Muchas de mis noches las pasé en vela, debo confesar.

En algunas ocasiones leía por horas y horas, desde el ocaso hasta el alba; en otras, me dedicaba a analizar con detenimiento los escenarios nocturnos de mis dominios; en varias más, luego de unos minutos de sueño las atroces pesadillas interrumpían mi descanso, sin permitirme regresar a él por lo que restara de la noche. En todas esas ocasiones, la noche siguiente (si conseguía dormir, claro está) era casi gloriosa, pues la mayor parte de mi cansancio era apaciguado de una manera bastante efectiva.

Sin embargo, en esa específica ocasión luego de haber reclamado los territorios de Cat como míos y viceversa y, por primera vez en más de trescientos años, mis ojos se reusaban a abrirse.

Me sentía tan relajada luego de una noche tan (si se me permite decirlo) mágica, que era una paz casi imposible de describir.

Podía casi percibir la quietud de mi entero ser, como la inercia de un cuerpo en el espacio: algo natural y eterno (si fuerzas externas no interfieren, claro); algo que no conoce las prisas y por el contrario atesora la parsimonia en la cual se encuentra inmerso.

Luego de una incierta cantidad de tiempo que por mí pudieron ser años, sentí un roce peculiar en mi hombro derecho, un muy delicado toque que dibujaba múltiples formas sobre mi piel, una y otra vez.

Sin darme cuenta, mis párpados comenzaron a abrirse lentamente, dando a mis ojos unos momentos más que suficientes para ajustarse a la luz.

Cuando por fin me encontré un cien porciento consciente (mejor dicho un ochenta porciento, pues Morfeo me tenía fuertemente sujeta) tuve un instante para observar el caos que reinaba la habitación antes de reparar en que aquella suave sensación en mi hombro seguía presente.

Volteé hacia abajo y sin pedir permiso una pequeña sonrisa tomó lugar en mis labios secos: ahí estaba Cat, cubierta solamente por mi sábana azul oscuro, con su cabeza recostada en mi pecho justo sobre mi corazón y su fuerte latido; su brazo izquierdo extendido hasta mi hombro derecho, su dedo medio recorriendo los contornos oscuros de las espinas que normalmente estaban dibujadas en mi espalda pero que curiosamente habían llegado hasta ahí.

—Buen día— Saludé en medio de un bostezo. Ella dio un pequeño salto por la sorpresa, sin embargo la sonrisa que su rostro ya tenía se ensanchó al subir la mirada hacia mi rostro.

—Buen día— Acortó la distancia y posó sus labios sobre los míos en un casto y tierno contacto —¿Te desperté?— Preguntó asustada. Yo me limité a negar con la cabeza, reprimiendo la risa que me causaba verla preocupada por algo tan trivial —Uf, qué bien— Soltó un suspiro de alivio —Entonces, ¿qué tal dormiste?—

—Como nunca— Admití. Ella volvió a sonreír, mostrándome ese precioso hoyuelo de su mejilla izquierda —Y dime, pequeña— Dije mientras me estiraba, escuchando el chasquido de varios de mis huesos y haciendo a las sábanas recorrerse un poco hacia abajo —¿Qué te gust...?— Una pequeña porción de su espalda quedaba ahora descubierta. Fruncí el ceño, comenzando a inquietarme —Oye, déjame ver eso—

—¿Qué? ¿Qué ocurre?— Su sonrisa se borró mas no le respondí; me limité a sentarme para después mover un poco más abajo la sábana con manos trémulas para observar múltiples marcas rojizas e irritadas en la piel de su espalda. Ella volteó como pudo y siguió mi mirada —Oh, eso no es nada, yo...—

—Yo hice eso— Mis ojos se abrieron desmesuradamente, el horror golpeándome cual hechizo mortal —No puede ser, y-yo...—

—Oye, oye. Está bien— Intentando incorporarse, la sábana cayó hasta su cadera. El aire escapó de mis pulmones por completo.

—Espíritus— Con múltiples lágrimas rebeldes e incontenibles bajando por mis mejillas observé muchas, MUCHAS marcas de aspecto doloroso impresas en su delicada piel, una capa de sangre ahora seca sobre la mayoría —Pero, ¿qué he hecho?—

—Jade, no has...—

—¡No, suéltame!— Me alejé cuando quiso poner mi rostro en sus manos como si me quemara, cayendo de la cama. Tomé mi cabeza con mis manos, casi arrancando mi cabello —E-es que no logro entenderlo. Intenté controlarme, lo hice, nada pasó, no te alejaste, yo no...— Balbuceaba sin control. No comprendía cómo había sucedido aquello, si nunca sentí que mis manos abrieran la carne —Mis manos...— Me tomó menos de un segundo conectar los puntos, y fue ahí cuando lo entendí. El hecho de que mis manos estuvieran limpias y el que esas peculiares marcas no coincidieran con las caricias propinadas era porque... —Ellas lo hicieron...— Lentamente, con el temor que sientes hacia lo inevitable, miré mi desnudez solo para confirmar lo que ya sabía: la razón por la cual mis espinas llegaran hasta mi parte frontal y se extendieran por mis extremidades era clara ahora: descontrol. La noche anterior al concentrarme en otras cosas, sin querer les concedí demasiada libertad, y como resultado vagaron por el cuerpo de Cat sin ningún tipo de restricción ni reparo.

—Jade...— Ella me miraba con culpabilidad —Está bien. La verdad casi no sentí...—

—¿Sabías lo que te estaban haciendo?— Mi cabeza se levantó de entre mis manos cual resorte. Sus palabras eran como otra estocada por demás dolorosa —¿Sentías cuando te lastimaban y no dijiste nada?— Sin poder detenerlo comencé a temblar —¿P-por qué, Cat? Nadie hace eso. No deberían. No está bien— Mordió su labio inferior, nerviosa.

—Como te dije, no lo sentí, solo un poco al principio, pero eso fue todo. Jade, no quería que te detuvieras. Está b...—

—¡NO, NO ESTÁ BIEN, CAT!— Grité fúrica, incorporándome de un movimiento, una ráfaga de aire sacudiendo la habitación por cada uno de mis ademanes —¿NO LO ENTIENDES? ¡ES MI CULPA QUE ESTÉS HERIDA!— Una mesa se partió a la mitad con un doloroso estruendo, astillas volando varios metros de distancia —¡YO SOLO TENGO UN MALDITO PROPÓSITO! ¡UNA SOLA COSA ES PARA LA QUE FUI CREADA: PROTEGER A LAS CRIATURAS!— Las ventanas chillaron para finalmente estallar con un gemido desgarrador —¡SOLO ESO ME ENCOMENDARON!— Histérica, me alejé hasta chocar con la pared, haciendo la fuerte construcción temblar, algunas grietas abriéndose paso por la sólida roca.

—J-Jade, por favor, n-no digas eso— Era evidente que Cat, aunque temblaba y lloraba al igual que yo, no temía de mí. Se sentía preocupada, y tal vez insegura sobre qué hacer, o si debía hacer algo del todo.

—No lo entiendes...— Tragué un sollozo, sintiéndolo quemar en mi garganta —Mi razón de existir fue quebrantada, y por mí— Ella mordió su labio inferior, nerviosa.

—Pero es que, tú no lo hiciste...— Algo hizo click en mi cerebro ante sus palabras: sí, yo tenía la mitad de la culpa por tener pensamientos tan salvajes, primitivos, destructivos incluso, pero la otra mitad, por haber sido quienes canalizaron dichos deseos agresivos, la tenían...

—Ellas son responsables también— Dije cual profeta devoto teniendo una revelación —Debemos pagar— Mi tono era firme, definitivo, igual que las conclusiones a las que había llegado. Así que sin detenerme a pensarlo, presa de mi locura desesperada, en mi mano izquierda crecieron gruesas y filosas garras de león, y sin miramentos, casi estratégicamente, asertó un zarpazo exactamente en el medio de mi espalda, por supuesto abriendo la carne, trayendo algunos pedazos consigo, para enseguida dejar brotar el río carmín fuera de mis venas.

—¡Jade! ¡¿Pero qué haces?!— Mis espinas se estremecieron por todo mi cuerpo, parecían querer salir de mi piel para escapar del dolor, el cual era honestamente horrendo, pero poco me importó, pues repetí el proceso (ahora con ambas manos) una y otra vez —¡Jade, detente!— Cat trató de correr hacia mí, pero poco tardó en descubrir que con cada paso que daba la habitación se alargaba, dejándola a la misma distancia y por momentos incluso más lejos de mi desquiciado ser.

No debió pasar mucho, quizás un par de minutos cuando mucho, no obstante estoy segura que para ambas todo transcurría en cámara lenta: mis garras, impactando contra la lastimada carne sin parar, rasguñando más que penetrando; los pasos de Cat, rápidos, agobiados e infructuosos, cada segundo más cansados; sus gritos, llantos, sollozos, gemidos, cada sonido que provenía desde lo más profundo de sus pulmones de cantante y que salía de su garganta (muy probablemente lastimando sus cuerdas vocales) resonando distante en mis oídos; el temblor en mis piernas, el mareo en mi cabeza.

—¡Por favor! ¡Detente!— Jamás la vi llorar como lo estaba haciendo. Había un halo de inmenso sufrimiento rodeándola, su bello rostro contraído en su pena. Pero en ese instante no importaba, nada importaba, ni su llanto ni mi dolor o los gritos que profería sin que los pudiera controlar más; solo tenía una cosa en mente, y era que la habíamos herido, y debíamos pagar por ello —Por favor, Jade...— Cayó de rodillas, ahogándose por haber corrido tanto sin dejar de llorar. No sé cómo, pero hubo un segundo en el que tal vez por intervención de una fuerza superior, la voz de Cat logró penetrar mis tímpanos y efectivamente llegar hasta mi cerebro —Me lastimas...— Y como por arte de magia me detuve en seco, justo antes de romper el hueso.

—¿Q-qu-e ha-s d-d-icho?— Fue entonces que caí en la cuenta de que todo causaba dolor: hablar, respirar, parpadear incluso. Cat levantó su rostro inundado en lágrimas y sorbió.

—N-no puedes herirte a t-ti m-misma sin herirme a m-mí también— Lentamente se arrastraba en mi dirección y esta vez la habitación permaneció del mismo tamaño. Yo estaba demasiado impactada por sus palabras y ahora que la adrenalina no disfrazaba el dolor no quise moverme un ápice —¿N-no lo entiendes?— Al llegar se aferró a mis piernas (cubiertas de la sangre que bajó desde mi espalda) como si eso fuese lo único que iba a salvarla de una muerte segura —M-más que una simple pareja, t-te has vuelto una parte de m-mí— Tragó, intentando apaciguar los hipos y sollozos de los que aún era presa —P-pienso que t-tal vez incluso no solo una p-parte de mí, sino t-toda yo— Comenzó a incorporarse, despacio —C-cada rincón de mi s-ser entero aclama t-tu nombre— Ya completamente de pie, enrolló sus brazos en mi nuca (con mucho cuidado de no tocar las áreas lastimadas) y enterró su rostro en mi cuello, empezando a temblar y llorar sin control nuevamente —¡No puedes hacer esto!— Exclamó entre gemidos —¡T-tú no puedes castigarte sin esperar que yo sufra también!— Sacó su cabeza del hueco de mi cuello, se paró en las puntas de sus pies y comenzó a besar mi rostro: mi frente, mis párpados, mis mejillas, mi mandíbula, mi mentón y mis labios. Lo hacía con una delicadeza digna del roce de un pétalo de la primer rosa en primavera; tal vez esperando, anhelando que aquello cerrase las grotezcas y sangrantes heridas —Por favor, n-ni siquiera pienses en hacer eso otra vez— Incluso si tanto sus palabras como sus acciones me hacían querer ponerme de rodillas y rogar su perdón, había un zumbido persistente, punzante, que parecía no querer salir de mi cabeza.

—Pero... e-es necesario que lo haga. Necesito tener en claro que no debo lastimar a nadie...— Era aquella voz dentro de mi cráneo, la causante de mi momento de frenesí autoflagelatorio que seguía insistiendo, susurrándome una idea, un pensamiento al cual temí sin medida desde el primer milisegundo en que pasó su lengua viperina por mi cerebro, deleitándose con la reacción que causó su veneno.

—P-pero eso ya lo sabes— Tenía miedo, su tono me lo decía. Tal vez pensaba que en cualquier momento el sangriento episodio se repetiría.

—¿Qué tal si no?— Tragué en seco, sintiendo el peso de mis temores caer sobre mí como un millón de océanos, ahogándome en sus profundidades —Anoche yo... yo lo disfruté, en serio que sí, y-y... y es por ello que s-sé que una parte de mí, una muy... p-primitiva, g-gozó el...— Más lágrimas escaparon de mis ojos, impotentes, llenas de rabia hacia mí misma —El hacerte daño— Volteé la mirada a un costado. No podría soportar verla, estaba sumamente averonzada de mis acciones.

—P-pero, ¿cómo sabes que sí lo disfrutaste? T-tal vez fue solo...—

—Porque lo sentí— Apreté mis puños hasta que la piel de mis nudillos comenzó a agrietarse y romperse.

—¿A qué te refieres con eso?— Estaba confundida, y no podía culparla. Solo agradecía a los cielos que no estuviese molesta, que no me odiase, así como también quería que lo hiciera, sabía que me lo merecía.

—A que, tal vez lo hice inconscientemente, pero, en el acto, una parte de mí sintió deseos de hacerte daño, de... marcar tu piel como un recordatorio de que tú me perteneces, incluso a veces solo por la simple satisfacción de hacerlo, y yo... yo disfruté eso— Un trueno resonó fuera del castillo, exaltando a Cat, mas yo sabía que la lluvia era producto de mi pesar, los truenos, de mi rabia —D-de una manera u otra, yo lo sabía... cuando mis manos te estrujaban, cuando mis dientes te mordían yo sabía que eso te heriría, y tenía forma de saber que mi descontrol te dañaría pero preferí ignorarlo— Otro trueno, más fuerte que el anterior, además de la cama partiéndose a la mitad —Esta fue, de una manera u otra, una decisión deliberada...— Caí de rodillas, sin hacer nada para evitarlo, y ahora era yo quien se abrazaba a las piernas de Cat como si eso fuese a expiar todos mis pecados; sollozando mares —Y-yo no merezco tu perdón... además de quebrantar mi única regla y restricción me las he arreglado para hacerte daño, a ti... al único ser que he amado y que me ha amado de vuelta...— Al ver que no respondía aflojé mi agarre hasta soltarla por completo —Fui corrompida, después de tantos años veo que hay... hay maldad en mí, ahora lo veo... p-puedes irte de mi lado, s-si así lo deseas...— Cada palabra era como lava en mi garganta y espadas en mi corazón. Dolía más que mi destrozada espalda, más que la herida en mi pierna que limitaba mi movimiento y que siempre lo haría; dolía más que todo lo que había vivido hasta entinces —Y-yo no te lo impediré y-y no t-te culpo si...— Antes de que pudiera terminar de firmar lo que sería mi sentencia de muerte, un par de cálidos y suaves labios me interrumpieron. Me di cuenta de que ante ella era un ser débil y obediente, por lo tanto no pude resistir el corresponderle luego de unos segundos, pasada la sorpresa inicial.

—No te atrevas a pensar que me iría de tu lado otra vez— Dijo cuando nos separamos. También se había puesto de rodillas, y sostenía mi rostro entre sus delicadas manos, mirándome fijamente con sus grandes ojos chocolate —Esto...— Señaló hacia la pequeña y casi imperceptible cicatriz en su brazo, aquella que no había podido hacer desaparecer del todo en la celebración de incio de la primavera —Es maldad. Y esto...— Hizo un ademán con su mano para señalar su cuerpo repleto de cortes —Es amor— Su pequeña sonrisa mostraba ternura, calidez, paciencia, devoción, incluso orgullo de portar dichas marcas... me mostraba su amor —Yo, yo estoy feliz de pertenecerte, pues tú también te entregaste a mí, así que ahora nos pertenecemos la una a la otra. No puedo pedir nada más— Sus palabras... no, mejor dicho, toda ella me derretía, sin embargo aún tenía miedo, por ella y lo que pudiera pasarle si permanecía a mi lado.

—Pero, ¿qué pasa si tengo razón? El querer herir a alguien, de cualquier manera, no es normal. ¿Qué pasa si tantos años me han vuelto malvada también? ¿Qué pasa si dicha maldad sigue creciendo?— Temblaba de solo pensarlo. Aquello que más repudiaba, ¿siendo parte de mí? No era fácil de digerir. Cat se limitó a escuchar con atención para luego responder, esa sonrisa comprensiva nunca dejando el lugar que había tomado en su rostro.

—Entonces yo te diré que todos tenemos un poco de todo en nuestro interior— Soltó una risilla ahogada —Yo disfruté, mucho, todo lo que pasó anoche, y según yo, el que te guste que "te hieran, de cualquier forma, no es normal". ¿También hay maldad en mí?— Yo negué rápidamente con la cabeza, mas no me dejó hablar —Ah. Eso no lo sabemos, pero, ¿quién sabe? Tal vez sí. Somos una gran mezcla, nunca sabes qué vas a encontrar en cada una. Pero supongo que, si venimos de donde mismo, podría ser que todos tengamos un poco de lo mismo, en diferente cantidad, tal vez— Sus palabras taladrearon su lugar en mi cerebro, y aunque no me reconfortaba un 100% saber que podría haber algo de maldad en mí, sí me ayudó tener cierta certeza de que por lo menos, podría ser solo una pequeña parte, y que tal vez todos la teníamos. Luego de unos momentos de profundo pensamiento gracias a sus palabras, pude caer en la cuenta de otra cosa.

—Logras calmarme de tal manera en que comienzo a dudar sobre quién es la sabia de esta relación— Con ello la hice reír y la tensión en el aire desapareció. Cada día estaba más segura de que debió ser el destino quien juntó nuestras almas. No había nadie más opuesto a mí que pudiese atraerme más hacia sí. Muchas leyes podrían explicarlo, muchos libros podrían ejemplificarlo, pero nada nunca podría definirlo. Esa, era la verdadera magia del mundo. Salí por completo de mis pensamientos cuando su risa se detuvo. Al enfocar mis ojos en ella, pude observar que ella miraba en una dirección en específico mientras que en su rostro había una mueca extraña —¿Qué...?—

—Por favor, solo... desaparece todo eso, por favor— Ante mi expresión de duda señaló con uno de sus delgados hacia el río de sangre que seguía brotando de mi espalda y el cual estaba empapando el suelo —Puedes sanarlo en un instante, si lo quieres, ¿no es así?— Asentí, mas todo siguió igual.

—Primero déjame curarte—

—¡No!— Debo admitir que además de tomarme desprevenida, su exclamación tan repentina sí me exaltó un poco.

—Pero, ¿por qué no?— Sabía que no lo hacía para hacerme sentir mal, sin embargo lo estaba consiguiendo. ¿Tendría que soportar el ver mi error siempre que revelara su cuerpo ante mí?

—Porque me gustan...— Antes de que pudiera enfurecer de nuevo, prosiguió —Me recuerdan un maravilloso momento, además, me hacen sentir como si tuviera tu nombre escrito por toda mi piel— Algo en su mirada que escurría devoción, me dejó en claro que aunque intentara persuadirla día y noche, ella no cambiaría de opinión.

—Entonces te propongo un trato— Debía ser sincera, ya que estaba en calma otra vez, mas ni mis ideas ni mis miedos se disiparon por completo —No puedo dejar de pensar que en efecto merezco un castigo— Abrió su boca para hablar, o mejor dicho para protestar, pero no se lo permití —Antes de que digas algo, escucha lo que tengo que decirte— Volví a tomar aire y humedecí un poco mis labios antes de continuar —Eres lo que más me importa en este mundo, y lo justo es que si yo te hice sufrir, yo sufra igual. No podría simplemente curarme y dejar el castigo inconcluso; me conoces, y sabes que eso no me haría sentir nada bien— Tomé su barbilla entre mi dedo índice y mi pulgar para mirar directamente aquellas orbes chocolate que me enloquecían —Mi trato es que, si tú me dejas por lo menos sufrir un proceso de curación normal, sin magia ni nada por el estilo, a cambio yo te dejaré hacer lo mismo con esos cortes que deseas tan fervientemente conservar— En su expresión se notaba que no estaba totalmente de acuerdo, y supongo que eso era lo que la mía también reflejaba: siempre querríamos el bienestar de la otra, incluso por encima del nuestro. Mas, el poder acordar en algo que, si bien no satisfacía por completo nuestros deseos, nos daba un cierto grado de paz, era lo mejor a lo que podíamos aspirar en esta situación —¿Qué dices? ¿Es un trato?— Extendí mi mano (que ahora lucía normal) para que la estrechara, intentando con todas mis fuerzas no dejarle ver el dolor que simplemente hacer eso me causaba.

—Trato— Tomó mi mano, pero en lugar de darle el habitual apretón la llevó hasta sus labios y besó el dorso de esta. Por mi parte, imité sus acciones luego de que ella terminara, su sonrisa queriendo contagiar mi rostro —Ven, rápido, arregla la cama y recuéstate ahí. No quiero que sigas teniendo eso— Se incorporó y puso mi brazo sobre sus hombros para ayudarme a caminar los pocos pasos hasta la cama que ya estaba en su lugar (al igual que el resto de la habitación). Me recosté boca abajo con cuidado, recordándome a mí misma cada cinco segundos la razón del porqué debía pasar por tanta agonía.

—Cat, sabes que algo que yo haya causado no me puede matar...—

—¡Shh! ¡No dije que podías hablar!— Me reprimió cómicamente mientras buscaba por los alrededores todo lo necesario para curar mis heridas (cómo es que yo poseía todo eso, hasta hoy sigue siendo un misterio) —Desde ahora, ningún esfuerzo, Jadey. Tal como la última vez que cuidé de ti— Rodé los ojos sin poder reprimir del todo mi sonrisa. Me esperaba un laaaargo tiempo de sedentarismo extremo, incluso más que la vez anterior con mi pierna lastimada.

Es ahora que me arrepiento de no haber aprovechado el tiempo como debí hacerlo...


HOOOOOOOOOOOOLAAAAAA :D

Okay, no daré excusas baratas: soy floja. Así me hizo Dios, y probablemente (seguramente) así moriré, por lo que aunque pida disculpas por este INHUMANO retraso, sé que no merezco su perdón TTTnTTT

Pero como ya les había dicho con anterioridad, esta historia, aunque yo muera en el intento, tendrá un final (el cual lamentablemente está cerca, cachorros [no demasiado, pero para prevenirlos de una vez]).

Agradezco mucho, mucho, MUCHO, a todo aquel que siga revisando esta historia por actualizaciones, de verdad que sí. Son sus comentarios tan hermosos y valiosos para mí una de las piezas clave para escribir los capítulos que faltan.

Les propongo un trato: si llego a los... mmm... 5 comentarios en este capítulo, el próximo vendrá dentro de un lapso de dos semanas. Esto no es un simulacro. (Ya lo sé: con qué cara vengo a pedirles algo luego de que los dejé tirados por tanto tiempo, pero, por favoooorrrr x'c)

Jaja bueno, espero de verdad que les haya gustado, perdonen cualquier error, me esforcé mucho en terminarlo.

Nos vemos la próxima vez y desde el fondo de mi corazón, mi más sincera disculpa, en verdad, no puedo creer que haya sido tanto tiempo TTTnTTT QnQ

¡Besos Reales!