Okiya (置屋): es el albergue o pensión que da alojamiento a una maiko o geisha mientras dura su nenki, o contrato. La okiya normalmente paga todos los gastos, incluidos los kimonos y la formación, es una gran parte de la vida de una geiko y una maiko.
-¡Katsuki, baja a comer, cuanto antes!- una mujer de finos rasgos grito desde la planta baja, escuchando los pasos veloces de su hijo bajando por la escalera, en su mano derecha reposaba una pipa que contenía opio mientras su esposo la miraba con dulzura admirando cuando el humo llenaba los pulmones de su mujer.
̶-¿Te he dicho que te vez hermosa cuando fumas?- la mujer sonrio felinamente para acercarse con la gracia de sus tiempos de geisha.
-Desde que nos conocemos, no has parado de decirlo, a veces pienso que tienes una extraña mania- Se burló para a los segundos besar los labios de su esposo, escuchando un gesto de asco que provenía de su primogenito, haciendo que se separaran y la mujer mirar mal al crió. -miren a quien tenemos aquí, es el pequeño bastardo de mi hijo.
-Mituski, cariño,no seas grosera con él.- al parecer su petición murió en el aire, ya que su mujer golpeó en la cabeza a su hijo que gruñó ante tal acción. Muchas veces veía aquella escena tan peculiar en su familia, muchos dirían que le daba demasía libertad a su esposa pero no era cierto, si no fuera por la rubia su hijo haría lo que quisiera sin medir consecuencias; ya que hablando entre vosotros, el patriarca de la casa Bakugo era una persona sensible y fácil de quebrar emocionalmente hablando, por eso su esposa era valiente y arrogante, siendo ella quien asumía el papel de patriarca en la casa.
-Como sea, lávate esas manos y luego siéntate; tu padre no estará mucho tiempo ya que tiene asuntos que atender con el Shogun*- indicó la fémina para darse la media vuelta y colocar todo en la mesa.
Su primogénito asintió para salir rumbo al pozo y hacer la petición de su madre, su padre miró a su hijo notando los rasgos finos y andróginos heredados de su esposa, dentro de algunos años su kirk se presentaría y ante eso se sabría cuanta fuerza y valor tenía su hijo para poder ser un aprendiz a samurai, sabía que ese era el sueño de su hijo y cómo padre debía apoyar en todo para que lo logrará.
Caminó tranquiló siendo escoltado por dos de los guardias que trabajaban para su Shogun, aquello era de lo más normal para él ya que ser su sastre principal siendo el encargado de la vestimenta de los Todoroki, una de las familias más importantes ya que ocupaban todo el territorio de Yokohama a la vez que eran la segunda familia detrás de los Yagi, de quiénes se sabía sólo existía un miembro con vida.
-El Shogun le espera en su oficina, pase y tome asiento. - le indicaron para asentir y deslizar la puerta de la oficina principal, en el tatami arrodillado con una taza de té, yacía Enji Todoroki su Shogun.
-Amo, he venido lo más rápido que me pidió. ¿Qué es lo que necesita de su humilde ciervo?- habló respetuoso sintiendo las orbes aguamarinas mirarle con detenimiento.
-Tome asiento señor Bakugo.- se levantó para dejar su taza en un mueble de madera cercano, Masaru no levanto en ningún momento la vista, como modo de respeto, mientras yacía arrodillado frente zabuton* donde el pelirrojo antes estaba. -Verá, la necesidad por la que lo mandé a llamar es para que realicé otro de sus magníficos trabajos, se que usted es el mejor satre de todo Japón, por lo cuál su fama es muy bien conocida. - el castaño levantó un poco la mirada, asintiendo levemente. -. Dentro de poco mi hija Fuyumi contraerá matrimonio con los Ilda y necesitó que le haga un kimono ceremonial, a más tardar en un mes. - a Masaru se le heló la sangre, era imposible terminar un kimono de tal magnitud en ese tiempo tan precario.
-Mi señor, es imposible terminar una prenda de tal nivel en tan poco tiempo, requiero unos dos meses cómo mínimo, es difícil conseguir la tela en estos días y ni hablar de- fue interrumpido por la mirada fría de parte de Enji por lo cuál guardó silencio. -lo siento por ser tan impertinente mi señor, lo tendré en ese período. Perdoné si me retiró. - se levantó para salir rápidamente ante la mirada molesta de su amo, era un tonto por intentar replicar a su señor, por lo menos no recibió un escarmiento por tal atrevimiento.
-¡¿Qué?! ¡Acaso eres estúpido Masaru!- su mujer gritó mientras contenía las ganas de golpear con su abanicó a su esposo que se cubría de cualquier golpe de parte de ella, temblando ligeramente.
-Lo siento Mitsu, pero no pude pedirle más tiempo, es el amo Todoroki y como su ciervo debo obedecer. - comentó con la voz temblorosa mientras Mitsuki cruzaba los brazos mirándole con indiferencia.
-Masaru, es muy poco tiempo para un kimono ceremonial y tu más que nadie lo sabe, recuerda que la seda escasea en pocos días y conseguirla es cada vez más complicado.
-Lo sé cariño, pero es nuestro deber como sastres y debemos hacer lo mejor que podamos. - su mujer suspiró profundamente para acariciar con su mano el rostro de su esposo.
-Te perderás la demostración del kirk de Katsuki...
-Si, al parecer si, éste trabajo me matará algún día...- agarró la mano delicada de la mujer para besarle los dedos. - aún no entiendo, ¿Cómo pudiste casarte con un perdedor como yo? - sintió una patada ligera en su pierna derecha.
-No seas tan duró contigo mismo, sabes que me case contigo por tu amabilidad y tu manera de ver el mundo, fuisteis de los pocos que vio algo lindo en mí, recuerda que según las onee-san y la okaa-san era la unica maiko* que no mostraba un actitud bella. - el hombre recordó la primera vez que conoció a su esposa en la okiya, donde se enamoró de su peliculiar forma de ser, no todos conocías a una maiko que golpeaba a sus clientes o demás hombres pervertidos, riendo al recordar el golpe que le dio en el estómago cuando se hablaron por primera vez. -. Siempre tuviste una sonrisa brillante y una paciencia digna de un dios; Masaru, te amo y nunca olvides que te llamó la atención por que me preocupó por tí, no se que haríamos Katsuki y yo si no estas aquí. - abrazo a su esposo, conteniendo las ganas de llorar. -. Por favor, acaba ese trabajó rápido. - su esposo asintió, depositando un beso en la coronilla de su esposa.
Toda la noche estuvo haciendo el boceto del kimono, cortando las plantillas junto a buscar un maniquí donde probaría la prenda; su esposa en cambió sacaba agua del pozo antes de que su hijo despertara, era su obligación tener la comida lista antes de que los hombres de la casa bajaran a la cocina, se podian sentir los rayos matutinos algo débiles pero aún así eran lo bastante potentes para sentir calor. -Jodido calor de mierda...- murmuró entre dientes, mientras terminaba de sacar el agua necesaria, colgando las cubetas en un palo para facilitarle su carga. Caminó a paso tranquilo mientras tarareaba una canción que solía interpretar para su hijo cuando éste era un niño.
-¡Mitsuki, buenos días! - le saludo sonriente una mujer de cabellos largos verdes, mientras un niño de rizos del mismo color sujetaba la mano de la fémina.
-Oh, Inko, buenos días para ti también- sonrió para agacharse a la altura del pequeño -y buenos días para ti, Izuku- comentó al pequeño que se sonrojó para ocultarse con el kimono de su madre. -es tan tierno Inko, no como el estúpido de Katsuki.
-Bueno, Izuku aún es algo tímido ¿Y cómo está Masaru?
-Bien, sólo que ahora tiene un encargó especial, estoy preocupada de que llegué a sobre-esfozarse, la última vez sufrió convulsiones y delirios. - indicó mientras Inko cubría su boca, se sentía mal por preguntar aquéllo. -. Pero no te preocupes, es fuerte aunque aveces sea muy emocional. Lo siento si te dejo, pero debo llegar a cocinar antes de que Katsuki comience a joder. Cuídate Inko, adiós Izuku- se levantó para irse corriendo ante la mirada de los cuatro ojos esmeralda que le veían.
Al llegar a su casa pudo escuchar cómo en el estudió su esposo movía y buscaba. Dejó las dos cubetas, para sólo entrar con una, buscando con la mirada indicios de su hijo. -Como sea, me apuraré a cocinar y luego iré a comprar los ingredientes para la comida y la cena.- levantó los hombros para vertir el agua en una olla, donde podría a cocer el arroz.
Ambos rubios cargaban las bolsas con los alimentos para la semana, caminaban tranquilos, cuando estaban un poco más cerca de las lejanías del mercado escucharon cómo unos hombres mayores hablaban cosas obscenas de la fémina, Katsuki pensaba ir a darles pelea, pero la mano delicada de su madre se lo impidió, dándole poca importancia al asunto. Era normal escuchar que hombres mayores hablarán de esa forma de las mujeres, ella por lo menos tenía a su esposo, no podía imaginarse el infierno que Inko pasaba, ya que su esposo la había dejado luego de embarazarla y eso era una deshonra enorme que muchas veces era vista de simple mujerzuela o algo peor. Ambos continuaron su trayecto a su hogar, comentando sobre algún objeto que el menor no conocía y le daba curiosidad saber.
-Ne, mamá, ¿Para qué sirven los palos que llevas en la cabeza? - preguntó el menor mientras su madre emitía una delicada risa.
-No son palillos Kats, se llaman alfileres y son un regaló de cuando me case con tu padre, nuestro apellidó significa ganar y el siempre dijo que gano al haberse casado conmigo y como representacion de tal evento, uso elementos para decorarlos, un ejemplo son los cristales colgantes que representar mi kirk de nitroglicerina y las flores representan su kirk de óxido ya que frotando sus manos genera chispas pequeñas. - Katsuki abrió los ojos sorprendido para sonreír emocionado.
-Que genial, quiero tener un kirk igual al de ustedes.
-Verás que sera así, tendrás un kirk poderoso como el guerrero All Might. Serás el más fuerte.
Era una noche cálida cuando su padre lo hace llamar, sabe que tal vez sea la última vez que lo haga; la salud de su padre decayó desde aquél trabajo que su amo le pidió, paso por muchos síntomas dolorosos, pero al parecer la enfermedad se fué comiendo al hombre que poco a poco fue menos que la sombra de su juventud, espero el momento propicio para entra al cuarto, su madre está adentró junto a una sacerdotisa, rezando para alejar los malos espíritus de su esposo, escuchá como esa voz fría y fuerte de su madre es sólo un hiló de tristeza. La puerta se desliza, mostrando a dos mujeres. -Entra, tu padre te espera. - fue lo único que escuchó de su madre para ver como ella y la sacerdotisa se perdían por el pasillo de la casa que en algún momento estaba llena de vida.
Al entrar, la débil penumbra no oculta las facciones marchitas del hombre, y las cigarras del patio interior de la casa solo adornan las últimas palabras que su enfermedad no le ha robado:
―Lo siento tanto hijo, perdón por ser un hombre tan débil - Katsuki apretaba sus puños a los lados de su yukata, odiaba que su padre hablará de esta manera, como si tuviera la culpa de que la enfermedad le diera. -tu madre piensa que los dioses nos pueden ayudar... pero yo ya estoy a un paso de la muerte... Katsuki, acércate, quiero verte por última vez. - se acercó a paso tranquilo, arrodillándose frente al kotatsu donde su padre descansaba. -. Mírate, tan bello como tu madre, no sacaste nada de mí... Katsuki, necesitó que me prometas algo...
Es fue último que su padre le pidió estando con vida.
Toma la frágil mano entre las suyas con la sonrisa que antes su padre le dedicaba para sentirse mejor. ―Claro que lo haré, padre puedes descansar tranquilo.
-Ya llegué- indicó mientras deslizaba la puerta corrediza del estudio que antes pertenecía a su padre, encontrado a su madre pintando la tela de seda que acababa de llegar esta mañana.
-Bienvenido, ¿Como te fue en la práctica?
-Tsk, lo normal de siempre, Deku se la mantuvo llorando como el débil que es, aún no entiendo como aspira a guerrero. - Mitsuki suspiro irritada, odiaba que Mitsuki hablará así del hijo de su amiga de la infancia, Inko la ayudó a no quebrarse cuando Masaru murió y no íba a dejar que su hijo le faltara el respeto a la familia Midoriya; así que con su fiel abanicó le pegó en la cabeza a su hijo. -¡Qué diablos te pasa anciana!
-¡Ah, anciana seras tú! ¿¡Cuántas jodidas veces te tengo que decir que respetes a los demás!? - lo amenazó viendo como el chico se cubría mientras le miraba mal, recordándole a Masaru pero el castaño temblaría mientras pide perdón. - tu padre estaría molesto de la manera en la que te diriges a los Midoriya. Debes de ser más respetuoso, Izuku es un niño especial, su kirk aún no se ha presentado pero creó que tiene uno.
-¿Cómo lo sabes? No conociste a su padres y no sabes si es un sin-kirk como su hijo.
-... No pude hacer de comer, le pedí a Inko que fuera al pueblo y me trajera unos onigiris, comelos tu, yo terminaré de pintar la tela para el encargó- el rubio asintió para cerrar y dirigirse a la casa, que estaba a un lado del estudió. Miró como habian regado el árbol de sakura de su padre, sabiendo que la de cabello verde no sólo había traído la comida. Suspiró recordando como hace 6 años la señora Inko solía ayudarle a su madre y a él, siempre con respeto a su madre, como si ocultarán algo.
Todo su mundo se viene abajo, su madre le abraza por última vez, mientras lágrimas acarician su rostro; una peliverde le índica que deben irse cuanto antes, su madre le mira una vez más tratando de sonreír pero le es imposible. Y la ve marcharse lejos, montada en un corcel junto a la madre de Izuku.
Sí, podría haber huido con ellas, pero sabe que no llegarán lejos si van los tres, la buscarían sin importar nada.
Porque Katsuki no ignora que el emperador busca poder y ambiciona tener en sus manos a la hija desaparecida del regente de la familia de Shizuoka: específicamente, es la sangre que poseen tanto su madre como él.
Así que espera pacientemente, ataviado con las prendas más finas que antes le pertenecían a su madre cuándo era hija del emperador, a que vengan a reclamar la parte que corresponde a su madre y que él gustosamente ha de ofrendar en su lugar.
Ni siquiera es un engaño verdadero: en ningún momento derramarían la sangre de la familia Shizuoka.
Katsuki reza internamente porque la muerte sea rápida, que al saber que el poderío de su madre y es poco, que su tío es mucho más valioso que ellos y porque el emperador tengan el corazón suficiente como para no humillar su cuerpo: no quiere que descubran que no es su madre y que ella sigue viva en algún lugar, lejos de la mano del emperador Enji.
Cuando se desliza la puerta corrediza del cuarto que antaño perteneciera a su padres, mantiene la mirada en el horizonte a través de la ventana, recordando la promesa que le hizo a su padre antes de que este falleciera frente a sus ojos "Por favor, cuida a tu madre, sin importar nada; prometemelo hijo" y eso mismo estaba cumpliéndo, espera el frío metal entrar en sus entrañas en cualquier momento, que el emperador se haya dado cuenta que no vale nada su madre, que la matará como amenaza a su tío.
Pero nunca llega a sentir el frío del metal.
Glosario pequeño
Shogun: era un rango militar y título histórico en Japón concedido directamente por el emperador. Como título, es la abreviación de Seii Taishōgun (征夷大将軍 «Gran general apaciguador de los bárbaros»)
Zabuton: es un cojín redondo, de unos 35 cm de diámetro, y frecuentemente de unos 20 cm de altura, cuando ha sido sacudido. Za (座) significa asiento, y fu (蒲) significa espadaña.
Maiko: es una aprendiz de geisha. Es la maiko, con su blanco maquillaje y peinado y kimono elaborados, quien se ha convertido en el estereotipo de la "geisha" para los occidentales, en lugar de la verdadera geisha.
