Otros cuatro años habían pasado. El tiempo se deslizaba entre mis dedos descaradamente más lento desde mi plática con Victoria en el balcón aquella tarde. Aun si después de ésta pude dormir con una relativa paz, había algo en mi interior que se removía inquieto. Ahora sabía qué se sentía, y con lujo de detalles, sin embargo no sabía cómo se sentía, el hecho de experimentar el estar enamorado de alguien con tal magnitud seguía siendo un total y completo misterio para mí, y lo que más me atormentaba era el estar consciente de que no existía ni existiría jamás libro alguno que me ayudase en ese aspecto.

Ese día, después de leer durante horas decidí salir a caminar. Era una tarde particularmente soleada, lo que me indicó que Victoria estaba con Beckarious. Ella era mucho más abierta con su relación ahora que sabía que yo conocía de su existencia.

Me sentía feliz por ambos, pues compartían ese tan fascinante lazo. No obstante, ahora mi soledad se acrecentaba; la Luna todavía bajaba para visitarme casi todos los días y durante periodos de tiempo bastante largos y agradables, aunque eran menos frecuentes que antes, pues de igual manera le dedicaba tiempo a su amado, a lo cual yo nunca me opuse, no podría hacerlo, pues si yo sufría por la falta de ese amor no quería que mi amiga lo padeciera también, y mucho menos por mi culpa.

Caminando sin rumbo realmente me limité a seguir a mis piernas, cualquiera que fuese el destino al que estos me llevaran. Me encontraba muy perdida en mis pensamientos y de mi entorno solo era consciente del penetrante aroma a pino y el constante sonido del crujir de las hojas secas bajo mis pies y mi gran báculo de madera de ébano; ese instrumento no me era totalmente necesario, pero era mucho más cómodo caminar con él las grandes distancias desde aquel primer encuentro con la maldad en la que lesionó mi pierna izquierda.

De vez en cuando echaba un rápido vistazo a los rincones en los que advertía alguna presencia y siempre, sin excepción, cualquier criatura que hubiese sido salía huyendo despavorida. Antes su rechazo y miedo me causaban un profundo dolor, pero ya estaba en las épocas en las que comenzaban a causarme una gran irritabilidad. No había nada malo conmigo, ¿Por qué la del problema tendría que ser yo? Jamás hice nada para merecer ese inmenso temor que me tenían todos.

De repente, mis espinas empezaron a removerse y pude sentir una por demás indeseada presencia.

Maldad.

Se encontraba a una considerable distancia, pero eso no sería un problema para mí: con un simple salto me encontraba surcando los cielos mientras manejaba los vientos a mi antojo para ganar velocidad. Hacía un par de años que había aprendido a volar, por decirlo así. Las criaturas se alejaron todavía más de mí gracias a ello, pues (por lo que había logrado escuchar alguna que otra ocasión) mi figura, gracias a mis ropas negras, junto con mi control sobre los vientos y la increíble velocidad con que los atravesaba sin contar el sonido honestamente aterrador que se producía gracias a ello, se asemejaba a un enorme e imponente cuervo, augurio que incluso entonces era considerado tenebroso.

―¡Auxilio!― Al llegar a uno de los rincones más oscuros del bosque, en los que ni el mínimo rayo de Sol puede atravesar el espeso follaje de los árboles, me encontré con varios cadáveres de animales esparcidos por el suelo, algunos todavía chorreando sangre. Me acerqué al pequeño y trémulo conejito acurrucado contra un árbol junto con su familia, del cual asumí había venido aquel grito de ayuda, pues eran las únicas criaturas con vida a la vista.

―¿Están bien? ¿Qué ha sucedido?― Apenas y toqué su pelaje dicho conejito volteó y en la expresión del más paralizante terror su vista se dirigió a mis espaldas. Volteé también para reaccionar en cuestión de milisegundos ante aquella imagen, cubriendo con mi capa la familia de conejos para protegerlos de la enorme ráfaga de fuego que amenazaba con calcinarnos. Las llamas se abrían antes de tocarnos pero sabía que eso era solo una distracción, pues tenía que moverme para acabar con su origen pero eso le daría a la familia una dolorosa muerte segura. Pensando a mil por segundo abrí un agujero en el suelo ―¡Vamos, entren!― Ellos no lo hicieron, solo me observaron con terror ―¡Háganlo!― Utilizando su miedo a mi favor hice a mis colmillos crecer y a mis ojos tornarse carmín mientras les gritaba con la voz más ronca que pude hacer. La familia por mero reflejo saltó al agujero en completo horror y por primera vez agradecí su ojeriza hacia mí. Una vez adentro me quité la capa y cubrí en agujero con ella; no era una capa común por lo que estarían a salvo.

Volteándome para encarar las llamas que seguían partiéndose ante mí extendí los brazos y el fuego se dirigió hacia ellos mientras estos lo absorbían. Haciendo un esfuerzo cerré mis brazos lentamente hasta que las llamas se consumieron por completo en mi abrazo. Una vez terminado aquello busqué con la mirada algún vestigio del mal pero no había nada. En ese momento una muy conocida y asquerosa risa gutural comenzó a resonar por todos lados al tiempo en que una enorme nube de niebla densa se cernía sobre nosotros.

Jadelyn… Repetía mientras continuaban sus horribles carcajadas.

―¡Muéstrate, maldito cobarde!― Con esto solo aumentaron sus demenciales risas.

Como desees. Y fue ahí cuando la niebla cobró vida.

Todo empezó a doler, mirar, moverme, respirar. Me estaba ahogando con cada bocanada de aire que intentaba desesperadamente de obtener; mis ojos se sentían húmedos y ardían pero no era agua lo que salía de ellos sino un líquido rojo y espeso, al igual que de mi nariz y mi boca. Cuando sentí que ya no podía más caí al suelo, tosiendo y sangrando incontrolablemente mientras sus risas quemaban mis tímpanos.

Cuando mi visión se había nublado por completo, ya no podía tragar otra cosa que fuese mi sangre y tan solo me quedaban unos segundos antes de quedar inconsciente (para después morir, sin más) como un relámpago pasó por mi mente una idea que rápidamente ejecuté: enterrando mis dedos en el suelo hice que de él brotaran innumerables ramas llenas de espinas enormes, las cuales como mi propio ejército de guerreros alejaron la niebla de mí rodeándome y ahora ellas eran quienes se prendían en llamas, haciendo la niebla esfumarse en una nube de humo.

Una vez que el aire a mi alrededor estuvo limpio tosí toda la sangre que pudiese quedar en mis pulmones y garganta mientras respiraba frenéticamente, intentando normalizarme. Luego de unos minutos logré recuperarme casi por completo, excepto por mi visión que seguía nublada, pues mis ojos seguían goteando sangre.

―Pequeña estúpida…― Dijo con dificultad la figura ennegrecida siendo alcanzada por mis espinas, retorciéndose frente a mí ― ¿Tú crees… que esto te va a dejar algo?― Enarqué una ceja, mofándome.

―Puedes intentar retrasar todo lo que quieras tu desaparición…― Lo estrujé un poco más, apretando mis puños en el tan conocido ademán, a lo que él jadeó ―Pero eso solo lo hará más doloroso―

―¡Ah, maldita sea!― Gemía de dolor, enterrando sus garras en el musgo debajo de él ―¡Jadelyn, escúchame, no tienes que hacer esto!― Me atreví a soltar una risilla burlona.

―Sigue hablando, así sufrirás un poco más por lo que le hiciste a estos inocentes― Apreté un poco más mis puños decidida a terminarlo cuando habló de nuevo.

―¡No, no, piénsalo! ¡Eres más parecida a mí que a ellos!― Ahora sí fue una carcajada lo que salió de mi ronca garganta.

―¿En serio? ¿Cómo?― Bueno, no era mi culpa si él quería alargar su tortura.

―Solo… solo míralos― Seguía removiéndose, en total agonía ―Tan alegres y felices, amando y siendo amados, mientras que tú estás atrapada en esta eterna tarea de combatirme― Con eso captó mi atención, y dejé de tensionar mi agarre un poco ―Eres miserable― Le observé inquisitoriamente mientras se arrastraba hacia mí―Tu corazón, tan puro como el de cualquiera, aclama el dulce sentimiento del amor― Estaba a unos pasos de mí ―Míralos― Repitió, y esta vez me percaté de las criaturas que nos rodeaban a la distancia, observando la escena ante ellos ―Todos te temen, y eso que nunca has hecho más que protegerlos…― Y tenía razón, en sus ojos, en todos ellos, estaba esa mirada de terror y miedo que tanto llegué a odiar y que siempre me dedicaban ―Eres una incomprendida, Jadelyn, igual que yo… Eres solitaria, y sabes que ellos nunca te mirarán diferente, no importa cuántas veces casi mueras en el intento de proteger sus patéticas vidas para ellos siempre serás lo que yo… Un monstruo― Volviendo mi vista hacia él, solo por un momento, me vi reflejada por esas grandes orbes carmín que ahora se encontraban frente a mí. Solo por un momento ―Y al igual que yo… ¡Jamás conocerás el amor!― Rápidamente hice aparecer una barrera de espinas a mis espaldas, las cuales cubrieron las tinieblas que él intentaba hacer que me alcanzaran por detrás, para seguidamente enrollarlo con un espeso mar de espinas ―¡AARRGGHH! ¡SABES QUE ES CIERTO, SABES QUE TENGO RAZÓN!― Lo estrujé con mayor fuerza mientras sentía con repulsión las miradas temerosas de las criaturas sobre mí―¡SIENTEN MÁS MIEDO POR TI QUE POR MÍ!―

―¡CÁLLATE!― Grité con toda mi furia cerrando mis puños por completo hasta enterrar mis uñas en las palmas, haciéndolo desaparecer en una nube de polvo negro con un último lamento desgarrador.

Jadeando y retrayendo las espinas al suelo y a mi espalda de nuevo vi cómo todos se iban, corriendo despavoridos, incluyendo a la familia de conejitos. Recogí mi báculo del lugar donde había caído olvidado cuando cubrí a los conejos y plantándolo firmemente en el suelo salió de él una onda que recorrió todos los alrededores a un radio bastante amplio, reparando instantáneamente cualquier daño que hubiese sido causado.

Mientras volvía a colocar mi capa una voz gutural proveniente de ningún lugar susurró la frase que me atormentaría por siglos.

Nadie jamás te amará…

Y recuerdo que tan solo me quedé ahí, paralizada, procesando todo lo sucedido pero sobre todo aquellas cuatro palabras, y una parte dentro de mí no paraba de pensar que la maldad tenía razón…


HOOOOOOLAAAAAAA OTRA VEZ :3

Jaja este capítulo va dedicado especialmente para arandiagrande, como ya te lo he dicho antes, te amo, pequeño mortal, muchísimas gracias por tu apoyo en esta historia, significa demasiado para mí que incluso cuando veo que no hay más que un solo comentario en el capítulo, ese sea el tuyo.

Ya estamos muy cerca del precioso CADE, señores, casi puedo olerlo (?)

Sé que hay muchas personas como tú que leen esta historia, lo he visto en las estadísticas, y también sé que hay muchas personas que la han agregado a sus favoritos y/o que la siguen. A todos ellos, quiero darles tres ENORMES abrazos virtuales (que equivalen a uno de verdad) y quiero rogarles por enésima vez que dejen un comentario. Admitamos que a veces antes de leer una historia vemos la cantidad de comentarios que tiene, y así decidimos si nos interesa o no. Así, que esto ahora va para ti, pequeño/a mortal: Por fissssss, ayúdame a promover los fics en español de esta maravillosa pareja, empezando por el mío (jejeje nada perdida la chica xD).

En fin, ¡Muchas gracias por leerme, pequeños mortales, los AMO!

Adióóósssssss.