La sensualidad siempre ha existido desde la época más remota, incluso antes, durante y después de Cristo.
Haré cualquier cosa por amor, menos mentirte.
Personajes de Mizuki e Igarashi
Albert y Candy se miraron a los ojos, en ese instante experimentaron una sensación tan divina, querían estar más cerca uno del otro, Albert colocó su mano derecha por debajo de la nuca de Candy; enredó sus dedos por dentro de la cabellera ondulada sedosa de la joven rubia. Sus respiraciones cada vez se aceleraban más, los pezones de Candy se erectaron al tener la presencia fuerte y varonil de aquel adonis de un metro noventa de estatura, tan cerca a ella. La mirada de Candy suplicaba ser besada por los labios de aquel hombre que la tenía enloquecida. Albert llevó su mano izquierda hasta la parte inferior de su espalda para pegarla a su cuerpo, él sin dejarla de ver, cerró lentamente los ojos y rozó tiernamente su rostro con el de Candy, insinuando un toque de labios que en sí, no hizo.
Después de un breve silencio entre ambos rubios, Albert tomó nuevamente su postura y se dirigió a la clase de sexología de jóvenes profesionales y universitarios. Sin querer notó los pezones de Candy, que se destacaban sobre el relieve de su vestido corto estilo marino, en espera de ser probados por los labios de aquel hombre sediento de pasión y entrega carnal.
― Candy, puedes volver a tu asiento. Alumnos, la siguiente clase será una asignación sorpresa, nos vemos la próxima semana.
Los días pasaron en total calma, Albert interrumpió sus compromisos académicos para dedicarse a sus negocios y empresas, él es de los que piensa que el ojo del amo engorda el ganado. Por otro lado, Candy laboraba en su hospital pediátrico; al culminar las jornadas, se iba a casa para dedicarse a sus libros de erotismo que tanto le gusta escribir. Pero se dio cuenta que en efecto sus escritos son un completo asco; al igual que sus experiencias sexuales, lo más que le daba la cabeza era para tomar una hoja y sin escribir nada sobre ella, mordió la goma de su lápiz a modo reflexivo:
‹‹Lastima que eres comprometido o casado, no lo sé, esa mujer en el bar realmente está a tu nivel, es tan atractiva como tú. ¡Eres tan galante! Dios no puedo dejar de pensar en ti; de imaginarte abajo de mis sábanas, haciéndome el amor con tus labios, con tu lengua, recorriendo cada parte, cada rincón de mi cuerpo; Albert, Albert hazme tuya no esperes más, entra en mí, hazme gritar de pasión.››
Candy comenzó a tocarse el lóbulo de su oreja, descendiendo hasta su cuello eróticamente, se imaginó que eran las manos de su joven profesor que lo hacía; al sentir tanto placer se curvó tanto la espalda hacia atrás que cayó al piso, haciéndola reaccionar.
― ¿Dios qué me sucede? ―dijo Candy acompañado de una sonrisa por haber caído al piso involuntariamente ―No puedo seguir pensando en él; debo hacer alguna actividad, alguna distracción.
No obstante, Albert se paraba frente a la taquilla de un cine ubicado en los suburbios de Chicago para comprar un boleto, con el fin de rememorar aquella película que en 2001 recibió dos nominaciones al premio Oscar a mejor actor y sonido, se sentó en una de las últimas butacas, pues le incomodaba tener personas atrás de él.
Por otro lado, le gustaba pasar desapercibido, su rol de profesor y hombre de negocios lo abrumaban; la única forma de desestresarse era viendo un film de genero dramático: El Naufrago, el cual le ayudaría a reflexionar acerca de encontrar lo positivo en lo negativo, sobre todo él, que desde niño enfrentó la pérdida de un ser querido con su llegada al mundo, la mujer que lo gestó, que lo mantuvo en su vientre durante nueve meses falleció dándole a luz; seguidamente su padre murió de un infarto cuando él sólo era un niño de 8 años de edad, quedando bajo el cuidado de su hermana que posteriormente pierde la batalla contra el cáncer; de igual forma la vida le quitó su único sobrino de sólo 15 años de edad, que muere al caer de un caballo.
Apagaron las luces en aquel cine; Albert, ocasionalmente bebía de su gaseosa, él percibió una fragancia que se le hizo familiar; en ese momento alguien que llevaba en su bandeja cotufas y refresco tropezó con él.
― ¡Perdón, lo siento!― exclamó la persona.
El linternero al percatarse del incidente, se acercó de inmediato hasta ellos, alumbró con su potente linterna hacia la pareja, los cuales descubrieron y, no podían creer la jugada del destino.
Continuará.
Bueno será qué tomamos un receso en la historia vemos pocos comentarios será descansar y esperar que el resto se ponga al día con la historia, je, je, je.
Diremos que en este episodio ja, ja, ja sí, discutimos un poco, pero salió bien je, je, je gracias a las que comentaron el capítulo anterior y las menciono:
Mercedes: ni te creas amiga él dijo sino puedo con el enemigo me le uno y aquí está escribiendo para los rubios y disfrutando de este maravilloso trabajo. Primero Dios.
AnneNov: Todas son maravillosas, porque permiten explicar a detalle el sentir y el por qué de las acciones de cada personaje.
jimenezesperanza184: créeme él también me hizo creer en el amor después de 21 años de estar juntos se volvió a enamorar de mí, y es fascinante. Me cuesta creerlo: ¡me ama! Gracias por el apoyo amiga.
Lucy M: Sí, definitivamente es cierto el amor entra por los ojos. De hecho en los ojos puedes apreciar si la persona es buena o mala de acuerdo al brillo que tenga, cuando veas a alguien con la mirada opaca aléjate suele tener una carga negativa que te puede perjudicar esto se hace frecuente en las personas que han sido capaz de quitarle la vida a otro ser humano. En cuanto a los rubios la cosa está que arde.
Ana isela hdz: Gracias por tus múltiples comentarios.
Chicas Dios nos bendiga mil gracias!
