— ¡Gilbert!

Rápidamente Ludwig degolló a la criatura entre sus brazos y corrió a socorrer a su hermano.

— Estoy bien, estoy bien

El mayor estaba recargado contra la pared respirando de forma fuerte. Con su mano izquierda cubría su herida en el hombro derecho, bufó, dolía pero no se dejaba vencer tan fácil. Le hizo una seña a su hermano que se encargó de las dos criaturas restantes.

— ¿Te duele mucho?— Gilbert negó despegado su cuerpo de la pared para empezar su caminar seguido de su hermano menor— deberíamos
Volver, se Podría infectar

Negó.

— Debemos seguir

El rubio suspiró, su hermano estaba decidido a encontrar a Manuel. Después de todo era el propósito de su vida.

Protegerlo.

Levantó su mano izquierda ensangrentada y la restregó contra la ventana, así la luna brilló al verlo y llorando, llorando sangre, la luna vió a sus hijos correr por los pasillos, desesperados por encontrar al mayor de los hermanos del reino vecino. La ilusión apareció y la herida de Gilbert era disimulada con la poca magia que poseía.

— Todo estará bien— Ludwig tomó del brazo a su hermano, que comenzaba a morder su labio con ansiedad.

— Sí— afirmó, soltando su mutilado labio inferior— debe estarlo

Siguieron su camino, sin luz de los candelabros o antorchas ya que la luna los guiaba.

«Allí no»

La voz resonaba por los no tan solitarios pasillos donde los hermanos se encontraban, ambos siguiendo las indicaciones confiando en la luna.

«Oh...›

Fue cuando la luna quedó en completo silencio cuando quedaron frente a una puerta, supieron que debían entrar. La puerta fue abierta con cuidado, dejando ver un oscuro lugar alumbrado con un pequeño e insignificante candelabro en el suelo, con una tenue luz.

— Manuel— el primero en hablar fue Gilbert

Al escuchar su nombre alzó la vista del suelo y sus ojos chocaron con los carmesí del mayor.

Algo en el fondo de los hermanos se sacudió.

Quedaron en silencio viendo la sangre que escurría por su cara, sus manos, sus ropas.

Su esencia, su todo apestaba a sangre fresca.

Detrás de él apareció la enorme figura de Iván con la mirada fría, cansada, angustiarse y rota. Sobretodo rota.

Kytrio les observó en silencio y con sus manos acarició una de las mejillas del más alto. También, con sus fríos labios depositó un beso en su mejilla derecha. Kytrio, con sus ojos amarillos observó con recelo al de ojos rojos.

— Lovino... Feliciano— sus ojos reflejaban desesperación pero también cansancio por el sobre esfuerzo que llevaba haciendo hacía ya un rato— ellos...

— Están a salvo— le interrumpió el mayor— vamos

— No —susurró lamiendo sus labios morados— me mientes

— Manuel —caminó hasta él, se arrodillo frente su cansado cuerpo— yo no miento

—Yo...— no terminó de hablar, pestañando suavemente cuando el dolor en su cuerpo aumentó.

— Vamos— le susurró. Manuel asintió con dolor.

Antes de que su cuerpo cayera al frio suelo luego de reincorporarse, Gilbert lo atrapó entre sus brazos ignorando el punzante dolor que sentía por la cortada que había recibido. En silencio Ludwig se acercó, consiente del estado de su hermano mayor, tomando al príncipe entre sus fornidos brazos, y el silencio observó la ilusión que acabó sobre la herida de su hermano.

Gilbert le asintió, asegurándole que la herida no era más que superficial y no era tan vital como creía. Deicidio creerle a su hermano, aun siendo consciente de que este le mentía constantemente para evitarle problemas y decepciones, para que el rubio no sufriera como él lo hiso.

Gilbert vio en silencio como Iván ahora se levantaba del frio suelo donde estuvo protegiendo el débil cuerpo del príncipe, envolviéndolo con su gran cuerpo. Gilbert le miró en silencio y su mirada se desvió a Kytrio que tomaba la mano de Yekaterina. Iván pasó por su lado, y viéndole de reojo como este salía de la habitación seguido por su hermano, volvió su vista a la rubia que le miraba con una radiante sonrisa. Se le acercó, al ver como ella le tendía algo. Estiró su mano derecha, donde la mugre y la sangre cubrían su pálida y cremosa piel que lo caracterizaba, con sumo cuidado la mujer depositó un objeto restándole importancia el estado de sus manos. Kytrio comenzó a tironear del agarre para volver, y la rubia solo le dedicó una sonrisa de aprecio hacia el príncipe, que en silencio abrió su palma observando un collar con una piedra de colores violetas, característicos de la familia Braginski.

La piedra comenzó a brillas y un suave Gracias se escuchó, seguido por la corriente de aire más helada, levantó la mirada viendo como Yekaterina era llevada y escoltada por Kytrio hacia al Porkytio.

Kytrio, el guardián de la muerte, le dedicó un gesto con la mano y el dolor por la herida en su brazo comenzó a disminuir. Luego ambos se sumergieron en la oscuridad, camino al Porkytio.

El lugar donde las almas duermen y descansan.

Al ver a Kytrio se tranquilizó un poco, sabiendo que Porkyo no estaba cerca, asegurándole una seguridad a quien alguna vez fue una dama de hielo del reino de Ormunm.

Salió del lugar, viendo como su hermano reanudaba el camino al ver a su hermano salir. En silencio, el de ojos rojos se le acercó a Iván que iba detrás de su hermano. Sin decir nada, tomó la fría mano del guerrero dejando el regalo entre su puño y apresuró su paso para alcanzar a su hermano. Unos metros más allá, ambos pararon para observar hacia atrás, donde Iván se mantenía en silencio observando la piedra violeta brillar entre sus manos junto con la que colgaba dentro de sus ropas.

Iván, sin decir nada siguió caminando. Aunque tuviera miles de preguntas ahora mismos se limitó a sonreír débilmente, evitando dejar salir las lágrimas salvajes. Los siguió, protegiendo a los hermanos que llevaban a Manuel, aquel que estuvo con él en un momento tan difícil hace un poco tiempo atrás, al que le debía más que la vida misma.

— ¡Por aquí, rápido! — Iván abrió la puerta del pasadizo oculto. Ludwig entró teniendo cuidado con el inconsciente Manuel, que sudaba frio y sus labios se mantenían morados y las venas comenzaban a marcarse de forma no natural alarmándolo. Gilbert con su espada decapitó a tres criaturas que intentaban llegar donde su hermano.

— ¡Y una mierda! — les gritó y una flecha se incrustó en su brazo derecho, como consecuencia del ataque sorpresa y su pequeño descuido observando a su hermano entrar al lugar, desprotegidos ambos hermanos sin armaduras que habían partido sin pensarlo dos veces a buscar al castaño.

Iván lo tomó del brazo arrastrándolo adentro y en el proceso Gilbert tropezó, cayendo de culo. El mayor estiró su mano y el hielo no se hizo esperar por el suelo y rápidamente consumió a las criaturas en frente. Cerró la puerta luego de que su tarea estuvo lista, escuchando los cuerpos congelados caer al suelo se molían al caer al suelo.

— ¿Estas bien? — Se acercó al albino que asintió— esa flecha...

Estiró su mano, con preocupación al ver los símbolos en la flecha que Gilbert sin titubear se arrancó.

—Ni una palabra a Manuel— Ludwig asintió resignado e Iván lo imitó— vamos

(...)

— ¡Oh no!— Feliciano rompió en llanto y su hermano de inmediato lo atrapó entre sus brazos evitando que cayera al suelo. Ambos viendo a Ludwig llegar con su hermano en brazos— no, no, no

Caminó con desesperación hasta el rubio.

— Está bien— Gilbert palmeó la espalda de los gemelos—. Está vivo

Maximiliano se acercó a ellos mientras Alfred tendía un manto en el suelo donde Ludwig lo depositó con cuidado. Maximiliano de inmediato comenzó a chequear al castaño, su pulso, su respiración, los hematomas.

Los gemelos habían llegado hace más de una hora, cuando lo hicieron se encontraron con Alfred que les indicó que su hermano estaba buscándolos. Los retuvieron, más bien Lovino a Feliciano quién como impulso intentó salir en busca de su mayor. El gemelo mayor se veía fatal, Antonio no volvía, no sabía nada de su abuelo y Manuel estaba afuera, la ansiedad lo mataba. Aun así se las arregló para mantener su rostro frío, como acostumbraba a hacerlo.

Abrazó a su hermano, repitiéndose de ser fuerte, ser fuerte por Feliciano, por Manuel, por su abuelo...

Por Antonio.

Alfred suspiró caminando hacia Iván.

— Ven— susurró. Con los ojos muertos, el mayor miró en silencio como Alfred lo arrastraba a otro lugar lo más apartado de todo. Se sentó en el suelo y Alfred se inclinó acariciando su mejilla— no puedo darte muchas cosas, pero lo poquito que te puedo dar lo hago con amor, espero que sirva...

— Alfred— cerró los ojos al sentir el ya conocido calor en su cuerpo—. No es necesario

El rubio mordió su labio, tratando de no sollozar al escuchar la voz rota y cansada del caballero de hielo.

— Silencio— susurró y plantó un beso en su helada frente cubierta de mugre y sangre. No preguntó al ver el collar de Yekaterina colgando en sus enormes manos de quién alguna vez fue su amante.

Las lágrimas cayeron en silencio posible sus mejillas, agradeciendo el tacto amoroso y caliente del más ruidoso de los gemelos.

La noche transcurrió con angustia, lenta y tortuosa siendo que muchos madrugaron hasta la puesta de sol.

Y apenas las luces del sol salieron después de una noche lluviosa, roja y llena de cansancio, el rey anfitrión mandó a limpiar el castillo, asesinar a todas las criaturas que seguramente se resguardaban de la luz del día.

A pesar de la terquedad de Gilbert, se designó a seguir discutiendo con su hermano y se quedó a reposar por la herida de flecha.

El rey Francis en silencio se quitó el manto que lo protegía del frío y sus guardianes le observaron en silencio como cubria el pequeño cuerpo de Matthew que temblaba del frio. Depositó en silencio un beso en sus mejillas, levantó la mirada encontrando a Alfred con ojeras observando desde la distancia a su hermano. Sus miradas chocaron y Francis con una sonrisa asintió a la silenciosa petición del desamparado gemelo. Sin ocultar su creciente emoción, corrió tirando su cuerpo junto a su hermano abrazándolo con protección.

—Umh... Alfred— el menor se quejó despacito por el brusco actuar de su hermano

—Shhh...— solo lo hizo callar y ambos hermanos se fundieron en el calor ajeno, quedando en un profundo sueño. Con una sonrisa tan grande y reluciente que el rey de Ethor pensó que la volviera a apreciar después de todo lo que hizo alguna vez.

Volvió a levantar la mirada encontrándose con Iván que hablaba en susurros con su rey.

—Lamento todo esto Iván— el nombrado negó con la cabeza con notorio cansancio

—Usted no tiene la culpa de nada mi rey— tragó con dificultad, tratando de deshacer el nudo en su garganta.

—Yekaterina es parte de la familia, Iván, por lo cual se le hará un funeral digno en el reino de Ormunm. Será recordada por todos y amada por sus cercanos y familiares — posó una mano en su hombro, con el rostro tranquilo para no alterar al afectado guardián.

— Mi rey... — Iván con movimientos lentos dejó en las manos de Mikkael el collar de su hermana — ella...

"No lo hagas"

Ignoró la imagen de su hermana detrás del rey, llamándolo.

"Lo harás sufrir"

— Ella estaba esperando un hijo suyo

La voz de Natalia hizo suspirar a su hermano mayor.

Sí, Yekaterina estaba embarazada del rey con quien mantenía una relación con el rey. Iván sospechaba del estado de su hermana y solo lo confirmó cuando anunció la muerte de la mayor a su hermana Natalia, siendo lo uncido que alcanzó a entender entre los murmullos de la menor fue;

"—Debiste escucharme, ahora mi sobrino está muerto también"

Mikkel suspiro y en silencio sacó de su bolsillo el objeto que hizo a Iván sollozar nuevamente al reconocer su forma.

— Lo sospechaba — susurró viendo con dolor el anillo de compromiso entre sus dedos jugueteando nerviosos —. Pudo ser la madre más hermosa, la esposa perfecta, mi acompañante durante toda mi vida

Natalia desvió la mirada del hombre, viendo a su hermana llorando junto a él, acariciando su vientre con una mano y con la otra acariciando el anillo de compromiso de su amado tenía.

(...)

Lovino mordió su labio inferior, ahora sentado junto a la cama de Manuel en el cuarto acompañado por los hermanos de Euphor y su otro hermano, Feliciano.

— ¿Por qué hizo eso? —Feliciano se separó del abrazo de Ludwig al escuchar a su hermano hablar — Siempre haciendo cosas tan... atrevidas

El menor se acercó a él y con un pequeño murmullo se sentó en los muslos de su hermano, abrazándolo y Lovino escondió su cabeza en su pecho.

— Solo podemos rezar para que despierte, está con un poco de fiebre pero Maximiliano lo trató correctamente — apoyó su mentón en la cabeza del mayor hundiendo sus manos en su pelo, dando calmadas acaricias —. El estará bien

Lovino sorbió su nariz sintiendo su pecho doler con inmenso dolor, su abuelo, Manuel, Antonio. El sentimiento de terror lo invadió y solo pudo cerrar sus ojos fuertemente mientras las lágrimas agriamente caían por sus mejillas. Gilbert se levantó de su lugar, y en silencio se colocó junto a los hermanos siendo seguido por el rubio.

— Despertará — susurró con su voz rasposa colocando una mano en el hombro del mayor de los gemelos quien sollozó aún más fuerte entre el pecho de su hermanito.

Feliciano, con pequeñas lágrimas corriendo por sus mejillas hizo un puchero con sus labios, mirando a Ludwig quien le dedicó una pequeña sonrisa para que se tranquilizara.

— ¡Señor Lovino, Feliciano! — todos giraron para ver a Joao en la puerta que habría abierto de forma precipitada — El... Antonio...

Su voz salió entrecortada, para luego morder su labio.

— Apareció

En la salida del cuarto, Gilbert ordenó a los soldados que se encontraban cuidar de Manuel, para luego salir corriendo detrás de los hermanos quienes perseguían con paso apresurado a Joao, el hermano de Antonio.

Bajaron, casi corriendo, incapaz de hacer pregunta alguna Lovino apretó la mano de su hermano que mantenían juntas, como siempre solían hacer. Ludwig les seguía con Gilbert a su lado, cada vez más ansiosos. Parecía ser una eternidad entre la habitación donde Manuel reposaba y el lugar donde se dirigían, con el tormento aun en la mente Lovino mordía su labio dejándolo sangrar.

— ¡Joao! — reconoció la voz de Alfred que llegó hasta ellos y el gemelo mayor sintió el corazón apretarse cada vez más— transfusión de sangre...

Sin más Joao entró en la habitación unos pasos más allá, escuchando unos pequeños gritos. Con las manos unidas los gemelos se asomaron para observar. Maximiliano pareciera tratar de controlar la situación viendo como Joao se hincaba junto a él arremangado su camisa, pero Lovino ignoró la voz de su hermano llamarlo cuando sus ojos conectaron con los esmeralda que le observaban con dolor.

Antonio estaba en el suelo gritando del dolor.

No entendía que estaba pasando, pero la desesperación creció abrumadora en su pecho, arrastrando los primeros pasos para posteriormente correr junto al mayor, soltando la mano de Feliciano.

— Duele... Duele...— su voz estaba eufórica, sus ojos llorando y sus labios entre abiertos de un color violeta.

Con las manos temblorosas, acarició el rostro del mayor quién le dedicó una mirada paciente, pero cargada de amor. Sus labios temblaron, incapaz de pronunciar palabra alguna se limitó a admirar el rostro del caballero, su caballero.

— Tenemos que sacarle el fragmento— por un momento desconectó su mirada para observar a Maximiliano que le dedicó una mirada cargada de amabilidad— ni la medicina ni el hechizo hicieron efecto, le dolerá pero si no lo saco algún órgano será perforado y eso no lo puedo tratar...

Pasó su lengua por sus labios, buscando algo para decir.

— Estás aquí— la voz del Antonio le hizo sollozar, asintiendo, Le sonrió— estás bien...

— Lo estoy, aquí estoy

— Feliciano... Él— intentó sentarse para buscar al menor nombrado pero con un grito de dolor dejó caer su cuerpo en el suelo otra vez

— Aquí estoy, aquí— el menor se colocó junto a su hermano, después de observar todo en silencio e hizo acto de presencia al escuchar su nombre— aquí estamos gracias a ti

El pareció satisfecho.

— Están bien...— susurró mirando al techo

— Sí, estamos bien— Feliciano beso la frente del guardián quién sonrió con fuerza

— Lovino...— su nombre salió con dolor pero cargada de amor

— ¿Sí?

— ¿Podría ver tu sonrisa... Por favor?

Bajo la cabeza apretando sus labios, le dolía, el pecho le dolía porque se escuchaba como una despedida y él no estaba listo.

— Podrás verlas las veces que quieras, solo tienes que aguantar

— Rey Rómulo, rey...— se comenzó a retorcer en el suelo y Maximiliano se acercó a su rostro

— El rey Rómulo está siendo atendido también, no te preocupes

— Ve tú... Anda... Él está...

— Debo atenderte a ti, él está bien

Mentira

Antonio quería gritarle que no mintiera, él había visto como se encontraba y lejos de estar estaba. Pero quedó en silencio cuando vio como el médico le dedicaba una mirada a los gemelos.

No había que abrir la boca.

— Él está bien...— susurró

— Lovino— el nombrado miró al médico que tomaba entre sus manos un pequeño cuchillo— debo sacarle un fragmento de diamante oscuro que tiene incrustado en el estómago

— Bien— su voz tembló un poco y miró a los ojos de Antonio— esto te dolerá Antonio

Él asintió.

— Puedo soportarlo, puedo...

— Claro que puedes— susurró besando los nudillos del mayor

Si una vez te encuentras perdido, llama mi nombre amor, iré a ti, a tu cantar...

Feliciano comenzó a cantar, con la voz rota, cargada de amor, haciendo a Antonio cerrar los ojos.

Te protegeré de todo, de todo lo que nos rodea, yo soy tu caballero de ensueño... Yo seré quién te salve, así que solo llama mi nombre, amor, que volveré a ti...

— Lovino... Te amo...

El nombrado sollozó al escuchar los gritos de Antonio cuando Maximiliano comenzó con la extracción.

El brillo de tus ojos me guiará, tus manos me sostendrá y tus pies me ayudarán a seguir... Así que solo llama a mi nombre, amor, que te amo y la vida te daré si así lo deseas...

— Tu puedes, cariño, así...— llevó las manos de ojos esmeralda a su boca y las llenó de besos, ignorando el dolor al ser apretadas

Y volveré a tu cantar, a tu figura que deslumbra entre la oscuridad, la que me guía en el camino hacia el hogar...

— Alfred, necesito que me ayudes acá— Maximiliano, con las manos ensangrentadas trataba de quitar aquel fragmento incrustado—. Mierda...

Miró como éste había ya comenzado su etapa de desarrollo, las raíces ya empezó a crecer.

— Necesito cortar las raíces, pero dolerá mucho— mordió su labio y vio a Gilbert que cerraba los ojos guiado por los gritos de Antonio—. Necesito a Manuel...— susurró

— ¡Parad!— Lovino sollozó al escuchar el grito de Antonio—. ¡Por el amor de Idonia, parad!

— Maximiliano... Maximiliano...—sacudió el hombro del médico— para, le haces daño

— No puedo, si paro lo mataré— mordió su labio nervioso—. Joder, Joao deja la transfusión y ayúdame

Los gritos incrementaron, era imposible para Maximiliano sacar el fragmento de diamante rojo de su estómago, las raíces negras ya estaban muy ligadas a sus órganos. Gilbert se apresuró a sostener al de ojos esmeraldas para evitar que se retorciera más de lo que hacía, Ludwig detuvo sus piernas que querían patear a cualquiera.

— Vamos, vamos, vamos...

Antonio arqueó su espalda, gritando de dolor cuando Maximiliano cortó una de las raíces más gruesas. Lovino lloró recargando su cabeza en el pecho de Feliciano que lo tomo de los brazos alejándolo del caballero.

— ¡Está aquí! — gritó —. El maldecido está aquí, debéis escapar, muerte... ¡debéis morir!

Antonio dejó de gritar y todos vieron en silencio como su cuerpo hacia peso muerto sobre el suelo. Las raíces adoptaron un color violeta, sus ojos se mantenían abiertos y de su boca escurrió líquido negro.

La piedra roja que observa el cielo, maldice al mundo — Antonio pareció volver a respirar —. Así que el mundo maldice el cielo

— Manuel...

Gilbert se levantó rápidamente al ver al heredero mayor parado junto al cuerpo de Antonio. Sus ojos eran negros, su mano derecha estirada hacia el soldado y la izquierda abrazando su torso cubriendo una herida. Sus ojos recobraron su color propio.

— Salva a Antonio, Maxim...

El cuerpo cayó en el suelo, cansado de utilizar magia en un estado delicado.

El sol golpeó su rostro, entregándole vida al descendiente.

El sol sonreía con ganas al verlo con vida.

El sol esta en lo alto del cielo y las nubes le acompañaban en su estadía alegre.

FIN DE LA INTRODUCCIÓN