Cada una de mis hermanas se casó y tuvo un hijo o una hija. Sin embargo, el primo favorito de Tsubasa era Lantian, el único hijo de mi hermana Fanren, que era un año mayor que él. Era la única persona con quien Yumao aceptaba "compartir" a su mellizo, no consentía que ninguno de los demás primos acaparase su atención si ella no estaba presente e incluida en lo que fuera que hicieran. A todos nos parecían adorables esos celos de hermana, aunque para mí era todo un misterio el por qué Lantian era la única excepción. Solamente lo supe el día que mis hijos cumplieron quince años.
Ese día estábamos todos reunidos para festejar a los mellizos. Obviamente, también iban a salir con sus amigos, pero la celebración en casa vino primero. Tanto Yumao como sus primas se habían vuelto hermosas con la edad, y no era raro ver que los chicos se les acercaran. Por primera vez pude entender a Touya, pero decidí no ser como él y permitir a mi mujercita decidir sobre su propio corazón sin interferencias. Sin embargo, ella no quiso bailar con ninguno de los que la invitaron, y no fueron pocos. Era la única chica sentada mientras las demás bailaban con su respectivas parejas, lo cual resultaba más raro dado que ella era la homenajeada. Su hermano fue hacia ella acompañado de Lantian y solo entonces reaccionó para bailar con su primo. Eso, desde luego, atrajo las miradas de todos los rechazados, que comenzaron a murmurar acerca de que ambos se gustaban. Ni Yumao ni Lantian hicieron caso, pero sucedió algo inesperado: quien se encrespó fue Tsubasa. Se habría liado a golpes si no lo hubiera detenido.
-¿Qué pasa, Tsu? -le pregunté llevándomelo al jardín para hablar tranquilos-. ¿Por qué te molesta tanto que digan que a tu hermana le gusta Lan?
-Porque es mentira... Porque tiene que ser mentira -me dijo con los labios apretados y la mirada esquiva. Un presentimiento helado me atenazó el corazón y no pude reprimir las ganas de abrazarlo. Él se quedó quieto un segundo, probablemente debido a la sorpresa, pero luego me correspondió... Y rompió a llorar.
-Ayúdame, papá... Yo sé que está mal, pero no puedo evitarlo...
-¿Alguien más lo sabe?
-Solo Yu, porque a ella no puedo esconderle nada... Pero me prometió que no se lo diría a nadie. Y también me hizo otra promesa: nunca se enamoraría de él. Aunque no pudiera amarme, Lan sería siempre solo mío.
-Bueno, tú y yo sabemos que tu hermana es muy discreta -dije, mirándola bailar con Lan a través de la ventana-. De lo contrario, a estas alturas, medio Japón ya sabría de sus poderes de cristal por culpa de las redes sociales.
Él se rió con tristeza.
-¿Alguna vez sufriste por amar a quien no debías, papá? -me preguntó.
-No, hijo, pero sí sufrí por otro motivo -le respondí y él volteó a mirarme con ojos expectantes-. Cuando al fin acepté que estaba enamorado de tu mamá, cada día que pasaba sin que pudiera tener el valor de decirle lo que sentía era un infierno. Me imagino que eso es lo que te pasa con Lan.
-No quiero decirle... Sé lo que me respondería -dijo Tsu con un suspiro triste-. Lo hemos hablado miles de veces y él siempre ha dejado bien clara su homofobia. No podría soportar que me rechace, mucho menos que sienta... asco... de... mí...
Rompió a llorar otra vez, más fuerte aún. Yo lo abracé de nuevo, porque solo eso podía hacer, mientras cantaba con voz tenue la canción de cuna que siempre calmaba sus lágrimas cuando era un bebé. Mi pobre hijo... Yo, en lo personal, no tengo nada en contra de la homosexualidad, y sé que Sakura tampoco, pero, si el resto del Clan Li se llegaba a enterar, ardería Troya. Son demasiado tradicionalistas como para entender y aceptar algo tan fuera de la norma como un homosexual en la familia. Con lo mediática que es por ser una famosa diseñadora de modas, a Fanren le daría un ataque si lo llegaba a saber, dadas las incontables pijamadas que habían tenido Tsu y Lan en ambas casas a lo largo de los años. Además, el hecho de que mi único hijo varón fuera homosexual significaba que el Clan Li había llegado a su fin. No quería ni imaginarme las caras que pondrían todos cuando lo supieran, amén de que este asunto suponía marcar a los Li con una vergüenza imposible de borrar ante el resto de la comunidad de magos. No hablo por mí, desde luego, yo jamás me avergonzaría de mi hijo, pero sé que los demás sí. Especialmente si eso pone en peligro nuestra reputación, miles de veces más importante para esos ancianos que el corazón de un adolescente. Vamos, habían estado a punto de repudiar a Sakura solo porque no provenía de una familia de abolengo mágico. ¡A Sakura, que había estado tantas veces a punto de perder la vida buscando recuperar el legado del Amo Clow, tan preciado para ellos!
-No te preocupes, plumita -le dije cariñosamente, como cuando era un chiquillo-. Aunque Lan nunca llegue a saber cuánto lo quieres, me tienes a mí. A mí, a tu madre y a tu hermana. Siempre estaremos contigo y siempre te amaremos.
Habría querido añadir que quizá encontraría un chico más guapo que Lan algún día que correspondiera a sus sentimientos, pero presentí que eso lo lastimaría y me mordí la lengua. Un corazón enamorado no atiende a razones, bien que lo sé yo.
Dejé llorar a Tsu tanto como necesitaba sin decirle ninguna de las cosas absurdas que le habría dicho cualquier otro adulto con excepción de su madre. Cuando se tranquilizó, regresamos a la fiesta y él distrajo su dolor conversando con sus amigos y el resto de sus primos varones. Sin embargo, de repente, sucedió algo que lo arruinó todo, algo que desencadenaría todo lo que sucedió después: puso la mirada en su amor imposible en el instante exacto en el que le robaba el primer beso a su hermana melliza.
Un grito de dolor se escuchó por todo el salón, seguido de un aullido de lobo. Antes de que alguien pudiera detenerlo, Tsu se había transformado en lobo y se había abalanzado... sobre su hermana. La gente gritaba y los magos mayores lo ataron con cadenas encantadas que lo forzaron de vuelta a su forma humana suprimiendo su magia, obligándolo a separarse de ella.
-¡Traidora! -vociferó Tsubasa entre lágrimas, tan fuerte que estoy seguro de que se lastimó la garganta- ¡Lo prometiste! ¡Lo prometiste!
Nadie entendía nada. Nadie excepto yo, aunque una mirada de soslayo de Sakura me reveló que ella también lo sabía. Pues claro, obviamente su madre lo sabría antes que yo...
-¡Perdóname, hermano! -sollozó Yu desconsolada- ¡Yo no quería! ¡Yo mantuve mi promesa!
-¡Traidora! ¡Te odio, te odio, te odio!
Dejó escapar un grito que era idéntico a un aullido de lobo y sucedió lo imposible: su cuerpo absorbió la magia supresora de las cadenas que lo retenían y logró transformarse otra vez. Lan defendió a Yu cuando se volvió a lanzar contra ella, pero Tsu estaba tan ciego de rabia y dolor que aulló de nuevo... Y comenzaron a caer rayos por todo el salón. Pues claro que había heredado el rayo, de entre todos mis poderes... Era la primera vez que lo usaba, pero paradójicamente eso no nos alegró.
-Encierra la fuente de los rayos para protegernos. ¡Asedio!
Y era la primera vez que Sakura utilizaba sus poderes contra su propio hijo. Ahí se quedó, lanzando rayos dentro del cubo que jamás se rompería, hasta que perdió sus fuerzas. Se dejó caer, gimoteando como un animal herido hasta que su transformación se revirtió. Luego reinó el silencio, roto solamente por el llanto silencioso de Yu.
