla. Con lágrimas en sus ojos corrió lo más rápido que pudo, asegurándose de no ser visto. Azuma miró el cuerpo de la niña, aún vivía, pero su corazón latía cada vez menos, cerró la maleta, la dejaría morir desangrada. Se estaba sacando la chaqueta para cambiarse cuando escuchó unos pasos alejarse, dirigió directamente su mirada hacia donde los había escuchado, pero no había nadie, ¿Lo habrían visto? Se encogió de hombros, si fue así, lo descubriría.

Makoto hablaba desesperado con los guardias, pidiendo su ayuda para encontrar a los dos niños que se habían perdido, los estuvo buscando por todos lados cuando Haruka le dijo que lo mejor era darles aviso a los guardias. Estaba tratando de mantener la calma y también tranquilizar al resto de los pequeños que a estas alturas ya estaban algo asustados. Haruka suspiró y se percató de que Misaki se acercaba a ellos lentamente, totalmente pálido y temblando, se veía muy mal.

—¿Dónde fuiste? ¿Te pasó algo? —Preguntó Haruka preocupado por el estado en el que estaba el chico. Misaki lo miró inseguro, si el entrenador de Haruka era el asesino de su amiga, entonces él podía ser su cómplice, no podía confiar más en él.

—No me pasó nada, Nanase-san —Dijo articulando apenas aquellas palabras. El pelinegro no entendía por qué el muchacho estaba así.

—¡Misaki-kun! —Makoto abrazó al niño, estaba muy preocupado por él y Suzume. Misaki pudo sentir la calidez que le entregaba el de hebras olivas, por lo que su tensión bajó. Era imposible que el mayor supiera lo de Haruka y su entrenador, al menos eso pensaba.

—Entrenador… Su-Suzume… —No podía decirlo, el sólo hecho de nombrarla se le venía a la cabeza lo que había sucedido.

—Tranquilo, Misaki-kun, los guardias ya la están buscando, la encontraremos —Le aseguró el de orbes esmeraldas, pero Misaki sabía que no la volverían a encontrar.

—Parece haber mucho alboroto —Tanto Misaki como Makoto se estremecieron al escuchar aquella voz. El chico de hebras olivas le dijo al niño que esperara junto a sus compañeros, y sin siquiera levantar la visa, el pequeño se reunió con sus otros amigos, tratando de ocultarse de alguna manera— ¿Sucedió algo?

—¿Qué hace aquí? —Preguntó Haruka mirando a su entrenador, no le daba buena espina.

—Vine a visitar el nuevo acuario, pero parece que ocurrió algo malo —Decía desinteresado.

—Una de nuestras compañeras se perdió —Dijo uno de los niños llamando la atención del hombre.

—Chicos, esperen junto al guardia, ¿Está bien? —Intervino Makoto para que no se generara más conversación entre Azuma y los pequeños.

—¿Eh? Vaya eso es malo —Ryuuji miró a Makoto actuando sorprendido— Todos estos niños están a tu cargo, ¿Verdad?

—Sí…

—Entonces si algo le pasa a alguno de ellos, sería totalmente tu responsabilidad, realmente no me gustaría estar en tus zapatos, Tachibana-kun —Makoto sintió un escalofrío al darse cuenta del significado oculto de esas palabras, había sido él— Espero la encuentren luego.

—Sí… Gracias Azuma-san —Decía tratando de mantener la calma. Haruka pudo ver cómo su entrenador le metía presión a su novio, lo que le desagradaba.

—Bien, no interrumpiré más, se ve que están muy ocupados —Miró al de orbes oceánicos— Nos vemos en tu entrenamiento Nanase —Se despidió dando la espalda. Makoto no habló nada hasta verlo desaparecer.

—¿Se pueden revisar las cámaras de seguridad? —Preguntó, sí habían cámaras, podrían haber grabado a Azuma, podría inculparlo de todo.

—Lo siento, pero sólo podemos mostrarlas con una orden policial, debido a la privacidad del acuario como de las personas —Explicaba uno de los encargados, Makoto suspiró exasperado.

El policía entró a la tienda de pasteles, mirando cuál de todos le llevaría a su hija como se lo había prometido. A Suzume le encantaban los dulces, esperaba que ya no estuviera enojada con él, quizás sí había sido algo duro y egoísta. Eligió dos pasteles con los sabores favoritos de su niña, ya había pedido permiso en el trabajo para tener un día libre y así llevarla al acuario. Pagó los pasteles y se dirigía a su auto cuando su celular comenzó a sonar. Los pasteles cayeron al suelo.

Su hija había desaparecido.


Eso es todo! Espero les haya gustado el capítulo!

Hasta entonces, se despide su servidora.

Aiiri.

¡Muchos kissus llenos de amor virtual!