VI. Los ojos del Patriarca
—La falta—
—¡¿Qué hiciste qué?!
Lugonis estaba desconcertado. Subió los brazos pidiéndole paciencia a todas las deidades del Olimpo mientras iba y venía. Observando este vaivén se encontraba Damasus de Géminis, quien ese día tenía una apariencia masculina; o más bien, la que solía tener con frecuencia.
—No pude evitarlo, ¡Te juro que lo intenté! Pero la luna me llamó a verlas.
—Sage es benevolente, pero todo tiene un límite — se detuvo en su andar y le señaló con el dedo — . Te dije que era suficiente con que te dejara observar de cerca, bajo la condición de usar tus triquiñuelas para que las aprendices no sepan quién eres. Pero es la segunda vez que casi metes a una en apuros.
—Oh no, esta vez no tuve nada que ver — levantó las manos, en un gesto de salvedad. Las pulseras de oro y plata que tenía en cada muñeca tintineaban suavemente —; no vi su rostro, fue parte del mentón que mostró para comer y—
—¡Le diste de comer! ¿¡Estás loco!?
El pelirrojo se sentó en una banqueta cerca de Damasus. El pañuelo de color que tenía atado a la cintura el moreno era lo único que rozaba a los protectores de Piscis.
—Oi, son los panes de miel que aprendí a hacer gracias a tí. Una vez que me salen bien ¿por qué no compartirlo con alguien más, no debo ser bondadoso con mis compañeros?
—Tú... argh — Piscis se tomó el rostro con su mano enguantada— . Sí, puedes serlo, pero con honestidad. Acabas de cometer un engaño y no está nada bien.
—No la engañaría si las Leyes del Santuario no fueran tan ridículas.
—¡Damasus!
—¡Es cierto! Hablo con verdad, maestro Lugonis — dijo, colocándose las manos en la cintura y la mirada en lo alto — . No estoy criticando el corazón del Patriarca porque son cosas que lo anteceden... me sorprende que alguien tan inteligente como él las siga sosteniendo.
—Es el concepto de "tradición" que intenté explicarte mil veces, claramente sin un resultado — buscó la mirada gris — . Mira, sé que son tus impulsos, pero si sucede algo no serás el del problema. Y no podrás hacer nada para protegerla después.
—Otra falla de las Leyes.
—La única manera es que sea tu discípula y no te corresponde. Déjalo así, Damasus — lo miró con advertencia — . Será la última vez. Y si vas sin permiso, te espera el calabozo.
—Es un viejo amigo, no le temo — lo miró más serio. No parecía ni por asomo aquella dulce mujer que había visitado a las jóvenes días atrás. — . Si realmente es tan cruel el castigo prometo no interactuar más con ella, ¡Pero! — levantó la mano — Sí podré hacerlo cuando obtenga su armadura.
—¿Cómo estás tan seguro?
Géminis sonrió.
—Hermes me lo susurró en un sueño y él siempre tiene razón. Es el Consejero después de todo.
—De acuerdo; si eso sucede, veremos. Pero por el momento...
—Sí sí, ya sé...— lo cortó con un gesto aburrido. Se ató más el pañuelo rojizo en su cabeza cubriendo todo hasta la nuca y se puso de pie, dándole la espalda a Piscis.
—De todos modos, ¿por qué tienes esa fijación con...?
—Eh, gitano.
Ilias de Leo apareció detrás de ambos con la cara insondable que compartía al mundo. Damasus revoleo los ojos hacia arriba y suspiró.
—También me da gusto en verte, Ilias. ¿Zaphiri se encuentra mejor de su fiebre?
—Está terminando el informe de su misión. Como tú lo harás en las siguientes horas — Damasus volteó con escepticismo, y Leo señaló hacia atrás — . Tienes audiencia con el Patriarca, va a designarte una misión. A ver si dejas de estar tan ocioso.
El muchacho se rió acomodándose el cabello coquetamente sobre un hombro, con un gesto femenino.
—Jamás se está ocioso en este lugar — se encogió de hombros — . Iré a ver que quiere el buen Sage.
Lugonis reprimió la risa cuando Damasus pasó al lado de Ilias con un contoneo que hizo sonar las moneditas del pañuelo en la cadera. Apenas Leo lo vio, su compañero cambió la expresión.
—Esto es tu culpa.
—¿Mí culpa? Es la naturaleza de Damasus. Como es, debe ser. Tal vez tú deberías aprender un poco de la diversidad de las cosas.
—Justamente la Naturaleza tiene muy en claro cuáles son las fuerzas que las componen y ninguna es un ir y venir. Algún día deberá tomar una decisión.
—Ya la tomó. Será así porque así se lo dicta su estrella; está en nosotros acompañarlo o quedarnos pensando para siempre los por qués... ¿es que acaso el maestro no lo dijo cientos de veces? Las cosas suceden — se encogió de hombros — . Si aceptas los "razonamientos" de Zaphiri, por qué no deberías aceptar algo que no tiene lógica para tí.
—Escorpio es testarudo y roza lo ingobernable; pero al menos la fuerza que lo controla es definida.
—Ay ay, Ilias. Pensé que hablar con el viento te haría más comprensivo que yo.
El leon dorado frunció el entrecejo y se rascó la barbilla. Analizó con cuidado las palabras que iba a decir.
—Uhm. Acepta que jamás lo entenderé.
—Está bien. No lo entiendas, pero toléralo. Damasus no es un pecado de ningún dios, o un chiste. Es Géminis personificado como pocas veces hemos estudiado que existen. Sin contar que su hermano jamás apareció. Nosotros no tenemos idea de lo que es la incompletitud. Quizás para ser más sabios hay que observarlo mejor.
—Ya entendí, deja de sermonearme — le contestó con un pequeño puchero, mirando hacia otro lado —. No tienes remedio, lo quieres como si fuera un hermano pequeño.
Lugonis rozó lo divertido en su mirada. Se cruzó de brazos y asintió, comprendiendo la situación.
Desde que había traído a Damasus al Santuario se hizo responsable de él y dejó de darle toda la atención al orgulloso Leo que, aún sin quererlo, celaba a aquel amigo en soledad; cuando ambos habían sido los primeros niños con una estrella zodiacal.
—A todos los quiero, inclusive a tí — Ilias seguía sin mirarlo, pero sus mejillas estaban coloreadas. Piscis no tenía el pudor al que estaba acostumbrado el león — . Cuando Ágatha me lo hizo ver y nos dijo que siempre debíamos estar juntos, lo comprendí. Somos familia.
Un sonoro suspiro por parte del rubio cortó toda la tensión de la conversación. Era la manera implícita en la cual Leo se rendía ante el embate, conmovido por cosas que no podía dimensionar. De hecho, Géminis era una pantomima colorida frente a los misterios que representaban la profundidad emocional de pez dorado; cosa que siempre le había fascinado.
Ojalá algún día lo veas también.
Lugonis se acomodó el pelo, con una mirada apacible y triste. Tras sus palabras observó el horizonte, en dirección hacia el campo de entrenamiento femenino. Algo le hacía pensar que el aventurarse de Damasus no era por ocio.
Después de todo, Géminis siempre terminaba acertando.
—0—
—Respuestas—
—Eso es todo, señor Patriarca.
Un joven de cabello negro y vestido con una armadura dorada estaba rodilla en tierra en medio del gran salón. Sus palabras rebotaban hasta los oídos de un hombre alto de cabellos largos y blancos que se encontraba escaleras arriba, sentado en su trono.
Detrás de éste y a lo largo de la pared, había relieves tallados del báculo de Nike, la diosa de la victoria que siempre acompañaba a Atenea. Las pesadas cortinas de terciopelo rojo que colgaban adornando ventanales, columnas y el suelo eran el único color de esa gran y solitario lugar.
—Muy bien, deja el informe escrito con uno de los capitanes antes de marcharte — sonrió levemente — . Has hecho un excelente trabajo. Hice bien en dártelo.
El muchacho se sonrojó levemente y asintió, inclinando aún más la cabeza. Con un gesto de su interlocutor, se puso de pie y se colocó la tiara de su Cloth.
—¿Desea algo más de Zaphiri de Escorpio, Señor?
—Por el momento sigue el entrenamiento que te recomendó Ilias. Será una época relativamente calma así que debes aprovecharla. Has tenido meses atribulados por esta misión, descansa un poco para recuperarte.
El santo se mordió un labio, ocultando su impaciencia venida en leve indignación.
—Mi señor, si me permite el atrevimiento, la verdad me inquieta que no me permita incursionar de nuevo lo antes posible. Hay actividad en el Norte y se lo he comprobado.
—Lo sé, pero hay que ser inteligentes antes de actuar. Si procesamos los datos valiosos que has traído, podremos sacar provecho a la situación lo mejor posible — hizo un gesto, levantando una mano del trono — . Antes estábamos ciegos y desconcertados. Ahora, gracias a tí, es diferente.
El joven se tensó un momento, pero decidió hablar.
—Sí, y le insisto respetuosamente que considere la sugerencia del informe. No hay que dejarlo pasar. Quizás, con esa fuerza podríamos...
—Lo sé perfectamente, Zaphiri. No te preocupes — el tono fue más cortante para terminar la conversación, y Escorpio comprendió — . Dame el beneficio de saber que vas a dormir unos días como una persona normal.
—Pero...
—No me sirve un soldado agotado. ¿Soy claro?
—... sí señor.
El hombre hizo otro gesto, a lo que el Santo Dorado inclinó la cabeza a modo de saludo y se retiró nervioso, porque estaba seguro de que el Patriarca no iba a escuchar sus motivos. Pero tenía que obedecer y moderar sus impulsos. Eso le había enseñado Ilias.
Por todo lo que habían hecho por él, lo menos que podía hacer era eso.
—0—
Thais pasó el resto de las siguientes noches pensando en aquel encuentro. Apenas comía y no prestaba atención en los entrenamientos o las lecciones que más le gustaban. Cuando llegó el punto de que sus compañeras notaron que ni siquiera atendía a las burlas cada vez más grotescas de Althea, le dijeron a la maestra que estaba comportándose raro.
—Quizás quebró la Ley y está apesadumbrada por el castigo que le espera, como a la otra — señaló la muchacha con burla, haciendo reír al séquito que tenía más cerca — . Y ya se rindió a una vida que no va a poder hacer... ¿recuerdan lo que pasó? La tuvieron que expulsar, ¿cierto?
Las risas se callaron entre las indignaciones de Olivia cuando Megara se hizo presente, tosiendo con fuerza.
—Suficientes tonterías por hoy... doble entrenamiento para las graciosas, que en vez de ayudar a una compañera festejan su desconcierto — frunció el ceño detrás de la máscara — . Y la que me diga un 'pero' va al pozo — se cruzó de brazos — ¿Son sordas? ¡A correr!
—¡SÍ!
Salieron disparadas hacia otra dirección; en tanto, Olivia se inclinó levemente.
—Gracias por escucharme, maestra.
—Ya, vete.
Perseo suspiró y puso los brazos en jarro. Caminó un poco hasta que halló a Thais en una de las gradas de la Arena del Coliseo, el lugar que usaban durante la noche. Se sentó a su lado sin decir una palabra, hasta que la otra se dio cuenta.
—Maestra...
—Sí que te haces notar, Thais — le dijo con algo de regaño — . Tu presencia es notoria, y tu ausencia aún más ¿Sigues preocupada por Géminis?
—No puedo dejar de pensar en eso — le dijo, acomodándose sin éxito la enorme melena suelta — . Jamás conocí a alguien así... ¿es hombre en verdad?
—Es lo que quiere ser — se encogió de hombros —. Una cualidad que le otorgó Hermes sobre su signo. Si temes que haga algo con lo que ha pasado contigo, debes estar tranquila. Los Dorados no andan en nimiedades para molestar a nadie. Su curiosidad no es dañina.
—Desde luego no pienso que me perjudique.— Megara se encogió de hombros y levantó los brazos, desconcertada.
—¿Entonces, niña? ¿Qué tanto te angustia?
—Hay algo en él... ella... bueno, Géminis — se corrigió sonrojándose — . Hay algo que me dio una vibra extraña. Pensé que era por ser más poderoso, pero no pasa por esa línea del respeto. Es como si... si supiera cosas que no sé de mí.
—Bueno, dicen que los gitanos son adivinos natos, como los oráculos. Quizás buscaba o vio algo ¡Qué decirte! Son tan impredecibles, no hay que fiarse de nada de los que dicen — se rió levemente, palmeando su hombro — . Deja de buscarle más vueltas al asunto. Nada malo va a pasar contigo. Concéntrate en entrenar; cuando te des cuenta, ya estarás compitiendo por Sextante. Y en ese camino sí que tienes de quiénes ocuparte.
—Tiene razón — contestó — . Discúlpeme. Retomaré mi entrenamiento como corresponde.
—Es mi deber preocuparme por todas ustedes; pero como mujer, entiendo las dudas que te aquejan y aquejarán en el futuro. Todas pasamos por ellas — se sentó derecha y su coleta alta revoloteó en el aire —. No temas en hablar. Olivia fue la que me avisó, así que ya tienes en quién confiar.
La pelirroja recuperó la tranquilidad con el aliento de su mentora, saltando de la grada y yendo hacia el campo de entrenamiento para unirse a sus compañeras. Megara la vio alejarse, pero se quedó allí un poco más.
"Espero tener razón, o esta chica tendrá una vida muy difícil".
—0—
Hubo un cruce de miradas cuando Zaphiri notó que Damasus se acercaba en dirección opuesta. Las capas de sus armaduras doradas bailaron en el viento de esa altura; uno sacándose el casco y otro poniéndoselo para partir.
—¿Te sientes mejor? Me han dicho que estabas algo descompuesto.
—Volver a acostumbrarme a este calor árido es lo que me mareó un poco — contestó el otro, algo parco — . Muchos meses en esa estepa helada generan algo de malestar.
—Has tenido éxito en tu misión; me alegra verte de vuelta aquí, necesitas el descanso. — le dijo con honestidad.
—Te agradezco la preocupación, Géminis — inclinó levemente la cabeza — . Sin embargo, Ilias me contó lo que hiciste en el campo de los Santos Femeninos. Creo que estás en problemas, el jefe no parecía muy a gusto cuando se lo comentó.
—Ilias de Leo, siempre tan diligente con las noticias — suspiró, con los ojos burlones. Zaphiri no cambió su gesto, y por el respeto infinito que el muchacho le tenía a su mentor, prefirió ahorrarse comentarios — . A eso vengo, entre otras cosas. Mantente sano, es difícil descansar de las misiones; sobre todo después de una tan grande como ir a corroborar la energía milenaria que guarda al dios Poseidón.
Escorpio masculló algo ininteligible, rascándose la cabeza un momento. Géminis lo notó algo frustrado, pero no acotó nada al respecto.
—Lo intentaré.
Observó cómo el muchacho bajaba las escaleras en dirección a Piscis y encendía su cosmo dorado para prevenirse de la trampa de las rosas, una barrera sobrenatural que protegía el Salón del Patriarca. Géminis tornó los ojos hacia un lado pensando en la intervención del león, y siguió camino hasta que los guardias de la puerta le hicieron una venia y lo dejaron pasar.
—Damasus de Géminis se presenta ante el Patriarca.
El gitano dio unos pasos dentro del recinto y se inclinó para saludar al hombre. Éste le hizo un gesto y se acercó un poco más, hincando la rodilla en el suelo a la distancia apropiada. Al inclinarse, el metal del cuello tintineó con el arete de oro de su oreja izquierda. El hombre se acomodó un poco en el trono, reflexionando sus palabras.
—Tengo dos temas para tí, Damasus. Ambos te conciernen, pero uno no te va a gustar — mirando hacia el alfombrado rojo, el moreno sonrió con burla — . ¿Algo que tengas que decirme?
—Que Ilias es un bocafloja ideal.
El soberano ocultó sus ojos bajo el casco dorado, buscando paciencia entre sus años.
—Leo respondió una pregunta muy simple, cuando comenté por qué Géminis no estaba en su Casa — el tono fue una mezcla rara entre serenidad y advertencia. La sonrisa del otro se apagó — . Él no dijo dónde estabas, sino que no te encontrabas allí. El cosmo hace cosas maravillosas cuando quieres buscar gente; yo hice el resto de la deducción.
Los ojos grises miraron hacia un costado; abrió la boca y la cerró.
Has abusado de un permiso que te otorgué... por segunda vez.
—Lo sé.
Hubo un silencio, hasta que la mirada adornada en kohl enfocó los ojos aguamarina del Patriarca.
Puede castigarme si lo desea, porque no cumplí con mi parte. Pero quiero que sepa que no fue como la vez anterior; no puse en riesgo a nadie. En cambio, me permitió contemplar con mis propios ojos a quien está marcada con un gran destino — su gesto era sereno y su voz profunda; no estaba hablando como solía hacer cuando era ella — . Es emocionante contemplar una estrella en ascenso, Señor. Y no me corresponde ser su tutor en el futuro, pero si me gustará verla de cerca. Mi sangre me está diciendo algo, mis cartas también vaticinaron ese encuentro; quería corroborar si era verdad.
El muviano parpadeó despacio.
—¿Encontraste lo que buscabas?
—Como pocas veces. Sí.
—No logro entender el motivo por el cual es tan importante para tí. Pero es mejor así, considerando de que esta ha sido la última vez que lo haces — Damasus tomó su cabello castaño y lo puso sobre uno de los hombros. Asintió, sin protestar —. Dicho esto, el siguiente asunto sí es sumamente importante.
Se calló un momento.
Pasaron muchas cosas en mi última lectura en Star Hill. No sólo la cantidad de nuevas constelaciones en simultáneo, sino una anomalía que llamó poderosamente mi atención y cuya energía es similar a la tuya — pudo notar como el Santo Dorado sostuvo su respiración — . Así que quizás tenga una pista sobre el paradero de tu gemelo.
—¡Patriarca! ¿¡De verdad!? — la reacción fue impulsiva, pero no la pudo evitar — ¿¡Está seguro!?
—Necesito un factor más para confirmarlo, pero hice los cálculos mil veces. Y sé algo sobre energías gemelares; esta huella no puede ser imitada. Puedo trazar ese Hilo, pero la precisión deberás definirla tú mismo.
Damasus se quedó paralizado sin saber qué decir, ni cómo actuar. Todo lo anterior se esfumó en su cabeza.
Mi hermano vendrá en los próximos días a entregarme las armaduras que deberán ser obtenidas en los siguientes dos años. Cuando llegue, le diré que hable contigo para que le proporciones una muestra de sangre. El hará resonar las memorias de Géminis y me confirmará si la energía es similar. De serlo, puedo conectar un paradero.
—Le pregunté a Géminis miles de veces, mi Señor; en sueños, a través de mis habilidades. Pero no me quiere responder. Es inútil a través de los ecos de la Cloth — la tocó levemente llevando una mano al pecho, pero esta parecía un pedazo de oro más, sin transmitir ninguna vibración.
—No le has preguntado correctamente. Hakurei conoce esas artes mejor que nadie. Hablará con verdad y me dirá lo que quiero saber — Damasus torció la boca — . Puedes confiar en él como si fuera yo mismo. Sabes perfectamente el lazo que nos une. Con esa seguridad puedo decirte que, de tratarse de tu hermano o hermana, lo hallaremos.
Sonrió.
Quizás tu espera llegue a su fin después de tanta soledad. Espero que así sea.
Géminis se puso de pie con el ceño fruncido, mirando directamente a los ojos de su superior.
—Prométame que si llega a aparecer no va a encarcelarlo por ser el Maldito. Quiero intervenir en su suerte.
—Primero comprobemos que sea; después podemos hablar cuando dimensionemos que el asunto puede quedar como algo personal, o si trasciende de tí. La última palabra siempre la tendré yo Damasus, recuérdalo— también se puso de pie — . Eso es todo, prepárate para el aviso de la llegada desde Jamir, auxilia a Altar y haz lo que te dije.
Damasus se inclinó con calma pero con el corazón desbocado. Todo cambiaría en su mundo si su gemelo llegaba a aparecer. Y por otro lado...
... le tenía un poco de miedo a las palabras de Hakurei.
Mejor decir, a Hakurei.
—00—
—Revelación—
Tal y como lo había prometido Megara de Perseo, el paso del tiempo hizo lo suyo con todos los miedos y preocupaciones. Los pensamientos se enfocaron, aguzaron y profundizaron en cada lección, entrenamiento y vivencia, llevando a Thais al día definitivo: a sus 15 años competiría para convertirse en Sextante.
Apenas despuntó el sol ese día, supo que sería una bisagra en su vida para siempre.
—Me niego, me niego a pelear contra tí.
Olivia, quien se había convertido en su amiga más cercana después de Anabelle, miró con algo de decepción el rostro de Thais en la intimidad del cuarto que compartían. La pelirroja terminaba de acomodarse la rodillera apoyándose en una silla.
—¿Has llegado tan lejos para que ese sea tu único pensamiento? ¡No puedes hacerte atrás ahora!
—¡Es que no es correcto! Es decir... ¿por qué debemos enfrentarnos las seis frente a todo el Santuario? La maestra debió solamente dejar a las únicas dos para que compitan.
—Así son las reglas. De todos modos te comprendo — se paró derecha, tomando su pelo y comenzando a trenzar en dedicados mechones que separaba con habilidad — . La realidad es que cualquiera de nosotras puede ser Sextante, y no es justo definir eso antes de tiempo. Además, no es lo mismo pelear con público que sin él ¿no crees?
Le sonrió, estirando sus pecas de las mejillas para que tuviera un poco de ánimos; pero la muchacha estaba bastante apesadumbrada.
—No quiero, Thais. No soy tu enemiga.
—Hey...
Caminó hacia ella y le tomó los hombros, buscándose los ojos que tan poco veían.
—No lo eres. Somos amigas. Como lo es también Anabelle. Y como amiga es que te digo que también es injusto que te rindas antes de pelear. Pusiste todo el mismo esfuerzo y dedicación, ¡No me hagas renegar! Quiero verte lucir en la Arena del Coliseo. Mereces estar aquí tanto como las demás. Te lo ganaste y Perseo lo sabe.
—Está bien. Pase lo que pase todas haremos algo importante hoy — suspiró como respuesta. Se repasó la cara con las manos y dio un aplauso — . Bueno, hagamos que termine rápido. Será un día inolvidable.
—¡Ese es el espíritu! — la pelirroja aplaudió aliviada del cambio de humor y siguió acomodándose, dándole la espalda.
Lo cierto es que, al voltear, su cara cambió totalmente. Un espejo de medio cuerpo la esperaba en la otra esquina de la habitación. Mientras Olivia terminaba de hacer sus cosas, ella se contempló unos segundos; analizando su rictus como si fuera una extraña.
Estaba muerta de miedo desde hacía muchas noches y no podía entender por qué. No era por quiénes sabía estarían viéndolas; no ser digna de la armadura, o siquiera pensar que Althea no perdería su oportunidad de destrozarle la cara. Era algo que no tenía explicación y estrujaba su estómago.
"Hoy es el fin de un largo ciclo"
Se dijo para tranquilizarse, y se ocultó de sí misma colocándose la máscara.
—0—
—No era necesario que estuvieras aquí.
—No te preocupes, lo hago para relajarme — Zaphiri se sonó el cuello girando la cabeza hacia un lado y otro— . Siempre es divertido ver los nervios de los demás.
—Entiendo que lo encuentres interesante, pero no tenías que venir todos los días, menos con tu Cloth puesta; apenas estás recuperado de Siberia.
—Oi, gracias por preocuparte señor Ilias — lo miró sonriente — ; pero la realidad es que esto no se ve seguido y no sé si tendré otra oportunidad. Además —miró hacia adelante — , cuando todas las Cloth tengan dueño podremos comandar misiones con más gente; y entrenar a futuros candidatos, ¡es emocionante hacer algo más que estudiar, para variar!
Leo lo miró desconcertado, pero sonrió levemente. Su vista afilada también fue hacia el paisaje, y ambos Santos Dorados pudieron contemplar el bullicio de ese día.
La Arena del Coliseo estaba repleta de aspirantes de todas las edades y zonas de entrenamiento; capitanes, maestros, estudiosos, doncellas y soldados. Era un espectáculo que se daba cada mucho tiempo y nadie quería perdérselo. En épocas anteriores a las del Patriarca, la Arena también era visitada por civiles, que desde Rodorio y otras ciudades venían a conocer a sus protectores y a disfrutar de unas buenas peleas como espectáculo a la romana. Sin embargo, en el reinado de Itia de Libra, las batallas por las armaduras fueron tan crueles que ocurrieron accidentes fatales con gente que no estuvo preparada para defenderse. Como resultado, los combates quedaron encerrados solamente a los habitantes del recinto militar.
Los vítores hacían eco en las montañas desde la mañana hacía tres días consecutivos. Lo interesante, además, es que habían pasado muchos años en el Santuario cuando se dio una oportunidad como esa, donde todas las definiciones eran para Cloths de Santos Femeninos. Hoy sería la última armadura de bronce.
—Sextante, al fin.
La voz enérgica de Géminis sorprendió a sus compañeros.
—¡Damasus! — exclamó Escorpio — ¿No debías estar en tu Casa?
—¿Y perderme esta pelea? Ni por mi media alma — bromeó, con un dejo de amargura. Se acercó a ambos con aquel confuso contoneo de caderas que resaltaba el faldón dorado de su vestimenta —. No señor; tuve que aguantarme las otras dos jornadas terminando de hacer mis deberes y cumpliendo la orden del Patriarca. Me aseguré que todo estuviera listo para hoy sin interrupciones.
—El señor Sage no te autorizó para que estuvieras aquí. — Leo frunció el ceño y lo miró fijo.
—... también me da gusto verte, Ilias. Con la salida de estas estrellas, en un futuro cercano comenzaremos a buscar a nuestros compañeros dorados. Ahí no me verás más la cara y seremos todos felices, ¿qué te parece? — le sonrió jocosamente, abriendo sus ojos grises siempre rodeados en kohl. El rubio gruñó y se cruzó de brazos para darle la espalda de nuevo, a lo que Escorpio dio una risotada.
—Realmente el Patriarca es muy benévolo contigo.
— 'Benévolo' no es una palabra que usaría ahora mismo. Me tuvo meses con el tema de las Cloths y Jamir; y creo que básicamente fue para mantenerme lejos del campo de entrenamiento de las mujeres — Zaphiri iba a preguntar intrigado, pero apenas pudo abrir la boca porque Damasus continuó — . ¡Es un suplicio de lugar!, ¿cómo es que los muvianos pueden aguantar vivir ahí? Días y días el pobre Hakurei terminando de ordenar todo para después traerlas hasta acá, dejar todo en orden, pasar el informe y de nuevo al Cementerio de Armaduras en el medio del Himalaya, para volver a Jamir y...
—¿¡Estuviste en Jamir!? — lo detuvo Escorpio — ¡Pensé que ese lugar era un cuento!
—Ah no, es demasiado real. Y nada para pasear, creeme. Tiene más trampas mortales que caminos. Ahora entiendo por qué los Espectros jamás ganaron ¡Casi me mato dos veces cargando una Caja de Pandora!
—Es la cuarta vez que cuentas eso; supéralo por favor — Lugonis apareció detrás con su casco en mano y una sonrisa divertida — . Pensé que venías acá a despejarte, y sigo escuchándote los dramas.
—¿Esperabas otra cosa? — murmuró Ilias.
—¡Pero es real! ¿Por qué no contarlo? Es una manera de aleccionar para que tomen más respeto por aquel sitio sagrado.— puso los brazos en jarras, con una indignación adorable.
—La verdad ni creía que existía, pero... ¿gracias por las advertencias?— Damasus miró de nuevo a su interlocutor.
—Ah, de nada. Nunca vayas ahí, Escorpio. Nunca. Invéntate una misión; si no se te ocurre, yo te ayudo. Es una pesadilla. — le dijo con un gesto confidente y la voz un poco aguda. Aquello hizo reír a Piscis y gruñir más a Leo.
—¡Oi, Damasus! No te escapes de nuevo.
La voz poderosa del Anciano de Jamir hizo que todos inclinaran la cabeza a modo de saludo respetuoso. Altar caminó con ligereza hasta el grupo, cargando como si nada la Caja de Pandora de Sextante absolutamente renovada. Al verlos, sonrió.
—¡Bueno, nadie quiere perderse el espectáculo! Están todos aquí, me da mucho gusto.
—Señor Altar, es un honor que haya venido. Hace mucho tiempo que no contábamos con su visita. — contestó Lugonis. El anciano arrugó los puntos en su frente y suspiró.
—Sage no les enseña a relajarse nunca, que muchacho — pensó en voz alta, encogiéndose de hombros — . No hace falta tanta formalidad, jóvenes. Mi presencia aquí es porque con esta Cloth he terminado mi encomienda para los próximos dos años. Pero como mi hermano es un adicto a mantenerse ocupado, seguramente al final de este día me dará las siguientes indicaciones... no importa, no quiero pensar en eso ahora — se rió — . Ah vaya, están enormes y rozagantes, eso habla bien de este período de paz. Me pone contento.
Su mirada se posó entonces sobre la de Géminis, y este se puso rojo desde el cuello hasta la punta del cabello. Fue entonces cuando Piscis a su lado notó que no se había inclinado a saludarlo como correspondía.
Te he buscado por todos lados, eres más escurridizo que yo. No te preocupes, no te privaré de que veas este combate, pero necesito que dejes la armadura dónde va así puedo ir a buscar a mi gemelo... que apenas conoce la diferencia de la luna y el sol — se encogió de hombros — . 126 años y siempre es igual.
—S-sí, claro...
Los tres Dorados quedaron pasmados viendo como Damasus se acercaba con timidez y tomaba la caja entre sus manos. Era irreconocible, sobre todo en los titubeos. La respuesta de su interlocutor fue igual de extraña, con una voz particular.
—Te prometo que es lo último que te pido hoy, Dama.
—No te preocupes, Hakurei.
Altar lo contempló unos segundos y volvió a parpadear, mirando al resto con una tonalidad diferente.
—Los veo después muchachos, ¡veamos quien es nuestra nueva compañera!
—¡Si, maestro!
Altar meció su cabello mientras se iba hacia el Templo de Atenea en busca del Patriarca. Pero los Dorados miraron la espalda de Damasus, quien volteó agarrándose el cabello nervioso con una mano. Al ver los ojos llenos de preguntas, volvió a ponerse rojo y se alejó hacia las gradas donde iba colocada la caja. El ceño desconcertado de Lugonis fue lo más evidente de un sólo pensamiento compartido, que en cierto modo prefirieron dejar para después.
—... ¿"Dama"?
Se acomodaron en la parte más alta del anfiteatro mirando hacia abajo. Las candidatas ya estaban en la Arena, contemplando como el atribulado Santo de Géminis terminaba de presentar a Sextante, ansiosa de conocer a su nueva dueña.
—¿Ese no es Damasus?
Althea le preguntó a otra compañera, mientras se terminaban de ajustar cintos, cabellos y petos.
—Los Señores Dorados también estarán aquí. Todo el Santuario estará aquí — contestó la chica, son una voz de ansiedad— . El Patriarca será el juez de la contienda. Así ha sido siempre.
—Dioses, cuánta presión... — susurró Olivia. Thais a su lado le palmeó la espalda.
Cuando la luz se reflejó en su máscara y en la de las demás, giró en sí misma para contemplar todo el público presente, masculino y femenino en cada una de las siempre vacías y solitarias gradas. Más allá de las columnas, la Armadura de Sextante reposaba dentro de su Caja de bronce, con el astrolabio sobresaliendo en una de las caras talladas. Y sobre ese pilar estaba la parte más alta, coronada por la Élite que miraba con atención.
Megara de Perseo, con su cloth puesta y su máscara terrorífica, similar al rostro de Medusa en su escudo, las contemplaba de brazos cruzados. A su costado, otros Santos Femeninos de diferentes constelaciones la acompañaban; y más dispersas se hallaban las nuevas guerreras y aspirantes que ya habían pasado los combates. Thais pudo reconocer a algunas viejas conocidas, entre ellas a Linile, quien lucía bellamente a Vulpécula. A su lado, Anabelle estaba apoyada en una de las filas, vestida con su ropa de entrenamiento y con restos de vendajes. Mirena, su rival, portaba la Cloth de Casiopea, lo que significaba que su amiga no había conseguido la armadura; pero la insignia en su brazo marcaba que había quedado como una joven capitana, seguramente por su buen desempeño. Eso hizo feliz a la pelirroja.
Cuando las miradas se cruzaron, Anabelle la saludó y le hizo un gesto de fuerza con el puño cerrado. De modo similar, Linile la saludó poco después.
Puedes hacerlo.
Los murmullos disminuyeron completamente cuando la voz de uno de los capitanes anunció la llegada del Patriarca del Santuario. Como una montaña, el hombre apareció cubierto por un manto blanco bordado con oro y cobre, insignias que pendían de su cuello y, en su cabeza, un casco dorado con el símbolo de la sabiduría eterna. En su quietud, pudo verse que era una persona por el cabello largo cenizo que brotaba de los costados. Todos en el recinto hicieron una veda y se pusieron de pie.
—Hoy es el último día de estas jornadas de celebración — comenzó; su voz era potente y retumbaba como un trueno entre las montañas. La presencia de su cosmo era tan inmensa que era imposible no prestarle atención — . Los habitantes del Santuario somos afortunados de vivir un acontecimiento que no ocurría desde hace muchos años. Nuevas hijas de Atenea se han revelado ante nosotros para unirse a su Destino y la Causa. Hoy será el cierre de un ciclo que dará lugar a los siguientes compañeros en el futuro.
Cierre de un ciclo.
Thais se tomó el estómago inconcientemente.
Es por eso que hoy se develará a la nueva Sextante; y nosotros, sus hermanos, somos testigos de su nuevo nacimiento.
Algunos espectadores se sentaron en cuanto el Patriarca tomó su lugar en el trono que precedía a la Caja de Pandora disputada. Los Santos Dorados se acercaron a rodearlo con cascos en mano como un silenciosa escolta; y al lado de Géminis apareció el Anciano de Jamir, quien se cruzó de brazos divertido, quedándose en pie.
Megara de Perseo miró al Comandante en Jefe, y este asintió. Los vítores comenzaron de nuevo en cuanto la guerrera levantó su mano. Sería una rueda de eliminación hasta que sólo las mejores dos quedaran.
—Vamos vamos, pequitas, mis cartas no fallan. — Damasus susurró entre dientes, sonriente.
Aquella jornada fue más extensa que las demás. Si bien sólo era una armadura, los combates fueron difíciles de definir. En dos de ellos el Patriarca tardó en deliberar, porque eran rondas de empates técnicos que no podía dilucidar salvo por el más ínfimo de los detalles. Las candidatas a Sextante eran astutas, por lo que cada golpe no era inmediato. Una de ellas debió ser retirada a cuestas cuando Althea se proclamó como una de las finalistas.
—Es buena, pero muy agresiva.
—Quien la enfrente no tendrá chance. Es mas brutal que las demás.
Los comentarios entre los espectadores iban y venían, pero lo cierto es que todos estaban tensos al borde de las gradas. No se trataban de patadas o puñetadas; eran explosiones de cosmo que combatían a la par de sus dueñas en grados y dimensiones que sólo los Dorados y Altar podían comprender.
—Vaya, resultó ser fascinante esta vez — dijo Lugonis en la anteúltima contienda, cuando una de las muchachas cayó extenuada, rindiéndose — . Tienen mucho poder. La ganadora por ejemplo.
—Hay sabiduría en su cosmoenergía. Eso es bueno para esta estrella — continuó Ilias, contemplando con las pupilas afiladas cada detalle — . Pero no será suficiente si quiere ganar.
Thais contempló en su victoria, agitada y sucia, como su rival se retiraba de la Arena colocándose al lado de Olivia, quien ya había sido derrotada en la segunda ronda por la rival que Althea había destrozado. De cierto modo, había salvado su pellejo.
Era irónico como las cosas podían voltearse y cambiar.
—¡Las últimas dos candidatas! — gritó Megara hacia todos — ¡La definición de Sextante!
La pelirroja se enderezó como pudo ignorando los moretones en sus brazos, la sangre en su estómago y el polvo en su cabello enredado. Althea caminó hacia ella, con su cosmo rojizo y los puños cerrados. Estaba herida, pero parecía mucho más plantada para la pelea final.
—¿Es broma? — dijo Linile de Vulpécula en el público — ¡Es como si lo hubiera sabido siempre!
—Calma, confiemos en Thais. — la calló Anabelle, sin dejar de mirar.
—¡Míranos, mujer! Después de tantos años terminamos aquí... a veces detesto tener la razón, ¿sabes? Siempre resultaste ser una piedra en mi camino.
—Deja de hablar — la pelirroja tensionó sus piernas ya algo acalambradas por los golpes para mantenerse erguida— . Todo lo que haces es hablar.
—Ah, no te preocupes; después de ganar la Cloth te enviaré directo hacia el mar que te escupió al venir, extranjera.
El cosmo de Thais se encendió al unísono de sus brazos, que se levantaron para defenderse de la primera ráfaga de golpes. Althea tenía una altura mayor, lo cual le llevaba una ventaja por sobre todas las demás. La soberbia que emanaba por los poros terminaba de corolar esa actitud; tan fuerte como sus puños.
"Déjala entrar"
La pelirroja bajó de repente la guardia y recibió puñetazos en su cara y en su estómago tan potentes que la hicieron volar varios metros atrás. Entre los vítores hubo voces de desconcierto, entre ellas las de quienes la conocían. Trastabilló pero no cayó, sin embargo no volvió a contraatacar, recibiendo otra oleada de golpes.
—... ¿qué hace esa niña? ¿está loca o ya se rindió?
Zaphiri formuló la pregunta en voz alta y Altar lo escuchó, mas no dijo una palabra. Frunció el entrecejo en cuanto el ataque de Althea fue igual de crudo y entró de lleno. Damasus, a su lado, estaba igual de concentrado.
Anabelle y Linile se preocuparon de verdad cuando la sangre comenzó a desbordar la máscara y cayó a la arena. El pelo en las sienes se desarmó de su trenza y se empastó con la sangre y el polvo que levantaban los movimientos.
—¡¿Qué haces Thais?! — dijo Linile, desconcertada — ¡Golpéala! ¡Defiéndete!
—¡Pelea, Thais!
—¡Vamos, Thais!
—¡THAIS! ¡THAIS!
Perseo notó como las otras guerreras y aspirantes comenzaron a alentar a la pelirroja. Volteó para ver más vítores y ninguno fue hacia Althea, quien se enfureció más por ese hecho. Eso le hubiera dado gracia de no ser por la gravedad de la situación. Miró justo a tiempo de que la mayor pateó en un grito embravecido contra el pecho de la pelirroja, arrastrándola metros y metros atrás, entre la arena y el polvo.
La más pequeña dio una rodilla en tierra, agitada y sangrando en varias partes. La tensión fue absoluta y el silencio sepulcral apareció de un momento a otro. Perseo observó. Si ambas rodillas tocaban la tierra, la victoria sería para Althea; y ella debía señalar al Patriarca que el combate estaba cerrado oficialmente. Por eso, empezó a levantar la mano cuando Thais se agachó hacia adelante. Pero entonces...
—¡Linile!
Anabelle le jaló parte de la Cloth y señaló a la amiga de ambas. Sin moverse, los jirones de la ropa de la muchacha empezaron a flotar, al igual que los rizos de su cabello enmarañado. El cosmo aguamarina brilló y se expandió como nunca, generando una onda expansiva que levantó el polvo a su alrededor y sorprendió a los más cercanos.
—Vaya vaya... — Lugonis dijo sorprendido; Damasus sonrió ampliamente y sus ojos brillaron.
—Es ella.
—¡ALTHEA!
Como si nada hubiera ocurrido, Thais se puso de pie y levantó la cabeza. El primer impacto visual fue su rostro; detrás de la malla metálica, sus ojos brillaban como si su cosmo estuviera en sus pupilas. Era tan intenso que traspasaba el metal. Momentos después se tensó, cerró los puños y con un salto grácil recuperó la distancia perdida, propinándole un golpe directo a la cara que hizo retroceder a su rival. Desconcertada, Althea no reconocía la respuesta de su propio cuerpo que parecía obedecer la voluntad ajena.
—¡¿Qué demonios?!
—Mientras te ufanas en tu estupidez, yo me adelanté — le dijo, con una seguridad que se oyó en todos los rincones — . Eres la persona más ignorante que conocí en mi vida... y por eso vas a perder.
—¡Cállate! — quiso avanzar pero las rodillas le temblaron —... ¡¿Qué ocurre?!
El cosmo rojizo se encendió en su cuerpo, y se redujo hasta marcar puntos específicos en su torso; puntos luminiscentes como estrellas, que no pudo sacar aunque lo intentó.
¡¿QUÉ ME HICISTE?!
—Dejarte entrar, estudiarte y confirmar el origen de tu energía. ¿No me dijiste una vez que era inútil ser paciente conmigo? — se puso en posición de ataque y su cosmo se encendió de nuevo — ¡Pues yo sé muy bien qué hacer con la paciencia!
Dio otro salto más y se abalanzó sobre ella. La sucesión de golpes fue tal que solamente los Santos de Plata y Oro podían distinguir los puños. Como si estuviera clavada en el suelo, Althea no pudo hacer nada más que doblarse como un papel mojado ante cada embestida. El último golpe, -donde se ubicaba Sextantis, la estrella Alfa- la estrelló contra un pilar, haciéndolo añicos.
—¡Woah! ¡Eso es tener estilo! — dijo Calíope, aplaudiendo levemente al lado de Anabelle.
Megara quedó paralizada unos segundos, pero enseguida levantó el brazo cuando Thais le dio la espalda a su rival.
—¡Ha nacido la nueva Sextante!
Apenas se comenzaron a escuchar los gritos tras la sorpresa general, Althea se incorporó entre las ruinas y estiró el puño, elevando su cosmo herido una vez más. De entre sus dedos saltó un golpe a traición con una gran cantidad de energía. Nadie lo vio, excepto una persona.
—¡THAIS!
Olivia corrió hacia ella y gritó a tiempo para que esta escuchara. Pero fue demasiado tarde.
El rebote de su propia defensa inconciente chocó contra el poder ajeno, y le hizo girar la cara de modo tan violento que la máscara salió volando contra las gradas a toda velocidad, clavándose en la pared. Por aquella acción, todos se asomaron para ver si Thais había sido ultimada. Pero con la polvareda levantada tantas veces en pocos minutos, ya nada se veía con claridad.
Cuando la pelirroja pudo incorporarse su rostro giró hacia el frente, y sus ojos enfocados hacia arriba en busca de aire limpio, se contrajeron al cruzar con la única mirada que la halló.
Sage.
Los ojos aguamarina estuvieron ahí, claros y prístinos, contemplando la mirada gris empapada en sangre, polvo y miedo.
Milésimas de segundo en la que la vida de ambos se quebró para convertirse en algo que, en ese entonces, no pudieron comprender.
Sin que nadie lo notase, el anciano se escondió en las sombras de su casco y Thais cerró los párpados para ladear el rostro. Cuando el polvo bajó completamente y todos dilucidaron la escena ella seguía en pie, agitada y agotada.
—Impresionante. Megara hizo un excelente trabajo — Hakurei se cruzó de brazos sonriente, en tanto que a su lado Damasus evitaba dar saltitos — . Hice bien en designarla como maestra, Sage me deberá admitir eso... dioses, intenta ser más imparcial la próxima vez.
—¡No puedo, Haku! ¡Mis cartas no mienten, te lo dije! Cuando la vi la primera vez, yo...
—Ya, ya. No se trata de tí. Se lo ha ganado y lo merece.
—¡Lo sé! ¡Ay, qué alivio!
"¿Haku?"
Lugonis miró de reojo a Ilias, pero este hizo un gesto de que no quería saber más nada.
En tanto, los gritos de victoria reaparecieron más fuertes y seguros. Con una mano ella se cubrió el rostro empapado en sangre y caminó hasta Perseo, que le devolvió la máscara con un gesto de preocupación.
—¡Thais! ¿Estás bien? ¡Esa treta fue inaudita! No te preocupes, me ocuparé personalmente...
—... sí.
Volteó sin dejar que nadie la felicitara, o siquiera que Perseo terminara su frase. Después de lo que acababa de pasar, su reacción podía ser resultado del shock por cansancio y el enojo, así que nadie le preguntó nada en ese momento. Era certero que Althea sería expulsada del Santuario por intento de asesinato a la genuina ganadora de aquella pelea.
La muchacha pecosa caminó hacia el centro de la arena, acompañada por su maestra. Se colocaron en dirección hacia el Comandante en Jefe y este, de pie, levantó ambas manos.
—¡A partir de hoy serás Thais de Sextante! Porta tu armadura con honor y orgullo, en defensa de la Tierra y de nuestra diosa que te da su bendición a través de mí, su representante en este mundo.
Se detuvo un momento; una duda que pasó desapercibida por todos, pero hizo que Altar lo mirara extrañado.
Con esto, la Arena del Coliseo ha finalizado sus combates. Queden atentos a nuevas órdenes.
Thais asintió con la cabeza gacha, al lado de una Megara que con miradas furtivas calmaba a todas las compañeras y amigas para que no corrieran a celebrarla. Con la dignidad que merecía la ceremonia, le fue entregada la Caja de Pandora, que sostuvo en sus manos unos momentos.
—Ahora somos compañeras, ¡Estoy muy orgullosa de tí! Pero debes descansar. Primero, la enfermería. Tus piernas no están para nada bien. Ni qué decir de tu rostro.
Su rostro.
—Está bien. — contestó con voz queda.
—Vamos vamos, te ayudo con esto. No te preocupes, las calmaré para que te recuperes adecuadamente. Sé que todo es muy emotivo después de tantos años de trabajo duro, así que no te apresures.
—Gracias... maestra Megara.
—Nada de maestra, ahora somos colegas. Y espero, algún día, amigas.
La pelirroja quiso sonreír, agradecer, abrazarla, llorar. Siempre había sido buena con ella; sus amigas, todos. Todo para llegar a aquel día, su triunfo, su victoria adornada con una hermosa puesta de sol. Estaba feliz. Pero...
Había quebrantado la Ley más sagrada para los Santos Femeninos: Un hombre había contemplado su rostro.
Y ese hombre era el Patriarca.
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