Cuentan los orígenes del todo, o por lo menos aquello que nos ha sido contado de ellos, que mucho antes de que fuésemos creados los ocho espíritus de la naturaleza se encontraban en problemas. Tenían el poder, el conocimiento y la sabiduría, sin embargo también eran víctimas de una terrible desolación, pues en el infinito espacio que abarcaba la extensión de sus dominios no existía nada más, únicamente eran ellos y sus respectivas soledades.
Un buen día se les ocurrió una idea, ¿Por qué no crear un algo en sus interiores que llenara el vacío de estos? Así que cada uno metió la luz de una estrella roja en su pecho, la cual segregó un líquido espeso y carmín por todo su cuerpo, llenándolos de algo nuevo y desconocido, más vigorizante que la lluvia de mil y un cometas e infinitamente más hermoso. A este nuevo algo le llamaron corazón, y a eso nuevo y desconocido le llamaron emociones y sentimientos.
Por desgracia su relativa paz no fue por mucho. Después de un tiempo empezaron a sentir un vacío todavía mayor al de antes, peor en todo sentido ya que ahora su corazón lo resentía. Y ahora, ¿Qué hacer? ¿Qué hacer para aliviar este tormento? Buscando la solución se reunieron los ocho en una junta que se dice duró tres ciclos lunares, hasta que por fin, lo lograron. Llegaron a la conclusión de que, por ser un vacío debía ser llenado, y si sus poderes eran tan grandes y sus creaciones como los cometas, estrellas, meteoros y un espacio azul infinito los habían llenado de dicha antes, si creaban seres, vivos como ellos y capaces de sentir como ellos, la dicha sería mucho mayor.
Esta tendría que ser su creación maestra, por lo que no pasaron nada por alto: sus creaciones necesitarían más cosas en el espacio para estudiar y conocer, por lo que crearon planetas, los cuales también podrían habitar, galaxias, cuerpos… cuanto pudiera ocurrírseles. Pero el lugar en el que sus creaciones habitarían debía ser extremadamente apto, para asegurar su prosperidad, por lo que lo hicieron esférico, la forma perfecta; sus seres necesitarían esparcimiento, por lo que les crearon playas, bosques, montañas para escalar, ríos y lagos para nadar; para su abastecimiento les dieron el alimento como los frutos que crecerían en los árboles, del suelo y todo el medio.
Una vez creado el lugar, solo faltaba habitarlo, por lo que juntando sus manos y dejando salir algo de la luz en su pecho, todos dieron vida a nuevas criaturas, y no solo a una o dos, sino a miles y miles, cada una tan hermosa y diferente a la otra como podía ser. Algunas fueron llamadas hadas, otras duendes, ninfas, centauros, ogros, elfos, otras animales y una infinidad más.
Cuando sus creaciones tocaron la llamada Tierra todo fue alegría y gozo y por fin los Espíritus sintieron ese vacío extinto.
Tuvieron que pasar muchas eras para que las cosas cambiaran. Las creaciones comenzaban a quejarse, pues algunos individuos eran abusivos y no seguían el curso armónico que todos estaban supuestos a seguir. Los Espíritus, una vez más se encontraron en un problema, pues el único detalle que no contemplaron en su creación fue la posibilidad de que, con tanta bondad y amor, involuntariamente se crearían la crueldad y el odio, pues es siempre necesario un balance.
En otra reunión se debatían, no sabían si destruir todo lo que habían creado era la solución, y no obstante estaban cada vez más conscientes de que este efecto colateral, al que llamaron maldad o mal, iba tomando posesión de todo y todos a su paso, sin llegar al equilibrio. Debían combatir a ese mal, pero ¿Cómo hacerlo sin arrasar con todo? Sus poderes eran muy grandes, el nuevo universo no lo soportaría. Esta reunión fue de más de 30 ciclos lunares. Finalmente, se acordó crear una nueva especie, una con poder y sabiduría, al igual que ellos pero en versiones reducidas, así podrían combatir al mal sin tener que dañar a las demás criaturas en el proceso. Dejando salir más luz de su pecho, los Espíritus crearon seres llamados brujas y magos y los esparcieron en los ocho rincones del mundo, para cuidar y salvaguardar a todas las especies de ese tan enorme, pero al fin y al cabo no erradicable, mal.
Es aquí donde yo entro en esta historia.
