Tesoros Imperiales de Japón (三種の神器): conocido como "Los Tres Tesoros Sagrados", consisten en una espada, Kusanagi no Tsurugi, una joya o collar de joyas Yasakani no Magatama y el espejo Yata no Kagami. Representan las tres virtudes primarias de Japón: el valor (la espada), la sabiduría (el espejo) y la benevolencia (la joya). Estos elementos están conectados al ideal budista.
Una simple sonrisa transformada en palabras, y ya corre él, y ya corre Katsuki a su lado.
Corren hacia la colina, corren entre la gente, corren entre las disculpas y las reverencias a la pareja real, corren hasta el puente y más allá, hasta el bosque y hasta los árboles y hasta el silencio.
Hasta el tronco caído que es mejor que cualquier trono, hasta que están sentados, dos personas juntas, y las estrellas y los destellos de los fuegos artificiales son todo lo que ven por encima de las hojas.
Hasta que todo lo que siente es el cuerpo ajeno relajado contra el suyo, el resplandor de las estrellas más brillantes reflejándose en su rostro calmo, en su rostro delicado e inocente, y todo lo que importa es su sonrisa en aquel momento.
Shoto solo puede preguntarse si, desde algún lugar entre las estrellas, su madre y sus hermanos pueden verlo. Si pueden verlo al lado de su esposa Katsuki, y reír por lo ciego que ha sido Shoto, por lo tonto y torpe que ha sido hasta hace apenas unos minutos, y porque en algún momento entre callada devoción y reverencias, entre llanto e ira por la pérdida de su madre y su hermano junto a la obligacion de ser emperador se han hecho polvo, se ha visto a sí mismo hilando más suspiros que palabras para una persona que ha llegado a su vida de la manera más ridícula.
No, esto no tiene la predestinación de una amistad imperecedera, ni su amarga libertad. Esto es un hueso roto y roído, una vasija de agua hecha añicos y cubierta de tierra seca a través de la cual han brotado raíces de una flor de nombre desconocido.
Y cuando ve a este dulce ser, a este fuego corpóreo, desea ser él quien junte los pedazos; desea ser él quien reconstruya su vida segada y lo tome de las manos cuando sus pasos apenas dejan huellas en la arena.
Desea darle un nombre a esto, bautizar este descubrimiento con su propio nombre escrito en respiraciones.
―Ey, Katsuki.
Haciendo casi un esfuerzo por separar la vista del espectáculo nocturno, la cabeza rubia se gira hacia él, se levanta para buscar sus ojos.
―¿Sí, Todoroki?
Shoto sabe que, si quiere ganar, debe primero perder algunas cosas. Entre ellas, ese manto oscuro con el que siempre disfraza sus intenciones de simple travesura, aunque esto haga temblar nuevamente la voz que apenas ha aprendido a llamarlo sin interrupciones causadas por el respeto.
Porque la persona con la que pasará el resto de su vida no se merece mentiras ni artificios.
Se merece toda la verdad, y la responsabilidad que esta conlleva.
Y la verdad es que hay una sola cosa que Shoto desea en este momento.
―Voy a hacer que te enamores de mí.
Y si algo sabe Todoroki Shoto con certeza es que, desde que era niño, todo aquello que desea, ha de ser cumplido.
—Mi hijo es la emperatriz y me dices que la joya de los Todoroki es verdadera. ¡¿Acaso sabes cómo me siento?!— una rubia jalaba del cuello de la yukata al emperador de Tokio, aquél que era el descendiente del gran Susanoo juntó al guerrero All Might.
—Mitsuki, créeme que ni yo lo sabía, pensé que Hawks y tu lo habían investigado antes de que se completará la ceremonia de coronación. — se defendió, sabía de parte de la segunda mano de Hawks Shizuoka que la Katana era verdadera y que si no pudieron informarlo antes fue porqué el maldito de Enji la guardaba bajo llave junto a que nadie más que él y su hijo Natsuo sabian donde estaba escondida.
—¡Cállate! Debiste haber notado que tu katana era sólo una réplica, tienes dos de las joyas de los dioses, eso significa que ellos estan descontentos con tu mestizaje.
—Mitsuki…— Inko trato de callar a su amiga pero una mirada de la rubia le hizo temblar y callarse.
—Si, y lo lamentó por haber ofrecido a tu hijo pero ahora no podemos pelear, debemos pensar cómo atacar a Enji sin lastimar al nuevo emperador de Yokohama. — Mitsuki lo soltó para ver como un chico envuelto en un costoso kimono dorado junto a otro que portaba una máscara de Kitsune entraban a la sala.
—Ni siquiera arribamos y ya estan discutiendo, que lindo de su parte hermana.
—Llegaste tarde Hawks. — le regaño Aizawa al recién llegado que hizo una reverencia al emperador.
—Mi error, no soy bueno para medir mi tiempo. Las tropas estan listas y preparadas para tu petición sólo doscientos de ellos irán a Yokohama por si algo sucede, no quiero que Enji empiece a dudar. — el rubio de apariencia fornida asintió ante lo dicho por el chico que se acercó a su hermana le abrazó. —. ¿Ya pensaron en como salvar a mi sobrino?
—No, aún no, está casado y sabes que es por contrato comercia y sólo si Toshinori tiene un heredero puede romperse pero no lo tiene. — indicó Aizawa mientras Mitsuki fruncía el seño juntó a Hawks.
—A éste paso cuando Yokohama caiga y tengamos que matar a Enji, mi hijo… ¡No pude ser! ¡Ambos chicos son inocentes, Enji es el único monstruo!
—Guardemos la calma, sabemos que atacar es un asunto delicado pero si queremos unificar todo Edo para la llegada de los extranjeros debemos establecer un trato con el joven Shoto, si el acepta podemos conseguir lo que queremos.
Bakugo guarda silencio durante todo el trayecto de vuelta a casa.
Todoroki se ha propuesto enamorarlo, y todo estaría en orden si fuese en realidad su esposa.
Si fuese en realidad mujer.
Pero ¿qué pasará cuando descubra que no lo es? ¿Lo repudiará, lo acusará de engaño, traición, incluso de algo más grave? ¿Lo mandará matar?
¿O será él mismo quien lo haga?
Baja la cabeza y observa sus manos, las cuales reposan sobre su regazo. Observa su cuerpo andrógino, la figura que le ha salvado hasta el momento.
No desea ser mujer; es hombre, nació hombre, y desea que se lo vea como tal.
―Todoroki…
Su esposo desvía la mirada de los árboles que brincan a los costados del carruaje.
―¿Pasa algo, Katsuki?
La forma en la que pronuncia su nombre es doloroso.
―Dijiste… Dijiste eso…
―Oh, sí. Dije que haría que te enamoraras de mí.
Se encoge instintivamente y trata de reprimir el temblor que le causa saber cuán inminentemente perdido se halla.
―Pero… ¿qué pasa con ese contrato que firmamos? ¿No prefieres unirte con los líderes comerciales en vez de los militares?
Es la peor pregunta que puede hacer, y aun así la hace. Una pequeña parte suya espera que Shoto se enoje, se enfade y le grite, que se sienta humillado por ese pequeño trozo de intimidad que Bakugo enarbola no en represalia, porque no hubo ofensa en primer lugar, sino por genuinas ansias de saber, de comprender a este hombre un poco más. Sabía de las sirvientas que Shoto se llegó a enamorar de una azabache peculiar, alguien a quien Rei Todoroki aceptó para su hijo juntó a que ambos podian crear una familia.
Comprende que debió haber esperado todo menos eso.
―¿Qué es lo que sucede con la señorita Yaoyorozu?
Bakugo aprieta los labios y se enfoca en sus dedos. Los dedos que él sabe que son masculinos, dedos que saben peinar crines y sostener una katana firmemente, si bien ahora solo se dedican a palpar finas telas y remojar pinceles en negra tinta.
―Tú… Tú la amas.
Es la verdad. Bakugo sabe que está diciendo la verdad.
―Sí ―responde entonces Todoroki, aunque la sonrisa no desaparece―. La amé… pero ese amor murio y ahora ya no es más que polvo. Y me gusta pensar, por cierto ―añade de forma soñadora―, que el amor de Momo sería polvo de estrellas.
Bakugo no entiende por qué esto le duele. No sabe si le duele por Yaoyorozu o…
… por sí mismo.
―Entonces ¿por qué…?
Sabe que Shoto esperará pacientemente por sus palabras, esperará todo lo que haga falta.
Pero también sabe que las palabras que quiere decir no son fáciles; se enredan, se contorsionan en horribles esculturas en algún lugar dentro de su boca.
Levanta la mirada solo para encontrarse con su expresión paciente, su rostro despejado.
―¿Por qué me dices esas cosas?
Shoto no le da una respuesta. Su voz, en cambio, es juguetona al hablar:
―No-lo-sé. Aunque, Katsuki, creo que soy yo el que debería hacerte una pregunta en esta situación.
Cuando ve que Bakugo se limita a esperar por su pregunta, Shoto al fin habla:
―¿Por qué tomaste mi mano durante tantas noches? ¿Quiero saber?
Todavía sin ninguna respuesta, Bakugo mira al frente. La casa se hace cada vez más grande.
Katsuki, al igual que Todoroki, sabe la respueta a la pregunta que le fue hecha.
Los dos saben las respuestas a ambas preguntas.
Bakugo desearía cerrar los ojos.
Todoroki desearía abrirlos.
Pero ambos desean no haber conocido jamás al contrario.
