II. Rayos de sol

—¿Cómo os divertís los humanos?

Ban estaba tan ensimismado deleitándose del amplio cielo que la pregunta le llegó de sopetón. Ambos descansaban tumbados en el suelo, el albino se sentó pensativo hasta que finalmente se encogió de hombros:

—Depende de qué humano.

—Está bien —lo imitó y se sentó a su lado—. ¿Cómo te diviertes tú?

—Mmm… me gusta poseer los bienes ajenos.

—Robar no es un acto muy honorable.

—Bueno —se recostó en el regazo de la chica y le sacó la lengua—, pero lo compenso con sinceridad.

—B-bueno sí. S-si te tumbas así no podrás apreciar la belleza del cielo.

Como de costumbre, Ban era el causante del perpetuo rubor en el hada. Apoyando la cabeza sobre sus muslos femeninos, alargó el brazo y rozó con sus dedos los mechones dorados del cabello que acariciaban su rostro.

—Me gusta más contemplar el brillo de tu cabello bajo el sol —Elaine palideció.

—¿V-vas a r-robármelo? —Ban casi se ahoga en carcajadas y el hada lo sacudió con suavidad.

—No era esa mi intención —ella ladeó la cabeza.

—¿Cuál era? —el cerró los ojos ignorando su pregunta.

—Hueles a flores. ¿Es esa la fragancia de las hadas? —Elaine gritó sonrojada, echándose atrás por puro impulso y dejando caer la cabeza del joven en el mullido césped.

—¡Ban no te burles de mí!

—¿Quién ha dicho que bromeé? —se sentó de nuevo y la tomó de la cintura, acercándola hasta él—. Ven, Elaine. Volvamos a observar este maravilloso cielo; algún día mi vida de mortal se esfumará y no podré volver a admirar su luz.

Elaine se estremeció imaginando un futuro sin el ladronzuelo. Era verdad. Ban moriría; como todos los humanos. Y los días del hada retomarían su antigua rutina. Una guardiana eterna condenada a la soledad.

Ban arrancó su pensamiento pesimista dedicándole una dulce sonrisa. Sintió que ese destello de luz naciente de sus dientes color marfil era lo único que necesitaba para cubrir por completo su corazón. Un sentimiento desconocido que no sabia cómo asimilar.

Mas por el momento su inexperiencia carecía de importancia.

Decidió obviar el detalle, empapándose de la felicidad que el chico traía a su vida.

Se tumbó a su lado, cada vez más cerca de su piel. A cada segundo, más adentro de su ser.

Estaban enamorándose… pese a que aún les costaría un tiempo asimilar la nueva emoción.

Siendo el sol el único testimonio del nacimiento de su amor.


N/A

Sigo con mi propósito de llenar el mundo con Banlaine; algún día lograré escribir mucho sobre mi amada otp. Si alguien lo lee, mil gracias por hacerlo _