Por más que pasen los años, hay cosas que no se olvidan... Y otras que nunca se deberían recordar.
No sabría decir cuál fue el día más feliz de mi vida: puede ser cuando Sakura me dijo que sentía lo mismo que yo y nos hicimos novios, o quizá cuando, después de mil obstáculos y accesos de timidez, por fin nos dimos nuestro primer beso. Ahora, varios años después de nuestras aventuras mágicas (incluida aquella en la que fuimos transformados en un lobo y un cerezo alternadamente por la magia de las estrellas), finalmente pude reunir el valor para pedir su mano en matrimonio. Su padre no se opuso, he llegado a caerle bien con el paso de los años... Es el insufrible de Touya el que no me soporta, pero su voz no tenía voto en la discusión.
Nuestra boda tuvo toda la pompa que se puede esperar de una familia de renombre como la mía. Si bien me habría conformado con algo más pequeño, sé por experiencia que mi madre jamás daría su brazo a torcer en cuanto a las ceremoniosas costumbres de nuestros antepasados. El vestido chino tradicional que le obsequió a Sakura le quedaba hermoso, no podía ser más perfecto. Sakura estaba muy feliz de ser mi esposa, y jamás encontrarían a un hombre más feliz que yo en ese momento.
Al principio, las grandes familias de magos se sintieron incómodas con mi amada. Como no tiene un apellido de gran legado, la miraban con desconfianza y a veces hasta con conmiseración. Sin embargo, ella supo ganarse su aprecio por sus propios medios, y su magia hizo el resto. Luego supieron que su padre era una de las dos reencarnaciones del Amo Clow y finalmente le dieron el respeto que merecía desde un principio. En lo personal, me parece una hipocresía de tomo y lomo, pero me pongo un candado en la boca porque lo último que quiero es provocar disputas con mis parientes.
Lo que nunca les dijimos, sin embargo, es que ahora somos dos de los magos más poderosos de la historia por haber comido el corazón de mi estrella natal. Eso es algo que únicamente sabe mi madre. Bueno, Daidouji lo sabe también, pero ella estuvo ahí cuando sucedió así que no cuenta. Según me dijo, Sakura estaba practicando con su magia de forma discreta porque no quería sentir miedo de sí misma. Dominar la magia que nos había legado mi "hermano mayor" Zheng Dao se había convertido en nuestra prioridad.
Como nuevo líder del Clan Li tras derrotar a mi madre en un duelo de magia ceremonial, mi responsabilidad no era solo velar por los intereses mágicos de mi parentela, sino también de administrar las empresas que sostienen nuestro patrimonio material. Me aliviaba saber que tenía a mi lado a Sakura para esos asuntos: nada mejor que su intuición femenina para manejar la economía familiar. Cierto, no faltaron los que se mostraron en desacuerdo con que alguien tan joven como yo dirigiera el negocio familiar, pero no podían mover un dedo contra mí sin desatar una debacle, así que se guardaban su veneno para sí mismos.
Y un día sucedió lo que menos esperaba: Sakura me dijo, brincando de emoción, que estaba embarazada. Me sentí el hombre más feliz sobre la Tierra, y más cuando la ginecóloga nos dijo que no era uno sino dos. La política de un solo hijo seguía vigente en China para evitar el riesgo de sobrepoblación, pero las familias como la mía podían darse el lujo de saltarse ciertas reglas... para muestra el botón que somos los cinco hijos de Yelan Li. Además, lo más probable es que nos asentaríamos en Japón, así que no era un problema que fuéramos a ser una familia de cuatro.
Esa noche, tuve un sueño raro: Sakura y yo volábamos juntos como cuando duplicó a Vuelo con Espejo, solo que en esta ocasión teníamos alas emplumadas. Volamos hasta un árbol y ambos hicimos un nido con nuestras alas unidas en un abrazo eterno. Por eso, cuando desperté, supe que los nombres de nuestros hijos tenían que ser Tsubasa y Yumao. Un nombre chino y el otro japonés, pero ambos significaban lo mismo (pluma), aunque uno sonaba masculino y el otro femenino. Nos pusimos de acuerdo, entonces, en que la niña sería Tsubasa y el niño sería Yumao. Además, luego notamos que así de nuevo él era el chino y ella la japonesa, como sus padres.
A pocas mujeres he visto más ansiosas por ser abuelas que mi madre, aunque se esforzaba por mantener su porte y dignidad. Touya, sin embargo, desde el principio bautizó a los niños como "el mini mocoso y la pequeña monstruo" y nadie logró que dejara de llamarlos así. El señor Fujitaka estaba orgulloso de su hija y Daidouji no cabía en sí de alegría. Sin embargo, por una pequeña confusión en el hospital, los nombres de nuestros hijos fueron cambiados uno por el otro en los registros oficiales, de modo que él era Tsubasa y ella Yumao. Cuando se lo contamos a Sakura, se partió de la risa y no puso objeción al asunto. Tras pensarlo un poco, también a mí me dio igual así que así se quedaron. Ambos eran niños felices y saludables, Yumao era el vivo retrato de su madre y Tsubasa se parecía mucho a mí.
No tardamos en descubrir que ambos (probablemente por causa nuestra) poseían grandes poderes propios, solo que resultaban inesperados: Yumao poseía el poder de manipular cristales y Tsubasa era un metamorfo que podía asumir la apariencia de cualquier persona o animal a quien contemplara con suficiente atención. Por alguna razón, cuando aprendió a transformarse en lobo sentí una honda nostalgia en mi pecho, pero no se lo dije a nadie.
Parece el retrato de la vida de una familia feliz, ¿verdad? Una pareja que se adora, dos hijos dulces y hermosos, paz y prosperidad. La vida perfecta que todos quisieran. Lo era. Mejor dicho, lo fue mientras duró. Porque lo único malo que tienen los sueños es que deben terminar, y éste en particular lo hizo de una forma horrible.
