Magatama (八尺瓊曲玉): Son abalorios que surgieron en Japón durante la Era Jōmon. Una destacada magatama es el Yasakani no Magatama, uno de los tres Tesoros Imperiales de Japón. Eran objetos comunes que poseían como símbolo de su posición los gobernantes regionales desde el periodo Yayoi en Japón, y fue más extendido su uso en el periodo Kofun, como lo demuestra su presencia en los túmulos funerarios de dicha época.
Después de acabar el humo de aquélla pipa de opio, se metió a su habitación, esperaría que él fuera a verlo, algo dentro le indicaba que esa era la noche, la noche de los dos. Esa era su noche. Ambos deseaban al otro por diferentes razones. Después de todo había mandado aquélla carta a Osaka con la esperanza de volver a tener a sus manos aquél cuerpo de seda fina que pertenecía al hijo menor de los Shizouka.
A medianoche la puerta de la alcoba del antiguo emperador se abrió lentamente. Aquélla figura esperaba encontrar al pelirrojo durmiendo y poder hacer su cometido solicitado, sentía que tanto esfuerzo merecía esa recompensa pero lo que encontró fue al hombre sentado en la cama esperándole; empuñaba una katana que podía acabar con él. Eso fue una sorpresa.
—Después tantos años nos conocemos al fin…— murmura el hombre observando al chico de la máscara de Kitsune; uno de los mejores Samurai de todo Osaka. El otro solo movió levemente la cabeza de lado, a pesar de casi representar una amenaza la situación lo excitaba mucho.
—Así es, Señor Todoroki.— el joven hace una reverencia sin dejar de fijar su máscara al rostro del antiguo emperador —. Vine a pagar una vieja deuda.
Ambos hombres se enfrentan, ambos son poderosos y están bien entrenados para lo que hacen, el chico a cada segundo más ansioso por derrotarlo y por fin tomar su venganza por todo lo hecho.
Luego de varios minutos de pelea el pelirrojo tenía acorralado al menor contra el suelo, sujetando sus muñecas, sentado sobre él y sonriéndole satisfecho. El otro se retorcía bajo su agarre tratando de liberarse.
—Kitsune… ¿Qué diablos haces aquí? ¿Te mandó la zorra de tu señor? O ¿Acaso quieres terminar como él?— pregunto el pelirrojo orgulloso de haber vencido al mejor de Osaka quien solo gruñía molesto.
—Siempre has sido un maldito, desde que supiste que ella era la hija de Susanoo, tu maldita ambición siempre ha sido más poderosa.
—¿De qué hablás? — sintió un dolor agudo en la pierna, notando como el de la máscara de Kitsune le había clavado el lado filoso de una magatama de quarzo, logrando que se zafara el chico quién se limpió la sangre. —¡Maldito!
Las manos del chico retiraron la máscara ante los ojos del pelirrojo, quien miró incrédulo al joven. —¡Tú! ¡Estabas muerto!
—Trataste me matarme porque sabía tu jodido secretó, ¿Creés que el emperador Toshinori no se enterara? ¿Acaso creés que Susanoo no sabrá que la mataste?
—Eres un maldito… ¡Ustedes y ella siempre fueron unos buenos para nada! ¡Ningúno de ustedes, buenos para nada, se merecían el título que Shoto dispone! ¡Siempre han sido basura para el reinó!
—No tanto como tú. — dicho ésto unas llamas azules encerraron a ambos hombres que se miraban con odio.
El viaje de visita a Tokio era muy tardado y complicado, pero eso no le importaba a Shoto quien miraba por la ventana de la carroza el alrededor, preguntándose el estado de su esposa, ¿Estaría dolida? ¿Le odiaba? Tenía miles de interrogantes pero la voz de su samurai le distrajo.
—Mi señor, ¿Esta preocupado por la llamada del emperador Toshinori?
—Eh. No, la verdad no, se que el emperador es la representación de una diosa benevolente, la emperatriz Nana en cambio fue la representación de Ame-No-Uzume se que él no sería capaz de matarme o dañarme, aún si yo soy la representación del cruel Susanoo… Sólo estoy preocupado por mi esposa. ¿Está bien qué me preocupé por ella? — miró con tristeza al samurai que pensó que el gran Susanoo no merecía mostrar aquélla faceta tan débil a un simple sirviente como él.
—Mi señor, es completamente normal, eso significa que ama a la emperatriz. Se nota que es una mujer muy bella y que lo amá.
—Si, es una persona encantadora. — sonrió nostálgico recordando el Bon Odori donde pudo apreciar el lado noble de Katsuki. —Cuando arribemos a Tokio deseó que manden un pergamino que les haré entrega, debe de llegar únicamente a las manos de mi esposa y de nadie más.
El samurai asintió, viendo como el emperador sonreía para volver la vista a la ventana, esperando que el trayecto no se alargara más de lo necesario. Necesitaba verle y decirle lo mucho que le tenía cautivado.
Por los pasillos del palacio imperial de Yokohama se logran aprecian el ruido de las sandalias de la emperatriz, se escuchan pesados, como si arrastrará una pena que nadie más que ella sabe.
Los sirvientes se habían retirado a sus hogares por pedido de su señora, así que sólo estaba él, buscando por todos lados un indició de su esposo. Desliza la puerta de su habitación por octava vez para volver a buscar alguna pista de su paradero, los pergaminos caen de su estante cuándo lanza a un rincón las prendas del Bon Odori. Uno de estos se abre antes sus pies mostrando el rostro de aquél a quien una vez amo; cuanto le odiaba ahora. ¿Cuántas noches lloró por el regresó de su amado? Deseó muchas veces que aquél chico de pecas regresará por él y escaparán lejos, tal vez lejos de todo Edo, solos ellos dos.
—Te esperé tanto tiempo, maldito bastado… ojalá el Shinigami tenga piedad de tu miserable alma.— y con sus manos, sujetando aquél pergamino observó como las llamas consumían cada recuerdo. Cuando las llamas se apagaron escuchó pasos lejanos, con el corazón en la boca, salió corriendo de la habitación esperando encontrarse con Shoto, ver sus bellos ojos y cada facción de su rostro, ver que no era falso aquél amor que se generaba al ver al jóven Todoroki.
Bajó las escaleras con rapidez, siguiendo el ruido como un estúpido, llegando al tronó donde pudo ver a alguien conocido.
—Hawks, ¿Qué hacés aquí? ¿Dónde esta mi esposo? — preguntó molesto al ver la Kusanagi en manos de su tío quién tenía una expresión seria. —¡Respóndeme! ¡¿Dónde está?! — más en ningún momento el rubio le respondió, sólo pudo sentir un agudo golpe en la cabeza antes de caer inconsciente antes los pies del contrario.
