***ADVERTENCIA***

Este capítulo contiene LEMON (o SMUT, como prefieran llamarle) explícito (NO VULGAR [o al menos eso creo]), por lo que aquellas personas que no se sientan cómodas con ello absténganse de leer. Por perder algo importante de la trama no deben preocuparse, pues por esta razón no incluí detalles DE SUMA relevancia.

Sin más aclaraciones, aquellos que estén dispuestos a leer, COMENZAMOS :D


―Bueno... Ya-ya estamos aquí...― Dije al entrar al castillo luego del más profundo silencio, pues no proferimos palabra alguna en el camino.

―Sí, ya llegamos...― Respondió. Carraspeé con nerviosismo y en ese momento Cat volteó hacia atrás de mí. Siguiendo su mirada me encontré con que me había olvidado de cerrar la puerta.

―¡Oh, cierto! Je, pero, ¿qué me pasa? Debo cerrar la puerta― Considerando seriamente la opción de lanzarme un hechizo a mí misma que me impidiera seguir parloteando estúpidamente me dirigí hacia la grande y pesada estructura de madera de roble para cerrarla.

TOMB

Fue el estruendo que causó al impactar contra la sólida roca del umbral. Ahí sí estuve a punto de ahorcarme por la torpeza de mis bruscos movimientos.

―Lo siento, no fue...― Mis palabras murieron en mi garganta cuando al voltear me topé con que era el único ser viviente en los alrededores ―Eh... ¿Cat?― Escuché sus risillas provenientes de las escaleras que llevaban al piso de arriba.

―¡Vamos, tendrás que alcanzarme!― Su tono era una combinación de emoción y picardía, y no obstante de las ansias de las cuales mi cuerpo era víctima permanecí inmóvil unos momentos, analizando la serie de eventos que nos habían llevado hasta ahí y asimilando lo que estaba por pasar. Respiré profundo una, dos, tres... realmente no sé cuántas veces lo necesité para calmarme (y aquí entre nos, para armarme de valor), y tampoco sé por cuánto tiempo habría seguido igual de no ser por Cat ―¡Ya llevas mucho tiem-po!― Canturreó divertida ―¡Si no subes iré por ti-i!― Eso activó una señal de alarma en mi cerebro. Más me valía subir antes de que ella cumpliera su... ¿advertencia? ¿amenaza? ¿promesa?

―Eh, ¡no, no, no te molestes!― Resoplé, derrotada ―Yo subiré― Dije para mí misma. Rápidamente fui hasta las escaleras, mas al momento de colocar mi pie sobre el primer peldaño mis piernas parecieron transformarse en plomo: cada paso era lento y pesado, como si el simplemente subir los escalones que frecuentaba a diario representara un increíble esfuerzo. Ya no tenía porqué ocultarlo más: era presa de los nervios, de unos que me pegaban los pies al suelo, que hacían mi cabeza girar y me revolvían el estómago.

Faltando un escalón me detuve en seco. Sin importar que yo fuera (no por presumir, pero francamente) una experta en ese tipo de actividades físicas (producto de tantos años practicándolas) tenía un enorme temor a que las cosas no salieran bien, a que no resultara como ella se lo imaginaba, a que a la mañana siguiente me reprochara algo como el haberle robado su inocencia, a que llegara a odiarme después... ¿qué sé yo? Miles y miles de malos escenarios se reproducían en mi cabeza sin parar, cada uno más devastador que el anterior y sin embargo, muy, muy en el fondo de mi cerebro había una vocecilla, casi inaudible, apenas un susurro, que me decía que todo saldría bien, que era algo que ambas deseábamos, y por alguna extraña razón más allá de mi comprensión, le hice caso, y subí aquel último peldaño.

Caminé el par de pasos que quedaban hasta mi habitación, y en el umbral vi que mi adorada pelirroja estaba sentada en mi cama abrazando mi almohada con delicadeza, su nariz enterrada en el blando objeto mientras que su rostro reflejaba un inmenso cariño; esa visión me permitió olvidarme por unos momentos de mis deseos carnales enterneciéndome con su dulzura. Pienso que el ver aquello fue lo que me dio el coraje necesario para hacer mis miedos a un lado, pues me hizo pensar que cualquiera que fuese el resultado, Cat me amaba tanto como yo a ella, y ya era tiempo de demostrarlo en otro nivel.

Sin hacer un solo ruido me acerqué a su grácil figura (aprovechando su distracción) y envolví desde atrás su estrecha cintura con mis brazos, haciéndola saltar un poco por la sorpresa.

―¡Oh, Jadey, me asustaste!― Rió un momento, recuperándose ―No puedo creer que sí subiste, pensé que tendría que traerte yo― Comentó infantilmente burlona.

―Bueno, pequeña, bien dicen que las cosas buenas llevan tiempo― Respondí lo más relajada que pude, dispuesta a seguirle el juego. Ella sonrió, coqueta.

―¿Estás diciéndome que esto será algo bueno?― Enarcó una ceja.

―Eso es exactamente lo que estoy diciéndote― Sin perder más tiempo bajé mi rostro hacia el hueco entre su cuello y su hombro para dejar un camino de besos de mariposa con mis labios. Sentí cómo todo su ser tembló ante este nuevo contacto. Apreté mi agarre en su estómago y ella por su parte enrolló uno de sus brazos en mi nuca, atrayéndome más hacia sí.

―J-Jade...― La escuché suspirar, casi logrando descontrolarme.

Pasó un rato hasta que con un gentil gesto me alejó de su cuello para voltear y encararme. Una vez frente a frente, dirigió sus pequeñas manos a mi capa, y de un fluido movimiento desamarró el nudo de ésta y la recorrió por mis hombros, acariciándolos suavemente hasta que por fin la pesada tela cayó al suelo con un susurro.

Cuando fijaba su vista en mi vestido me apresuré a capturar sus labios con los míos, esta vez en un contacto no tan inocente. Al principio se sorprendió por la desesperación de mis acciones, sin embargo luego de la impresión inicial me correspondió con el mismo ímpetu, llevando sus delgados brazos alrededor de mi cuello, alborotando mi cabello con sus dedos.

Admito que inicié aquel beso en un ataque de nerviosismo, pero también admito que mi pensamiento racional se esfumó por completo cuando mi lengua entró en contacto con la suya, ambas enfrascándose en una fiera batalla por el dominio sobre la otra. Era tan rápido, tan fuerte, tan lleno de furor que no me di cuenta siquiera del momento en que la empujé hacia atrás, posicionándome sobre ella, con una de mis rodillas presionada entre sus muslos.

Empezaba a sentir cómo mis espinas se inquietaban y sus movimientos en mi espalda, rogándome que continuara, cosa que por supuesto hice de inmediato.

Mis grandes manos viajaron desde sus hombros descubiertos hasta sus costados, los cuales acaricié por sobre la delgada tela de su corto vestido verde; seguí mi recorrido hasta sus caderas, enterrando las yemas de mis dedos; pudieron confundirse con garras en esos momentos. Bajé más y más hasta que me topé con la delicada piel de sus largas piernas y me deleité con la suavidad de sus cálidos muslos, recorriéndolos de arriba a abajo, sin romper el beso.

Cat no se quedó atrás en ningún momento: acarició toda la longitud de mi espalda, y no paró de explorar y descubrir hasta que encontró el cierre posterior, instantáneamente abriéndolo con entusiasmo infantil, sus manos entrando en contacto con mi nívea piel, haciéndome estremecer.

Nos separamos cuando nos quedamos totalmente sin aire, y aun jadeando cual lobo luego de una persecución observé con atención cómo ella me señalaba que me levantara y para luego hacer lo mismo (quedando ambas de rodillas en la blanda superficie) hasta alcanzar mis hombros nuevamente. Una vez con sus manos colocadas bajo la tela, se dispuso a bajar lentamente la única prenda que ocultaba mi desnudez, su mirada chocolate de perdición clavada en la mía, sin romper aquel trance ni una sola vez. El vestido bajó por mis hombros, se deslizó por mis brazos, acarició mis senos (durante más tiempo del necesario, debo agregar), abandonó mi cintura y finalmente lo removí por completo con un simple ademán de mis dedos.

Cuando me encontré totalmente expuesta la mirada inquisitoria de Cat me cohibió vergonzosamente con su escrutinio, pues recorrió sin pena alguna todo mi cuerpo, de arriba a abajo, despacio y sin prisa, deteniéndose en ciertas zonas, disfrutando de aquella visión con parsimonia. Sus ojos brillaban más que diez mil amaneceres, sus mejillas mostraban un ligero matiz rosado y sus labios rojos e hinchados, ligeramente entreabiertos tenían la forma de una pequeña sonrisa embobada. Esta último haciéndome reír, casi borrando mi vergüenza.

Luego de unos minutos su ardiente mirada se encontró de nuevo con la mía y casi por instinto (o tal vez por la insistencia de esas hipnotizantes orbes) me acerqué a ella, llevando una de mis manos hasta su rostro, descansando la palma sobre su mejilla y acariciando sutilmente sus labios con mi pulgar. Ella ladeó la cabeza hacia el toque y colocó una de sus manos sobre la mía. Bajé dicha mano sintiendo su quijada, su mentón, la delicada piel de su cuello, la gracia de sus clavículas hasta llegar a su hombro. Mis dedos juguetearon con el delgado tirante de su vestido por varios momentos, sin embargo no hice más. La miré un momento, insegura, a lo que ella solo me sonrió para luego asentir.

―Está bien― Me dijo con calma. Enseguida, levantó sus brazos para ayudarme, dándome su permiso, por lo que con trémulas manos sujeté ambos tirantes y muy lentamente levanté la tela por encima de sus hombros, arrojándola después sin cuidado por algún lugar.

La aparición frente a mí jamás dejaría de fascinarme, no importa cuántas veces la hubiese visto antes: piel naturalmente tersa, portando un bellísimo matiz bronceado; senos pequeños, firmes y perfectos, ocultos tras algunos mechones de largo y sedoso cabello de un furioso color rojo escarlata; abdomen plano y tentador; piernas largas, muslos levemente torneados con un peculiar brillo de humedad entre ellos... todo en ella representaba el afrodisíaco más poderoso, embriagando todos y cada uno de mis sentidos, llenándolos con la gloria de su imagen desnuda.

Hasta este punto toda la habitación estaba cubierta por mis espinas; estas eran incluso más numerosas que aquella ocasión en bosque, cuando Cat las vio por primera vez. Sus desquiciadas ansias comenzaban a nublar mi cerebro.

Aun si el estar de esa manera con ella me hacía querer saltarle encima como una pantera hambrienta acorté la distancia lentamente, con movimientos cautelosos, empleando mi mayor esfuerzo para impedir a mis ahora alborotadas espinas acercárcele demasiado, por lo que no eran de gran ayuda para mantener mi autocontrol. Podía sentir su deseo casi como si estuviera en una mente distinta a la mía; querían tocarla, recorrerla por entero cual serpientes engañosas, tal como yo anhelaba hacerlo. Mía, era el mantra que empezaba a reproducirse en mi cabeza una y otra vez en un ciclo continuo de demencia, y yo ya sentía lo difícil que era no sucumbir ante un deseo animal tan fuerte.

―¿Por qué se comportan así?― Me preguntó una vez que pegué por completo mi cuerpo al suyo, sacándole un suspiro.

―Te quieren― Respondí con voz ronca mientras agachaba la cabeza para volver a besar su cuello, ahora también mordisqueando y succionando la piel de vez en cuando. Quería marcarla por completo, reclamar sus territorios como parte de mis dominios, tener cada parte de ella a mi disposición y bajo el resguardo de mis afiladas garras.

Cuando mordí en cierto punto cerca de su clavícula Cat hizo lo que hacía falta para hacerme enterrar mi racionalidad en la parte trasera de mi mente: soltó un agudo, sensual y delicioso gemido desde el fondo de su garganta, avivando el fuego del cual ya me sentía presa.

Sin perder más tiempo volví a empujarla hacia atrás colocándome sobre ella y llevé mis labios a luchar contra los suyos nuevamente, siendo en esta ocasión básicamente solo lengua y dientes, tan desenfrenado y salvaje que la sentí temblar como nunca antes debajo de mí, intentando con mucho empeño seguir el ritmo de mis descontrolados movimientos. Sus manos llegaron hasta mi espalda y me abrazaron ansiosas, apretándome contra ella, enterrando sus uñas en la carne, aquello solo contribuyendo a mi frenesí.

Con la ansiedad del león furioso dejé a mis manos recorrer lo que pudieran alcanzar de su piel, estrujándola, moldeándola, desde sus muslos, sus redondos y firmes glúteos, su espalda arqueada, su abdomen... cuando una de mis manos llegó a su pecho rompí el beso mordiendo su labio inferior rudamente y con mi mirada ardiendo en la suya puse mi palma extendida sobre su seno izquierdo, disfrutando como animal en celo el sonido de placer que profirió cuando presioné y apreté, cerrando mi mano sobre el delicado montículo.

―¿Te gusta esto?― Pregunté con voz gutural, sintiendo cómo mi bestia interna tomaba posesión de mí casi por completo. Comencé a mover mi mano, masajeándola. Ella tembló de nuevo, y mordiendo su labio inferior asintió; sus ojos cerrados fuertemente. Claro que para mí no fue una respuesta satisfactoria ―Respóndeme― Demandé autoritaria sobre en hueco entre su cuello y su hombro antes de bajar mis afilados dientes y clavarlos en la sensible piel.

―¡Ah!― Gimió desprevenida, en parte por dolor y en parte por placer pero principalmente por este último ―S-sí― Soltó sin aliento, a lo que no pude contener mi sonrisa autosuficiente para enseguida seguir atacando su cuello, mordiendo y succionando con mayor ímpetu, imaginando todas y cada una de las marcas que quedarían en su piel gracias a mí. Dicho pensamiento era excitante en un nivel vergonzoso.

―"Sí", ¿qué?― Proferí mientras mis labios se dirigían en un camino más al sur hasta que me encontré sobre el seno desatendido. Volteé hacia arriba y me encontré con que ella estaba observándome de igual manera.

―Sí, me gusta lo que haces― Susurró apenas audiblemente, un matiz rosado instalándose en sus mejillas. La dejé ver un destello de mi sonrisa felina antes de bajar mis labios y besar su seno derecho, para después comenzar a tentar su pezón duro como una roca con mi lengua y dientes, pellizcando el otro entre mis dedos.

Cat llevó sus manos a mi negra cabellera y enredó sus dedos entre las hebras azabache no tan tiernamente como solía hacer, sino ahora estrujando, apretando, acercándome más a sus pechos, rasguñando mi cráneo con desesperación, haciéndome sentir su deseo mientras ella luchaba por contener sus agudos gemidos (los cuales eran cada vez más constantes) sin conseguirlo del todo.

Llegó un momento en que un aroma exquisito y enloquecedor penetró mis fosas nasales causando tal impacto que casi rujo cual fiera liberada. Instintivamente busqué de dónde proveía aquel delicioso perfume, y no sé si debí sorprenderme, pero la fuente parecía estar oculta entre cierto par de suaves muslos cerrados fuertemente.

No desperdicié el tiempo y moví mis labios en un camino de besos mojados y mordidas incitadoras hacia el delicioso tesoro escondido, disfrutando de las múltiples paradas en el transcurso (todo sin dejar de atender sus pechos con mis manos, claro está): al pasar sobre sus costillas restregué mis dientes sobre estas, dejando un par de marcas y ganándome varios hermosos gemidos; cuando llegué a su ombligo introduje en él mi lengua viperina (Cat soltó un pequeño grito ahogado) y seguí dejando un rastro de saliva hasta su bajo vientre, luego soplé sobre éste; Cat volvió a gritar y gemir, sus dedos aún en mi cabello halando con fuerza, incitándome a hacer más.

Cuando lo necesité tuve que bajar mis manos (obviamente acariciando todo en el camino hacia abajo) hasta donde me encontraba, y gentilmente separé los muslos de Cat ante su atenta mirada, el tono de sus mejillas haciendo juego con su cabello.

En ese momento una pizca de mi cordura regresó, justo antes de que atacara, y como una voz amiga que te susurra en el oído lo que es correcto me obligó a frenar mis impulsos unos segundos, lo suficiente como para levantar mi rostro y clavar mi mirada esmeralda con la suya chocolate. Tenía que asegurarme que incluso en el calor insoportable de la habitación y la insistencia de mis actos hambrientos esto era algo que ella quería, de lo cual no se arrepentiría y de que gracias a ello tenía su completo consentimiento para proseguir. Estuve a punto de soltar una lágrima cuando en sus labios a través de la lujuria de su rostro surgió la sonrisa más hermosa que hubiese visto jamás, brillante cual estrella nocturna y cálida cual amanecer de verano. Ante mi enternecida expresión ella asintió, y eso fue todo lo que necesité.

Enterré mi rostro entre sus ardientes muslos y con la mayor delicadeza que he demostrado en mi vida besé sus húmedos territorios, probando por primera vez un elixir tan delicioso que es imposible de comparar.

Ella gritó, su respiración se volvió tormentosamente errática, se removió, enrolló sus piernas en mi cuello y casi arrancó mis cabellos con sus dedos. Ahora no paraba de gemir; a veces eran tonalidades bajas (e increíblemente sensuales) y prolongadas, otras eran agudas, breves y repetitivas. Se sentía más ansiosa, más desesperada, como si quisiera fundirme con ella (deseo que ambas compartíamos) acercándome imposiblemente hacia sí.

Yo al principio solo besé con amor de alcoba sus húmedas fronteras, empapando mis labios también, sin embargo, luego de un lapso más bien corto ese contacto dejó de ser suficiente tanto para ella como para mí, por lo que cual nadador experto hundí mi lengua en lo más profundo de su hasta ahora inocente feminidad.

―¡JADE!― Lloriqueó al sentir el nuevo contacto, su piel empezando a perlarse con una delgada y grácil capa de sudor.

El sabor de su néctar era intoxicante. Dulce con chispas de sal, una verdadera explosión en el paladar que se quedaba ahí, rondando, tentándote cual enervante prohibido.

En todo ese tiempo nada me había hecho sentir tan primitiva como eso, hasta el grado en que era básicamente puro instinto y nada más.

Jugueteé con su sensible perla del placer, restregando lo suficientemente suave mis colmillos afilados en el pequeño manojo de nervios.

―Espíritus― Exhaló casi sin aliento mientras que yo seguía atacando ese tan efectivo punto específico.

Enterré las yemas de mis dedos desde sus costados, sintiendo sus costillas, su cintura, los elegantes huesos de sus caderas, su bellísima retaguardia y sus largos muslos del encanto en una larga (y ligeramente ruda) caricia.

Bebí y bebí de ella cuanto pude, cual viajero moribundo en el desierto quien acabase de encontrar el más deslumbrante oásis.

Deseosa de brindarle el mayor placer que pudiese a mi musa, lentamente introduje dos de mis largos dedos en su estrecha entrada.

―¡OH POR...!― No terminó su exclamación pues rápidamente llevó su mano hasta su boca y la mordió, intentando (sin lograrlo) acallar los frenéticos sonidos que provenían de su garganta.

Encontré un buen ritmo y lo mantuve, reemplazando mi lengua con mis dedos quienes bombeaban afuera y adentro de Cat, volviéndola casi tan salvaje como yo.

Ella suspiraba, gemía, gritaba, y se estremecía sin ningún control, desatando aun más (si es que era posible) mis inhibiciones. Fue en un momento casi sin escrúpulos que una idea extraña brotó desde lo más profundo de mi cabeza, y sin poder luchar contra ella le hice caso: con un último mordisco al interior de su muslo derecho volví a subir hasta estar cara a cara con ella.

―Eres realmente deliciosa... deberías comprobarlo tú misma― Observé sus tentadores labios rosados y los capturé con los míos casi vulgarmente, haciendo que probara su propio sabor dentro del apasionado beso. Ella emitió un gemido ahogado, y sin separar nuestras bocas incrementé el ritmo de mis dedos dentro de ella, añadiendo un tercero.

De la nada, una de sus manos abandonó su posición enredada en mi cabello y acarició mi pecho con curiosidad infantil, apretando, pellizcando y masajeando la suave piel. Gruñí en el beso, cosa que pareció brindarle mayor confianza ya que dicha mano siguió un derrotero más al sur hasta que llegó a mi bajo vientre y ahí se quedó por algunos momentos, rasguñando juguetona con sus uñas el área.

Sin previo aviso posó su mano extendida sobre mi feminidad y yo rompí el beso con un gemido sin poder evitarlo.

―Hazlo― Le indiqué sin aliento ante su singularmente penetrante mirada. Cat rió con una inocencia tan pueril y tan poco común de la atmósfera actual que me tomó totalmente desprevenida cuando en un instante introdujo de golpe tres de sus dedos en mí ―¡Maldita sea!― Sí, ella odiaba cuando maldecía pero tengo mis razones para creer que en ese momento no le importó.

Al principio como era de esperarse su inicio fue lento y algo torpe, sin embargo su instinto y yo la guiamos hasta tomó la suficiente confianza y fluidez como para seguir con un ritmo enloquecedor.

Nuestros movimientos eran frenéticos, desquiciados y en aumento, uno tras otro sin descanso. La habitación era llenada con una sinfonía de placer puro (e incluso los ruidos que ocasionaban mis espinas rompiendo objetos y tirando muebles) que podría oírse a kilómetros.

Nuestros cuerpos estaban ahora empapados en sudor y luchábamos por llenar nuestros pulmones de oxígeno sin tener que dejar de besar la piel de la otra donde fuera, el cuello, el pecho, la quijada, los labios... teníamos con la colosal necesidad de sentir a la otra por todas partes, fundirnos con ella y formar un solo ser que nacería de las cenizas de nuestras explosiones en sincronía, y lo necesitábamos ya.

Empezaba a sentir cómo sus paredes se contraían al igual que las mías, pero fue en un específico momento dentro de la atmósfera que se había formado a nuestro alrededor que ninguna de las dos pudo soportarlo un segundo más: cuando nuestras lenguas se encontraban enfrascadas en una febril batalla y casi como si nos hubiésemos coordinado, rompimos el beso para enlazar nuestras miradas y susurrar las dos palabras clave de esto que sentíamos: te amo.

Cat soltó un grito destroza-tímpanos mientras que yo mordí con fuerza su hombro para acallar el rugido que habría salido de mi garganta.

Explotamos.

Una sensación inigualable e inexplicable que nunca sentí con nadie antes de ella. Sin importar si nací con mis grandes poderes, aquella fue la experiencia más mágica que viví en todos mis años. Una corriente eléctrica me recorrió por entero, desde la punta de mis pies hasta el último de mis cabellos, mis ansias por fin saciadas y mi deseo por fin satisfecho.

Cat cerró sus ojos con fuerza pero yo me obligué a mí misma a mantener los míos medianamente abiertos siquiera, de lo cual hasta la fecha no me arrepiento: observé con el detalle de un pintor cómo su rostro denotaba la ola de placer que la inundaba, sus labios abiertos, rojos e hinchados, jadeando por algo de aire; ojos cerrados, pestañas largas, inferiores y superiores juntas haciéndolas lucir más exuberantes; mejillas sonrosadas, cabello violentamente carmín esparcido en la almohada, contrastando con el oscuro color de mis sábanas. Todo ese rostro angelical me mostraba una faceta diferente, la cual no pude encontrar más sublime.

Luego de unos momentos que pudieron ser horas salimos de la otra con delicadeza, sintiéndonos vacías pero disfrutando del roce que esto provocó.

Sin decir nada ella llevó su mano a mi rostro y lo acarició con delicadeza, como si fuese algo sumamente frágil, y su mirada cansada y feliz se clavó en la mía para después darme un último beso antes de quedar profundamente dormida.

Sin querer prestar atención al desastre masivo que era ahora mi habitación, con un chasquido de mis dedos me dispuse a cubrirnos con una manta. Cat, aun en sueños, al sentir que quería cambiar nuestras posturas se acomodó su posición habitual en mi pecho, abrazada estrechamente de mí, enterrando su rostro en mi cuello mientras que yo envolví su cintura con mis brazos, su dulce aroma siendo lo único que mis pulmones parecían querer inhalar por el resto de la eternidad.

Mis párpados comenzaban a pesar hasta que se cerraron sin esfuerzo, llevándome tan solo momentos después hasta mi propio jardín del subconsciente, ese que ya tenía una sola imagen en especial de cierta pelirroja mostrando el esplendor de su desnudez.

Así, piel con piel, alma con alma, en un nudo de piernas, con la calidez de ese cuerpo femenino irradiando tranquilidad, me sentía con una paz tan grande, como si todo lo demás simplemente se hubiese esfumado y solo quedáramos ella y yo, y eso era perfecto.

Que, ¿cómo le llaman a eso? Lo aprendería después: la calma antes de la tormenta...


HOOOOOOLAAAAAAA :D

Muy bien, ya no me disculparé porque pues c: así que vayamos al punto:

He aquí, POR FIN terminado este capítulo (sepan que me ha costado bastante).

Quería agradecerle a aquel que todavía siga ahí luego de tanto, y quería expresarle de igual manera que en efecto me siento muy apenada.

Haré un par de aclaraciones finales:

1.- Ya no voy a prometer fechas para las actualizaciones xD Soy una floja, ¿okay? xD Es uno de mis más grandes defectos de Princesa (?

2.- Quiero que les quede muy claro: no importa cuánto me tarde, esta historia SÍ TENDRÁ UN FINAL. La única razón por la cual esta historia podría quedarse a medias es que me muera, ya que va en contra de mis principios de escritora. Odio cuando lo hacen, así que yo no lo hago. Además, este fue el único fanfic que me atreví a publicar sabiendo que iba a ser largo, pues la idea era compleja. Fue de mis primeras ilusiones con esta que ha llegado a ser mi pareja mi pareja favorita de todos los tiempos, por lo que abandonarla sería como abandonar esta obsesión latente que tengo por el pairing. NO ABANDONARÉ LO QUE HA REPRESENTADO TANTO ESFUERZO, y mucho menos tomando en cuenta que a ustedes también les ha gustado.

Bueno, con esto me despido y les ruego que me tengan paciencia, que tal vez tarde, pero siempre llegaré.

Comenten y denme su opinión por el primer lemon femslash que he escrito en mi vida (no el primero que he leído o imaginado *TT*) :D

Sinceramente suya. Saben lo mucho que los adoro.

¡Besos Reales!