Onsen (温泉): Son las aguas termales de origen volcánico que se encuentran en Japón. Son los baños tradicionales, que aprovechan el calor natural de estas aguas procedentes de la gran actividad volcánica.

-Quiero buscar a mi hermana en su territorio. - fué lo que díjo sin rodeos aquél rubio mientras fumaba de aquélla pipa de opio que las maiko y geishas usaban.

-¿Qué? Creó que escuche mal, repitemelo mejor.- indicó el emperador al joven que exhaló aquél humo en dirección al rostro del pelirrojo.

-No escuchó mal emperador, quiero buscar a mi hermana Mitsuki, deseó verla de nuevo

-¿Por qué estas tan seguro de que tu hermana está en mis tierras? Lleva pérdida quince años, tal vez este muerta - escuchó la risa de aquel chico juntó a una tos que indicaba que se estaba ahogando con el humó que hace poco inhaló.

-Usted es tan gracioso, emperador. Pero no, mi hermana sigue viva; vi en sus tierras a su querida dama compañía la cuál siempre estuvo atenta de mi dulce hermana mayor. Se que si ella esta viva, mi hermana también - movió la pipa cómo si trata de explicarse mejor mientras su sonrisa seguía sin borrarse.

-¿Qué recibiré a cambió si te dejo entrar con tus soldados a mi tierra?

-No se le escapa nada... pero usted indiqué que desea- volvió a inhalar -, mis padres son los primeros Shogun's de todo Edo, hemos trabajado con el emperador Toshinori usted díga cuántos de nuestros soldados necesita y se los daremos. - Enji alzó la mirada observando con detenimiento al varón de Shizuoka quién portaba un kimono con diseños de las garzas doradas, su cabello era de un brillante rubio, figura delicada casi se podría decir casi andrógino ya que sus músculos no estaban lo suficientemente desarrollados, ojos carmín característicos de su familia y unos labios carnosos y delicados que en estos momentos deseaba poder retirarles aquélla molesta pipa que le impedía verlos.

-Tengo algo en mente que ahora deseó... Dígame, capitán Hawks ¿Qué sabor tiene el opio?

Inko e Izuku caminan de regreso a su hogar ataviados de alimentos que compraron en el pueblo, tenían planeado comer con los Bakugo así que traían hasta para la noche, sólo debían cocinar y podrían ir con ambos rubios. Inko miró cómo en un árbol de sakura una pluma de color café brillaba ante el sol; dejó caer los alimentos que tenía en brazos asustando a su hijo.

-¡Mamá! ¿Qué te sucede? - volteó a ver a su madre que tenía dibujada en su rostro una expresión de terror. -¡Mamá!

-No... no... ella está enferma, no puede estar aquí... el emperador nunca la dejaría entrar al territorio- murmuró mientras se dejaba caer de rodillas ante la mirada preocupada de su hijo.

Los ojos rubí filosos de aquella mujer le helaron la piel a Inko quién tembló al ver a la gran esposa del Shogun Shizuoka, aquélla mujer era temida por sus enormes alas y la gran velocidad que poseía con ellas, usando muchas veces esa ventaja para matar a su servidumbre que le resultaba innecesaria, y ella era una de esas.

-L-lo lamento mi señora, n-no volverá a repetirse. - habló con el escaso valor que poseía en aquellos instantes para ver cómo las garras de la mujer le hacían la seña de que se alejara.

Inko con todo el amor por su vida se retiró corriendo escuchando cómo la mujer se alejaba caminando del lugar, como si estar en la habitación dónde Inko estuvo hace unos segundos le producirá asco. Había sido secuestrada de su pueblo natal lejos de los territorios de la emperatriz Nana durante un ataqué de parte del Shogun Shizuoka, había perdido a toda su familia aquélla vez pero el regente militar la dejó vivir por ser aún una niña y que tal vez podría serle de utilidad; aunque ahora tal parecía que merecía morir cuanto antes, había rotó la estatua de la diosa Ama no Uzume* a la cuál la señora le rezaba para que su hija recibiera los favores de la diosa, pero gracias a este evento capaz era castigada por tal atropello a su escultura. Estaba tan concentrada en el castigo que prepararía su ama que no se fijó en el camino, chocando con un jóven de cabellos rubios algo ondulados y ojos de un azul puro.

-¡P-perdóneme! - grito apenada Inko cubriéndose con sus brazos, esperando un golpe que nunca llego, en cambio frente a ella el jóven le extendía la mano para ayudarle a pararse.

-No, tienes que disculparte ni tenerme miedo. Es también mi culpa por no ver a una chica tan hermosa como tu- el acento poco japonés del chico le hizo dejar de cubrirse notando los bellos zafiros que poseía el rubio.

-Y-yo...- intentó hablar pero la voz de la hija de su señora la hizo detenerse.

-Oe, Toshinori. Dejá de acosar a mi amiga o dime, ¿Quieres otro golpe en las costillas? - esa advertencia hizo que el rubio se alejará con miedo de Inko mientras la hija única de los Shizuoka ayudaba a su amiga.

-Bueno, las dejó, cuidense- indicó el rubio para salir corriendo en dirección a la salida de la casa de los Shizuoka ante la mirada atenta de ambas chicas.

-Mits, ¿Quién era él? - preguntó con las mejillas sonrosadas Inko mientras la rubia le veía con sorpresa.

-Inko, es el hijo menor de la emperatriz Nana. Su nombre es Toshinori Yagi, es el hijo de Nana y un extranjero, vino a pedirme que le dijera a mis padres que les mandara una carta la emperatriz solicitandolos - índico Mitsuki con desinterés sabiendo el punto importante de que los emperadores eran la representación de los dioses sobre la tierra pero conocía al tonto del siguiente emperador y la verdad le importaba poco si ofendía a los dioses.

-Ya veo... - mencionó cabizbaja a lo que la rubia emitió una larga carcajada.

-No pienses cosas raras, él es como un hermano menor, no me gusta ni yo a él, ¿entendido? A mi me gusta disfrutar la vida sin obligaciones.

-Mits si tuvieras una hermana o hermano menor serías muy mala influencia.

Su respiración estaba agitada, le dolían las piernas del gran ejercicio que acabo de realizar, toco la puerta de la casa que pertenecía a los Bakugo siendo recibida por Katsuki quien portaba un yukata tradicional de una ama de casa. -Katsuki-kun, ¿Dónde está tu madre?

-Está en el taller, yo estoy limpiando la casa

-Ya veo, gracias. - indicó para darse media vuelta y entrar al taller de Masaru.

-Kacchan, ¿Viste a dónde fue mi mamá? - preguntó Izuku al rubio que señaló en taller.

-¿Quieres pasar? Ellas tardaran demasiado en hablar, acabe de preparar té de sakura.

-Muchas gracias, con permiso.

Dentro del taller ambas mujeres se miran con sorpresa y temor, nunca imaginaron volver a escuchar sobre aquélla mujer otra vez; eso queria decir que los rumores de su muerte eran falsos, seguia viva y las buscaba.-¿Estás segura de que viste su pluma?

-Si, estoy lo suficientemente segura. No hay ninguna ave tan grande para poseer una pluma del tamaño de un brazo. - indicó Inko mientras sacaba de su yukata aquélla pluma.

Con sus manos, acarició la pluma notando un peculiar brillo poco usual, como si tuviera una sustancia que las recubriera. Así que la olió ligeramente detectando un poco de nitroglicerina, algo que sólo ella, su padre y Katsuki producían. -Inko... está no es la pluma de mi madre...

-¿Qué quieres decir?

-Esta pluma esta recubierta de glicerina, mi madre no la produce...

-¿Creés qué el shogun de la familia Yagi nos acepte a los dos? - preguntó Izuku mientras tomaba con sus manos aquél mochi de judías dulces que Kacchan solía preparar.

-No lo sé, no debo descuidar tanto a la anciana, se lo prometí a mi padre.

-No creó que la descuides, Mitsuki-san es una mujer fuerte no por algo es tu madre, eso debería decirlo yo. - rió levemente el peliverde mientras el rubio le veía seriamente: tal vez Deku estaba en lo correcto, su madre no era tan fácil como para que le impidiera viajar a Tokio, sabía que ella simpre le apoyaría a su manera. -Kacchan... ¿Pensaste lo que te dije?

Los ojos carmín del chico se abrieron de sobre manera para lanzarle una cuchara de madera que tenía a la mano, golpeándolo en la cabeza. -¡¿Qué acaso eres estúpido?! ¡Si no quisiera ir contigo a Tokio ni siquiera te hubiera invitado a pasar! - Izuku se sorprendió ante tal confesión que solo tapó su sonrisa con su mano para evitar que el rubio le volviera a golpear. -¡Dejá de burlarte de mi, idiota! - le amenazó con golpearlo con cada plato de la casa para que se callará y no viera su sonrojó.

-Delicioso, Katsuki, poco a poco estas superando a tu madre- se burló Mitsuki de su hijo mientras le señalaba con los palillos.

-¡Cállate anciana ruidosa y mejor come!- se defendió el rubio viendo cómo la sonrisa de su madre se volvía oscura, cubriéndose antes de que está le diera un golpe.

-¡¿A quién llamas anciana, bastardo mal hablado?!

Inko e Izuku sonrieron incómodos ante la escena que se presenciaba frente a ellos, ambos rubios peleaban por cosas tan triviales que muchas veces era común verlos pelear. -¡Si tu padre estuviera aquí te callaría la asquerosa boca que tienes!

-¡¿Ah?! ¡Mira quien lo dice la anciana grosera! - ambos se fulminaron con la mirada para ser interrumpidos por las risas de los Midoriya quiénes trataban de no ser tan evidentes. -¿De qué se ríen?

-Kacchan, ustedes no pierden el toque, ¿así eran de divertidas las cenas con el señor Masaru? - preguntó Inko a los dos que recientemente peleaban viendo como un brillo de nostalgia atacaba sus ojos carmín de ambos.

-No, Masaru se asustaba y pedía que porfavor nos separamos, era tan tierno. Mi dulce Masaru... - comentó nostálgica Mitsuki mientras recordaba a su esposo a la vez que le pegaba en la cabeza a su hijo. -bueno, continuemos comiendo.

Continuaron su cena tranquilos hasta que la rubia saco de su yukata un abanico distinto al que usaba comúnmente, ganándose la atención de ambos chicos que miraron extrañados aquel abanico. -¿y ese abanico Mitsuki-san? - preguntó amable Izuku mientras veía a su mamá bajar la cabeza.

-Chicos, debemos decirles un secreto ... Katsuki, este abanicó es de mi familia.

-Kacchan, ese escudo pertenece a los Shogun Shizuoka... ¿Mitsuki-san usted es...?

-Si. Soy la hija mayor de los Shizuoka, era la siguiente a tomar el poder militar pero decidí escapar del Okiya en el cuál mis padres me metieron, allí conocí a tu padre y bueno... creó que escucharon las leyendas - Katsuki agarró el abanico observado el halcón de los Shizuoka junto a las gotas de lluvia que significaban su tierra fértil. -Vienen por nosotras, tal vez a matarnos.

-¡¿Qué?! - gritaron al unísono ambos chicos, viendo el rostro sin una pizca de broma de sus madres.

-Katsuki... yo no quería que sucediera esto...

Enji bajaba las escaleras mientras acomodaba la parte superior de su yukata, una de sus sirvientas se le acercó para intentar preguntar algo.

-Mi señor, ¿Quiere qué suba a su habitación a limpiar? - el pelirrojo sonrió de lado relamindose los labios ante la mirada temerosa de su sirvienta.

-No, no creó que sea necesario. El capitán Hawks dijo que descansaría aquí hasta la madrugada, déjelo ya que el viaje desde Osaka a Yokohama es muy cansado.

La mujer asintió para alejarse de su señor e ir a preparar la comida; ningún miembro de la servidumbre quería hacer comentario alguno de los gritos y estruendos que hace una hora se escucharon dentro de la habitación del emperador, aquélla voz risueña que pertenecía al capitán del poderío militar de los Shizuoka fué la que tomó acto de presencia en aquél momento de pelea, poco a poco sollozos que Rei alguna vez derramó cuándo vivía en aquélla casa adornaron la voz del jóven.

Alejado del murmullo un rubio intentaba no gritar del enojo, sus bellas alas habían sufrido estragos de aquél acto tan deshonroso y trataba de cubrirse inútilmente parte de su cuerpo desnudo mientras sus piernas tenian un hilito delgado de sangre, deslizándose hacía el piso. No supo el interés del emperador en su cuerpo de un momento a otro, pero prefiero no buscar motivos, sólo necesitaba relajarse y pensar que mañana dejaría aquél sitió tan horrible y estaría con su último familiar en Osaka; porque sus padres habían muerto hace cinco años.

-Deja de tiritar- esa voz lo asustó, alzando la mirada en dirección al pelirrojo que le observaba desde el marco de la puerta con aquellos ojos que hace un momento le miraban con morbo.

-Dejaría de hacerlo si usted no hubiera rasgado mis ropajes juntó a quemar mis alas. - le miró molesto a lo que el emperador le lanzó una yukata de un color blanco.

Enji bufó molestó para el chico que parecía no comprender del todo aquéllo. -Es una yukata, le pertenecía a la estúpida de mi esposa, pontela, tu y ella tienen la misma figura.

-Me debe de estar jodiendo... No soy su esposa... mañana me iré junto a mi hermana de sus tierras, si tanto lo desea.

-No le convendría capitán, ¿Quiere que todos sepan qué usted se dejó hacer cómo lo haría cualquier mujer? ¿Qué fama tendría el gran capitán de Osaka? - los ojos carmín le miraron con terror, oh, cómo amaba esa expresión, su mujer Rei y el capitán Hawks eran los mejores en hacerla.

-No se atrevería...

-No lo haré, si vuelves a abrir tus tersas piernas para mí, - las piernas del chico temblaron mientras intentaban alejar la mano del emperador de estás a la vez que trataba de no verse más indefenso. -¿Qué te parece el trato?

-Yo...

Las pezuñas de los caballos trinaban bajo el suelo mientras corrían a alta velocidad, llevaban consigo una carroza donde una chica de cabellos rubios apretaba los labios con demasía fuerza que el único carmín de estos era el pigmento que le colocaron, en cualquier hora entraría al territorio del emperador y su mentira caería, dentro de poco la muerte vendría por ella.

¿ diablos les sucede chicas? ¿Por qué están actualizando un día que no es viernes? Bueno eso es por que ya tenemos ya la mitad escrito de todo ésto así que pensamos actualizar poco a poco ya que una semana entera esperando es muy cruel. ¿Por qué creen que Enji le hizo eso a Hawks? ¿Qué sucederá con Katsuki? Nos leemos en el siguiente episodio.