Oscuridad, donde pertenece, donde nunca debió salir, porque nunca debió vivir.

Manuel nunca debió nacer y abandonar la oscuridad.

Manuel nunca debió existir.

Nunca debió haber respirado, visto o amado.

Porque pertenece a la oscuridad infinita y abrumadora, de allí donde el amor no es más que un triste recuerdo nostálgico para aquellos seres que pertenecen a ella. Pero aun así Manuel sabe lo que es amor, puede respirar aire fresco, puede sentir su piel arder cuando le acarician y puede sentir el corazón bombear bruscamente contra su pecho al sentirse así.

Porqué Manuel abandonó la oscuridad porque encontró la luz.

― ¡Manuel!

Porque Manuel conoce lo peor de este mundo pero aun así se niega abandonarlo todavía.

― ¡Manuel coño de tu madre!

Porqué Manuel también conoce los colores que no son parte de la oscuridad, porque Manuel puede ver.

Fuck, Manuel wake up!

Porqué Manuel puede sentir.

Please, Manuel, open your eyes!

Porqué Manuel puede llorar y reír.

― ¡Hijo de tu chingada madre despierta y levántate!

Porqué Manuel puede amar.

― Vamos, tu puedes dude, c'mon

Y porqué Manuel también puede...

― Y puedo odiar…― susurró.

No importó ni el dolor constante en su cabeza ni las ganas de vomitar, no importaron.

Porque puede sentir.

Yoxozoincek, fokude

El castaño gimió en respuesta cuando la criatura frente a él le tomó del cabello tirándolo para que se levantase.

― Un kryok, un kryok…― susurró.

Un kryok, una de las criaturas bárbaras más salvajes y peligrosas en el mundo conocido por los reinos, criatura de los reinos malditos. Eran altos, más de dos metros con extremidades largas, su piel escamosa de color violeta que se escondía bajos las armaduras de guerra que portaban.

¡Yoxozoin, fokude, ¿zoinfrauden?!

De ojos amarillentos, afilados dientes, sus largas manos y fuertes brazos.

¡Main!

Miró fijamente a los amarillentos ojos del Kryok, este le miraba impaciente esperando una respuesta o algo. El castaño atinó a respirar lentamente recobrando su respiración.

― No hablo tu idioma, Kryok

Manuel si hablaba un poco, pero apenas y podía entender, sabía lo básico. Este le miró ahora furioso, lo soltó de golpe comenzando a gritar hacia los otros Kryok que se encontraban junto con Alfred, Mathew, Maximiliano y Pedro.

¿Trak resta?

"¿Qué hacemos?"

Manuel apenas y pudo distinguir lo que decían por medio de los gritos.

Dirkte Estur futrake, Lovino, Feliciano yak Manuel

Distre, matar.

Futrakea, príncipes.

"Matar príncipes de Estur, Lovino, Feliciano y Manuel."

El castaño olvidó como respirar al sentir los fríos ojos del Kryok que se acercaba determinado con una daga de brito con él.

―"Al parecer tu entender un poco lo que nosotros decir" ― comentó al ver la reacción del chico.

Debía hacer algo, los kryok no actúan solos, si había unos cinco en la habitación junto con ellos…

El castillo debería estar repleto.

―"Yo no poder prometer que será no doloroso, príncipe"

Su cuerpo tembló y sudó frio, el terror le abrumó y las palpitaciones de su corazón parecían escucharse por toda la habitación, no por él, sus hermanos estaban en alguna parte por el castillo.

Alfred comenzó a gritar al ver la daga de brito en la mano del Kryok frente a Manuel, Maximiliano apretó fuertemente entre sus brazos al príncipe Mathew que ahogaba sus sollozos cubriendo su boca y Pedro quedó en blanco.

―"Después de tú…"― Manuel soltó el aire contenido al tener a centímetros de él la cara de la criatura frente a él. Esos ojos amarillentos que parecían penetrar su alma―."Iré por tus hermanos"

Hermanos…

Alfred cubrió su boca al ver la daga próxima a Manuel.

Irá por ellos, después de matarme.

Los pensamientos de Manuel llenaron su mente y el miedo desapareció.

―"No lo creo" ― susurró el castaño.

El Kryok sonrió cínico moviendo la daga rápidamente para incrustarla en el corazón del príncipe de Estur, pero nunca pasó. El Kryok bajó la mirada a su torso confundido chocando con la imagen grotesca de su cuerpo mutilado.

El cuerpo muerto y frio cayó al suelo abruptamente, todo fue tan rápido que los otros cuatro kryoks apenas pudieron procesarlo. Todos reaccionaron sacando sus armas para defenderse mejor agudizando sus sentidos al máximo, pero el ruido de sufrimiento al ser despedazados los dos próximos kryoks desconcertó a los dos restantes que retenían a los otros humanos.

Fueron segundos cuando reaccionaron, segundos cuando el tercer kryok se encontraba ya en el suelo descuartizado. El único Kryok en la habitación tomó a Mathew fuertemente llevándoselo lejos de los brazos de Maximiliano.

―" Si te acercas, lo mataré" ― dirigió su daga de brito al cuello del rubio, quien cerró los ojos con pánico sintiendo las lágrimas correr por sus mejillas.

Maximiliano retuvo a Alfred, con ayuda de Pedro, quien intentó atacar a la criatura al tomar a su hermano como rehén. Sin respuesta alguna apretó la daga más fuerte, miró alrededor buscándole sin hallar rastro de él, comenzó a retroceder con sigilosos pasos con dirección a la puerta asechando cada rincón de la habitación.

―"No iras a ninguna parte"

Al no sentir más el agarre de la criatura Mathew corrió donde su hermano que lo apretó fuertemente evitando que mirase la escena frente a ellos. El resto miraron escépticos como las extremidades de las criaturas se encontraban en el frio suelo y su cuerpo descuartizado con sus intestinos fuera.

Silencio, el silencio abrumador llegó y pronto agudizaron la mirada conteniendo las ganas de vomitar al ver el corazón de la criatura entre las ensangrentadas manos del príncipe.

― Estamos a salvo, por ahora…― susurró.

Con sus ropajes cubiertos por la azul sangre de las criaturas, el castaño se dirigió hacia la puerta y antes de tomar el pomo se dio media vuelta.

― Nos quieren matar, a mí y mis hermanos― habló―. Mis hermanos están en peligro.

Y salió, dejando atrás los descuartizados cadáveres de los kryoks y a los cuatro asqueados.

― Que puto asco― susurró Pedro al ver los cuerpos en el suelo.

― No es ni la primera, ni última vez que sus manos se mancharan de sangre por sus hermanos― susurró Alfred.

― Vamos, tenemos que irnos.

Feliciano esquivó rápidamente la daga de brito que se dirigía a él. Miró a todos lados al ver cómo era acorralado cada vez más por los kryoks, pero lejos de estar asustado se mantenía tranquilo.

― "La desesperación lleva a la muerte y desgracia"― recordó las palabras de su experimentado abuelo―. "Mantener la cabeza fría es sinónimo de sobrevivencia"

Cerró los ojos normalizando su respiración, sintiendo el tiempo detenerse. Las manos se apretaron, sus oídos se agudizaron y sus pies picaron.

― ¡Feliciano!

Sus ojos abrieron abruptos observando a su hermano atravesando a la criatura frente a él con una espada en mano.

― ¡Fratello!― gritó

Feliciano esquivó el cuerpo inerte que caía a un lado suyo aproximándose donde su hermano, sin palabras ambos se abrasaron por un momento, comprobando que seguían vivos.

― ¿Dónde está Manuel? ― El menor miró a su alrededor al formular la pregunta dejando finalmente que los nervios apoderarse de él.

― No lo sé, pero pronto llegará, no te preocupes

Lovino colocó detrás de él, de forma instintiva, a su hermano al ver las criaturas acercarse. Feliciano apretó el agarre de sus manos y Lovino le miró comprendiendo el mensaje.

Ambos cerraron los ojos, dejándose llevar por las sensaciones que recorrían sus cuerpos, tomados de las manos. La luz de colores doradas se hizo presente alrededor de los gemelos, sus cabellos flotaron al igual que sus ropajes. Abrieron los ojos levemente, observando como aquellas criaturas malditas se alejaban procurando no ser alcanzados por la luz.

"Patrem"

Los gritos de las criaturas de intensificaron, desesperadas algunas se lanzaron con la daga en mano, pero antes de siquiera tocar a uno de los gemelos eran desintegrados por la intensidad de la luz.

"Defendat nos et parvuli nostri"

Las criaturas gritaban mientras sus pieles ardían por la luz, desintegrados los cadáveres se convertían en polvo que cubrió la habitación.

"Et custodiat te"

Los gritos cesaron.

"Cordibus nostris"

Aun con las manos entrelazadas abrieron los ojos, viendo la habitación inundada en color oro.

"Animarum"

La luz comenzó a desaparecer, y causa de que se encontraban de noche, la habitación se inundó de oscuridad.

― Señor Lovino, señor Feliciano

Levantaron sus caras, y Antonio sintió un leve temblor.

Sus miradas estaban desconectadas, de colores morados.

También, la habitación que esta incendiada, y tragó duro al ver un brazo a medio desintegrarse. Tomó aire y se encaminó hasta los hermanos aplastando el brazo.

― Vamos, debemos escondernos― tomó la mano de Lovino y ahí fue cuando este le miró a los ojos.

Indiferencia

― Vamos― le susurró a su hermano que se desconectó de su mundo, pestañeando reiteradamente

― Si― susurró mientras ambos eran arrastrados fuera de la habitación.

Corrieron por los pasillo, ahora ambos despabilados siguiendo al caballero Antonio. Escuchaban rugidos de las criaturas por todas partes, era de noche y las pocas antorchas que alumbraban los pasillos se iban apagando gracias a las ventanas abiertas en diferentes lugares y como el violento aire hacía las cortinas volar. Vidrios esparcidos por el lugar, pasando sobre estos los tres llegaron hasta una esquina.

― Por aquí― Antonio apretó un interruptor que permitía abrir la compuerta que llevaba a un lugar secreto, difícil de encontrar y seguro. ― Adelante

Lovino agarró de la mano a su hermano entrando él primero, Feliciano miró detrás de él y como Antonio le dedicaba una sonrisa, pero su mirada cambio al escuchar rugidos detrás de él.

― ¡Antonio! ― El menor gritó, rompiendo el agarre de su hermano que inmediatamente se dio la vuelta deteniendo su paso para observar que sucedía.

Diez…No, quince criaturas observando a los príncipes estaban frente a Antonio que cubría la entrada con su propio cuerpo.

― ¡Adelantaos! ―gritó, sacando su espada que comenzó a brillar de tonos verdes, se puso en posición mientras algunas criaturas se acercaban amenazantes.

― Antonio― susurró el mayor, incapaz de creer lo que veía al igual que su hermano, el grito del menor le hizo reaccionar y se dirigió hasta el tomándolo del brazo fuertemente deteniendo su paso, lo tiró detrás de su cuerpo cerrando la compuerta observando por lo que parecía ser una última vez los ojos verdes de Antonio. Ignorando el llanto de su hermano, lo tomó de la mano entrelazando sus dedos haciéndolo avanzar sin mirar atrás.

Su corazón palpitaba bruscamente, pero mantenía la calma por su hermano, su pequeño Feliciano que lloraba en silencio junto a él caminando juntos por el oscuro pasillo. Levantaron sus manos libres haciendo salir pequeñas luces de sus palmas de colores dorados que recorrían el pasillo demostrando lo largo y casi infinito que era. Lovino apretó las manos de su hermano comenzando a correr, necesitaba llegar pronto y colocar a su hermano en un lugar seguro. Manuel llegaría, siempre lo hacía, siempre los encontraba, fuera el lugar que fuera, su hermano mayor siempre encontraba a los gemelos sacándolos de la oscuridad sacrificando su propia luz para que alcanzaran el sol con sus propias manos mientras se hundía en un hoyo negro y sin profundidad.

― Estará bien― susurró tratando de convencer a su hermano―. Lo conocemos, se salvara ese maldito bastardo y volverá con nosotros, prometió siempre estar con nosotros, lo hizo

Feliciano observaba a su hermano en silencio mientras recorrían el último trazo hasta llegar a un lugar circular con muchos caminos para seguir, Lovino invocó las criaturas doradas que volaron por los diferentes lugares para encontrar el correcto.

― Por aquí― susurró el mayor tirando de su agarre para ir por un camino a mano izquierda y seguir su camino

Feliciano no pudo evitar de pensar que aquellas palabras que dijo su hermano fueron más para él mismo que para él, en silencio observó las pequeñas lágrimas de su hermano mientras este susurraba.

― Lo prometió, lo hizo, él lo prometió

La habitación era un desastre, todos hablaban entre susurros preguntándose que estaba pasando haciendo los rumores recorrer el lugar. Gilbert mordió su labio al llegar incapaz de encontrar a su hermano entre las personas.

― ¡Bruder! ― El gritó le hizo mirar hacia la izquierda y ver a su hermano levantando su brazo par que se le hiciera más fácil encontrarlo. Saltó desde la altura, asustando a algunos que retrocedieron al verlo ensangrentado y con una mirada friolenta y desesperada, dirigirse hacia su hermano menor. No importó, cuando Gilbert llegó hasta Ludwig el rubio lo abrazó fuertemente manchando sus ropas de la sangre azul que cubría al mayor.

― Estas bien― susurró el menor cerrando sus ojos aliviando la desesperación que había crecido al no poder encontrar su hermano cuando llegó.

― Tu también― susurró el mayor golpeando la espalda del rubio suspirando aliviado. Se separaron intercambiando sonrisas, Gilbert acarició la cabellera del rubio riendo levemente.

― Gilbert― La voz de su padre los hizo reaccionar. Ambos giraron para encontrar al rey que se acercaba a ambos, cuando estuvo frente al mayor le sonrió aliviado palmando su espalda aliviado. ― Que bueno que estés bien

― Si, usted también, padre― rió levemente.

― ¡Ludwig, Gilbert! ― un grito hizo a los tres reaccionar observar como Matthew se acercaba a ellos seguidos de Maximiliano, Pedro y su hermano mayor, Alfred. ― ¿Manuel no ha llegado?

El comentario hizo a los hermanos Euphorianos mirarse entre sí, negaron con la cabeza viendo el rostro desesperado de Mathew y como Alfred lo envolvió en un abrazo para reconfortarlo.

― Estábamos en la sala los cinco… ― comentó Pedro―…cuando llegaron los Kryoks y nos atacaron, luego de deshacerse de ellos Manuel fue corriendo a buscar a sus hermanos, dedujimos que lo buscaría aquí… nos equivocamos compadre, el pendejo se fue por su lado

Gilbert desesperó, pero su hermano apretó su hombro en señal de tranquilidad. No podían perder la cabeza ahora mismo, necesitaban planear las cosas de forma correcta para que todo saliera bien. El rey de Euphor suspiró pasando sus manos por el pelo tirándolo hacía atrás en señal de frustración.

― Vayan― dijo finalmente, no podía con la mirada desesperada de los hermanos que buscaban su aprobación de realizar una búsqueda―. Solo tengan cuidado―: añadió.

― Si, padre― respondieron casi de inmediato partiendo su camino hacia la salida.

Quedando atrás, Mathew rompió en llanto al ver a Francis correr hacia él, Maximiliano se limitó a sonreír y el rey de Euphor sonrió tratando de no demostrar su nerviosismo.

― Mi majestad, ¿Dónde se encuentra el rey Rómulo? ― preguntó Pedro

Con eso bastó para que sus ojos se abrieran y lo mirara casi como si hubiera dicho algo irrespetuoso hacia él, Maximiliano mordió sus labios entendiendo aquello y Pedro suspiró.

― Está afuera… solo

Por su lado los hermanos salieron del escondite, hombro a hombro, y al salir de los largos laberinto de pasillos se encontraron con el lugar a oscuras, el viento entraba de forma brusca y el frío se hizo aún más presente, las ventanales estaban rotos y los cristales de colores que adornaban estos mismos estaban repartidos por el suelo mientras la lluvia entraba mojando todo a su paso. Caminaron juntos, hombro a hombro, Ludwig por la izquierda el lado de la pared y Gilbert por la derecha por el lado de las ventanas. La tormenta hacía reaparecer luz gracias los relámpagos y truenos que esta ocasionaba, no tenían otra opción que confiar en sus instintos y guiarse por el lugar a oscuras, no se podían dar el lujo de llamar la atención con alguna antorcha.

Un rugido lo suficiente fuerte para hacerlos girar bruscamente sonó detrás de ellos al final del pasillo. Casi treinta criaturas, no solo kryoks, se encontraban frente a ellos listos para atacar, con la mirada afinada y sus ojos aterradores como sus aspectos, a unos pasos frente a ellos estaba algo que no lograron identificar de forma clara, era negra y borrosa, casi distorsionada que impedía verle con claridad, aun así los hermanos juraron ver una sonrisa con no muy buenas intenciones de aquella criatura mientras apuntaba hacia ellos emitiendo el mismo rugido de hace segundos atrás fuerte y chillona, casi como si le estuvieran torturando, dando la señal de atacar.

Gilbert miró de reojo a su hermano, ambos jurando proteger al otro con la luna de testigo de sus almas, más no podía ver por las nubes que le censuraban tal acto de amor mutuo de hermanos.

―Hasta la muerte― la voz de la luna hizo retumbar el lugar, Gilbert sacando su espada plateada que reflejó el color rojizo que adopto el cielo gracias a la luz que resplandecía la luna roja como sus ojos…

― Hasta la muerte― dijeron ambos, casi como una posible despedida

Y hasta más allá de lo que consideramos muerte