Aún en la distancia
PARTE III
El tiempo parecía haberse detenido por un largo instante, en aquella habitación no parecía existir nada más que dos seres que se reencontraban una vez más, sin atreverse a pronunciar palabra, temerosos quizá de romper el encanto de ese instante o anhelando tal vez que aquello se prolongase más tiempo, verde y azul, dos esmeraldas que se hundían en el azul intenso de dos turquesas, largos parecieron los minutos transcurridos apenas sus ojos se habían encontrado.
Mudos, ajenos a todo, embelesados el uno con el otro, sin poder emitir palabra alguna, de pronto, el toque de la puerta los hace salir del trance en el que estaban.
Perdón que interrumpa, pero es que solicitan a Candy en el quirófano, es una emergencia – dijo una enfermera que había ido a buscarla.
Voy en seguida Katty, gracias, con permiso – dijo al tiempo que salía de la habitación.
Terry reacciono y se acercó a su madre y sólo atinó a preguntarle – ¿Cuándo te darán de alta?
No lo sé hijo, pero siendo sinceros, no esta tan mal estar aquí, me han atendido muy bien y además no quiero sufrir alguna recaída, ya que estrenare obra en febrero, eso lo dirán los doctores, siéntate un rato a mi lado, ¿Quieres? – le dijo dulcemente a Terry, quien no lo pensó y acerco una silla.
Veo que te sigue gustando este color – dijo a la actriz al tiempo que observaba el camisón que traía puesto.
¿Verdad que esta precioso?, me lo regalo Candy hoy, me sorprendió gratamente al adivinar mi color favorito sabes – dijo la actriz alegremente.
Así que lo recuerda, ella aún recuerda esa velada en Escocia, disfrutamos del calor que el fuego de la chimenea nos brindaba mientras nuestras ropas se secaban, lucía tan hermosa envuelta por aquel camisón que le habían dejado de obsequio, la lluvia caía torrencialmente pero nada importaba, sólo su compañía, que días tan hermosos, si pudiese volver el tiempo y beber de nueva cuenta el néctar de sus labios, como aquella vez junto al río – pensaba para sus adentros Terry, quien tan absorto se había quedado en sus pensamientos que no había escuchado palabra alguna de lo que la actriz le había dicho.
Terry... Terry, ¿te encuentras bien? – preguntaba insistente Eleanor al ver la expresión de su hijo.
Oh si, disculpa, me distraje, decías algo – fue lo que pudo decir el chico, tomando nuevamente la actitud de siempre.
Sería mejor que fueras a descansar, mira, puedes ocupar mi habitación del hotel, ¿qué opinas?
No, estoy bien aquí, dime, que fue exactamente lo que dijo el doctor respecto a tus golpes – pregunto Terry.
La actriz le conto a detalle todos y cada uno de los estudios que le habían realizado desde su ingreso al hospital, así como todo lo linda que se había portado Candy con ella, tratando discretamente de ver que reacción tenía el chico cada vez que mencionaba el nombre de la joven.
Mientras, Candy salía de una operación bastante difícil, ya que cuando se había percatado de quien se trataba por poco y se desvanece, afortunadamente todo salió bien y el joven que acababan de intervenir se recuperaría satisfactoriamente, se trataba de un chico al que le habían propinado dos puñaladas y una tremenda golpiza, pero las heridas no habían alcanzado a dañar ningún órgano vital, pero presentaba un problema en uno de los riñones, por lo que habían tenido que operarle, instantes después lo habían subido a una habitación, a Candy le habían pedido que se encargara del paciente, en un momento pensó en negarse, pero como no podía sólo asintió con la cabeza.
Dígame doctor Stevens, ya le han avisado a la familia del chico lo que ocurrió.
No, Candy, desafortunadamente el chico no traía identificación alguna, por lo que nos ha sido imposible establecer su identidad, probablemente fue víctima de algún asalto y le quitaron todas su pertenencias.
Si gusta yo puedo hacerlo, conozco al chico, pero para eso tengo que llamar primero a una persona.
Por mí no hay ningún problema, encárguese entonces de avisar a los familiares y este al pendiente por si ocurre algún cambió, aunque creo que el chico no despertara sino hasta mañana, ya es tarde y el efecto de la anestesia durara por lo menos hasta la de la mañana.
Si doctor, con permiso.
Candy se alejó del doctor y cuando llegó a la recepción se encontró con que Albert estaba ahí.
Albert, justo iba a llamarte, necesito pedirte un favor, sabes, Neal fue herido en una riña y se encuentra hospitalizado, podrías avisarle a la familia Leagan.
No te preocupes Candy, sé perfectamente lo que ha pasado y ya he llamado a su padre, estará en unos momentos aquí.
Entiendo Albert – dijo Candy mientras se sentaba un momento al lado del joven tío Abuelo.
No te preocupes por Neal, Candy, ni por su familia, de mi cuenta corre que no te agredan en esta ocasión.
Mhm, asintió Candy.
Albert se levantó y se inclinó hacia ella, por un momento había pensado que su estado de ánimo se debía a lo ocurrido a Neal, pero tras de haber visto sus ojos se había dado cuenta de que el motivo era otro.
¿Qué te pasa Candy? ¿Por qué estas así? – le pregunto dulcemente mientras colocaba su mano bajo su barbilla y la levantaba para mirarle.
No es nada Albert, no te preocupes, es que estoy un poco cansada, enseguida estaré bien, debo ir a realizar una ronda, deberías ir a descansar – mintió Candy, al tiempo que hacía un esfuerzo por adoptar su habitual estado de ánimo.
No, esperaré al Sr. Leagan, yo mismo le explicaré lo ocurrido, así te evito el trato con él, además haré que mañana mismo transfieran a Neal a otro hospital, no quiero que tengas ningún enfrentamiento con Sara y Eliza – dijo Albert al tiempo que acariciaba la mejilla de Candy y le sonreía.
Gracias Albert, espero que no tengas ningún otro problema, si me disculpas, tengo cosas que hacer.
Salió a realizar sus actividades, pasó una vez más por la habitación de Neal y se aseguró de que estuviese bien, terminó su recorrido y volvió a la recepción, pensó que encontraría a Albert pero no fue así, por lo que dedujo que ya habría llegado el padre de Neal y se habían ido a algún otro sitio a platicar, durante ese lapso de tiempo se había olvidado que Terry estaba en el mismo hospital, pero su compañera se lo recordó.
Sabes Candy, hace un momento un chico preguntó por ti, le dije que estabas de ronda y cuando voltee ya no estaba – dijo Katty con una expresión divertida en su rostro.
No sabes quién era supongo – dijo Candy, pensando que quizá se había tratado de Albert que se habría ido a despedir.
Como olvidarlo, si es tan apuesto, se trata del chico que vino a visitar a tu paciente favorita – respondió al tiempo que guiñaba un ojo.
Terry – pensó Candy y no dijo nada más.
Las horas continuaron y el turno de Candy estaba por concluir, debía realizar una última ronda para completar su reporte, pero la sola idea de ver a Terry de nuevo la hizo cambiar sus habitaciones con las de Katty, argumentando que debía revisar al paciente que había ingresado de urgencia durante la noche, una vez que terminó su reporte, se mudó de ropa y salió a abordar un taxi. Se sorprendió al ver que había uno esperando precisamente por ella.
Usted debe ser la señorita Candice White, suba por favor, la llevaré a su casa enseguida y no se preocupe, ya ha sido cubierto el pago – le dijo sonriente el chofer a una Candy sorprendidísima.
¿Podría decirme quien le ha dicho que necesitaba un taxi? – preguntó al tiempo que se acomodaba en el asiento.
Anoche un amigo suyo utilizó mis servicios, me dijo que debía esperarla aquí y llevarla a su casa, a decir verdad, su amigo tiene una forma muy peculiar de describirla señorita – comentaba divertido el chofer.
Así que un amigo mío, dígame, podría decirme que fue exactamente lo que le dijo.
Claro señorita, mientras nos dirigíamos a su hotel me dijo que quería que recogiera hoy por la mañana a una amiga suya, le pregunte que como iba a reconocerla y él me dijo: no se preocupe, lo sabrá al verla, es rubia, de rizos rebeldes, con unos enormes ojos verdes y unas notables pecas en la nariz, no tendrá problema para reconocerla, no hay otra igual –respondía el chofer mientras una sonrisa asomaba en su rostro.
¡Terry!, seguro que fue él, pero como se atreve a decirle a un desconocido mis señas, ¿Que más le dijo ese malcriado? – preguntaba con un tono que hizo que desapareciera la sonrisa del chofer.
Sólo eso señorita, no se enfade, se ve que él la aprecia mucho, no cualquiera se hubiese tomado la molestia de asegurarse que usted llegara sana y salva a su hogar, yo sé mucho de esto créame, ese chico debe estar perdidamente enamorado de usted, lo vi en sus ojos.
La expresión de Candy paso del enojo a la calma, mientras su rostro se enrojecía ante el comentario del chofer, que parecía no querer quedarse callado y le contó más de una historia de amor mientras se acercaban a su departamento.
Servida señorita, espero que no esté molesta conmigo, después de todo yo solo cumplo con mi deber – dijo el chofer al tiempo que ayudaba a Candy a descender del auto.
Entro en su casa y se dirigió a su habitación, estaba realmente exhausta, no quería pensar en nada, a pesar de que en su mente había mil y un imágenes que evocaban el recuerdo de Terry, llegaban a ella como un mar incontenible, las lágrimas asomaron a sus ojos y ella las dejo correr libremente, se sentía muy perturbada, al mismo tiempo sentía una alegría inmensa de volverle a ver, estaba completamente confundida, se levantó y extrajo de su bolso un pañuelo para secar sus lágrimas, rezó para que Dios la ayudase y le indicara lo que debería hacer, esto la tranquilizó un poco, se mudó de ropa y se durmió.
Toc, toc – se escuchaba a lo lejos.
Toc, toc – se volvió a escuchar.
Toc, toc – una vez más.
Un momento, ya voy – respondió Candy mientras se levantaba algo adormilada aún.
¿Srita. Andrew ? – pregunto un chico.
Sí, soy yo.
Le envían esto, firme por favor.
Un enorme y hermoso ramo de rosas rojas le fue entregado y dentro venía una tarjetita.
"Para mi bella enfermera y gran amiga"
Armand Kenneth
Que gentileza de su parte, esta precioso, mhmhm huele muy bien – pensaba al tiempo que aspiraba el perfume de las rosas y las colocaba sobre una mesita.
Por Dios, que tarde es, apenas tengo tiempo para comer y llegar al hospital, veamos, mhmhmh que mala suerte, mis víveres no son suficientes para preparar de comer, ya se, comeré en el restaurante que está cerca del hospital y mañana antes de regresar a casa pasaré por algo, bien, a bañarse.
A pesar de todo, ella se había levantado de muy buen humor, estaba contenta, pero no por las rosas recibidas, su corazón realmente se sentía bien, pareciera que con el descanso la paz había llegado a ella, terminó de alistarse y se fue.
Mhmhm, que bien huele – pensaba mientras se aproximaba al lugar donde comería – tengo tanta hambre que me comería todo lo que encontrase.
A punto estaba de entrar al lugar cuando una figura masculina se cruzó en su camino.
Disculpe, no lo vi – decía mientras volvía su rostro hacia el de él, topándose con un azul intenso inconfundible para ella.
Candy, yo, discúlpame, no me fije cuando caminaba.
Ella estaba confundida, no sabía si salir corriendo o enfrentarlo, realmente no se sentía preparada para hablar con él, la herida estaba abierta y con él ahí sólo sentía que sus fuerzas flaquearían, se quedó largo rato perdida en aquellos ojos que la hacían suspirar, los minutos parecían eternos y fue él quien finalmente rompió el silencio.
Ho.. la.. Terry, perdón por lo de hace un momento – respondió sonriéndole involuntariamente, lo que provocó una sonrisa aún mayor en el chico.
Si no me detengo hubieses sido capaz de derribarme - bromeó él.
No es para tanto, apenas y fue un leve toque – dijo Candy retomando poco a poco el control sobre sí misma.
Bueno, con permiso Terry, debo comer antes de entrar a trabajar, fue un placer saludarte – le dijo tratando de escapar de él.
Pero que mal educada señorita pecas, lo mínimo que puede usted hacer es invitarme un café en pago por el empujón de hace un rato – decía en su conocido tono bromista a una Candy que al escucharlo frunció el ceño y levanto su nariz en señal de indignación, lo que hizo que sus tenues pero aún presentes pecas se movieran graciosamente.
Mi nombre es Candice White, mocoso engreído, pero para que vea que soy una dama, le invito no una, sino dos tazas de café.
Él le ofreció su brazo para acompañarla a una mesa, a pesar de estar disfrazado para que nadie le reconociese, a ella le bastaba con ver esos ojos para reconocerlo, si bien es cierto que aquel lugar era bastante elegante y hasta cierto punto lujoso, cosa que a ella en un principio le había hecho desistir de entrar la primera vez que entro temerosa de encontrarse a algún miembro de su honorable familia, también era cierto que el ambiente era cálido y sencillo, además de que la comida era exquisita, cosa que terminó por convencerla de visitarlo asiduamente, ya fuera sola o en compañía de sus amigos. Ella ordenó su comida mientras el degustaba un café haciéndole compañía, apenas y habían hablado, sentían mucha curiosidad de saber el uno del otro pero no se atrevían a preguntar por temor quizá de averiguar algo que los dañase, Candy comió ávidamente, ante los ojos de un Terry que se mostraba divertido al ver el buen apetito de su compañera, haciendo bromas que molestaban a la chica pero que no por eso dejaba de ingerir sus alimentos, la hora del postre llegó y fue entonces que la atmósfera se tornó un tanto extraña, ambos se habían quedado en silencio nuevamente, tocando el turno para Candy de hablar.
¿Has ido a ver a tu madre?
Si, hace un par de horas estuve con ella, creo que está mucho mejor.
Si, la verdad es que ha sido una buena paciente y ha seguido al pie de la letra las instrucciones del doctor para recuperarse, creo que pronto saldrá del hospital.
Te gusta mucho tu trabajo, ¿Verdad Candy? – dijo en un tono tan dulce, que hizo que la chica dejara su taza de té.
Sí, me encanta.
Y a ti, te gusta mucho tu carrera, ¿Cierto?
La adoro, lo sabes perfectamente, pero no todo en mi vida es la actuación sabes.
Santo Dios, que tarde es, me retaran nuevamente por llegar tarde, mesero, la cuenta por favor.
Candy utilizó esto para detener la charla, pues se estaba aproximando a un camino peligroso y no sabría que hacer ante eso. El mesero llego presto a dejar la cuenta y en un gesto caballeroso, Terry pago el monto, ayudando a Candy a levantarse para así dirigirse al hospital, que se encontraba tan sólo a unas cuadras.
Gracias por la comida Terry, nos vemos luego.
Aguarda un segundo, te acompaño, ah y no tienes nada que agradecer, con todo lo que comiste imagine que no te alcanzaría y no quise dejar que pagaras lavando los trastos.
Terry, me haces enfurecer – dijo al tiempo que corría tras de él para propinarle unos golpes.
Con esta actitud, ambos se sintieron transportados en el tiempo y el espacio hacia el Colegio San Pablo, haciéndoles sentir como aquellos dos adolescentes que un buen día y sin darse cuenta, formaban uno solo. Corrieron un tramo, quedando a unos pasos del Santa Juana, hasta que ella dejo de correr, pues apenas había comido y no podía esforzarse más, debido a este ejercicio sufrió un dolor abdominal y se dobló, lo que provocó que Terry regresara y la tomara en brazos, llevándola de inmediato al hospital.
¿Cómo esta doctor? – preguntó realmente preocupado.
Ella está bien, fue sólo que no debió haber corrido después de haber tomado sus alimentos, con un poco de descanso y un analgésico se pondrá bien.
Muchas gracias doctor, ¿puedo pasar a verla?
Estos jóvenes de ahora, claro que puede verla, pero sólo un momento, luego ella debe volver a sus ocupaciones, de acuerdo.
Pase por aquí jovencito, Candy, tienes un novio muy impaciente, aunque le he dicho que estarás bien ha insistido en verte, con permiso.
Si el doctor hubiera visto la expresión de los dos chicos al tiempo que hacia su comentario probablemente se habría reído mucho, ella parecía un tomate y él estaba con sus ojos azules muy abiertos, el doctor salió y Terry respiró profundo antes de aproximarse a ella.
Lo ves, aparte de pecosa eres una imprudente, como se te ocurre perseguirme de ese modo, te pudo pasar algo mucho peor.
La culpa es tuya por hacerme esos comentarios tan molestos sobre mi apetito – respondió enseñándole la lengua, a lo que él sólo pudo responder con una sonrisa.
Me preocupé mucho por ti, me alegra ver que estas bien.
Gracias Terry.
No hables más pecosa, descansa.
Ella cerró sus ojos, disfrutando de su compañía, agradecía a Dios infinitamente porque él estaba a su lado, él se sentó a su lado y sujeto su mano, mientras su mente lo llevaba hasta aquella noche tormentosa donde ella había resbalado por la escalera al verle galopar, creyendo que se trataba de su entonces amado Anthony, que tonto había sido aquella ocasión, ponerse celoso de una persona que ya no existía, luego había llevado a Candy inconsciente a la enfermería y había enjugado sus lágrimas mientras ella repetía el nombre de aquél chico, una vez más había llevado a su pequeña pecosa a ser atendida pero en esta ocasión no mencionaba ningún nombre, ¡Oh Dios!- pensó Terry-que mis oídos no vuelvan a escuchar ningún otro nombre de sus labios que no sea el mío, no lo soportaría, mientras él seguía contemplándola el tiempo transcurría, y así, paso una hora y ella se incorporó, le dio nuevamente las gracias a Terry y salió de la habitación sin dar tiempo para que él hablase.
Sigues siendo tan fuerte como antes, mi pequeña pecosa – pensó para sus adentros al tiempo que se dirigía a la habitación de Eleanor.
Buenas noches Sra. Baker, el doctor me ha dicho que pronto dejará el hospital, me alegro mucho por usted, sólo revisare su temperatura y le daré sus medicamentos – saludó Candy mientras con la mirada buscaba en la habitación la presencia de él.
Gracias Candy, pero llámame Eleanor por favor – saludo mientras se dibujaba una sonrisa en sus labios al ver el desencanto de la chica al no encontrar a su hijo – por cierto, según me dijo el doctor en un par de días más estaré fuera de aquí y quisiera pedirte algo.
¿De qué se trata señora, perdón, Eleanor?
Por si no te has dado cuenta Candy, en 4 días más será nochebuena, en mi estado me será imposible viajar para celebrarlo en New York, así que he decidido celebrarlo en el hotel, ¿te gustaría acompañarme Candy?
Bueno, es un honor para mí la invitación Eleanor, pero no podría responderle ahora, usted sabe que una enfermera no sabe cuando descansará.
Hagamos algo Candy, prométeme que si te dan ese día libre me acompañaras, sabes, por lo general en estas fechas estoy rodeada de gente a la que no conozco o apenas trato y me gustaría que esta vez fuese especial, me entiendes.
La entiendo, entonces es una promesa, si no ocurre algún imprevisto le acompañaré ese día, pero…
¿Pero qué Candy?
No nada, que descanse, hasta mañana.
Hasta mañana Candy.
¿Alguna novedad Katty? – preguntó a su compañera en la recepción.
Oh si Candy, sabes, hay un caballero esperándote desde hace un rato y el caballero que visita a la paciente del 21 te dejó una nota, aquí tienes.
Terry, no la firma pero sé que es de él, la leeré luego, ¿Un caballero me espera?, mhmhm, ¿Quién será? – pensaba para sus adentros.
En un momento regreso Katty, veré que se ofrece y vuelvo enseguida.
Buenas noches Candy, ha pasado mucho tiempo, ¿Cierto?
Sr. Leagan, no esperaba verlo por aquí, es decir...
Si Candy, se a lo que te refieres, pero permíteme explicarte, antes que nada quiero agradecerte todo lo que hiciste anoche por Neal, Albert me contó lo sucedido y no sabes lo avergonzado que estoy contigo por no haberte dado tu lugar cuando viviste en mi casa.
No se preocupe por eso Sr. Leagan, yo no le guardo rencor.
Podríamos hablar en otro sitio Candy, por favor.
Por supuesto, vayamos a la cafetería, a estas horas debe estar desierta pero aún hay servicio.
Llegaron al lugar y el señor Leagan fue quien retomo la palabra.
Te sorprenderá mi actitud, lo sé, pero quiero que sepas que hasta hoy que he visto en lo que se ha convertido mi hijo y que casi pierde la vida, me doy cuenta de que a pesar de todo no he sido un buen padre, no lo fui con mis propios hijos y por ende tampoco lo pude ser para ti, sé que con pedir disculpas no puedo remediar todo el sufrimiento que has pasado, pero quiero hacer algo por mis hijos, no quisiera que se perdieran y tú me puedes ayudar en mis dos enmiendas, si es que acaso puedo contar con tu ayuda.
Por mi parte sabe que no hay nada que perdonar, siempre le he comprendido Sr. Leagan, no todo ha sido triste para mí, eso lo sabe, de no haber sido porque llegue a su familia jamás hubiese llegado al lado de los Andrew y eso es mucho para mí, por otro lado, puede contar con mi ayuda incondicional, siempre que no se trate de su esposa e hija.
Te entiendo Candy, es por eso que esta conversación quedara entre tú y yo.
Siguieron hablando por unos minutos más, luego Candy fue a la habitación de Neal, quien estaba dormido, por lo que no hizo ruido, el chico no fue trasladado debido a su estado y a cambio el Sr. Leagan había hecho arreglos con la ayuda de Albert para que la prensa no se enterara, a la vez que su esposa e hija no se encontraban en la ciudad, lo cual hizo más sencillas las cosas. Posteriormente leyó la nota que había dejado Terry para ella y sólo pudo sonreír al terminarla. La nota decía esto:
"Cuídate pecosa, espero que no ocurra nada durante la noche"
Tuyo: Terry
Terry, eres tan dulce, pero no puedo dejar que esto siga así, no puedo verte, ya no más, tú te irás nuevamente con ella, donde perteneces, yo no debo dañarle, no puedo – pensaba mientras caminaba con la cabeza baja a cumplir con sus deberes.
La noche transcurrió tranquila, aun así ella estaba inquieta, no sabía que era exactamente pero presentía que algo ocurriría ese día, al terminar su turno Candy fue por sus cosas para irse a descansar, no se mudó el uniforme ya que tenía que llevárselo de todas maneras para lavarlo. Nuevamente se encontró con el mismo taxista y sólo sonrió sabiendo de quien era el detalle, en esta ocasión se quedó callada, mientras en su interior había una lucha entre la razón y el corazón con respecto a lo que debería de hacer. Al llegar a su departamento se encontró con una grata sorpresa, Albert estaba ahí esperándole, de alguna manera siempre presentía cuando a ella le pasaba algo y esta vez no fue la excepción.
¿Te encuentras bien Candy?
¡Que gusto verte Albert!, te parecerá muy extraño pero hoy realmente necesito de tu compañía.
¿Algún motivo en especial?, anda hermanita cuéntame mientras desayunamos, sé que a pesar de la hora tu apetito siempre es el mismo, acaso el motivo de querer charlar conmigo son esas rosas eh.
¡Oh Albert!, tu no cambias, en un momento estoy contigo.
Charlaron un buen rato antes de que el partiera a hacer sus múltiples ocupaciones que como cabeza de una familia tan importante debía atender. Trataron temas no muy profundos, pues con la discreción que caracterizaba a Albert no le preguntó nada sobre su actitud, sabía que algo le estaba perturbando pero no quería forzarla, sabía que llegado el momento ella misma se lo contaría. Él se fue y Candy se fue a descansar, la compañía de Albert la había relajado un poco por lo que se durmió enseguida.
Eran las 3 de la tarde cuando se despertó, realmente no había descansado bien pero sabía que tenía deberes que cumplir, no había tenido necesidad de comprar víveres gracias a que Albert le había llenado su alacena, una vez que decidió lo que prepararía se dirigió a su habitación para prepararse antes de comer, de ese modo tendría tiempo suficiente para llegar al hospital sin contratiempos; la presencia de Albert siempre la hacía recobrar la tranquilidad, en él se podía refugiar sin temor, él siempre la apoyaba en los momentos difíciles, además de que estaba a su lado, en esta ocasión la había sorprendido decorando su apartamento con motivos navideños, sólo faltaba colocar la estrella en un pequeño árbol que había sido colocado estratégicamente cerca de la ventana de su pequeña sala, sabedor de que a la chica le encantaba hacerlo, la dejo a un costado del árbol con una pequeña nota:
"Al árbol le falta la estrella, a tus ojos su brillo, coloca la estrella, que el brillo de tus ojos pronto volverá"
W. Albert Andrew. Albert, siempre tan dulce, bien, comeré y terminaré de colocar todo en su sitio antes de marcharme, Srita Pony, hermana María, las extrañare mucho esta nochebuena, pero sé que ustedes me entienden, mis dos madres, los chicos, ¡Como los extraño!, espero que el próximo año si podamos disfrutarlo juntos, mhmhmhmh, extrañaré la tarta de la Srita. Pony, le pediré a Albert que les haga llegar mis obsequios a todos allá. Un golpe insistente en la puerta interrumpe sus recuerdos. Al abrir, un enorme y bello ramo de rosas la sorprende, pues ocultaba el rostro de quien las llevaba.¿Son para mí?
Por supuesto, no sólo las rosas, también mi corazón – fueron las palabras del chico que sostenía aquel arreglo tan hermoso.
Candy se ruborizó notablemente ante el comentario, su seguridad se vio un tanto perturbada y sólo atinó a tomar en sus manos las rosas y dar un apenas audible "gracias" a su interlocutor.
No debiste molestarte, están preciosas.
No tanto como tú, sabes, con tu presencia su belleza se opaca.
No digas esas cosas por favor.
Está bien, está bien, pero acepta al menos que son menos bellas que tú.
Si tú lo dices, debe ser porque entonces tu vista no anda del todo bien, así que haré que un doctor te revise en el hospital en tu próxima visita. ¿Te gustaría acompañarme a comer?, pasa.
Una dama no debe admitir la visita de un caballero a solas en su apartamento, sería mal vista por la sociedad. Por lo que debo negarme ante tal invitación, pero siendo que la dama aún no come y yo tampoco lo he hecho, me atrevo a invitarla para que me acompañe a comer, prometo que pasará un rato agradable y llegará puntual a su lugar de trabajo, ¿Qué dice señorita?
Me encantaría, entonces caballero, aguarde un segundo en lo que termino de arreglarme y salgo.
El joven sonrió y se dispuso a esperar en la entrada del apartamento, toda vez que Candy salió, le ofreció su brazo y se dirigieron al auto, donde él la ayudo a subir y posteriormente ocupó su lugar frente al volante y arrancó en dirección al hospital Santa Juana, los jóvenes conversaban animadamente, a pesar de tener poco tiempo de tratarse, entre ellos había nacido una hermosa amistad que crecía día con día, no se frecuentaban mucho debido sobre todo, a las ocupaciones de Candy, pero cada vez que salían juntos disfrutaban enormemente la compañía mutua, llegaron al mismo restaurante donde un el día anterior se topara con Terry, por lo que al llegar al umbral de la puerta dudo un poco de entrar, cosa que fue percibida por el chico.
¿Sucede algo?
No nada, sólo que me detuve a pensar en que voy a ordenar, vamos – sonrió y dirigió un guiño a su acompañante.
Candy, siempre igual, ¿no sabes que en este mundo existen muchas otras cosas en que pensar que no sea comida?
Sí, es cierto, pero no me vas a negar que no hay nada más delicioso que comer y sobre todo a la hora del postre – y ante este comentario ambos jóvenes rieron de tal forma que todos los clientes volteaban a ver a tan singular pareja.
Los chicos se percataron de esto y se dirigieron a su mesa, que se encontraba situaba junto a un gran ventanal que daba a un enorme jardín , además de estar algo alejada de las miradas inquietas de las personas, en ese espacio, sólo estaban tres mesas, con asientos para dos, lo que le daba un ambiente más íntimo al lugar, ella había conocido por fin a alguien que gustara de comer pasteles tanto como ella, la comida paso entre risas y platica, siendo él quien más hablaba y eso a ella la divertía mucho, porque era muy ingenioso contándole historias e inventando fantasías.
Sabes Candy, desde que te conozco me he dado cuenta de que siempre soy yo quien habla y tú sólo te limitas a escuchar, así que la próxima vez que salgamos tú serás quien hable, de acuerdo.
Está bien Armand, pero no te molestes conmigo, pero por si no lo has notado, siempre eres tú quien no me da tiempo de hablar, apenas cuentas algo y ya sabes lo que dirás al minuto siguiente.
Armand se sonrojo ante el comentario de Candy, quien al verlo sólo pudo sonreír con lo que le devolvió la confianza al chico, él estaba convencido de que ella sería la esposa ideal, pero también sabía que si ella no le estaba dando la oportunidad de acercarse con ese motivo era porque alguien ya ocupaba su corazón, pero siempre que podía, le decía lo que sentía, lo hacía de una forma u otra, pero como siempre terminaba riéndose o embromándola, ella se lo había tomado siempre como un juego, en el cual a veces le correspondía con comentarios amables o simplemente dedicándole una de esas sonrisas que hacían que todos los hombres cayeran arrodillados a sus pies sin ella proponérselo. Pero no todo era siempre bromas y risas, a veces él le contaba sobre su vida y las inquietudes que tenía, además de sus experiencias en la universidad, le había confiado sus sueños y anhelos, obteniendo de ella siempre el apoyo que como buena amiga de todos siempre daba. Candy sabía que él la quería, pero cada vez que él estaba a un paso de profundizar sus palabras, ella cambiaba el giro de la conversación de forma sutil con el afán de no lastimarlo, pues bien sabía que en esos momentos no era capaz de darse la oportunidad de abrir su corazón y no sabía hasta cuando lo haría, pues el dueño de él seguía viviendo tan dentro que difícilmente alguien podría ocupar su lugar.
Luego de comer, Armand llevó a Candy al hospital, como todo un caballero la acompañó hasta la entrada principal depositando un suave beso en el dorso de su mano, ella se despidió alegremente agradeciendo el buen rato que había pasado, se le veía contenta, pero todo esto fue observado a lo lejos por unos intensos ojos azules que se llenaron de celos y furia al ver con cuanto esmero y alegría la chica le había correspondido a Armand. De no haber sido porque se encontraba con su madre habría explotado y roto todo a su alrededor, por lo que sólo se limitó a cerrar los puños.
Buenas tardes Betsy y Katty, alguna novedad.
Buenas tardes Candy – respondieron ambas al unísono, siendo Betsy quien le diera el reporte de los pacientes.
Uff, creo que será una larga noche, han ingresado demasiados pacientes, muy bien chicas, las veré luego, empezaré mi ronda de inmediato.
Hola chicos, se les ve muy bien, oye Frank, me han dicho que mañana dejas el hospital, me alegro por ti, pero recuerda que debes poner más cuidado cuando subes las escaleras, ¿cómo está la pierna?
Muy bien Candy, pero no me quiero ir, te voy a extrañar mucho – y al decir esto el pequeño se abrazó de Candy y comenzó a llorar.
No llores Frank, piensa que en tu casa vas a estar muy bien, además ahí estarán tus padres y puedes venir a visitarme cada vez que quieras – lo consoló ella, como lo haría una madre, con toda la dulzura y ternura que era capaz de sentir y de dar a los demás.
Yo tampoco me quiero ir de aquí.
Ni yo.
Yo menos
Eran las voces de todos los pequeños del pabellón que Candy cuidaba, estaban muy familiarizados con ella, aunque algunos no tenían mucho tiempo en el hospital era fácil encariñarse con una chica así, quien siempre se tomaba un tiempo y les leía cuentos antes de que las luces del pabellón se apagarán para que durmieran, además de tener la palabra exacta que cada niño necesitaba escuchar.
Muy bien niños, escúchenme todos con atención, si se siguen comportando así, lo único que lograran es que les cambien a la enfermera, todos tienen unos padres amorosos que están ansiando verles de nuevo jugando y riendo en los rincones de su casa, piensen en ellos un momentito y verán que tengo razón, además siempre que quieran y necesiten de mí pueden venir y yo los escucharé, ¿de acuerdo?
Siiiiiii – fue la respuesta de todos los pequeñitos, mientras esto ocurría, Mary Jean que se encontraba afuera del pabellón, había observado la escena con un gesto de satisfacción y alegría que rara vez se le notaba y pensó para sus adentros. "Creo que ya es tiempo de hablar con esta chica respecto a su futuro inmediato". Y con este pensamiento se dirigió a su oficina.
¿Buenas tardes Neal, como te encuentras?
Que no es ese tu trabajo, saber cómo están los pacientes – fue la grosera respuesta de Neal, lo cual no tomo por sorpresa a Candy, quien estaba acostumbrada a la petulante actitud del chico, pero éste, al ver fijamente los ojos de la chica cambió su tono – Lo siento Candy, no fue mi intención ser grosero, me siento muy aturdido, además de que me asfixia esta habitación.
Es natural Neal, apenas han pasado un par de días desde que te internaron, pero verás cómo en poco tiempo saldrás, incluso creo que el doctor va a autorizar que salgas para que puedas pasar nochebuena con tu familia, ¿no te alegra eso?
No, no me alegra, pues aun así estaré postrado en mi cama sin disfrutar de la fiesta.
Candy le hablaba como si entre ellos no hubiesen pasado tantas cosas desagradables, lo que mostraba al chico la bondad en el corazón de ella, esto lo llenaba de vergüenza y a la vez de felicidad al ver que por una vez en la vida ella no rehuía su presencia y estaba a su lado para darle ánimos y sobre todo cuidándole, sabía que esto sólo duraría el tiempo que el permaneciera en el hospital y que al paso del tiempo ella volvería a tratarlo igual, lo cual lo hizo sentir extrañamente desilusionado. De pronto el silencio se hizo sentir en la habitación al tiempo que Candy terminaba de revisar los vendajes de Neal, pasando desapercibido el leve estremecimiento que el contacto de sus manos provocaban en el chico, pues como buena profesional estaba acostumbrada a hacer esas tareas. Neal disfruto secretamente la cercanía de Candy, al tiempo que reconocía para sí cuanto la amaba y el hecho de poder aspirar su delicado aroma a rosas lo llenaba de una inusual alegría dentro de su pecho, aroma que a pesar del lugar en el que se encontraban podía identificar. La chica salió de la habitación dejándolo sumido en sus pensamientos y se dirigió a las siguientes habitaciones, al entrar a la de Eleanor saludo con su voz cordial y alegre, Terry lo malinterpreto y su de por sí ya mal humor se acrecentó al ver lo jovial que lucía Candy, aduciendo que sin duda se debía al chico que la había acompañado.
Vaya, al parecer has tenido un excelente día – dijo en un tono sarcástico y a la vez lleno de enfado.
La verdad sí, me siento bien, como espero que Eleanor lo esté – respondió inocentemente Candy, captando al instante ese tono en la voz del chico, pero no pudiendo hacer comentarios al respecto se dirigió a la cama para revisar a la actriz.
Si me disculpan, yo me retiro, buenas noches – salió él dando un portazo, olvidándose por completo del lugar en el que se encontraba, cosa que fue sorpresiva para ambas mujeres.
¿Pero qué le pasa a Terry? – se atrevió a preguntar.
No lo sé Candy, estaba bien hasta hace unos momentos pero de pronto se enfureció y estuvo maldiciendo en tono bajo – fue la respuesta de una sorprendida madre.
No se preocupe, ya lo conoce, esperemos que mañana ya esté bien, pasemos a terminar su revisión – dijo Candy, pero esta vez empleando un tono que dejaba ver la turbación que le había provocado la actitud del chico.
Que descanse Eleanor, hasta mañana.
La noche transcurrió de lo más complicado, se habían presentado dos cirugías y Neal en un arrebato había intentado levantarse lo que provocó que cayera de su cama y le habían tenido que atender y vigilarle durante un par de horas para asegurarse de que no tendría consecuencias su tontería, las seis de la mañana llegaron rápidamente, Candy pensó que tendría que doblar turno pero afortunadamente la chica que la cubría llegó, un poco tarde pero eso le daba a ella un poco más de tiempo para terminar su reporte, salió del hospital muy cansada, pensando sólo en llegar a su casa y descansar.
Buenos días, me permitiría la señorita acompañarla a su casa.
Buenos días Terry, no hace falta, puedo irme sola.
No importa, aun así te acompañaré – dijo al tiempo que abría la puerta del taxi, el mismo que había estado llevándola los días anteriores, el chofer la saludo con una sonrisa amable al momento de abordar, la cual correspondió e inmediatamente después el trayecto a su casa inició, el cual se hizo eterno debido a la tensión que se sentía debido a la actitud de Terry, bajaron del auto y contrario a lo que ella suponía, el taxi se marchó. Llegaron a la puerta de su apartamento y se disponía a despedirlo cuando el pregunto.
¿Me invitas una taza de café?
Si claro, pasa.
¿Quieres alguna otra cosa? – pregunto desde la cocina, donde se encontraba luego de haber depositado su abrigo y bufanda encima de una silla.
No gracias, con eso está bien – le respondió sorprendiéndola pues se encontraba a sus espaldas.
Candy no sabía cómo reaccionar, hasta ese momento ella había tratado de mantenerse fría e imperturbable ante la presencia de él, pero esa cercanía y esa privacidad que compartían en esos momentos estaban a punto de debilitar las pocas fuerzas que aún conservaba de no abrazarlo y pedirle que no se fuera, así que sacando esas últimas fuerzas, sonrió y se separó un tanto mientras disponía lo necesario para servir el café.
Parece que no has descansado, ¿te ocurre algo Terry?
Nada que no pueda solucionarse, tú en cambio te ves muy bien, ni la ardua jornada laboral opaca tu belleza.
No digas esas cosas Terry, debo lucir muy fea en comparación de las miles de admiradoras que tú tienes.
Una tenue sonrisa se dibujó en sus labios y respondió bajando un poco la guardia y relajándose.
Ninguna se compara contigo, ninguna.
Ella sintió como el rubor cubría sus mejillas y se sintió extraña, acaso era una insinuación de que todavía sentía algo por ella, acaso ese amor existía en él, no, se respondió, no era posible, que más bien lo que había era una amistad, lo que la lastimo internamente, pero se repetía una y otra vez de que la posibilidad de que él la amara aún era muy remota, él estaba comprometido y pronto desposaría a una linda chica, esto último le martilleaba su cabeza y luchaba por no preguntarle, no quería confirmar que él la había dejado de amar.
El silencio que había se volvía insostenible, pero ninguno de los dos se atrevía a decir nada, mientras Terry terminaba su café paseaba su vista por la habitación, sin duda el lugar era muy modesto pero gozaba de algo que el no disfrutaba, calor de hogar, se extrañó al observar unos guantes de hombre, pero siguió recorriendo cada rincón del pequeño mundo donde ella habitaba, se detuvo un momento a observar el árbol de navidad y no resistió la tentación de acercarse a él, permaneció ahí un momento y regresaba a su asiento cuando dos enormes ramos de rosas captaron su atención e impulsivamente se acerco a ellos, uno lucía mas fresco que otro, cosa que le indicaba que habían sido llevados recientemente, nuevamente volvió a sentir celos, pero en esta ocasión no pudo contenerse.
¡Vaya, hablas de mis admiradoras y tu tienes más que yo!, Veo que eres muy asediada – soltó el comentario sin notar con cuanta furia había sonado.
Bueno, no sé si sean muchos mis admiradores pero esas rosas me las envía una sola persona, un gran amigo mío.
¡Sí claro, un amigo!, Los amigos no te envían rosas rojas en señal de amistad, seguramente es tu enamorado, dime, ¿lo quieres mucho?
No creo que eso sea de tu incumbencia, hasta donde yo sé tú y yo no somos nada más que amigos – estalló Candy subiendo el tono de su voz y sintiéndose muy agredida ante las palabras de Terry.
Claro que es de mi incumbencia.
Por supuesto que no, tu ya tienes tu vida resuelta, ¿te vas a casar no?, Entonces, no veo porque deba importante si alguien me frecuenta o no. Eso es asunto mío.
De donde sacaste esa absurda idea de que me voy a casar, por supuesto que no, jamás me casaré. No podría hacerlo – Terry sintió como un balde de agua fría le caía encima al escuchar esto último, se daba cuenta entonces que su pequeña pecosa realmente sufría con la noticia de su supuesto matrimonio, pero como podía desmentirlo, ella no le creería, no tenía forma de probarle lo contrario, lo que lo hizo bajar la guardia y sentirse el más estúpido de los hombres sobre la faz de la tierra, finalmente, ella tenía razón, él no tenía ningún derecho de reclamarle nada.
Tienes razón, no soy nadie para meterme en tu vida – decía esto al tiempo que se dirigía hacia la puerta para marcharse.
Terry...
Ella no soportó más y las lágrimas comenzaron a fluir incontrolablemente, temblaba de pies a cabeza, sabía que si el se iba nunca más lo volvería a ver, él se detuvo al escuchar sus sollozos y sin pensarlo dos veces se acerco a ella y la abrazo, finalmente sostenía entre sus brazos a su pequeña pecosa, ella se aferraba a su cuerpo y correspondía el abrazo, su cabeza hundida en el amplio pecho, mientras él le acariciaba el cabello descansando su mentón en la cabeza de ella. Lentamente las lágrimas cesaron y ella se tranquilizaba, se separó un poco de Terry al tiempo que el se resistía a romper el abrazo, pero cedió sólo para clavar su mirada en los verdes ojos esmeralda, ambos se miraban intensamente, como explorando el interior de cada uno, reconociéndose.
Él continuaba sosteniéndola de la cintura, pero poco a poco, sus manos se dirigieron sobre sus manos, hasta llegar a su barbilla, la tomo suavemente entre sus manos mientras aproximaba sus labios hacia los de ella, que parecían estarlo esperando.
Mi tarzán pecoso... Te Amo ...
Dicho esto, sus labios se unieron en un tierno y apasionado beso.
…
Mil gracias a todas ustedes por seguirme en este fic…
No demoraré mucho la próxima vez, estoy sólo editándolo, espero no decepcionarlas…
Mis sinceros saludos a: Phambe, Dianley, Ster star, Kamanance, JUJO, ALEHERRERA, así como a quienes leen en el anonimato.
Besos de rompope…
