Aún en la distancia
PARTE I
Un nuevo día en la vida de Candy, el resplandeciente sol empezaba a asomar en el lejano horizonte de Chicago, aun así, podía sentirse la brisa fría del amanecer. Ella duerme y en la lejanía escucha una voz que la llama...
Candy, Candy
Candy cree estar soñando, abre los ojos, temerosa de ya no escuchar más esa voz, vuelve a oír la voz que la llama y esta vez más fuerte...
Candy, Candy
¿Candy, qué te pasa?, Tengo un buen rato llamándote – le replica Albert desde la puerta de la habitación-
Sí, ¿Qué pasa Albert? – dice Candy mientras se frota los ojos.
Casi nada, te has quedado dormida como siempre y se te hace tarde para llegar a tu entrevista, o acaso no deseas trabajar – le dice Albert en un tono muy serio.
Albert, no digas esas cosas, dime, ¿qué hora es?
Son las 7 de la mañana mi pequeña.
Pero Albert, la entrevista es a las 9:30 – Candy se vuelve sobre su cama, tomando su almohada se acomoda otra vez para seguir durmiendo-.
Albert va hacia ella y le dice: Si no te levantas en este instante no llegaras a tiempo, recuerda que el Hospital Santa Juana está muy lejos y...
Apresuradamente se levanta y se dirige al cuarto de baño mientras le grita a Albert.
Muchas gracias por recordármelo Albert me baño enseguida y desayunare.
Albert se queda sonriendo mientras escucha a Candy y de momento empieza a recordar todos los bellos momentos que ha vivido a su lado. En ocasiones él se queda con ella cuando necesita compañía o simplemente por compartir algunos de los pocos momentos libres que tiene debido a sus múltiples ocupaciones, pues ser la cabeza de la familia Andrew no es nada sencillo, principalmente si se tiene que lidiar con los Leagan.
Candy había sido ayudante por un tiempo en una pequeña clínica, ya que por intrigas de los Leagan la habían despedido del hospital Santa Juana y posteriormente se le habían cerrado las puertas de los demás hospitales. Una vez que se descubrió quien era realmente Albert las cosas para ella cambiaron. Se sentía feliz de recuperar su empleo, después de todo ella amaba su profesión y lo único que deseaba era dar su mayor esfuerzo en pos de los demás.
Ya estoy lista, en un segundo me voy, no quiero llegar retrasada – gritó desde su habitación.
Pero no puedes irte sin desayunar, ya está listo, ven siéntate.
Ambos se sientan a la mesa y empiezan a charlar sobre su regreso al hospital, Albert es quien prepara el desayuno cuando se queda con ella, aunque Candy realiza el resto de las labores de la casa; luego Albert se va a atender sus asuntos.
Dime Candy, ¿Cómo te encuentras?, Quiero decir, ¿Estás nerviosa?
No puedo negártelo Albert, me siento tan nerviosa como el día en el que presente mi examen para graduarme como enfermera – comentó al tiempo que se dibujaba una sonrisa en sus labios.
No te preocupes Candy, todo saldrá bien.
Eso espero, pero también estoy feliz. Me voy Albert, te contare a mi regreso como me fue. Hasta luego.
Candy toma su abrigo y sale apresurada de la casa, apenas tiene tiempo de llegar al hospital.
Son 9:20, ha llegado a tiempo a su cita, va a la recepción y ahí le indican que espere un momento, ella está muy nerviosa y la espera se le está haciendo eterna, se abre una puerta y se le indica que pase, que la directora de enfermeras la atenderá.
Buenos días Candy, hace mucho tiempo que no te veía, se te ve muy bien, pero dejemos la charla para después, comencemos con la entrevista – dijo Mary Jean en su muy particular forma de hablar.
Candy solo asiente con la cabeza, había pasado casi un año desde la última vez que había visto a Mary Jean. La entrevista transcurrió sin ningún contratiempo y al final solo se puntualizaron dos cosas.
Candice White Andrew, bienvenida de nuevo a nuestro grupo de trabajo, no está demás el recordarte que se deben respetar las reglas y nuestra labor, sin otra cosa por el momento puedes retirarte; comienzas mañana, en el primer turno – terminó Mary Jean mientras le indicaba a Candy la puerta.
En el primer turno, sí Mary Jean, muchas gracias y hasta mañana – Asintió Candy.
Hasta mañana y una cosa más ¡NO QUIERO QUE LLEGUES TARDE!
Es una promesa – No ha cambiado nada, se dice Candy para sus adentros y se retira.
Candy sale del hospital y se dirige a su casa, va muy contenta, no puede ocultar su alegría y no se da cuenta que todo el mundo se le queda viendo, ella sigue caminando y al cruzar en una esquina... ¡Sorpresa!, Se encuentra con Archie quien por poco la arrolla con el auto.
Candy, Candy, ¿Estás bien?
Pero Archie, porque no te fijas cuando manejas, por poco me arrollas.
Pero Candy, si quien no se fijó fuiste tú – replica Archie.
Candy voltea y mira a su amigo seriamente y suelta una risita como las que solo ella puede hacer.
Tienes razón Archie, discúlpame, es que estoy tan contenta que no vi hacia los lados, sabes, me han contratado nuevamente para trabajar en el Hospital Santa Juana, empiezo mañana.
Felicitaciones, pero cuéntame, ¿Cómo has estado? Ven sube al auto, te llevo donde vives y así platicamos – Se baja del auto y caballerosamente le abre la puerta del acompañante.
Gracias Archie, pero debo pasar primero a comprar algunos víveres que necesito y que acabo de recordar.
No hay problema, tengo tiempo, además necesito hablar con Albert sobre algunas cosas, porque supongo que está en tu apartamento, ¿No es así?
Así es, ¡Me sorprende que sepas donde encontrar a Albert! – dice soltando una risita y con una falsa expresión de sorpresa.
Archie ahora es un gallardo caballero, con sus finos modales más acentuados y su buen gusto por el vestir sigue siendo intachable, es estudiante de Administración de Empresas en la Universidad y sigue comprometido en matrimonio con Annie, aunque aún no han decidido la fecha de la boda, pues Archie desea terminar sus estudios para poder ofrecerle algo más digno a la chica, a quien ha aprendido a amar con el paso del tiempo, olvidándose así de la pasión que sintiese en la adolescencia por Candy.
En el camino llegan a un súper, compran algunos víveres y se dirigen a su apartamento, una vez que llegan, Albert y Archie se saludan, ella se va a la cocina a preparar la comida e invita a Archie a que los acompañe.
Chicos, aguarden un momento mientras les preparo una deliciosa comida.
¿Estas segura que no quieres que te ayude Candy?, no es que desconfíe pero me sentiría mejor si veo que nos preparas – Albert bromeó y Archie soltó una carcajada ante el comentario.
Si sigues diciendo eso nunca más volveré a prepararte de comer – Sentencio Candy al tiempo que fruncía graciosamente el ceño para luego reírse también.
Los tres buenos amigos pasaron juntos el resto del día, entre charla, bromas y recuerdos.
Por la noche, Archie y Albert se despiden y se dirigen a la mansión de los Andrew, pues no es para nadie desconocido que Archie vive ahí acompañando a Albert y la tía abuela Elroy.
Eran las 4 de la mañana del primer día del trabajo de Candy, no ha podido dormir en toda la noche por la alegría de volver a trabajar y por la angustia de llegar tarde en su primer día, 4:30, no puede más y se levanta, se baña y se alista para salir, se dirige a la puerta y al momento en que la abre.
¡Buenos días Candy!
¡Albert! ¿Qué haces aquí tan temprano? ¿Qué no te habías ido a tu casa?
Si querida, pero conociéndote como te conozco pensé que lo mejor sería regresar y cerciorarme de que mi buena amiga cumpliera con sus deberes al menos en su primer día.
¡Eso no es nada gracioso Albert!, ¡Ya no soy más una niña que no sabe cumplir con sus responsabilidades! – Exclamo ella en el tono más serio que Albert jamás le había visto.
No te molestes conmigo Candy, la verdad es que regrese porque deje unos documentos en la habitación y como ya era tarde pensé que lo mejor sería pasar la noche aquí.
Está bien Albert, pero no vuelvas a tratarme como una niña, ¿de acuerdo?, Ahora, si me disculpas debo irme, se me hace tarde, nos vemos.
Un momento, sé que no desayunas temprano, así que te he preparado algo para que lo disfrutes a la hora del almuerzo – Albert entrega una pequeña bolsa a Candy.
Muchas gracias Albert, eres un gran amigo. Hasta luego.
Suerte en tu primer día de trabajo, por cierto, pasaré 3 días fuera de la ciudad así que no te extrañes, tengo algunos asuntos relacionados con la familia que debo atender.
¿De qué se trata Albert? –Pregunta Candy seriamente.
No es nada malo, vamos, ve a tu trabajo si no quieres que te despidan en tu primer día, prometo que a mi regreso te cuento.
Está bien, nos vemos –responde Candy desde la puerta y se va.
Llega al hospital justo a tiempo para recibir su turno, gracias al chofer que Albert había dispuesto para ella, pero al entrar, se da cuenta que hay alguien esperándola.
No creí que llegaras a tiempo, adelante Candy que hay muchos pacientes y trabajo que atender.
Estoy lista, ¿Por donde empezaremos Mary Jean?
Por el área de niños, estoy segura que podrás hacerlo muy bien, después habrá una cirugía a las 12:30, asistirás al Dr. Brown, espero que no se te haya olvidado como hacerlo, no me defraudes Candy.
No lo haré – se prometió así misma y a Mary Jean.
Las horas en el hospital transcurren rápidamente, con el exceso de trabajo que hay apenas y hay tiempo para el almuerzo, Candy esta fatigada pero feliz, es por eso que el cansancio no puede hacer que a nuestra encantadora amiga se le acaben las energías.
Mientras tanto, Albert tiene una reunión con su fiel George, quien le ha llevado noticias sobre la situación actual del Hogar de Pony.
Señor, me permito informarle que pese a lo que ha hecho por ayudar al Hogar de Pony aun debemos resolver la propiedad del lugar donde se encuentra situado, ya que según rumores el dueño quiere vender la propiedad a unos granjeros –Notificaba George, en su usual tono serio.
Es verdad, pero espero que no tengas problema alguno para comprar la propiedad y ponerla de una buena vez a nombre de la Señorita Pony y la hermana María. Por otra parte, asegúrate de que no les falta nada más, recuerda que Candy está contenta y tranquila sabiendo que las cosas por allá están bien. Dales mis saludos y los de Candy por favor. ¿Alguna otra cosa, George?
Sí señor, este sábado habrá una reunión de beneficencia a favor de la Cruz Roja y la invitación es para usted y la señorita Candy, ¿Asistirá señor?
Por supuesto George, siendo de la Cruz Roja no tengo inconveniente alguno y espero que Candy tampoco lo tenga. Si eso es todo George, te agradeceré te ocupes de lo relacionado con el Hogar de Pony y me mantengas informado.
Muy bien señor, pero hay otra cosa que debo informarle, es con respecto a sus familiares, Los Leagan.
Uhm, ¿de qué se trata esta vez George? – Inquirió Albert con un gesto de desagrado en su voz, que para nada extrañó al buen George.
Hemos estado haciendo algunas averiguaciones sobre el comportamiento de sus sobrinos, el cual muy pronto podría traer consecuencias a su familia.
Explícate mejor, por favor
Sí señor, vera; en días pasados, una de nuestras fuentes me informo sobre unos negocios que su sobrino Neal iba a emprender, así que investigamos y desafortunadamente no es nada legal en lo que anda metido ese chico, se trata de drogas, además de su habitual estado de embriaguez.
¿Estas seguro George? – Albert no muestra señas de asombro, después de todo él sabe muy bien que sus sobrinos no son unos ángeles precisamente.
Sí señor, he corroborado la información, por el momento el chico no ha dado señas de traficar, no abiertamente, pero si es un consumidor que puede volverse adicto en muy poco tiempo, además la gente con la que se ha relacionado es bastante peligrosa.
Albert se queda callado por un momento, pensativo. Recuerda como le afecto a Neal el abierto rechazo de Candy, y aunque al principio comprendió su reacción, nunca la apoyo. Se había vuelto un verdadero parásito que no hacía otra cosa que no fuera el derrochar el dinero embriagándose, pasando la mayor parte de su vida en ese estado. No estudiaba ni tampoco daba muestras de interesarse en los negocios de su padre, y eso era lo que le preocupaba a Albert, ya que cuando Neal cumpliera la mayoría de edad pasaría a formar parte de los accionistas y eso no era algo que le agradase. Por otra parte, Eliza seguía siendo la misma chica engreída, altanera y detestable de siempre, pero con la diferencia de que entre los chicos era reconocida por ser, como ellos decían "una mujer de cascos livianos". Aún así, era asediada por chicos de buenas familias deseosos de desposarla, conociendo la fortuna de Los Leagan, pero ella nunca se decidía.
Escucha con atención George –dice Albert al tiempo que abandona sus pensamientos para volver a la conversación – Esto es lo que haremos.
Mientras tanto en el hospital Santa Juana la hora de salida ha llegado y Candy se dispone a mudarse el uniforme, de pronto aparece Katty, su compañera de turno, agitada y casi sin aliento.
¡Candy!, tenemos una emergencia, urge tu presencia en el quirófano por favor – termina al fin de decir la agitada chica.
Si claro, voy enseguida –Candy sale apresuradamente y como siempre dispuesta a ayudar.
Se trata de un accidente entre varios coches, al parecer se volcaron en la carretera no se sabe con exactitud. Por favor Candy, prepare todo, operaremos enseguida – le dijo el Dr. Smith mientras él también se preparaba.
La jornada ha sido muy dura, varias horas agotando todos los recursos posibles para ayudar al paciente; y al final han logrado salvarle la vida al joven conductor y su acompañante, los otros involucrados en el accidente fueron atendidos por lesiones leves y los mantienen en observación. Posteriormente suben al joven al cuarto especial debido a la gravedad que presentaba para observarlo y seguir su tratamiento.
Srita. Andrew, queda bajo su responsabilidad el paciente, espero que me reporte cualquier cosa que se presente durante la noche, espero no tenga problema alguno para quedarse esta noche con él, estamos con mucho trabajo y con este asunto de la guerra, el personal apenas y es el suficiente.
No se preocupe doctor, yo me quedaré con el paciente, sólo permítame enviar un mensaje a mi casa para avisar, no me demoraré –dijo ella al tiempo que se disponía llamar a alguien para avisarle a Albert.
Hola Candy – dijo alguien a sus espaldas.
Si en que ... ¡OH Albert! –exclamó al voltear y ver quien era –Justamente iba a avisarte que me quedaré en el hospital, hubo un accidente y requieren personal, ve a descansar y nos vemos mañana, ¿Sí?
De acuerdo Candy, pero al ver que no habías llegado a la casa vine aquí para recordarte que salgo mañana para Pittsburgh, pero regreso para el viernes.
Lo había olvidado Albert, pero es que aún no me hago a la idea de que ya no estás en casa como antes.
Lo sé, por eso vine a recordártelo, nos vemos Candy, ah, una última cosa, ¿Te gustaría acompañarme el sábado a una de esas veladas que tanto nos aburren?
¿El sábado?, no puedo responderte ahora, no sé cómo estemos de trabajo para ese día y no puedo darme el lujo de faltar, lo sabes bien.
Si lo sé, pero en esta ocasión será diferente, se trata de un baile de beneficencia a favor de la Cruz Roja. Por lo tanto no habrá tantas charlas sobre banalidades como en los bailes comunes a los que asisto.
Está bien Albert, si no ocurre otra cosa iré contigo el sábado a ese baile, ahora si me disculpas debo volver a mis ocupaciones.
Sí desde luego Candy. Cuídate mucho y nos vemos muy pronto.
Candy regresa al cuarto del paciente recién operado y permanece a su lado toda la noche, sin observar cambio alguno.
El sol comienza a levantarse en el horizonte, ella abre un poco la cortina para que la tenue luz de los rayos ilumine un poco la habitación. De pronto escucha un ruido y voltea hacia su paciente.
¿Cómo se siente? ¿Necesita algo? –pregunto suavemente Candy mientras se acercaba.
Pero como respuesta obtuvo silencio, el joven no respondía, tenía la mirada perdida, como sino comprendiese lo que le había pasado. Era bien parecido, con unos ojos azules profundos que no reflejaban nada, quizá porque no entendía lo que le estaba ocurriendo.
Al acercarse, Candy se queda inmóvil por un instante al ver los ojos de aquel chico.
Se parecen tanto a los de él, tan profundos como el océano, tan grandes e inolvidables... – piensa para sus adentros y enseguida se reprocha a si misma por lo que acaba de hacer – Pero que tonta soy, una vez más he vuelto a pensar en él, sabiendo que no puedo, que no debo hacerlo. Una pequeña lágrima, apenas perceptible rodó por sus mejillas al tiempo que ella la eliminaba para continuar con sus labores.
Veamos señor, tomaré su temperatura y posteriormente le daré su medicamento.
Candy realizó su trabajo esforzándose por reanimar a su paciente, sin mucho éxito. El doctor ingresó a la habitación y ella le entregó el reporte, posteriormente fue relevada y se fue a tomar un merecido descanso. Se dirigía a la salida cuando encontró a dos chicas que comentaban sobre el accidente del día anterior. Sin muchas ganas de conversar Candy sólo escucho parte de la conversación y se retiró. Sin siquiera imaginarse que a muchas millas de ahí una persona sufría intensamente por su ausencia.
Llega a su apartamento y después de tomar una ducha se deja caer sobre la cama, abandonándose al descanso.
...
En Nueva York, los inviernos suelen ser muy crudos, pero para aquel chico ya nada podría ser más frío que su corazón, que se había congelado para siempre desde la pérdida de la mujer que amaba. Una y otra vez se reprochaba a si mismo por haber sido tan cobarde y haber dejado ir al amor de su vida, aquella chica que bien sabía jamás podría olvidar, así pasasen cien años, ese amor estaría grabado en su corazón y en su memoria. Ese chico no puede ser otro sino Terry, quien se ha sumergido en la más profunda de las depresiones internas que un ser humano puede afrontar, siempre callado, irritable por la más mínima insinuación, pero con un talento nato para la actuación que nadie podía negar, de ahí que los productores soportasen sus groserías y antipatía para con el resto de los actores.
Él se había estado escudando en su trabajo para posponer su matrimonio con Susana, ella en cambio siempre que podía le insinuaba una fecha favorable para que tal acto se celebrase, más nunca obtenía la respuesta deseada. La Sra. Marlowe intentó una vez más hablar con su futuro yerno al respecto y lo único que él respondió fue:
Lo siento, pero este asunto es entre su hija y yo, así que si me disculpa, tengo cosas que hacer – Caminó hacia uno de los corredores del teatro y dejó a sus espaldas a una mujer enfadada por la arrogancia con que siempre la trataba.
Terry siempre estaba pensando en Candy, había hecho hasta lo imposible por borrarla de su vida, de su mente, pero era inútil, cada vez que lo intentaba algo ocurría y la arraigaba con más fuerza en su interior, por eso mismo, lo único que pudo hacer fue esconder en lo más profundo de su ser ese sentimiento que sabía bien jamás se vería correspondido, tratando de cumplir aquella promesa hecha por ambos al decirse adiós.
Si tan solo tuviera la certeza de que eres feliz – pensó para sus adentros, al tiempo que el pinchazo de los celos se hacía presente una vez más. Pero a diferencia de otras ocasiones no tuvo el tiempo de cavilar mucho en esto porque la presencia de Susana se dejó sentir a sus espaldas.
Susana ciertamente era una chica muy bella, tierna y tímida a la vez, pero con un gran defecto, su egoísmo, pues aun sabiendo que Terry no la amaba se engañaba a sí misma repitiéndose una y otra vez que él aprendería a quererla. Había perdido una pierna en aquel fatídico accidente que había amarrado a su lado al hombre que tenía por prometido, sin embargo gozaba de un excelente estado de salud, lo que la animaba a poner su empeño y amor en conquistar a ese hombre. Lamentablemente no veía resultados.
Buenas tardes querido, espero no interrumpir tu trabajo, sólo deseaba saludarte e invitarte esta noche a cenar en casa en compañía de mi madre – le dijo a Terry sacándolo de sus cavilaciones, apenas poniendo atención en las palabras de la joven.
¿Esta noche?.. uhm, de acuerdo, estaré ahí a las ocho si te parece, por el momento debo seguir ensayando, la obra pronto se estrenará y debo emplearme a fondo en ella –respondió sin mucho entusiasmo en sus palabras.
Ahora si me disculpas debo volver al escenario, te veré en la noche –dijo él al tiempo que depositaba un beso en la blanca mano de Susana y se despedía.
Susana suspiro y enfiló su silla de ruedas hacía la salida del camerino para encontrarse con su madre en uno de los pasillos, la dama no había querido ver a Terruce luego de aquél incidente en el que él le había dejado en claro que no debía interferir en sus asuntos, sin embargo, debido a que Susana era ajena a esto, ella había accedido a la reunión con tal de ver en los ojos de su hija ese brillo que aparecía con el simple hecho de verlo a él pero con el cual ella nunca podría tener una relación cordial. Pese a lo que se pudiera pensar, la señora Marlowe no era una mujer insensible, sólo que como cualquier madre su instinto le indicaba que debía proteger a su hija aún a costa de tragarse su orgullo y apoyarla para que aquel matrimonio se llevase a cabo. ... La primer semana de trabajo de Candy pronto llegó a su fin y con ella el sábado, día en que asistirían al baile de gala en pro de la Cruz Roja, ella lucía esplendorosa, su cabello recogido sobre su cabeza, liberando apenas unos cuantos rizos de aquella rubia cabellera y dejando su cuello al desnudo con un hermoso vestido negro con escote no muy prolongado pero que delineaba perfectamente la silueta de la joven además de que resaltaba su blanca tez y hacía lucir más sus bellos ojos, completo su atuendo con unos guantes negros bordados finamente, un abrigo y bolso negro, además de una gargantilla de brillantes y un par de aretes que le hacían juego, regalo de su aniversario número 18 por parte de los Britter, aunque a ella le hubiese gustado no ser tan llamativa aquella ocasión, Albert la convenció para que se viera radiante, pues a él le parecía que toda su belleza debía ser lucida y que mejor ocasión que ésta. Él en cambio había escogido un smoking negro, muy adecuado para la época y su inconfundible broche que lo distinguía como un Andrew, Candy siempre lo usaba pero en esa ocasión le pareció inadecuado para su atuendo. Arribaron a las 8:00 en punto al baile, el lugar era suntuoso pero eso no les impresiono a la joven pareja, por lo que al arribar se adentraron al lugar, Albert orgullosamente llevaba a Candy de su brazo sabiendo que era la envidia de muchos de los presentes. Sres. Andrew, bienvenidos, pasen por favor y disfruten la velada – fueron las palabras del hombre que se encontraba recibiendo a los invitados en la entrada principal, se trataba de uno más de los hombres ricos de Chicago pero a Candy le pareció sencillo. Saludaron a varios socios de la familia, mientras las mujeres veían con asombro y envidia a la vez a la bella chica, los caballeros por su parte le hacían elogios por su belleza. El baile se inició y antes de que pudiesen ir al centro del salón fueron interceptados por dos hombres. Buenas noches Sr. William –fue el saludo del hombre mayor al tiempo que extendía su mano para saludar a Albert.
Muy buenas noches Sr. Kenneth –respondió a la vez el joven.
Veo que tiene usted un exquisito gusto para las damas, supongo que la joven será su prometida –pregunto en tono amable el hombre.
Lamento decepcionarle señor Kenneth, la hermosa dama que me acompaña es miembro de mi familia –señalo al momento que sonreía, dejando ver el orgullo que sentía por presentar a su protegida – Ella es la Srita. Candice White Andrew.
Mucho gusto Srita. Andrew, encantado de conocerle, por un momento pensé que el caballero había encontrado a la mujer que lo acompañaría por el resto de sus días –dijo esto al momento que se inclinaba y besaba la mano de la chica.
El gusto también es mío Sr. Kenneth –respondió ella alegremente.
Él es mi hijo Armand Kenneth, quien en poco tiempo será el encargado de la fortuna de la familia –presentó el hombre a su joven acompañante, quien no había despegado sus grises ojos de la chica, quien al percatarse de ello se ruborizo levemente.
Un placer verdaderamente el conocerles – estrecho la mano de Albert y besó la de Candy.
Armand era buen mozo, con finos modales y una sonrisa encantadora, por lo tanto un deleite ante los ojos femeninos, alto, de tez moreno claro, cabello castaño claro, ojos grisáceos, amplia espalda y una personalidad avasallante, se situaba entre los solteros más codiciados por las chicas, contaba con 23 años y era un estudiante de Leyes próximo a graduarse, además de ser el único heredero de la inmensa fortuna de sus padres.
Sr. William, me gustaría comentar con usted algunas cosas sobre unos negocios que deseo realizar con su consorcio, pero eso lo haremos en otra ocasión, usted decide el lugar y la fecha, por otra parte me gustaría presentarle a mi esposa quien se encuentra en el salón continuo, ¿Me harían el honor de acompañarme?
Por supuesto que sí hombre, vamos – dijo esto al momento que le indicaba a Candy el camino.
Disculpe un momento señor, podría invitar a bailar a la Srita. Andrew y luego nos les uniremos, claro si la señorita está de acuerdo – interrumpió el joven Kenneth mirando a Candy de una forma suplicante y a la vez tierna.
¿Tú estás de acuerdo?- preguntó Albert dirigiéndose a ella.
Al principio ella titubeo un poco, pues apenas había conocido al chico pero le pareció agradable, por lo que tras un momento de pensarlo acepto y enseguida Armand ofreció su brazo para ser acompañado al centro del salón.
Dígame Srita. Andrew, a que se dedica, ¿Tiene algún pasatiempo en especial? –le pregunto Armand.
No tengo un pasatiempo en particular, más bien tengo un empleo y me dedico a él en cuerpo y alma – respondió Candy un poco molesta por el tono que había utilizado el joven.
No quise ofenderle Srita. Andrew, le suplico me perdone – se apresuró a decir el joven pero en ese instante Candy había dejado de bailar.
¿Podría llevarme con Albert? – Pregunto ella mientras se giraba sobre sí misma.
Si por supuesto – respondió sintiéndose el hombre más tonto del mundo.
Candy se unió a Albert y fue presentada con el resto del grupo donde él se encontraba, poco después de que la ceremonia de la noche tuviera efecto ellos se salieron a una de las terrazas para respirar un poco y alejarse un rato de la gente, una vez ahí ella le comentaba lo sucedido con Armand y le pidió que se retiraran a descansar, estaban a punto de irse cuando Albert fue interceptado por otra persona y Candy decidió esperarlo en la terraza, no tenía muchos ánimos de seguir en el baile por lo que le pareció lo más prudente. En ese lapso de tiempo ella no pudo evitar el que su mente viajara lejos, allá donde suponía estaba su verdadero amor, pero sus pensamientos fueron interrumpidos.
Vaya, parece que no te diviertes mucho con Albert – dijo una voz a unos metros de distancia
Eso no es de tu incumbencia Neal –respondió ella reconociendo al instante la voz de aquel hombre.
Vamos Candy, no tienes porque enojarte, después de todo yo estoy aquí para hacerte compañía. Además hasta hace no mucho tiempo tú y yo tuvimos una relación, no hay porque estar enojados, si tu quieres podemos reiniciar y tal vez yo podría considerar nuevamente la idea de casarnos – Neal decía esto y empezaba a acercarse a ella.
Candy retrocedió un poco viendo la forma de deshacerse de él – No te atrevas a tocarme Neal, recuerda que no soy de las que acostumbran hacer lo que tu deseas, ¿o es que acaso ya olvidaste lo que paso la última vez que intentaste hacerlo?
¡Cállate! ¡O te haré tragar esas palabras!, tú serás mía tarde o temprano, no todo el tiempo tendrás a Albert para que te defienda – Neal decía esto al momento en que se disponía a tomar a Candy del brazo, pero no logró su objetivo debido a una fuerte mano que lo sujetó.
No se debe tratar así a una dama, aléjese de ella y nunca vuelva a acercársele si no quiere tener problemas, ¡Fuera de aquí! – le dijo en tono enérgico al tiempo que lo empujaba a la salida.
Me las pagarás Candy, te acordaras de mí –masculló Neal mientras se alejaba corriendo del lugar.
¿Se encuentra bien? – le preguntó Armand al tiempo que se acercaba un poco a ella.
Si, gracias Sr. Kenneth, no debió molestarse – respondió ella aún aturdida por el mal rato que había pasado.
Armand, me llamo Armand – apunto él con su gran sonrisa y extendiendo la mano hacia ella.
Y yo Candy – acepto ella estrechando la mano de él.
En ese instante Albert volvía a la terraza, y se percató de la escena, aun así llego hasta ellos, iba un tanto molesto, así que solo alcanzo a despedirse de Armand y le pidió a Candy que se retiraran, ella asintió con un movimiento de cabeza, al momento que se despidió de Armand, el joven ya no pudo hacer lo propio pues ellos se habían alejado rápidamente.
Durante el regreso al apartamento de ella todo fue silencio, ella se sentía un tanto incómoda pero no se atrevió a preguntar, por lo que al llegar solo atinó a decir un hasta mañana. Se encaminó hacia la puerta y notó como Albert le seguía mientras ordenaba al chofer que lo esperase, entraron y él se desplomó sobre un sofá mientras recuperaba lentamente su actitud habitual.
Sabes Candy, realmente nunca entenderé a la gente que se dice hacer el bien, quiero que me disculpes por la actitud de hace un momento, pero me enfada sobremanera que el realizar un bien tenga un propósito oculto ante los demás, me enteré que este dichoso baile no sólo era para recolectar fondos, sino para que un idiota ganara popularidad a través del mismo con fines políticos, como si no fuese suficiente todo lo que hacen para mal ganar ahora se valen de cosas que yo considero fraudulentas, nunca entenderé a los políticos, ni a ese tipo de gente que se dice prestigiosa haciendo cosas que no lo son... – dijo finalmente el rubio.
Candy colocó sus manos sobre los hombros de él para que se relajase, toda vez que la tensión se empezó a disipar le ofreció una gran sonrisa, ante lo cual él respondió abrazando a la chica.
No sé que haría sin ti pequeña, eres la única por quien yo puedo sobrellevar esta vida – deposito un beso sobre la frente de Candy y se despidió.
Candy se fue a su habitación, pensando en su querido amigo, tratando de comprender los motivos de Albert para no dejar todo y hacer su vida como siempre lo había soñado, deseaba con toda su alma que él fuese feliz, que sus más preciados sueños se cumplieran y que la inmensa carga que llevaba a cuestas por ser quien era desapareciera. Era tan lindo verle sonreír y rodeado de todos esos animalitos – pensaba Candy para sus adentros – pero se prometió que haría lo que estuviese en sus manos para lograr que él alcanzara la felicidad.
Los días pasaban y todo parecía ir bien en Chicago, Candy trabajando arduamente en el hospital, Albert resolviendo sus asuntos, asistiendo esporádicamente a las aburridas fiestas con tal de mantener el Consorcio Andrew de pie y por encima de los demás, mientras que allá lejos, en Nueva York, a miles de millas de distancia, Terry seguía luchando en su interior por decidir su futuro, lo que sería su vida de una buena vez, había llegado a los límites y ya no tenía muchas excusas para postergar su unión con Susana.
¿Que debo hacer?, ¿Cómo debo hacer para seguir viviendo sintiendo todo esto aquí dentro? no la puedo olvidar, no puedo seguir con esta tortura que me quema. ¿Y si cancelo la boda?, ¿Podría seguir viviendo sabiendo que Susana sufre?, ¿Me aceptaría ella de nuevo, podríamos volver a empezar? – Estas y mil preguntas más estaban presentes todo el tiempo en su cabeza sin encontrar respuesta alguna y esto lo hacía ponerse mal.
Un día, luego de mucho pensarlo, tomo una decisión, pensando que sería lo mejor para tranquilizar un poco su existencia. Por lo que considero adecuado comunicárselo a su progenitora, la famosa actriz Eleanor Baker, que aunque su relación no era muy estrecha él la quería como su madre que era, pero no la frecuentaba muy a menudo. Ese día estaba haciendo frío, el joven llego a la casa de la actriz y luego de un breve saludo se sentaron a conversar, conforme la conversación se acercaba a su fin la actriz parecía no comprender, pero siguió escuchando a su hijo hasta el final.
Y bien, ¿Qué opinas al respecto? – Preguntó él un poco dudoso.
La actriz respiro profundo y ante la sorpresa de él empezó a llorar como nunca antes lo había hecho.
Regresar
.
