Abrí los ojos.

Yo estaba recostada sobre el césped verde y húmedo, debajo de un cielo azul claro sin nubes a la vista. El Astro Rey brillaba con intensidad, mas sus rayos no quemaban, eran de esos que solo calentaban tu piel, adormeciéndola, y el clima era fresco, pacíficas corrientes de aire soplando de vez en cuando, entrando en tus pulmones con tal impacto que respirar era algo que hacías por gusto, no por necesidad.

Tenía muchas dudas, por supuesto.

No sabía dónde me encontraba, si estaba viva siquiera, o si alguna vez regresaría a mi castillo. Tampoco tenía conocimiento de qué pasaría ahora, pues no recordaba más allá de la explosión que resultó de los poderes de mis hermanos unidos. Hasta donde yo sabía, era posible que hubiésemos perdido la batalla.

No obstante a mi incertidumbre, me quedé ahí unos momentos, ya que por algún motivo desconocido, el misterio que representaba el lugar tan hermoso y tranquilo donde me encontraba me pareció más importante que todo lo demás.

Así que me quedé ahí, tumbada bajo el sol en medio de ese tranquilo prado unos minutos más, que bien pudieron ser horas. Tan solo observé el cielo, algunos momentos simplemente cerrando mis ojos y disfrutando del dulce aroma del viento, que susurraba en mi oído una promesa de paz.

Antes de que pudiera incorporarme, escuché una risilla a mi lado.

Mis ojos se abrieron desmesuradamente.

Dicho sonido era tan conocido y amado por mí, que sin atreverme a hacer movimientos bruscos, por miedo a romper la ilusión, lentamente volteé mi rostro hacia la izquierda, el latido de mi corazón errático y acelerado, intentando salir de mi pecho.

—Hola, Jadey— Dijo con voz suave la criatura a mi lado. Mi corazón pareció dejar de latir por un momento, dando un salto hasta mi garganta, donde formó un nudo apretado y tenso.

Ella estaba sentada a mi lado, sus grandes ojos chocolate observándome desde arriba, con una cálida y tranquila sonrisa en sus labios rosados.

—¿C-Cat?— Dije en apenas un susurro débil, patético. Su sonrisa se ensanchó.

En ese momento me olvidé de cómo respirar, mi corazón olvidó que su lugar no era mi cabeza y mi cerebro perdió por completo su forma, derritiéndose dentro de mi cráneo junto con cualquier otra cosa que pudiese tener sentido.

—Este lugar es tan hermoso en primavera— Su voz sonaba embelesada mientras volteaba su rostro hacia el frente, contemplando las flores, el cielo, todo a nuestro alrededor.

Yo solo me quedé ahí unos minutos sin decir nada, solo asintiendo cuando me miró para corroborar mi respuesta. De repente, mi boca era un desierto, mi lengua una serpiente enredada en la arena, mi garganta una estrecha gruta sin aire.

—¿Por qué de repente tan callada, Jadey? ¿Acaso no estás feliz de verme?— Mi rostro se contorsionó en una mueca de horror mientras negaba una y otra vez rápidamente con la cabeza. ¿Cómo podía siquiera considerar tan absurdo escenario? ¿Podría tal vez existir un universo donde no me causara una infinita dicha ver a mi Hada? La respuesta sería un rotundo NO. Pero, ¿cómo explicarle que había perdido la capacidad de procesar palabra alguna desde el primer destello de sus cabellos escarlata que captaron mis ojos?

Ella rió, al parecer entendiendo la razón de mi ineptitud (la cual empezaba a frustrarme de sobremanera), sus ojos centrados en mí, acelerando mi corazón a mil por segundo.

—Eso creí— Suspiró soltando una última risilla antes de cambiar de posición, recostándose sobre su costado, a unos centímetros de mí, poniendo su cabeza sobre su brazo derecho —Yo también estoy muy feliz de que estés aquí conmigo— Casi podía aspirar el aroma a lavanda de su cabello, la vainilla de su piel, casi podía vislumbrar cada matiz del chocolate en sus ojos, estaba tan cerca que casi podía contar sus lunares. Si estiraba mi mano solo un poco, un mínimo esfuerzo y podría tocarla, podría sentirla. Podría, podía, podría...

No podía creerlo. ¡Era ella! ¡Era mi hada y estaba viva! Quise levantarme de un brinco, estrecharla entre mis brazos para nunca dejarla ir, enterrar mi nariz en sus rojos cabellos, besar sus rosados labios, llorar en su pecho y rogar porque jamás volviese a abandonarme, mas fue ahí cuando tuve un repentino momento de claridad cual bofetada directa al rostro, tan obvia como el color del cielo y tan aguda como el canto de una sirena... fue ahí cuando comprendí.

Cuando pregunté si en verdad era ella, no me respondió.

—Esto es un sueño, ¿no es verdad?— Ante esto su mirada se tornó melancólica, tal vez triste, su sonrisa bajó y sus labios formaron una perfecta línea recta mientras asentía volviéndose a sentar lentamente, huyendo de mi mirada.

—Esto solo está en mi cabeza... es producto de mi imaginación— Escupí las palabras con ira, tensando la mandíbula.

¿Por qué mi mente se esforzaba tanto por torturarme? ¿Por qué mi agonía era algo que la vida misma parecía disfrutar tanto?

—Eso no quiere decir que no sea real...— Susurró sentándose de nuevo, sus dedos jugando con el pasto debajo de ella. Dirigió sus ojos hacia éste, notándose repentinamente afligida, casi avergonzada.

¿Cómo podía haber sido tan estúpida? Por obviedad aquello era un sueño y nada más. ¿Cómo pude siquiera por un momento creer que la felicidad llegaría así como así? Debía haber aprendido ya que para mí nunca era tan fácil, que no importaba cuánto deseara algo, incluso si era con todas las fuerzas de mi corazón, no lo obtendría. ¿Por qué debía ser así? ¿Por qué era tan difícil dejar al monstruo vivir su vida en paz, al lado de la única criatura que alguna vez lo amó y a quien él también amaba? ¿Sería acaso que no lo merecía? ¿Ese era mi eterno castigo? Y de ser así, ¿Cuál era mi crimen, entonces?

—Tú... no eres mi Cat— Sentí el cosquilleo de las lágrimas en mis ojos, listas para salir y resbalarse por los costados de mi rostro, sin embargo las retuve. Por lo menos en mis sueños quería dejar de hacer visible mi pena.

—Oh, no, te equivocas— Volteó hacia mí, su ceño fruncido, expresión ligeramente ofendida pero profundamente acongojada, mas antes de que pudiera volver a hablar estallé.

—¡No te atrevas siquiera a burlarte de mí!— Me incorporé de un solo movimiento, dándole la espalda, pues sabía que si continuaba viéndola no podría permanecer molesta por demasiado tiempo, aun sabiendo que no era la Cat real.

—No es necesario que reacciones así...—

—¡Cómo mierda quieres que reaccione! ¡¿Eh?! ¡Si quieres que salte en un solo pie o que baile la llegada de la primavera te equivocas!— Estrujé mis cabellos, sintiendo cómo algunos cedían ante la fuerza.

Apenas y podía respirar. Incluso cuando ni siquiera una sola hoja se había movido de su lugar, para mí absolutamente todo había cambiado, perdiendo sustancia, presencia, relevancia. Repentinamente, los colores se opacaban, las líneas se difuminaban y perdían entre los diferentes patrones, ya nada parecía bello, el ambiente tan pacífico que me rodeaba adquiría un tinte de calabozo, de prisión.

—Jadey, por favor...—

—¡No me llames así!— La encaré, colérica, y solo una ínfima parte de mi rabia se apagó al observar que algunas lágrimas ya se abrían paso por sus sonrosadas mejillas —¡Solo ella me llama así, tú no tienes ese derecho!— Me volteé nuevamente. Mi cabeza daba vueltas y punzaba dolorosamente, al punto de hacer que mis oídos zumbaran.

Tenía tanto enojo, tanto dolor dentro de mi ser, pero no encontraba cómo descargarlo pues aun si estaba dentro de mis pensamientos me sentía agotada.

No estoy segura cómo, pero tomando todo el aire que mis pulmones soportaban sin colapsar, tomé mi cabeza entre mis manos de nuevo, esta vez para soltar un grito ensordecedor, uno en el que liberé mi frustración, mi furia, mi dolor. El suelo bajo mis pies se hundió, dejándome tal vez medio metro a desnivel, mientras que lo que quedaba alrededor se agrietó y rompió hasta casi unos 10 metros a la redonda. Un temblor de gran magnitud sacudió el prado entero, derrumbando un par de árboles, espantando a las criaturas imaginarias que pudieran habitar en kilómetros.

Una vez saqué todo el aire de mis pulmones no pude contenerme más, y, aunque jadeante, una tras otra mis lágrimas cayeron sin control alguno, acompañadas de una lluvia que se precipitó sobre el extenso territorio, ocasionales truenos haciendo un coro junto con mis sollozos.

Cubrí mi rostro con mis manos mientras lloraba, mis hombros sacudiéndose con violencia mientras me dejaba caer de rodillas pesadamente.

—Tú no eres mi Cat— Logré articular —Mi Cat ya no está...— Habría tenido mi rostro enterrado ahí, entre mis manos ásperas, de no ser por un pequeño sonido, apenas un susurro, como el de un pétalo de rosa cayendo sobre el agua del río, que llegó hasta mis tímpanos, claro como el verde césped debajo de mí.

—Te equivocas...—

Levanté mi rostro, confundida. Mi cabeza seguía matándome y los ojos me ardían, sin embargo sabía que, por algún motivo ajeno a mi comprensión, debía escuchar lo que este ser tenía que decirme.

—Te equivocas...— Repitió más fuerte una vez que mi mirada se centró en su rostro, el cual de igual manera tenía los ojos rojos e hinchados —Yo soy tanto parte de ti como de ella— Su respiración se agitó, apretó sus labios y sus puños, temblando, no sabía si de enojo o tristeza, aunque tal vez era una mezcla de ambos.

—¿Qué intentas decirme?— Mi voz sonó ronca y agresiva, y sé que mi rostro con su expresión hastiada y de animal herido no pudo hacer otra cosa más que brindar a mis palabras cierto matiz atemorizante.

—Q-que ella nunca se fue, p-por lo menos no por c-completo, jamás haría eso, y no hay...— Limpió sus mejillas con el dorso de su puño casi con rudeza, quizás esperando que así sus constantes jadeos e hipos no la interrumpieran —No hay f-fuerza alguna que lograra arrancártela del t-todo— Concluyó, su labio inferior todavía temblando.

No proferí palabra alguna un largo rato, quería darme tiempo para asimilar lo que acababa de escuchar. Las palabras de Cat se repetían una y otra vez en el aire a mi alrededor. Traté de desfragmentar cada oración, descomponer cada palabra y sílaba hasta simplificarlo tanto que no existiera manera alguna en que no pudiera entender su significado.

Pasaban los segundos, y yo seguía analizando lo que dijo, intentando encontrar alguna falla, una inconsistencia, el más minúsculo detalle que me diera algún indicio de que la conclusión a la que acababa de llegar estaba equivocada y lo que mi mente en realidad quería hacer era jugarme otra broma cruel, burlarse de mí para luego sumirme más en mi propio tormento.

Pero no encontré nada.

Cierto momento de hacía más de un mes volvía a mi mente, invadiéndola sin tregua. Esa era una imagen que jamás olvidaría, aquella en la que Cat, aún con vida y su tácita promesa de pasar el resto de ésta conmigo, había dicho mientras sollozaba sujetándose a mí y mi espalda desgarrada, sangrante, que yo era una parte de ella, incluso tal vez toda ella.

—Eres la parte de ella que vive en mí...— Susurré finalmente, casi sin aliento, mirando fijamente a la criatura frente a mí que parecía incapaz de dejar de llorar.

Una parte de Cat se había abierto paso entre mis barreras construidas en el transcurso de mis siglos, lentamente haciendo su hogar en el centro exacto de mi ser, poco a poco convirtiéndose en una parte esencial de mi alma misma, quedado conmigo tal vez hasta el día en que mi corazón dejara de latir.

Paré la lluvia, abrumada una vez más por esa criatura tan inusual que desde un principio me había cautivado.

—Ahora c-comprendes...— Hipo —Q-que si estoy aquí es p-porque me amabas, tanto como yo te amaba a ti— Mi corazón se encogió.

Sin pensarlo dos veces caminé hasta ella para detenerme a escasos centímetros de ella. Estuve a punto de tomar sus hombros para luego estrecharla entre mis brazos y nunca, por la eternidad, volver a soltarla, mas no lo hice.

Algo me detuvo.

Volvimos a sumirnos en un silencio pesado, aplastante, lleno de preguntas que ninguna de las dos quería expresar.

Tiré mi cabeza hacia atrás, volteando al cielo, mientras mi rostro seguía empapándose, a pesar de que la lluvia había terminado.

Cat, amor mío. Cómo pude creer que te habías ido...

Después de que bajé la cabeza, pasaron unos cuantos minutos más en total silencio, sus ojos fijos en una bandada de aves silvestres a lo lejos, mientras que los míos no podían despegarse de ella; quería recordar cada minúsculo detalle de su ser que mi memoria pudiese haber olvidado en su ausencia. Quería tatuar su imagen en mi retina, grabarla a fuego en mis irises para reemplazar el verde de éstos por un escarlata brillante, uno que me recordara ciertas hebras de seda danzando en el viento.

—Sigues siendo tan hermosa...— Dije con nostalgia y una adoración amarga.

No pude evitar sonreír un poco cuando sus mejillas se tornaron de un rosa brillante, sus ojos bajando al pasto bajo nuestros pies una vez más.

—Gracias, Jadey...— Se tapó la boca con ambas manos, asustada, sus ojos abiertos como platos fijos en mi reacción —Lo siento, no era mi intención, yo...—

—Está bien... Cat— Dije con toda la calma que un corazón destrozado permite.

Lentamente bajó sus manos, descubriendo una pequeña sonrisa ante la mención de su nombre al fin.

—Mi intención nunca fue herirte de nuevo. Si vine, fue para que estuviéramos juntas otra vez, mas yo entendería si quieres que me vaya...—

—No— La interrumpí, acercándome incluso más a su posición —No me abandones otra vez, te lo ruego— Fijé mis ojos en los suyos, tan bellos como los recordaba —Por favor, pretende conmigo, solo una vez más. Te imploro que pretendas conmigo que este es un día normal y que no terminará cuando abra los ojos. Por favor, pretende que puedo estar contigo como antes, como si fuéramos los únicos dos seres en el mundo— Nuevamente estaba al borde de las lágrimas, pero no me importó la desesperación evidente en mi tono ni lo patético de mis súplicas. Solo quería estar con ella como antes. Habría dado todo porque esa fuera mi realidad.

Ella me observó, en su sonrisa ahora había amor y una inmensa calidez, una que me aseguraba que todo estaría bien.

Y elegí creerle.

—Está bien—


Aquella tarde hablamos de todo y de nada. Incluso si solo podía contarme anécdotas que yo ya conocía, escuché con toda mi atención, reí con ella en los momentos más hilarantes, me deleité con su presencia a mi lado, tan solo tumbadas bajo la sombra de un árbol en aquel prado, como habría querido que fueran todos mis días por el resto de la eternidad.

Su voz cual terciopelo acariciaba mis tímpanos, y su belleza tan radiante esclavizó mi mirada. Éramos ella y yo, el monstruo y el hada, y eso estaba bien.

Cuando el Sol ya se encontraba al nivel del horizonte, pintando el cielo y todo lo que su luz tocara de un color naranja sangre, intenso, centellante, fue que le propuse que fuéramos a la laguna que estaba en el lado opuesto del prado.

En realidad no tenía certeza de que hubiera una laguna cerca, pero al fin y al cabo estábamos dentro de mi cabeza. Si yo lo quería, iba a haber una laguna en el lado opuesto del prado.

Una vez allí, no desperdicié tiempo alguno en deshacerme de mi pesada túnica para entrar al agua cálida. Cat me siguió un momento después, y mientras yo caminaba al centro del pequeño cuerpo de agua pude sentir su mirada quemando mi espalda.

Una vez se colocó detrás de mí la encaré, y ella me dedicó una tímida sonrisa, sus mejillas haciendo juego con su cabello.

—Entonces...— Me acerqué a ella —¿qué? ¿Esto se convertirá en un sueño húmedo?— Dije con coquetería mientras la ojeaba de arriba a abajo, su sonrojo volviéndose más intenso de ser posible, mas su sonrisa se ensanchó.

—Eres igual que siempre— Me reprimió sin enojo en absoluto.

No pude evitar reír ligeramente. No obstante, el sonido murió en mi garganta luego de unos breves segundos, pues mis ojos inevitablemente habían viajado hacia el sur, adorando la figura situada frente a mí, añorando todos sus pequeños detalles: sus clavículas prominentes y elegantes, sus pechos pequeños pero orgullosos, una estrecha cintura y un delicado abdomen plano, pequeñas pero suficientes caderas, una intimidad oculta por el agua ahora naranja gracias al reflejo del Sol.

Aquí, en la seguridad de mi mente, su cuerpo no tenía cicatrices de ningún tipo, y yo tenía ambas piernas perfectamente funcionales, sin mi pronunciada cojera. Era algo así como el escenario ideal, uno tan brillante que ahora solo existía en los confines de mis pensamientos, aquellos que mantendría a salvo aunque me costara la vida.

—Canta— Dije casi sin aliento, el aire llevando mis palabras hasta sus oídos sin fuerzas, perezosamente.

—¿Qué?— Sí me había escuchado, pues rio un poco ante lo repentino de mi demanda.

—Por favor... canta para mí como solías hacer siempre, no sé cuándo...— Interrumpí la oración, pues aunque fuera cierto que no sabría cuándo sería la próxima vez que podría escuchar aquel sonido, dolía terminarla, dolía reconocerlo —Canta para mí una vez más, Cat—

Su sonrisa se tornó un tanto más melancólica, mas sus ojos reflejaban amor y ternura, por lo luego de un corto asentimiento con la cabeza, cerró sus ojos chocolate, lamió sus labios tentativamente para comenzar a entonar una canción de la que creía haberme olvidado ya, entre las tantas que cantó para mí. No obstante, esa ahora parecía ser la más indicada para ésta, nuestra última ocasión hasta mucho, mucho después.

Miles de imágenes pasaron por mi cabeza mientras la observaba cantar: ella tumbándome al suelo luego de la primera vez que jugamos, su mano en mi espalda, un hoyuelo izquierdo, sus dedos acariciando mi cabello, sus lágrimas siendo secadas por mis manos, la forma de su sonrisa contra mis labios, su cuerpo desnudo junto al mío en un cálido abrazo...

Déjame tomarte de la mano

déjame mirarte a los ojos

Déjame a través de mi mirada

darte todo mi esplendor

Déjame quedar aquí

Déjame besarte ahí

donde guardas tus secretos

los más oscuros y más bellos

Te regalo mis piernas

recuesta tu cabeza en ellas

Te regalo mis fuerzas

úsalas cada que no tengas

Te regalo las piezas

que a mi alma conforman

Que nunca nada te haga falta a ti

Te voy a amar hasta morir

Te voy a amar hasta morir

Déjame jugar contigo

Déjame hacerte sonreír

Déjame darte de mi dulzura

Pa' que sientas lo que sentí

Déjame cuidarte

Déjame abrazarte

Déjame enseñarte todo lo que tengo

pa' hacerte muy feliz

Te regalo mis piernas

recuesta tu cabeza en ellas

Te regalo mis fuerzas

úsalas cada que no tengas

Te regalo las piezas

que a mi alma conforman

Que nunca nada te haga falta a ti

Te voy a amar hasta morir

Te regalo mis piernas

recuesta tu cabeza en ellas

Te regalo mis fuerzas

úsalas cada que no tengas

Te regalo las piezas

que a mi alma conforman

que nunca nada te haga falta a ti

Te voy a amar hasta morir

Te voy a amar hasta morir

Te voy a amar hasta morir

Cuando terminó, me di cuenta de que una solitaria lagrima bajaba por mi mejilla, mas esta vez era capaz de limpiarla con una leve sonrisa. Dolía, claro que lo hacía, pero dentro de ese sufrimiento encontré algo de consuelo, algo de calidez, algo de amor.

Cat me miró dudosa ante el ligero llanto, mas hice desaparecer esa mirada con la pequeña curva de mis labios.

—Tengo que volver— Dije, aunque estoy segura de que ella se anticipaba esas palabras desde incluso antes que hiciera su aparición en este prado.

—Lo sé— Asintió, una sonrisa triste adornando sus facciones.

—Podría quedarme...—

—Pero eso no es lo que ninguna verdaderamente querría— Terminó la oración por mí —Una vez que me toques la ilusión se romperá— Con que por eso había algo que me impedía iniciar contacto...

—Acércate— Le ordené suavemente. Ella acortó la distancia hasta que solo un par de centímetros nos separaban y podíamos sentir la respiración de la otra en nuestra piel.

No acariciaría su rostro, ni la envolvería en mis brazos; tampoco enteraría mi nariz en su cabello o pasaría mis dedos a través de este, pues cualquiera de estas acciones me mandaría de vuelta a la realidad, y aunque añoraba eso y más, había algo que quería hacer con mayor fuerza.

Lentamente, saboreando el momento, bajé mi rostro hasta el suyo, y fue ahí cuando medio segundo antes de hacer contacto, susurró contra mis labios:

—Hasta pronto, Jadey—

La besé.

Todo se puso negro.


Incluso cuando no tuve noción alguna de mi alrededor, del espacio y el tiempo, supe de una forma u otra que aquel estado de inconsciencia fue bastante prolongado.

Aunque siendo sincera, para mí no representó solamente un desmayo con el molesto ruido blanco de fondo, sino fue más bien como el sueño de un infante: suave, gentil, tan irreal que solo podría ser concebido en la mente, y de ahí no saldría jamás.

Dicho sueño permanecería en mi baúl de recuerdos preciosos, ese que mantengo bajo llave y resguardado del mundo, custodiado celosamente por mis propias barreras. No obstante, incluso entonces sabía que nunca sería más que eso, solo un sueño, y aquello a pesar de destrozarme por dentro, también me había dejado con una agradable sonrisa que incluso después de ser borrada de mi rostro, nadie podría arrebatarme.


.


SÍ, LO SÉ, UNA TREMENDA CANTIDAD DE TIEMPO PARA... ESTO.

Bueno, las excusas, como siempre, sobran, por lo que les pido simplemente mis más sinceras disculpas.

Hermosos y hermosas (aunque estoy segura de que sólo quedan como tres personas que leen esta historia), nos quedan tentativamente unos dos episodios TTnTT

Bueno, muchas gracias por leer este capítulo.

La canción se llama "Te regalo" de Carla Morrison, y en lo personal me parece demasiado linda, así como que muero cada vez que la escucho.

Feliz año nuevo :D Y este año es nuestro año, ahora sí, la historia tendrá un final, así no haya nadie para leerlo, fue un placer traer esto. De lo único que me arrepiento es haber tardado tanto en tantos capítulos y por ello haber perdido tantos lectores en el camino, pero no tienen idea de cuánto les agradezco a aquellos que hasta ahora siguen conmigo.

¡Trataré de no decepcionarlos!

Hago mi mayor esfuerzo c:

Ya no pediré comentarios porque pues nunca llegamos a la meta c: jaja y porque sería algo descarado de mi parte considerando los ENORMES lapsos que me tardo para traer nuevos capítulos.

¡Recuerden que los amo! ¡Ya estamos en la recta final!

¡Espero y a pesar de todo les haya gustado! Por favor, perdonen cualquier error (y la tardanza, más que nada c:)

¡Besos Reales!