Estaba equivocado cuando creí que nos esperaba la hoguera, como a las brujas de la Edad Media (dicho sea de paso, de todas las mujeres que murieron en esa época, solo dos de cada diez eran verdaderas hechiceras). En esta época, el tormento que debimos soportar fue incluso peor: el ser vistos como "gente rara", "monstruos", "fenómenos"... Bueno, creo que ya me hice entender. No nos buscaban para matarnos, pero tampoco nos aceptaban. Nuestro castigo por ser diferentes a los demás fue el ostracismo.

Curiosamente, sin embargo, esto que nos pasó tuvo su lado bueno: muchas otras familias de magos se sintieron "inspiradas" por nuestras vivencias y salieron a la luz voluntariamente. El mundo abrió sus ojos a una realidad escondida bajo sus narices, y eso nos concedió un respiro momentáneo. Ahora que se sabía que no éramos fenómenos, los chicos dejaron de ser aislados en la escuela y a nosotros nos concedieron la oportunidad de volver a levantarnos en la industria. Sin embargo, los dos mundos permanecieron separados como agua y aceite. Ellos nos tenían miedo y nosotros también a ellos. Cierto, hubo algunas parejas mixtas aquí y allá, pero en general nos manteníamos, por mutuo acuerdo tácito, cada estirpe por su lado.

No tardó en llegar el día en que surgió lo que fue bautizado como "tecmaturgia": una combinación de tecnología y magia que revolucionó todos los aspectos de la vida como la conocemos... Incluido, por supuesto y por desgracia, el plano bélico. Nadie pudo evitar que la carrera armamentista involucrara la tecmaturgia, y las armas que produjo tenían un poder destructivo impresionante. Las guerras se volvieron mucho más sangrientas por culpa de la magia, pero también la medicina se volvió más eficaz. Aún así, nos quedaba la espina de que quizá era una muy mala idea que la magia fuera usada de esa forma. Y, por desgracia, tuvimos razón.

¿Recuerdan las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki? ¿Recuerdan el miedo que inspiraba en la gente la sola mención de la bomba de hidrógeno conocida como Bomba H? ¿Han escuchado hablar de la M.O.A.B. (Mother of All Bombs en inglés, la Madre de Todas las Bombas)? Pues déjenme decirles algo aterrador: incluso si estallaran juntas una de cada tipo, no lograrían causar ni la mitad de destrucción que puede provocar una bomba mágica. Son juguetes a su lado. La combinación de los isótopos nucleares inestables con el potencial de la energía arcana produjo un arma con un poder destructor tan inverosímil que todos los países del mundo firmaron un tratado internacional para jamás usarlas. De hecho, solamente se fabricaron tres de aquellos monstruos: una en las Coreas, otra en Rusia y la tercera en Estados Unidos. Ahora sí que el mundo recordó lo que es el miedo.

Con el pasar de los días, las tres bombas fueron convirtiéndose en un mito. Hasta hubo gente que comenzó a rendirles culto y divinizarlas. Sea como sea, bastaba con mencionar las palabras "bomba mágica" para que reinara una paz forzada inspirada en el atávico terror que los seres vivientes le tienen a la muerte desde el seno de sus madres. Y un día sucedió lo impensable: una de ellas desapareció. O al menos eso dijeron las noticias. Obviamente, la gente se puso histérica, y no era para menos. Una bomba que puede destruir un tercio del planeta en segundos no es moco de pavo. ¿Cómo desapareció? ¿Quién la tenía? ¿Iba a estallar?

Lo curioso de la mente humana es la forma en la que reacciona bajo los efectos de la paranoia. Sin necesidad de estallar, la "Bomba M" supuestamente desaparecida provocó una devastación espantosa en la fibra moral de la humanidad... y, desde luego, la culpa la tenían "ellos". "Los raros". Los magos.

¿Les suena el Holocausto? ¿La Inquisición? Bueno, imaginen eso a escala mundial y con el mundo entero dividido en nazis contra judíos. En este caso, de no magos contra magos. Los siguientes seis meses fueron una sucesión de masacres a sangre y fuego que hicieron que las mayores matanzas de la historia documentada de la humanidad parecieran simples relatos de sobremesa.

Sin necesidad de estallar, la Bomba M perdida acabó casi por completo con un tercio del planeta. Nosotros apenas sí la contamos.