VII. Los años felices
—La carta—
Fue una fortuna que Althea la hubiera dejado tan malherida y con una excusa del golpe a traición para recuperarse en la soledad de su cuarto, en el que sólo las sanadoras iban y venían, aseándola, curándola y cosiéndola.
Pronto ella también tendría la suerte de Althea, o peor. Porque, a la suma del agravante al romper la Ley de la Máscara, ahora era responsable de Sextante a su lado. La Caja de Pandora con su armadura aún sin lucir estaba en una silla contigua a ella, como una amiga de toda la vida que la cuidaba noche y día. Y si bien no le había parecido una buena idea, su antigua maestra le había sugerido la compañía, ya que ahora ambas estaban unidas. Era cierto. Hasta sentía que le hablaba.
Calma.
Con la disminución del dolor comenzó la conciencia; y con ella, el miedo. Con el miedo, las ideas.
¡Cuánta decepción! Podía imaginarse las caras de todas las personas que quería, enterándose de la verdad. ¿Ella debía decirlo? ¿O debía reportarse? ¿Alguien la llevaría a un Juicio para la sentencia... o acaso ya lo sabían, o el Patriarca había... ?
—Maldición.
Se tomó el rostro para detener su cabeza, que no paraba elucubrar hipótesis llenas de argumentos y delirios. Suspiró, buscando no caer de nuevo en esos terrores que tuvo en los momentos de desamparo de su vida en el Santuario. No. Ahora era un Santo Femenino, había logrado lo imposible, era Sextante. No podía sentir los mismos miedos.
Pero todo lo que había pasado le hizo retroceder a esa niña muerta de frío por el mar que no entendía griego; paralizada en un mundo que quería devorarla con sus fauces.
... ¿Qué es lo que se supone voy a hacer?
La puerta sonó en breves golpes. Por la sensibilidad de su cosmo reconoció la visita y se relajó, sentándose lentamente en el respaldo de su camastro. Al dar el aviso de que pasara, Megara asomó su altísimo cabello por el umbral, hasta que se cerró la puerta atras ella. Una vez dentro, se quitó la máscara y Thais despejó su rostro amoratado.
—¿Te desperté? Mil disculpas, ¿cómo te encuentras?
—Yo... estoy recuperándome — dijo, con un titubeo apenas notorio. Era incapaz de comenzar a decirle aquello; no sabía si sería más doloroso que no le creyera, como que sí le creyera y la obligase a entregarla a la justicia del Santuario. Simplemente no podía tolerar la idea — . Parece más de lo que es, estoy bastante mejor.
—Realmente me preocupé — confesó Perseo, caminando hacia ella para sentarse a los pies — . Mejor decir, todas están muy preocupadas, así que vine para contarles tu estado. Me alegra saber que los golpes no fueron tan duros en el fondo. Pero... — sus enormes ojos oscuros la observaron un momento — no estás atribulada por eso. Es algo más...
La ahora Sextante pensó que se quedaba sin aire.
Piensa.
—Estoy muy impactada por todo el episodio — comenzó, sentándose más derecha — . Sé como es Althea, pero jamás pensé que aparte de bravucona fuera desleal.
—Así es la gente de mala madera. Siempre lo sospeché, tristemente. Fue un alivio que Sextante te eligiera a tí. No es una Cloth tonta.
Miente.
La pelirroja observó la caja y estiró una mano, tocando uno de sus plateados bordes tallados. Su máscara estaba descansando en la parte superior, abollada por los golpes.
—No, no lo es — miró a la mujer con una expresión cansina — . ¿Qué pasó con Althea?
—¿Realmente quieres saber? — Megara suspiró ante la afirmación ajena — Está en el pozo, esperando que Damara haga el informe; después debo completarlo como testigo y árbitro del combate y elevarlo a los Capitanes. Va a ser Marcial ¿Sabes lo que es eso? — la muchacha negó — Destierro o cadalso. Y en el destierro la dejarán lisiada, para que no pueda abusar de su poder con el resto del mundo.
Thais palideció, ya que le había preguntado para conocer su posible suerte.
—Es muy crudo.
—Es lo que merece. Se nos otorga un gran conocimiento de la capacidad humana al superar límites naturales. Eso conlleva una responsabilidad... y tiene consecuencias.
Megara de Perseo sonrió, cambiando el gesto de pronto porque tampoco le gustaba el tema. Se puso de pie y sacó un cilindro de metal del bolso de cuero que había traído consigo, para volver a sentarse a su lado.
Dejemos de hablar de amarguras ajenas. Apenas te recuperes, comenzará tu labor como Santo Femenino.
Thais estiró la mano vendada y contempló el tubo con atención. Estaba bellamente labrado y su color cobrizo brillaba con la luz de la ventana. En la punta parecía desenroscarse a través de un sello con letras griegas que rodeaban una pequeña Niké.
—¿Qué es esto?
—Tu primera misión. Cada vez que se te otorgue un tubo de este color, contiene información confidencial que tú sólo debes ver. El color es la categoría del convocado; en este caso, es bronce — se acomodó el pelo — . Violar un sello ajeno tiene sus consecuencias también; así que si alguna vez te toca entregar uno a alguien más, no seas curiosa — se rió — . Me lo dio Altar esta mañana enviado directamente desde el Patriarca para tí. Seguro quiere que vayas a presentarte formalmente.
Los ojos de Thais se abrieron tanto que se olvidó de respirar.
... ¡está bien, no te asustes! Cuando te pongas mejor, por supuesto. Debes llevar tu Cloth puesta; es una obviedad, pero será la primera vez que la portes — sonrió entusiasmada — . Avísame para escoltarte ¿está bien? Quiero verte — se puso de pie — . Debo irme ahora, a la noche traerán tu cena. Descansa por favor.
Megara de Perseo dio unos pasos, alejándose con su coleta larga y abundante ondeando como un suave péndulo; tomó el bolso de cuero vacío con una mano, la máscara siniestra de la gorgona por otro, se lo colocó y tocó la puerta para que las guardias la dejaran pasar. La pelirroja volvió a estar en soledad, y miró el tubo de metal.
Como si su vida dependiera de estirar el tiempo, giró levemente la rosca hasta que del interior surgió algo perfectamente atado con una cinta dorada. El aroma de la tinta se transmitía a través de la celulosa del papiro, algo que jamás había visto en su vida. Tras un suspiro que manifestó la angustia, desplegó el papel para encontrar una caligrafía que no pertenecía a esa época, con letras capitales que eran obras de arte en sí mismas.
No era un reporte para una misión, era una carta.
Una carta para ella.
Thais de Sextante:
Extiendo nuevamente mi salutación por la obtención de vuestra Cloth, y lamento que la victoria haya tenido un sabor agridulce. Esto será ajusticiado en breve. No estoy al tanto de cuánto sabe del asunto, ya que me dijeron que está en recuperación tras el duro combate. Su asistencia a la sentencia de la implicada es voluntario. Si no quiere presenciarlo, es absolutamente válido.
Por otro lado, espero que al leer estas palabras se encuentre más favorable. Ante su pronta recuperación le será asignada la primera misión, cuyos detalles serán dados en persona por quien le escribe.
Finalmente, y como un apartado más privado, quiero transmitirle toda la tranquilidad que me sea posible sobre el hecho durante el ataque a traición del combate por su armadura. Soy representante de la Diosa; mentirme a mí mismo y a usted sobre lo que ocurrió sería un pecado inconmensurable... además de una falta de respeto al miedo que seguramente tiene ahora mismo en su corazón. Como no pretendo ofenderla de ninguna de las maneras por algo que ocurrió mediante la Providencia, una vez que estén claros los asuntos más formales, le pediré algo más de su tiempo para dejar las cosas en claro.
En cuanto esté preparada para venir hágalo saber, para que su maestra le de indicaciones sobre cómo presentarse en el Salón. Debido a la naturaleza de nuestros asuntos no contaremos con la compañía de nadie, para que sea guardada la discreción.
Atentamente,
Sage de Cáncer
Patriarca del Santuario
Pd. Luego de leer esta epístola, le pido humildemente que la destruya.
en otras circunstancias, la primera cosa que le hubiera quedado en su cabeza era que el jerarca había sido el Santo de la Cuarta Casa en algún momento. Sin embargo, no fue lo que quedó fijo en sus pupilas; ni siquiera lo más curioso o interesante.
"Nuestros asuntos"
Por algún motivo que tardó mucho tiempo en comprender, un leve sonrojo invadió sus pecosas mejillas, desde que se las tomó hasta que usó una vela de su habitación para quemar con cuidado la carta, hasta convertirla en cenizas. No hizo falta volverla a leer: había memorizado hasta los trazos en cada renglón.
Su mente a veces reaccionaba de maneras inusuales.
—00—
—El Ascenso—
—Ya está hecho.
Lugonis subió los últimos escalones de la Casa de Leo, en donde Ilias estaba con su armadura dorada completamente vestida. Abrió los ojos, descruzo los brazos debajo de su poncho y estiró las piernas, rompiendo la posición de loto que tenía junto a uno de los leones de la entrada.
—¿Cuál fue la sentencia?
—Creí que sería ejecución, pero eligió destierro. Definitivamente esa mujer no poseía nada de honor.
Una ceja del rubio se alzó, con las pupilas afiladas.
—¿Qué le hicieron?
—Le sacaron un ojo y le cortaron dos dedos de cada mano.
—Mnh... ¿el ejecutante fue Géminis, cierto? — Ilias miró hacia otro lado cuando su compañero volteó a verlo azorado.
—¿Cómo supiste?...
—No es un castigo, es una vendetta. Estoy seguro de que si aún decide delinquir en esas condiciones, él mismo irá a matarla sin permiso. Te lo advierto desde ahora. Damasus se lo tomó personal; debe tener muy en estima a Sextante — lo observó de nuevo—. Debiste hacerlo tú.
—Cuando llegué él ya había solicitado el permiso. Desconozco a la hora que se levantó, y sospecho que hasta armó todo el escenario para hacerlo rápido. Estaba ansioso de conocer a la nueva Santo. Apenas terminó, corrió a su Casa a prepararse para recibirla en el Ascenso. Nunca lo vi tan entusiasmado de quedarse en su templo.
—Es como si le gustara la niña.
Lugonis emitió una risa tan encantadora que Ilias contempló atento esa emoción.
—... debido a la situación actual, lo dudo bastante.
Leo asintió cuando comprendió. Con una venia, Piscis pidió permiso para ir hacia su propia Casa y hacer lo propio. Él quedaría allí para lo mismo. Volvió a su meditación, cerrando los ojos y conectándose con el viento que sopló sus cabellos.
"Sextante... el destino que te espera es demasiado grande para tus hombros, ¿lo lograrás?"
—0—
El Ascenso era el rito iniciático para todos los Santos de la Orden de Athena. Consistía en recibir la bienvenida formal y oficial del Patriarca al ejército, mediante el comando de la primera misión. Para ello, debía ser escoltado por su maestro o maestra y pedir, de modo ceremonial el paso por cada Casa Zodiacal, requiriendo el permiso de la Élite.
Atravesar las 12 Casas era un honorífico al esfuerzo humano de querer elevarse hasta el Olimpo, donde residían los dioses. Si bien los Dorados eran muy pocos y la encarnación de Atenea estaba aún sin develar, cada uno que había recibido una Cloth debía realizar aquella jornada especial. Una vez asignado, comenzaban las relaciones con otros compañeros de diferente categoría y la vida de un Santo en su plenitud.
—Megara, ya estoy lista.
Perseo sonrió a sus anchas cuando vio llegar a Thais, apenas con algunos vendajes en sus brazos, absolutamente recuperada. Sextante parecía hecha para ella: su melena alborotada y frondosa estaba en su lugar por la tiara que despejaba su rostro metálico, dejando que cayera plácidamente en las hombreras y espalda. Rodeada de rojos y violetas, su Cloth lucía las piernas donde caía un largo manto carmesí y blanco que cruzaba su pecho de manera majestuosa. Era curioso considerando que era la única armadura de bronce que parecía tener un vestido corto debajo. La piel que quedaba al aire daba cuenta de las miles de pecas oscurecidas por el sol.
—Una doncella guerrera y heredera al Santuario, ni más ni menos. Sextante es exótica — no le dejó tiempo para contestar— . Vamos, te tomó más de quince lunas recuperarte, no hay mucho tiempo. ¿Recuerdas, cierto? Te lo enseñé.
—Lo recuerdo, sí.
—Será breve, tanto por las personas como por el tiempo. Altar me designó una misión hace algunos días, así que me temo que no podrás conversar mucho. Tengo que ir a reportarme cuanto antes. Cuando quieras darte cuenta, ya estarás en viaje.
Thais contempló en su camino una cantidad abrumadora de hombres que jamás había visto. La emoción de la Arena de Combate le había hecho olvidar ese detalle; pero entre soldados, guardias y escoltas, los guerreros triplicaban a la población femenina; razón por la cual las mantenían tan aisladas, para evitar toda clase de incidentes.
Otra cosa a destacar era el respeto: No había cortesías sociales. Eran iguales, sin importar el rango o la edad. Cierto era que habían ocurrido incidentes sobre revoltosos y revoltosas que se les había ocurrido romper las reglas hiriendo de maneras mundanas a compañeros más jóvenes. Después de todo eran humanos, y podían rendirse ante las flaquezas. Todos aquellos, empero, habían conocido la muerte y eran parte de un foso sin nombre en medio de las montañas. Las víctimas, por otro lado, se les compensaba con la libertad de decidir su propia vida. Una disciplina dura, pero justa.
—¿Podré visitar a mis amigas?
—Siempre y cuando no dejes tus deberes a un lado, puedes ir por donde quieras. Tenías una amiga civil en Rodorio... ¿Samara, cierto? También están Linile de Vulpécula y Anabelle en los campos de entrenamiento, siendo asistente de Damara. Y Olivia, que ahora es custodia de la Ciudad de las Constelaciones. Sí, puedes visitarlas. De hecho creo que cuentan con ello.
—Se los debo. Les debo mucho. Ellas me hicieron quien soy hoy, como usted...
—¡Ah, no! ¡Nada de usted! No soy anciana. Somos compañeras, ya te dije. Y estoy orgullosa como maestra, pero ahora estamos a la par— sonrió — . Ojalá que pronto tengas una misión conmigo.
La conversación se interrumpió cuando Perseo supo que habían pasado por Aries y Tauro. Detrás del toro había un sendero serpenteante hacia arriba, guiado por columnas rotas y cercado por rocas, donde los guardias de los caminos laterales iban y venían. Al verlas llegar las saludaron y corrieron sus lanzas y espadas.
—¿Ocurre algo?
—Llegamos a Géminis. A partir de aquí no podemos distraernos.
—¿Por qué?
—Porque si no, nos perderemos para siempre.
No sonaba tranquila ni en carácter de broma, así que Thais dejó de relajarse y miró para arriba. No parecía nada fuera de lugar; pero recordaba en sus años de estudio que Géminis estaba gobernado por Hermes, y sus poderes tenían que ver con las ilusiones en el espacio. Y lo más importante: no sólo la Cloth tenía vida propia, sino la Casa que estaba conectada a ella.
Si el dueño existía, el templo respondía acorde.
—¡Mira quién llegó!
—¡La niña hecha de estrellas, custodiada por la Gorgona!
—Ah, eres fatal con las metáforas.
—Lo de Gorgona no es metáfora, ¿le viste la cara?
—Precisamente, ¡no la mires directamente!
Una voz femenina y una masculina parecían hablar entre sí, observándola desde algún punto que no podían distinguir. De los costados de las columnas en la escalera aparecieron dos figuras con la misma altura y contextura; la diferencia es que una parecía una bella gitana llena de colores y descalza, y el otro un muchacho de pelo largo y una Armadura de Oro.
—... espera... ¿son dos?
—No. Es una ilusión. — susurró Megara. Una ilusión muy creíble, ya que las figuras proyectaban sombra y parecían reales.
De repente, la muchacha morena comenzó a reír y danzar en círculos, hasta que cruzó el otro lado y, literalmente, se fusionó con el joven. Este movió el pelo bajo el casco y pareció recobrar sus anillos de oro y sus pañuelos alrededor del cuello de la Cloth, así como el kohl en sus ojos grises. Descendió entonces con un contoneo hasta que, cerca de ellas, tomó la capa de una punta y se inclinó levemente.
—Si quieren pasar por Géminis deben dejar de aceptar una realidad para verlas a todas — la voz del muchacho era grave, algo que sonrojó a la pelirroja por breves instantes — . Soy la gitana y el Santo Dorado, a veces la luna muestra una cara diferente. Por eso no me presentaré, porque conocen al buen Damasus.
—Maestro — saludó Perseo — . Es bueno verlo, no volvió a aparecer.
—El Patriarca no me lo permite y no puedo hacer mis trampas, las descubre siempre y todas... es un viejo ladino — se cruzó de brazos — . Pero no me arrepiento; vaticiné la llegada de Sextante y con eso me doy por satisfecho, ya que puedo conocerla como corresponde en el Ascenso. Aún incompleto, pero satisfecho.
—Debo acompañarla hasta mi maestro, porque me comunicó que tenía una misión urgente con asignados, señor Damasus — el hombre asintió suavemente por un momento, templando la voz.
—No te preocupes por Altar; apenas termine Sextante irá a llevarte la misión. No es que pueda quedarse quieto de todos modos. — rió encantadoramente e inclinó la cabeza, con una mirada apacible y una sonrisa sin género. Perseo miró a Sextante, que volteó a verla intrigada.
—Cuando regreses, búscame. Si estoy aún aquí quiero que me cuentes como te fue.
—Gracias por escoltarme, Megara.
—El placer fue mío. Que Atenea te proteja.
Perseo dio saltos que apenas la pelirroja pudo detectar.
—¿Vamos, Sextante? — Damasus extendió el brazo. Thais se lo quedó mirando en silencio y el muchacho suspiró — . Es parte de un cortejo, por si no lo sabes.
La joven parpadeó.
—No creo que debamos...
—Está bien, está bien, iré a tu junto. Espero que no seas aburrida como Leo, sería una decepción. — dijo con algo parecido a un mohín, pero con un tono que la hizo sonreír.
Cuando comenzaron a subir hacia Géminis compartieron un breve silencio. Thais sintió las ondas de un poder inconmensurable que sería capaz de ahogarla, pero no tenía esa intención. Por el contrario, la rodeaban como volutas de luz que revoloteaban en su pelo. Era un cosquilleo agradable.
—¿Puedo preguntarle una cosa, señor Damasus?
—La que gustes.
—¿Usted iba para allá por su... em... costado femenino? ¿O era porque se sentía sólo?
Damasus se detuvo.
—En verdad eres un peligro. Preguntas como un flechazo — se rió — . Sí, estoy incompleto. Por una vida he buscado a mi gemelo, que sé está vivo en algún lugar. Hace un tiempo el Patriarca encontró una pista para hallarlo. Sé que pronto lo veré.
—¿Y qué hará cuando lo halle?
—Bueno, decirle que tiene un hermano muy poderoso que cuidará de él — sus ojos brillaron, mirando hacia adelante — . Seguramente tiene una vida ordinaria, así que voy a explicarle cómo son las cosas. Si tiene familia, la pondré bajo mi protección. Eso sería lindo. Niños que sepan que tienen un tío fuerte y loco.
Una familia. Thais sonrió con ternura. Los propósitos del gitano eran sencillos, hambreados de algo que no podría tener nunca.
—Pero... ¿y si encuentra algo que no le gusta? Después de todo, el mito dice que uno de los dos está maldito; si usted es el portador de la Cloth, entonces...
—Entonces hallaré la manera de sacarle la maldición. — cortó incómodo por la pregunta. Era increíble como en las tonalidades de la voz se podía dilucidar su ánimo. Eso sólo le bastó a Thais para saber el límite.
—Lo siento, señor Damasus. — este la miró y sonrió en un costado, acomodándose el pelo.
—Eres osada, me gusta eso. Es lo que debes hacer, preguntar y saberlo todo. Al final, quién sabe, algún día te sientes en un trono a dar órdenes.
—Espero que eso jamás pase. — dijo algo sombría. Géminis puso un dedo en la barbilla pensativo y miró arriba unos segundos.
—Uhm. Cierto. Linda imagen, pero requiere de que todos estemos muertos. En fin — sonrió, haciéndole un ademán hacia arriba — . Sigamos. Sé que estás muy nerviosa así que te hare el paso ameno. Nada de espejismos... por ahora. Si me caes mejor en el futuro, quizás te juegue una broma o dos.
—Ah... ¿gracias? — Géminis se adelantó unos pasos, hasta que ella lo siguió más aliviada.
—No hay de qué. Y sobre el incidente contigo hace unos años, lamento haberte asustado por eso de la máscara; pero no hice nada malo para perjudicarte en verdad. — se señaló la cabeza en círculos, aún dándole la espalda.
Thais recordó la carta del Patriarca y sus ánimos bajaron de pronto.
—La soledad no fue su única urgencia...
—Debía conocerte — volteó a verla sobre el hombro — . Fue una orden de Hermes; no voy a negarla, ¿cierto? quería saber si estabas hecha de estrellas y eras real. Aquí estás, radiante y muy pelirroja, jajaja — Thais no pudo evitar reír ante aquello —. Por eso te elevaras. Pero no te preocupes, aquí estaremos cuando mires hacia abajo.
Sextante quería preguntar más porque Géminis estaba diciéndole cosas que no entendía; mas era demasiada información para su cabeza, así que decidió concentrarse subiendo escalón tras escalón con paciencia.
—La Guerra Santa debe poner este lugar muy ruidoso.— comentó tiempo después en la Casa de Cáncer. Damasus asintió, pero de pronto chistó de frío y se frotó un brazo; el ambiente tenía aroma a muerto.
—Odio pasar por acá, es un cementerio —comentó por lo bajo, mirando a todos lados. Había sonidos huecos en las corrientes de aire que parecían susurros — . No mires más que para adelante, este templo es un espanto... no puedo creer que Sage haya tenido esta armadura, con lo amable y bueno que es.
—Son custodios de la Puerta del Yomotsu Hirasaka en el Meikai... más allá de cómo sea la persona. — comentó la muchacha. Damasus aceptó.
—Cuando conozcas al Patriarca pensarás igual que yo. No tendría que haber conocido a la Muerte tan de cerca; si le preguntas, dirá que es una vieja amiga con la que jamás aceptó bailar. Tétrico, ¿cierto? Pero sabe mucho más de lo que puedo dimensionar; y ha visto más horrores de los que jamás veremos nosotros dos — la miró — . Por eso lo respeto profundamente. Pese a todo ese dolor siempre tiene una sonrisa, aún cuando está regañándote.
—Cosa que le pasa seguido a usted. — lo miró de reojo y el gitano se rascó la cabeza.
—¡Jajajaja! Te confieso que me encanta hacerlo enfadar. No sabe cómo enojarse y es adorable.
—No debería decir que le gusta incomodarlo. Es raro.
—Soy gitano, mi bella Sextante. Y soy raro, te lo dije aquella noche.
Cuando llegaron a la siguiente casa, dos leones de mármol los miraban celosamente. En medio de ellos, una figura envuelta en telas estaba en posición de loto. Thais se impactó cuando abrió los ojos y develó un azul profundo con pupilas afiladas.
—Ilias de Leo, solicito tu permiso para pasar por vuestra Casa — dijo Damasus, dando un paso adelante.
—Permiso concedido — se puso de pie, mirando fijamente a la muchacha — . Bienvenida a la Orden, Thais de Sextante. Espero que tu subida hasta aquí no haya sufrido inconvenientes.
—En lo absoluto, señor Ilias. Es un honor. — se inclinó levemente, a lo que el rubio aceptó en silencio.
—Debo escoltarte hasta Escorpio. Géminis puede regresar a su casa. — expresó con voz nula. Damasus bufó de manera infantil y torció la boca. Había una tensión entre ellos muy evidente; pero incluso alguien como el moreno sabía que ese momento era de la muchacha y no debía arruinar su ritual.
—Te veré pronto, pequitas. — Damasus le guiñó un ojo y apenas en un parpadeo, se desmaterializó. Thais quedó boquiabierta y Leo suspiró profundamente.
—Otra ilusión. Debe estar haciendo cualquier cosa menos custodiar su casa... no tiene remedio — la miró —. Si te incordio en algún momento, no te calles. Es un muchacho que hay que ordenar rápidamente.
—¿Era... una ilusión? Pero... — miró hacia atrás y adelante — me acompañó todo el...
—Él es así. Seguramente verás al real dentro de poco. Le encanta confundir a la gente — susurró, comenzando a caminar dentro del templo — . Vamos, no tenemos mucho tiempo.
Leo era lo opuesto a Géminis en todo sentido. Su apariencia le daba recuerdos borrosos de la gente que había venido con ella cuando era una niña. Había hombres con esa contextura y ese tono de piel. Más allá de eso, era un muro infranqueable: un cosmo rígido como el concreto y que emitía estática; un león guardando energías para cazar.
Se decía que de todos los Dorados, era el más poderoso de esa generación. Sin embargo, había algo más curioso en Ilias que su fuerza: podía transmutar su poder hacia otras criaturas para amplificar su energía por kilómetros; ver, sentir y oler como muchos y volver a ser él.
Recuerdo mis sensaciones cuando ganaste tu armadura — comenzó de la nada —. A pesar de todo, supiste obtenerla con gallardía. Observé que la naturaleza de tu espíritu tiene un desarrollo racional profundo, tu astucia es más grande que tu instinto. Es lo que hace a Sextante diferente — la miró de repente — . Sin embargo, recuerda que los combates reales pueden ser más crueles y desleales que el que enfrentaste, y no tendrás tiempo de analizar al enemigo o recibir sus golpes para leerlo. Podrías morir antes. Considera la posibilidad de desarrollar una capacidad que te permita, a través de tu fuerza, hacer lo mismo. Va a sacarte de un apuro.
—Muchas gracias por su consejo. — Thais respondió luego de un leve asombro. Pese a su rigidez, podía ser cándido. Hasta el ritmo de las palabras era... dulce y pacífico ¿Sería aquel el Ilias verdadero?
Al volver la atención a su alrededor, Thais notó que las Casas de Virgo y Libra transmitían una esencia similar. Los cosmos de los templos y sus Cloth estaban dormidos, aguardando a sus dueños.
—El Maestro Altar ya ha reparado todas las Armaduras Doradas — dijo Leo, haciendo eco con sus botas y la profundidad de su voz, hablándole como si hubiera leído su curiosidad — . Las trae y las coloca en el lugar correspondiente. Las de plata y bronce tienen una sala especial cerca de la Citadela de Atenea. Pero cada Casa Dorada tiene a su Cloth dentro de ella, como un corazón.
Al pasar en cada templo, Sextante las vio empotradas, bellas con la forma de sus constelaciones. Las sensaciones eran similares pero no idénticas; como si alguien estuviera presente.
—¿Usted puede sentir a su Cloth?
—Todos podemos. El que sabe escucharlas en profundidad es el Herrero Celestial. Dice que hablan y le creo, también las oigo en el viento. Cuando el Santo de Aries nazca le corresponderá esa labor entre los Doce. Todos tenemos una función que cumplir en la rueda zodiacal.
Escorpio se presentó ante ellos en una Casa llena de energía fresca y radiante. Altiva como su dueño, parecía impaciente de mostrar todo su potencial.
—Ha llegado la famosa Thais de Sextante, ¡ya me estaba aburriendo!
—Zaphiri de Escorpio, pido permiso para pasar por vuestra Casa.
—Permiso concedido, maestro Ilias — sonrió, mirando a la muchacha — . Estaba ansioso por verte de cerca, ¡se ha dicho mucho sobre ti! Bah, en verdad, Géminis se la pasaba hablando de tí.
—¿¡Cómo!?
—Zaphiri, acompañala hasta Piscis. Está en su Ascenso— el tono cortante de Leo puso a Escorpio en su lugar rápidamente, haciéndole un gesto para que la acompañara. El rubio miró a Sextante y se inclinó, alejándose.
—¿Te aburriste mucho? Ilias es demasiado sereno. No te dejes engañar, contrasta con su poder — la cola de su tiara se movía de un lado a otro caminando a su junto — . Presencié su Relámpago, formó una tormenta en medio continente, ¡Es impresionante!
—... ¿Lo viste pelear?
—Esa sóla vez, cuando salvó mi vida y me trajo hasta acá — dijo algo más serio, mirando hacia adelante — . Fue una noche espantosa; era apenas un niño y fui el único que quedó vivo en ese pueblo... pero hubiera muerto si no fuera por él. Le debo todo. Tiene un corazón enorme, por eso te digo que no te quedes con la primera impresión. Es estricto porque quiere que seamos todos fuertes.
—A mi me trató muy bien — dijo la pelirroja, sintiéndose apabullada por la verborragia de su acompañante; el muchacho era más de su edad que el resto — . Sin embargo, siento que hay una tensión con Géminis.
—¡Ah! Si hasta los perros se dan cuenta. Son celos, puros celos. Los dos se pelean a Lugonis porque Damasus fue alumno de él, y hasta ese momento eran sólo Ilias y el otro — se encogió de hombros — . No sé por qué Piscis los aguanta; demasiado amable para su salud. Creo que hacen falta más compañeros para que se disperse la atención, si me preguntas.
—Debe ser muy solitario aquí arriba... — acotó la muchacha, y Escorpio asintió repetidas veces. Parecía un muchacho ansioso.
—Es cierto, por eso me gusta ir a Rodorio en cuanto puedo. Sino uno se deshumaniza un poco. A Ilias no le interesa ese detalle; pero entiendo cuando Damasus se enloquece por salir. Yo salto de alegría ante cada misión.
—¿Tienen muchas misiones?
—Tendremos muchas. Ahora que ustedes suman números nos serán de mucha ayuda. Por eso celebro tu combate, tu armadura bien ganada y el Juicio a la traidora.
Thais se quedó quieta.
—... ¿Althea?
—Esa, esa — hizo un ademán con desdén —. Fue una completa imbécil. Bien merecido tiene su castigo.
—... ¿Qué hicieron? — Sextante temía en preguntar, pero quería saber.
—Creo que le sacaron un ojo y le cortaron los dedos, sino mutilaron otra cosa. Después se la llevaron a una isla del Mediterráneo y la dejaron ahí tirada — la miró — ¿Damasus no te contó nada? Pidió explícitamente ser su verdugo. Estuvo horas con eso.
Debajo de la máscara, palideció. No imaginaba al gitano siendo cruel y disfrutando el proceso en su nombre. Eso explicaba por qué no estuvo realmente presente.
—No, no sabía. — Escorpio puso cara de haber metido la pata, pero la muchacha hizo un gesto — . Gracias por contármelo.
—No te pongas mal, fue por tu honor.
Honor.
¿Qué honor había en aquello?
Las Casas siguientes también tenían sus Cloths; pero Acuario no poseía la suya y se sentía un lugar ocupado aunque frío y bello, con su observatorio interno y su larga biblioteca.
—¿Está el Santo presente?
—Dicen que está en Siberia, pero no regresó más al Santuario. Es alguien antiquísimo — miró las paredes, mientras las respiraciones de ambos emitían vapor — . Hace un tiempo fui hasta allá; no lo conocí, pero parece que busca a alguien para esa Cloth. El Patriarca lo sabe y lo aprueba. Así que... — se encogió de hombros — A tu pregunta, Acuario está activo.
Cuando salieron del templo, Thais sintió un aroma dulce y enseguida un mareo que le torció la vista. Zaphiri la envolvió con su capa.
—¿Qué... ?
—¡Enciende tu cosmo!
Al hacerlo, la cabeza dejó de dar vueltas pero el aroma saturó la nariz. Era como si quisiera pujar los sentidos hasta reventarlos. La presión en las sienes fue tal que no pudo dar un paso más; hasta que todo se fue con la explosión de otro cosmo intenso y preciso.
—No creí que llegarían tan rápido.
Un hombre pelirrojo bajó los últimos escalones que, notó la joven, estaban cubiertos por rosedales rojos, infinitos hacia arriba. Cubrían el suelo, las rocas y los pilares del camino. Y no había guardias de cruces allí.
—Lugonis de Piscis, pido permiso para pasar por vuestra Casa.
—Permiso concedido — miró a Sextante — . Finalmente nos conocemos ¿estás bien?
—Sí, sí... — miró a Zaphiri, tomándose la cabeza — gracias por acompañarme.
—Espero verte pronto y compartir alguna aventura — saludó con una mano, alejándose. Lugonis entonces dio unos pasos pero se mantuvo a la distancia.
—Te acompañaré hasta que te reciba Altar y él te escolte hasta el Patriarca. Con eso terminará tu rito — sonrió dulcemente — . Las rosas son una barrera conectada por mi energía y protegen la parte más sensible del Santuario. Por eso, si estoy, avísame; si no, usa tu poder. Las rosas detectan enseguida si eres aliado o enemigo.
Se acomodó el cabello que cubría la mitad de su rostro. Sus ojos azules eran algo tristes, pero tenía una belleza muy intensa. Le indicó con un gesto que la siguiera, y pudo ver con asombro como las rosas retrocedían a su paso dejando los escalones limpios, una criatura viva llena de tentáculos espinosos.
—Son las Rosas Diabólicas, ¿verdad?
—Exactamente. Su veneno es fatal para cualquier ser vivo. En menos de un minuto mueres en sueño plácido o en agonía. Ellas deciden a través de mí.
Al ver sus manos con más concentración, notó que estaban cubiertas por guantes negros. No: eran sus dedos. Levantó la mirada y, cerca de la yugular, se asomaban venas ennegrecidas. Movió la boca para preguntar, pero Lugonis la interceptó primero con la mirada.
—El veneno está conectado conmigo... como ya has visto — sonrió con burla — . Debes simular un poco cuando miras.
—Yo...
—No es por ser grosero, por eso no puedo tener contacto. La única alternativa es ser tanto o más poderoso que yo. El resto...
—Lo siento.
Se sintió tonta por no haberse dado cuenta la vida dura de ese hombre. No tener contacto le parecía pesadillesco. ¿Tan irónico era el Destino que le otorgaba un don para cuidar a quiénes jamás podría abrazar?
—No te disculpes, eres mi compañera. Me acostumbre desde niño, no sufro tanto como crees. Los que viven aquí pueden acercarse, aunque mi costumbre es no hacerlo — estiró su mano, mostrando sus dedos — . Pero alguien como tú moriría instantáneamente. No quiero que tengas esa suerte.
—Se lo agradezco.
—No te entristezcas. Es un gran día para tí; tu reconocimiento oficial ante el maestro Sage y ante todos nosotros. Estoy feliz de que nos acompañes en este deber sagrado.
Entre tantas emociones y gente nueva, Sextante había olvidado de la carta. Llegó a su mente cuando pasaron el templo del Pez Dorado y unas escaleras majestuosas marcaron un breve tramo hasta el Templo del Patriarca, antecediendo a la gigantesca estatua de Palas Atenea. Era una vista magnífica.
—Maestro Altar, como Santo Dorado de la Última Casa anuncio el final del Ascenso de Sextante.
—Concedido.
Thais volvió de sus pensamientos cuando vio acercarse a un hombre alto con el cabello largo y blanco, atado como Megara y con una contextura física entre los mantos que engañaba absolutamente sobre su edad. La sonrisa que dio al verla le recordó a Damasus, y le transmitió tal tranquilidad que su cuerpo se relajó y notó lo agotada que estaba después de tantas horas.
Lugonis de Piscis la saludó amablemente y se alejó, dejándolos solos.
—Soy tu maestro en falta, Hakurei de Altar — comenzó, con un tono jocoso y los brazos cruzados. Tenía vendajes por doquier, inclusive en el pecho. Las telas coloridas le recordaban a la gente que vivía en las montañas — . Y lo digo porque debí entrenarte, pero no tenía el modo de hacerlo correctamente. Tuve y tengo que reparar demasiadas hermanas tuyas aún.
—No tiene por qué explicarse. Megara de Perseo fue una excelente maestra. — contestó, con más firmeza de la que deseaba expresar. Eso causó una risotada del hombre.
—Ya lo creo, mira lo que ha logrado — parecía tener un gran sentido del humor — . Me da algo de escozor ser tan ceremonial, pero vayamos rápido al salón. Sage ya está ahí.
Cada vez que mencionaban aquel nombre algo ocurría en el estómago. Altar la miró un segundo con curiosidad, pero le hizo un gesto para caminar a su junto. Allí Thais pudo apreciar los rasgos de los muvianos: sus ojos eran rasgados y no tenían cejas, sino puntos en el ceño. Hasta la piel parecía más blanca.
¿Qué se siente ser la tercera heredera? — la miró de repente — . Aparte de las misiones tendrás que estudiar mucho y pasar bastante tiempo acá arriba. Hay muchas cosas que no deben salir de estas paredes.
—No me molesta estudiar. Pero la verdad es que no caigo en conciencia bien de esa responsabilidad aún. Siento que es mucho para mí.
—Tranquila. Si te gusta leer y eres como mi hermano, aprenderás rápido. A mi me aburre, nada que hacerle — se encogió de hombros — . Por cierto, Damasus te acompaño ¿verdad?
—No... bueno, sí. No realmente. Fue una ilusión proyectada.
—Ay... — se rascó la cabeza con un gesto que lo hacía ver más joven aún, arrugando los puntos con angustia — Es un ladino. Es que... lo retrasé un poco y no encontró otro modo de cumplir. Te pido disculpas, no te enojes con él. Y... de favor, no le digas a Sage.
Thais parpadeó confundida, pero asintió.
—No se preocupe, no diré nada.
—¡Gracias! Eres una reina.— exclamó notoriamente aliviado, haciéndola sonrojar.
Los guardias de la entrada, soldados más armados de los que había visto nunca, les dieron el paso al abrir sus lanzas cruzadas. Hakurei caminó hasta la puerta y escondió las manos entre sus mangas, mirándola sonriente.
Es una audiencia privada, así que hasta aquí llegue. Espero verte pronto, quizás ahora pueda entrenarte en el tiempo que me quede aquí, para honrar la tradición. Damasus tenía razón a todo lo que había dicho de tí. Es un honor tenerte de compañera.
Asintió y, con un gesto, los guardias cerraron la puerta oscureciendo el hall de entrada. El silencio arrasó con sus oídos y comenzó a caminar sobre el piso alfombrado, hasta que una boca de luz la guió hasta el centro, donde las paredes blancas le marcaban signos tallados en el mármol. En el centro había un trono blanco y un hombre vestido de negro sentado en él, con el casco dorado de la sabiduría.
"Rodilla a tierra. Es como un rey" le dijo Megara al principio de ese día. Caminó unos pasos más e inclinó su cabeza. Tomó coraje y rompió la quietud con sus palabras.
—Thais se Sextante se presenta ante el Patriarca del Santuario para recibir sus órdenes.
—Thais...
Hubo algo en su voz; más que llamarla, quería comprobar cómo era decirlo. Aquello la hizo temblar y su cara fue un fuego, oculto gracias a la máscara.
Bajo la vigilia de Atenea te reconozco y te recibo como parte de la Orden — continuó, con una voz neutral — . Tu primera misión está registrada en un reporte a tu derecha, guardado en su estuche de bronce. Te lo llevarás al terminar aquí — ella asintió, y vio que en una mesada pequeña estaba el tubo — . Apenas lo leas deberás dirigirte con los Santos de Plata que están indicados para que te den las instrucciones. Una vez que terminen su misión debes reportarte con ellos, y ellos harán lo propio con sus superiores.
Se detuvo un momento.
Además de eso, recibirás instrucción en este Templo. Y en cuanto Altar esté disponible, será tu mentor. Sextante tiene todas estas aristas debido a su posición.
—Sí, señor Patriarca.
Un ruido la hizo ver que el hombre delante se quitó el casco y lo puso en su falda. A diferencia de Hakurei, su cabello era más lánguido, pero era una gota de agua. Sobre todo cuando la miró a los ojos, casi tímidamente.
—Te prometí hablar de otra cosa más. Por favor ponte de pie.
El corazón de la pelirroja comenzó a tamborilear. El Patriarca se movió incómodo por la situación. Era como si todo lo que vestía le pesara y lo notara después de décadas.
¿Has decidido qué harás?
—... yo...
—Debes pensarlo cuanto antes — le cortó, apresurado por la timidez; los ojos aguamarinas intentaban no ser esquivos, en tanto su voz pareció haberse bajado de algún peldaño invisible para volverse humilde— . Los ojos de la diosa también posan sobre mí; y aunque sea el Regente de este lugar, sigo siendo un pobre campesino que fue elegido por Cáncer. Alguien que ha cometido un pecado terrible contra tí.
Thais jamás había visto a un hombre sonrojarse, pero ahí estaba.
Esa respuesta es necesaria por el destino de ambos. Es mucho lo que te estoy pidiendo, soy conciente. Haré todo lo que tenga a mi alcance para que se cumpla tu voluntad. Sé que estás en igualdad de condiciones; pero te vi como mujer y no puedo dejar de verte así ahora.
—Entonces otorgará la Ley — dijo, animándose a hablar — . Tengo pleno derecho a desafiarlo y abandonar el Santuario; desafiarlo y quedarme bajo su admisión... o aceptar mi condición de mujer.
—Lo que sea que hagas, quedarás expuesta apenas lo haga oficial.
—¿Cualquiera sea mi opción?
Sage reclinó su cuerpo en el trono con más ganas de huir que de quedarse. Luchaba incansablemente porque el rojo se fuera de su rostro, pero era imposible. Thais sonrió ante ese gesto, que le impregnaba una belleza particular; una humanidad poco vista para alguien así.
Damasus tenía razón, era lindo incomodarlo.
—Piénsalo bien — insistió, cuando pudo calmarse internamente — . Es un camino que nos trazará el futuro.
—¿Cuándo deberé darle una respuesta?
—Cuando tu misión termine y regreses.
—Así será.
Tomó el tubo entre sus manos y se inclinó, alejándose hasta que los soldados le abrieron la puerta.
Allí donde sus miedos la acompañaron durante mucho tiempo, los dejó tirados a los pies de ese trono junto al Comandante en Jefe del Santuario. Un hombre que a pesar de poseer tanta sabiduría, poder y edad, continuaba sonrojándose como un muchacho.
¿Tenía temor? Sí. Su futuro dependía de eso y sólo ella tenía las de perder. Pero, al mismo tiempo, jamás se sintió tan poderosa en toda su vida.
Quizás por eso se retiró con el paso orgulloso de una reina, en un salón que volvería a pisar por muchos años.
—00—
—El enlace—
La primer misión de Sextante no fue compleja, pero su parte en la investigación fue eficiente. Con esos datos, sus compañeros de Plata pudieron viajar hasta Florencia, en Italia, y perseguir una pista concreta de su objetivo, al que se dedicaron buscar sin descanso. Sin embargo, no contaron con que aquello tardara meses. Y como aún no tenía autorización de salir de Grecia, la misión no estaba completa. Por tanto, la respuesta se dilataría.
"Las misiones en suspenso son un común en mi vida; no te preocupes, continúa con tus otras cosas" le dijo una vez Megara, mientras ambas caminaban en Rodorio ". Ya no depende de tí de todos modos. Y sé que tienes toneladas de cosas para estudiar... no quisiera estar en tus zapatos."
Cuando el tiempo se lo permitía, visitaba a Samara en el pueblo y a Anabelle, sumida en las funciones de capitana. Linile tenía sus propias misiones con otros Santos, y Olivia había decidido viajar hacia otra ciudad. Tenía vocación de enseñanza, así que sabía que sería más útil como tutora en otro lado.
Las cosas habían cambiado muy rápido para todos. Y desde aquella primera charla con el Patriarca, los días fueron estrellas fugaces que pasaron sin parar.
En los primeros tiempos se le dejó seguir en su vieja cabaña. Hakurei arregló las cosas construyendo una sencilla biblioteca de madera que le había permitido llevarse todo lo que pudiera salir de la colección de Sage. Al terminarlos, los devolvía y volvía a empezar. Cuando Altar la recibía entrenaban juntos, en base a las sugerencias de Ilias. Amén de eso, Damasus siempre le daba sorpresivas visitas para distraerla y llenarla de panes con miel, confesa enseñanza de Lugonis.
"Los chicos preguntan mucho por tí. Termina pronto de estudiar esto y ve por más. Has dejado una linda impresión."
Las visitas y los entrenamientos eran, por supuesto, esporádicos. Todos tenían mucho que hacer; pero los meses se hacían llevaderos y hasta entretenidos. La mente de Thais se ampliaba a pasos agigantados y en poco tiempo comenzó a entender latín, inglés y francés. Podía sentir una rutina plácida por primera vez en su vida.
En todo ese tiempo, sin embargo, no había vuelto a cruzar a Sage. Este pasaba semanas viajando en incógnito, recopilando datos para volver a partir. Hakurei debía quedarse para suplirlo y ordenar a los Santos Dorados, que también estaban en misiones; pero no parecía muy disgustado desde que había conocido a Damasus.
Pronto la ocupación hacia la pelirroja fue casi plena, pues ya había manuscritos que no podía sacar del Templo y comenzó a quedarse cada vez más tiempo en aquel recinto. Antes de notarlo, Sextante ya tenía su propia habitación en una ala de huéspedes. Inclusive, ya conocía los pasadizos secretos y los estantes más viejos de la biblioteca milenaria; cosas que ni el Patriarca leía. Y mientras su presencia se hacía cada vez más fuerte, la situación comenzó a tornarse extraña.
—Ay ay ay...
Esas lunas y soles no sólo habían pasado para los pensamientos de Sextante, sino para los del viejo Cáncer. Sólo Altar sabía cuánto le costaba a su gemelo concentrarse en cada cosa que tenía que hacer, siendo que lo sabía disciplinado y sesudo. Cuando se lo comentó a Géminis, este estalló de la risa.
¿No te suena familiar?
—No, y no sé de qué te ríes — le respondió disgustado, terminando de comer el arroz de su cuenco con las manos. Damasus lo miró con picardía, tomando su sopa —. Sage está sufriendo.
—Por supuesto que sufre. El amor es así.
—... ¿perdón?
—Amor. A—m—o—r, ¿lo dije bien en griego? Eso — señaló, terminándose el agua de su vaso — . Tu gemelo está enamorado.
—... ¿De quién?
—¡Eres un viejo tonto! ¿Es casual que haya decidido no estar desde que habló con Sextante?
Altar se puso morado y tosió el arroz, haciéndolo reír. En cierto modo se puso feliz.
—¿Debería... ?
—No se le pregunta a una dama — le cortó de repente — . Si ella no quiere decirlo, nosotros no sospechamos ni sabemos nada. Creo que lo que está pasando es desconocido para ambas partes. Quizás del único que sepamos alguna vez algo es de tu hermano. Él tiene la potestad.
—Pero la decisión es de ella. La Ley marca su vida, no la de Sage— lo miró preocupado— . Deberíamos hacer algo a su favor.
—Seamos inteligentes, querido mío. Sextante está bien, las cosas se decantan solas — le tomó una mano y le besó afectuosamente los nudillos — . Mnh, ¿te vas a comer ese pan?
Hakurei se lo dio, pero ya había tomado una determinación. No se quedaría de brazos cruzados viendo una indefinición eterna. Odiaba esas situaciones.
Aunque fuese indirectamente, empujaría la corriente hacia algún lado.
—0—
—El Desafío del Espejo—
Thais de Sextante comenzaba a ubicarse en su rol y en la posición que tenía. Ante la ausencia de Sage, Hakurei podía pasar más tiempo concientizándola de ese hecho; además de asegurarse si todo estaba realmente bien.
"Tienes que saberlo todo; no te pido que recites versos antiguos de memoria como mi hermano, pero si que conozcas todo lo que puedas de la logística y las bases de datos importantes en los pasadizos y demás."
En la medida en que la convenció junto con Damasus de que la estrella la había elegido a ella porque era capaz, comenzó a pensar como adulta. Sin embargo, el paso del tiempo también volvió a solidificar la reverencia que le debía al Patriarca, quitándole la confianza de los primeros días.
Las costumbres pesaban más de lo que parecía.
—Entiende todo con rapidez, pero recobró esa distancia que la vida le enseñó a latigazos — comentaba el anciano a su compañero, luego de haberla entrenado durante toda una jornada —. Es difícil quebrar un mundo tan estructurado para ella. Pero hay que cambiar eso, debe ser conciente de que a la hora de enfrentar al enemigo somos todos iguales. Su instinto debe funcionar en esa dirección.
Altar le contó entonces que, cuando eran niños, en Mu había una manera de agilizar la teletransportación y la telequinesis natural: se requería un desarrollo estricto de la intuición; desarmar con la mente y sin el cosmo la materia en átomos, descifrarla y controlarla.
Debe ser la lectora de estrellas por excelencia; ver un mapa estelar y descifrar distancias con la vista. Sabe pelear, pero tiene que combinar— se acomodó el cabello —. Para eso debe descifrar una incógnita y resolverla más rápido de lo que enciende su cosmo — se señaló — . Nosotros seremos lo que debe resolver, y sólo podrá lograrlo entendiendo la esencia misma de lo que somos; sin títulos, historia, ni pasado. Dos seres iguales contra otro.
—¿Crees que funcionará?
—No es un capricho, querido mío. Continúo con el deber de instruirla; esta vez evocaré un factor más en la ecuación: El tiempo está desdibujando la familiaridad que Sextante debe mantener como heredera. Esto la determinará a tener una nueva visión, y saldrá beneficiada con el aprendizaje de todos modos. Además, será una vía de acción para ese tonto, si es que quiere hacer algo.
Damasus escuchó con toda atención. Era relevante en muchos sentidos hacer que ambos se acercaran... sea del modo que fuere.
Cuando el Patriarca regresó de su último viaje y Hakurei le propuso la idea, Sage se puso nervioso y su comportamiento pasó de solemne a hosco en cuestión de horas. Había vuelto peor de lo que se había ido, atribulado con el asunto. Sin embargo, su gemelo le impidió cualquier escape a la situación.
—Es ridículo.
—Debes entrenarla como yo, es tu heredera también. ¡Deja de escaparte! Afronta las cosas de una vez para continuar. Aún tienes un Santuario que dirigir — colocó su mano en el hombro — . Esto tiene que terminar.
Sage no tuvo más alternativa que asentir.
—0—
Esa mañana Thais intuyó que esa jornada sería significativa para su vida.
Se levantó de la cama blanca con calma. Esa habitación, otrora temporal, se había convertido en suya a pedido del mismo Hakurei, pues quería tenerla más cerca y que tuviera a su alcance lo necesario para formarse. Aunque la dejaba bajar cada vez tenía menos posibilidades, y sus amigas estaban preocupadas por su ausencia.
No nos hagas sentir que te olvidas de nosotras. Te extrañamos, saca la nariz de los libros por favor...
Un espejo la reflejó al tener ese recuerdo. Las extrañaba también, pero ella tenía esas prioridades y no sabía cómo decirles sin que la creyeran presumida. ¿Quién tenía el privilegio de vivir allí sin ser dama o Saintia, después de todo?
Despejó sus pensamientos en el desayuno; se ató el cabello en un gran rodete firme, precalentó los músculos, se vistió y calzó la máscara. Estaba inquieta, pues Altar había insistido que fuera liviana y sin la armadura.
"¿Me hará conocer el Yomotsu? No sé si estoy preparada para eso"
Al subir los senderos fue hilando posibilidades. Sabía que el gemelo del Patriarca también había sido candidato a Cáncer, así que no era una teoría descabellada.
Es aburrido ser un Santo Dorado. Soy mas feliz siendo de plata y reparando cloths.
Sextante entendía que Hakurei no lo decía tan seriamente — de hecho, pocas veces hablaba seriamente, pero era honesto. Aun así, el imaginarlo entre los muertos la inquietaba ¿Cómo verían el mundo personas tan longevas que pasaron guerras, perdieron tantas cosas y tantas personas, para seguir viviendo?
En el camino encontró a Damasus vestido de un modo casi espartano. Sin perfumes, ni adornos ni velos. Llevaba el cabello ondulado atado a la nuca y se veía extraño pareciendo tan... masculino. Estaba apoyado contra un pilar con la espalda recta, la mirada baja y las piernas cruzadas.
—Será algo difícil — le dedicó una sonrisa —. No dudo de tí, pero me da un poco de miedo que te sientas incómoda... — Caminó hacia ella con largas y elegantes zancadas de hombre — De todos modos, si quieres detener todo esto en algún punto búscame ¿De acuerdo? — le acarició una mano y luego le beso la frente, alejándose como había llegado.
Thais supo que no sería otro ejercicio más. Delante del sendero dos siluetas del mismo tamaño se acercaron lentamente. Dio un paso atrás cuando supo que estaba frente a los gemelos muvianos. Sus rostros estaban cubiertos por máscaras de madera sin forma, con hoyuelos que apenas podía adivinar eran los ojos. Tenían el mismo peinado, una trenza larga que no dejaba un pelo fuera de lugar.
"Ropas de entrenamiento antiguas. Tienen la misma estructura..."
Hakurei había sido claro: tenía que distinguirlos por simple ingenio humano. Apenas se movió, saltaron contra ella para un ataque cuerpo a cuerpo. Se movieron en una armonía perfecta, y el siguiente golpe convenció de algo también a Sage: Thais era buen metal, pero debía ser templada para llevar adelante todo su potencial. Su alma se calmó con este pensamiento y se centró en el movimiento sincronizado.
La pelirroja, por su lado, comenzó a pelear enserio. Salió de su asombro a tiempo para esquivar la primera patada. Hakurei sonrió tras la máscara, reprimiendo una carcajada de satisfacción cuando Sextante comenzó a devolver los golpes a ambos con bloqueos, puños y patadas que los obligaba a esquivar. A pesar de que lo hacían al unísono, los paraba con brazos y piernas; plantada en sus pies y evitando retroceder aunque estuviera en desventaja. Sin darse cuenta, tomó a los dos como si fueran un sólo guerrero.
Les había perdido el miedo.
"Debe haber algo..."
Los gemelos peleaban sin siquiera respiros irregulares; hasta el modo en que se movían las trenzas por la gravedad era exactamente el mismo. Por concentrarse de mas, una patada a su pecho la tambaleó, quedándose sin aire por un largo segundo. Sintió la sangre en su boca pero la tragó, manteniendo el orgullo. Ambos hombres quedaron con la pierna levantada en una figura extraña y tenebrosa, esperando que se moviera.
"Tengo que pensar en cómo acercarme a ellos."
Movió apenas un pie y contraatacaron, bajando los talones en simultáneo. Ella lo esquivó y, cuando miro el suelo, vio que los pies lo habían roto.
Esa podría haber sido su cabeza.
"Solo tengo dos golpes más que me pueden dar a esa velocidad. Si van progresivamente, la siguiente vez de ésta no tendre chance y me dejarán inconciente. Supongo que allí terminará la prueba y habré fallado."
Aprovechando el cálculo de la velocidad y su propia fuerza, se lanzó hacia ellos en algo poco inteligente. Ambos gemelos se sorprendieron por la osadía, pero ella no los atacó: los rodeó lo mas rápido que pudo, saltó en el aire en las milésimas de segundo que tuvo y les vio la espalda. El rabillo del ojo le alertó de algo y, cuando lo encontró, supo que podía descubrirlo de una sola manera.
Estiró ambos brazos y una de las manos levantó dos dedos.
—¡HILOS ESTELARES!
Patrones de luz salieron de sus dedos que apuntaron hacia su blanco. Los gemelos lo esquivaron, pero el hilo los rozó. Al caer al suelo, señaló con seguridad al de la derecha.
Sage, su cabello es cuatro milímetros más corto que el de Hakurei — dijo segura — ; al verlos de espaldas pude notar la diferencia. Usé mi Hilo como regla de medición.
El Patriarca se quedó paralizado. Por un momento guardó silencio, mirándola como a un verdadero enemigo. Segundos después, el estado de alerta pasó y volvió su sentido de la realidad. El golpe de Thais había sido tan certero que Sage se sintió instintivamente amenazado por su presencia.
Los gemelos habían perdido frente al Santo Femenino de Sextante.
—Es la primera vez en muchas décadas que me siento feliz por una derrota — Hakurei se quitó la máscara y dio una carcajada limpia; luego Sage, más serio, hizo lo propio. Allí ella pudo ver lo diferentes que eran en su simetría — . Detesto no hablar... pero no lo hicimos tan mal.
Sextante salió de su burbuja de triunfo y se reverenció.
Lo has hecho maravillosamente Thais. Estoy orgulloso de ti, y creo que el Patriarca también. Esta ha sido una pequeña muestra de tu astucia.
—Gracias.
La voz de la joven parecía cortante, pero estaba nerviosa. La mirada directa de Sage sobre ella dio todas las respuestas que Altar necesitó en esos meses.
—Descansa, te lo has ganado. A menos que Cáncer sea un cretino exigente, yo te daré el resto del dia. Dedicate a estudiar y a relajarte. Hoy has aprendido más de lo que puedes dimensionar.
—Si Sextante quiere estudiar en mi estudio, no tengo inconveniente. — susurró entonces el Patriarca, con una tonalidad desusadamente dulce. Hakurei lo miró de reojo y sonrió apenas. Ya no había dudas.
Supo que su hermano quería tenerla más presente en su vida que el día anterior.
—00—
