¡Disculpen la demora! ¡Disfruten!

Nos leemos


-Detente madre. - Una voz joven hablo desde la entrada de la habitación. Regulus respiraba con dificultad, sus nervios demasiado maltratados para permitirle el lujo de girar la cabeza. Aun así, eso no fue necesario para reconocer al portador.

Cerró los ojos por unos segundos, permitiéndose saborear el momento de libertad que la interrupción le había otorgado.

-Sal de aquí, Sirius. - Ordenó Walburga, la varita aun apuntando a su hijo menor. Regulus apretó los músculos, listo para la siguiente ronda. Pero esta nunca llegó.

Unos pasos suaves, pertenecientes a un joven enseñado a caminar en silencio, pero suficientemente pesados para mostrar su presencia si así lo deseara, se acercaron al casi inmóvil cuerpo del menor. El mayor se arrodilló, poniendo sus dedos sobre el cuello de su hermano y dejando salir un suspiro aliviado, que solo ellos dos escucharon, al sentir un pulso errático, pero fuerte.

-Me temo que no puedo madre. Me parece que ya ha sido suficiente. - Regulus podía sentir la fría mano de su hermano aún sobre su cuello y, sin su consentimiento, su cuerpo se relajó, pues en lo profundo de su mente sabía que estaba a salvo.

Aun así, pudo notar el desagrado en la voz de su madre cuando está volvió a hablar.

-Es una desgracia. En Gryffindor y con calificaciones menores a E.- Gruñó la mujer. Regulus pudo oír el movimiento de su ropa al agitar su mano, lista para el próximo hechizo.

-Es un Gryffindor por mí. - Le recordó Sirius, aún sin mirarla, sus dedos acariciando con cuidado la nuca del menor.

No. No lo era. Regulus había descartado a Slytherin desde el primer momento en que Sirius volvió a casa, sus antes brillantes ojos de un opaco gris. (Pero estos pequeños momentos de lucha revelaban que aquella alma rebelde seguía brillando con fuerza en lo profundo del alma del mayor.)

-Y por ello debes ser castigado. - Respondió la madre después de unos minutos de silencio. Su voz ocultaba con mucha pobreza su emoción, como si hubiese estado esperando este momento por mucho tiempo.

Y, Regulus sabía, así era. Walburga había querido maldecir a Sirius desde el instante en que la desafortunada selección de su hijo menor llego a la luz. La presencia de Orion lo había prevenido, pues él no permitiría que un heredero en perfectas condiciones fuese maltratado. Pero Orion no estaba. Y por primera vez Regulus temió por la vida de su hermano.

Intentó negar la cabeza, pero el agarre de su hermano se volvió más fuerte, evitando el movimiento. Quería gritar, quería detenerlo, pero su cuerpo le fallaba en el peor de los momentos. (No quería una repetición. Cuando había vuelto de su estadía en la casa de Connor y había descubierto lo que su hermano había hecho para lograrlo... Se juro a si mismo que no le permitiría a Sirius seguir sacrificándose por ambos. Eran hermanos, mierda. Y los hermanos se protegían mutuamente.)

(Pero Regulus había olvidado que ir contra Sirius Orion Black era lo mismo que nadar contra la corriente en un mar tormentoso. Agotador y, a fin de cuentas, imposible.)

-Así parece. - Respondió completamente neutral el mayor. Regulus sintió como la mano en su cuello se volvía más fría y supo que Sirius estaba tan aterrado como él.

-Kreatcher. - La mujer ronroneo con malicia. Regulus no tuvo que verla para saber la aterradora sonrisa que portaba.

-No.…- Fue lo único que su seca garganta le permitió pronunciar, suficientemente alto solo para que Sirius escuchara.

-Shh. - Murmuró el mayor. Sirius compartió un casi imperceptible asentimiento con Kreatcher antes de separase de su hermano. Pocos segundos después, Regulus sintió la huesuda mano de la criatura rodear su muñeca. Y en un abrir y cerrar de ojos se encontró en su habitación, sobre su cama.

-Kreat...- Su voz le falló en la última sílaba, pero fue suficiente para atraer la atención del elfo.

-Descanse, joven amo. - Respondió el ser, con delicadeza dándole una poción al humano.

Regulus lucho contra el sueño y agotamiento, pero al final la poción lo empujó al mundo de Morfeo, los gritos de su hermano como su canción de cuna indeseada.


Sirius tenía la cabeza sobre la ventana de la cabina, sus ojos cerrados. El resto de los asientos estaban vacíos, aunque no fuese por falta de gente dispuesta a estar en ellos.

Aun así, tanto la casa de los Slytherin como el grupo de "estudio" que Sirius había formado, sabían que cuando este deseaba estar solo, era mejor dejarlo ser. Y Sirius estaba inmensamente agradecido por esto, pues su padre había estado muy ausente esas vacaciones y su cuerpo aún sufría las represaría.

Lastimosamente, no todo el mundo estaba informado de su deseo de soledad. O quizás, este individuo, simplemente prefirió ignorarlo.

- ¡Sirius! - Exclamó James Potter, entrando a la cabina con una enorme sonrisa. El Black se lanzó sobre el azabache, mandándolo al suelo y cerrando la puerta del compartimento tras él.

James le dio una mirada entre indignado y confundido, la cual Sirius ignoro por completo. Con todo el decoro que pudo, se levantó y abrió ligeramente la puerta, asomando su cabeza y mirando a ambos lados para confirmar que nadie hubiese visto la inoportuna entrada del Gryffindor.

Un suspiro aliviado salió de sus labios al confirmar la falta de personas. Entrando nuevamente, cerró la puerta con mucho menos fuerza. Giró, dándole la espalda al metal para resbalarse contra él, su cuerpo protestando los rápidos movimientos que había hecho.

- ¿Qué estás haciendo aquí? - Murmuró, abriendo los ojos que sin querer había cerrado. La sonrisa de James había desaparecido, su ceño ahora fruncido.

- ¿Estás bien? - Cuestionó, gateando los pocos pasos que los separaban para sentarse frente al Slytherin. Sirius asintió, su mirada en la ventana.

- ¿Qué haces aquí? - Repitió. James paso sus ojos por el cuerpo de su amigo, sus cejas juntándose más al ver su agotada postura. Pero conocía suficiente al Black para saber que insistir solo provocaría que este se cerrará más. Así que, con una sonrisa forzada, respondió.

- Vine a buscarte, por supuesto. - Sirius alzó una ceja en respuesta, sin decir palabra. La sonrisa de James disminuyó hasta que está finalmente se borró por completo. El azabache de anteojos suspiro, pasando una de sus manos por su cabello, despeinándolo más de lo que ya estaba.

- ¿Por qué tenemos que mantener nuestra amistad en secreto? - Se quejó, dejando que su cuerpo cayera contra los asientos a su lado. Sirius no comento, pues ambos sabían la respuesta. (Un Gryffindor y un Slytherin. Un Potter y un Black. El lado de la luz y el lado de la oscuridad. Dos entidades opuestas que deberían odiarse.)

Un silencio cómodo se apoderó de la cabina, hasta que finalmente Sirius suspiro, dejando que cabeza cayera contra el hombro del joven a su lado.

- ¿Cómo vas con... ya tú sabes? - Cuestionó, manteniendo sus ojos firmemente en la venta, viendo el escenario pasar. James consideró rodear los hombros de su amigo con uno de sus brazos, pero sabía que esa era la forma más rápida para que Sirius se alejará. Así que, con una sonrisa resignada, acepto el cambio de tema.

- Todavía no sé cuál es mi animal. Pero sé que es uno terrestre. - Respondió en un murmuro, no queriendo romper la paz que ahora los rodeaba. Sirius tarareo una respuesta, manteniendo su silencio.

Y así estuvieron. Minutos, horas, quizás días. Juntos, mirando los árboles pasar y en completa tranquilidad.

- ¡Carrito de dulces! - Una voz sonó desde el fondo del corredor, rompiendo su burbuja. Los ojos de ambos se abrieron como platos, compartiendo una mirada.

Sirius empujo a James, provocando que este cayera desparramado al suelo frente a ellos. Antes de que el Potter se pudiera quejar, Sirius lo estaba tapando con la ropa en su baúl. Para cuando la amable señora abrió la puerta del compartimento, solo se veía a un joven Slytherin, todas sus posesiones esparcidas por el suelo, ningún indicio de que había alguien más en la sala. Y así debía ser. Pues este vagón era solo de Slytherins y muchos preferían pasar el viaje con poca compañía.

- ¿Dulce, cariño? - Hablo con tono alegre, ignorando por completo el desastre.

Sirius, quien de ser actor hubiera ganado un premio con aquella presentación, negó la cabeza, una expresión formal en su rostro.

La anciana asintió, acostumbrada al silencio por parte de las serpientes. Cerrando la puerta del compartimento, siguió su camino.

-Yo si quería dulces. - Se quejo James, su voz apenas un murmuro debido a la montaña de ropa sobre él. Sirius no pudo evitar rodar los ojos.


- Quiero entrar. - Proclamó un joven de sexto año, su ceño fruncido y decidido. Sirius alzó la cabeza del libro que estaba leyendo, una de sus cejas alzadas. La sala común ahora estaba extrañamente silenciosa.

- ¿Disculpa? - Respondió el azabache, tildando su cabeza un poco mientras con resignación dejaba que su libro cayera sobre sus piernas. Era el tercer día de clases y no tenía ganas de peleas políticas, pero así era la vida de un Slytherin.

El mayor se removió, un poco incómodo. Nadie podía culparlo, pues todos y cada uno de los presentes allí hubiesen actuado igual, después de todo, la valentía que se debía recolectar para enfrentar a un Black, no duraba mucho en la mente de aquellos que consideraban la supervivencia básica una prioridad.

-Ese... Club tuyo. Quiero entrar. - Aclaro el castaño estudiante. Todos los oídos estaban pendientes de la conversación, más de una serpiente teniendo los mismos deseos que el mayor.

Solo años de entrenamiento detuvo a Sirius de suspirar. Este no era el primero, ni sería el último, en tratar de entrar al grupo. Por alguna razón que el Black desconocía, un rumor sobre sus pequeñas reuniones había empezado y ahora, debido a eso, diferentes personas de todas las casas querían entrar. Dado que nadie sabía cómo eran elegidos los integrantes, los jóvenes del colegio había tratado desde discreción hasta, como ahora, pedirlo en un espacio público.

Por ello, la única respuesta que Sirius dio fue devolver los ojos a su libro.

-Así qué si es un traidor, después de todo. ¿No puede siquiera considerar aceptar a alguien que prefiera la magia oscura en su pequeño grupo? - Gruñó el castaño, cruzando los brazos. Sirius internamente se preguntó cómo un idiota que revelaba su conexión con las artes oscuras había llegado a Slytherin.

Nuevamente el menor alzó la mirada, consciente de que esto no terminaría hasta que le pusiera un fin definitivo.

- ¿Eres el mejor? - Preguntó con aburrimiento, tildando ligeramente la cabeza.

- ¿Qué? - El mayor dejó caer los brazos, su ceño fruncido en expresión desconcertada. Sirius se contuvo a si mismo de gruñir exasperado y mentalmente anotó el nombre del joven en la lista de futuras víctimas para sus bromas con James.

- ¿Eres el mejor de la escuela en artes oscuras? O siquiera ¿El mejor de la casa? ¿Quizás el mejor de tu grado? - Sabía que estaba revelando más de lo que debía, pero tarde o temprano el resto del colegio descubriría por su cuenta quienes podían entrar.

El castaño alzó el pecho, en su rostro la típica expresión de desprecio que portaban los Pura sangre en sus fases más desagradables. Abrió la boca para responder, pero Sirius lo detuvo alzando la mano.

-Lárgate. - Y ni el más valiente de los Gryffindor hubiera podido desafiar esa fría mirada gris.


Su cuerpo cayó un poco, sus hombros mostrando lo exhausto que estaba mientras su cabello, normalmente perfecto, se alzaba por toda su cabeza.

Respiro hondo, dándose un segundo para recomponerse, antes de erguirse. Su espalda recta, sus hombros derechos, su cabello, aún despeinado, perdiéndose en la penumbra de la noche.

Apuntó su varita al aire, cerrando los ojos.

- ¡Expecto Patronum! - Un humo blanco salió de su varita, disipándose mucho antes de forma algo.

Sirius gruño, frustrado. Observo la habitación en la que se encontraba, decorada con manchas de fuego por los diversos hechizos que había practicado, los desastres alrededor de los calderos, el telescopio cerca de la ventana, libros, plumas y diversos otros materiales de todas clases.

Un salón abandonado en lo profundo del castillo, oculto para todo quien no lo conociera. Una habitación que había sido presente de muchos de sus fracasos, sus victorias y todo lo que venía en medio.

Porque Sirius debía ser perfecto. No podía darse el lujo de tratar, fallar y aprender en un salón de clases. Debía parecer como si todo aquello fuese tan fácil para él como respirar. Y algunas cosas... Algunas cosas eran tan fáciles como acostarse en la pradera. ¿Otras? Para otras debía trabajar noche tras noche, abandonando el sueño a cambio de la perfección.

Había logrado muchas cosas. Era el primero en su curso y sabía hechizos mucho más avanzados de los que debería a su edad. Y, sin embargo, aquella magia más pura, donde se necesitaban amor, felicidad y cariño, emociones que desconocía casi por completo, huían de su alcance como animal asustado.

Observando por la ventana las estrellas que brillaban en la noche, Sirius se preguntó si, quizás, su alma era demasiado oscura para lograrlo.


-No.- Sirius ni siquiera detuvo su andar, su mirada fija al frente. Su acompañante trastabilló, probablemente sorprendido por la poca meditación que le dio a su pregunta.

- ¡Es la mejor de los Gryffindor! - Se quejó el azabache, manteniendo su voz baja para que los estudiantes a su alrededor continuaran ignorando su conversación.

-Lo es. - Concordó Sirius, su voz monótona. Pudo escuchar como Snape rechinaba los dientes en irritación antes de que, muy estúpidamente en la sincera opinión del Black, se adelantará a él, parando en mitad del pasillo para bloquear su paso. Sirius, en respuesta, alzó una ceja.

-Lily Evans es de las mejores estudiantes del curso, la mejor de Gryffindor, destacada en pociones y encantamientos. ¡Merece estar en el grupo! - Exclamó Snape. Sirius se contuvo a si mismo de suspirar en irritación e internamente se arrepintió de haber invitado al joven esa misma tarde. Era un genio en pociones, pero también era increíblemente irritante en su obsesión con la peli roja.

Y, aún más irritante, era que Sirius sabía que Snape tenía razón. Ella hubiera sido la primera Gryffindor que hubiera invitado de no ser por un pequeño detalle.

Era nacida de muggles.

Y eso, lamentablemente, hacia toda la diferencia en esa época. Quizás, en el futuro, jóvenes de toda sangre podrían ser invitados, pero, por ahora, el mundo era demasiado oscuro como para arriesgar al pequeño grupo por una sola estudiante.

Al notar su prolongado silencio, Severus continuo con su discurso.

-Si ella no entra, yo tampoco. - Sentenció, una sonrisa ladeada en el rostro. Sirius alzó la ceja, por primera vez en la conversación divertido.

-Entonces no entras. - Alzó los hombros, quitándole importancia. Snape era bueno manteniendo una máscara blanca de emoción, pero todavía no era perfecto, no tenía toda la experiencia necesaria para una fachada inquebrantable, por lo que la sorpresa se reflejó en su rostro. Abrió y cerró la boca varías veces, pero las palabras parecían escapársele.

Sin decir más, Sirius lo esquivo, siguiendo su camino a transfiguración.

Pudo sentir la mirada del otro clavada en su espalda hasta que lo perdió de vista.


Sirius mantuvo su cuerpo relajado, su cara completamente blanca. Aun así, no estaba muy seguro de que está fuera una pelea que pudiese ganar.

-Joven Black. - Albus Dumbledore le sonrió con aquella fachada de amable abuelo.

("Albus Dumbledore tiene demasiado poder para un solo hombre. Se le subió a la cabeza". Le había advertido Arcturus, su abuelo, la semana antes de que Sirius partiera por primera vez a Hogwarts. El joven heredero siempre tomaba todo lo que su familia decía con un grano de sal, pero ni siquiera él era tan testarudo como para ignorar los consejos de su abuelo, después de todo no todo el mundo podía ser cabeza de una familia como los Black y seguir relativamente cuerdo.)

-Profesor. - Sirius inclinó un poco la cabeza como saludó, aprovechando el movimiento para mantener sus ojos alejados de los brillantes azules frente a él. Su Oclumencia era buena, pero no estaba dispuesto a probar su suerte contra uno de los magos más poderosos de Inglaterra.

Maldijo a su madre por no permitirle portar su anillo de heredero a Hogwarts. Se aseguraría de escribirle a su abuelo para que se lo mandara. Claro, solo si su mente salía ilesa de ese encuentro.

-Debes perdonar a esta viejo, pero desafortunadamente ni los estudiantes ni los profesores están muy dispuesto a compartir rumores con el directo. – Dumbledore le guiño un ojo, recostándose contra su asiento. Sirius mantuvo su mirada en la nariz del profesor, lejos de sus ojos. – Me gustaría saber un poco más sobre tu grupo de estudio. – Continuo. Sirius alzo los hombros como respuesta.

- ¿Qué quiere saber, profesor? – Preguntó, tildando un poco la cabeza para agregarle inocencia al acto. Ambos sabían muy bien que quería el otro.

Dumbledore lo observo por unos momentos, la gentil sonrisa firmemente en sus labios. Aun en silencio, recogió la pequeña vasija con caramelos que estaba sobre la mesa, ofreciéndosela al menor. Sirius negó la cabeza, dando una diminuta sonrisa (falsafalsafalsa) para mostrar su agradecimiento.

- ¿Qué hacen, exactamente? Entenderás que no podemos tener actividades peligrosas en la escuela. – El mayor cruzo los dedos, poniendo sus manos sobre la mesa. (Un depredador a punto de atacar a su víctima.) Sirius inclino un poco la cabeza, como si estuviese considerando la pregunta. (Regal. Perfecto. No muestres la más mínima debilidad.)

- Estudiamos. – El profesor mantuvo su silencio, esperando a que Sirius continuara, pero el menor se limito a esa simple palabra.

- Ya veo...- La comisura de la boca en el anciano rostro bajo un poco, sus ojos llenos de tristeza y decepción. (Sirius no se lo creyó ni un segundo.)

- ¿Me puedo ir, profesor? – El azabache hizo ademan de levantarse, poniendo sus manos sobre las reposaderas para ayudarse a parar. Dumbledore hizo un gesto con la mano, asintiendo mientras lo hacía.

- Si alguna vez quieres hablar, Sirius, no dudes en venir. – Sonrió con gentileza, inclinándose un poco hacía adelante. Sirius, a pesar de querer protestar el uso de su primer nombre, asintió, saliendo en silencio. (Ambos sabían que el anciano mentía. La versión de un Black nunca seria verdadera en los oídos del profesor, sus acciones siempre serian malvadas a los ojos del anciano, sus mentes nunca serian sanas en los prejuicios de la sociedad. Pero estaba bien. Alguien cuerdo nunca llegaría tan lejos.)


- Quiero invitar a un amigo. – Comento James cuando estaban a medio de un partido de ajedrez. Sirius movió su pieza antes contestar, manteniendo su vista en el tablero. (Muchos años después, Sirius se enteraría de que James aborrecía el juego y solo lo había aprendido por el Black. Le daría un coscorrón al azabache por no haberle dicho antes, todo el tiempo escondiendo una gentil sonrisa.)

- ¿A dónde? – Pregunto, su mente aun en el juego. James bajo la mirada, removiéndose incómodo. Cuando más de un minuto paso sin que James tocara alguna de sus fichas, Sirius alzo la mira, sus cejas fruncidas.

- Aquí. – La repuesta no fue más que un murmuro y, aun así, Sirius la escucho con perfecta claridad. Su cuerpo se tensó, mientras inconscientemente se encogía un poco.

James mantuvo su mirada clavada en su amigo, preocupándose entre más tiempo pasaba con este totalmente quieto. Finalmente, Sirius se aparto de un salto de la silla, como si esta lo quemara. Negaba la cabeza con rapidez, sus pies aun retrocediendo. (¿Por qué Sirius nunca era suficiente?) Palabras entrecortadas salían de sus labios, el pánico aumentando. (¿¡Por qué se había permitido ser vulnerable!?) Escucho pasos acelerados yendo hacía él, provocando que retrocediera con más velocidad, hasta que manos conocidas agarraron sus hombros, deteniendo su camino. Sintió que algo lo rodeaba, no estaba muy seguro de que era, pero le permitió volver a controlarse.

(Había dejado su guardia baja. Se había permitido confiar. Pero, por supuesto, que idiota había sido. Potter solo quería mostrarlo, beneficiarse de su amistad, como todos los demás (Y en lo profundo de su mente las mismas palabras (Voy a invitar a un amigo.) ronroneadas en la cruel voz de su madre antes de que una maldición golpeara su indefenso cuerpo…), ¿Por qué había creído que esta vez sería diferente?)

- -ius! ¡Sirius! Reacciona maldición o…o… ¡No sé! – La voz de James finalmente penetro la nube de sus recuerdos. Sirius tomo una bocanada de aire, como si esta fuese su primera y ultima respiración. Cuando estuvo seguro de que podía sostenerse por su cuenta, empujo al Gryffindor, alejándolo.

- Si necesitas a uno de tus amigos para no sentirte amenazado cuando estas con un mago oscuro quizás es mejor que no nos volvamos a ver. Eres igual de hipocri…-Las palabras venenosas salían sin parar de su boca, su postura reflejando el disgusto en ellas. Pero fue detenido a mitad de su discurso, por una mano posándose sobre sus labios. Sirius le dio una mala mirada al otro joven, mientras este solo lo observa con confusión.

- ¿Pero de que estas hablando Sirius? Lo quería invitar porque él también sabe de Remus y le gustaría ayudar. Pero si no te gusta la idea, no importa. – El enojo (el miedo) se alejo un poco de su mente. (¿No estaba remplazándolo?) Cruzo los brazos y aparto la mirada, avergonzado por su episodio. James suspiro, pero no comento.

Un silencio tenso cayo sobre ambos, ninguno atreviéndose a romperlo. Al final, Sirius dejo que sus hombros cayeran de su pose defensiva, girando su cabeza para ver a su amigo y dándole una pequeña sonrisa de disculpa. James, como usualmente hacía, lo acepto con una carcajada, rodeando los hombros del otro con uno de sus brazos.

- ¿No sé? ¿Esa es tu mejor amenaza? – Se burló el Black, provocando que los pómulos de James se enrojecieran ligeramente.

- Cállate. – Respondió, su tono fallando por completo en ocultar su diversión.


Sirius manejaba entre las sombras a su casa y, como una serpiente, se había metido en las otras, rodeándolas y atrapándolas antes de que se dieran cuenta. Tenía muchos aliados y conocía a casi toda la escuela, pero a veces…. A veces…

Observo, desde la mesa de los Slytherin, como las personas empezaban a cantar de la nada. Jóvenes de todas las casas y edades se levantaban de su asiento, cantando alguna canción, algunas muggle, otras del mundo mágico. Era la ultima broma de James y sus amigos, una broma en la que, sin el conocimiento de Peter y Remus, Sirius había ayudado. El Black no estaba muy seguro de como James mantenía su participación en secreto, pero no cuestionaría los métodos del menor.

Estaba disfrutando la broma y le estaba tomando todo su entrenamiento para no sonreír. Y, sin embargo…. Deseaba poder estar allá, con los otros culpables, riendo con libertad ante los resultados. En cambio, estaba sentado, espalda recta y ojos serios, mientras la gente a su alrededor empezaba a cantar.

Por un momento, su mirada se conectó con la de James, quien reía con fuerza. El azabache se detuvo, dándole una gentil sonrisa, antes de que Peter llamara su atención y la fuerte carcajada reiniciara.

Sirius bajo la mirada a su propia comida, la risa que antes ansiaba por salir ahogada por las lágrimas que nunca aparecerían.

Este era el destino que había decidido. El camino que había elegido. (Y aquel mundo donde Sirius estaba con ellos, celebrando, con su voz resonando en todo el comedor, se alejo más de la realidad, la risa del azabache desvaneciéndose en el aire.)

(Y aquel futuro donde la calidez de la amistad había sido remplazada por dementores y muros de piedras, se fue con las risas.)

(Y años después, cuando las risas aun lo rodeaban, sus labios uniéndose a la sinfonía, pensaría que, quizás, había valido la pena.)


- Estaba pensando…- James entró al compartimiento, jugando con su varita en su mano derecha. Sirius mantuvo su expresión blanca, observando las reacciones de los estudiantes a su alrededor. Los Slytherin lo miraban con desdén, pero no parecían querer comentar. Los Ravenclaw tampoco parecían muy contentos por su interrupción, pues había detenido la conversación, pero mantuvieron su atención en él. E incluso los Hufflepuff, quienes normalmente eran muy amigables, parecían irritados. Habían pasado demasiado tiempo juntos y las características de sus casas ya no eran tan prominentes.

James, por su parte, pareció un ciervo contra la luz, sus ojos grandes como platos al notar que su amigo azabache no estaba solo. Balbuceó algunas palabras, tratando de explicar, pero su mente al parecer había perdido la capacidad de ser coherente.

- Estas en el vagón equivocado, Potter. – Comento Sirius tras un minuto completo de palabras incomprensibles. James le dio una mala mirada, pero no respondió. Sirius era el mejor actor entre ellos, le dejaría hacer su papel. – Lo llevare a su vagón, no va hacer que se pierda caminando en una línea recta. – Su comentario provoco algunas risas, apartando la mente de todos del hecho que iba a acompañar al Potter devuelta a su compartimiento.

Con una sonrisa (falsacontroladorapeligrosa) se levantó de su asiento, agarrando el brazo del Gryffindor antes de salir.

- Pensar no es lo tuyo ¿Huh? – Lo riño en un susurro, halando con más fuerza de la necesaria. James rodo los ojos, permitiendo que el otro lo arrastrara. Siguieron en silencio por los pasillos hasta que encontraron un compartimiento vació. Sirius lo abrió, entrando con James a sus tobillos.

- Creí que te gustaba viajar solo. – James alzo los hombros como disculpa, una sonrisa en sus labios. Sirius rodo los ojos, empujándolo un poco con el hombro.

James río como respuesta, acomodándose en uno de los dos sillones mientras Sirius aseguraba las puertas, bajando las cortinas. La sonrisa del Potter desapareció lentamente, viendo todas las precauciones que su amigo tomaba. No le gustaba ser un secreto, no poder acercarse a Sirius cuando lo deseara, no poder reírse con él de las bromas que hacían, no poder mostrarle al mundo que no, no todos los Blacks eran malos. Pero entendía porque no podían. Porque, por el momento, debían mantener la distancia en público. Pero no le agradaba, en lo absoluto.

- ¿Qué era tan importante que no pudiste esperar a nuestra próxima reunión? – Cuestiono el Black, apoyándose contra la puerta con los brazos cruzados. James lanzo las manos al cielo, una sonrisa burlona en su rostro.

- Lo haces sonar como si fuéramos compañeros de negocios. – Se quejo. Al no recibir más que una ceja alzada como reacción, James continuo. – Vamos a vacaciones de invierno y va a ser muchooo tiempo antes de que nos veamos. Tenía que contarte de mi asombrosa idea antes de que se me olvidara. – Sirius sonrió ante las palabras de James, conociéndolo lo suficiente para saber que sus exageraciones solo eran para subirle el humor. Miró expectante al azabache, quien al parecer había decidido tener un momento de suspenso antes de continuar. – ¡Un mapa! –

Sirius frunció el ceño, confuso. ¿Un mapa? Se acerco a su amigo, poniendo una de sus manos contra la frente del menor. James la aparto de un golpe, dándole una mala mirada.

- Es enserio, Sirius. - James cruzo los brazos, su ceño fruncido. El Black alzo las manos en son de paz, una pequeña sonrisa en sus labios.

- Y dime, oh sabio James, ¿Para qué queremos un mapa? - El sarcasmo salía con facilidad de su boca, su cuerpo inclinándose un poco. James rio ante el teatro, pero pronto recupero la calma.

- No cualquier mapa. Un mapa que nos deje ver a todos en la escuela. –

(Y así, los engranes del destino empezaron a girar, preparándose para el futuro.)


- Una reunión. – El desdén de su abuelo se notaba en cada silaba que pronunciaba y Sirius no pudo evitar el destello de felicidad que sintió. (Sabía que no estaba disgustado por el hecho de que Albus Dumbledore se atreviera a hablar con su nieto. No. Estaba disgustado que Albus Dumbledore se atreviera a hablar con el Heredero de los Black. Pero Sirius, por muy fuerte que había hecho su corazón, todavía era un niño. Y ser permitiría pensar, por unos segundos, que su abuelo se preocupaba por él.)

Sirius asintió, manteniéndose completamente recto en la silla del estudio de su abuelo. Arcturus agitó su mano derecha, provocando que su vaso de cristal se rellenara con el liquido que había tomado desde que Sirius había llegado. (El azabache tenía una sospecha de que era algún alcohol muggle, pero no se atrevía a preguntárselo a la cara.)

- Eso no es bueno. – Prosiguió el mayor. Y, aunque el desprecio se distinguía con facilidad en su voz, nada más aparecía en su rostro. Sirius se pregunto si ese era el desconcierto que sentían sus compañeros al hablar con él.

- Le haría bien recordar con quien esta tratando. – Comento Sirius, esperando que su abuelo captara el doble significado. Acturus alzo una ceja, recostándose sobre su asiento de cuero.

- El anillo debería ser suficiente recordatorio. – Los ojos del mayor se movieron a la mano vacía de su nieto, ninguna joyería adornándola. Sirius se contuvo a si mismo de sonrojarse ente la desaprobación que podía sentir viniendo de la cabeza de los Black.

- Mi madre…- Supo que era innecesario proseguir cuando vio los ojos de su abuelo achinarse. Una muestra de emoción que no muchas veces se permitía.

(Sirius obtuvo su anillo al día siguiente.) (Luego, se preguntaría si de verdad había estado tan preocupado por los problemas del exterior que no notó la creciente tensión en su familia.)


Narcissa Black era alguien a quien solían subestimar. Si, tenía uno de los apellidos más poderosos de Inglaterra, pero eso era lo más profundo que a la mayoría le importaba descifrar. Después de eso, solo veían a alguien joven, sin experiencia, a una mujer. A Narcissa siempre le había gustado la danza, así que bailaba con ellos y sus a sumisiones a la perfección. Una sonrisa por ahí, una inclinación por allá, bastaba para mantener al mundo confuso en la palma de su mano.

(Los hombres Black eran peligrosos y orgullosos. Inteligentes y astutos. Jugaban con la sociedad al son de sus compas, una sonrisa prepotente siempre en el rostro. Y por ello, por aquella inteligencia de la que tanto se enorgullecían, sabía que cuando una de las mujeres Black aparecía en el camino, era mejor dejarla pasar y prepararse para lo peor.)

El primero en haber visto un poco más haya de su perfecta mascara, había sido Lucius Malfoy. No fue más que un momento. Unos segundos en los que le dedico una mirada cautelosa y no de lujuria, pero fue suficiente. (Narcissa decidió ese día, en segundo año, que él seria su marido. El rubio nunca tuvo opción en el asunto, claro que eso él no lo sabía y Narcissa se aseguraría de que así continuara.) (Narcissa se tiño el pelo. Narcissa se volvió la novia perfecta. Narcissa sonrió solo para él.) (Y espero, espero, espero, a que Lucius volviera a ver tras la mascara de su maquillaje.)

- El señor oscuro subirá nuestro estatus. – Proclamó Abraxas, apoyando su peso sobre el bastón en su mano. Narcissa sonrió, inclinando su cabeza ligeramente. (Oh, pero oh. Abraxas debió saber. Un Black jamás se inclina hacía otra persona, no sin un buen motivo.) (¿Narcissa? Había jugado entre la espesa neblina de la colina desde que tenía memoria, atrapar a un orgulloso caballo le era tan simple como sonreír.)

- Los Black apoyaran la causa, ¿no? – Tanto Lucius como Abraxas dirigieron sus ojos a la silenciosa figura de la mujer. Lucius la observaba, su ceño fruncido. (Rompiendo, rompiendo. La máscara se reconstruía más rápido de lo que él la puede destruir.)

Narcissa pensó en los constantes argumentos que su hermana Bellatrix tenía con sus padres, quienes se negaban a dejarle obtener la marca oscura. Pensó como la mirada de su abuelo se había vuelto ligeramente disgustado cuando el señor oscuro era mencionado. (Recordó ver a Andromeda con aquel joven de Hufflepuff, un sangre sucia, algo que le costaría la vida si el señor oscuro ganaba.) Pensó en la inquebrantable mascara del heredero (Recordó el fuego en los ojos de Sirius, que decían más que su silencio).

Se levantó de su asiento, una risa, suave y educada (Como tenía que ser. Debía bailar al compás.), salió de sus labios. Camino hasta los hombres, rodeando el brazo de Lucius con los suyos. Pidió un cambio de tema, citando la política como algo desagradable y sin sentido. (Y vio como Abraxas relajo su postura, una sonrisa prepotente en los labios, porque, por supuesto una mujer jamás entendería el complicado juego de la política.)

(Lucius, por su parte, se tenso bajos los delicados brazos de la mujer.)

(Narcissa sonrió para sus adentros. Oh sí. Lucius encajaría a la perfección con los hombres de su familia.)


- ¿Quieres hacer…que? – Peter parpadeo, perplejo, preguntándose si quizás, todos los dulces que había comido en navidad lo habían hecho caer en un extraño sueño.

- Vamos a volvernos animagos y ayudar a Remus. – Repitió James, una sonrisa desarmadora en sus labios. Peter abrió y cerro la boca, tratando de encontrar palabras para responder, pero todas parecían haber escapado de su mente.

Era una locura. Un suicidio. Un experimento que probablemente no resultaría. Se dejo caer contra la cama, preparando su argumento contra la ridícula idea de su amigo, pero en cuanto cerro los ojos, recordó lo cansado que parecía Remus tras cada luna llena. (Recordó las heridas que cubrían el cuerpo de su amigo. Recordó las miradas llenas de terror antes de la luna llena y los ojos cubiertos de dolor tras ellas.)

Peter no era la persona más valiente. Lo sabía y consideraba un poco irónico haber terminado en la casa que resaltaba esa cualidad. Al enterarse de la verdad sobre Lupin, su primer instinto había sido correr en la otra dirección, alejarse lo máximo posible de algo que podría matarlo. Pero James había sostenido su mano, mirándolo a los ojos con una seriedad que pocas veces mostraba, y en susurros le recordó quien era la persona tras el lobo. ("Un amante del chocolate." Había murmurado. "Alguien que se asegura de que todas las medias estén con su par." Una pequeña sonrisa había cruzado sus labios. "Un nerd que se queda horas estudiando con nosotros para que pasemos." Sus ojos avellana eran determinados y el agarre en la mano de Peter se había vuelto más fuerte, insistente. "Nuestro amigo.")

No. Peter no era valiente. Pero no abandonaría a sus amigos.

(Después de todo, había una razón por la que Peter Pettigrew era un Gryffindor.)

Asintió.


Sirius suspiro, apretando sus manos para evitar que estas temblaran y reprimiéndose en sus adentros por su ridícula actitud. Había invitado a por lo menos treinta personas a su grupo. Treinta personas que eran lo mejor de lo mejor, muchos de ellos puras sangres, y no había ni pestañado. Pero ahora…

Frank Longbottom lo observaba con curiosidad, una sonrisa precavida pero cálida en su rostro. (Era la primera persona de una familia completamente de la luz en Gryffindor que invitaba. Quizás por ello estaba nervioso, pues si se negaba, le tocaría re empezar muchos de sus planes.)

- Vamos a jugar Quidditch. ¿Vienes? – La sonrisa de Frank cayó un poco, mientras este tildaba la cabeza. Sirius mantuvo su fachada de figura imperturbable, sus manos en su espalda.

Longbottom era de un familia prominente, antigua y rica. Sabía jugar a las palabras y el significado tras lo dicho, por lo que las palabras no dichas Sirius no se perdían para él. Era una invitación.

- ¿Cuál es el punto de todo esto? – Si. Frank conocía los juegos de palabras, pero no le interesaba en lo absoluto participar en ellos. Era una persona directa y, si era honesto consigo mismo, bastante curioso.

Sirius alzo una ceja, la única muestra de su sorpresa. Era la primera vez que alguien se atrevía a preguntarle. Sabía que muchos se lo preguntaban, y más de uno había intentado descifrarlo, pero nadie había llegado ni cerca de la verdad. Como respuesta, aparto la mirada, manteniendo el silencio. (Una serpiente sabía que luchas no podía ganar.)

Frank lo observo por unos minutos antes de que una picara sonrisa apareciera en sus labios. Rodeo los hombros del menor con su brazo, ignorando la forma en que este se tenso inmediatamente.

- Algún día lo sabré. Por ahora, tenemos un juego de Quidditch al que llegar. –

(Algún día todos los sabrán. Pensó Sirius, mientras era arrastrado por los pasillos de Hogwarts. Pero estaré muerto para entonces.) (No supo si eso lo reconfortaba o aterrorizaba.)

(A los catorce años, Sirius Orion Black ya esperaba la muerte con una sonrisa en los labios.)


- ¡Desgracia! – La voz de su madre chilló, resonando por toda la casa. Regulus se encogió, tapando sus oídos con fuerza. Pero eso no fue suficiente para evitar escuchar el golpe de un cuerpo al caer. (El cuerpo de su hermano al caer, mientras Walburga le mandaba maldición tras maldición.)

Sirius ya no gritaba. Había aprendido las vacaciones anteriores que gritar solo provocaba más dolor. Pero oh, como deseaba Regulus que Sirius gritara. Al menos así sabía que estaba vivo.

Otro golpe sonó con fuerza, piel contra piel. (La mejilla de Regulus ardió en memoria de las cachetadas que su madre amaba dar.)

Regulus solo quería un momento de paz. Solo un segundo para permitirle pensar. Pero la voz de su madre penetraba sus oídos, gritos y maldiciones saliendo de su boca con facilidad. (Y su hermano se mantenía en silencio. ¿Seguía vivo?)

¿Dónde estaba su padre? ¿Por qué no llegaba?

- Amo. – Una voz rocosa y conocida le hablo. Regulus alzo la mirada, encontrándose con la huesuda cara de Kreatcher. Al humano le tomo un momento reconocer la expresión en la cara del elfo, pues normalmente Kreatcher hacía su mejor esfuerzo para ocultarla, pero esa vez, la expresaba sin contenerse.

Kreatcher estaba preocupado. Aterrado. Sus grandes ojos pasaban de la cara del menor a la puerta, un ligero temblor en sus manos.

- E-El amo Sirius. No v-va…No va…- Pero el elfo no tuvo que decir más, pues Regulus entendió sin problema (No va a sobrevivir. No esta vez.)

(Y algo dentro de Regulus se quebró. La valentía que no creía poseer, rugió con fuerza desde sus adentros.)

Estaba en la puerta, varita en mano, antes de darse cuenta. Su mano se poso en la perilla y, por un momento, se congelo. El miedo, el dolor, las memorias, todas atacaban con fuerza la joven mente. Si se quedaba tras esa puerta, estaría a salvo. Ninguna maldición lo tocaría. Su madre no le apuntaría con su varita.

(Y luego recordó la brillante sonrisa de Sirius cuando le enseñaba a leer. Recordó las risas compartidas. Recordó los brazos de su hermano rodeándolo, listo para protegerlo de todo.)

Con fuego en los ojos, Regulus no vacilo. Abrió la puerta de golpe y corrió por el pasillo, llegando en cuestiono de segundos a la habitación de Sirius, donde su hermano se hallaba inerte en el suelo y su madre le apuntaba con una maliciosa satisfacción.

- ¡Desmaius! – Gritó con fuerza. Walburga tuvo unos segundos para girar su cabeza y abrir sus ojos en sorpresa antes de que el hechizo la golpeara. Cayo inconsciente, su varita rodando fuera del flojo agarre.

Regulus no le dio otra mirada a su madre, corriendo al lado de su hermano. Sirius respiraba con dificultad y se hallaba inconsciente, pero estaba vivo.

Regulus permitió que el primero de muchos sollozos saliera de su cuerpo, abrazando con fuerza el cuerpo de su hermano. Sin embargo, no se permitió más que un momento, pues no tenía ninguna intención de seguir en la casa cuando su madre despertara. Pero ¿A dónde iría? No confiaba en su familia y Sirius jamás lo perdonaría si lo llevaba donde alguno de sus amigos.

(Las miradas en los pasillos, las pequeñas y casi imperceptibles sonrisas, la calidez del amor de hermano que Regulus conocía dirigido a otro. Todo esto invadió su mente y no fue difícil tomar una decisión.)

- Por favor. Ayuda. – Regulus cargaba con dificultad el cuerpo de su hermano, sus brazos cansados por haberlo sostenido durante todo el trayecto en escoba.

James Potter abrió la boca, sorprendido, antes de asentir.

Regulus pudo, por primera vez esa noche, respirar con tranquilidad.


Sirius mantuvo los ojos cerrados, escuchando los movimientos a su alrededor. Lo ultimo que recordaba era una de sus muchas sesiones con su madre, y ahora se encontraba en una superficie suave. O Walburga se había cansado o su padre había llegado. Asumió que era Kreatcher quien hacía ruido, por lo que se permitió abrir los ojos, solo unos segundos, con la intención de preguntar por su hermano. (Si se había irritado con él y su falta de reacción, quizás se había movido a su siguiente blanco. Regulus no era tan fuerte. Oh dios. ¿Qué había pasado con su hermano?)

Pero fue un rostro muy diferente el que se encontró.

- ¿J-James? - Su voz sonó mucho más expresiva de lo usual, pero esta vez se perdonaría a sí mismo. ¿Qué diablos estaba haciendo James Potter en su casa?

Intento levantarse, pero la mano de James en su pecho lo detuvo. Decidió tomar la restricción como escusa para volver a acostarse, pues de igual forma el agudo dolor en su espalda no le hubiera permitido sentarse.

- Sirius. – La voz de James era aliviada, pero su usual sonrisa no estaba y sus ojos avellana estaban inusualmente serios.

Sirius cerro los ojos, un suspiro en sus labios. No tenía las fuerzas ni las ganas para lidiar con lo que fuera que esto fuese. James se mantuvo en silencio, permitiéndolo el momento de paz que silenciosamente le había pedido. Pero fueron solo unos segundos, pues Sirius no se permitiría (no podía) más que eso.

- ¿Regulus? – Si fuese cualquier otra persona, Sirius preguntaría lo esperado de él. (¿Qué sabes? ¿Por qué estas en mi casa? ¿Cuánto cuesta tu silencio?) Pero era James. (James, quien Sirius admitirá, solo para sí, era su mejor amigo. James, a quien le había confiado la seguridad de Regulus en Hogwarts. James, la única persona que lo había visto llorar.)

- Está a salvo. – James se mordió el labio, tratando de evitar que los cientos de preguntas que tenía pasaron por ellos. Sirius se relajó inconscientemente contra la cama, su mirada vacante. (Su cuerpo solo pudo tranquilizarse cuando noto que los muros a su alrededor no era lo de su casa.)

Permanecieron en silencio, acompañados, como en muchas de sus reuniones, solo por la luz de la luna. James bajo la mirada, rodeando la pálida mano de Sirius con la suya, apretándola con fuerza (mientras el recuerdo de su amigo maltratado e inconsciente seguía fresco en su memoria.). Sirius devolvió el agarre, débil, agotado y confundido, pero conocía a James lo suficiente para saber que esto era algo que él necesitaba.

- Le pedí a Lily que saliéramos estas vacaciones. – Murmuro después de un tiempo. Había muchas cosas de las que debían hablar, de las que eventualmente tendrían que discutir. Pero, por ahora, serían solo dos amigos (hermanos).

- ¿Sí? ¿Qué te dijo? – Sirius movió la cabeza para observar al azabache, quien había adoptado una expresión infantil en su rostro.

- No. ¡Enserio! No entiendo a las mujeres. – Sirius dejo que una carcajada saliera de sus labios antes de explicar en detalle todo lo que James estaba haciendo mal.

Hablaron toda la noche.

(Ninguno dejo ir la mano del otro.)


e.e Honestamente, el capítulo iba a ser más largo, se supone que iba a cubrir cuarto, quinto y sexto, pero a solo las vacaciones de Invierno de quinto año ya estaba muy largo así que... La historia quedara d Caps. Tratare de no demorarme tanto la próxima vez xd.

Y, la verdad, sentí que ese era el momento perfecto para acabarlo.

Disculpen cualquier error ortográfico, no esta revisado :l.

¡Espero escuchar sus opiniones! Y me gustaría saber cual fue su parte favorita .

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