Seijin Shiki (成人式): El segundo lunes de enero es una festividad nacional, el Seijin no hi, la ceremonia de la mayoría de edad (literalmente, "día del adulto"). Alrededor de esta fecha muchos municipios celebran una ceremonia a la que todos aquellos que tienen 20 años son invitados. Muchos de estos jóvenes, especialmente mujeres, acuden en vestidos tradicionales como el furisode (un kimono con mangas largas).

Después de veinticinco días estan de regresó en Yokohama, ambos guardan silenció mientras los sirvientes bajan las maletas, el rostro de Bakugo es cubierto por un velo oscuro y nadie puede verle excepto Shōto quien lo levanta para darle un beso y bajar de inmediato, las sirvientas le ven extraño, ¿Qué hace ese chico en el carroaje real? ¿Dónde está la emperatriz? Tan pronto como sus preguntas empiezan a salir de su boca, Shōto regresa con un kimono tan bello y delicado que todos se sorprenden de que lo tenga. Le hace entrega de tal ropaje al chico que lo recibe con las manos temblorosas, era el kimono que su padre realizó para la señorita Fuyumi Todoroki, el kimono que inicio todas las enfermedades de su padre, aquel pedazo de tela que tenía cada uno de los detalles que su padre plasmó en sus momento de vida; estaba en sus manos y era mucho más hermoso de lo que recordaba.

—Por favor, dejen a mi esposa cambiarse en paz, no había lindos kimonos en Tokio así que tuvo que usar mi yukata— comentó viendo como las sirvientas asentían mientras se retiraban con rapidez dejando que el emperador ingresara de nuevo al carroaje.

—¿Porqué tienes ésto? — preguntó mientras el velo aún le cubría, su esposo se lo retiró observando aquéllos rubí empapados en lágrimas.

—Es el kimono que mi padre le encargo al sastre, Fuyumi se negó a usarlo en su boda por la fabricación obligada del sastre, lo guarde ya que era muy hermoso para tirarlo.

—Es el kimono que fabricó mi padre, puso hasta su último suspiró en él y es mucho más hermoso de lo recordaba, me hubiese encantado usarlo en nuestra boda, mi padre estaría feliz. — rió levemente mientras se retiraba las lágrimas, Shōto sólo se le acercó para volver a besarle con intensidad, siendo separado por Katsuki quien estaba sonrojado. —Estúpido, estámos en el carroaje, podrían escucharnos si lo hacemos aquí.

—Cierto. Lo lamentó— se separó más para voltear la mirada, esperando a que Bakugo se retirará su yukata y se colocará aquél kimono. —vuelvete a poner el velo.

—¿Eh?

—No quiero que nadie mas que yo vea tu rostro sonrojado. — Bakugo observó como el rostro de su pareja tomaba un curioso color carmesí que igualaba a sus cabellos.

—Si.

Y mientras le ofrece la mano a Shōto y este la toma con completo cariñó, sus ojos se encuentran.

Más allá del matrimonio que el antiguo emperador urdió, son la esperanza de paz hecha realidad.

O al menos, sus sonrisas lo son.

Observa el cielo sentado en el regazo de Shōto. Esta vez no hay estrellas: todo está nublado, y el aroma de la lluvia les llega como un cántico distante, un augurio de abundancia.

Pero a Katsuki nada de esto le molesta, porque puede conversar afablemente con su esposo, y eso es todo lo que importa.

―Hay algo que quiero saber.

Todoroki espera por la pregunta de Bakugo con cordial atención.

―Todo este tiempo… ¿nunca sospechaste de mí?

Se gira y lo mira fijamente; su rostro es impasible.

Cuando Shōto sonríe, su expresión es serena, casi inexpresiva, pero a la vez, algo pagada de sí misma:

―¿Pensaste que no me daría cuenta de que eras hombre apenas te vi, Kats?

Siente su corazón hundirse en el fondo de su pecho. Por un lado, se siente feliz de que él, de entre todas las personas, no dudase de su identidad. Por otro lado, si Enji lo notó… Si incluso él lo advirtió, entonces…

Las manos de su esposo encuentran su rostro y sujetan sus mejillas gentilmente.

―Nadie más lo supo. Me cercioré de que así fuese.

Comprende entonces por qué las doncellas no habían insistido en bañarlo y vestirlo, o por qué todos los siervos acataron obedientemente la orden de no molestarlo en ningún sentido.

No había habido nada que temer en primer lugar.

Porque Shōto supo desde el primer momento que no se estaba casando con una mujer.

―Entonces…

―Me dije que tendrías tus razones. Y yo no tenía ninguna razón para delatarte, ¿o sí?

Piensa que sí, en realidad sí. Podría haberlo asesinado mientras dormía. Podría haber huido, podría…

Shōto supo, desde siempre, que él no estaría mintiendo sin una buena razón.

Las lágrimas vuelven a traicionarlo. Mira al frente.

―Pensé… que iban a matarme.

Siente un beso en la nuca y un susurro:

―Lo sé.

―Pensé que mi madre e Inko podría huir, podrian vivir en paz si yo tomaba su lugar…

Otro beso, una única palabra:

―Entiendo.

Pronto los senderos que recorre su mente a toda velocidad se vuelven balbuceos. Todoroki lo ayuda a voltear, y lo cobija entre sus brazos. Sabe que este es uno de esos talentos escondidos a los que nadie da importancia; saber reconfortar a las personas, saber qué decir, saber susurrar palabras de aliento y besar lágrima tras lágrima.

Es tan estúpido todo esto, y Bakugo rompe en carcajadas en medio de llanto. Todoroki no sabe cómo reaccionar, y trata de convencerlo de compartir el chiste consigo, si bien Bakugo adivina su preocupación.

―Es solo que… Es solo que dijiste que harías que me enamorara de ti…

Eres un ridículo. Eso quiere decirle. ¿Cómo se ha atrevido a decirle algo así? Todoroki luce desolado, y Bakugo supone que intuye sus pensamientos.

Entonces, solo coloca una mano sobre una de las mejillas del emperador.

El emperador, aquí, en la palma de su mano.

―Y yo te amaba ya desde antes de que me dijeras eso.

Silencio. Los labios, el emperador entero tiembla.

Su voz también.

―Es solo que… te amo tanto.

Katsuki piensa en lo inseguro que es en realidad Todoroki Shōto bajo todos sus ropajes reales mientras enreda sus brazos en torno a su cuello, y es una rendición que no conoce de títulos de ningún tipo.

―Te amo, Katsuki.

Su nombre completo suena dulce en la boca de su esposo.

Y sabe dulce, también, cuando Todoroki lo deja beberlo de sus propios labios.

Cuando Shōto se inclina en un movimiento simple para encontrar su boca, y Katsuki responde el beso con parsimonia.

Nadie los apresura.

Nadie los amenaza.

Pronto las lágrimas del rubio se evaporan, y en su lugar llegan las sonrisas y las risitas tontas.

Las risas duran más de lo debido, y se convierten en besos.

Los besos se tornan en caricias, y todo es natural y suave.

Cuando las ropas caen, es casi a la par, y es un espectáculo digno de ver aunque ninguno de los dos repare en ellas.

Porque solo tienen ojos el uno para el otro, y labios para besar y manos para explorar al otro, apenas conscientes del apresurado camino al futon.

Katsuki está nervioso, sí, y Shōto puede sentirlo, puede hasta saborearlo, porque él también lo está; no ha tocado a nadie en demasiado tiempo, y definitivamente no sintiéndose así de expuesto y vulnerable.

No obstante, cada beso de Katsuki, cada dedo que explora sus mejillas, su cuello, su clavícula, su torso y hasta su vientre es un pequeño recordatorio de que no hay nada que temer porque ama, y es amado de vuelta.

Cuando son sus labios los que besan, Katsuki ríe a causa de cosquillas que no sabía que podía sentir en ciertas partes del cuerpo, y Shōto tiene la certeza de que se trata de la señal más clara de que está obrando bien, de que no lastimará a nadie esta vez.

De que la mirada de adoración de su pareja significa solo eso: que lo ama, más allá de cualquier título o compromiso, más allá de cualquier incomodidad que pueda sentir mientras él explora con sus dígitos todo el cuerpo amado, incluso lugares en los que su esposo nunca ha permitido ser tocado.

Apenas los besos no bastan, apenas la cercanía y la fricción se quedan cortas, se alinea entre las piernas abiertas para él en la cama. Es sencillo, porque miles de personas lo han hecho antes. Incluso él mismo lo ha hecho con varias personas antes.

Pero nunca con Katsuki, y eso es lo que cuenta, eso es todo lo que importa cuando la delicada espalda se curva con un respingo, las vértebras haciéndose evidentes bajo la piel nívea tras meses de no ver el sol.

Está dentro de Katsuki, y está seguro de que no es agradable al principió.

Esperó, él sabe cómo moverse: sabe cómo hacerlo sentir bien, dónde tocar y dónde ejercer la presión justa, como el más experto arquero sabe cómo tirar.

Pronto siente las piernas que lo rodean a él, pronto se queda sin aliento entre el vaivén y la unión de sus bocas, en medio de una inefable espiral de fuego.

Es un sentimiento tan devastador y al mismo tiempo un pequeño milagro que ocurre no entre un emperador y un descendiente militar, sino entre dos personas comunes y corrientes.

Esa noche, Katsuki y él crean algo. Una promesa, un sello, algo tan maravilloso e intangible como las gotas de lluvia que se estrellan contra las hojas de los árboles en el exterior.

Todoroki lo comprende a la perfección luego de ver todo blanco, luego de sentir en carne viva los estremecimientos ajenos como si fuesen propios y escuchar su propio nombre en gimoteos para nada eufónicos que aun así le suenan a canciones antiguas y melodías etéreas.

Él también repite el nombre de la persona que ama cuando le llega el turno.

Ahora tiene una pareja para besarle.

―Katsuki…

Una pareja para tomar su mano, para hacer permanente este enlace que no se rompe cuando se retira de su interior.

―¿Sí, Shōto?

Una pareja para quedarse dormido a su lado y saberse la persona más afortunada.

Una pareka para abrir los ojos una y otra vez y encontrarlo a su lado, para oír su respiración tranquila.

Una pareja para no despertar solo a la mañana.

Una pareja para comprender que sí, no está solo.

Y que Katsuki, el tangible, auténtico y nunca volverá a dejarle solo como los demás.

Shōto Todoroki cierra los ojos nuevamente.

Ni siquiera ahora ha perdido la sonrisa.

Ya esos dos son unos mismo :'3 dios fue tan lindo, ¿Qué le hicieron a Hawks? ¿Lo encontrarán? Los leo entendido. Recuerden cada comentario es un amén para que Hawks regresé sano y salvo.

Erika~