―Jade, por favor, hay que volver, tie…―

―No, Cat, no tengo que descansar, fueron más de siete días postrada en esa cama, ya descansé lo suficiente― Le interrumpí en su millonésimo intento por hacerme volver al castillo. La sentía resistir mi agarre de vez en cuando pero yo solo seguía hacia adelante.

―Claro que no, todavía tienes marcas, y darte un merecido descanso no es tan malo― Su voz tenía el tono de un infante reprimiéndome. Sonreí por un momento, imaginando el adorable puchero que debía estar haciendo en esos momentos.

―Tienes razón, y es por eso que ya lo tomé, ¡De más de 1 semana, Cat! Necesito algo de aire fresco― Sus prohibiciones me estaban enloqueciendo: no podía salir de la cama, vestirme yo sola, alimentarme yo sola, sentarme yo sola, lavarme yo sola, hablar demasiado (o sea más de tres palabras), mucho menos usar magia. ¡No me dejaba ni siquiera leer! ¡Aunque estuviera en cama! Intenten estar siete días así, de verdad que pueden acabar con tus nervios.

―Sí, pero ¿qué no podías tomarlo estando en cama, dentro del castillo? ¡Pudiste pedirme que abriera las cortinas!― Aunque lo hubiese hecho, el deseo de moverme era demasiado grande. Sinceramente, aquel que se suponía tenía que ser un refugio se había convertido en una prisión.

―Bueno, pero yo quería salir, Cat, sentirme en contacto con la naturaleza―

―¿Y no podías salir al prado frente al castillo?― No se daría por vencida. Tal vez luego de todo este tiempo se le había pegado mi necedad.

―No sería lo mismo, pequeña. Además, tantos días ahí tumbada sin moverme casi me hacen olvidar hasta mi nombre― Eso, y... digamos que tenía otros motivos. Unos muy buenos, en mi defensa.

―¡Pudiste preguntármelo! Yo te lo habría recordado con mucho gusto― De no ser porque estaba consciente de que se enfadaría más, habría estallado a carcajadas ahí mismo. Respiré profundo.

―También tenía ganas de estirar las piernas― Dije simplemente, intentando hacer que dejara de hacer preguntas o terminaría diciéndole y arruinando la sorpresa. Solo un par de minutos más...

―¡Pero ya van más de quince kilómetros!― Eh...

―Tenía muchas ganas de estirar las piernas― Entrecerró los ojos, fulminándome con la mirada ―Hey, hey...― Detuve mis (nuestros, porque prácticamente tenía que arrastrarla) pasos y la encaré ―No te molestes, ya sabes que no está en mi naturaleza el no hacer nada― Podía pasar meses encerrada en el castillo leyendo, pero estar literalmente en estado vegetativo era algo totalmente diferente.

―Lo sé, pero yo solo quiero que te mejores― Bajó la cabeza y su labio inferior tembló ligeramente. Mierda.

―No, no, no, Cat, no llores― Acaricié su rostro suavemente y con mis dedos índice y pulgar levanté su mentón ―No me molestan tus cuidados, en serio que no, pero pienso que...―

―Y-yo no q-quisiera verte lastimada― Me interrumpió, con grandes y preocupadas orbes chocolate observándome. Fue ahí cuando comprendí su preocupación. Esta era la primera vez que me veía salir mal de un encuentro. Besé su frente y limpié las lágrimas que surcaban sus sonrosadas mejillas.

―Es un gaje del oficio, Cat. Sí, es riesgosa, pero mi labor es necesaria― Suspiré, pues tenía que ser sincera ―Esta no es la primera vez que salgo lastimada de una pelea, y tampoco puedo asegurarte que será la última― La atraje hacia mí y la envolví en un estrecho abrazo, el cual ella correspondió con fuerza en su agarre.

―P-pero, ¿y si alguna vez te hieren tan mal que...?― No pudo terminar su pregunta, pues el llanto no la dejó. Acaricié su cabello suavemente.

―Shhhh… eso no pasará, tranquila―

―E-eso no lo sabes― Besé su coronilla y me separe un poco para encararla. De mis tantas manías tenía que adoptar mi suspicacia.

―Tienes razón, eso no lo sé...― Esperé unos momentos antes de proseguir ―Pero te diré algo: te prometo que siempre buscaré la manera de estar contigo de nuevo, no importa lo que pase― Le dije en el tono más cálido que podía, sonriéndole. No obstante de su expresión aún preocupada, sus ojos tomaron aquel brillo característico de alegría y amor que me dedicaba siempre. Volví a secar sus mejillas con mis manos ―No tienes que preocuparte tanto, soy bastante buena en lo que hago, si me permites decirlo― Soltó una risilla ante mi falso tono engreído ―Eso es, así, quiero que sonrías, todo está bien. Además...― Me alejé un par de pasos y me paré en la posición más exageradamente erguida y orgullosa que podía ―Mírame: estoy perfecta― Extendí mis brazos para mostrar mi aparentemente excelente estado, intentando ignorar el dolor punzante de mi pierna por la larga caminata y disimular su ahora más evidente cojera. Luego de unos segundos, a pesar de no notarse totalmente convencida, habló:

―Está bien― Secó sus ojos ligeramente ―P-pero, ¿hasta dónde tenemos que ir?― Sonreí, pues por el momento podíamos dejar de lado el asunto. Tal como le dije, no podía dar por hecho que jamás me volverían a herir, por muy excelente que fuera mi dominio de la magia.

―Oh, ya estamos realmente cerca. Ven, sigamos― Ya ahora en lugar de que yo tuviera que tirar de su muñeca ella tomó mi brazo libre (pues en el otro tenía mi báculo) y se afianzó a él cariñosamente, recargándose levemente en mi costado. Fruncí el ceño por un segundo. Aunque no fuese mucho, su agarre representaba más peso con el cual caminar. Tendría que acosumbrarme a ello, pues jamás sanaría.


Caminamos por unos cuantos minutos más hasta que llegamos a la entrada de un pequeño prado rodeado por varios árboles y arbustos convenientemente situados. Una vez cerca de un tronco lo suficientemente grueso me oculté tras de él e hice señas a Cat para que se acercara.

―Listo, ahora, escucha con atención, debes mantener...―

―¿Ya estamos aquí?― Me interrumpió en un tono un poco demasiado alto asomando su cabeza al prado.

―¡Shhhh!― Tiré de su muñeca para que volviera a ocultarse detrás del árbol y me puse un dedo sobre los labios, indicando silencio ―No podemos hacer mucho ruido, Cat― Susurré, y ella rápidamente llevó ambas manos a cubrir su boca, un tanto avergonzada ―Debes quedarte a mi lado, y no hagas movimientos bruscos ¿Está bien? Saldremos caminando despacio― Di un rápido vistazo al prado, asegurando el perímetro ―Muy bien, debo hacerlo ya...―

―¿A qué te refieres con...?― En ese momento mi apariencia se transformó por completo: mis cabellos, antes oscuros como la noche, se tornaron de un color índigo profundo, perdieron su forma ondulada y crecieron hasta rozar mi espalda baja; mi piel, pálida como la nieve en invierno adquirió un matiz menos... de ultratumba, podríamos decir; mi estatura disminuyó un par de centímetros (aunque seguía siendo bastante más alta que Cat) y mis facciones cambiaron. Era alguien totalmente diferente, salvo por mis ojos verde-azulados que mantuve igual para la pequeña pelirroja frente a mí. Ella decía que adoraba su color.

―¿Y bien?― No vi necesidad de cambiar mi voz por lo que eso también seguía sin mayor modificación. Sin embargo, Cat lucía como si estuviese cara a cara con la maldad en persona, su rostro derramando un enorme impacto ―¿Sucede algo?― Dije simplemente, fingiendo no saber la razón de su estado. Miré hacia abajo, pretendiendo estar indecisa ―Mmm... ¿Te parece que el rostro de Sherise quedaría mejor con el cabello de Aoife en lugar del de Hadara? ¿O tal vez debí usar el tono de piel de Zeenat?― Puse una mano bajo mi mentón para reforzar la imagen pensativa ―¿O tú qué opinas?― Volteé a verla, apenas y aguantando la risa al ver su expresión. Sinceramente su confusión me resultaba muy divertida y extrañamente tierna.

―¿J-Jade, q-qué...?― Sentí ligero movimiento, proveniente del prado.

―Shhh. No hay tiempo de explicar, tenemos que salir ya― Sin darle tiempo para objetar tomé su muñeca y tiré de ella nuevamente para guiarnos dentro del prado. Cuando estábamos llegando al centro detuve mis pasos ―Listo, ahora solo falta esperar y...―

―Jade, ¿qué está sucediendo? ¿por qué estamos aquí?― No pude evitar el notar la forma en que su ceño ligeramente fruncido la hacía lucir tan adorable.

―¿Sabes lo que pasa el octavo día de primavera?― Pregunté sin tener mucho éxito al reprimir mi sonrisa de anticipación. Ella ladeó su cabeza sin comprender, tal vez pensando que yo ya había perdido por completo la razón; sin embargo, antes de que pudiese decir algo más mi sonrisa se ensanchó, pues una ráfaga de viento sopló desde arriba, y los característicos sonidos estruendosos de aleteo y relinchos no se hicieron esperar.

En ese momento toda una... ¿parvada? Bueno, llamémosle grupo, de unas de las más gráciles criaturas descendía desde las alturas hasta unos metros de nuestra posición.

Ahí, en ese prado justo el octavo día de primavera de cada año era cuando estos hermosos caballos alados llegaban para disfrutar de la belleza de esos bosques durante unos cuantos días, para luego continuar con su camino hacia las lejanas tierras del Este.

―¡Por todas las moras!― No pude evitar reír ante su exclamación tan peculiar.

―¿Ahora ves por qué teníamos que venir hasta acá?― No me respondió, y realmente no era necesario, pues su expresión llena de asombro y fascinación lo decían todo. Hasta mis labios trepó una sonrisa engreída. Lo hiciste más que bien, Bruja.

Estuve unos momentos en silencio, tan solo observando la manera en que el brillo de sus ojos era casi cegador mientras que estos veían cómo los pegasos caminaban por los alrededores, tomaban algo de agua y/o pastaban despreocupadamente, como si ni siquiera estuviésemos ahí.

―Bueno, ¿qué estamos esperando?― Rompí su trance y volteó para mirarme, confundida ―No creerás que te saqué del casillo casi a rastras y te hice pasar por toda esa preocupación solo para verlos, ¿o sí?― Si su rostro mostraba sorpresa, ahora también mostraba una enorme incredulidad.

―No estarás diciendo que...―

―Sí, elije uno, hoy te voy a enseñar cómo montar un pegaso― Sus labios formaron una gran y perfecta "o" y sus ojos casi se salen de sus cuencas, aunque solo por un milisegundo, pues al siguiente voló hacia mí (tacleándome, como siempre) y me estrujó en uno de sus abrazos de agradecimiento (más bien debían ser de estrangulamiento).

―¡Oh, Jadey, no puede ser! Esto, esto... Esto es... ¡Gracias! ¡Oh, por los Espíritus, gracias!― A pesar del dolor que sentí en mi pierna sonreí ante su gesto, y esa expresión rebosante de alegría y agradecimiento logró derretir cualquier malestar.

―Ni lo menciones― Reímos un poco hasta que, impulsadas por alguna fuerza externa mayor, nuestras sonrisas murieron lentamente. Nos miramos fijamente durante unos momentos y sin poder preverlo me encontré a mí misma escudriñando de una manera no tan inocente a este pequeño ser sentado a horcajadas sobre mi abdomen (ese parecía ser su lugar favorito para sentarse).

Desde el ángulo que se encontraba podía apreciar con preciosa nitidez el contorno de su rostro, sus profundas orbes chocolate nunca apartándose de mis ojos (tal vez porque era lo único que quedaba de en mi apariencia); esos labios sutilmente rosados y tan incitadores; cómo su fulgurante y sedosa cabellera encendida caía sobre la piel de sus hombros y cuello descubierta, de apariencia tan suave; esas pronunciadas clavículas, las gráciles elevaciones que eran sus senos, aquella delicada curva en su cintura, el relieve plano de su vientre tentándome a recorrerlo con mis dedos... Fue hasta que mi mirada bajó aún más que me di cuenta de que mi mano derecha estaba posada impúdicamente sobre su muslo izquierdo. A eso se debía la sensación de calor y suavidad en mi palma. Justo cuando iba a retirar mi mano avergonzada ella puso la suya encima, reteniendo mi toque en su lugar. Al redirigir mi vista a su rostro sorprendida, vi que algo había cambiado en esos impredecibles ojos de perdición: en ellos había un mensaje evidente como un grito en medio del silencio y sin embargo tan indescifrable como el cantar del viento susurrando a lo lejos. Parecía una especie de deseo, tal vez tan fuerte como una necesidad, e inmersa en ese trance fue que vi mi mirada reflejada con la suya. Puse un poco de más fuerza en mi agarre y sentí cómo todo su pequeño cuerpo tembló. Mis espinas se removieron cual bestia recién despertada y por un momento pensé en cómo sería el enterrar mi ser en su piel... ¡No!

―Ehhhh… bueno, vamos, no perdamos más tiempo― Rápida pero delicadamente la tomé de la cintura y la levanté de encima mío, incorporándome de igual manera en un parpadeo. Carraspeé ―Bien, ¿ya-ya te decidiste por uno?―

―Jade, yo... ―

―Oh, mira, allá hay uno gris. Aunque creo que es más bien color plomo o tal vez plata ¿quién sabe? Mejor solo digamos que es gris ¿te gusta el gris? Si no, puedes escoger otro, anda― Le interrumpí con mis atropelladas palabras, intentando con todas mis fuerzas controlar aquello que había causado en mí hacía unos momentos y que parecía hacerse más fuerte conforme más la miraba. ¡Aparta los ojos de sus...! ¡Ah, contrólate, Jadelyn!

―B-bueno, ese beige de allá es lindo...―

―¿Te gusta? Genial, vamos para allá. Sí, vamos― Aunque su mirada se mostraba un tanto entristecida me siguió de igual manera. Mi intención no era herirla, y era por eso me había alejado tan abruptamente del gran poder de atracción que ejercía sobre mí tal vez sin darse cuenta. Estaba segura de que la lastimaría más si sucumbía.

Al dirigirnos hacia el grupo que pastaba en el otro extremo escuchamos más aleteos y percibimos un olor dulzón en la brisa, además de un muy ligero (pero para mí perceptible) cambio en la atmósfera.

―¿Pero qué...?― Al voltear hacia arriba mis labios se curvaron en una sonrisa. Cat olvidaría su tristeza muy pronto –¡Cat, mira!― Ella volteó cuando le palmeé el brazo para atraer su atención e instantáneamente soltó un jadeo de sorpresa seguido por un chillido de emoción.

―¡Pero qué hermosos!― Al prado llegaban batiendo sus alas grácilmente más pegasos, pero con la diferencia de que estos tenían algo extra y afilado en la cabeza: así es, se trataba de las criaturas con las que sueñan las pequeñas: unicornios. Un grupo de unos seis o siete (y en variedad de colores, incluso) que bajaban desde lo alto para posar sus cascos sobre el suave césped, uniéndose a sus compañeros pegasos.

―Wow... Ellos también sienten que esta debe ser una primavera demasiado especial― Hablé.

―¿A qué te refieres?― Cat preguntó sin dejar de mirarlos, totalmente embelesada.

―Oh, dije eso en voz alta...― Murmuré ―Bueno, los unicornios no viajan usualmente junto con los pegasos, a pesar de ser especies muy parecidas, y no tienen un recorrido fijo, solo pasan el tiempo que quieren porque quieren en el lugar de su elección― Observé un momento a esas criaturas con verdadero agradecimiento ―En todos mis años debí haberlos visto a lo mucho unas ocho veces― Tomé algo de aire, aspirando un aroma un tanto peculiar, pero decidí restarle importancia. Cat solo me observó, y por la duda en su rostro me apresuré ―Oh, pero no te preocupes, sé cómo montarlos también, es básicamente igual, solo que los unicornios son un tanto más sensibles y delicados, pero nada de qué preocuparse― Tomé su mano, sonriéndole y esperando por amor a los Espíritus que aquel rastro de tristeza dejase de nublar esos ojos tan bellos. Tardó un momento tan solo mirándome, mas finalmente cedió y le dio un pequeño apretón a mi mano, sonriéndome de igual manera ―Bueno, ¿ya encontraste alguno que te haya gustado?― Ella volteó de nuevo hacia donde se encontraban los recién llegados.

―Mmm… no lo sé. Es que ese café es lindo, pero también está el pardo de allá que…― Un sonoro relincho la interrumpió, y cuando nos giramos hacia la fuente de aquella exclamación supe que no le quedaría duda alguna ―¡Por los Espíritus, ese es perfecto!― Sí, justo como si hubiese sido hecho especialmente para Cat apareció un delicado en apariencia pero totalmente activo y enérgico unicornio de (cómo no) un color rosa pastel. En todo el universo no podría haber existido un diseño más acertado a los gustos de mi pequeña hada. Reí ante la increíble coincidencia.

―Bueno, ahora sí, ¿Qué estamos esperando? Hay que ir con ese unicornio― Justo antes de que corriera logré atrapar su hombro y la retuve en su sitio ―Era en sentido figurado Cat, me refería a que fuéramos con él, no que corriéramos hasta asustarlo. Recuerda que son criaturas muy sensibles, un movimiento en falso y todos podrían irse― Le expliqué suavemente.

―¡Oh, cierto! Perdón― Bajó la mirada, avergonzada de nuevo.

―No te preocupes, pequeña, no pasó nada, solo debes tener un poco más de cuidado, eso es todo― Revolví sus cabellos juguetonamente, ganándome una risilla de su parte, el aroma extraño haciéndose sutilmente más agudo.

―Bueno, ¡Vamos entonces!― Iba a volver a salir corriendo, sin embargo recordó mis palabras en el último segundo, y se detuvo en seco ―Lo siento― Rió nerviosa. Yo solo negué con la cabeza, reprimiendo una sonrisa. Esta criatura no tenía remedio.

Nos encaminamos una vez más al paso más lento que las ansiosas piernas de Cat nos permitían, hasta que estuvimos a tan solo unos cuantos metros del unicornio ganador, el cual tendría la suerte de ser montado por Cat ese día.

Una vez que la criatura volteó hacia nosotras, reconociendo nuestras presencias, lentamente hablé:

―Bien, es hasta aquí donde llego yo― Los ojos de Cat se abrieron desmesuradamente.

―¿Qué? Pero... pero yo no...―

―Si voy hacia allá contigo no se sentirá lo suficientemente cómodo. Además, para crear un vínculo entre el jinete y el... bueno, esta especie de caballo, es necesario que haya cierti grado de...― Pensé por un momento ―Cercanía, confianza, un trato personal― Se mostraba insegura a pesar de creer en mis palabras ―Oye, tranquila, confía en mí, no pasará nada― Mordió su labio inferior, meditando las opciones y causando un estremecimiento en mi espalda, el cual resistí con gran esfuerzo.

―Está bien― Suspiró finalmente ―¿Qué es lo que tengo que hacer?― Su sonrisa con ese hoyuelo izquierdo había regresado, y el apresurado batir emocionado de sus alas también. Sonreí de medio lado.

―Lo primero es que tendrás que aercarte lentamente, muy lentamente, hasta que estés justo frente a él... ¿ella?― Me asomé para cerciorarme. Sí, es un él ―Sí, hasta que estés justo frente a él, y entonces te detienes. No rompas el contacto visual, demuéstrale que eres digna de montarlo― Por el rabillo del ojo detecté que el unicornio seguía mirando hacia nuestra dirección. Reprimí una sonrisa. Esto sería muy fácil, pues su atención significaba que ya tenía interés en Cat ―Una vez que estés ahí él va a observarte, tal vez olfatearte superficialmente, y va a inspeccionar a esta criatura que está intentando domarlo. Si le agradas, lo cual es casi seguro, déjame decirte, bajará la cabeza y tocará tu frente con su cuerno, así― Piqué juguetonamente su frente con mi dedo índice y el reírse la relajó ―Y eso es todo. ¿Lo ves? Es muy fácil. Ahora ve, anda―

―Bueno, ¡Lo haré! ¡Allá voy, Señor Unicornio!― Gracias al cielo que su alto tono no los ahuyentó. Sí, definitivamente esa criatura no tenía remedio.

―Recuerda, la clave está en la confianza― Dije una vez que ella había llegado a la posición que le indiqué. Tal como le dije, el unicornio la miró durante todo el trayecto, y analítico la observó de arriba a abajo una vez que la tuvo enfrente. Caminó haciendo un círculo a su alrededor, y aunque casi podía sentir su nerviosismo desde donde estaba siguió mis instrucciones al cien por ciento, quedándose quieta bajo el escrutinio y el ligero olfateo de la criatura alada, hasta que por fin, ésta se colocó frente a ella, y con un pequeño asentimiento agachó la cabeza. Cat se acercó con una enorme sonrisa de oreja a oreja y pegó su frente al cuerno del animal, subiendo lentamente sus manos para acariciar el pelaje de sus mejillas. Segundos después, se giró hacia mí.

―¡Mira, Jadey, lo hice!― Se abrazó al cuello del ahora dócil animal. Reí un poco.

―Por supuesto que sí, te lo dije― Ya una vez establecida su conexión me acerqué a ambos y materialicé una manzana con las manos tras la espalda, para que ninguno del grupo se diera cuenta. No me había disfrazado tan elaboradamente para ser descubierta así ―Toma dásela― Cat felizmente tomó la manzana y se la ofreció al unicornio quien gustoso la aceptó. Mientras masticaba la pelirroja le acariciaba su blanca melena ―Bien, ahora que está relajado comiendo es hora de que te subas― La tomé de la cintura para ayudarla a sentarse sobre el lomo cuando como si de una bofetada se tratase el aroma volvió, penetrando fuertemente en mis fosas nasales, alterando mis sentidos.

―¿Está todo bien?― Preguntó Cat una vez que se había acomodado, preocupada.

―S-sí, to-todo está...― Pero ahí seguía, increíblemente presente, turbando todo mi ser con lo profundo de su esencia. ¿Que era ese maldito olor? No era desagradable, sino todo lo contrario, era demasiado bueno para ser verdad, y me atraía hacia él como si llamase mi nombre, haciéndome sentir mareada, abrumada. Con todas mis fuerzas retuve mis espinas en su lugar, pues amenazaban con moverse fuera de mi piel y eso no nos convenía. ¿Qué era ese aroma? No era común, era algo que jamás había olido, pero, ¿qué era? Tenía toques dulces, sutiles salpicaduras saladas, el correcto uso de una casi nula amargura. Mi respiración se volvió agitada y mi corazón empezó a latir con fuerza, mucha fuerza. ¿Qué era ese aroma? Para evitar caer me sostuve del lomo del animal, y fue en ese momento que lo entendí: cuando mi rostro había quedado a escasos centímetros de la piel del muslo de Cat supe que el extraño y enervante aroma provenía de ella, y de repente fue tan claro como el agua. Ese afoma provenía de Cat y era...

―¿Cat?― Hablé lo más claramente que mi atrofiada mente me permitía.

―¿Qué sucede? Estás asustándome, ¿te sientes bien? ¿es tu pierna? Ay, Jadey, te dije que no debíamos...―

―Estás segregando la brisa, ¿no es así?― Traté de controlar mi molestia, aunque mi mandíbula temblaba.

―Eh, bueno... Es-es por la época... Del... Año. Sí, es eso― La miré duramente aferrándome un poco más fuerte de lo que debía al pelaje del pobre unicornio.

―Claro, por la época del año― Entrecerré los ojos, y ella jugueteó con algunos mechones de su cabello, nerviosa.

―S-sí, p-por supuesto q-que lo es― Rehuyó de mi mirada mientras que yo seguía con el claro mensaje de que no me tragaba sus palabras impreso en el rostro.

Lo que nosotrod llamábamos la brisa era una especie de sustancia que todas las criaturas segregaban, algo así como el equivalente a un cambio hormonal. Las féminas lo usaban para ser más atrayentes y poder, podríamos decir que provocar, a sus respectivas parejas (pues solo funcionaba con la criatura por la cual se tenían sentimientos y estos eran correspondidos), pudiendo ser estas tanto de la población masculina como de otra fémina.

Resultaba en una sensación bastante vigorizante, eso claro si la criaura afectada no estaba intentando luchar contra sus colosales deseos.

Pongámoslo de esta manera: la brisa era un afrodisiaco, así de simple.

Para muchas criaturas era inevitable, cada cierta temporada del año (más comúnmente en la primavera) es que las féminas segregaban este aroma, y no había nada que pudiesen hacer al respecto.

Pero este no era el caso de las hadas. Ellas decidían cuándo y dónde soltarla.

Esto era a propósito. Cat estaba intentando incitarme, descontrolar mis sentidos y deseos por ella.

Y ambas sabíamos que lo estaba logrando.


PERDÓN, EN SERIO PERDÓN POR EL INHUMANO RETRASO DE CASI UN MES XC Es que la verdad me han pasado muchas cosas, algunas buenas y otras que más bien quedarían catalogadas como experiencias realmente desagradables. He estado bastante ocupada, además, y honestamente no me había sentido con los ánimos necesarios para continuar con esta historia.

Pero para cualquier lector que siga aquí, aún después de mi injustificada ausencia: aquí estoy, ya más recuperdara de todo lo que ha pasado y lista para seguir con este fic.

En fin, no creo que ocupemos muchas aclaraciones para este capítulo, pero, ups, tal parece que a nuestra Jade la ha puesto horny esas maquinaciones tal maquiavélicas de la pequeña Cat. Sí, sí, ya sé lo que me dirán: "Esto se parece a la película de Crepúsculo cuando Edwar no quería darle a Bella porque la iba a lastimar y blah, blah, blah..." pues bien, déjenme decirles algo: Sí, la verdad es que sí, se parece a chingos (como decimos aquí en México), pero, hey, admitamos que es una razón tierna, me refiero a que el tipo puede estar todo duro como roca xD pero prefiere aguantarse para no herir a su amada. Y eso no me parece que esté mal, por eso lo copio ilegalmente a esta historia c:

Jaja otro de mis plagios a mencionar sería la escena del unicornio tocando la frente de Cat. Me basé en la película de Harry Potter y el Prisionero de Azkaban (la parte en la que Harry monta al Hipogrifo) y en Cómo entrenar a tu Dragón (cuando Hipo extiende su mano y el Dragón acerca su nariz para que lo toque) porque ambas escenas me parecieron que quedaban muy bien con el encuentro de esta criatura con nuestra pelirroja.

Sí, sí, lo de los pegasos y los unicornios tal vez quedó muy girly pero como que no me importa, quería poner a esas asombrosas criaturas xD

Jaja bueno, una vez más mil y un disculpas (y todas las que sean necesarias) por la exageración de retraso por la que los hice pasar.

MUCHÍSIMAS, y lo digo en serio, MUCHÍSIMAS GRACIAS POR PASARTE POR AQUÍ Y LEERME.

Nos vemos en la próxima actualización (que confío en que no tardará tanto) hermosos e infinitamente amados mortales.

(Oh, a propósito, no sé si lo notaron pero cambié la foto del fic. No lo sé, la foto de la chica [la cua no me pertenece] y el dibujo del hada [tampoco es mío] me parecieron geniales para esta historia. Después pongo el CopyRight, ahorita ya es tarde y me quiero dormir)

¡BESOS REALES!