Mi respiración paró por completo y el mundo alrededor dejó de tener sentido.
Crissa.
Su aparición fue tan repentina, a penas y podía creer lo que mis ojos veían.
Mientras la multitud de agradecidos seres prácticamente nos arrastraban hacia los Espíritus saben dónde, mi mente no podía dejar de dar vueltas, como si intentara encontrar el sentido a todo lo que pasaba.
Me petrifiqué a tal grado, que solo dejé que las criaturas me llevaran, no los combatí, mis piernas a penas y se movían.
Quise frenar en seco, decirles que mi curación y cualquier otra cosa que quisieran hacerme podía esperar, que tenía que ir con la madre de mi recién perdida amada, que tenía que ir a ver dentro de esos inmensamente tristes ojos cafés porque tal vez, solo tal vez, podría encontrar por un mínimo instante a Cat... pero no lo hice.
Seguí todas las instrucciones de los animales y ciraturas mágicas que nos atendían en grupos: cuando nos llevaron al río y tallaron nuestros sucios y maltratados cuerpos yo solo hacía lo que se me indicaba, como levantar mis brazos, mover la cabeza a un lado, cerrar mis ojos cuando pasaran algún aceite especial para limpiar mis heridas; cuando nos vistieron y arreglaron nuestro cabello, e incluso cuando nos alimentaron, mis movimientos tan solo imitaban a los de un actual robot. Sin voluntad, sin saber un porqué para sus acciones, simplemente acoplarse automáticamente.
Una vez terminaron sus cuidados, nos dieron a todos un poco de espacio para descansar, y tanto mis hermanos como yo nos quedamos en rincones apartados, algunos sentados, otros recostados, recargados en el tronco de un árbol bajo la sobra de su copa... cada uno lidiando con sus propios recuerdos y pensamientos, experimentando sensaciones por primera vez, como neonatales, una vez más en nuestra vida teniendo que recurrir al análisis y la reflexión profunda ante una situación tan desconocida y escabrosa que incluso para nuestras mentes llenas de conocimiento parecía absurda.
Yo me senté a la orilla del río, observando distraídamente su cause, el relajante sonido del agua contra las rocas asemejando mi mente en blanco, ahora aparentemente inservible. Simplemente no podía pensar en nada, era como si no recordara cómo hacerlo.
Fue en esas cavilaciones (o mejor dicho falta de ellas) que advertí una presencia a mi lado, y mi ensimismamiento era tal, que me di cuenta de ella solo hasta que tomó asiento a escasos centímetros. Una parte de mí, sin embargo, sabía quién era mucho antes de que se me acercara.
—Crissa, yo...—
—No— Me interrumpió, y su voz era tan suave como una caricia en mi lastimado rostro —Por favor, no digas nada. Deja que me exprese primero porque no sé por cuánto tiempo pueda...— Por un instante pude vislumbrar tan solo un atisbo del inmenso sufrimiento que se ocultaba a medias tras sus ojos, como una nueva grieta formándose en su alma, y su mirada reflejaba ese dolor tan visceral —Porque no sé por cuánto tiempo pueda mantenerme hablando claramente—
Me sonrió, pero la luz que salía de ello era como una luciérnaga en medio de un planeta de oscura desolación, y yo solo pude asentir y tragar en seco, pues parte de su sufrimiento se filtraba por mis poros, calando hasta el hueso.
—Ella te amaba...— Un par de lágrimas salieron de sus ojos pardos, cayendo por sus mejillas algo marcadas por la edad —Sé que lo hacía—
—Pero, ¿cómo es que...?—
—¿Cómo es que sé lo que le pasó a mi bebé?— Rió amargamente mientras ponía su mano sobre la mía —Una madre sabe— Me dio un ligero apretón que se sintió tan débil como su energía.
—No sé cómo...—
—Shhhh...— Volvió a interrumpirme suavemente —Cuando supe que Cat había escogido a un compañero, me sentí tan feliz por ella, ya que tanto su padre como yo siempre supimos que ella era una criatura especial, que tenía tanto amor para dar que se merecía encontrar a alguien que le hiciera querer dar incluso más, que le devolviera todo ese amor y esa calidez que ella irradiaba— Su voz se quebró un poco ante la mención del padre de Cat. Él probablemente estaría en otro lugar por un tiempo, ya que tal como su esposa, tenía que lidiar con su propio dolor y duelo —Y cuando descubrimos que el ser por el cual el corazón de nuestra pequeña se volvía incluso más loco, eras tú, nosotros... bueno, sentimos miedo. ¿y si le pasaba algo a mi pequeña por su decisión de amarte?— Me miró, y solo pude asentir con la cabeza. Era un sentimiento que comprendí perfectamente —Pero ya sabes cómo era, dialogar con ella era imposible, siempre tuvo la tenacidad y perseverancia de su padre— Soltó una pequeña risa, sin humor alguno, pero con profunda nostalgia —Y fue gracias a eso que con el tiempo nos hizo ver que en realidad no era una decisión el amarte, que simplemente había pasado, y que eso la hacía inmensamente feliz, e incluso sabiendo los peligros ella... ella se sentía en su lugar más seguro contigo— Tragó en seco y cubrió su rostro con sus manos un momento, dejando un sollozo ahogarse en ellas.
—Crissa, yo...— Fue lo único que pude escupir sin sollozar, algo que cada segundo parecía más difícil —Yo nunca quise que nada le pasara, y-y si pudiera regresar el tiempo y ser yo la que estuviera en su lugar lo haría sin pensarlo... la amaba, aún lo hago, como nunca amé a nadie antes o después, y yo... yo lo lamento— Mis labios temblaban, y mordí mi mejilla para callar la rabia y la impotencia que me producía mi incompetencia.
—Yo sé que sí...— Su pequeña figura temblaba, se estremecía por el frío de su pesar, y aún así tuvo de alguna forma la voluntad de mirarme directo a los ojos para proferir sus siguientes palabras —Pero no es tu culpa—
Luego de esas palabras simplemente no pude más. Todo cayó sobre mí como una tonelada de ladrillos.
Rompí en llanto.
Nuevamente me encontraba en un punto de mi vida donde lo único que podía hacer en esa situación era dejar todo salir, puesto que no había manera de combatir algo que ya estaba hecho, que ya había terminado y que sin embargo seguía haciendo crecer una herida abierta, punzante y en carne viva situada en mi corazón y mi alma misma.
Cubrí mi rostro con mis manos, temblando cual diminuto animal. Mis sollozos rompían el viento, y acompañaban el cause del río, tratando de escapar con este hacia un panorama más tranquilo y en completa soledad.
Pasaron solo algunos segundos antes de que pudiera sentir un par de delgados y trémulos brazos a mi alrededor, esta vez su agarre era fuerte, mas no por consuelo, sino que era el tipo de agarre de una persona que se hunde en el mar e intenta con todas sus fuerzas aferrarse a un trozo de madera, todo por no dejarse llevar por la creciente desesperación, el estrés, la agonía. Y lo supe porque ese preciso agarre era el mismo que mis brazos tenían alrededor suyo.
—¿Qué crees que debamos hacer ahora?—
—No creo que sea lo mejor de...—
—Vamos, vamos. Esa costumbre que tienen de hablar a mis espaldas comienza a molestarme— Hablé, interrumpiendo las voces de Darok y Taimos mientras me unía al círculo que las siete figuras de mis hermanos formaban.
Ambos magos me sonrieron, cansados y algo cautelosos de mi reacción, mas con profundo alivio de que me viera relativamente mejor.
—Bien sabes que todo te molesta, no solo que hablemos a tus espaldas— Rió Lauren, su rostro lastimado formando una sonrisa traviesa que a juzgar por el pequeño temblor en su ceja le resultaba dolorosa.
—Dicen que el ladrón cree que todos son de su condición, Lauren— Interrumpió oportuno el gigante Brock, ante lo cual no pude evitar que una risilla escapara de mi garganta, y no por lo en efecto correcto en la aplicación del dicho sino porque apenas y me percaté del aspecto de su cabello rubio, el cual había sido lavado por las criaturas, con lo cual logró una forma esponjada y un aparente volumen exuberante, como el de una melena de león.
—Por primera vez estoy de acuerdo contigo, rizos locos— Ahora sí, todos reímos ante el comentario de Annalise, evidentemente con algo de incomodidad en nuestras costillas, rostros... en fin, lo que estuviera lastimado en nuestros cuerpos.
Luego de unos breves minutos donde no faltaron manos masajeando los lugares adoloridos, toda gracia se esfumó en el viento, y en nuestras expresiones de instaló una total solemnidad, tan tensa como para meterse en la garganta, oprimir el aire e impedir el habla.
—Lo logramos...— Suspiró André, casi sin poder creerlo. Sus anted fornidos brazos ahora estaban envueltos en hojas con propiedades medicinales, y debajo de estas había una especie de ungüento de olor fuerte y color azul claro, sin duda algo para, además de ayudar con la regeneración de la piel, adormecer la zona y que él no pudiera sentir el horrible dolor que le provocaría el tener sus brazos prácticamente desollados —Pero, no creerán que esto es todo, ¿cierto?—
—Claro que no— Habló Anya con una enorme convicción en su suave voz, la cual no concordaba con su aspecto sumamente cansado.
—Me temo que debemos averiguar qué sigue por nosotros mismos, ya no hay a quien consultar— Dijo Taimos con un tinte de tristeza en su tono. A pesar de su rudeza, o de la fortaleza de cualquiera de nosotros, el pensar en los Espiritus era doloroso, el asimilar la pérdida de nuestros creadores, aquellos a quienes nacimos amando y cuyas palabras fueron nuestra misión de vida por tanto tiempo, era algo que a todos nos parecía en extremo difícil.
—Bueno, los Espíritus dijeron que encerrarían a la maldad, algo así como fusionarse con ella, y que habría un nuevo mundo para las criaturas pero, ¿cómo llegamos allá?— Dijo Lauren.
—Eso no es lo más difícil, sino, ¿qué haremos con este mundo? No podemos simplemente destruirlo, ni siquiera tenemos con qué— Sé cuestionaba Darok, impotente.
—Nosotros podríamos ayudarles a destruirlo— Habló un elfo detrás de nosotros. Al volvernos para mirarlo, continuó —Aquí habrá algo con maldad, deberíamos destruirlo— Su voz guardaba cierto desdén, uno que nunca es saludable ni racional, y todos lo percibimos.
Luego de su comentario nos percatamos de la presencia de muchas más criaturas a nuestro alrededor, y la mayoría asentía ante esta radical idea. Tuve que mirar con horror cómo algunos de mis hermanos también parecían considerar la idea, algo reticentes pero sopesando la opción.
—No, esa no es la solución— Hablé rápidamente, con mucho temor reflejado en mi rostro.
—Jadelyn, entendemos por lo que estás pasando pero...—
—¡No!— Exclamé tajante, interrumpiendo a Darok en su discurso. No me entendían, y tenía que hacerlos ver lo que a mí me tomó tan poco (sorprendentemente) —No es solo por Cat, es que es imposible que incluso después de destruir esta tierra y por ende a los nuevos seres, ya no exista maldad, pues está presente... en todos nosotros— Chillidos y jadeos sorprendidos (ya muchos indignados) no se hicieron esperar, y ante la incredulidad en los rostros de mis hermanos (excepto tal vez de Taimos, quien mostraba curiosidad solamente) me vi en la obligación de explicar mis palabras, mas fui interrumpida.
—¿Cómo puedes decir eso? ¡La maldad nos atormentó por siglos, muchos más de los que ustedes han vivido!— El mismo elfo gritó encolerizado, y pude ver cómo todos los demás, tanto criaturas como mis hermanos, tragaron en seco por temor a mi reacción. Siendo honesta, también pienso que por tal insolencia, en otros tiempos pude haber estallado fúrica, mas el vivo recuerdo de alguien especial que se instalaba en mi mente me permitió calmarme, y ver con claridad.
Me acerqué al elfo lentamente, y coloqué mis manos sobre sus hombros, dándoles un ligero apretón y mirándolo directamente a los ojos. Pude sentir su temor y la incertidumbre de todos ante mis siguientes movimientos.
—Hijo, todos tenemos algo de todo en nuestro interior— Decir exactamente las mismas palabras que mi hermosa hada hubiese proferido una vez en mi castillo se sentía liberador. Incluso cuando no estaba, seguía enseñándome cosas —Todos venimos del mismo lugar, criaturas, magos, brujas y maldad. Realmente somos una gran mezcla, tenemos lo mismo pero en menor cantidad. No existen contrapartes, solo complementos— Fue increíble ver cómo los ojos del elfo cambiaban por completo, del temor a la confusión, de la confusión a la sorpresa y por último la concentración, esa que llega cuando intentas entender algo ya que crees que es cierto.
Al soltar a la criatura y voltear al ver al los demás, todos se mostraban de la misma manera. No pude evitar sonreír de igual manera cuando Taimos me sonrió orgulloso, y algo en su mirada me dijo que él sabía que esas palabras no eran mías, pero que las creía y entendía su verdad, y por ello ahora me pertenecían, así como a todo aquel que se tomara el tiempo de comprenderlas.
—Debemos usar lo que queda de nuestro poder para llevar a las criaturas entonces— Dijo Annalise, su semblante más apacible que antes.
—Nosotros no deseamos irnos— Habló un grupo de ciervos que se encontraba cerca. Muchos animales respaldaron aquello, y para nuestra sorpresa comprendíamos sus razones. Ahí fue cuando Brock se arrodilló ante ellos, su expresión seria.
—Si se quedan aquí... no hay manera en que podamos asegurar que no sufrirán. Estas nuevas criaturas, serán buenas, pero siempre lucharán contra su mitad llena de maldad y odio, para que puedan encontrar un equilibrio. Su destino es perecer finalmente, ya sea con su mitad buena prevaleciendo o con la mala— Suspiró, y acarició la cabeza del ciervo con infinita amabilidad —Sabiendo esto, ¿están seguros de querer quedarse?—
Luego de un largo silencio, muchos de los animales asintieron, a lo que muchos no pudimos evitar llorar ante su convicción, ante el amor que profesaban por el único hogar que conocían.
—Entonces...— Habló Darok —Quien quiera seguirnos, o quien quiera quedarse, es libre de hacerlo...—
Como era de esperarse, lo que pasó después fue buscando la mejor solución para todo.
Cuatro de nosotros se irían al nuevo mundo para asegurar el bienestar de los seres, mientras que cuatro nos quedaríamos para intentar proteger a cualquier criatura, y para mostrar, en la medida que nos fuese posible, la bondad y el amor a las nuevas criaturas.
Cuando el puente de magia se formó, Darok, Annalise, Lauren y André, junto con sus respectivas parejas, nos dedicaron los últimos abrazos y sonrisas que veríamos de ellos hasta volvernos a encontrar quién sabe cuándo. Todos llorábamos, y nos decíamos palabras que cargaban más peso del que nuestros hombros podrían soportar.
—Magos y Brujas, protegeremos a todas las criaturas con el corazón, hasta nuestro último aliento— Dijimos como nuevo juramento, y hasta el día de hoy, es el único recordatorio que me queda de nuestras voces juntas.
No vale la pena intentar describir lo que sentimos en ese momento, pues además de lo obvio como la inmensa tristeza e incluso el alivio por aquellas criaturas que partían, había tantos otros sentimientos, que me sería imposible separar unos de otros.
Con una última sonrisa, vimos a la mitad de nuestros hermanos irse hacia un nuevo futuro, y nos quedamos con el nuestro enfrente cuando el puente se cerró.
En medio de toda la conmoción surgió una idea, pues para evitar que las nuevas criaturas encontraran los orígenes de nuestra magia, algo que ellos jamás podrían comprender y que por lo tanto temerían, sugerí una idea.
—Dejemos un no-rastro— Dije a todos, y expliqué, tal como cuando Cat lo hizo conmigo, que era poner un rastro de huellas falso para que el otro lo viera. Así dará por hecho que estás por ahí siendo que ya estás por delante de él, lo haces creer algo que no es para que haga lo que tú quieres.
—Los nuevos seres serán curiosos, pues tendrán el potencial del conocimiento, mas no sabrán usarlo con sabiduría, por lo que cuando quieran descubrir su origen sería mejor si los hacemos creer algo que ellos puedan asimilar— Concluí con firmeza.
—Les ayudaremos— Habló la madre de Cat entre la multitud —Haremos que esta tierra regrese a un inicio, y ustedes tendrán que plantar las huellas falsas—
Y así lo hicimos.
Tanto Crissa, como su hijo y su esposo reunieron a más hadas dispuestas a hacer el sacrificio, puesto que no se necesitaba ser un genio para saber que ellos perecerían si usaban todo el poder de su canto para hacer que muchas eras transcurrieran.
Al ver la determinación en sus rostros no pudimos encontrar un argumento para persuadirlos, y con la mayor de las gratitudes procedimos con nuestra idea.
Muchas huellas falsas fueron dejadas: particulas de estrellas, células diminutas, plantas peculiares, reptiles enormes que los nuevos seres creerían que recorrieron la tierra y mucho más, con tal de esconder nuestro verdadero rastro y origen, el cual al morir ellos descubrirían.
Esto pasó luego de que las hadas ascendieran hacia el cielo, para después cantar una canción especial y secreta, alterando nuestra percepción del tiempo y gracias a la cual logramos nuestro cometido.
Dimos lo último de nuestra magia en ello, salvo por nuestro poder especial, aunque incluso ese se vio reducido casi en su totalidad.
Cuando los cuerpos de las hadas comenzaban a desaparecer, jamás sabré de dónde le surgieron las fuerzas, pero Crissa descendió en un halo de luz para decirme sus últimas palabras, que fueron la encontrarás.
Me tomó muchos siglos, en los cuales leí, investigué y reuní por todos los medios posibles más poder, el suficiente que me permitiera romper el hechizo en el cual mi hermosa hada estaba inmersa.
Como desquiciada pasé todo ese tiempo en una búsqueda que me llevó a incontables callejones sin salida y múltiples intentos fútiles, los cuales me obligaron a caer, sangrar un rato y después meo enseñaron a levantarme.
Casi no comía ni bebía, y a veces era mi amiga la Luna la cual me obligaba a dormir, aunque solo lo consiguiera por un par de horas cuando mucho.
No es necesario mencionar siquiera lo mucho que sufrí, puesto que muchas cicatrices aún perduran en mi mente, dándome pesadillas y cazando mis pocos momentos tranquilos.
Fue una noche de tormenta, en medio de un claro, que por fin pude reunir de los rayos parte de la energía contenida en los astros, y la liberé rápidamente hacia un único objetivo, el cual al ser liberado me lanzó varios metros hacia atrás.
Apenas pudiendo levantarme, más débil que nunca, escuché una voz que me hizo soltar lágrimas de felicidad por primera vez en siglos.
—Jade, Jade... ¿Qué me sucedió? ¿qué hago aquí?— Me preguntó su esencia, su aura, una vez liberada de su cuerpo, que ahora se volvía polvo brillante llevado por la brisa.
—Cat yo... yo no pude salvarte. Pero por fin te libero de tu prisión. Ya puedes descansar hasta que nos volvamos a encontrar— La lluvia entraba en mis ojos y me cegaba, mas su belleza era tan clara como el día en que la conocí.
—Tengo miedo, por favor, ven conmigo, no me dejes sola— Llorando, sintiendo su dolor y queriendo abrazarla y besarla para seguirla en su recorrido, solo pude sonreirle —¿Cómo sabré dónde encontrarte? ¿cómo me encontrarás tú? Por favor...—
—Amada mía, te llevas un pedazo de mi alma misma contigo... nuestro amor es tal, que siempre regresarás a mí, así como yo regresaré a ti. No importa cuántas eras ni cuántas vidas deba pasar, yo siempre estaré buscándote hasta encontrarte...— Mis palabras llevaban todos los sentimientos que profesaba (y que aún profeso) por ella, por lo que aunque ambas tuviéramos miedo, y reconociéramos que iba a ser difícil, sabíamos que en algún punto en la eternidad, volveríamos a estar juntas para amarnos hasta que el tiempo dejara de ser, y tal vez aun entonces.
Aunque sollozando, nos dimos un último adiós, con la promesa de un regreso.
Antes de desvanecerse por completo, su aura pasó a través de mí, llenándome con su luz y su amor, susurrando en mi oído lo que más había estado sufriendo por escuchar durante mucho, mucho tiempo.
Te amo, Jade.
Y así, dejó esta Tierra.
Algunas horas después, Victoria me encontró todavía observando el cielo, sin decir una sola palabra, por lo que sorprendida y sin aliento, me habló.
—Lo lograste, Jadelyn...—
Levanté una mano, indicando que guardara silencio, y solo me limité a sonreír tristemente, para luego de suspirar, marcando el fin de una era y el comienzo de otra con las siguientes palabras:
—A partir de hoy, y por siempre...— Volteé a verla, con un aire enigmático que jamás me dejaría luego de eso —Llámame Jade...—
Muchas fueron las cosas que vi durante la gran cantidad de siglos posteriores.
Mis hermanos y y yo acordamos que sería mejor separarnos, cada quien permanecer en un cuadrante diferente de la Tierra para intentar ayudar y proteger a cuantos pudiéramos, por lo que pasaban décadas sin que supiéramos de los otros.
Conforme pasaba el tiempo, y mientras los nuevos seres surgían, nos dimos cuenta de muchas cosas que no hubiéramos podido siquiera imaginar antes.
Estas criaturas, estos humanos, eran infinitamente curiosos y perseverantes. Si se encontraban ante alguna dificultad siempre buscaban una solución, y aquellas cosas que representaban un desafío rápidamente las convertían en oportunidades. Con lo cual se ganaron mi admiración.
No obstante, también tenían una enorme dificultad para discernir entre lo bueno y lo malo, y usualmente elegían solo lo que les convenía, aunque fuese perjudicial para los demás.
Vi tantas criaturas morir por su mano, tanto de otras especies como de la suya. Tanto sufrimiento, tanto dolor y desesperación que parecía no importarles esparcir.
Vi cómo mi castillo, mi hogar, mi fortaleza se desvanecía con el tiempo para borrar mis huellas, así como muchos de los lugares que compartí con ella.
Vi cómo cada vez que salvaba a algún ser de la destrucción, otros cientos perecían sin que pudiera hacer nada, por lo que aprender a vivir con ello fue una de las cosas más difíciles que tuve que hacer en mi vida.
Sin embargo, en ocasiones, cuando sentía que todo perdía el sentido y el dolor se volvía insoportable, un acto, una diminuta muestra de compasión y amor por parte de los humanos, ya fuera perdonando a un inocente, cuidando a algún animal herido, o proporcionando alimento a algún desvalido, me hacía ver que no todo estaba perdido, que aunque mi aportación fuera minúscula e imperceptible, era importante, pues incluso los más grandes océanos inician siendo nada más que pequeñas gotas de agua.
Luego de mucho tiempo, pude comprender el sentimiento de los Espíritus hacia su creación, ya que aunque tuvieran muchísimo que aprender, yo no podía evitar amar y por tanto querer salvar a estas nuevas criaturas, que incluso siendo tan imperfectas e inmaduras como lo eran, tenían gracia en sus fallas, y muy profundo en su interior, existía una magia tan pura como la de los Espíritus que alguna vez les dieron vida.
Por lo que aunque me tome una eternidad, yo lucharé porque ellos vean eso, y así algún día, envuelta en el abrazo de mi amada y sintiendo su cálido beso, podremos ver juntas su resplandor.
Comienzo
LES DIJE QUE EL 2018 ERA NUESTRO AÑOOOOO.
En verdad en verdad EN VERDAD me gustaría agradecer a todos los que estuvieron conmigo durante estos tres años. Significó demasiado, y realmente no podría darles algo más que mis más sinceras y humildes agradecimientos y disculpas por todos los atrasos y errores que tuvieron que soportar en ese tiempo.
arandiagrande, a ti en especial te debo agradecer por siempre representar una motivación para continuar esta historia. ¡sigue escribiendo y siendo una persona tan especial!
Sin más qué agregar, no puedo prometer que la línea de esta historia regresará, pero estoy satisfecha con el resultado (incluso cuando tuve que omitir detalles para subir este capítulo más rápido) y espero que ustedes igual.
Los ama por siempre, su única e inigualable princesa.
¡Besos reales y muy feliz y hermoso año!
