Personajes de Mizuki e Igarashi.
"Quien ha aprendido a escuchar a los árboles ya no desea ser un árbol. No desea ser más que lo que es." Hermann Hesse
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Candy al día siguiente, despertó llena de alegría, en cada paso que daba saltaba de emoción al saber que vería a su profesor, llamó a su amiga:
― Luisa ven a mi casa, te daré desayuno, quiero… necesito que me ayudes a estar presentable―. Candy, colgó la llamada y en menos de 20 minutos su amiga estaba tocando la puerta.
― ¡Amiga te noto tan radiante, el día de hoy! ¿Qué travesura, hiciste con el profesor Ardlay?― Candy, se ruborizó. ― No te pongas nerviosa, recuerda, que ayer te devolviste, ya luego no supe más de ti; tenemos la costumbre de telefonearnos todas las tardes para chismosear un poco a nuestras anchas.
― Es que el profesor me estuvo dando unos tips―. Respondió Candy con un poco de vergüenza.
― ¿Con las manos o con la lengua?
― ¡Luisa, deja de ser tan mal pensada! ―dijo Candy volteándose y sobándose los brazos.
― No me das la cara, Candy, ¡dilo! ¿Te acotaste con el guapo de tu profesor? No mientas somos amigas, ¿qué pasó entre ustedes?
―Deja de molestar, me siento en un interrogatorio policial; sólo tenemos dos horas para llegar a tiempo, así que dime, ¿me ayudas con el vestuario sí o no?
― Sí, te ayudaré. Hm. ¿Qué ropa debes llevar? Yo, debo vestir de plomera sexy, definitivamente sí, existen morbosos en la vida―. Candy, le hizo entrega del papelito.
― ¡Oh, por Dios! ¿Es en serio?― Candy asintió con la cabeza ― ¡Será manos a la obra, tenemos poco tiempo! Que suerte tienes, que mi hermana sea diseñadora profesional y esté disponible para mí, las 24 horas del día.
En esta oportunidad tanto Luisa como Candy, no habían llegado a clase, llevaban 20 minutos de retraso, los alumnos reían por la forma en que tuvieron que ir vestidos, unos de manera elegante, otros sexys; aparentemente existen bromistas entre el alumnado; pero Albert supo manejar la situación a favor del aprendizaje, la mente de Albert estaba dividida entre el salón y su bella rubia de ojos verdes, realmente se preocupó, pues pensó que después de lo que vivió en la noche anterior, ella se había arrepentido; además de considerar que no lo quería ver, quizás tenía cierta vergüenza, pero antes de él continuar con su maquinación de lo que pudo haber pasado, Luisa entró casi sollozando de primera para dar aviso que sí, estarían en clase y que por su puesto su amiga también:
― ¡Oh, Dios, que cansada estoy, corrí como no tiene idea!― expresó Luisa mirando a su alrededor ― me alegra saber que no fui la única que vino de manera atrevida― río al observar al resto de sus compañeros. Pues había una vestida de Mario Bross y otro de Cristian Gray.
― Señorita, ¿sabe algo de su amiga?― preguntó Albert.
― Allí, viene― señaló Luisa, recuperando el aliento, y como en cámara lenta Albert, miró a la mujer más hermosa que podía existir, admiró sus delicados pies, los cuales tenían las uñas pintadas con un suave esmalte color rosa pálido, fue subiendo paulatinamente la vista apreciando cada detalle del vestido de novia medieval, que lucía Candy; en su vida jamás había divisado a una mujer tan perfecta.
Luisa a manera de juego le dijo a uno de los alumnos que vestía de cura, que se acercara a Candy y la llevara de brazo hasta el profesor. Imitando las palabras de un sacerdote el chico se la cedió diciéndole:
― Le hago entrega de esta bella dama― Los chicos trataron de disimular la risa, sabían que entre ellos, existía algo más, que una simple relación de alumna-profesor, se sentía en el aire la atracción sexual entre ambos rubios.
― ¡Te ves hermosa! ―dijo el rubio como hipnotizado por aquella ninfa, que se presentaba ante él como un ángel blanco. Candy le sonrío, se sintió como en un sueño donde él era su Príncipe y ella su princesa.
Los alumnos empezaron a gritar con gran entusiasmo: ― ¡Qué se besen, qué se besen!― Albert, puso orden y ayudó a Candy a sentarse.
― Como pudimos notar es relevante el atuendo para impactar a nuestra pareja, esto lo podemos aplicar en la intimidad; es importante variar la indumentaria para vivir nuevas experiencias―. Decía Albert.
No obstante, Albert desarrolló la clase con un talento magistral, explicó los detalles importantes que implican en el vestuario de una persona y que esto refleja hacia los demás.
Al terminar la clase, Albert, le pidió a Candy que se quedará: ―Estás muy linda, permíteme acompañarte hasta tu casa. Luisa a usted también le extiendo la invitación.
En el camino tomaron un taxi y se detuvieron en una tienda, Albert compró tres botellas de un fino vino, todo tipo de snack, helados y una pizza vegetariana lista para hornear.
Subieron al apartamento de Candy, aquellas tres personas compartieron como sí, se conocieran de toda la vida, bromeaban, contaban: chistes, anécdotas de sus vidas y reían; aquel delicioso vino hacía efecto y hacía más ameno aquel momento. Transcurrieron las horas y Albert, al darse cuenta que era tarde decidió marcharse. Él se despidió de manera caballerosa de ambas chicas. Candy lo acompañó como siempre hasta la puerta, Albert aprovechó el momento para recordarle, que tenían una cita el viernes y que no podía olvidarse.
Candy y Luisa, se quedaron conversando sobre aquel hombre, Luisa decía: ― ¡Este hombre es todo un caballero, excelente conversador y educado! Pensé que nos invitaría a hacer un trío ja, ja, ja, pero es todo un caballero.
― ¡No digas eso, lo haces ver como un patán!
― La mayoría son así, menos mal no fue como consideré, de lo contrario hubiera sido una decepción saber, que es uno más del motón, pero es todo lo contrario. ¡Lo adoro! Lástima que a mí no me haga caso, ¡tú te lo ganaste, amiga!
Las tres botellas de vino que tomaron con Albert, lograron embriagar a las jóvenes amigas, que se quedaron dormidas conversando sobre el encanto de aquel hombre que las hizo suspirar.
Continuará.
Saludos a todas ya el siguientes es el final gracias por comentar. Dios nos bendiga.
