Sacó la espada que se encontraba incrustada en la criatura, esta cayó inerte al suelo provocando un ruido seco. Su aspecto era, literalmente hablando, una mierda considerando que estaba bañado en sangre de diferentes criaturas que fueron apareciendo cada vez más. Estaba desesperado y casi enloquecido por encontrar a sus hermanos, su corazón palpitaba fuertemente y la excitación estaba en su punto auge, no podía parar. Aunque cierta satisfacción crecía dentro de sí al ver aquellos cadáveres descuartizados, su mente se centró en seguir buscando, recuperando mínimamente la cordura. Siguió su camino pasando sobre la sangre, los intestinos y miembros esparcidos por el lugar, ignorándolo como si fuera normal. Salió de la habitación y casi de inmediato su vista se agudizó, miró como el pasillo estaba con leve manchas de sangre rosa, verde y azul, o eso imaginaba ya que su vista aunque era menos limitada como la de los demás, era como casi un gato, veía solo las sombras y el mínimo movimiento de ellas, pero conocía la sangre de esas criaturas así que imaginaba el cuarto anterior como un lienzo pintado por un excéntrico artista.

Caminó en silencio, sin ruido alguno ocultando su presencia al ver a una criatura al fondo del pasillo. Era grande y ancha con una forma extraña, no importaba ya que parecía no haberse percatado aun de su verdugo a unos metros. Siguió, como si de un felino se tratara, hasta colocarse detrás de aquella enorme criatura. Empuñó la espada entre sus resbaladizas y ensangrentadas manos próximo a atacar.

― ¡Puta madre! ―exclamó al reconocer la figura ante a él, pero era tarde y toda su fuerza en atacar se dirigía a él.

La persona frente al castaño se dio la vuelta con la mirada que demostraba asombro y se corrió a un lado. Casi de inmediato otra espada blandió la suya mandándola a volar a metros lejos del castaño. Gruñó en voz baja alzando la mirada observando a la criatura que había aparecido, era un soldado Mit que estaba concentrado en ubicar su corazón para asesinarle. El Mit se abalanzó sobre él príncipe con la espada en mano, casi de inmediato la luz entre sus propias manos parecieron haciendo crecer una extraña sensación en el ambiente, puso la mano frente a él cuándo la espada se encontraba a unos centímetros de su corazón, y al hacer contacto la espada se evaporó entre una negra aura proveniente de sus manos que anteriormente era de un color dorado. El Mit soldado chilló en su oído con la intención de aturdirle mientras Manuel se encontraba con la defensa vulnerada, una de sus manos se dirigió al rostro del Mit que mantenía los ojos cerrados, un grave error, mientras la palma abierta hacia contacto con su cara y empezaba a gritar de agonía. Con la otra mano, después de que la espada enemiga evaporara, tomó su cuello para que con la otra que fundía su rostro entrara de forma salvaje por su boca. Indagó profundamente hasta llegar a cierto punto donde su puño dentro de la garganta del Mit se abrió haciendo sus uñas, que se habían convertido en una especie de garras, destrozaran la garganta del soldado. Sin estar tranquilo, con la paranoia de que la criatura reviviría de forma repentina, arrancó su cabeza junto con su columna vertebral. Soltó la cabeza unida a la columna de la criatura inerte frente a él. No sentía nada, la persona que se mantuvo en todo momento distante observó los ojos pálidos y sin vida de Manuel que se pudo ver gracias a los relámpagos continuos que el cielo manifestó.

― ¿Qué hace aquí, mi príncipe?

Su voz era tranquila, ignorado lo sucedido, ¿Quién era él para reclamarle? También se divertía haciendo su trabajo, pero parecía que el príncipe no lo disfrutaba del todo, su mente estaba atormentada o quizás estaba mal y solo le daba igual.

―Estoy buscando a mis hermanos, ¿los has visto Iván?

― No, mi señor― el nombrado negó―. ¿Pero no deberían estar en el refugio?

―No―respondió inmediatamente al caballero―. No lo creo, además no puedo ir a afirmarlo, si voy seguramente no me dejaran salir de allí. Voy a buscar por todos los rincones de este castillo si es necesario, para que la idea de que estén allá se cruce nuevamente por mi cabeza

Su voz era distante, como si de verdad estuviera en otro mundo ignorando a su alrededor, o solamente estaba muy concentrado en encontrarlos, pensó Iván.

― Si no le molesta mi señor― susurró el más alto cuidando sus palabras―. Me gustaría acompañarlo

― ¿No encuentras a tú rey? ― preguntó reanudando su camino.

― No mi señor― respondió siguiéndole a cierta distancia prudente―. Está con Berwald en el refugio

― ¿Cuál es tu razón de estar aquí entonces?

― Mi hermana, señor― doblaron por una esquina al final del pasillo. Iván había pasado por allí y sabía que estaba limpio, por eso le sorprendió que un soldado Mit estuviera solo y pareciera por ese lado. Bueno, él no lo sabía todo, tampoco es que se comiera la cabeza pensando en aquello, tampoco le importaba demasiado. ―… mi hermana mayor fue a buscar a mi hermana menor, pero llegó Natalia sin Yekaterina, así que vine a buscarla, mi señor

― Deja de llamarme así― refunfuñó molesto e incómodo―. Llámame por mi nombre Manuel

―Imposible mi señor― siguieron caminando por los pasillos

― ¿Está mi abuelo en el refugio?

Iván negó.

― No cuando me fui

Manuel chasqueó la lengua. De igual forma su prioridad eran sus hermanos, no aquel vejestorio que mantenía su rostro joven.

― Buscaremos a tu hermana y a mis hermanos, ¿Ya? ― Iván asintió―. ¿Dónde te falta buscar?

― He venido por aquí mismo, y como puedo observar usted también. Sugiero ir por el otro lado, por el norte.

Manuel paró observando por la ventana sin vidrios, solo el marco, donde el cielo adoptó un extraño color rojo.

― Vamos― susurró retrocediendo a la dirección contraria.

Iván le siguió en silencio observando de reojo el cielo rojizo y extravagante sobre ellos. Giró su cabeza caminando detrás del príncipe, ahora la prioridad era encontrar a sus respectivos hermanos y hermana e irse al refugio, quizás después podrían pensar en aquello.

Siguieron caminando por los ya no muy oscuros pasillos del castillo, ya que Iván encendió una antorcha para alumbra de mejor manera y así poder avisar a quienes les vieran que estaba allí. Manuel le restó importancia, ya había asesinado a más de veinte criaturas esa noche, no le sería problema hacer lo mismo si le llegasen a atacar. Revisaron habitación por habitación, tratando de encontrarles a los tres, había una mínima posibilidad de que estuvieran juntos, o eso comentaban entre si antes de llegar a una habitación al fondo de un destrozado pasillo.

Manuel tenía un presentimiento malo al abrir la puerta, la habitación estaba alumbrada por un candelabro en medio de la habitación. Allí, casi en el fondo estaba…

― Hermana

El primero en reaccionar fue Iván, quien con la voz tranquila llamó a la chica arrinconada al fondo de la habitación.

― Hermana ven

Entraron, Manuel cerrando la puerta detrás de si manteniendo la distancia. Se quedó en silencio observando el candelabro y como algo extraño le rodeaba. Se acercó finalmente para observar lo que reconoció como un pentagrama hecho con sangre y un corazón en medio de este.

No fue la sangre, ni el pentagrama, ni que Iván se alejó repentinamente de su hermana…

Fue el corazón que comenzó a palpitar al mismo tiempo en que la chica se levantaba y giraba la cabeza, lo que provocó el sentimiento de desesperación en el castaño.

Manuel levantó la mirada encontrando con la chica caminando tambaleante a por ellos, ensangrentada y con el pecho abierto dejando ver el espacio donde debería ir su corazón. Sacó su espada colocándose en guardia frente a Iván que estaba en silencio, con la boca entre abierta en estado de shock.

― Iván…― susurró apretando el agarre de su espada. ― Tu hermana ya no pertenece a este mundo

Su ojo izquierdo colgaba por la cuenca y el derecho estaba negro, un derrame ocular pensó Manuel. Su piel estaba pálida y su cabello aun brillaba pero se encontraba lleno de sangre por el lado Izquierdo. Se lanzó a ellos fuertemente, Manuel tomó del brazo al gran hombre lanzándolo contra la pared, Iván no reaccionó y su cuerpo cayó al suelo. Sus piernas temblaban y con las pequeñas fuerza que le quedaban levantó la mirada, observando como su hermana trataba de matar al príncipe de Estur. Sus ojos no querían aceptar lo que observaba, casi como si de una ilusión se tratara, pensó que era una broma.

Su hermana, su querida hermana ya no pertenecía a este mundo.

Un sentimiento amargo se apoderó de él, de forma rápida se levantó mirando de reojo como Manuel evitaba ser mordido, arañado y herido por la chica. Caminó al candelabro observando el pentagrama y el corazón latente que se encontraba en medio. Tomó su espada, con las lágrimas saliendo sin parar, enterrándolo haciendo detener el corazón. La chica gritó, mientras se retorcía del dolor, tratando de llegar hasta su hermano arrastrándose por el suelo.

Murió al tocar los pies de Iván.

Manuel respiraba entrecortadamente por el esfuerzo, se había abstenido a atacar a la chica por respeto a la misma que conoció en vida. Suspiró al ver como Iván seguía viendo el cuerpo inerte de su hermana mayor. Se acercó apretando la herida en su hombro derecho que le provocó la chica cuando le atacaba, y se colocó a su lado viendo junto a él el cuerpo muerto de la chica. Manuel cerró los ojos evitando ver el ojo que les acechaba con odio.

Iván se agachó quitando su gran abrigo al mismo tiempo tapando a su hermana y luego sentarse junto a ella. Manuel imitó su acción, sentados ambos observando el ahora bulto cubierto.

― Mientras se arrastraba a mí escuche algo…― Iván suspiró, girando su cabeza para mirar al príncipe― Me dijo te amo, Manuel, mientras se moría…

Manuel suspiró colocando una mano en el hombro del hombre.

― He matado a mi hermana― susurró con la voz débil y quebrada―. Por Idonia, he matado a mi hermana

Los sollozos no se hicieron esperar. Manuel tomó el brazo del mayor haciéndolo costarse sobre él, dejando su rubia cabeza en sus piernas en forma de indio. Escuchó los sollozos mientras frotaba sus manos con sangre seca sobre su cabellera, sintiendo la amargura del rubio.

Dejó que llorara todo lo que su cansado cuerpo podía soportar. Luego de unos minutos en la misma posición, Iván calló. Sus respiraciones era lo único audible en la habitación y Manuel se mantuvo observando el bulto el cual Iván veía con sus destrozados ojos, estirando su brazo izquierdo para alcanzarlo.

Iván se movió, sacando a Manuel de sus pensamientos. Se sentó de forma correcta sorbiendo su nariz, Manuel se movió de tal manera que tomó entre sus manos el rostro demacrado de su acompañante. Sus ojos violetas estaban tristes y melancólicos, sus labios rojos a la par con su característica nariz que poseía. Aun así, con los ojos llorosos y el cuerpo débil, le dedicó una temblorosa sonrisa.

― De vemos ir a por sus hermanos― susurró

Manuel seguía observando sus ojos, sintiendo la amargura en su pecho. Negó, acariciando con su pulgar las calientes mejillas del rubio.

― Cuando estés mejor― susurró calmadamente.

El soldado cerró los ojos sintiendo las frías manos del menor y se restregó contra estas. Con sus grandes y pálidas manos, las tomó alejándolas de su propio rostro.

― Estoy mejor, príncipe― su voz era débil, casi inaudible, pero perfectamente clara para Manuel―. Debemos ir a por sus hermanos…No quiero…no…―Desvió la mirada cerrando sus cansados ojos

― ¿No qué?

Volvió a mirarle a los ojos.

― No quiero que le suceda lo mismo que a mí― pestañeó lentamente, con cansancio y dolor―. Así que por favor, vamos

Manuel entre cerró los ojos suspirando. Bajo la luz del candelabro sobre el pentagrama, Manuel se acercó al mayor haciendo un esfuerzo para alcanzar su frente. Allí, debajo de sus rubios cabellos, depositó un beso corto y tierno que trasmitía su agradecimiento y condolencias.

― Vamos

No necesitaban palabras, sus ojos transmitían la verdad. Iván podía ver la desesperación oculta del príncipe, aquel que abandonó su propia misión de encontrar a sus pequeños hermanos, para acompañarlo en su depresión después de que permitiera viajar a su hermana al Porkytio, el lugar donde las almas descansaban de sus largas y vigorosas vidas.

Agradeció internamente que no le abandonara, Iván podía haber sido capaz de quitarse la vida misma luego de apuñalar el envenenado corazón de su hermana mayor.

Agradecía, también, las manos que lo guiaron fuera de la habitación.

Entrelazadas, evitando que quedase atrás en la oscuridad, observó la mirada determinada del castaño.

Aquel que abandonó su propia cordura por sus hermanos y por él, mientras seguían los pasillos bajo el rojo cielo que lloraba.

Lloraba sangre.

La luna estaba mal.

La luna lloraba sangre.

La luna está herida.