Contrariamente a lo que quizá se podría esperar, me sentía muy orgulloso de mi hijo. Verlo inundar todo el gran salón con rayos sin dejar de estar transformado en lobo era algo realmente impresionante, sobre todo por la cantidad de rayos que había desatado antes de quedarse sin energía. Estoy seguro de que a mí me habría costado muchísimo lograr algo parecido. Así que nos dedicamos a entrenar. Sin embargo, él insistió en que Yu también debía recibir adiestramiento con sus poderes de cristal, pero yo no pude enseñarle nada a ella. Fue Sakura quien se encargó. Así descubrimos que también podía crear ilusiones con sus cristales.

Un mes después del incidente, Tsu me contó que Lan le había enviado un e-mail contándole que ahora estaban viviendo en Suiza, y que era muy probable que empezara a salir con una compañera de su nuevo colegio. Le había enviado una fotografía y, en opinión de mi plumita, se veían bien juntos. Él, por su parte, permaneció solo. Dado que nadie se enteró de nada, su vida de estudiante permaneció intacta. Se llevaba bien con todos sus compañeros, pero me enteré de que se comentaba que era raro que no mostrara interés por nadie, ni varón ni mujer. A mí, en lo personal, no me preocupaba tanto. El corazón tarda en sanar, pero sana. Ya llegaría el amor para mi pequeño metamorfo.

Un día de verano, estábamos tomando el sol en el parque cuando una jovencita de su edad (su piel morena delataba que no era japonesa, y sus ojos negros como carbones despedían una luz muy apacible) se le acercó. Por alguna razón, a Tsu le cambió la expresión al verla: una sonrisa que no le había visto desde su cumpleaños brilló en su rostro.

Se llamaba Malika y había venido de India como estudiante de intercambio, pero su familia había cambiado de idea y había venido a Japón poco después, con lo que ahora residían formalmente en el país. No hablaba japonés muy bien, pero su inglés era excelente, con lo que nos entendimos perfectamente. Por alguna razón, Tsu volvía a ser él mismo cuando hablaba con ella. ¿Podría ser que en realidad no fuera homosexual sino que simplemente se había sentido atraído por Lan? ¿Acaso nuestro legado de magos lunares lo había afectado, como me pasó a mí por causa del ángel Yue haciéndome creer que me gustaba Tsukishiro?

Desde esa tarde, Malika y Tsu se volvieron muy cercanos. Él me contó que ella siempre recurría a él cuando no entendía algo en clases porque Tsu era el mejor de la clase en inglés. Era la única materia que a ella no le costaba. Sakura se reía en silencio porque el inglés jamás fue su fuerte, aunque me tuviera a mí de profesor particular.

Por otra de esas inexplicables casualidades del destino, encontramos a los padres de Malika un día que acompañé a Sakura al supermercado. Según me dijeron, Malika les había mostrado una foto de Tsu y, como nos parecemos mucho, ellos supieron de inmediato que tenía que ser su padre.

-Llevamos muy poco tiempo en Japón, todavía no nos acostumbramos del todo al idioma -dijo el hombre-. Es agradable saber que podemos hablar inglés mientras tanto.

-Ya verán que no les será difícil -respondí amablemente-. Mi esposa tampoco es muy buena con el inglés.

Charlamos animadamente y los invitamos a comer con nosotros. Fue entonces que descubrimos que no eran simples humanos: a la señora Ruksaar se le escapó un conjuro mientras ayudaba a Sakura con los platos y no les quedó otro remedio más que confesar (con una notable timidez que para nosotros era perfectamente comprensible) que eran magos solares. Cuando les dijimos que yo era un mago lunar y Sakura una maga estelar, se alegraron muchísimo. También a ellos les había tocado vivir escondidos en India, encontrar a otra familia de hechiceros era un gran alivio. Nos contaron también que Malika tenía un hermano mellizo, pero no había podido entrar a clases junto con ella porque se había enfermado y estaba en cama.

-No cesan de aparecer las coincidencias -comentó Sakura con los ojos brillantes-: Tsubasa también tiene una hermana melliza, su nombre es Yumao.

-Tsubasa le ha hablado de ella a Malika -dijo el señor Omar-. Mi hija opina que a nuestro Ailesh le caerá muy bien.

En eso, llegaron Tsu y Yu junto con Malika. A estas alturas, las dos chicas ya eran buenas amigas porque tenían muchos intereses en común. La familia Hiram era muy agradable, y todos nosotros teníamos ganas de conocer a Ailesh cuando se recuperara y pudiera volver a salir de su habitación. Aparentemente, había tenido una grave reacción alérgica al polen de cedro, pero la magia solar lo restablecería en poco tiempo. Es la gran ventaja de la magia, uno se ahorra fortunas en muchas cosas.

Tsu me contó que todas las chicas excepto su melliza se habían vuelto locas cuando Ailesh se presentó en el salón tres días después. Sin embargo, agregó, él no había sentido absolutamente nada aunque el chico indio era increíblemente guapo y tenía una personalidad arrolladora.

-O soy absolutamente fiel a Lan incluso a pesar del tiempo y la distancia, o en realidad no soy gay -dijo intrigado.

-Ambas cosas son posibles, campeón -respondí y le conté la historia de Tsukishiro, el ángel Yue y yo. Él se sintió muy sorprendido, pero ambos nos reímos cuando dijo que menos mal no estaba enamorado de Tsukishiro porque habría tenido que quitárselo a Sakura y ninguno de nuestros hijos habría nacido. Lo consultamos con su abuela y ella, aunque no podía usar el método tradicional porque Lan estaba en Suiza, nos reveló con sus poderes que era cierto: en realidad todo fue una mala pasada de la Luna. Sentí un gran alivio, espero que eso baste para que Fanren regrese y permita que Tsu y Lan vuelvan a ser amigos.

Y sucedió lo obvio: Tsu y Mali (así empezó a llamarla y así la llamamos todos desde entonces) se enamoraron. Ailesh lo tuvo un poco más difícil con Yu porque a ella su bien formado físico (nos contó que practicaba artes marciales mixtas) y sus ojos color miel como los de su madre (el único rasgo físico que no compartía con su melliza) le daban igual. Mi pequeña le desinfló el ego y le enseñó a apreciar la tranquilidad y el silencio. Solo entonces aceptó ir al cine con él, y luego no se separaron más. Para mí era un alivio y una gran alegría ver a mis hijos descubrir el amor, aunque no podía evitar preguntarme de vez en cuando cómo serían mis nietos si llevaran una mezcla de sangre de India y Japón en sus venas.

Como es lógico, los ancianos se enteraron de las relaciones que mantenían mis hijos y convocaron otra reunión para presentarlos ante el Clan. Omar y Ruksaar fueron bien recibidos, y nadie vio con malos ojos a Ailesh y Malika. De hecho, en opinión de los patriarcas, una unión con magos solares sería muy beneficiosa para nuestro linaje. El hecho de que fueran extranjeros fue pasado por alto olímpicamente: a nadie le importaba de dónde venían mientras fueran magos y tuvieran legado (los Hiram eran una dinastía mágica ancestral del norte de India).

Mali poseía el don de hablar con los animales, así que pasaba largas horas junto a Tsu buscando nuevos amigos en la naturaleza. Ai (así lo llamó Yu cuando se dieron el primer beso, diciéndole que significa "amor" en japonés y, por lo tanto, era apócope y piropo al mismo tiempo) tenía el poder de manipular la luz; era el complemento perfecto para la magia cristalina de Yu. No dejaba de sorprenderme, ambas parejas de hermanos eran perfectas una para la otra.

Pero, como suele suceder, la traición vino desde adentro. Había alguien que no tomó a bien que Tsu y Mali formalizaran su relación, y que tampoco aceptó el profundo amor que sentían Ai y Yu. Alguien que, además, sabía demasiado. Esa persona, con su lengua de serpiente (no hablo literalmente, pero creo que me hago entender), desató un infierno sobre nuestras vidas al exponer ante el mundo el secreto de nuestras familias.

Alguna vez, Sakura y yo nos preguntamos qué pasaría si el mundo descubriera nuestra magia. Nunca nos imaginamos que la respuesta a esa pregunta sería un sufrimiento atroz en el que pagarían justos por pecadores y retrocederíamos casi literalmente a los tiempos malditos de la caza de brujas.

Todo comenzó el día que Daidouji se casó.