Aquella noche, como era de esperarse, no pude conciliar un segundo más de sueño luego del despreciable descubrimiento al que llegué con respecto al estado de mi Hada. Mis hermanos intentaron llevarme de vuelta a dormir, siquiera sacarme de esa habitación, mas no lo lograron; ninguno de ellos, ni siquiera Victoria pudo conseguir moverme un mísero ápice. Así que cuando por fin, luego de incontables intentos y más de una respuesta tosca y ofensiva de mi parte, fui capaz de pedirles (con la mayor amabilidad que me era posible en un estado tan alterado) que me dejaran sola con mi amada.
Fue solo cuando estos por fin salieron que me permití acercar mi rostro al de Cat, depositando un casto beso en sus labios resecos.
—Amor mío...— Acaricié su cabello con delicadeza. Los mechones rubí seguían siendo tan suaves como la primera vez que los toqué —Perdóname...— Besé su fría frente, y tan solo me quedé ahí, arrodillada en el suelo al lado de la cama, mi parte superior recostada en la blanda superficie, mientras la observaba la palidez de su piel y la falta de brillo en su expresión, y sin poder detenerme lloré aun más —Debí haber hecho algo... esto es peor que la muerte— Al decir esto no solo me refería a su estado.
—¿Están listos?— Preguntó Darok, con tan solo un fugaz tinte de inseguridad en su ligeramente áspera voz.
—Bueno, no es como que tengamos otra opción— Respondí casi sin pensar, la falta de sueño incrementando de una forma u otra mi mal humor.
—En eso tienes razón, Jadelyn— Fue el comentario de Taimos junto con su áspera risa de los que aligeraron el tono tan huraño y sarcástico de mis palabras. Le agradecí internamente.
—Está bien, está bien. Y ahora, ¿alguien sabe lo que debemos hacer?— La pregunta, con una expresión tan perdida, tan falta de conocimiento, proferida por Brock, lo hizo verse casi gracioso, como un gigante descerebrado y confundido (aunque todos supiéramos tanto como él sobre qué hacer en esta situación: muy poco o casi nada).
—Bueno, Brock, como todos hemos leído el libro "Reunión con los Espíritus, por pasos" es obvio que sí lo sabemos. ¿Alguien recuerda el paso uno?— El comentario sarcástico de Lauren me hizo reír un poco, mientras que el ofendido le dedicó una mala mirada. Justo antes de que el rubio pudiera responder, fue interrumpido por Darok.
—Bien, es suficiente— Reprimió suavemente, sin esconder totalmente su sonrisa. Él siempre intentando conciliar la paz aunque la pelea fuese graciosa; eso era algo en lo que Taimos y él eran diferentes, pues Taimos solo miraba hacia abajo, intentando contener la risa.
—¿Qué? Ella fue quien...—
—Entonces, ¿de verdad a nadie se le ocurre nada?— Habló Anya, cortando la queja de Brock (muy probablemente estaba intentado ayudar a Darok a calmar la situación).
Luego de varios minutos en los que todos meditamos nuestras opciones (las cuales eran casi nulas), por fin André habló.
—Podríamos intentar tomarnos de las manos. Ya saben, solo como el primer paso— Le sonrió con humor a Lauren, usando sus palabras, y esta le correspondió.
—Es una buena propuesta— Animó Annalise antes de extender sus manos para que Brock y Taimos (quienes estaban a sus costados) las tomaran. Acto seguido, todos hicimos lo mismo.
Cuando se formó un perfecto círculo (había suficiente espacio, pues estábamos en el amplio prado frente a mi castillo), las claras interrogantes volvieron a nuestras miradas.
—¿Y si basta con quererlo?— Sugerí, un tanto más bruscamente de lo que me hubiera gustado, haciéndolo sonar más como un comentario burlón que como una solución verdadera —Me refiero a que, nosotros no hacemos rituales extensos para hacer que llueva, así como tampoco necesitamos de un esfuerzo extenuante para reparar la destrucción de un valle entero. Solo tenemos que pensarlo y quererlo— Aclaré —No lo sé, pienso que tal vez podría funcionar—
—Suena demasiado simple...— Comentó Brock, inseguro. Realmente no podía culparlo, pues era una solución que sonaba demasiado obvia, rayando en la tontería, mas en ese momento yo era una bomba de tiempo.
—Oh, ¿sí?— Gruñí, mostrando una sonrisa por demás falsa y exagerada —¿Qué tal si propones otra cosa, Brock?— Se quedó callado, un tinte de miedo reflejado en el zafiro de sus ojos.
—Vamos, Jadelyn, sabes que no lo decía...—
—No, no. Anda, danos una brillante solución que arregle toda esta mierda. Muero por oír las sabias palabras salir de tu estúpida boca...—
—Jadelyn...— Advirtió con cautela Taimos, quien hasta ahora solo se había visto entretenido con mi irracional enojo. Solo cuando volteé a verlo fue que reparé en la exorbitante cantidad de espinas que salían de mi vestido y se extendían hasta apenas un par de centímetros de la posición de Brock, apuntándole cual lanzas mortales, listas para terminar con él.
Sin poder ocultar mi sorpresa del todo, hice que mis espinas regresaran a mi espalda, para después observar los atónitos rostros de mis hermanos, haciendo parte de la ira volver.
—Si alguien continúa mirándome así esta vez Taimos no me detendrá— Amenacé con seriedad, y fue ahí cuando el susodicho volvió a reír.
—Yo que ustedes le haría caso. Recuerden como dejó a Darok ayer— Luego de unos minutos en silencio, procesando lentamente sus palabras, por fin su ronca risa llena de humor burlón y sarcástico de alguna manera logró contagiarnos, hasta que todos nos encontramos riendo de la situación. Algunos más levemente, como Taimos, Darok y yo, y otros un tanto más estridentemente como Brock, André y Lauren.
—Pues...— Intervino Darok una vez que la risa paró, recuperando el aliento —Creo que no perdemos nada con intentarlo— Acto seguido todos apretamos nuestro agarre un poco más simple darnos cuenta, cerrando los ojos y concentrándonos. No sé los demás, pero por mi parte cerré la mandíbula y los párpados con fuerza, haciendo mis dientes rechinar y mi cabeza punzar.
Me concentré tanto como pude, y tengo la certeza de que los otros también, sin embargo transcurrieron varios minutos en los que absolutamente nada sucedió, ni la más ligera de las hojas se levantó del suelo. O por lo menos eso creí.
Cuando los minutos se transformaron lentamente en casi una hora, fue cuando no pude soportarlo más.
—Bien esto fue una tontería— Bufé exasperada. No era solo mi ego lastimado debido al fallo de mi solución, sino la frustración de no saber qué hacer, el estar perdidos sin mapa alguno lo que me oprimía el estómago dolorosamente.
Al intentar soltar las manos de mis hermanos secamente me di cuenta de que algo me lo impedía. Al enfocar la mirada grande fue la sorpresa que me llevé cuando vislumbré las gruesas sogas que nos ataban a todos y cada uno. Estas estaban alrededor de nuestras manos entrelazadas y se extendían hasta nuestros codos, bajando hasta nuestra cadera y por nuestras piernas, manteniendo no solo nuestras manos unidas sino nuestros pies firmemente pegados al suelo. Eran pesadas y ahora que estábamos conscientes de tenerlas era que sentíamos su apretado agarre, dificultando la circulación en nuestras extremidades.
—Muy bien, ya paren— Dijo Lauren luego de unos segundos —Señores, esto no es gracioso— Se quejó, un atisbo de irritación apareciendo en el ronco pero femenino tono de su voz. Sacudió sus manos, intentando liberarse —Ya basta— Ahora sí se le oía molesta, mas no le hacía competencia a mi hastío.
—¡Suficiente! ¡Deténgase ya!— Exclamé con enojo, tratando de igual manera de zafar mis manos sin éxito alguno —¡Esta maldita broma perdió su gracia!—
—Jadelyn, no creo que nadie de nosotros esté haciendo esto— Comentó pensativo Taimos, observando las ataduras, analítico. Gruñí. No me importaba quién lo estuviera haciendo, solo quería que parara: mis espinas salieron de entre mis ropas rápidamente y se enredaron en las sogas, estrujado con fuerza.
—Pero, ¿qué...?— Nuestra confusión creció cuando los salvajes movimientos de mis espinas no consiguieron rasgar siquiera un poco las cuerdas.
—Por lo menos ya sabemos que ninguno de nosotros lo está haciendo— Comentó Brock, intentando aligerar la tensión, mas en su tono era evidente que ni él mismo consiguió relajarse.
—Genial, ¿ahora qué debemos hacer?— Se quejó André, moviendo sus brazos. Hice una mueca. Aquel último movimiento hizo que mis amarres se ajustaran más.
—Auch— Susurró Anya.
—¿También lo sentiste tú?— Pregunté en cuanto escuché aquel pequeño sonido salir de sus labios.
—No sé lo que es esto, pero tal vez deberíamos dejar de movernos— Advirtió Taimos, pensativo, aún sin despegar sus ojos miel de las ataduras. Él confirmó las sospechas que eran visibles en nuestros rostros: con cada pequeño movimiento o tirón las cuerdas se apretaban más y más. Solo pudimos sentirlo hasta ese momento porque ahora sí las habíamos tensado demasiado.
—Bien, esto es más que perfecto— Exclamó Lauren, irritada, sin querer ajustando más las cuerdas.
—Traten de no moverse más, esto empieza a ser muy incómodo— Dijo Brock. Muy probablemente sus gigantes extremidades se encontraban más apretadas que las de los demás. Sin embargo, la molestia le Lauren le impidió ver eso.
—No me digas, genio— Respondió retadora.
—Lauren, por favor— Interfirió Darok, sonando ligeramente como una reprimenda.
—¿Qué, Darok? ¿Vas a decir acaso que esto puede estar peor? No tenemos una jodida idea de lo que pasa ni lo que debemos hacer. La menor de tus preocupaciones debería ser si Brock y Lauren discuten— Intervine, haciendo uso del casi nulo autocontrol que me quedaba para no hacer movimiento alguno y tensar las ahora bastante apretadas cuerdas.
—Jadelyn, no debemos perder los estribos— Reprimió de cuenta nueva el hermano mayor, el tono de su voz demostrando que también estaba por perder la paciencia.
—¡En lugar de poner la culpa sobre alguien deberíamos pensar en cómo librarnos de esto!— André, anteriormente callado, exclamó. Al igual que las de Brock, sus musculosas extremidades debían estar por demás entumecidas e irritadas —¡Vamos, no solo peleemos entre nosotros, hay que pensar más fuerte!— En su rostro se notaba el esfuerzo. Debía estar cansado de soportar tal presión.
—¡Sí, él tiene razón!— Agregó Brock. Marcas rojas evidentes en su piel —¡Esto nos tiene sujetos aquí y si no...!—
—¡Eso es!— Habló Taimos, más para él que para nosotros, ya que en ningún momento había apartado su vista de los amarres. Luego de unos segundos, reparó en nuestras atentas miradas, por lo que aún con la adrenalina evidentemente corriendo por sus venas, agregó —Repite lo que dijiste, Brock— Ante esto, el rubio, confundido, acató la instrucción.
—Am... ¿que esto nos tiene sujetos aquí?— Enarcó una ceja, mientras que todos esperábamos expectantes una explicación.
—¿No lo entienden?— Yo, por supuesto, estaba harta de los juegos.
—Habla claro de una maldita vez— Ignorando mi irrespetuoso comentario, Taimos explicó.
—¡Esto nos tiene atados aquí! ¡No podemos ir con los Espíritus hasta que nos liberemos! ¡Es muy simple! Esto representa una especie de metáfora— Tomó aire a tes de proseguir —Siempre, mientras tengamos sentimientos, habrá cosas que nos "amarren" a esta Tierra, y no podremos llegar al plano astral porque nuestro cuerpo, nuestra persona tiene sentimientos que lo atan aquí—
—¿Dices que tenemos que olvidarnos de todo lo que nos hace querer regresar? No estoy dispuesta a hacer eso— Dijo Lauren, y al ver los demás rostros, era un pensamiento que todos compartíamos.
—No, eso solo un desalmado podría hacerlo. Lo que estoy diciendo es que por ello, nuestro cuerpo debe quedarse aquí. Éste permanecerá con aquello que nos amarra aquí, como una especie de "ancla" que nos haga regresar, mientras que nuestro cuerpo astral es el que debe partir— A pesar de que podíamos encontrarle algo de sentido a sus palabras, seguíamos inseguros —Piénsenlo, no es solo separarnos del cuerpo para tener una forma de asegurar nuestro regreso, sino también es una especie de protección: nuestro cuerpo material no soportaría lo que un viaje astral representa, simplemente no es compatible— Pasaron unos minutos en los que nadie dijo absolutamente nada, incluso podría jurar que cuidamos que nuestra respiración no hiciera el más mínimo ruido. Era como si temiéramos que esta nueva oportunidad de arreglar las cosas se desvaneciera como polvo en la atmósfera.
—Yo te apoyo— Habló por fin Darok, sus ojos mostrando determinación y plena confianza hacia el segundo hermano más sabio.
—También yo— Dijo Lauren.
—Y nosotros— Dijo Brock por él, André, Annalise y Anya. Todas las miradas se posaron en mí, y tragué en seco.
No es que no creyera en esta solución, pues tenía plena fe en que resultaría, Taimos era en verdad un genio. Sin embargo, tenía miedo. Miedo de irme y abandonar todo lo que conocía, miedo de que eso conllevaría de una u otra manera, dejar a Cat atrás, miedo a que ella se quedara tan sola como yo me sentía, incluso si sabía que mi hada como tal, ya no estaba aquí. Temía olvidarla al separarme de mi cuerpo físico... es más, me aterraba el simple hecho de separarme de éste, pues con él era que había podido sentir en cada forma posible a mi amada.
Durante los minutos que dudé nadie me presionó, incluso con la preocupación evidente en sus rostros no dijeron nada ni intentaron apresurarme, y es algo que hasta la fecha agradezco en silencio, pues el finalmente elegir lo que era correcto debía ser una decisión total y completamente mía. De haber intentado disuadirme, muy probablemente habría terminado negándome en mi cobardía.
—Hay que hacerlo— Dije con resolución, el mínimo remanente de temor en mi parcialmente trémula voz. Enseguida, siete sonrisas comprensivas y orgullosas me fueron dedicadas. Asentí, con el rastro de una casi imperceptible sonrisa por mi parte.
—Bien— Nunca siendo alguien demasiado sentimental, Taimos habló —Recuerden, no se concentren en llevar su cuerpo a un plano incompatible; en su lugar, pongan todo su empeño en intentar deslindar la parte astral dentro de éste, dejando con él eso que los ata aquí... donde estarán más seguros— Supe que eso último iba dirigido a calmar mi nerviosismo, lo cual funcionó en una reducida medida.
—Empecemos— Dijo Darok antes de volver a cerrar sus sabios ojos grises.
Obviamente tardé un poco, no estoy segura de cuánto, o siquiera si todos duramos lo mismo, sin embargo, lo primero que yo sentí fue un inmenso peso posarse sobre mí, casi sofocándome.
No me tomó mucho para sentirme mareada, angustiada.
Por supuesto, temí por mi vida.
Todo mi cuerpo comenzó a temblar mas no pude gritar auxilio, de mis labios no salía sonido alguno, y no solo por la falta de aire, sino porque era como si mi garganta se cerrara... no, como si ésta simplemente ya no fuera parte de mi cuerpo, como si la hubiesen arrancado de un solo movimiento limpio.
Perdí la noción de lo que era mi propio ser, ya no sabía qué pertenecía a mi cuerpo y qué no, dónde terminaba el mundo y dónde empezaba yo.
Mucha, mucha presión sobre mí, sobre mi piel, mis músculos, mis huesos, mis órganos, mi alma misma.
Todo estaba negro, nada tenía forma ni color u olor, mis ojos querían llorar pero sentí como si estos tampoco estuvieran más ahí.
Trataba de concentrarme en lo que pudiera, en recordar cómo pensar siquiera, pero era inútil. Una nada comenzaba a tomar preso mi ser, estrujándome con su agarre, vaciando mi interior cual caracola deshabitada.
Creí que no lo resistiría, no podía comprender siquiera.
Estoy segura de que no pudieron ser más de un par de minutos, sin embargo se sintieron como años, cargando mi mente y cuerpo con extremo estrés. Hasta este punto, fue una de las más atemorizantes experiencias que he tenido en mi vida.
No obstante la desesperación que sentí por la falta de oxígeno, de movilidad, de visión, no tuve que esperar demasiado para que todo aquello fuese reemplazado con una especie de tirón, el cual jalaba mi ser por completo, desprendiendo aquello invisible de mi yo terrenal. Una sensación nueva, cuando menos, extraña tal vez, mas no del todo mala. Fue casi como finalmente resurgir a la superficie luego de haber estado bajo la inmensa presión del fondo del profundo océano azul, por lo que en cuanto me fue posible, respiré.
Abrí los ojos de golpe, jadeando cuál animal perseguido, volviendo en mí misma luego de algo similar al coma.
No podía enfocar la vista, todo daba vueltas y mi cerebro parecía querer salir de su prisión en mi cráneo para manchar los alrededores con su materia gris; sentía mi estómago en la garganta, mi espina hecha de arena mojada, sin darme forma ni permitirme estar erguida.
Aunque mis oídos zumbaban, pude escuchar a duras penas unos cuantos quejidos a mis alrededores, los cuales deduje que eran mis hermanos. Sin embargo, me fue imposible estar segura por varios minutos; todos mis sentidos parecían abrumados/atrofiados.
Cuando por fin logré recuperarme del efecto inicial (me parece que vomité, no puedo estar segura [si ese yo no era físico o del todo real, ¿cómo podría vomitar]), mis cansados ojos se maravillaron con los alrededores por los que se posaban: nos encontrábamos justo en el medio de un enorme espacio lleno de estrellas y constelaciones brillantes, los colores en las luces de estas eran hermosos, incomparables a los dibujos en los libros. También había otros cuerpos: un cinturón de asteroides apenas y se distinguía a la distancia, así como un cometa a nuestra derecha surcaba el azul anochecer del espacio, su cola dejando un camino centellante a su paso, como si besara el suelo por el que ella misma caminaba; un poco más al norte, había un planeta de un intenso color ladrillo, increíble por lo chocante de dicho tono con la uniformidad del azul circundante, sus tres Soles y tres Lunas girando rápidamente a su alrededor. Marte, pensé.
Podrían decir que miento, sin embargo, incluso en ese momento, anonadada con todo lo que veía, disfrutando inmensamente su belleza, una voz en lo más profundo de mi cabeza me susurraba despacio, mas muy insistente, que todo esto no era lo más hermoso que había visto en mi vida, y que jamás se le compararía al objeto de mi amor y deseo.
Luego de unos minutos en que los ocho tan sólo observamos nuestros alrededores, nos percatamos (casi tontamente, pues nos tomó todo ese tiempo) de que no estábamos parados sobre ningún tipo de superficie, sino que estábamos literalmente suspendidos en el espacio. Además, incluso si respirábamos profundamente, lo que entraba a nuestros pulmones era el aroma a bosque, húmedo y fresco, en el que estaban nuestros cuerpos físicos. Llegamos a la conclusión de que aquí solo éramos una proyección, un espejismo de la verdad que desafiaba todas y cada una de las leyes de la física y más ciencias, e incluso para nosotros era un tanto extraño pensarlo, y más aun asimilarlo. Prueba de dicha conclusión fue que en el espacio técnicamente no existe el sonido, y aún así pudimos escuchar a un muy estupefacto Brock romper el silencio.
—Wow... miren, es la Tierra— A nuestra izquierda, tal vez un tanto opaco en comparación con las demás bellezas que lo rodeaban imponentes, se asomaba nuestro planeta, su único Sol y única Luna girando alrededor de él cual protectores amigos.
Podría no ser la vista más embelesante al lado de todo lo demás, sin embargo todos compartíamos un gran amor por dicho planeta, casi tan grande como éste mismo, por representar un hogar, así como un inmenso agradecimiento por habernos brindado la oportunidad de encontrar el amor y las infinitas alegrías que ello nos trajo, por lo cual ésta fue la vista que más disfrutamos. Si bien yo además veía a la Tierra como el lugar donde perdí a mi amada, también lo veía como el bosque donde ella creció y fue feliz, el pequeño manantial donde me besó, el prado donde jugamos, el castillo donde nos amamos... mi pecho se hinchaba con tantos sentimientos, algunos tan contradictorios que era doloroso.
—Criaturas nuestras— Proveniente de nuestras espaldas, una cálida voz de primavera nos llamó. Al intentar voltear, una fuerza tiró de nosotros, transportándonos tal vez unos millones de kilómetros en apenas un segundo, a un lugar donde solo había estrellas, mas ninguno les prestó atención, pues todos estábamos más asombrados que nunca jamás en nuestras vidas.
Los Espíritus.
Recuerdo sentir una especie de gran alegría que aunada a mi estupefacción me mareó un poco.
Eran nuestros creadores, ¡de verdad eran ellos! En mis más de trescientos años solo estuve cerca de ellos una vez, el día de mi nacimiento, y solo pude escuchar sus voces y sentir sus manos tocar mi frente, jamás los tuve de frente ni vislumbré lo que eran, y ahora los tenía a un par de metros de mí, ¡a los Espíritus!
Fue hermoso.
De las vistas más bellas que he podido presenciar, estos seres no se parecían a nada que hubiese visto jamás, y al mismo tiempo, eran todo lo que alguna vez conocí. Sus rostros eran únicos, mas sentía que los había visto en todos los seres que pude ver antes. Sus cuerpos, sus ropas, sus voces, todo era algo nuevo y al mismo tiempo tan conocido.
No creo poder dar una descripción más acertada de dichos seres, pues ni yo misma podía entender lo que mis ojos veían. Era algo espléndido y al mismo tiempo tan ordinario. No puedo dar señas distintivas de sus caras, pues ni siquiera eran caras pero al mismo tiempo lo eran y tenían miles de señas distintivas y al mismo tiempo ninguna.
Por fin pude comprender a lo que se referían con que ellos nos hicieron a su imagen y semejanza, pues en estos seres es que pude vernos a todos y cada uno reflejados, incluso a ella; ardían como el desierto en verano mas helaban como el invierno en la tundra, olían a flores en la primavera mientras que también como a madera seca en el otoño... es algo que hasta la fecha no me puedo explicar del todo, pero incluso entonces, supuse que estaba bien, no entenderlos del todo y jamás poder hacerlo, pues alguien a quien amé me dijo una vez que hay cosas que es mejor solo amar, no importa si no las comprendemos del todo o para nada, pues eso las hace mejores, siempre misteriosas.
—Son de verdad ustedes...— Admito que ese tono tan enajenado nunca habría esperado escucharlo en la ronca voz de Taimos, sin embargo así fue. En sus ojos estaba reflejada una gran admiración, amor y respeto, e incluso si no había suelo en realidad, él de alguna manera cayó de rodillas, maravillado.
—No, no. Levántate, hijo nuestro— En menos de un parpadeo, una de las ocho figuras se encontraba frente a Taimos, tomando su rostro entre sus manos (que en realidad no eran manos pero que en realidad sí lo eran) con ternura y delicadeza, ayudándolo a incorporarse —Ninguna criatura está por debajo de nosotros. Ninguna— Habló con su voz áspera, suave, aterciopelada, ronca, aguda, grave, baja, fuerte. No sabía que tanta bondad y amor podían estar tan presentes en unas cuantas palabras.
—Apenas puedo creer lo que mis ojos ven...— Suspiró Annalise, igualmente embelesada. El Espíritu frente a Taimos volteó hacia ella y le sonrió, algo tan cálido como el amanecer, antes de regresar a su lugar junto a sus hermanoshermanas.
—Creadores...— Intervino Darok, el asombro aún siendo evidente en su voz —Es un enorme placer por fin conocerlos, tenerlos frente a nosotros. Estoy seguro que todos quisiéramos preguntar tantas cosas, pero... deben ya saber por qué nos encontramos aquí en realidad— Enseguida, en las ocho expresiones apareció un gran pesar, tristeza, incluso vergüenza.
—Esto lo vimos venir hace varios siglos ya. No estamos seguros, pero tal vez incluso antes de crearlos a ustedes...— Habló el tercer Espíritu de derecha a izquierda. Les puse un número para diferenciarlos, pues eran tan diferentes que eran exactamente iguales; no tenían semejanza alguna pero también era imposible encontrar alguna diferencia entre ellos.
—Deben saber qué hacer, nosotros estamos más perdidos que nunca. Necesitamos su sabio consejo y poder con desesperación— Habló André, ansioso y nervioso. Los Espíritus asintieron.
—Así es, pero eso no es precisamente correcto— Dijo el quinto.
—Nosotros necesitamos de ustedes— Dijo el séptimo.
—¿Qué? Pero, ¿de qué hablan?— Exclamó Lauren, confundida.
—Hijos nuestros... su tierra tiene un mal, un no erradicable mal, el cual ha sobrepasado los límites del balance de las cosas— Dijo el segundo.
—Es por ello que aunque ustedes estén aquí para pedir nuestra ayuda, somos nosotros quienes ahora suplicamos la suya— Habló el primero.
—Cometimos una equivocación al crear la vida, mas es algo de lo que jamás podremos arrepentirnos, pues ni el universo puede compararse en extensión con el gran amor que sentimos por todas las criaturas— Habló el tercero de nuevo.
—Y como cada error en que radica enteramente la culpa propia, debemos repararlo, mas nos es imposible hacerlo solos— Susurró gritó calló habló el sexto.
—Nuestro poder no es el mismo ya, hemos abusado de éste demasiado y como resultado nos volvimos más débiles en comparación con el pasado. Por ello, con la más profunda de las vergüenzas, debemos rogar su ayuda—
—En lo que sea que se necesite, no tienen por qué pedirla, saben que les brindaremos apoyo en lo que podamos— Respondió Anya. Hasta cierto punto pudo sonar gracioso cómo nosotros le asegurábamos a los Espíritus que los auxiliaríamos, después de todo, ellos eran lo más grande que conocíamos.
—¿Qué es lo que debemos hacer?— Hablé por fin. Mi mente trabajó sin parar todo el tiempo, por lo que había una extraña sensación instalándose en la boca de mi estómago, un presentimiento, al cual enseguida temí.
—Debemos unirnos, nosotros ocho, juntar todo nuestro poder para encerrar la maldad dentro de una nueva creación...— Se dirigió a mí, pero le hablaba a todos, el quinto.
—Será tanta la energía liberada, que necesitamos a seres con mucho poder que sean capaces de canalizarla y dirigirla a donde la necesitamos— Habló el segundo.
—Hacia la maldad— Intervino el octavo. Pasaron unos cuantos minutos en los que procesamos la nueva y abrumadora información, hasta que Brock hizo resonar su grave voz.
—Pero, si tanto poder será liberado, ¿qué pasará con la Tierra? Un cuerpo con su estructura no soportará la explosión que dicho proceso causará— Mentiría si dijera que no me sorprendieron las palabras tan acertadas que profirió. En ese momento, algo cambió en las expresiones de los Espíritus, adquiriendo un matiz extra, un aura diferente, un cierto toque de tristeza y resignación haciéndose presente en la atmósfera que nos rodeaba.
—Con toda la luz que alberga nuestro interior, seremos capaces de crear otro mundo para las criaturas en la Tierra, muy lejos de aquí, donde no corran el peligro de enfrentarse con la nueva creación que resultará de encerrar a la maldad dentro de nosotros—
—Esperen...— Entonces, fue como si en el cerebro de todos algo hiciera clic. Sabíamos hacia donde iba todo esto, lo presentíamos por lo menos, y no era algo precisamente bueno —Eso significa... ¿significa que...?— Lauren no pudo siquiera terminar de decirlo, había lágrimas en sus ojos verdes.
—No, no. Debe haber otra manera— Intervino André, desesperado, angustiado, triste. Los Espíritus negaron con sus cabezas (que no eran cabezas pero que sí lo eran).
—Solo de nuestro sacrificio es que podremos salvarlos a todos, además de expiar la culpa que cargamos desde hace milenios ya— Dijo el cuarto.
—Esto de ninguna manera representa un castigo autoinfligido— Aquello iba para mí, lo supe y por ello me sentí avergonzada —Mas es la única forma de arreglar nuestro error, y lo aceptamos— Habló solemne el octavo.
—Los amamos tanto, que hacer esto por mantenerlos con vida no representa tristeza para nosotros sino un verdadero alivio, sabiendo que aseguramos su bienestar— Dijo el primero. Pasaron unos minutos hasta que volvió a hablar —Muchos creen que nuestro poder es absoluto, pero se equivocan—
—El hecho de que no puedas ver los límites del océano no significa que una roca hundiéndose no pueda llegar a tocar el fondo— Dijo el primero.
—Nuestros límites existen, criaturas, y es por eso que nos apena tener que pedir un sacrificio de su parte también— Aunque nos sorprendimos, no quisimos mostrarlo, tal vez por temor a lucir débiles, o el deseo de querer mostrarnos fuertes y dispuestos a ayudar. Quién sabe, mas aún así me atreví a preguntar.
—¿Qué clase de sacrificio?— Sentí las miradas de los ocho Espíritus posarse en mí, y sin siquiera tener una idea de su respuesta, me fue fácil inferir que por lo menos para mí no sería una buena.
—Cuando liberemos toda la luz de nuestro pecho, nuestra forma será menos que un simple cascarón vacío y desaparecerá, pues nosotros no poseemos un cuerpo físico como ustedes— Habló el primero.
—Así que cuando solo seamos energía y luz, necesitaremos una enorme cantidad de poder que nos guíe—
—Esa parte quedó clara, pero, ¿cuál será nuestro sacrificio?— Interrumpió Lauren, mas sonó tan amable (para ser ella) que me sorprendí. Incluso frente a los seres más poderosos, la expectación aumentaba su ya de por sí impaciente comportamiento.
—No podrán usar solo una parte de su poder, lo necesitaremos todo— Habló con pesar y vergüenza el segundo.
—Eso significa que cuando todo esto termine, ustedes seguirán teniendo algo de su magia, mas solo aquella que sea tan suya, tan parte fundamental de ustedes que no se pueda separar. Dicha, lamentablemente solo será una miseria comparada con lo que alguna vez habrá sido— Dijo el tercero.
—Su poder será casi nulo, mas no lo necesitarán si van al nuevo mundo con las criaturas, ahí no habrá mal— Dijo el cuarto.
—No podríamos estar más apenados al pedirles esto, pero tenemos que...— Empezó a explicar el quinto.
Yo dejé de escuchar a partir de ahí.
¿Todo mi poder? No eran cuestiones de vanidad, realmente si eso era lo que necesitaban mis creadores para poner un alto a la masacre masiva que se avecinaba (más bien que ya había comenzado) yo con gusto habría aceptado sin pensarlo.
Pero no podía. Ella no me dejaba.
—No...— Susurré, interrumpiendo algo que decía el sexto Espíritu, de alguna manera sumiendo a todos los presentes en un silencio lúgubre.
—Jadelyn, ¿qué has dicho?— Preguntó Darok nervioso. Era más que obvio que todos me habían escuchado, sin embargo también era obvio que todos deseaban haberse equivocado, haber escuchado mal gracias al estrés de la situación.
—No lo haré...— Susurré de nuevo, sin mirar a nadie en particular, mi cabeza dando vueltas de nuevo, mi visión comenzando a ponerse borrosa.
No podían pedirme eso, no. Todo menos eso.
Al renunciar a mi poder también estaría renunciando a la posibilidad de liberar el alma de mi amada de esa prisión de sufrimiento en la que estaba inmersa. Estaría sumida en un limbo eterno sin salvación alguna. ¿Cómo podría yo siquiera concebir tal escenario blasfemo, tal idea maldita? ¿Cómo podría perdonarme a mí misma, vivir con tan pesar sofocante? Simplemente no podría, no sería capaz.
No podían arrebatarme eso, no podían. Hubiese dado mi vida y mucho más a cambio de una solución que me permitiera ayudar a mis creadores y salvar a mi amada sin tener que sacrificar uno por el otro. Mas yo sabía que eso era solo engañarme a mí misma; tal solución milagrosa no existía, me veía forzada a tomar una decisión, debía elegir.
—Pero, Jadelyn...—
—¡No lo haré!— Exclamé tan pronto encontré mi voz. La elegí a ella —Ni puedo hacerlo. En verdad lo lamento, pero no lo haré—
—Jadelyn...— Susurró Darok, sus ojos llenos de confusión, tal vez decepción, mas no me detuve a analizarlo.
—Puedo renunciar a todo... pero no a ella, y ustedes no pueden obligarme a hacerlo— Sin esperar un segundo más di la vuelta, y me concentré. Un ancla que me sujete a mi hogar para ser capaz de volver a casa. Cat...
—¡Jadelyn, espera!—
Silencio. Oscuridad.
Sonido. Luz.
Al abrir mis ojos, me encontraba de vuelta en aquel verde prado, jadeando. Tomé cuanto aire cabía en mis pulmones y un poco más.
Si el viaje hacia el plano astral se sintió como un tirón, el viaje de regreso se fue una súbita caída mortal. Como un golpe seco, rápido, doloroso, que me hizo caer de vuelta a mi cuerpo, impactando contra mi interior. Una sensación de vértigo y falta de oxígeno que honestamente hubiera preferido no tener que repetir en un futuro cercano.
Una vez recuperada por lo menos un poco, reparé en las siete figuras de mis hermanos a mi alrededor, todas con los ojos cerrados y expresiones de suma concentración, las cuerdas atando sus extremidades al suelo... volteé hacia abajo y vi que a diferencia de ellos, yo ya no estaba amarrada. Miré mis manos y piernas libres, y casi sin poder procesar del todo lo que acababa de hacer y sus seguramente catastróficas consecuencias, me dispuse a caminar (lentamente, pues por la sensación de falta de gravedad era difícil) hacia el castillo, sin reparar en que estaba siendo perseguida...
.
HOOOOLAAA :D
Mi explicación esta vez: la escuela me tuvo en cuatro todo el semestre; fui masacrada y continuamente ultrajada por ésta, por lo que conseguir tiempo (y la muy valiosa inspiración) para escribir me fue prácticamente imposible.
No deben preocuparse, ya estoy de vacaciones (YAAAAAY), por lo que me será mucho más fácil actualizar ahora.
Criaturitas, recuerden que, cueste lo que me cueste, esta historia SÍ TENDRÁ UN FINAL (el cual está bastante cerca, debo agregar), por lo que aunque me tarde 300 años en subir un nuevo capítulo, siempre haré lo que me sea posible por volver.
¿Qué les pareció este capítulo? Admito que dicha reunión desde el principio la tuve vagamente en mente, mas fue hasta ahora que efectivamente fue descrita, por lo que me disculpo si fue algo burda o se sintió muy acelerada. De hecho, planeaba que el capítulo fuese más largo, pero ya quería subirlo y dar mis señales de vida.
¡Dejen sus comentarios! recuerden que:
5 comentarios = actualización en menos de 2 semanas
¡GRACIAS A TODOS LOS QUE COMENTARON EL CAPÍTULO ANTERIOR, Y MUCHAS GRACIAS POR TOMARTE EL TIEMPO DE LEER ÉSTE!
Sin más aclaraciones, debo irme ahora.
Disculpen cualquier error que pueda tener, ya saben que aunque trato de corregirlos siempre se me escapa uno que otro :3
Nos estaremos leyendo (¡mantengan en ship vivo y escriban más obras, que las necesitamos aquí! Es decreto real c:).
¡Besos reales!
